Acuarela de Antoine de Saint-Exupéry, en El Principito, 1943, capítulo VI
Sevilla, 17/XII/2025 – 12:08 h (CET+1)
Hoy nos adentramos en los sentimientos del principito, con claves muy claras en los capítulos VI, VII y VIII del libro, que oscilan entre la melancolía, tristeza y el fracaso de un amor no correspondido. Sobre las dos primeras, el principito confiesa algo esencial: “Cuando uno está verdaderamente triste son agradables las puestas de sol”. En su caso, habitando en un pequeño asteroide, sólo tenía que mover la silla cuarenta y tres veces para asistir a sucesivas puestas de sol de igual número.
Sumido aparentemente en este estado de ánimo, el principito revela un secreto al narrador, “largo tiempo meditado en silencio”: “Si un cordero come arbustos, come también flores”, incluso con espinas. El narrador, ocupado en la reparación de su avión, no da crédito a esta sorprendente pregunta, dando respuestas de “personas mayores”, que sólo tratan de cosas serias, a juicio del principito, que se toma la vida muy en serio: “Las espinas no sirven para nada; son pura maldad de las flores”. Esta respuesta encolerizó al hombrecito príncipe, que lanzó un discurso cargado para él de razones irreprochables: “Hace millones de años que las flores fabrican espinas. Hace millones de años que los corderos comen igualmente las flores. ¿Y no es serio intentar comprender por qué las flores se esfuerzan tanto en fabricar espinas que no sirven nunca para nada? ¿No es importante la guerra de los corderos y las flores? ¿No es más serio y más importante que las sumas de un Señor gordo y rojo? ¿Y no es importante que yo conozca una flor única en el mundo, que no existe en ninguna parte, salvo en mi planeta, y que un corderito puede aniquilar una mañana, así, de un solo golpe, sin darse cuenta de lo que hace? ¿Esto no esimportante? Enrojeció y agregó: si alguien ama a una flor de la que no existe más que un ejemplar entre los millones y millones de estrellas, es bastante para que sea feliz cuando mira a las estrellas. Se dice: «Mi flor está allí, en alguna parte…». Y si el cordero come la flor, para él es como si, bruscamente, todas las estrellas se apagaran. Y esto, ¿no es importante?”. La verdad es que el mensaje es una metáfora del amor, sin cursilería alguna, porque cuando se descubre uno, su individualidad exige protección y defensa a toda costa. No es cuestión de ciencia de hombres grandes o mayores, sino de conciencia, de sentimiento, un estado afectivo duradero. En pocas palabras, el amor no es flor de un día…, a pesar de las espinas, que haberlas, haylas.
Acuarela de Antoine de Saint-Exupéry, en El Principito, 1943, capítulo VII
No se trata en estos artículos de hacer un mero comentario de texto, sino contextualizar en 2005 los mensajes del autor de El Principito, salvando lo que haya que salvar en un mundo al revés de determinados mayores, ante la frescura de un hombrecito pequeño, textualmente bautizado como el principito. Por esta razón, la continuidad del relato en el último capítulo analizado hoy, con una lectura de un hombre mayor, como es mi caso, la considero como una oportunidad más que me da la vida para descubrir su verdadero sentido, lo que Herman Hesse llamaba “obstinación”, algo que busco siempre con ilusión y especial empeño.
Todo comienza recuperando el sentido de una flor hermosa, observando nuestro héroe pequeño su despertar, pidiendo el riego como desayuno diario, justo y necesario. A partir de ese momento, también descubre en esa flor amada una auténtica feria de vanidades, autosuficiencia y una especial tiranía: “De este modo, el principito, a pesar de la buena voluntad de su amor, pronto dudó de ella. Había tomado en serio palabras sin importancia y se sentía muy desgraciado. No debí haberla escuchado —me confió un día—; nunca hay que escuchar a las flores. Hay que mirarlas y aspirar su aroma. La mía perfumaba mi planeta, pero yo no podía gozar con ello. La historia de las garras, que tanto me había fastidiado, debe de haberme enternecido…”.
A continuación es donde se aborda el hilo conductor de estos primeros días de convivencia del narrador aviador con nuestro principito, que ya lo he hecho amigo en mi vida, agradeciéndole una lección aprendida: “No supe comprender nada entonces. Debí haberla juzgado por sus actos y no por sus palabras. Me perfumaba y me iluminaba. ¡No debí haber huido jamás! Debí haber adivinado su ternura, detrás de sus pobres astucias. ¡Las flores son tan contradictorias!Pero yo era demasiado joven para saber amar” (la cursiva es mía).
Continuará. Mientras, procuraré no olvidar que hay que juzgar por actos, no por palabras.
Acuarela de Antoine de Saint-Exupéry, en El Principito, 1943, capítulo VIII
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CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
El principito sobre el asteroide B 612. Acuarela de Antoine de Saint-Exupéry, en El Principito, 1943, capítulo III
Sevilla, 16/XII/2025 – 09:55 h (CET+1)
Los capítulos III, IV y V de El Principito nos invitan a conocer la procedencia del hombrecito, un asteroide, también pequeño como él, concretamente el B 612, identificado así por el narrador, por su vinculación histórica a “las personas grandes”, a las que sólo les preocupan los números: “las personas grandes aman las cifras. Cuando les habláis de un nuevo amigo, no os interrogan jamás sobre lo esencial. Jamás os dicen: «¿Cómo es el timbre de su voz? ¿Cuáles son los juegos que prefiere? ¿Colecciona mariposas?». En cambio, os preguntan: «¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos tiene? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?». Solo entonces creen conocerle. Si decís a las personas grandes: «He visto una hermosa casa de ladrillos rojos con geranios en las ventanas y palomas en el tejado…», no acertarán a imaginarse la casa. Es necesario decirles: «He visto una casa que vale cien mil francos». Entonces exclaman: «¡Qué hermosa es!».
No se debe olvidar este aviso para aviadores o navegantes imaginarios: las personas grandes sólo aman las cifras, nunca preguntan por lo esencial. Es el momento en el que el narrador hace una confesión transcendental para comprender su mensaje en esta novela: “Pero, claro está, nosotros, que comprendemos la vida, nos burlamos de los números. Hubiera deseado comenzar esta historia a la manera de los cuentos de hadas. Hubiera deseado decir: «Había una vez un principito que habitaba un planeta apenas más grande que él y que tenía necesidad de un amigo…». Para quienes comprenden la vida habría parecido mucho más cierto. Pero no me gusta que se lea mi libro a la ligera. ¡Me apena tanto relatar estos recuerdos!…”.
Precisamente es en este momento crucial cuando aparece la quintaesencia de esta obra, la valoración de la amistad, en una transmisión de su magia tan necesaria para las personas grandes, mayores. Para los que envejecemos, también: “Hace ya seis años que mi amigo se fue con su cordero. Si intento describirlo aquí es para no olvidarlo. Es triste olvidar a un amigo. No todos han tenido un amigo. Y puedo transformarme como las personas grandes, que no se interesan más que en las cifras”.
Avanzando en su lectura, descubrimos que el narrador recurre a lo que sabe hacer bien para no olvidar a sus pequeño amigo: “Por eso he comprado una caja de colores y de lápices. Es penoso retomar el dibujo, a mi edad, cuando no se han hecho más tentativas que la de la boa cerrada y la de la boa abierta, a la edad de seis años. Trataré, por cierto, de hacer los retratos lo más parecidos posible. Pero no estoy del todo seguro de lograrlo. Unos dibujos salen bien y otros no. Me equivoco también un poco en la talla. Aquí el principito es demasiado alto. Allá es demasiado pequeño”. Lo importante es no olvidarlo.
