Americanos, vienen a España gordos y sanos Viva el tronío y viva un pueblo con poderío Olé Virginia y Michigan Y viva Texas que no está mal, […] no está mal.
Estamos inmersos ya en el Viernes Negro (Black Friday), como imperativo categórico del Gran Mercado Mundial. En este contexto creo que Eduardo Galeano tenía razón al describir el poder del consumo en el mundo al revés: «En esta civilización, donde las cosas importan cada vez más y las personas cada vez menos, los fines han sido secuestrados por los medios: las cosas te compran, el automóvil te maneja, la computadora te programa, la TV te ve. Globalización, bobalización. Hasta hace algunos años, el hombre que no debía nada a nadie era un virtuoso ejemplo de honestidad y vida laboriosa. Hoy, es un extraterrestre. Quien no debe, no es. Debo, luego existo».
Millones de personas de este país esperan la celebración de una semana especial, mucho más allá del estricto viernes americano, el Black Friday circunscrito a mañana, un día particular, en una respuesta compulsiva para no perder la participación en la maratón particular y colectiva del consumo. Una americanada más.
Es curioso constatar cómo el Mercado [sic] crea su propio ecosistema a nivel mundial, para crear necesidad de consumo donde no existe la necesidad realmente. El síndrome de la última versión, en tecnología o en moda lista para llevar, por ejemplo, acaba haciendo estragos en las maltrechas economías de muchas familias, porque nos convencemos que lo último de lo último nos estaba esperando en la estantería comercial correspondiente enel Viernes Negro y que lo más barato hay que comprarlo con urgencia para “no ser tontos”, según el eslogan de turno.
Sé que estas reflexiones se pueden interpretar como una salida de tono sobre el principio de realidad de lo que está pasando y estamos viendo, pero sigo defendiendo que no es lo mismo valor que precio de lo que realmente necesitamos, como suele confundir todo necio (Antonio Machado, dixit). Además, la dignidad de la vida sencilla está por encima de las mercancías, que a toda costa intentan vendernos los nuevos Míster Marshall que merodean por nuestro país vestidos metafóricamente de negro, el color del viernes que intentan justificar como necesario para ser felices. Con su tronío y poderío.
Lo que no sé, tampoco, es si hoy día y como decía la canción de ¡Bienvenido Mr. Marshall!, o en una nueva versión, ¡Bienvenido Mr. Trump!, seguimos recibiendo a los americanos con alegría…, en este Black Friday redivivo, obviamente sin gritar a los cuatro vientos, ¡Olé mi madre, olé mi suegra y olé mi tía! Lo que queda claro es que la globalización nos lleva a la bobalización, porque hasta hace algunos años, las personas que no debían nada a nadie eran un virtuoso ejemplo de honestidad y vida laboriosa: “Hoy, son extraterrestres. Quien no debe, no es. Debo, luego existo”. ¡Ay, si Descartes levantara la cabeza!
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CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
Sigo consternado por el Fallo del Tribunal Supremo, publicado en el no inocente día 20 de noviembre, condenando al Fiscal General del Estado por un delito de revelación de datos reservados, que respeto desde la perspectiva constitucional, pero que no comparto atendiendo a lo que creo firmemente que ha ocurrido y que pudimos comprobar durante el juicio. Siempre creí que los días que duró sólo eran la crónica de una sentencia anunciada.
En este contexto “judicial puro” y de “juicio popular” sobre lo ocurrido, cuando menos muy controvertido, recurro de nuevo a la filósofa Hannah Arendt, que sigue muy presente en mi vida intelectual, por lo que reivindico una operación urgente de rescate social de sus teorías antitotalitarias, no olvidándola, cuando en el ocaso real de la democracia que estamos sufriendo en este mundo al revés y, por supuesto, en este país, se cumplen 50 años de su fallecimiento, concretamente el próximo 4 de diciembre.
Tengo que reconocer que en este tiempo de tanta turbación política, necesito buscar razones para no hacer mudanzas en mi alma de secreto, siguiendo el clásico precepto ignaciano. Es la razón de por qué comparto hoy con la Noosfera, la malla pensante de la humanidad, un artículo publicado en el diario El País, el pasado día 23 de este mes, Necesitamos una realidad compartida: Hannah Arendt, el antídoto contra los hechos alternativos, que me ha reconfortado temporalmente para seguir caminando hacia adelante, sin mirar atrás y, por supuesto, sin ira. No va con mi natural, que decía mi profesor belga de Lógica, de apellido Vinaty, por más señas.
