En tiempos de turbación democrática en nuestro país, debemos leer y escuchar palabras de José Mujica sobre qué significa la política digna

La política es la lucha por la felicidad de todos

José Mujica, en el discurso de despedida de la presidencia del gobierno uruguayo, el 27 de febrero de 2015

Sevilla, 1/VI/2025 – 13:18 h (CET+2)

Visto lo visto y leído lo leído estos últimos días en este país, sobre comportamientos políticos de determinados representantes en torno a las cloacas del Estado, utilizando en sus disputas y como casi único recurso el sufrido y sempiterno “y tu más”, fuente inagotable de improperios y lenguaje zafio nada edificante en un Estado democrático, vuelvo a añorar la política digna, que existe y tenemos el derecho de reivindicarla como garante principal de la democracia. Unos ejemplos valen más que mil palabras, si recordamos una lindeza del líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo dirigida al presidente el pasado miércoles, al decir lo siguiente; «Toda mafia tiene un capo». Igualmente, ese día y casi a la misma hora, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, se despachaba de la siguiente guisa: «Esto es la mafia, ¿cuánto puede durar?, De ahí las operaciones de Estado. Nos vamos a ver en una situación imposible. Por eso he pedido a cada uno que dé su mejor versión. Que los medios no tengan miedo. Que los funcionarios alcen la voz y pongan pie en pared. Esto ha estallado. España se aboca a una situación nunca vista”. Como estrambote final, sabemos ya que el Partido Popular ha convocado una concentración de la ciudadanía, «sin siglas políticas», el próximo 8 de junio, aludiendo a la situación catastrófica actual: «Hay que decir basta. Esto va solo de una cosa: decadencia o limpieza, mentiras o integridad, cloacas o decencia, democracia o mafia. La gravedad de los hechos conocidos trasciende cualquier ideología, ponen a prueba la integridad de un país entero». También tienen claro el lema que presidirá la «concentración»: democracia o mafia.

La verdad terca es que «dignidad» es una palabra y una cualidad humana muy maltratadas, sobre todo en estos tiempos revueltos en la política mundial y nacional. De forma inmediata me ha venido a la memoria un archivo sobre dignidad política, que contiene en mi cerebro las palabras que dediqué en 2015, en este cuaderno digital, a Jose Mujica, expresidente de Uruguay, cuando dijo que La política es la lucha por la felicidad de todos, frase pronunciada en su discurso de despedida de la presidencia del gobierno uruguayo el 27 de febrero de 2015. Lo tengo grabado en mi alma política porque hablar de Jose (Pepe) Mujica es hablar de dignidad política integral. También, cuando dijo con estremecimiento de su alma que “la lucha que se pierde es la que se abandona” o cuando vi el documental sobre su vida y obra política, El Pepe, una vida suprema, para aprender su forma de hacer política, tan necesaria en este tiempo.

A estas alturas del desencanto político en el mundo global, incluida obviamente España, con responsables políticos que maltratan la dignidad como cualidad humana extraordinaria, con el ejemplo de denuncias cruzadas por parte de representantes políticos de los principales partidos en nuestro país, utilizando vocablos del diccionario de la mafia, como último exponente de la indignidad política, solo queda agradecerle a José Mujica, como ejemplo muy actual, que continuara hasta el final de sus días con la ilusión de ser feliz contando a los demás su propia historia política y su forma de ser y estar de forma digna en el mundo. Nunca confundió, como todo necio, valor y precio de la dignidad, demostrando con sus hechos, que son amores y no sólo buenas razones, que necesitamos con urgencia democrática la garantía ética que ofrece siempre la dignidad política.

Visto lo visto estos días, necesito reafirmarme en la creencia de que otra política es posible y que la dignidad, en todas sus manifestaciones posibles, debe ser el denominador común de la misma. También, porque el expresidente Mujica amaba su chacra, una humilde casa en el campo y porque no le importó nunca atender allí a personas, políticos y periodistas de diferentes posiciones sociales y creencias, en una casa digna. Lo decía él en el documental citado: “Los mejores dirigentes son aquellos que cuando se van dejan a un conjunto de gente que lo superan ampliamente”, creándose una atmósfera de complicidad silenciosa, pero elocuente, entre Mujica y el director, Emir Kusturica, que presagiaba que a partir de esta frase todo el documental iba a pasar páginas virtuales de un breviario para una política digna, plagado de ideas, reflexiones, imágenes, silencios, narraciones, discursos breves que simbolizan la altura de miras de este político uruguayo, tupamaro de origen ideológico y con unas raíces de revolución interior en la etapa colonialista de España en aquellas tierras y muchos siglos atrás.