El capítulo V lo dedica el narrador a alertarnos sobre algo sorprendente: el drama de los baobabs, que comienza como preocupación por su tamaño para alimentar a su cordero, porque los baobabs, “antes de crecer, son muy pequeñitos”, pero si no se atiende su desarrollo se convierten en un peligro. Una metáfora que se explica más adelante, en un diálogo aleccionador atendiendo a su contenido: “En efecto, en el planeta del principito había, como en todos los planetas, hierbas buenas y hierbas malas. Por consiguiente, de buenas semillas salían buenas hierbas y de las semillas malas, hierbas malas. Pero las semillas son invisibles; duermen en el secreto de la tierra, hasta que un buen día una de ellas tiene la fantasía de despertarse. Entonces se alarga extendiendo hacia el sol, primero tímidamente, una encantadora ramita inofensiva. Si se trata de una ramita de rábano o de rosal, se la puede dejar que crezca como quiera. Pero si se trata de una mala hierba, es preciso arrancarla inmediatamente en cuanto uno ha sabido reconocerla. En el planeta del principito había semillas terribles… como las semillas del baobab. El suelo del planeta está infestado de ellas. Si un baobab no se arranca a tiempo, no hay manera de desembarazarse de él más tarde; cubre todo el planeta y lo perfora con sus raíces. Y si el planeta es demasiado pequeño y los baobabs son numerosos, lo hacen estallar. “Es una cuestión de disciplina, me decía más tarde el principito. Cuando por la mañana uno termina de arreglarse, hay que hacer cuidadosamente la limpieza del planeta. Hay que dedicarse regularmente a arrancar los baobabs, cuando se les distingue de los rosales, a los cuales se parecen mucho cuando son pequeñitos. Es un trabajo muy fastidioso pero muy fácil». Y un día me aconsejó que me dedicara a realizar un hermoso dibujo, que hiciera comprender a los niños de la tierra estas ideas. “Si alguna vez viajan, me decía, esto podrá servirles mucho. A veces no hay inconveniente en dejar para más tarde el trabajo que se ha de hacer; pero tratándose de baobabs, el retraso es siempre una catástrofe. Yo he conocido un planeta, habitado por un perezoso que descuidó tres arbustos…”Siguiendo las indicaciones del principito, dibujé dicho planeta. Aunque no me gusta el papel de moralista, el peligro de los baobabs es tan desconocido y los peligros que puede correr quien llegue a perderse en un asteroide son tan grandes, que no vacilo en hacer una excepción y exclamar: «¡Niños, atención a los baobabs!» Y sólo con el fin de advertir a mis amigos de estos peligros a que se exponen desde hace ya tiempo sin saberlo, es por lo que trabajé y puse tanto empeño en realizar este dibujo. La lección que con él podía dar, valía la pena. Es muy posible que alguien me pregunte por qué no hay en este libro otros dibujos tan grandiosos como el dibujo de los baobabs. La respuesta es muy sencilla: he tratado de hacerlos, pero no lo he logrado. Cuando dibujé los baobabs estaba animado por un sentimiento de urgencia”.
La metáfora está servida. Las malas hierbas, las apariencias engañosas ante las que hay que estar atentos, el cuidado del planeta como una tarea diaria de disciplina, porque cuando las hierbas son pequeñas, tanto las de los baobabs como las de las rosas, apenas se distinguen, lo que lleva a situaciones de contemporización y postergación de las acciones dignas, siempre urgentes para la sociedad, para luego no arrepentirnos por dejaciones y silencios cómplices.
Los baobabs. Acuarela de Antoine de Saint-Exupéry, en El Principito, 1943, capítulo V
Estamos avisados por el principito, porque cuando la maledicencia crece, el planeta Tierra sufre mucho. Esa es en la razón de por qué el narrador hace suyo un sentimiento del principito: «¡Niños, y no tan niños, atención a los baobabs!». De ahí nació un dibujo del narrador que sigo contemplando a diario, aunque tengo que confesar que hace muchos años leí un cuento senegalés, La princesa, el baobab y los cauris, traducido del wolof, que me deja muchas dudas en mi mente sobre la bondad de lo que los baobabs entregan a la humanidad. El que quiera entender que entienda. He vuelto a leerlo, porque cantaba las excelencias de sus hojas y su sombra, sin haber entendido en aquella ocasión por qué los despreciaba el Principito. Y con el corazón de niño que siempre fui, he comprendido que hay que saber buscar el sentido a la complejidad de la vida, montados en los caballos de mar de nuestros cerebros (hipocampos), que vuelan hacia el sol, aunque al igual que Groucho, en cualquier caso, siga necesitando localizar a un niño de cuatro años para entender los asuntos de la vida, de la muerte, de sus luces y sombras, que a todos -a veces- nos siguen pareciendo cuentos escritos en chino, wolof, francés o en mi idioma, en el amanecer hoy de un día normal en Sevilla, un pequeño lugar del planeta Tierra… o en el asteroide B 612, tan querido para el Principito, un héroe atemporal e imaginario en 2025.
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UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
Antonio López, Puerta de la Virgen María. La Anunciación (puerta izquierda)
Y vio Dios que todo era bueno
Cita del Génesis (1, 31), que figura en la base de la nueva puerta central para la Catedral de Burgos, obra de Antonio López.
Sevilla, 30/XI/2025 – 07:47 h (CET+1)
Ayer se inauguró en Burgos una exposición, patrocinada por la Archidiócesis de la ciudad, para dar a conocer las tres nuevas puertas de acceso a su grandiosa Catedral, una magna obra en bronce diseñada y realizada por el pintor y escultor manchego Antonio López (Tomelloso, Ciudad Real, 1936), maestro del realismo artístico contemporáneo. El proyecto se ha desarrollado en un clima de profunda controversia desde que se adjudicó, durante su realización y ante el resultado final, con una sinopsis oficial del mismo en este momento expositivo, elaborada por la Archidiócesis burgalesa, que ayuda a entender bien esta magna obra: “Cada generación ha querido sumar algo a la Catedral de Burgos: una idea, una restauración, un gesto que mantiene viva su historia. Las nuevas puertas continúan ese camino. No llegan para sustituir, sino para aportar una mirada actual a un monumento que sigue evolucionando con el paso del tiempo. Estas puertas diseñadas por Antonio López representan la forma en que nuestra época se relaciona con la Catedral: respetando su esencia y, al mismo tiempo, ofreciendo un puente hacia el presente. Nacen dentro del VIII Centenario (2021), no como un cambio radical, sino como un gesto natural de continuidad, una forma contemporánea de mostrar lo que la Catedral significa para tantas personas. El proyecto responde a una idea sencilla: Abrir la Catedral. Abrirla a nuevos públicos, abrir nuevas conversaciones sobre el patrimonio y abrir nuevas maneras de que lo antiguo y lo actual conviven en perfecta armonía. Estas puertas son una invitación a mirar de nuevo, a entrar sin prisa y a descubrir que la tradición puede seguir creciendo sin perder profundidad ni identidad”.
Antonio López, Puerta de Dios Padre. La Creación (puerta central), con la leyenda en su pie que simboliza la magna obra de Dios: Y VIO DIOS QUE TODO ERA BUENO.
En principio nada que objetar a estas bases históricas sobre el pasado, presente y futuro de la Catedral: no sustituyen nada, sino suman, no interrumpen la historia, sino la prolongan y no borran el pasado, sino lo hacen futuro: “En este proyecto, Antonio López lleva su trabajo al bronce para contar tres momentos clave de la tradición cristiana: la Creación, la Encarnación y la Anunciación. Cada puerta es una escena pensada para ser leída con calma, como quien se acerca a un libro que guarda distintos niveles de significado. Más que una obra ornamental, lo que propone es una forma actual de acercarse a los relatos bíblicos y de integrarlos en la Catedral. El artista entiende la escultura como un espacio convertido en puente donde la historia, la fe y el arte contemporáneo conviven coherentemente”.
Antonio López, Puerta del Niño Jesús. La Encarnación (puerta derecha)
El proyecto ha sido un claro ejemplo de trabajo compartido, que no ha desarrollado en solitario el autor: “Durante más de seis años Antonio López trabajó junto a un equipo de escultores y técnicos que hicieron posible la escala y complejidad de las puertas. Coordinado por Consuelo de la Cuadra, el equipo combinó conocimientos tradicionales con soluciones actuales para llevar cada detalle a su material definitivo”.
Es imprescindible conocer el detalle de la obra, a través de una fuente oficial: “El conjunto escultórico está formado por tres grandes portones de bronce diseñados por Antonio López, cada uno con su propia escena y personalidad. Aunque están inspirados en la tradición, su planteamiento es muy contemporáneo: buscan ser comprensibles para cualquier visitante. Cada puerta funciona como un pequeño relato visual, lleno de detalles que conectan lo divino con lo humano: la acogida de María, la cercanía del Niño Jesús y la fuerza creadora del Padre. Juntas forman la nueva manera en que la Catedral se presenta al mundo, invitando a entrar y descubrir su interior con una mirada renovada”.