La autora de este artículo de opinión, Márian Martínez-Bascuñán, hace un análisis magnífico sobre algo que yo aprendí en mi aproximación a Freud en mis años de formación universitaria. Me refiero al reconocimiento de la existencia y asunción imprescindible, humanamente hablando, del llamado “principio de realidad”, sobre la que sería necesario ponernos de acuerdo para compartir, como sociedad democrática, lo que de verdad está pasando y estamos viendo en estos momentos políticos tan turbios, para debatir sobre ello y, una vez contrastada esa realidad, poder emitir juicios sólidos y bien informados: “El 4 de diciembre de 1975, Hannah Arendt moría en su apartamento de Nueva York cuando un infarto fulminante la sorprendió en mitad de una conversación con amigos. Al día siguiente encontraron en su máquina de escribir una hoja a medio comenzar con una sola palabra escrita: “Judging”. Juzgar. Aquella palabra solitaria quedó como un testamento involuntario, como si Arendt hubiera querido decirnos, en el último momento, que de todas las facultades humanas que había explorado a lo largo de su vida intelectual —la acción, la libertad, el pensamiento, la natalidad— había una que merecía ser rescatada con urgencia para nuestro tiempo: la capacidad de juzgar”.
Ahora, cualquier situación que se intente debatir a cualquier escala personal o social, sobre todo política, se convierte en un infierno con toda seguridad, en una mezcla de polarización extrema, envuelta en agresividad de palabra y obra, azuzada de forma especial por la antidemocracia instalada en personas, políticos, partidos e instituciones del país, incluso de alto rango, porque es lo que se lleva ahora, expresado todo ello con lenguaje soez e insultante a doquier. “Cosas que pasan”, que dice Trump.
Si se niega la realidad verdadera y objetiva de lo que está pasando y estamos viendo, como principio categórico de todo debate, es imposible establecer maniobras dialécticas de aproximación a la verdad: “Cincuenta años tras su muerte [de Hannah Arendt] ese pensamiento inconcluso resuena con inquietante actualidad. Vivimos una época donde todos opinamos sobre todo y las redes sociales amplifican cada juicio instantáneo, cada veredicto emocional. Y sin embargo, hemos perdido algo esencial: la capacidad de discernir entre lo verdadero y lo falso, de orientarnos en un mundo que se desmorona bajo nuestros pies. El folio inconcluso de Arendt no era solo el borrador de un capítulo filosófico, sino una pregunta lanzada desde el futuro: ¿qué ocurre cuando una sociedad pierde la facultad de juzgar políticamente?”.
Lo que me ha conmovido en el artículo citado es conocer cómo Arendt retrató a Adolf Eichmann, cuando en abril de 1961 fue enviada como corresponsal de la revista The New Yorker a cubrir el juicio contra este nazi responsable de la logística del Holocausto: “Dentro de la jaula de cristal construida para protegerlo en el tribunal, Eichmann no parecía un demonio. Era un hombre gris, mediocre, que hablaba en clichés burocráticos y repetía frases hechas. “Simplemente cumplía órdenes”, decía una y otra vez. No mostraba sadismo ni odio visceral, más bien daba la impresión de alguien profundamente irreflexivo, incapaz de ponerse en el lugar de otros o imaginar el sufrimiento que había administrado con eficiencia germánica. Arendt lo describiría como alguien de una “manifiesta superficialidad”, y de esa experiencia desconcertante nacería uno de los conceptos más potentes y controvertidos del pensamiento político contemporáneo: la banalidad del mal. Arendt no estaba diciendo que el Holocausto fuera banal, sino algo mucho más inquietante: que el mal extremo puede surgir, no de la maldad consciente o la perversión deliberada, sino de la simple ausencia de pensamiento. Eichmann era peligroso precisamente porque había dejado de pensar, apagando ese diálogo interior que nos hace preguntarnos: ¿qué estoy haciendo? ¿Puedo vivir conmigo mismo después de esto?”.
