La población palestina necesita también un compromiso político de España para recobrar la paz y su identidad

¿Quién está traficando con todo este dolor humano? ¿A quién da de ganar esta tragedia? “La cara del verdugo está siempre bien escondida”, cantó, alguna vez, Bob Dylan.

Eduardo Galeano, en Patas arriba. La escuela del mundo al revés.

Sevilla, 28/V/2024

El pasado 13 de octubre de 2023 publiqué un artículo en este cuaderno digital,  ´La población palestina necesita un compromiso político internacional para recobrar la paz y su identidad´, sobre lo que estaba sucediendo y estábamos viendo en la franja de Gaza, acontecimientos que, siete meses después, comprobamos que se han recrudecido día a día, causando un sufrimiento insoportable por parte del pueblo palestino y sin visos próximos de solución alguna, es más, con bombardeos indiscriminados como el del pasado domingo a un campamento de refugiados próximo a Rafah, declarado sarcásticamente “seguro” por las propias fuerzas de Israel. En este mundo al revés y visto desgraciadamente lo visto a diario, que se hace insoportable desde la mínima dignidad humana que se nos puede pedir, deseo solidarizarme con el reconocimiento hoy de Palestina como Estado, llevado a cabo por el Gobierno de España, junto a Irlanda y Noruega, en un acto que junto al simbolismo ideológico, no inocente, de lo que supone este gesto, conlleva una posición de Estado que ennoblece a nuestro país, sirviendo también de denuncia nacional e internacional de los silencios cómplices de todo tipo y responsabilidades políticas a escala mundial sobre lo que está ocurriendo en Gaza.

En un tiempo en el que se arrojan valores por la ventana desde nuestro desvencijado vehículo vital, el de cada uno con su cadaunada, vuelvo a hacer una declaración de principios sobre por qué escribo hoy sobre Palestina en este blog, en una etapa de mi vida en la que sigo asumiendo, cada día que pasa, que lo nuestro es pasar, con ardiente impaciencia personal y social, sabiendo que ahora tengo -entre otros- un compromiso intelectual con la sociedad en la que vivo y sufro. A veces, siguiendo tan solo la ruta de un pájaro herido, leyendo de nuevo a Eduardo Galeano, entre otros autores, para no sentirme así, por no vivir así, perdido. En este contexto, vuelvo a publicar aquellas palabras de octubre de 2023, en un ejercicio de escritura circular, porque siguen teniendo vigencia plena, en su fondo y forma, resaltando por encima de todo el artículo de Eduardo Galeano, ´Ya poca Palestina queda. Paso a paso, Israel la está borrando del mapa´, que acompañaba a aquel posicionamiento ético personal frente al conflicto, renovado íntegramente hoy, de nuevo, recomendando también que se lea atentamente para comprender este triste y dilatado conflicto político con su intrahistoria vergonzante dentro.

Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA)

La población palestina necesita un compromiso político internacional para recobrar la paz y su identidad

No me puedo quedar tranquilo ante lo que está sucediendo en la guerra de Israel y Palestina, centrada en la franja de Gaza, como si no tuviera que ver conmigo. Nada más lejos de la realidad y por esta razón escribo estas palabras de denuncia para lo que puedan valer en la Noosfera, la malla pensante de la humanidad. Sin paliativo alguno, condeno el ataque terrorista de Hamás en suelo israelí, pero la respuesta de un Goliat redivivo contra más de dos millones y medio de palestinos en Gaza, debe ser contenida urgentemente por los Organismos Internacionales y Estados con poder suficiente para llevarla a cabo. Muy pocas voces de autoridades políticas he escuchado acerca de esta contención de respuesta y venganza de Israel, reconociendo expresamente la del alto representante de la Unión Europea para Política Exterior y Defensa, Josep Borrell, al recordar, el pasado martes 10 de octubre, que Israel tiene derecho a la legítima defensa tras los atentados terroristas de Hamás iniciados el sábado, pero siempre dentro de la legislación internacional y humanitaria: “Algunas acciones de Israel, como cortar el agua, la electricidad o un bloqueo de alimentos, no son acordes al derecho internacional”.

Recuerdo en este sentido unas declaraciones que en 2021 hizo Josep Borrell en un acto en el Real Instituto Elcano en Madrid, cuando afirmó que quien podía ejercer una auténtica labor de intermediación en el conflicto entre Israel y Palestina era Estados Unidos y no la Unión Europea, porque es una realidad flagrante que Europa está dividida ante este conflicto, destacando que la verdadera ayuda de Europa está en la principal financiación de la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA), una comunidad de 5,9 millones de personas, casi la cuarta parte de la población refugiada del mundo.

En este contexto tan complejo, que permita emitir juicios bien informados, recurro a un artículo de Eduardo Galeano, Ya poca Palestina queda. Paso a paso, Israel la está borrando del mapa, que recomiendo leer atentamente para comprender la intrahistoria de este triste y dilatado conflicto:

Para justificarse, el terrorismo de Estado fabrica terroristas: siembra odio y cosecha coartadas. Todo indica que esta carnicería de Gaza, que según sus autores quiere acabar con los terroristas, logrará multiplicarlos.