Puertas de acceso principal, en la actualidad, a la Catedral de BurgosRecreación de las nuevas puertas de acceso principal a la Catedral de Burgos, obra de Antonio López / JA COBEÑA
Con estos antecedentes no es extraño que la obra ya finalizada, después de seis años de duro trabajo artístico y cooperativo, sea ahora fuente de controversia en Burgos, protagonizada por colectivos patrimonialistas y entidades culturales, que ha llevado al Cabildo catedralicio a tomar una medida singular, celebrar esta exposición de las tres puertas dentro de la catedral, antes de su instalación definitiva, para que sean evaluadas tanto por las autoridades civiles y eclesiásticas como por los ciudadanos, también por la UNESCO, por si peligra su reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad (1984), a modo de un plebiscito popular en un auténtico totum revolutum sobre la idoneidad temporal y sacrosanta de esta magna obra.
Antonio López está muy presente en este cuaderno digital y no es la primera vez que escribo sobre él como acto de desagravio a su persona y obra. En la primera ocasión, lo hice por el trato que recibió en 2021 por el cuadro dedicado a la familia real, en un trasiego institucional impresentable para su exhibición final. Hoy, lo reitero, por el que está recibiendo por su magna obra de las tres puertas en bronce que sustituirán a las actuales, en la Catedral de Burgos, realizadas con madera de olmo, sin gran valor artístico, sí histórico, por sus doscientos años de antigüedad. La obra realizada de las tres nuevas puertas, considero que es excepcional, más cuando he conocido todos los detalles de su proceso artístico a través del portal web elaborado por la Archidiócesis de Burgos, que recomiendo leer y visualizar con la atención que Antonio López merece.
Me quedo con la reflexión de Antonio López que recogí en este cuaderno digital hace años: “el arte está por encima de todo, de las creencias; el arte es algo sagrado, es lo que queda”. Ahora, por encima de la controversia por las puertas de la Catedral de Burgos. La realidad que pinta o esculpe maravillosamente, es terca cuando la situamos en el marco de la temporalidad, porque es verdad que todo fluye y nada permanece, porque cada cosa tiene su tiempo y cada tiempo su momento. Incluso en el arte. En el caso de Antonio López, como su propio nombre anuncia, todo es sencillo en él, tal y como ya he hablado de él en este cuaderno digital: su pintura realista, la escultura viva hasta la muerte, inacabadas, los dibujos en blanco y negro, gracias a su tío maestro de Tomelloso. Su forma de ver la vida a través del color del membrillo, paciente hasta la extenuación para que no se escape nada de lo rutinario, de lo cotidiano que verdaderamente es porque está ahí, pendiente de que alguien lo capte. Un trabajador del arte, que se siente ahora más libre que cuando era joven, que le ha costado mucho llegar a algo parecido a la estima por la vida y por él mismo, que el camino ha sido complicado y que ha sido doloroso hacerse a sí mismo. Una persona de alma grande, en un modo de vivir y ser muy sencillo.
A la luz de todo lo sucedido y expuesto, creo que la cita del Génesis (1,31), Y VIO DIOS QUE TODO ERA BUENO, que figura en la base de la nueva puerta central de la Catedral de Burgos, diseñada y trabajada en bronce por Antonio López, hace honor expreso al trabajo realizado por el pintor y escultor manchego.
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UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
Javier Navarro (Sevilla, 1991) – Cartel conmemorativo del Día de las Librerías 2025, representadas como “espacios de confianza”
Sevilla, 11/XI/2025, Día de las Librerías – 16:36 h (CET+1)
Hoy se celebra la decimoquinta edición del Día de las Librerías, en el que el Gremio de Librerías de Sevilla, lanza la campaña ‘Espacios de confianza’, “una iniciativa que cuenta por primera vez con el apoyo de la Dirección General de Promoción Económica del Ayuntamiento de Sevilla y que pone el foco en el papel de estos espacios como generadores de comunidad y agitadores sociales y culturales”.
En tal sentido, han presentado una imagen gráfica realizada por el ilustrador y arquitecto Javier Navarro (Sevilla, 1991), quien ha explicado su obra como “una Giralda hecha de libros, una metáfora entre el antiguo alminar, símbolo del hojaldre de culturas de Sevilla, y las librerías como columna vertebral de la ciudad: el pilar donde los lectores se apoyan, refugian y habitan”.
En este contexto festivo, el Gremio sevillano “reclama la necesidad de más ayudas públicas y la puesta en marcha de políticas efectivas de fomento de la lectura, ya que viene detectando en los últimos cinco años un lento descenso en las ventas en las librerías independientes de la ciudad, cuyas cifras sitúan a Sevilla por debajo de otras provincias andaluzas”.
Además, este día de celebración es el primer acto de una campaña que se extenderá hasta la Navidad, en la que este Gremio resalta, “la importancia de las librerías de barrio frente a la creciente tendencia de las compras en línea, valorando la experiencia, el conocimiento y la diversidad de títulos que ofrecen, así como la conversación, el trato personal, la convivencia, la resolución de dudas y todo tipo de necesidades relacionadas con los libros”, explicando que “Frente a mundo que corre, que no profundiza, que se queda en lo superficial, nosotras valoramos la humanidad, el vínculo con el otro, un trabajo callado, de hormiguitas que hacemos en medio de toda la locura en la que estamos inmersos en la actualidad”.
Me ha tranquilizado conocer a través de este Gremio de Librerías que “las librerías sevillanas atraviesan por un momento de relativa estabilidad, aunque sería necesario analizar la confluencia de los hábitos de compra y lectura de la ciudadanía sevillana y las librerías, ya que las ventas de libros a través de librerías independientes son inferiores a las de otras provincias andaluzas”, por lo que “es necesario un mayor apoyo al sector de las librerías, tanto a través de subvenciones como mediante la compra de fondos bibliotecarios en librerías, además de la puesta en marcha de políticas verdaderamente efectivas de fomento de la lectura”.
Mañana continuará esta campaña con un acto organizado por el Centro Andaluz de las Letras, a las 19:00 horas en la Librería Casa Tomada, “con la participación de los libreros Lola Gallardo (Rayuela Infancia), Alberto Haj-Saleh (Casa Tomada) y Fátima Tirado García (La Fábula Educa)”.
Creo que hoy, en el contexto social que estamos viviendo, tienen un sentido especial las palabras que escribí en 2021, Las librerías son la atención primaria del alma, dedicadas al Día de las Librerías de ese año, que para mí es cada día que nos ofrecen la oportunidad de cuidar nuestra alma, como Boticas o Clínicas, cada uno o cada una según lo necesite: “Cuido el alma con la lectura de libros. Recuerdo que sobre las estanterías o nichos (bibliotecas, en griego) donde se colocaban los rollos de papiros que se podían leer en la Biblioteca de Alejandría, figuraba siempre un letrero sobrecogedor: lugar del cuidado del alma o más exactamente “Clínicas del alma”, tal y como nos lo ha transmitido el historiador siciliano Diodoro de Sículo en el siglo I a.C. Amo la lectura, los libros, las librerías y tengo un respeto casi reverencial a las personas que están detrás de cada página bien escrita, sobre todo con alma. De los que critican cada publicación y aconsejan su lectura. De cada persona que está detrás de este círculo virtuoso del libro en todas sus proyecciones posibles, librerías incluidas y sobre las que he escrito en muchas ocasiones en este cuaderno digital porque las admiro. Las librerías son la antesala de las bibliotecas, a modo de atención primaria del alma, si consideramos lo manifestado anteriormente al considerar las citadas bibliotecas como lugares del cuidado del alma o más exactamente “Clínicas del alma”, espacios de confianza plena en los libros que amamos y leemos.
