
Sevilla, 15/IV/2025 – 09:14 (CET+2)
Corría el año del Mayo del 68, en el pasado siglo. Con veintiún años navegué por primera vez hacia Italia en un “Canguro Bianco” de la Compañía Traghetti Sardi, consorciada con la naviera española Ybarra, viajando en la clase más popular de poltronas, en un barco presentado como uno de los más confortables en el mar por su sistema automático de estabilizadores. Atravesando de noche el peligroso Golfo de León me llevó desde Barcelona a Génova, para llegar finalmente en tren a Milán y Brescia, donde viví seis meses, muy cerca de Sirmione sul Garda, la residencia clásica del poeta Catulo. Fue precisamente en Brescia donde compré un libro de Juan Ramón Jiménez en italiano, Siviglia (Sevilla), dedicado a una ciudad que amaba desde su infancia, “como soy de Moguer y de Sevilla, canto mis ilusiones por seguidillas” llegó a escribir, que me acompañó como libro de cabecera aquellos meses separado de mi tierra y de mi parentela.
En ese libro, en el que leí por primera vez en italiano la poesía y prosa poética de Juan Ramón Jiménez, descubrí un poema dedicado a la madrugada de Viernes Santo, breve y bueno, que no olvido en esta semana laica:
…Sobre las calles que huelen a cera, sobre las azoteas con macetas, se va viendo una luz de plata y en el fresco y puro azul matutino, aún negro, se oyen volar palomas que no se ven.
Intuyo que estas palabras las sintió con la proximidad de la Giralda, a la que definió en este pequeño libro como ingrávida y transparente al despertar el día:
Por la mañana, el aire puro sevillano, la Giralda ingrávida, transparente -menos aún o más que de cristal- está todavía desnuda como en la noche. Una mujer desnuda que sintiera, de pronto, su desnudez. ¡qué alegre y atropellada, cantando al sol primero, en su risueño despertar de primavera, sobre el panorama rubio de su visión!
Este libro, Sevilla, que conservo en mi biblioteca, la clínica de mi alma, lo dedicó a su hermana Ignacia y sus hijos. Fue editado en 1965, en Milán, por la Editrice Nuova Accademia. Lo mantengo como “oro en paño”, porque descubrirlo en un kiosko de prensa en Brescia, me ofreció en aquella lejanía la compañía de esta ciudad, Sevilla, a la que tanto quiero. Junto a los poemas en prosa citados, siempre leí una y otra vez De la guía celeste, porque apoyado en el poeta Villasandino, llega a decir que en la primavera universal, suele el Paraíso descender hasta Sevilla:
“El Paraíso: Paraje breve e infinito, «lyndo syn comparación» —Villasandino—, trasunto fiel de la ciudad terrena —conocida bien del viajero— de Sevilla, «briosa ciudat extraña» —Autor citado—. Sito exactamente en el lugar del cielo que corresponde, con su azul, a dicha ciudad «claridat e luz de España» —Autor citado—. En la primavera universal suele El Paraíso descender hasta Sevilla».
Comprendo perfectamente que en aquellos años contemporáneos, Stefan Zweig escribiera algo que me conmueve todavía al recordarlo: “Hay ciudades en las que nunca se está por primera vez. Deambulas por sus calles desconocidas y sientes como si de todos los rincones te acudieran los recuerdos, te llamaran voces amigas. Su rostro -porque las ciudades pueden ser como las personas: tristes y viejas, risueñas y jóvenes, amenazadoras y gráciles, dulces y afligidas- te suena de una ciudad hermana, o de una imagen, de un libro, de una canción. Y Sevilla es así”. Él, que también escribió que “en Sevilla se podía ser feliz” a pesar de sus miserias, comprendió junto a Juan Ramón Jiménez su vanidad, porque quien no la ha visto, no puede comprender lo maravillosa que es y no es capaz de reprochársela porque “¿no es una maravilla el hecho de que los hombres y el destino trabajen juntos durante siglos para construir una ciudad, y al final resulte una sonrisa en el rostro de la vida?”.
Son palabras de Juan Ramón Jiménez y Stefan Zweig, dedicadas a Sevilla, donde en estos días sus calles huelen a cera y azahar, recordando su luz de plata, su sonrisa en el rostro de la vida y la fe de sus mayores en una Semana Santa muy particular.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
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¡Paz y Libertad!

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