Ante lo que presenció, Arendt vivía con una pregunta en su persona de secreto: ¿qué fundamento tenía realmente la moralidad?, porque millones de personas compartieron la conducta de Eichmann, a través de “su verdad”, “su visión de la realidad”: “Los grandes paradigmas éticos —el deber kantiano, los fines aristotélicos, el utilitarismo— no impidieron que una sociedad altamente civilizada se coordinara casi automáticamente en la barbarie. ¿Qué queda, entonces, cuando todas las normas colapsan? La respuesta fue tan sencilla como exigente: nuestra capacidad de juzgar por nosotros mismos, sin pasamanos a los que aferrarnos, la misma facultad que Eichmann había abandonado reemplazando el pensamiento por la obediencia, por el cumplimiento mecánico de reglas. No había decisión en él, no había conciencia, no había juicio. Solo repetición y sumisión. Y eso —descubrió Arendt con horror— es más peligroso que cualquier forma de maldad deliberada. Porque mientras el mal radical es excepcional, la banalidad del mal puede extenderse como una epidemia. Todos podemos caer en ella, sólo hace falta dejar de pensar”.
Acabo de citar algo que me ha hecho daño al leerlo: la existencia de la banalidad del mal, tratada especialmente por Arendt en su controvertida obra Eichmann en Jerusalén: “La idea de Arendt de la “banalidad del mal” no es ajena a la tesis que el historiador [Raul Hilberg, en La destrucción de los judíos europeos] trazó a lo largo de décadas de trabajo, estudiando minuciosamente documentos: que la máquina de la burocracia nazi convirtió a todos en responsables, y a la vez a ninguno, que la culpa quedó enterrada bajo toneladas de documentos solo aparentemente banales, aunque al final se encontraban las cámaras de gas y el exterminio de seis millones de personas. En su libro sobre el juicio de Adolf Eichmann, Arendt explica: “Me he basado en la obra de Raul Hilberg, que fue publicada después del juicio, y que constituye el más exhaustivo y el más fundamental estudio sobre la política judía del Tercer Reich”.
La imparcialidad interesada, la mediocracia, la equidistancia como barrera pseudoética, el conformismo y los silencios cómplices ante el ocaso de la democracia en nuestro país, se pueden contextualizar perfectamente como avisos para navegantes del nuevo totalitarismo y fascismo que avanza a pasos agigantados en nuestro territorio patrio, leyendo el artículo de Márian Martínez-Basculán, aunque al hacerlo reconozco que estoy “tocado”, pero no “hundido”, al recordarme la existencia y el poder omnímodo y omnipresente en la actualidad de la “banalidad del mal” que permeabiliza la sociedad hasta extremos insospechados, signo evidente de una democracia que avanza en nuestro país con las tres heridas hernandianas, la de la vida, la del amor y la de la muerte.
Para completar esta reflexión no inocente, recomiendo la lectura completa del artículo citado, porque después de hacerlo, apreciaremos, la “gente de bien”, a la que la derecha extrema y ultraderecha califica de “gente de mal” sin com-pasión (con guion) alguna, que es imprescindible juzgar sin complejos la realidad política actual en el país, de ataque y derribo de la democracia, porque es lo que nos permitirá derrotar la ‘banalidad del mal’, algo que preocupó siempre a Hannah Arendt. Para que no se olvide, ni siquiera un momento.
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UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
Estoy leyendo de forma pausada el libro del director de cine Costa-Gavras, Ve adonde sea imposible llegar, en el que narra a modo de memorias las vicisitudes de su larga carrera cinematográfica, atendiendo a su sinopsis oficial: “Cine, política y vida se enredan en un continuo vaivén por el que asoman los rostros de aquellas personas que han compartido un mismo o parecido viaje, familia y amigos, colaboradores y encuentros decisivos, que han tenido una significación especial en su vida y que han supuesto el despojamiento (teñido de cierto desencanto) de algunos dogmatismos generacionales, pero que fundamentalmente le han llenado de experiencias, arrugas y cicatrices, que han dado madurez y personalidad a un autor profundamente circunspecto”.
Simultaneo su lectura con Le dernier souffle (El último suspiro), en su original francés, una obra escrita por Claude Grange y Régis Debray, que inspiró la última película de este director, de título homónimo.
¿Por qué esta lectura conjunta? Lo explico a continuación, porque resulta atractivo para mi persona de secreto que Costa-Gavras se inspirara, en el título de sus memorias, en un escritor griego, como él, Nikos Kazantzakis, extrayendo un diálogodesu personalísima Carta a Greco, en el que le pide al pintor, dirigiéndose a él como “abuelo amado”, que le dé una orden para centrar su azarosa vida, que recibe en los siguientes términos: “Llega hasta donde puedas”. El consejo no llegó a estremecer el corazón del peticionario y vuelve a pedir al abuelo una orden “más difícil, más cretense”, resonando a partir de ese momento “una voz hecha para ordenar y que hacía temblar el aire”: “¡Llega hasta donde no puedas!”.