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UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA O LO MÁS PARECIDO A ELLA, EN GENERAL
Hoy se inaugura en el Museo Reina Sofía, en Madrid, una exposición muy importante para rescatar la memoria histórica de Maruja Mallo (Viveiro, 1902 – Madrid, 1995), Maruja Mallo. Máscara y compás, una artista de la generación del 27 que, como destaca la sinopsis oficial e la muestra, fue “una de las grandes artistas del siglo XX español y una de las principales figuras de la generación del 27, de la que formaron parte Rafael Alberti, Salvador Dalí, Federico García Lorca, María Zambrano, Luis Buñuel y Rosa Chacel, entre otros. Es, además, la más importante representante del grupo de artistas que, por primera vez, presentaron colectivamente una cosmovisión femenina desde una perspectiva también inédita, la de la mujer moderna, activa, libre y profesional. Mallo fue una artista visionaria que logró reflejar las preocupaciones de su época y anticiparse a muchas de las actuales. La universalidad de las aspiraciones humanas, más allá de diferencias económicas, raciales o de género, la consideración del mundo como un sistema ecológico interrelacionado y el poder del arte para revelar aspectos desconocidos de la realidad son ejes fundamentales de su obra”.
Federico García Lorca dijo de ella que “entre Verbena [La Verbena] y Espantajo [Espantapájaros] toda la belleza del mundo cabe dentro del ojo, sus cuadros son los que he visto pintados con más imaginación, emoción y sensualidad”. Residente en Madrid desde 1925, frecuentó ambientes artísticos que caracterizan su obra, inspirada también en la cosmovisión de artistas como Dalí, García Lorca, Alberti y Buñuel. En los comienzos de la guerra civil viajó a Argentina, pasando en primer lugar por Portugal, donde inició su exilio, recibiendo ayuda de Gabriela Mistral, que propició una estancia americana posterior de la que no volvió a España hasta 1962. He leído una referencia suya en un periódico gallego, que resume de forma excelente su trayectoria ideológica y artística, como un todo inseparable: “Ya en sus años americanos era toda una celebridad, en cuanto que arribó a Argentina con el elogio y el refrendo de la flor y nata del surrealismo francés. Para cuando regresa a su país tenía estatus de auténtica figura de culto, que ella misma —tan inteligente y desinhibida— mimaba con su pose rebelde y su cuidada imagen. Seguía siendo aquella que con Lorca, Dalí y Margarita Manso inventó el movimiento de Las Sinsombrero. Fue en Madrid, cuando como en un juego se despojaron del sombrero —ella, con el corte de pelo estilo garçon— «para descongestionar las ideas» y se montó un escándalo, anécdota que mucho después bautizó la tendencia emancipatoria de las mujeres de la Generación del 27”.
La sinopsis oficial de la exposición nos muestra también esta transición vital y cultural de la artista: “La personal y heterogénea producción artística de Mallo difumina los límites entre lo popular y lo vanguardista, entre estética y política. Lo popular no es para ella nostalgia rural ni mirada local, sino un territorio de conciliación e hibridación, contemporáneo y urbano. Durante su exilio en Argentina como consecuencia de la Guerra Civil española, Mallo traslada a sus obras la fascinación por la belleza y la diversidad que encuentra en ese nuevo continente. En ellas, la figura humana, con el rostro monumentalizado, y la máscara o la sombra como alter ego se convierten en protagonistas. Estas se caracterizan por una ambigua tensión entre lo animado y lo inanimado; tensión que cobrará una dimensión sombría a medida que la condición de exiliada pese más sobre ella”.
En 2024 pude sentir personalmente la maestría de Maruja Mallo por su obra La Verbena, en una exposición en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, en Madrid, que llevaba por título Maestras, porque compartía esa denominación junto a Artemisia Gentileschi, Angelica Kauffmann, Clara Peeters, Rosa Bonheur, Mary Cassatt, Berthe Morisot, María Blanchard, Natalia Goncharova o Sonia Delaunay, allí presentes a través de obras muy representativas, pintadas como artistas célebres en su tiempo que hoy vuelven a ser reconocidas como maestras, una forma excelente y didáctica de contestación al borrado en la historia del arte que sufrieron junto a otras que rompieron moldes con obras de indudable excelencia. Otra forma de divulgación de un mensaje aleccionador para no borrar la memoria histórica y democrática de pintoras maestras en nuestro país, recuperada en la exposición que se inaugura hoy, Maruja Mallo. Máscara y compás.
Si quieren revivir lo que sintió García Lorca al contemplar una obra suya emblemática, La Verbena, recomiendo ver y leer con atención el análisis de esta obra, realizado por Patricia Molins, comisaria de la muestra, que ha publicado hoy el diario El País, bajo el título, Recorra el cuadro de ‘La verbena’ y descubra cómo Maruja Mallo convirtió el carnaval en una nueva versión de España. Es verdad que viéndolo, “toda la belleza del mundo cabe dentro del ojo”.
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UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
La idea no ha sido mía sino que ha nacido al leer una experiencia inmersiva a través de Van Gogh, protagonizada por una periodista de elDiario.es, mediante un road trip de cinco días, por los paisajes que inspiraron el postimpresionismo en Francia, en Van Gogh y Cézanne, fundamentalmente.
Si me ha llamado la atención esta experiencia es porque destaca el papel que jugó en Van Gogh la Provenza francesa, con un eje territorial central, la ciudad de Arlés, donde el artista encontró el color. Ha sido esta localización la que me ha dado sentido a un cuadro que contemplo a diario en mi casa, una copia de una obra suya, La Cosecha, pintada por mi, sobre el que ya escribí unas palabras especiales en 2015, que reproduzco a continuación, porque es Van Gogh quien explica su intrahistoria, invitándome de nuevo “a viajar a su interior”: “En enero de 2005 finalicé la copia de un cuadro suyo, La cosecha (en La Crau), como primer trabajo del taller de pintura al óleo en el que estaba inscrito ese año, pintado a propuesta mía por el recuerdo vivo de un libro precioso que tenía en mi biblioteca sobre el autor y publicado en 1990, año en el que se cumplía el centenario de su muerte y porque creí que era importante copiarlo en trazos que consideré siempre fáciles para un principiante. Craso error. Aquella sobrecubierta del libro, en la que figuraba también el cuadro, había sido clave para comprender mejor a este complejo artista, al que conocí a través del trigo cosechado en Arlés, el pajar, las escaleras, el carro central que tanto cuidé, un hombre con una horca y el fondo de montañas de colores púrpura y azul, el Montmajour, con un fondo turquesa de cielo bastante sobrecogedor. […] He vuelto a leer la opinión que Van Gogh tenía sobre este cuadro, pintado en una sola sesión, el 12 de junio de 1888: “El […] lienzo hace que desmerezca absolutamente todo el resto”, porque sabía que era de una complejidad técnica asombrosa y porque el verano, a diferencia de la primavera, no es fácil de representar. Es la primera vez que incorpora también a personas en esta serie y pretendió representar casi todas las fases de la cosecha. En la llanura de la Crau, en Arlés, donde está situada su pintura, decía que “no hay nada más que… infinitud y… eternidad”.
La cosecha. Copia del original de Van Gogh, 1888 / JA COBEÑA
El museo que alberga esta obra, en Ámsterdam, ayuda a comprender también su profundo mensaje interior: “Casi puedes sentir la sequedad y el calor en esta pintura del paisaje plano alrededor de Arles en el sur de Francia. Van Gogh combinó el azul azul del cielo con tonos amarillos y verdes para que la tierra capturara la atmósfera de un día de verano. Trabajó en los campos de trigo durante días bajo el sol abrasador. Este fue un período inmensamente productivo, en el que completó diez pinturas y cinco dibujos en poco más de una semana, hasta que una fuerte tormenta puso fin a la temporada de cosecha. Van Gogh quería mostrar la vida campesina y el trabajo en la tierra, un tema recurrente en su arte, y pintó varias etapas de la cosecha. Vemos un campo de trigo medio cortado, escaleras y varios carros. Un segador trabaja en el fondo, por lo que tituló la obra “La cosecha». Van Gogh la consideró una de sus pinturas más exitosas, escribiendo a su hermano Theo que el «lienzo hace que desmerezca absolutamente todo el resto».
He vuelto a comprender bien el mensaje del pintor y sus rarezas en un mundo diseñado a veces por el enemigo, segúnél infinito y eterno, para hacerlo más habitable y humano. Es lo que en el fondo y forma aprendí de su azarosa obra, razones por las que quiero pintar siempre la vida incluso con palabras.
