
El culpómetro indica que el inmigrante viene a robarnos el empleo. Y el peligrosímetro lo señala con luz roja. Si el intruso, el venido de afuera, es joven y pobre y no es blanco, está condenado a primera vista por indigencia o inclinación al caos o portación de piel. Pero si no es joven ni pobre, ni oscuro, de todos modos merece la malvenida porque ha venido a trabajar el doble a cambio de la mitad.
Eduardo Galeano, El diablo es extranjero, en Espejos. Una historia casi universal (1)
Sevilla, 12/VII/2025 – 12:29 h (CET+2)
Sigo consternado con la noticia del pasado lunes sobre lo expuesto por la portavoz de Vox, Rocío De Meer, en torno a la necesidad de deportar a los inmigrantes y a sus hijos: “Lo que nosotros denunciamos desde el principio es que si en los años 90 el porcentaje de población extranjera en nuestro país era más o menos de entre el 1% o el 2%, hoy estamos asistiendo a millones y millones de personas que vinieron desde los años 90 hasta ahora alentados por el bipartidismo. […] Están abiertas nuestras fronteras. Por lo tanto, de 47 millones de habitantes que tiene nuestro país más o menos más de 7 millones –porque tenemos que tener en cuenta la segunda generación–, 8 millones de personas han venido de diferentes orígenes en un muy corto periodo de tiempo. […] Estamos viendo que nuestra sociedad está cambiando, que nuestras calles en muchas ocasiones no son de los españoles, que muchas plazas no pertenecen a quienes siempre pertenecieron, que la tranquilidad de muchos pueblos, barrios y plazas también ha cambiado y no es la misma”, ha agregado. Por lo tanto, todos estos millones de personas que han venido hace muy poco tiempo a nuestro país y que no se han adaptado a nuestras costumbres y en muchísimos casos además han protagonizado escenas de inseguridad en nuestros barrios y en nuestros entornos tendrán que volver a sus países”. Esto se llevaría a cabo en “un proceso extraordinariamente complejo de remigración”. Por si quedaba alguna duda, cerró su discurso con la siguiente proclama: “Nosotros apostamos por ese proceso de migración porque pensamos que hay algo más importante que preservar y que además tenemos el derecho a querer sobrevivir como pueblo”. La verdad es que sobrecoge esta toma de posición del partido ultraderechista, pero el primer paso para matar este relato es tener datos, siguiendo el aserto que aprendí hace ya muchos años de Carol Weiss, cuando decía que “evaluar es emitir juicios bien informados”.
En este contexto, me ha parecido extraordinario el artículo publicado ayer en el diario El País, Datos para entender la inmigración: cuántos son, dónde viven y en qué trabajan, de Daniele Grasso y Borja Andrino, porque nos permite evaluar en esta España al revés, quiénes y cuántos son los inmigrantes que viven y trabajan en nuestro país. Recomiendo la lectura de este artículo, pero adelanto algunos datos de indudable interés general.
Para empezar, “en España viven 9,3 millones de personas nacidas en otro país, casi uno de cada cinco habitantes. De ellas, más de tres millones tienen nacionalidad española —alrededor del 30%—, mientras que seis millones conservan su nacionalidad de origen”. Estos datos suponen que los inmigrantes son en la actualidad el 19% de la población total.

Otro dato de interés es que más de 4 millones de personas proceden de América Latina y han nacido en esta región, al que siguen los países europeos (2,4 millones), ocupando el tercer lugar los africanos (1,5). Es interesante destacar que “la mitad de los extranjeros vienen de 10 lugares, los que se recogen en el gráfico de arriba. Marruecos es el principal origen y es el único que supera el millón de personas. En la última década han crecido un 50%. Un aumento espectacular que tras la pandemia ha sido superado por Colombia (74% más desde 2020), Venezuela (57%) o Perú (60%)”.