De esta forma, estas palabras de espíritu cretense, son para mí el hilo conductor de sus memorias, leyéndolas con fruición desde que escuché una intervención suya en el Festival de Cine de San Sebastian, en 2024, con motivo de la presentación de su última película, El último suspiro, en la que manifestó que que “el cine es un espectáculo que busca generar emociones en el espectador, luego a partir de esas emociones éste puede llevar a cabo una reflexión o no, pero en todo caso el cine no está para impartir doctrina”, a lo que agregó: “Yo nunca podría rodar una película sobre algo que me resultara indiferente. Cuando he intentado hacerlo, he desistido y he abandonado el proyecto. Rodar una película es como vivir una historia de amor, hay que hacerlo hasta el final. A mis 91 años y con la muerte asomando en el horizonte es normal que a menudo me pregunte: ¿cómo acabará todo esto? ¿Cuando llegue el momento seré presa del terror o podré acabar mis días con dignidad?”. Ese día tendrá un sentido especial haber recorrido su vida con aquella orden de su abuelo amado como hilo conductor, recordando a Kazantzakis, porque ha ido hasta adondeha podido llegar, aunque pareciera imposible. Costa-Gavras lo explica muy bien en sus Memorias, cuando afirma que en su mayo francés de 1968, que vivió en vivo y en directo, escuchó, entre otros muchos eslóganes, uno que decía “sé realista, haz lo imposible”, lo que le recordó la frase de Kazantzakis, Ir adonde resulta imposible llegar: “Durante mi época de estudiante, me había hecho reflexionar mucho por la dureza de su significado. Para mí cobró sentido en París al leer esta otra frase: “No quiero ser el más fuerte, ni el más rico, ni el más guapo, ni el más grande. Quiero ser diferente”.
Leo también, como he manifestado anteriormente, la obra francesa de Grange y Debray, El último suspiro, después de haber visto la película, que me emocionó especialmente, con su hilo conductor vital, declarado por Costa-Gavras. La sinopsis oficial es escueta, para no interferir las emociones y sentimientos del espectador: «En una suerte de diálogo filosófico, el doctor Augustin Masset y el célebre escritor Fabrice Toussaint debaten sobre la vida y la muerte… Una vorágine de encuentros en los que el médico es el guía y el escritor, su pasajero, conducido a confrontar sus propios miedos y angustias… Una danza poética en la que cada paciente es un compendio de emociones, risas y lágrimas… Un viaje al corazón palpitante de nuestras vidas».
Una cosa más. Costa-Gavras se despidió en su comparecencia oficial de presentación de su película en el Festival de San Sebastián, estrenada en 2024, dejando un mensaje aleccionador: “Buena parte de ese vivir de espaldas a la muerte está motivado por nuestra educación religiosa. Las religiones nos invitan a resignarnos ante el sufrimiento, pero sufrir es algo obsceno, no hay nada de bueno en ello. Sufrir es lo peor de la vida y del mismo modo que ya hay métodos para que las mujeres puedan parir sin sufrir, debería implementarse algo parecido en medicina paliativa […] Sea cual sea nuestro estado físico, yo creo que nunca hay que rendirse, merece la pena luchar hasta el final”. Una vez más, sintió profundamente, al pronunciar estas palabras, aquella orden del “abuelo amado”, según Kazantzakis: ve adonde sea imposible llegar. Mejor todavía, lo leído en dos pancartas del Mayo francés, como si fuera dos órdenes en su vida: “Sé realista, haz lo imposible” y “No quiero ser el más fuerte, ni el más rico, ni el más guapo, ni el más grande. Quiero ser diferente”.
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UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
La democracia en España no cayó desde el cielo en 1975, sino que ha sido un largo y complejo proceso de respeto constitucional de los ciudadanos y ciudadanas de este país, para garantizar la convivencia del pueblo español, con sus peculiaridades territoriales y políticas, a lo largo de 50 años. Por esta inolvidable razón histórica, el Gobierno de este país ha lanzado una campaña para la Celebración de los 50 años de España en libertad, a través del Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática, “un programa vivo, que cierra el año con más de 400 actividades que se desarrollarán los meses de noviembre y diciembre en todo el territorio, y ha adelantado sus líneas futuras de trabajo, que se extenderán a lo largo de 2026. En torno a esa reflexión y la celebración de los derechos y libertades conseguidos en España en los últimos 50 años giran la mayor parte de las más de 400 actividades culturales o divulgativas organizadas por el Comisionado para la Celebración de los 50 años de España en libertad. En paralelo, ‘La democracia es tu poder’, la campaña de comunicación lanzada esta semana por el Comisionado, envuelve y refuerza estos mensajes con el foco puesto en la importancia de defender los valores democráticos”.
