
Sevilla, 27/VII/2025 – 09:18 h (CET+2)
El pasado lunes, la Administración tutelada por el presidente Donald Trump con mano de hierro, la que firma órdenes ejecutivas sin compasión alguna contra los más débiles con su afamado rotulador Sharpie, no inocente, ha desclasificado más de 240.000 páginas relativas a Martin Luther King, líder de la lucha por los derechos civiles asesinado en 1968 en Memphis y mi gran maestro para tener sueños como él, desarrollados en su discurso I have a dream (Yo tengo un sueño), a través de 1.666 palabras que sacudieron a la sociedad mundial con tres principios: más unidad, más igualdad, más democracia.

No lo ha hecho Trump por convicción de acceso a la información relacionada con su asesinato, sino para tapar la alargada sombra que le persigue en estos días el caso Epstein, provocando así silencios cómplices para no facilitar la publicación de estos papeles que le implican de forma manifiesta. Prueba de ello es que sólo es una parte del total de documentos que se iban a desclasificar sobre Luther King, globalmente, en 2027.
También y pasando por el túnel del tiempo, le debo a la cantaora Carmen Linares el fondo del título de este artículo, al leer una entrevista publicada recientemente en el diario El País, donde manifestaba que “la misión del artista es alimentar el alma de quien le escucha”.
Es verdad, en mi caso, la correlación entre tener un sueño y desear cumplirlo cada día. En este cuaderno digital he explicado en diversas ocasiones por qué escribo en este aquí y ahora, resumido en un artículo publicado en 2021, con palabras inspiradas en Orhan Pamuk (1), extraídas de su memorable discurso en el acto de recepción del premio Nobel: “[…] el secreto del escritor no es la inspiración, pues nunca se sabe de dónde viene, sino la obstinación y la paciencia. Hay una hermosa expresión turca, “cavar un pozo con una aguja”, y a mí me parece que fue inventada pensando en nosotros, los escritores. Para mí, ser un escritor significa observar con atención las heridas que llevamos dentro, sobre todo las heridas secretas de las que no sabemos nada o casi nada, descubrirlas con paciencia, estudiarlas y sacarlas a la luz para luego asumirlas y hacer de ellas una parte consciente de nuestra escritura y nuestra identidad. Ser escritor es hablar de cosas que todos conocen sin saberlo. Descubrir este conocimiento, desarrollarlo y compartirlo, ofrece al lector el placer del asombro en el recorrido de un mundo que le es familiar”.
Con estos antecedentes, ¿por qué al escribir deseo cumplir el sueño de alimentar el alma de quien me leee? En primer lugar, porque es la forma de expresar de forma especial, con palabras, la esencia de mi persona de secreto, interpretando la realidad que rodea permanentemente mi vida de forma voluntaria pero no inocente. Ser dueño de las palabras, es el acto humano por excelencia porque es una posibilidad que solo pertenece a mi especie, aunque genere en el acto de escribirlas un miedo cerval ante la página en blanco. Cada vez que me enfrento a esta realidad, recuerdo algo que aprendí hace ya muchos años de Ítalo Calvino en su obra póstuma “Seis propuestas para el próximo milenio”: “…es un instante crucial, como cuando se empieza a escribir una novela… Es el instante de la elección: se nos ofrece la oportunidad de decirlo todo, de todos los modos posibles; y tenemos que llegar a decir algo, de una manera especial” (Ítalo Calvino, El arte de empezar y el arte de acabar).
