
Antonio Gramsci (1891-1937)
Sevilla, 15/X/2025 – 08:49 h (CET+2)
En estos días tan difíciles para miles de mujeres y sus familias en Andalucía, por el desastre de la sanidad pública, concretamente por los fallos clamorosos en el seguimiento y comunicación de resultados de mamografías en al menos 2.000 mujeres, dentro del programa de detección precoz del cáncer de mama, así como por las impresentables listas de espera en consultas especializadas y en cirugía, que tanto desesperan a más de un millón de pacientes del Sistema Sanitario Público de Andalucía, me refugio en la lectura de libros que me ayuden a luchar contra la temida indiferencia ante tamaño desastre y para renovar fuerza ideológica y de compromiso social activo.
Hoy he escogido “Los hombres no son islas”, una obra magnífica de Nuccio Ordine, porque me recordaba una lectura de Antonio Gramsci, Odio a los indiferentes, tal y como lo expresó de forma rotunda el 11 de febrero de 1917: “Odio a los indiferentes. Creo, como decía Friedrich Hebbel, que “vivir quiere decir tomar partido”. Quien verdaderamente vive, no puede dejar de ser ciudadano y partisano. La indiferencia y la abulia son parasitismo, son cobardía, no vida. Por eso odio a los indiferentes”. Seguía Gramsci desarrollando su tesis: “La indiferencia es el peso muerto de la historia. La indiferencia opera potentemente en la historia. Opera pasivamente, pero opera. Es la fatalidad; aquello con que no se puede contar. Tuerce programas, y arruina los planes mejor concebidos. Es la materia bruta desbaratadora de la inteligencia. Lo que sucede, el mal que se abate sobre todos, acontece porque la masa de los hombres abdica de su voluntad, permite la promulgación de leyes, que sólo la revuelta podrá derogar; consiente el acceso al poder de hombres, que sólo un amotinamiento conseguirá luego derrocar. La masa ignora por despreocupación; y entonces parece cosa de la fatalidad que todo y a todos atropella: al que consiente, lo mismo que al que disiente, al que sabía, lo mismo que al que no sabía, al activo, lo mismo que al indiferente. Algunos lloriquean piadosamente, otros blasfeman obscenamente, pero nadie o muy pocos se preguntan: ¿si hubiera tratado de hacer valer mi voluntad, habría pasado lo que ha pasado?”.
En tiempos de mediocracia absoluta, donde la indiferencia se mezcla de forma explosiva con la mediocridad galopante de determinada clase política llamada “popular”, ultraderechista o de derecha extrema y asociados, junto a la ciudadanía que pregona a los cuatro vientos que “no es política”, por tanto, que “no los llamen para nada”, ni siquiera para votar, dándose de alta en lo que llamo “Partido Abstencionista de Andalucía”, como ocurrió en 2022, “obteniendo” 2.647.810 votos, es decir el 41,64% del total del censo electoral, conviene conocer bien la posición de Gramsci al respecto: “Odio a los indiferentes también por esto: porque me fastidia su lloriqueo de eternos inocentes. Pido cuentas a cada uno de ellos: cómo han acometido la tarea que la vida les ha puesto y les pone diariamente, qué han hecho, y especialmente, qué no han hecho. Y me siento en el derecho de ser inexorable y en la obligación de no derrochar mi piedad, de no compartir con ellos mis lágrimas”.
Obviamente, en estos tiempos difíciles hay que tomar partido si queremos que se transforme la sociedad: “Soy partidista, estoy vivo, siento ya en la conciencia de los de mi parte el pulso de la actividad de la ciudad futura que los de mi parte están construyendo. Y en ella, la cadena social no gravita sobre unos pocos; nada de cuanto en ella sucede es por acaso, ni producto de la fatalidad, sino obra inteligente de los ciudadanos. Nadie en ella está mirando desde la ventana el sacrificio y la sangría de los pocos. Vivo, soy partidista. Por eso odio a quien no toma partido, odio a los indiferentes”.
Está muy claro. Ante las próximas elecciones generales en Andalucía de 2026, si no se anticipan por causas sobrevenidas, hay que prepararse, ser consecuentes con la defensa de la sanidad pública y del Estado de Bienestar en general, tomar partido y no hacerlo de forma vergonzante, recordando lo que está sufriendo Andalucía por el desastre de su Sistema Sanitario Público. Esta Comunidad lo necesita. El que quiera entender, que entienda, porque nada de cuanto pueda suceder en la España y Andalucía futuras, sucederá “por acaso, ni será producto de la fatalidad”, sino por la “obra inteligente de los ciudadanos” de este país, tomando partido y votando en beneficio de todos, no olvidando jamás a los nadies de Galeano, las nadies olvidadas en la detección del cáncer de mama, como está sucediendo ahora. Y ya sabemos que todos los partidos no son iguales, ni sus representantes tampoco. Ahí está el secreto de la elección, no inocente por cierto, indiferente tampoco, para transformar la política sanitaria actual en beneficio del interés general de todos los ciudadanos y ciudadanas de Andalucía.
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CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
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