Otro dato esperanzador para el país , que se señala en el artículo, es que “Los extranjeros rejuvenecen la pirámide de población española”, porque “Casi tres de cada cuatro personas extranjeras tienen entre 20 y 64 años (73%), mientras que entre los nacidos en España solo lo hacen poco más de la mitad (53%). La diferencia es de 20 puntos”. Es de especial interés para el presente y futuro laboral de este país, porque “aunque los extranjeros suponen el 19 % de la población general, su presencia es especialmente destacada entre los jóvenes adultos. Representan el 28 % de las personas de entre 25 y 35 años, el 22 % del grupo de 20 a 24 años, el 26 % de los de 35 a 39, y el 23 % de quienes tienen entre 40 y 44 años”. Es una de las aportaciones más relevantes en la situación actual de envejecimiento de la población del país.
Junto al dato expuesto anteriormente, existe otro de indudable interés e íntimamente ligado al anterior: “Actualmente, un millón y medio de niños y niñas de hasta 17 años nacidos en España son hijos de al menos un progenitor extranjero, lo que representa un 20 % del total. Esta proporción es aún mayor entre los más pequeños: entre los menores de 3 años, suponen el 27 % y suman 391.000”. Por esta razón, “No es casualidad que estos nuevos españoles acaparan cada vez más atención de los expertos, una descendencia que tendrá un impacto considerable en el futuro. En el padrón hay ya más Mohammed (escrito con una o dos M) que Victor, Joaquín, Marcos, Roberto o Gonzalo. O más Ahmed que Iñigo, Oriol o Iñaki. También hay más Jennifer (con una o dos N) que Amaya, Candela o Lola”.
El artículo también nos ofrece datos importantes para saber dónde viven los inmigrantes en nuestro país: “La mayoría de las personas extranjeras en España reside en las áreas con mayor dinamismo económico. Madrid, Barcelona, Valencia, Alicante y Baleares concentran 4,7 millones de residentes nacidos en otro país, la mitad de todos los que viven en el país. Alicante y Baleares, de hecho, son las provincias con mayor proporción de población extranjera: casi el 28 %. Junto con Girona (26 %), son las únicas donde más del 25 % de los habitantes han nacido fuera de España: eso es, uno de cada cuatro vecinos es de otro país”.
Por la realidad de la inmigración en mi Comunidad Autónoma, Andalucía, me ha interesado conocer “el lugar de origen más común en cada provincia”, porque ilumina los destinos finales de la inmigración: “En las zonas con mayor peso del sector agrario —como Almería, Huelva, Lleida, Murcia, Jaén o la mencionada Girona— predominan los nacidos en países africanos. En cambio, los de origen latinoamericano son mayoría en provincias como Pontevedra, A Coruña y Madrid, donde superan el 50 % de la población extranjera. En estos casos, influye tanto la memoria migratoria de quienes se fueron a América en el siglo pasado como, especialmente en Madrid, el atractivo económico de la capital”. Asimismo, “Los europeos, comunitarios o no, destacan en provincias de costa. Su suma ronda el 40% en Alicante, Málaga, Castellón o Huelva. Por su parte, los nacidos en países asiáticos son mayoría relativa en Barcelona, donde representan el 13 % de la población extranjera, con comunidades destacadas como la paquistaní o la china”.
Una especial atención hay que centrarla en saber qué aporta la inmigración al mercado del trabajo: “Según la mayor encuesta laboral de Europa, el 37 % de las personas que llegan a España lo hacen por motivos laborales, y un 43 % para reunirse con su familia. Su presencia en el mercado de trabajo es, de hecho, cada vez más relevante. En mayo de este año, los trabajadores con nacionalidad extranjera superaron por primera vez los 3 millones de afiliados a la Seguridad Social, en un contexto en el que el número total de empleados alcanza cifras récord. El peso de la población de nacionalidad extranjera en el empleo es similar al que tiene en el conjunto de la sociedad: representan el 14 % de los trabajadores, igual al porcentaje de personas de otra nacionalidad entre 20 y 64 años en España”. Me ha llamado poderosamente la atención el siguiente dato: “Los nacidos fuera de España han sido clave para cubrir la demanda de los sectores dónde más había necesidad de mano de obra: como destaca el último informe anual del Banco de Españaentre finales de 2019 y finales de 2024, en torno a un 76% de todos los puestos de trabajo creados en España han ido a personas nacidas fuera”.

