
Sevilla, 17/VIII/2025 – 08:42 h (CET+2)
Leído y hecho, porque las conchas de las playas son un bien de dominio público. Un artículo publicado el pasado 7 de agosto en el diario El País, Las conchas marinas no son un ‘souvenir’: los científicos explican por qué es mejor dejarlas en la playa, me dejó sorprendido porque no había pensado con anterioridad a su lectura en su contenido, ya que ha sido una constante en mi vida llevarme un “recuerdo” de mi estancia en las playas que he frecuentado, cuidando siempre que estuvieran sin rotura alguna y, a ser posible, con formas originales y colores irisados. Ayer volví a hacerlo, concretamente las de la foto de cabecera, pero inmediatamente las devolví al sitio donde las cogí, después de recordar los mensajes aprendidos en el citado artículo.
Para empezar, llevarse caracolas y conchas a casa tiene un alto coste medioambiental, partiendo de este acto tan habitual y aparentemente inocuo, pero no para un experto en invertebrados, Michal Kowalewski, investigador de la Universidad de Florida (Estados Unidos): “Hay, anualmente y casi con certeza en todo el mundo, alrededor de 10 mil millones de visitas a playas. Y digamos que se recoge una concha por cada 100 visitas, lo cual suena a poco, pero aun así estaríamos hablando de 10.000 toneladas de conchas que desaparecen de las playas cada año”. Estudios en los que ha colaborado él demuestran que “no ha habido cambios sustanciales en la dinámica de las poblaciones de moluscos, ni en la estructura básica del ecosistema marino local. Así parece que la culpa es de los humanos”.
También advierte que “Más turismo implica una mayor urbanización de la zona costera y una mayor actividad de embarcaciones […] El uso de maquinaria para la limpieza de las playas también aumenta progresivamente y esto es relevante porque implica el paso de maquinaria sobre la arena que pulveriza las conchas”. Además, está el detalle de la recolección “turística” de conchas de playa.
Lowslewski insiste en lo importante que es dejar las conchas donde están: “Estoy de acuerdo en que llevarse una sola concha no tiene gran importancia. El problema es que miles de millones de personas, al visitar las playas cada año, a menudo se lleven cubetas enteras. Las colocan en casa, pero con el tiempo, la mayoría de esas conchas terminan en la basura o en vertederos”.
Las conchas, como las de la imagen citada realizan servicios en su ecosistema, cumpliendo funciones que desconocemos por la falta de educación ambiental que hemos sufrido a lo largo de nuestra vida. Me ha parecido de extraordinario interés la aportación en este artículo por parte de Fernando García Guerrero, uno de los responsables de la colección de malacología del Museo Nacional de Ciencias Naturales: “Cada concha, por pequeña que parezca, ayuda a mantener la arena en su sitio, frenando su arrastre con cada marea. Gracias a ellas, las playas conservan su forma, su firmeza y su capacidad para resistir la erosión”.
Finalmente, Kowalewski acierta en señalar una alternativa a la situación actual: la educación ambiental es la mejor forma de mitigar el problema. Por ahora y mientras asistimos a cursos acelerados sobre esta asignatura pendiente, mejor es que dejemos las conchas donde están. Los ecosistemas marinos y costeros nos lo agradecerán. Mejor así que tener que recurrir a la parte coercitiva del problema porque la Ley de Costas vigente establece que arena, piedras, conchas, moluscos y fósiles playeros son bienes de dominio público y que su extracción no autorizada es ilegal. Llevarnos unas conchas a casa se ha vivido siempre como algo normal pero es ilegal y nos pueden sancionar. Avisados estamos. Lección aprendida.
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CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
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