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CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
En este país tan controvertido, “aconfesional” de acuerdo con lo expuesto en el artículo 16 de la Constitución, se celebra hoy la Asunción de la Virgen María a los Cielos, en cuerpo y alma, según figura en el dogma publicado en la Constitución apostólica Munificentissimus Deus, firmada el 1 de noviembre de 1950 por el papa Pío XII. El texto que sigue es la justificación histórica, católica, de la celebración de esta fiesta nacional, inamovible por más señas, no laboral por supuesto.
[…] Por eso, después que una y otra vez hemos elevado a Dios nuestras preces suplicantes e invocado la luz del Espíritu de Verdad, para gloria de Dios omnipotente que otorgó su particular benevolencia a la Virgen María, para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte, para aumento de la gloria de la misma augusta Madre, y gozo y regocijo de toda la Iglesia, por la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y nuestra, proclamamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado: Que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”.
Las palabras finales del citado documento son determinantes, respetando la firmeza vaticana, en este caso no “finezza” precisamente, por si alguien tiene -a esta altura del siglo- alguna duda sobre su contenido: “Por lo tanto, a nadie se le permite infringir Nuestra declaración, proclamación y definición, ni oponerse a ella ni contravenirla. Si alguien se atreve a intentarlo, sepa que incurrirá en la ira de Dios Todopoderoso y de sus benditos apóstoles Pedro y Pablo”.
Hoy, teniendo en cuenta las serias advertencias de la Constitución Apostólica, sobre todo la ira divina y la de sus “benditos apóstoles”, me permito hacer una referencia expresa, también, de la Constitución Española, en la totalidad de lo expuesto en los tres apartados del Artículo 16, de la sección 1ª del Capítulo correspondiente a “derechos fundamentales y libertades públicas”, sobre todo teniendo en cuenta los últimos acontecimientos en Jumilla (Murcia), por las medidas xenófobas contra los inmigrantes de religión musulmana, prohibiéndoles utilizar instalaciones públicas para celebrar sus festividades principales:
1. Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley.
2. Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias.
3. Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones.
Junto a este Artículo de reconocimiento de la aconfesionalidad de este país, creo que muy parcial y escorado por el Concordato, no hay que olvidar por ejemplo lo dispuesto en el Artículo 27.3, de la misma sección y capítulo, en el que se dice que «Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones». Así, hasta hoy y ya han transcurrido 47 años desde la aprobación y publicación de la Constitución Española y 49 desde la firma del Acuerdo base entre el Estado Español y la Santa Sede, conocido como Concordato, firmado el 28 de julio de 1976, que se desarrolla a continuación para explicar las razones que justifican que el festivo de hoy todavía continúe vigente.
Es importante señalar también que sólo cinco días después de que entrara en vigor la nueva Constitución (BOE del 29 de diciembre de 1978), se firmaron en el Vaticano el 3 de enero de 1979, los Acuerdos entre el Estado español y la Santa Sede sobre Asuntos Jurídicos, sobre Enseñanza y Asuntos Culturales y sobre asistencia religiosa a las Fuerzas Armadas y el servicio militar de clérigos y religiosos, complementarios del Acuerdo de 1976. En el primero es donde se «reconoce a la Iglesia Católica el derecho de ejercer su misión apostólica» y se «garantiza el libre y público ejercicio de las actividades que le son propias y en especial las de culto, jurisdicción y magisterio», destacando en el artículo III, el reconocimiento por el Estado «como días festivos [de] todos los domingos» y que «de común acuerdo se determinará qué otras festividades religiosas son reconocidas como días festivos» [la negrita es mía], y en el Artículo IV «el ejercicio del derecho a la asistencia religiosa de los ciudadanos internados en establecimientos penitenciarios, hospitales, sanatorios, orfanatos y centros similares, tanto privados como públicos».
Ante lo anteriormente expuesto, es sorprendente que la población laica de nuestro país, más allá del hecho aconfesional, constitucionalmente hablando, tenga que asumir en pleno siglo XXI este «calendario nacional» y laboral, que ampara celebraciones de fiestas anudadas a dogmas de la religión católica en un Estado aconfesional, frente a decisiones corporativas como la del Ayuntamiento de Jumilla (Murcia), para contentar a la ultraderecha representada en la Corporación por el coordinador local, portavoz y único concejal de Vox, aprobando el pasado 28 de julio una enmienda transaccional del PP a un texto de Vox, que prohíbe todo tipo de actividades ajenas a las deportivas en las instalaciones municipales, en las que con anterioridad han tenido lugar celebraciones musulmanas, como el fin del Ramadán o la Fiesta del Cordero, moción en la que se pide “Instar al equipo de gobierno a promover actividades, campañas y propuestas culturales que defiendan nuestra identidad y protejan los valores y manifestaciones religiosas tradicionales” en España, así como la modificación del reglamento del uso de las instalaciones deportivas para que se empleen “exclusivamente para actividades organizadas por el Ayuntamiento” y “en ningún caso para actividades culturales, sociales o religiosas ajenas al Ayuntamiento”.
Queda mucho camino por recorrer hasta la laicidad de nuestro Estado, pero la dignidad de la población inmigrante de nuestro país, con sus correspondientes creencias, debe ser respetada en su integridad como ciudadanos amparados por este Artículo 16, constitucional por supuesto, que acusa ya el paso de los años. Por ahora, saben que hoy es un día en el que no se trabaja, que forma parte de un «puente», algo tan castizo y español, que se celebra una fiesta que no es suya y que no la sienten ni les pertenece y que esperan que cuando deseen celebrar las suyas, se respete íntegramente el Artículo 16 de la Constitución Española, en sus tres apartados, sobre todo el primero, en el que se reconoce que en este país se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley.
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CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
En 2021 escribí un relato amable sobre esta ciudad, mi cuna de nacimiento, que publiqué en este cuaderno digital como muestra de la maravillosa intrahistoria que lleva dentro y que deseo recuperar hoy como un conjunto de señas de identidad para realzar su auténtico valor multisecular. Su título, “Una sonrisa en el rostro de la vida”, realzaba una característica que recogió el gran escritor Stefan Zweig en una visita que hizo a Sevilla en 1905. Vuelvo a publicarlo hoy, incorporando en su título la identidad del mismo, la ciudad de Sevilla, en la que su sonrisa muestra también otra reflexión de Zweig sobre ella: aquí se puede ser feliz.
El protagonista de este relato aprendió en su desembarco en la Gran Ciudad, Sevilla, en una orilla de su Río Grande, que allí podía ser feliz y que pasear por sus aceras jacarandosas le permitía, en su aparente soledad sonora, encontrar una preciosa sonrisa en el rostro de la vida. Sin olvidar la cara menos amable de la ciudad, donde sabía que la pobreza severa y exclusión social, con gran afectación en la población infantil, hacía estragos en barrios en los que su población sigue añorando hoy esta sonrisa en el rostro de su ciudad, junto a la ausencia de felicidad sentida.
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Una sonrisa en el rostro de la vida
El paseante solitario de esta gran ciudad había llegado desde una isla desconocida con un libro, el único que le había permitido llevar consigo su nueva forma de vida y con una idea muy clara al alcanzar su nuevo destino: aquí se podía ser feliz. Mantenía en su memoria de secreto algo que había leído con respeto reverencial en su querido libro, porque al deambular por sus calles desconocidas y sentir como si de todos los rincones te acudieran los recuerdos, tenía la sensación de que le llamaban voces amigas en su nueva soledad sonora. Había leído que “el rostro de esta ciudad -porque las ciudades pueden ser como las personas: tristes y viejas, risueñas y jóvenes, amenazadoras y gráciles, dulces y afligidas-, le podía llegar a sonar como de una ciudad hermana, o de una imagen, de un libro, de una canción que ya había paseado, visto, leído o escuchado antes”. Todo era cercanía en esta acogedora ciudad, Sevilla.
Y se dio cuenta que era así, que todo lo que veía recordaba a otra ciudad, Salzburgo, que podía ser su hermana gemela, porque Mozart ya se había acordado de ella en una de sus obras. En ese paseo solitario había una contradicción de fondo, porque la vida que se respiraba a cada momento en un día de sol radiante y con un cielo azul de hermosa luz con su tiempo dentro, tenía un ritmo muy vivo, mostrando su gente una sangre muy viva a pesar del dolor por el que estaba atravesando en ese momento de la visita, una ciudad azotada por una pandemia reciente con problemas sociales que se podían apreciar en muchas esquinas. Pero Ella brillaba con su portentoso colorido, resplandeciente de alegría y estrechándote la mano a cada paso, lanzando al mundo un gran mensaje: aquí se puede ser feliz.