En segundo lugar, porque considero que escribir es un acto de militancia activa en el compromiso intelectual, por varias razones. La primera, porque se cuestiona la existencia de uno mismo al servicio estrictamente personal, es decir, cuando sólo se cuida el trabajo permanente en clave de autoservicio, así definido e interpretado, que permite romper moldes y nos lleva a preguntarnos si lo importante es salir del pequeño mundo que nos rodea como privilegiada zona de confort y mirar alrededor, que en sí mismo ya es un signo de capacidad intelectual extraordinaria que muchas veces no está al alcance de cualquiera por imperativos del mercado. Desgraciadamente. La segunda razón, se debe a que al escribir se hace patente el compromiso con uno mismo y con los demás, fundamentalmente con los más desfavorecidos por la vida. Siempre lo he asociado con la responsabilidad social, porque me ha gustado jugar con la palabra en sí, reinterpretando la responsabilidad como “respuestabilidad”. Ante los interrogantes de la vida, que tantas veces encontramos y sorteamos, la capacidad de respuestabilidad al escribir (valga el neologismo temporalmente) exige dos principios muy claros: el conocimiento y la libertad. Conocimiento como capacidad para comprender lo que está pasando, lo que estoy viendo y, sobre, todo lo que me está afectando, palabra esta última que me encanta señalar y resaltar, porque resume muy bien la dialéctica entre sentimientos y emociones, fundamentalmente por su propia intensidad en la afectación que es la forma de calificar la vida afectiva. Libertad, en segundo lugar, para decidir siempre, hábito que será lo más consuetudinario que jamás podamos soñar, porque desde que tenemos lo que he llamado a veces “uso de razón científica”, nos pasamos toda la vida “decidiendo”. Cuando tienes la “suerte” de conocer las interioridades del dilema al escribir, ya no eres prisionero de la existencia. Ya decides y cualquier ser inteligente se debe comprometer consigo mismo y con los demás porque conoce esta posibilidad, este filón de riqueza. Aunque nuestros aprendizajes programados en la Academia no vayan por estas líneas de conducta. Cualquier régimen sabe de estas posibilidades. Y cualquier régimen, de izquierdas y derechas lo sabe. Por eso lo manejan, aunque siempre me ha emocionado la sensibilidad de la izquierda organizada o la de “los de abajo” que dicen ahora. La de los nadies organizados, también.
En tercer lugar, porque escribir me transforma y renueva continuamente el alma, porque podemos escribir la historia mejor y jamás contada, pero si le falta alma, no es nada: Y eso el lector lo nota. Intuye que a esa perfección le falta algo. Se llama corazón, alma, un texto en el cual se nota si el autor se ha enamorado de su libro o de su artículo más allá de las ideas que quiere contar. Y me reafirmo en lo que ya he expresado en este cuaderno digital en los últimos años sobre escribir con el alma, tal y como lo estoy haciendo ahora: “Esto me ha pasado a mí. Me he enamorado de mis libros y estoy viviendo esos momentos en los que mi alma está pendiente de todo, para que no falte nada a las personas que quieres y a las desconocidas que van a captar esos sentimientos y emociones que adornan siempre la inteligencia conectiva que escribe, que se expresa desde dentro de cada autor, siendo Internet un medio poderoso y lleno de recursos para difundir este momento mágico, dando la razón a San Agustín cuando escribía en un perfecto latín un constructo que me ha acompañado siempre: bonum est diffusivum sui (el bien, se difunde a sí mismo). O lo que es lo mismo: la buena literatura, escrita con alma, se difunde a sí misma. Todavía más, con la ayuda de las tecnologías y sistemas de información, porque se construye y difunde con la inteligencia digital, cada día más al alcance de muchas personas que saben qué es escribir con el alma de la pasión”.
Querida lectora, querido lector: si hoy, mis palabras han alimentado tu alma, ¡sueño alcanzado y misión cumplida! Gracias, siempre gracias por abrir este cuaderno, leerlo y quedarte alguna vez con sus palabras, para comprender por qué sigo al pie de la letra el mensaje profundo de Blas de Otero: Si abrí los labios para ver el rostro / puro y terrible de mi patria, / si abrí los labios hasta desgarrármelos, / me queda la palabra.
(1) Pamuk, Orhan (1997). La maleta de mi padre. Barcelona: Random House Mondadori.
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CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
¡Paz y Libertad!

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