El artículo referenciado ofrece más datos y gráficos que son de sumo interés. La muestra elegida creo que es representativa del trabajo de investigación realizado. Vuelvo a reiterar lo enunciado anteriormente: evaluar nos permite emitir juicios cuando están bien informados, para no hablar de memoria o para extender bulos que hacen daños irreparables. Hoy. ha sido el objetivo de estas palabras en esta serie, en una España al revés, que muchas veces no sabe valorar lo que somos, tenemos y hacemos bien respecto de la inmigración, en este caso. Estamos avisados. porque el relato xenófobo y racista que airean con inusitada frecuencia determinados políticos de derechas y ultraderechas por sí mismos y alzando su voz en las máquinas del fango, seguirán intentando contrarrestar permanentemente la verdad objetiva del dato, hasta conseguir que su relato mate al dato. Estamos avisados para defender, en todos los foros posibles, la realidad social y económica que nos proporciona la inmigración en nuestro país, con datos extraordinarios, porque en el ocaso de la democracia, el relato manipulado, no verdadero y enfangado, acaba matando al mejor dato. Como decía Galeano, los humanitos somos contradicciones que caminan, extranjeros de cuerpo y alma, en cualquier lugar o en alguna parte de la gran Aldea Global en la que se ha convertido el mundo al revés en el que vivimos. Lo que les puedo asegurar es que detesto el culpómetro y el peligrosímetro hacia los extranjeros, porque reconozco que también lo soy en este mundo al revés diseñado a veces por el enemigo.
Para completar esta serie, que finaliza hoy, pasen y lean las siguientes palabras de Eduardo Galeano (autor que me la ha inspirado), tituladas El diablo es extranjero. A mí me revuelven el alma ante las palabras de la portavoz de VOX, pronunciadas el pasado lunes en Madrid, donde puso el altavoz del culpómetro y peligrosimetro ante la inmigración, a todo volumen, en un discurso racista, xenófobo y antedemocrático.
El diablo es extranjero
El culpómetro indica que el inmigrante viene a robarnos el empleo. Y el peligrosímetro lo señala con luz roja. Si el intruso, el venido de afuera, es joven y pobre y no es blanco, está condenado a primera vista por indigencia o inclinación al caos o portación de piel. Pero si no es joven ni pobre, ni oscuro, de todos modos merece la malvenida porque ha venido a trabajar el doble a cambio de la mitad.
El pánico a la pérdida del empleo es uno de los miedos más poderosos en estos tiempos del mundo gobernado por el miedo.
Y la verdad es que el inmigrante está siempre situado a primera mano, ahí no más, a la vista, a la hora de encontrar culpables del desempleo, de la inseguridad y de otras muchas temibles desgracias.
Antes Europa derramaba sobre el mundo, sobre el mundo entero: soldados, presos, campesinos muertos de hambre… que eran protagonistas de las aventuras coloniales y han pasado a la historia como mensajeros de Dios. Era la civilización lanzada al rescate de la barbarie.
Ahora el viaje ocurre al revés. Eso quiere ser la invasión de los invadidos. Los que llegan o intentan llegar desde el sur al norte son protagonistas de las desventuras coloniales que pasan a la historia como mensajeros del Diablo. Es la barbarie lanzada al asalto de la civilización.
Si me ayudas a divulgar el artículo citado, Datos para entender la inmigración: cuántos son, dónde viven y en qué trabajan, demostraremos que “mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”. Gracias sinceras y solidarias.
(1) Galeano, Eduardo. Espejos. Una historia casi universal, 2008. Madrid: Siglo XXI España.
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