
Sevilla, 13/XII/2024
El pasado martes, la Real Academia Española (RAE), presentó la actualización 23.8 del Diccionario de la lengua española, incorporando 4074 novedades: nuevos términos y expresiones, nuevas acepciones de entradas recogidas con anterioridad, enmiendas a artículos ya existentes y supresiones.
Entre las novedades figura una que ha entrado en tromba, nunca mejor dicho, en el acervo lingüístico de nuestro país. Me refiero a la palabra “dana”, acrónimo de depresión aislada en niveles altos, que define la RAE como “depresión aislada de la circulación general atmosférica, [que] se mueve de forma independiente y puede producir grandes perturbaciones con precipitaciones muy intensas”.
Ni que decir tiene que es una palabra incorporada desgraciadamente tras su última aparición en Valencia de forma aterradora y con incidencias menores en otras Comunidades del país. La dana ha llegado para quedarse entre nosotros, para demostrar que la Naturaleza hay que respetarla con actitudes políticas de gran calado, habiéndose constatado que sus consecuencias se han agravado por decisiones no inocentes en la ordenación territorial e inmobiliaria, de profundas raíces políticas, por supuesto, que han permitido construir viviendas, edificios sociales como colegios e Institutos, centros de salud, negocios privados y polígonos industriales, así como carreteras y trazados ferroviarios en zonas inundables o susceptibles de estar afectadas por estas contingencias atmosféricas. Estábamos avisados desde tiempo inmemorial.
Junto a esta realidad social de trágicas consecuencias, las danas nos han tocado el alma humana, porque se asocian ya al dolor que causan por el caso omiso a sus advertencias climatológicas a través de cuatro letras, de una sola palabra. Decimos con frecuencia que la Naturaleza es sabia y el agua que cae del cielo busca su camino de siempre, el que desde hace siglos ha seguido de forma natural y el que la inteligencia humana no sabe respetar por razones incomprensibles y desafortunadas, que responden a intereses exclusivos de la economía de mercado. Estas razones son las que demuestran que la Dana, como depresión aislada en niveles altos de la atmósfera, que se mueve de forma independiente y puede producir grandes perturbaciones, con precipitaciones muy intensas, ha llegado al alma humana.
La palabra “dana”, a pesar de los esfuerzos encomiables de la Real Academia Española de la Lengua, al limpiarla, fijarla y darle esplendor, atraviesa momentos complicados, porque está sobrepasada por las imágenes que hemos visto sobre sus efectos en Valencia y los símbolos que se han atrincherado en las redes sociales y en los teléfonos móviles, reforzando a diario la expresión que conocemos bien: “una imagen (o un emoticono) vale más que mil palabras”. Además, está muy contaminada en el contexto político actual en nuestro país, ante tanta mentira y fango que la envuelve, lanzado por máquinas perfectamente identificadas y financiadas por el poder de siempre, no democrático por cierto.
En este contexto, sigo defendiendo el poder de la palabra, al estar convencido de que lleva dentro el alma de cada uno, de cada una, como seña de identidad humana. No lo digo como una ocurrencia a título de salvavidas del momento, sino que sé que “en lengua guaraní ñe’e significa «palabra» y también «alma». Creen los indios guaraníes que quienes mienten la palabra, o la dilapidan, son traidores del alma”, tal y como lo conocí a través de Eduardo Galeano en una obra sugerente, Las palabras andantes, que recomiendo como manual de supervivencia en estos tiempos tan modernos, en los que se falta tanto a la palabra con alma, verdadera, en los que tanto se miente. Es un mal endémico, “un mundo sin alma, desalmado, que practica la superstición de las máquinas y la idolatría de las armas: un mundo al revés, con la izquierda a la derecha, el ombligo en la espalda y la cabeza en los pies”, en palabras suyas también.
NOTA: la imagen de cabecera se ha recuperado de ValenciaExtra.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
UCRANIA, GAZA, LÍBANO, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
¡Paz y Libertad!

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