La ideología tiene una base genética, científica por supuesto

Leor Zmigrod

Sevilla, 12/IV/2025 – 16:48 h (CET+2)

Quien frecuenta este cuaderno digital sabe que su hilo conductor es la inteligencia digital, de base científica, entendida como el conjunto armónico de conocimiento, habilidades y conductas proclives a resolver los problemas de la vida con la ayuda de las tecnologías digitales de amplio espectro. Nacemos preprogramados en las diversas inteligencias humanas desde que comienza a desarrollarse el cerebro en el vientre materno y la genética hace su trabajo siempre, a lo largo de la vida del ser humano, creando un carnet genético personal e intransferible. Por tanto, la ideología no va a la zaga de esta preprogramación ideológica que es la base de la inteligencia política, por ejemplo. Antes es el cerebro de cada uno, después la educación ideológica que responde a la preprogramación cerebral. Ahí está el secreto científico, porque la pre-programación de la preconcepción, en clave aprendida del profesor Ronald Laing, es una tabula rasa sobre la que se elabora y encuaderna el libro de instrucciones de la vida. Y por lo poco que se sabe al respecto, quedan muchos años para descifrar el código vital, el llamado código genético de cada cual, personal e intransferible, como libro abierto, pero condicionante, para justificar los actos humanos de toda índole, mucho más interesante que el carnet de identidad al que lo hemos asociado culturalmente por la legislación vigente. La realidad científica es que estamos mediatizados por nuestro programa genético y por nuestro medio social en el que crecemos. Todos somos “militantes” en potencia, con y sin carnet, dependiendo de sus aprendizajes para comprometernos con la vida. Militar en vida, esa es la cuestión, porque la proyección política, por ejemplo, se mostrará después desde las ideologías, fase en que se demuestra que todas no son iguales. Lo repito: antes es el cerebro de cada uno, con la carga genética correspondiente; después, la educación ideológica que responde siempre a la preprogramación cerebral. No al revés.

Lo dicho anteriormente en román paladino, es lo que desarrolla de forma excelente la psicóloga política y neurocientífica Leor Zmigrod, a través de su publicación The ideological brain: the radical science of flexible thinking (El cerebro ideológico: la ciencia radical del pensamiento flexible), donde afirma científicamente algo muy importante para diseccionar las ideologías como una realidad social muy necesaria en el mundo actual: la ideología está en los genes, es decir, en la arquitectura del cerebro de cada persona, moldeada por la evolución. También investiga por qué algunos cerebros son proclives a defender ideologías extremas y cómo las mentes pueden liberarse de los dogmas rígidos.

La sinopsis oficial del libro nos ayuda a comprender su hilo conductor: “¿Por qué algunas personas se radicalizan? ¿Cómo dan forma las ideologías al cerebro humano? ¿Y cómo podemos desconectar nuestras mentes de los dogmas tóxicos? En The Ideological Brain, Leor Zmigrod revela la profunda conexión entre las creencias políticas y la biología del cerebro. Basándose en su propia investigación pionera, descubre la compleja interacción entre la biología y el medio ambiente que predispone a algunos individuos a adoptar formas rígidas de pensar, y explica cómo las ideologías se apoderan de nuestros cerebros, cambiando fundamentalmente la forma en que pensamos, actuamos e interactuamos con los demás. Muestra también cómo los ideólogos de todo tipo luchan por cambiar sus patrones de pensamiento cuando se enfrentan a nueva información, culminando en el mensaje radical de que nuestra ideología política no es superficial, sino que está tejida en el tejido de nuestras mentes”.

Javier Sampedro lo explica hoy sucintamente en el diario El País: “Investigar la realidad es costoso, y la ideología aporta un atajo barato de reglas y patrones sobre cómo es el mundo y cómo debería ser. Zmigrod sostiene que las ideologías nublan nuestra experiencia, nos impiden distinguir la verdad de la manipulación y son un lastre para nuestra adaptación. Cita pruebas empíricas para ello. Ya desde la infancia, los niños con más tendencia ideológica incorporan trolas a lo que oyen para reforzar sus prejuicios, mientras que los demás son más adaptables. Y todo ello se puede saber sin más que explorar su cerebro con las técnicas adecuadas”.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.


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