Tal y como ha señalado Ángel Víctor Torres, ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, “Queremos adoctrinar en democracia y en los valores de la democracia. Lo peligroso es adoctrinar en totalitarismo. Queremos invitar a la reflexión serena y contrastada de lo que significa vivir en democracia y lo que ha significado vivir en dictadura, sobre todo entre aquellos que no conocieron las cuatro décadas de dictadura franquista y la ausencia de libertades. Las personas que nacieron después del 75 ven esto como algo lejano, pero, sin embargo, no lo es. Queremos que se conozcan y que se comparen todos estos derechos que hoy forman parte de nuestra democracia con la ausencia de libertades, la represión, la persecución o la opresión de la mujer y otros muchos colectivos que supuso la dictadura franquista. Hemos hecho una campaña que promueve la democracia”.
Como muestra concreta de la acción de adoctrinamiento imprescindible y sin complejos en nuestro país, sobre la realidad democrática conseguida en estos cincuenta años, se ha lanzado la citada campaña, La democracia es tu poder, en todos los medios de comunicación y redes sociales, resaltando hoy por mi parte la que figura en prensa y que se puede leer a continuación, porque representa algo muy importante: la democracia nos permite ser libres, con veintitrés ejemplos muy claros y reales en nuestra vida democrática ordinaria.
En palabras de la Comisionada para esta celebración de 50 años de libertad en España, Carmina Gustrán, esta campaña “no va de la muerte de nadie. Al menos para las personas nacidas a partir de los años 90, que son nada menos que 15 millones de españolas y españoles, la dictadura de Franco es algo que les queda muy lejos. Esta campaña reivindica y actualiza los derechos y libertades conquistados por la sociedad española a lo largo de estas cinco décadas. Hace falta una o varias conversaciones en torno a los derechos que tenemos e incluso sobre aquellos que aspiramos a conseguir. Por eso, quizá no los valoramos tanto. Con esta campaña, así como con las más de 400 actividades que hemos organizado, queremos llevar la conversación en torno a la democracia a las universidades, al trabajo, a las redes sociales o al banco del parque”.
Queda muy claro en la campaña que para querer y defender la democracia, es imprescindible poderejercerla de forma personal y colectiva en libertad plena. Sin democracia, nada es posible en el ejercicio de las libertades. El mundo al revés que avanza día a día en nuestro país, demuestra que el ocaso de la democracia es un enemigo real a combatir sin descanso alguno. Estamos avisados. En mi caso, ¡jamás te recuerdo, democracia, porque nunca te olvido!
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UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
Estamos viviendo una época en la que es difícil mantener una conducta inaccesible al desaliento. El “Fallo”, que no sentencia redactada y completa, dado a conocer por el Tribunal Supremo en una fecha no inocente para el país, el 20 de noviembre pasado, condenando al Fiscal General del Estado por un delito de revelación de datos reservados, nos lleva en democracia a respetarlo, constitucionalmente hablando y sabiendo que viene del poder judicial, pero en modo alguno a compartirlo visto lo visto en la tramitación del caso.
“La Sala Segunda del Tribunal Supremo, en la causa especial 20557/2024, ha dictado por mayoría de sus miembros el siguiente fallo que se anticipa
«FALLO
Que debemos condenar y condenamos a D. Álvaro García Ortiz, Fiscal General del Estado, como autor de un delito de revelación de datos reservados, art. 417.1 del Código Penal a la pena de multa de 12 meses con una cuota diaria de 20 euros e inhabilitación especial para el cargo de Fiscal General del Estado por tiempo de 2 años, y al pago de las costas procesales correspondientes incluyendo las de la acusación particular. Como responsabilidad civil se declara que el condenado deberá indemnizar a D. Alberto González Amador a 10.000 euros por daños morales.
Le absolvemos del resto de los delitos objeto de la acusación.
Los objetos intervenidos en los registros practicados se devolverán a sus titulares y, en su caso, se destruirán.»
Me he tomado 48 horas para reflexionar sobre lo sucedido, porque la reiterada lectura del Fallo, que me ha conturbado y conmovido por el profundo desacuerdo con el mismo, a todas luces injusto, me lleva a volver a incidir sobre algo que no quiero olvidar, como ciudadano demócrata en mi vida ordinaria: no caer en el desaliento por la situación política que atraviesa el país, instalado en un continuo “mundo al revés”.