Todo lo anterior le recordaba algo que había leído en un libro de viajes de Stefan Zweig, con ocasión de una visita que hizo a una ciudad en 1905, de cuyo nombre quiso acordarse ahora, Sevilla, pensando que efectivamente “aquí se puede ser feliz” a pesar de todo. Y de forma decidida comenzó a buscar rincones que ya conocía por la obra de Mozart, pensando que la barbería de Fígaro iba a devolverle la comprensión de la relación de Don Juan y Carmen. En ese solitario libro que acompañaba a nuestro paseante por las aceras amables de esta gran ciudad, lee que Zweig “va en busca de la jovial barbería de Fígaro, suspirando por identificar, entre las numerosísimas casitas centelleantes, aquella en la que tuvo Don Juan esa encantadora y enrevesada aventura que nos relata Lord Byron en su poema. Aquí entona Fígaro sus cancioncillas, se oye a Carmen tararear sus habaneras, el arte ha repartido por estas calles sus símbolos más alegres, calles por las que ya trotó en su día el ingenioso hidalgo Don Quijote a lomos de su dócil Rocinante […] Sevilla no es el símbolo de España, pero sí su sonrisa”. ¡Qué hermosa definición de esta ciudad!
Nuestro paseante solitario recuerda también el paso de la civilización árabe por Andalucía, por esta ciudad, en la que es un oficio “el arte de vivir”, con huellas indelebles de este pasado cultural a lo largo de los siglos, detallando las casas y su distribución exterior e interior, con la incorporación de ventanas y balcones “rompiendo las paredes cerradas de los árabes”, llenando de luz las estancias. Fachadas de colores claros, puertas (abiertas, a falta de recelo y desconfianza), pasillos con azulejos, patios, flores, fuentes, “incluso en la judería”, cerca de la casa natal de Murillo. Había leído también que había que prestar una especial atención a la mujer de esta tierra y sobre todo en sus fiestas de primavera que, como las flores, tienen algo así como su belleza efímera, deslumbrado por la gracia en la forma de bailar flamenco. Lo pudo comprobar directamente, porque el baile -recordaba bien como lo decía Zweig- “es aquí lo que siempre ha de ser: un arte que surge de forma natural de la gracilidad del cuerpo, de sus movimientos, de sus gestos de deseo, de la excitación que produce el ritmo; no es un arte limitado al juego de piernas, sino que busca el placer y la alegría de ir trazando líneas, la flexibilidad y el cimbreo, un arte que trata de desarrollar todas las formas de belleza a que puede aspirar el cuerpo humano”.
A la vuelta de una esquina, en este paseo de los descubrimientos en una ciudad descubridora por historia, se acercó a un hamán sorprendente, con luceras o claraboyas por las que entraba la luz, intentando descifrar su forma estrellada de ocho puntas, aunque también detectó otras cuatro formas más de la simbología arquitectónica árabe, sirviendo a la vez de respiraderos de cada sala. También conoció los lazos en almagra, las pinturas de lacería que no son frecuentes en este tipo de construcciones árabes. Pasó bajo las cúpulas ocultas de la sala templada (conservando el nombre romano: tepidarium), en la entrada principal, así como en la sala contigua que correspondía a la sala fría (frigidarium), comprobando que quedaban algunos vestigios de la sala caliente (caldarium) y la entrada real de los baños, que hacían ensalzar la cultura árabe recorriendo estas instalaciones almohades.
El paseo por sus aceras y calles estrechas le recordaban que esta ciudad, como sonrisa del rostro de la vida, esconde un pasado lleno de sobriedad y grandeza. Sabía que Zweig conoció su Semana Santa, dedicando también unas palabras hermosas a la panorámica que ofrece la ciudad desde lo alto de su torre cristiana de nombre Giralda: “Al contemplar tamaña riqueza cromática se entiende bien que Velázquez y Murillo sean hijos de esta ciudad, pregoneros eternos de su belleza, de la misma manera que los dramas de Lope de Vega han dado testimonio de su historia, y los músicos han sabido expresar su jovialidad”.
A este paseante solitario esta gran ciudad le ofrecía muchas cosas: “el disfrute de una vida llena de colorido, el ritmo vivo que marca los acontecimientos y ese allegro que revela una felicidad profunda”. Y sabe que es también vanidosa, porque quien no la ha visto, no ha visto lo maravillosa que es y no es capaz de reprochárselo porque: “¿no es una maravilla el hecho de que los hombres y el destino trabajen juntos durante siglos para construir una ciudad, y al final resulte una sonrisa en el rostro de la vida?”.
Decidió dar una vuelta por los barrios antiguos de esta gran ciudad que, poco a poco, recuperaban su vida propia, volviendo la alegría en sus calles. Le hablaron de un artista muy querido en la ciudad de antes, El Pali, al que podrían susurrar a su oído, donde quiera que esté, alguna sevillana que se le pudiera ofrecer en clave de canto a la posibilidad de ser en la ciudad, en sus aceras de siempre: Ya no pasan cigarreras / por la calle San Fernando / con flores en la cabeza / y los mantones bordaos. / ¡Ay, Sevilla de mi alma! / que lo estás perdiendo todo, / los niños en la plazuela / cuando jugaban al toro. Muy pensativo, se preguntaba en su persona de secreto ¿por qué cantar esto en esta tierra donde se puede ser feliz? Pensó entonces en la magia de las ciudades y de sus barrios, que viene siempre desde abajo, desde su historia pasada y presente, desde las aceras de los encuentros ilusionados de personas que van y vienen alrededor de sus asuntos, haciendo un uso íntimo de ellas acompañados de una sucesión de miradas (Jane Jacobs).
El paseante solitario descubrió algo insólito: podía pisar una alfombra de color azul violáceo, elaborada con flores de jacarandá. Sevilla se llena de alfombras de esta flor dos veces al año, gracias al árbol traído desde América a través del Río Grande, el Guad-al-quivir. Comprobó que tenía que pasear con cuidado para no estropear estas obras de arte de la naturaleza en el amanecer precioso, cuando se ponen las aceras, en una ciudad diseñada por personas que fueron respetuosas a través de su historia multisecular con la naturaleza, la sociedad, sus habitantes y… Dios o dioses, cuatro creencias necesarias cuando se atraviesa cualquier encrucijada de la vida. Comprobó que por aquí y por allá se llenan las aceras de un manto de flores azules con tonos violáceos, acampanadas, que se entregan a millares como un regalo fuera de la dinámica de los mercados, porque todavía no es mercancía. Pudo observar que cualquiera puede recogerlas del suelo y preparar un ramillete de libre composición donde lo único que cuenta es la sensibilidad del respeto a un bien entregado por la propia naturaleza, que sabe lo que entrega aunque es probable que ella dude de qué es lo que este paseante solitario recibe.
Avanzando por sus aceras, constató que las flores de jacarandá disputan su posición en la ciudad con las buganvillas ante miles de ojos buscadores de otra forma de admirarse y ver como transcurre la cotidianidad de la vida vestida con vistosos colores, a modo de almas aladas como ocurre con las mariposas, porque saben que Antonio Machado recomendó cómo utilizar el campo de la visión personal e intransferible: “El ojo que ves no es ojo porque tú lo veas; es ojo porque te ve”. Con él, este paseante solitario pisó las aceras-alfombras de jacarandá, buscando el sentido de un acertijo ético que escribió junto a su manera de ver a las otras personas, a la vida: Entre el vivir y el soñar hay una tercera cosa. Adivínala. Y entretenido con este deslumbrante paseo, buscando la mejor respuesta, la encontró también en él despertando a nuevas sensaciones en tiempos revueltos, de turbación, donde a diferencia de la recomendación de Ignacio de Loyola, supo que a través de su viaje solitario, desde una isla desconocida y acompañado de un solo libro, podía hacer esa mudanza yendo del timbo al tambo, es decir, de su corazón a sus asuntos: “Tras el vivir y el soñar, está lo que más importa: despertar”.