Desde 1948, los palestinos viven condenados a humillación perpetua. No pueden ni respirar sin permiso. Han perdido su patria, sus tierras, su agua, su libertad, su todo. Ni siquiera tienen derecho a elegir sus gobernantes. Cuando votan a quien no deben votar, son castigados. Gaza está siendo castigada. Se convirtió en una ratonera sin salida, desde que Hamas ganó limpiamente las elecciones en el año 2006. Algo parecido había ocurrido en 1932, cuando el Partido Comunista triunfó en las elecciones de El Salvador. Bañados en sangre, los salvadoreños expiaron su mala conducta y desde entonces vivieron sometidos a dictaduras militares. La democracia es un lujo que no todos merecen.

Son hijos de la impotencia los cohetes caseros que los militantes de Hamas, acorralados en Gaza, disparan con chambona puntería sobre las tierras que habían sido palestinas y que la ocupación israelí usurpó. Y la desesperación, a la orilla de la locura suicida, es la madre de las bravatas que niegan el derecho a la existencia de Israel, gritos sin ninguna eficacia, mientras la muy eficaz guerra de exterminio está negando, desde hace años, el derecho a la existencia de Palestina. Ya poca Palestina queda. Paso a paso, Israel la está borrando del mapa.

Los colonos invaden, y tras ellos los soldados van corrigiendo la frontera. Las balas sacralizan el despojo, en legítima defensa. No hay guerra agresiva que no diga ser guerra defensiva. Hitler invadió Polonia para evitar que Polonia invadiera Alemania. Bush invadió Irak para evitar que Irak invadiera el mundo. En cada una de sus guerras defensivas, Israel se ha tragado otro pedazo de Palestina, y los almuerzos siguen. La devoración se justifica por los títulos de propiedad que la Biblia otorgó, por los dos mil años de persecución que el pueblo judío sufrió, y por el pánico que generan los palestinos al acecho.

Israel es el país que jamás cumple las recomendaciones ni las resoluciones de las Naciones Unidas, el que nunca acata las sentencias de los tribunales internacionales, el que se burla de las leyes internacionales, y es también el único país que ha legalizado la tortura de prisioneros. ¿Quién le regaló el derecho de negar todos los derechos? ¿De dónde viene la impunidad con que Israel está ejecutando la matanza de Gaza? El gobierno español no hubiera podido bombardear impunemente al País Vasco para acabar con ETA, ni el gobierno británico hubiera podido arrasar Irlanda para liquidar a IRA. ¿Acaso la tragedia del Holocausto implica una póliza de eterna impunidad? ¿O esa luz verde proviene de la potencia mandamás que tiene en Israel al más incondicional de sus vasallos?

El ejército israelí, el más moderno y sofisticado del mundo, sabe a quién mata. No mata por error. Mata por horror. Las víctimas civiles se llaman daños colaterales, según el diccionario de otras guerras imperiales. En Gaza, de cada diez daños colaterales, tres son niños. Y suman miles los mutilados, víctimas de la tecnología del descuartizamiento humano, que la industria militar está ensayando exitosamente en esta operación de limpieza étnica.

Y como siempre, siempre lo mismo: en Gaza, cien a uno. Por cada cien palestinos muertos, un israelí.

Gente peligrosa, advierte el otro bombardeo, a cargo de los medios masivos de manipulación, que nos invitan a creer que una vida israelí vale tanto como cien vidas palestinas. Y esos medios también nos invitan a creer que son humanitarias las doscientas bombas atómicas de Israel, y que una potencia nuclear llamada Irán fue la que aniquiló Hiroshima y Nagasaki.

La llamada comunidad internacional, ¿existe? ¿Es algo más que un club de mercaderes, banqueros y guerreros? ¿Es algo más que el nombre artístico que los Estados Unidos se ponen cuando hacen teatro?

Ante la tragedia de Gaza, la hipocresía mundial se luce una vez más. Como siempre, la indiferencia, los discursos vacíos, las declaraciones huecas, las declamaciones altisonantes, las posturas ambiguas, rinden tributo a la sagrada impunidad.

Ante la tragedia de Gaza, los países árabes se lavan las manos. Como siempre. Y como siempre, los países europeos se frotan las manos.

La vieja Europa, tan capaz de belleza y de perversidad, derrama alguna que otra lágrima mientras secretamente celebra esta jugada maestra. Porque la cacería de judíos fue siempre una costumbre europea, pero desde hace medio siglo esa deuda histórica está siendo cobrada a los palestinos, que también son semitas y que nunca fueron, ni son, antisemitas. Ellos están pagando, en sangre contante y sonante, una cuenta ajena.

(Este artículo está dedicado a mis amigos judíos asesinados por las dictaduras latinoamericanas que Israel asesoró).

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!