No pertenezco al Club de los Agoreros Mayores de este Reino, España, pero reconozco que estamos rodeados de desánimo, desafección política y desaliento. No basta ya el recuerdo de la solución cinematográfica a nuestros males, “el mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos” (Casablanca, dixit), aunque, siguiendo el famoso canon, lo que representan ciertas películas no es ya pura coincidencia con lo que está pasando y estamos viendo y sufriendo a diario. Recuerdo ahora que en 2023 escribí sobre esta realidad existencial, posteriormente también, que hoy rescato al ser testigo directo de cómo se desarrollan los acontecimientos políticos de alcance mundial a la sombra del traje nuevo del emperador Trump o del Tribunal Supremo de este país, tomando como muestra el Fallo comentado, encumbrado, por cierto, hasta los altares, por quienes protegen desde la derecha extrema y la ultramontana por supuesto, a los que deberían estar ya juzgados como protagonistas principales de lo ocurrido. Vean por qué.
Cuando preguntamos a nuestro alrededor ¿cómo va la cosa?, lo habitual es que te respondan siempre ¿no lo ves? ¡fatal! Y la cosa es un constructo universal que tiene nombres y apellidos de casi todo lo que se mueve. De ahí al conformismo más activo solo hay un paso. No hay pensamiento, aliento, espera, ni preguntas para saber por dónde va la cosa de los vientos del Sur, por ejemplo, donde vivo, que también existe, como me recuerda con frecuencia Benedetti en su Soneto del pensamiento: «[…] sin pensar uno ahorra desalientos / porque no espera nada en cada espera / si uno no piensa no se desespera / ni pregunta por dónde van los vientos«. Un antídoto extraordinario, también, es asumir el principio de realidad de unas palabras de Hannah Arendt, que no olvido: Hay un precepto bajo el cual he vivido: prepárate para lo peor, espera lo mejor y acepta lo que venga.
A pesar de estos refuerzos éticos, es muy difícil en estos tiempos tan modernos, tan críticos en diferentes frentes de nuestras vivencias diarias, permanecer inaccesibles al desaliento, no inasequibles, porque somos personas, no mercancías, como aprendí hace años de las lecciones magistrales de don Fernando Lázaro Carreter, cuando abordaba el mal uso de este adjetivo en su extraordinaria obra, El dardo en la palabra: […] la confusión no es sólo vulgar; pero es confusión, y debe ser evitada. Se trata, simplemente, de que no se aplica con rigor el adjetivo debido, y se acude a otro que se le parece. Tampoco los precios son asequibles, sino baratos, razonables, ajustados, justos… Son las cosas a que corresponden tales precios las que pueden serlo. O no, en cuyo caso son inasequibles. Lo que no puedo comprar o entender es para mí inasequible. Ténganlo en cuenta quienes se precian de ser «inasequibles al desaliento». Merecen nuestra enhorabuena, pero digan, por favor, inaccesibles y hablarán con propiedad”. Esta aclaración encomiable, viene precedida de un contexto lingüístico que tampoco tiene desperdicio: “Asequibles son sólo las cosas que pueden adquirirse para poseerlas; cosas variadísimas, que van desde las ideas a los garbanzos; y si no, léanse estos dos fragmentos tan dispares: «La gracia abrillanta las ideas, las adorna, las hace amar, las adhiere a la memoria, vierte sobre ellas una luz que las vuelve más asequibles y claras» (W. Fernández-Flórez, 1945). «Entre los garbanzos, tan vulgares y tan asequibles entonces , la carne de morcillo era lo selecto» (A. Díaz Cañabate, 1936). Con tales pasajes a la vista, bien claro está que calificar de asequible a una persona, es prácticamente desacreditarla como venal. ¡Qué distinta cosa hubiera dicho de aquella condesita Bretón de los Herreros [«La condesita, / aunque bocado de prócer, / es humana y accesible» (1838)], llamándola así! Aunque el paso se ha dado: el canónigo Juan Francisco Muñoz y Pabón hace pensar de este modo a una dama, en una de sus espirituales novelas: «Era menester mucho aplomo y mucho dominio de sí misma para, sin preferencias por ninguno, ser con todos amable y asequible«. ¡Caramba con la dama! ¡Qué bien hubiese quedado el novelista escribiendo ahí accesible!”.