Era ya la hora malva de Sevilla. Tenía el paseante solitario una referencia grabada en su corazón: no dejes de entrar en la Casa del Gobernador Al-Mutamid, del Palacio de la Bendición (Dar al-Imara) en esta gran ciudad o lo que es lo mismo, sus Reales Alcázares, porque él había reconocido que en su ciudad “transmitía nobleza su gente”. Allí se mostraban azulejos que cubren una faja de la fachada de ese hermoso palacio, con una simbología muy especial. Pudo comprobar que la geometría que muestran a la perfección sus azulejos, se encuentra en las estrellas centrales de ocho puntas que figuran por doquier en el citado paño, en octógonos perfectos compuestos por dos cuadrados. Sabía que reflejan la importancia de los edificios de base cuadrada que representan la estabilidad tanto terrenal como cósmica, porque de la prolongación hacia el infinito de las líneas de esta estrella van surgiendo otras de distintos tamaños que además configuran otros cuerpos que podríamos juzgar de menor importancia, pero sin los cuales no se reproducirían periódicamente los principales.
Para apreciar bien esta constelación tuvo que dar unos pasos atrás para tener una perspectiva más amplia de este maravilloso mensaje de la interdependencia para realzar la unión cósmica. Y había que volver al sitio descrito anteriormente, tan cercano que se podría tocar para creer su mensaje, porque este plano tan próximo de las líneas que se observan en sus múltiples estrellas y octógonos, le ayudó a comprender que son posibles distintos caminos para llegar a cualquier punto del paño de azulejos, simbolizando la realidad de las más variadas interpretaciones para alcanzar la comprensión de la vida. La verdad es que nuestro paseante solitario entendió que se puede alcanzar un objetivo desde muy diversos puntos y que la verdad se esconde entre diversas perspectivas, porque muchos son los senderos para llegar a ella.
Aquella faja de azulejos le propuso un mensaje: los seres humanos se necesitan con orden y concierto, porque la libertad de estas líneas múltiples permiten dibujarla en nuestra vida a la medida de cada uno, de cada una.
Salió de Dar al-Imara con la lección aprendida, comprendiendo que sus antepasados árabes le recordaban con esa visita que lo que allí hicieron era una oportunidad para ser más libres, en una representación preciosa de la epifanía del cosmos. Dijo adiós a un palacio de la bendición en el que Mutamid habitó cerca de las estrellas de los azulejos que todavía hoy siguen presentes y al que cantó en su destierro en Agmat, cerca de Marrakech: “El palacio de Al Mubarak (“de la Bendición”) llora sobre las huellas de Ibn Abbad / como llora sobre las de las gacelas y los leones / Su Al Turayyá (sala de las Pléyades) llora y sus estrellas ya no están sumergidas por las lluvias vespertinas y matinales producidas por las Pléyades… Quisiera saber si pasaré todavía otra noche teniendo delante y detrás de mí un jardín y un estanque. Sobre una tierra que hace crecer los olivos, que transmite nobleza y en la que se arrullan las palomas y gorjean los pájaros…”.
Aquél paseante aprendió en su desembarco en la Gran Ciudad, en Sevilla, en una orilla de su Río Grande, que allí podía ser feliz y que pasear por sus aceras jacarandosas le permitía, en su aparente soledad sonora, encontrar una preciosa sonrisa en el rostro de la vida.
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UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
Anoche descubrí una isla desconocida en la producción cinematográfica actual: los primeros pasos para llevar al cine de animación la vida y obra de Francisco de Goya (1746-1808), con un título sorprendente, Cave of dreams (La cueva de los sueños), utilizando más de 65.000 reproducciones del artista, pintadas al óleo y basadas en su dilatada producción, teniendo previsto su estreno en 2028, con motivo del segundo centenario de su fallecimiento.
Así lo presentaba anoche el informativo de RTVE, según su sinopsis oficial: “Los creadores de la película Loving Vincent, la cinta de animación pintada al óleo basada en la vida de Vincent van Gogh, están preparando un nuevo proyecto. Se trata de una película, también pintada al óleo, pero ahora sobre el universo de Francisco de Goya: «Estaba pensando en Munch, Caravaggio, El Bosco… Pero una vez que descubres las pinturas de Goya, no puedes dejar de verlas. Son tan potentes que se quedan contigo», confiesa el director Hugh Welchman. El equipo está haciendo las pruebas de selección de los artistas en Barcelona”, que también se completará con artistas en Polonia y Canarias.
Si lo traigo hoy a estas páginas es porque en el minuto escaso de la noticia, se recogían algunos planos de la extraordinaria película dedicada a van Gogh, Loving Vincent, cuyas referencias técnicas supusieron una revolución espectacular en el cine animado, que se tradujo a una obra ciclópea, en la que intervinieron más de ciento veinte artistas, bajo la dirección de la pintora polaca Dorota Kobiela y su pareja, el cineasta Hugh Wlchman, pintando al óleo durante cinco años de preparación de la película, más de ciento veinte obras de Van Gogh, reflejadas en 62.450 fotogramas y 12 pinturas al óleo cada segundo, que daban vida a la trama argumental de la película, extraída de la lectura de más de ochocientas cartas del pintor. Algo similar es lo que se está preparando por los mismos autores sobre la vida y obra de Goya.
Fue en ese fugaz recuerdo de esta asombrosa película cuando apareció en pantalla una obra de van Gogh, La cosecha (en La Crau, 1888), de la que realicé una copia en 2005, como primer trabajo del taller en el que estaba inscrito ese año, pintado a propuesta mía por el recuerdo vivo de un libro precioso que tenía en mi biblioteca sobre el autor y publicado en 1990, año en el que se cumplía el centenario de su muerte y porque creí que era importante copiarlo en trazos que consideré siempre fáciles para un principiante. Craso error. Aquella sobrecubierta del libro, en la que figuraba también el cuadro, había sido clave para comprender mejor a este complejo artista, al que conocí a través del trigo cosechado en Arlés, el pajar, las escaleras, el carro central que tanto cuidé, un hombre con una horca y el fondo de montañas de colores púrpura y azul, el Montmajour, con un fondo turquesa de cielo bastante sobrecogedor. Van Gogh escribió sobre él la siguiente reflexión al contemplarlo como obra inacabada, de una sola sesión, el 12 de junio de 1888: “El […] lienzo hace que desmerezca absolutamente todo el resto”, porque sabía que era de una complejidad técnica asombrosa y porque el verano, a diferencia de la primavera, no es fácil de representar. Es la primera vez que incorpora también a personas en esta serie y pretendió representar casi todas las fases de la cosecha. En la llanura de la Crau, en Arlés, donde está situada su pintura, decía que “no hay nada más que… infinitud y… eternidad”.
La cosecha. Copia del original de Van Gogh, 1888 / JA COBEÑA, 2005
Aguardo el estreno de la película con idéntica ilusión, cuando era niño, con la que esperaba las películas anunciadas como “próximamente en este salón”, en los tráileres del cine Tívoli en Madrid. En esta ocasión, muy especial, por la extraordinaria producción sobre Francisco de Goya, porque hace años me recordó este pintor que nunca es tarde para seguir aprendiendo, ancora imparo, a pesar de mi matusalénica edad, que diría Benedetti, y que Irene Vallejo lo tradujo con su habitual maestría en una columna periodística, Aún aprendo, recogida en su obra El futuro recordado (1): “Somos seres hambrientos. Hambrientos de justicia, de amor, de conocimiento. Ninguna de estas ansias tiene edad. Desde muy pequeños, los niños quieren averiguar las causas y los motivos de las cosas”, sus famosos y continuos “por qué? “[…] La educación nace de un anhelo más profundo que el mero entrenamiento para trabajar… […] aprender es un placer inagotable y un vivero de salud. El griego Solón, uno de los Siete Sabios, fue tal vez el único poeta antiguo que se reveló contra la erosión de los años. Poseía el don del asombro y la curiosidad. Escribió: “Envejezco aprendiendo”. Siglos después, otro gran maestro lanzó el mismo mensaje. En uno de sus últimos dibujos, Goya retrató a un anciano encorvado -quizá el mismo- con barba blanca y dos bastones; sobre la imagen se lee: “Aun aprendo”. Solón y Goya sabían que la búsqueda jamás termina, ni aunque seas un genio en el umbral de la muerte”.
