
Sevilla, 29/VII/2025 – 08:00 h (CET+2)
Siento una admiración notoria por la vida y obra de la pintora barroca Artemisia Gentileschi (1593-1654), como se demuestra en varios artículos dedicados a ella en este cuaderno digital. Con gran sorpresa por mi parte, he conocido la restauración extraordinaria que se ha llevado a cabo de su obra Hércules y Onfalia (C.a. 1635-1637), que desde el pasado 10 de junio se puede contemplar en el Museo Getty, en Los Ángeles, en una exposición monográfica, Las mujeres fuertes de Artemisia: Rescatando una obra maestra, después de un delicado proceso de restauración.
Me ha emocionado conocer con detalle la intrahistoria de este cuadro hasta llegar al Getty, según su sinopsis oficial: “En 2020, una explosión masiva en el puerto de Beirut devastó la ciudad. Entre los restos había una pintura previamente desconocida [alojada en la residencia privada del palacio Sursock] de Artemisia Gentileschi, pintora más famosa de la Italia del siglo XVII. Representando una escena del mito griego de Hércules, la pintura gravemente dañada llegó a Getty para un tratamiento de conservación en profundidad. En una instalación centrada en su reparación, la pintura restaurada está acompañada de otras cuatro pinturas de Gentileschi, destacando su enfoque especial de donne forti (mujeres fuertes) de las tradiciones históricas clásicas y bíblicas”. El prodigio de esta restauración se debe a la maestría de Ulrich Birkmaier, jefe de conservación del Getty, y a Davide Gasparotto, responsable de pintura del centro, junto a un equipo técnico de profesionalidad demostrada.
En el acuerdo firmado con la familia Sursock de Beirut, propietaria del cuadro, restaurado gratuitamente por el Museo Getty, se contemplaba el traslado de esta obra hasta Los Ángeles, a las dependencias del Getty, para su compleja restauración por el estado lamentable en el que quedó tras la explosión, la celebración de una exposición centrada en este delicado proceso, que culminará en septiembre, para pasar posteriormente por el Museo de Arte de Columbus, en Ohio y regresar a Beirut en 2027.
El mito de Hércules y Onfalia llevado a esta obra pictórica, mostraba una vez más el sentimiento profundo y transgresor en su tiempo, que la Gentileschi demostró a lo largo de su azarosa vida. Para ello, es de suma importancia conocer el mito en su sentido primigenio, que Artemisia Gentileschi pintó para la posteridad desde su perspectiva de género en pleno siglo XVII. Onfalia, reina de Lidia, recibió a Hércules como esclavo por orden del oráculo de Delfos, durante un año y bajo su tutela lo somete hasta el punto de vestir él ropa de mujer y despojarle de su maza poderosa de olivo, para sustituirla por elementos de una rueca, concretamente un huso de lana, participando en tareas de hilar junto a algunas mujeres, en una alegoría clara y rotunda del papel que tenía que desempeñar una donna forte, una mujer fuerte, una profunda inversión de roles tradicionales, verdaderamente sorprendente en la época en que fue pintado el cuadro, suponiendo una oportunidad artística de mostrar su sentimiento interno por el sufrimiento vivido en primera persona durante su azarosa juventud, por una controvertida violación por parte de su profesor.
Por último, creo de especial interés señalar que este cuadro es probable que estuviera durante unos años en el desaparecido Alcázar de Madrid, según se recoge en un artículo de Cipriano García Hidalgo Villena, Artemisia Gentileschi en España, publicado en 2018: “[…] en el propio Alcázar de Madrid colgaba un cuadro de Gentileschi, al menos desde 1636, en que se recoge en el Inventario de ese año: “Pieça nueva sobre el Çaguan y puerta Prinçipal de el Palaçio. Hércules. Otro del mismo tamaño y moldura de la historia de Hércules. Es de mano de la Gentilesca, pintora romana”(Gloria Martínez Leiva y Ángel Rodríguez Rebollo: Qvadros y otras cosas que tiene su Magestad Felipe IV en este Alcázar de Madrid. Año de 1636. Fundación Universitaria Española. Madrid. 2007. p. 85.). Esta obra de Artemisia, que representa la historia de Hércules y Onfalia, colgaría en la misma pared del Salón Nuevo, que luego conoceremos como Salón de los Espejos del Alcázar, junto con la obra Moisés rescatado de las aguas mandada desde Inglaterra por su padre Orazio Gentileschi”. En este sentido el Museo Getty explica esta hipótesis del cuadro localizado en el Alcázar de Madrid: «Artemisia probablemente pintó el tema de Hércules y Ónfale dos veces. Recibió el encargo de pintar la primera en 1628 (cuando se encontraba en Venecia) por parte de Íñigo Vélez de Guevara, conde de Oñate, en nombre del rey de España Felipe IV. Esa pintura está documentada en un inventario del Alcázar de Madrid en 1636 y probablemente fue destruida en un incendio en el siglo XVIII. Artemisia volvió al mismo tema una segunda vez, durante sus años napolitanos (después de 1630), con una composición probablemente muy similar a la que pintó para el rey de España. Esta segunda pintura está registrada en la colección de Carlo de Cárdenas en 1699 en Nápoles y tiene las mismas medidas que la pintura de Sursock».
Es verdad que no olvido a esta artista extraordinaria y este descubrimiento de Beirut, me permite reencontrarme con ella para agradecerle su magna obra, sobre todo volver a contemplar su María Magdalena, como la melancolía, tan próxima en mi ciudad, porque con sus trazos he comprendido perfectamente qué significa la melancolía en el ocaso mundial de la democracia, que tanto afecta mi alma de secreto, en tiempos tan difíciles, modernos y convulsos, es decir, un estado de soledad y tristeza que puede inundar el alma humana y recrearnos en él porque siempre queda la esperanza de la espera de algo o alguien que estuvo o que llegará a tiempo para hacernos felices. Es lo que siento aquí, en Sevilla, cuando contemplo “su” María Magdalena, porque suenan muy bien las palabras de Neruda en ese momento mágico: Como todas las cosas están llenas de mi alma, emerges de las cosas, llena del alma mía. / Mariposa de sueño, te pareces a mi alma, y te pareces a la palabra melancolía.
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