Después de más de dos siglos de andadura en el lenguaje compartido y registrado de nuestro país, según la RAE, podemos limpiar, fijar bien y dar esplendor a la palabra dignidad, sin adulterarla ni contaminarla, respetando su propia historia social, aceptando que es una palabra muy apreciada en el habla de todos, compartiendo su raíz histórica y de arraigo popular. Una persona digna, que hace política, debe ser siempre un ejemplo de seriedad, gravedad y decoro en la manera de comportarse, es decir, debe manifestar pureza, honestidad y recato porque se aprecia y defiende su honra, estimación, modestia, mesura y circunspección, entendida ésta como atención, cordura y prudencia ante las circunstancias para comportarse comedidamente. Cualquier parecido de estas acepciones con el comportamiento de estos últimos días de determinados políticos de nuestro país, es pura coincidencia. Lo de la periodista del PSOE removiendo las cloacas de la policía política, junto con los ataques del Partido Popular, presumiendo de dignidad política, dejando ver de la que carece, olvidando su historia pasada y presente, utilizando el vocabulario de la mafia con un descaro proverbial, es un espectáculo lamentable y de incalculables daños colaterales para este país, que constataremos con el paso de los días de ardiente impaciencia política, porque no nos engañemos, estamos asistiendo a una voladura controlada del Gobierno actual sin compasión alguna hacia sus millones de votantes, legítimamente constituido, por si se olvida a algunas de estas voces altisonantes y maleducadas, que olvidan el auténtico significado de la dignidad política en democracia.

¿Hay algo más cotidiano en la política digna, ejercida por políticas y políticos dignos, que la vida digna en la ciudad, en el pueblo, en la aldea más recóndita? Si partimos de esta base, de que lo importante en democracia es vivir en paz, ayudemos a quitar el polvo del alma que todos los días “ensucia” el devenir político y humano, por más señas. De ahí la importancia de los programas políticos en la actualidad, en el ecuador de la legislatura, porque no nos engañemos: todos no dicen lo mismo, ni persiguen los mismos objetivos, por mucho que se esfuercen las redes sociales y determinados medios de comunicación tergiversada, en difundir los clásicos bulos populares como mantras que sobrevuelan sobre nuestras cabezas y enriquecen cada día más las bases del Partido Abstencionista y de la ultraderecha y derecha extrema: ‘todos los políticos son lo mismo’, ‘vienen a enriquecerse’, “la derecha os hará libres’, ‘comunismo o libertad’, ‘el Estado no se rompe ni se negocia’, ‘el “comunismo bolivariano” acabará con todo’, ‘la nación está en peligro’, ‘hay que acabar con el “sanchismo”, ‘los migrantes nos roban y nos quitan los trabajos’, ‘la violencia de género es ideología que hay que erradicar, así como el gasto público asociado a ella’, ‘la protección legal de la diversidad sexual es un engaño’, ‘el cambio climático es un invento de los ecologistas extremos’, ‘Europa no es necesaria como Unión de Estados’, ‘la cultura es una ideología controlada por el aparato del Estado’ y así, centenares de mensajes que consiguen calar, como la gota malaya, en los sentimientos populares.

Una cosa es la realidad política actual y otra el deseo de dignificarla cada día. Decía Berthold Auerbach que la música lava el alma del polvo de la vida cotidiana (Music washes away from the soul the dust of everyday life) (1). También se atribuye a Picasso idéntica frase pero referida al arte en general. Hoy, doy un paso más y me atrevo a asignar a la política digna ese rol de limpieza ética de la vida cotidiana, como arte de lo posible, en palabras de Aristóteles o del canciller Bismark. En estos momentos tan delicados para la democracia en nuestro país, que no está siendo precisamente un modelo de arte político, necesitamos redoblar todos los esfuerzos para demostrar que es posible llevar a cabo esta proyección ética de la vida ordinaria, siempre que cumplamos, unos y otros, con los deberes políticos que tenemos asignados en esa vida cotidiana, porque no son los mismos. También es nuestra responsabilidad al ejercer la política cada uno, como ciudadanos y ciudadanas, en su sentido primigenio, porque siguiendo a Terencio tengo claro que nada humano me es ajeno. Nada político, con la dignidad dentro, tampoco.

(1) Berthold Auerbach, En las alturas (On the Heights), Volumen 2, Editorial B. Tauchnitz, 1867. Página 64.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

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