
Sevilla, 13/I/2025
En tiempos de turbación y de alejamiento de mudanzas del alma, recibí ayer una bocanada de esperanza en la espera, lucha y defensa diaria de un mundo mejor, a través de la música. Me la ha transmitido un documental, Por favor, llámenme Claudio, sobre Claudio Abbado, excelso director de orquesta milanés, fallecido en 2014.
En este contexto musical, recuerdo que Herbert von Karajan había marcado un estilo de dirección orquestal de respeto casi reverencial a su maestría con la batuta, en su prolongada etapa al frente de la Filarmónica de Berlín. Por diversos desencuentros con la Orquesta, dimitió en 1989, hecho que permitió abrir una nueva etapa de dirección de esta gran orquesta, dando paso a un experimentado Maestro, Claudio Abbado, que en los primeros ensayos dejó clara su relación horizontal con aquellos músicos tan elevados a los cielos.
Ocurrió cuando ante las reiteradas manifestaciones del efecto Karajan, se dirigían a él como Maestro, incluso como Maestrísimo, lo que cortó de raíz al dirigirse a los músicos de la Filarmónica con las siguientes palabras que han pasado a la posteridad de este excelente director: “¡No soy Maestro. Llamadme Claudio, por favor!”.
Si escribo hoy estas palabras es como nuevo reconocimiento a su vida y obra, sobre todo a través de la Orquesta Mozart, fundada por Abbado, donde otorgó el puesto de oboe solista a Lucas Macías, el nuevo director de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, a partir de septiembre de este año. Todavía recuerdo el concierto de gratitud de la ciudad de Lucerna (Suiza) a Claudio Abbado tres meses después de su fallecimiento en Bolonia. El año anterior, escribí también unas palabras de reconocimiento a él y a Lucas Macías, oboísta de gran prestigio internacional, tras la celebración de un concierto dirigido por Abbado, resaltando la figura de Lucas Macías, andaluz por más señas, natural de Valverde del Camino (Huelva), que vuelvo a resaltar hoy de nuevo como realidad positiva de Andalucía: “Lo decía el cronista del diario “El País”, en su edición de 26 de marzo de 2013: “No le gusta a Abbado que le llamen maestro. Prefiere que se dirijan a él como Claudio. Al oboísta Lucas Macías Navarro todos le conocen por Lucas. Claudio y Lucas demostraron ayer la importancia del diálogo intergeneracional en música. Realizaron juntos un Concierto para oboe y orquesta de Mozart verdaderamente antológico. El oboísta de Valverde del Camino nació en 1978 y es solista de su instrumento en la Concertgebouw de Ámsterdam y en la Orquesta del Festival de Lucerna. Es de los músicos más completos que han salido de nuestro país en mucho tiempo. Ayer demostró su musicalidad intachable, su técnica asombrosa, su instinto endiablado tanto cuando tocó como solista como cuando se integró en la orquesta. La comunicación musical entre Claudio y Lucas es absoluta”.
Este año acogerá Sevilla a Lucas Macías. Será una oportunidad extraordinaria de conocer su aprendizaje emocional y profesional junto a Claudio, porque conozco el aprecio y respeto que siempre le profesó y que como símbolo basta recordar las palabras suyas que recogió la crónica que publicó el diario El País en 2014, con un título muy sugerente: Sinfonía de lágrimas por Abbado, porque el concierto de homenaje de la ciudad de Lucerna a su director tan querido y respetado, “suyo”, sí, para siempre, fue eso una sinfonía adornada de lágrimas tal y como lo recogía el citado cronista: “El cierre tenía que ser con Mahler, y al final de la Tercera sinfonía explotó colectivamente la emoción. Los músicos empezaron a abrazarse entre ellos, el público se puso en pie en una ovación interminable y nadie quería saludar en solitario, ni director ni instrumentistas. Fue una sinfonía de lágrimas, sin histéricas apoteosis, recordando a un director que siempre creyó que la música por encima de todo es un ejercicio espiritual, un diálogo del alma”. Sin lugar a dudas, mucho más cuando entre lágrimas se podía leer también en el programa de mano del concierto, probablemente a duras penas, una frase de su oboísta preferido, Lucas (Macías): “Gracias Claudio por haber sido el Ángel de la Guarda de los jóvenes músicos. Gracias por enseñarnos que en la música, como en la vida misma, lo fundamental es escucharnos los unos a los otros”.
NOTA: la imagen se ha recuperado hoy de la página oficial de la Filarmónica de Berlín.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
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