Aclarado este error histórico en el tratamiento no inocente de las palabras con las que nos relacionamos a diario, lo más importante de resaltar en esta locución es enfrentarse al significado de “desaliento”, lo que verdaderamente preocupa al mundo en este momento por su generalización, que el diccionario de la lengua española tiene claro desde el primer momento, decaimiento del ánimo, desfallecimiento de las fuerzas, llevándonos en directo a la palabra “desalentar” que, personalmente, es la que más me interesa en esta reflexión: quitar el ánimo a alguien. Con este circunloquio de palabras no inocentes, llegamos de nuevo a lo que pretendo analizar hoy: estamos viviendo una época en la que es difícil mantener una conducta inaccesible al desaliento. Si dejamos que las circunstancias actuales, los polémicos escándalos de corrupción en la política de nuestro país, por ejemplo, incluyendo hoy el “Fallo” expuesto, nos quiten el ánimo, es decir, la actitud, la disposición, el temple, el valor, la energía, el esfuerzo, la intención, la voluntad, el carácter, la índole, la condición psíquica de cada uno, de cada persona, es probable que perdamos la última acepción de este lema en nuestro vocabulario diario, porque al final nos quitan el fundamento principal del ánimo, el alma, el espíritu de cada uno como principio de la actividad humana.
Como a estas alturas de mi vida sólo me queda la palabra (Blas de Otero, dixit), sé el inmenso valor que tiene y lo importante que es su adecuado uso, no inocente casi siempre. Sobre todo porque temo un correlato fácil, el conformismo, si permito que cualquier acontecimiento o adversidad acceda a mi aliento, a mi ánimo, a mi alma humana. El conformismo por desánimo hace estragos allí donde nace, se desarrolla y muere, porque se instala en el confort de los tibios y tristes, mediocres en definitiva, alejando como por arte de magia a las personas dignas de cualquier movimiento andante. Tengo que reconocer que me dan pánico, pero crecen como por encanto, porque todos coinciden en que la cosa está fatal. Pero ¿qué es la cosa? ¿su cosa?, que decíamos al principio. Ahí es donde hay que poner las barreras éticas de la vida digna para sí mismo y para todos. Es probable que aquí sí tenga sentido el uso ordinario de la frase en cuestión, permanecer inaccesibles al desaliento, como primer paso, porque el mercado actual puede comprarlo con facilidad. Basta una sentencia “redactada” del Tribunal Supremo por conocer, con el Fallo ya conocido dentro, para procurar que no acceda a mi alma de secreto y a la de todos, porque deberíamos aprender a ser inaccesibles al desánimo colectivo, al desaliento, en el ocaso programado de la democracia en este país. Sabemos que debemos prepararnos para lo peor, esperar lo mejor y aceptar lo que venga (Hanna Arendt, dixit). En definitiva, el desaliento no es algo que se compra en el Gran Mercado Mundial. El desaliento, sólo se siente.
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UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
Si se callan…, el cantor, el compositor, el escritor, el soñador, el bloguero, el político digno, el artista o el ciudadano anónimo, no conformes con las injusticias que pasan en nuestro mundo cotidiano, se calla la vida y la palabra. Hoy es un día muy especial para nuestro país, que no olvido: el 50º aniversario del fallecimiento de Franco, el dictador que tuvo helado el corazón de muchas personas, durante muchos años, en una de las dos Españas. Como conocí bien lo ocurrido, vuelvo a publicar hoy el núcleo de las palabras que escribí hace siete años en este cuaderno digital, como pequeño homenaje a la memoria histórica de hombres y mujeres de este país que entregaron su vida durante la dictadura por la ansiada libertad para todos. Para que no se olvidey para lo que sirva, compartiéndolo en el club digital de las personas dignas, libres y buenas, en el buen sentido de la palabra «buenas», como lo aprendí en mis años jóvenes de Antonio Machado, un hombre buenoy ejemplo de lo que significa hoy día la dignidad del exilio interioren democracia, que también existe.
No olvido tampoco al compositor Salvador Bacarisse en un día de infeliz memoria. Para lo que sirva, compartiendo con la Noosfera su ‘Romanza’, 50 años después del fallecimiento de Franco, sobre todo con el club de las personas dignas y libres de este país, como música de fondo constitucional durante 47 años de democracia plena. No lo olvido porque lleva su mensaje musical con el alma dentro y desde el exilio tan prolongado que sufrió hasta el final de su vida. Su preciosa composición me acompañará siempre. Hoy…, especialmente.