Espero que a lo largo de la laboriosa producción de esta joya cinematográfica de animación sobre Goya, no se olvide este dibujo con su precioso mensaje dentro: Aún aprendo.
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CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
Lema del movimiento de la Secesión, al que perteneció Gustav Klimt (1862-1918)
Sevilla, 30/VII/2025 – 10:10 h (CET+2)
Carpe diem en directo. Leyendo uno de mis periódicos habituales, he comprobado que ha recuperado hoy un artículo publicado en 2021, La revancha del algoritmo contra los nazis: la inteligencia artificial recupera tres cuadros destruidos de Klimt, que me inspiró al escribir unas palabras sobre la impresión que me produjo, relacionadas obviamente con un viaje inolvidable que hice en 2007 a Viena, del que dejé constancia en este cuaderno digital mediante una serie que les animo a leerla, en plena canícula y para “alimentar el alma”. En esa experiencia vital, conocí a Gustav Klimt, mediante obras suyas que conmueven sólo con recordarlas.
El contexto anterior me lleva a publicar de nuevo el artículo de 2021, Gustav Klimt: cuando el color vence a la sinrazón humana, porque no ha perdido vigencia alguna su contenido en este alocado mundo al revés, del que no me bajo. Lo que ocurrió con su obra, narrado en las palabras que siguen, es un aviso para caminantes en el ocaso de la democracia, dando la razón al lema del movimiento de la Secesión: A cada época su arte, a cada arte su libertad. En definitiva, arte y libertad van indisolublemente unidos en democracia.
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Sevilla, 16/XI/2021
No olvido la primera vez que contemplé obras de Klimt en mi visita a Viena en 2007, cuando entré en el edificio insignia de la Secesión, cerrando con su Friso de Beethoven la composición de la mejor ópera prima que podría imaginar en mi mente, a la que pondría por título: Otro mundo es posible, con libreto de Papageno (La Flauta Mágica, Mozart) y Klimt, con música salpicada de Mozart, Beethoven y Wagner. No era difícil, recorriendo con la inteligencia los 34 metros de esta pintura excelente, siguiendo paso a paso su interpretación directa, sin contaminación alguna. Inicié el trabajo en la pared lateral izquierda, tal y como se describió por el propio autor: “El anhelo de felicidad (las figuras suspendidas). Los sufrimientos de la débil Humanidad (la niña de pie y la pareja arrodillada). Las súplicas de la Humanidad al fuerte y bien armado (el caballero), la compasión y la ambición como fuerzas internas de los impulsos (las figuras femeninas detrás de él), que le mueven a luchar por conseguir la felicidad. A continuación, la pared frontal (estrecha): Las fuerzas enemigas. El gigante Tifeo, contra el que incluso los dioses lucharon en vano (el monstruo que se asemeja a un simio); sus hijas, las tres Gorgonas (a su izquierda). La Enfermedad, la Locura, la Muerte (las cabezas como de muñecos y la anciana tras ellas). La Lujuria, la Impudicia, la Desmesura (las tres figuras femeninas de la derecha junto al monstruo). La pena aguda (la que se encuentra en cuclillas). Las ansias y los deseos de los hombres, que se alejan volando por encima. Por último, la pared lateral derecha: El anhelo de felicidad encuentra reposo en la poesía (las figuras suspendidas se encuentran con una mujer que toca la cítara). Las artes (las cinco figuras de mujeres dispuestas una sobre otra, algunas de las cuales señalan al coro de ángeles que canta y toca) nos conducen al reino ideal, el único en el que podemos encontrar alegría pura, felicidad pura, amor puro. Coro de los ángeles del Paraíso. ‘Alegría, hermosa chispa de los dioses’. ‘Este beso para el mundo entero’.” (Del catálogo de la XIV Exposición Beethoven, en la Secession, 1902).
Tampoco olvido la visita que hice a la obra de un amigo suyo íntimo, Egon Schiele, de la que me asombró la expresión de su famoso Autorretrato(1910, Leopold Museum, Viena). Cuando me despedía de esta visita, contemplé también una obra impresionante de Klimt, La Muerte y la Vida, como metáfora de la trayectoria existencial de Egon, interpretada por un amigo del alma. Era una forma elegante de homenajearle, aunque su vida azarosa me la había contado antes Klimt al oído, de forma apresurada y en un ambiente libertario, en aquella visita rápida a su vida y obra en una tarde de agosto, en el democrático barrio de los Museos, en Viena.
Gustav Klimt, Medicina, 1900 / Fotografía de Moritz Nähr en blanco y negro – Recuperación del color original mediante inteligencia artificial, 2021
Ahora, catorce años después de aquella experiencia inolvidable, he conocido el proyecto Klimt vs. Klimt, promovido por Google Arts & Culture, que invito a conocer en una excelente página web que entra de lleno en su vida y en su obra pictórica, destacando un acontecimiento digital que es verdaderamente asombroso en su forma, aunque el fondo de dar color a la vida tiene una intrahistoria digna de recordar en el mundo de la fotografía y del cine, por ejemplo. Se trata del tratamiento de color que han recibido sus Pinturas de las Facultades, “creadas en nombre de la Universidad de Viena y rechazadas por esta última por considerarlas una fuerte crítica a la ciencia. En 1945, sólo unos días antes de que terminara la Segunda Guerra Mundial, las pinturas se perdieron en un incendio en el castillo de Immendorf en Austria. El aspecto de estas importantes obras sólo se puede imaginar a partir de fotografías en blanco y negro tomadas a principios del siglo XX, incapaces de transmitir la magia que hace que las obras de arte de Klimt sean tan cautivadoras: los colores llamativos, el enfoque revolucionario de las texturas, la impactante franqueza de sus figuras. Hasta hoy. Utilizando las oportunidades que ofrece el aprendizaje automático, mejoradas por el conocimiento del Dr. Franz Smola, experto en Klimt de renombre internacional, el equipo del Google Arts & Culture Lab pudo reconstruir los colores y estructuras que Klimt podría haber usado para las Pinturas de la Facultad, restaurándolas así a su colorida belleza. Por primera vez en 70 años, las personas pueden experimentar sus obras de arte tal como él las podría haber creado” (1).
Tal y como se afirma en el proyecto citado, “La actitud visionaria de Klimt inspiró estas nuevas versiones recoloreadas de las Pinturas de las facultades, creadas con aprendizaje automático y vistas por primera vez como parte del proyecto «Klimt vs. Klimt». Para conocer bien el texto y contexto de los sucedido con estas obras y con otras que fueron llevadas al castillo de Immendorf en un intento de protegerlas de los avatares de la guerra y de la invasión nazi, recomiendo ver y leer con detalle el apartado que este proyecto dedica a lo que llama “El misterio de las obras quemadas de Klimt”. Lo que verdaderamente llama la atención en la aproximación a estos cuadros, gracias a la revolución digital, de los que quedan sólo muestras de fotografías en blanco y negro, es el uso intensivo de la inteligencia artificial, mediante el aprendizaje automático, para darles nueva vida. Hay que partir de que “en 1900, a Klimt se le encargó que pintara representaciones alegóricas de Medicina, Jurisprudencia y Filosofía para el techo del aula magna de la Universidad de Viena. La universidad rechazó las obras en 1907 por motivos de «pornografía» y «exceso pervertido». Pasaron a manos de coleccionistas privados y luego fueron destruidas por oficiales de las SS durante la Segunda Guerra Mundial. Durante décadas, sobrevivieron solo en fotografías en blanco y negro. Hasta ahora…”.
¡Pasen y vean: Klimt vs. Klimt!, intentando comprender la interpretación libertaria del lema de los líderes de la Secesión, A cada época su arte, al arte su libertad, tal y como figura en el frontispicio del edificio que lleva este nombre, que marcó un antes y un después en la expresión artística de Viena y la forma cómo entendía Europa las manifestaciones artísticas en todas sus vertientes posibles, diseñado hace más de cien años por el arquitecto del Jugendstil (estilo joven), Joseph Maria Olbrich. Hoy, al contemplar el color del cuadro de Klimt, Medicina, he comprendido en la clave de la Secesión que a cada inteligencia digital que interpreta el arte, le corresponde también su libertad.
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CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
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