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La Romanza de Salvador Bacarisse: música de fondo para un 20 de noviembre en libertad
Una romanza es una composición de aire tierno y sencillo, un aria que solo quiere transmitir sentimientos. Estos días estoy experimentando una emoción especial tocando en fase de aprendizaje la Romanza de Salvador Bacarisse, el segundo movimiento de su preciosa obra Concertino en La menor. Mis profesoras de piano y violín han hecho los arreglos necesarios porque la versión original de 1952 es para guitarra y orquesta. Creo que les ha quedado preciosa.
Navegando por la memoria, entre lo que somos, tenemos y hemos perdido, he recordado al pintor Joe Brainard porque encontró una fórmula maravillosa para navegar por ella, los Me acuerdo…Así es y hoy me he acordado de la persona que ha compartido el vídeo de la cabecera de este post, cuando decía que “Con este vídeo, hago un pequeño y humilde homenaje a Bacarisse y a los que fueron víctimas de sus propios días, sobre todo, a los que tras perder la guerra, por si fuera poco, tuvieron que marcharse. Murieron, perdieron y se marcharon, la gran mayoría lo hizo para siempre, y nunca han tenido el reconocimiento que también ellos merecen. Jamás olvidemos la historia, y aprendamos siempre de ella. Es por eso que, sin demonizar ni buscar culpables, sólo emito un reflejo más de esa época que, espero, al menos nos haya servido para aprender y no volver a cometer los mismos errores nunca más. Sé que este es un tema no superado en España y tenemos que buscar todos los medios para que así sea. Han pasado más de ochenta años y no veo que haya habido un perdón de verdad. Sólo tratando esta época sin rencores podremos avanzar como sociedad, y este país podrá ser algo mucho mejor. Hay que encontrar algún nexo de unión, porque, aunque siempre existan divergencias políticas, la herida de la Guerra Civil española nunca se cierra porque nunca nadie parece querer curarla, sobre todo los que tan malamente nos gobiernan hoy día”.
Cuando toco de forma incipiente la Romanza en sus dos versiones, para piano y violín, con fallos lógicos por mi parte en su ejecución y en este momento de aprendizaje, siento estas palabras como si fueran la letra de esta composición que representa el dolor de la España que ha tenido helado el corazón durante muchos años. No me importa repetir los compases una y otra vez porque es una forma de comprender mejor qué quiso transmitir el autor en ellos. Ya la recordé el año pasado en este cuaderno digital, cuando dediqué unas palabras especiales a Ataúlfo Argenta, gran amigo de Bacarisse: “Buscando esta verdad de Ataúlfo Argenta, he seguido de cerca a Fernando Argenta en mi vida nómada, escuchándolo siempre con enorme respeto en la radio del coche, en viajes siempre hacia alguna parte. El mismo que él tenía hacia su padre cuando nos presentaba el Concertino para guitarra y orquesta en La menor, de Salvador Bacarisse (sobre todo su Romanza), nada apreciado por el Régimen franquista por su deriva republicana y que dirigió en un concierto memorable en París el día de su estreno [15-X-1953, París (Théátre des Champs-Élysées), interpretado por Narciso Yepes (guitarra) y L’Orchestre National, en un concierto publico organizado por la Radio Televisión Francesa)], del que guardo un recuerdo entrañable en mi memoria de hipocampo, de secreto. Escuchen esta versión de la Romanza [la del vídeo de cabecera] con la pasión de Ataúlfo Argenta en su dirección musical.
Recientemente, he localizado un tesoro musical: la obra compilada de Salvador Bacarisse en la Fundación Juan March, con un prólogo emocionante de su único hijo, Salvador Bacarisse Cuadrado: “Yo me fui a vivir a Inglaterra pero mis padres siguieron en París, en el pisito del 7 de la rue Cassette que ocuparon más de treinta años. Cuando murió mi madre en 1976, trece años después que mi padre, yo quité el piso de la rue Cassette, y me llevé a Escocia todos los papeles y libros de mi padre. Desde aquel día permanecieron a salvo, y yo creía olvidados, hasta la fecha memorable en que llamó a la puerta de mi casa Emilio Casares, quien venía a pedirme autógrafos y otros materiales para una exposición de «La música en la Generación del 27» que estaba organizando y que tuvo lugar en Granada en julio de 1986. Esa exposición y el magnífico catálogo que publicó el Ministerio de Cultura fue el primer reconocimiento de aquellos músicos olvidados durante el franquismo, entre los que figuraba mi padre. En Granada, durante la exposición y hablando con Rodolfo Halffter, que había venido de Méjico, y con otros, decidí hacer lo que en realidad ya sabía que tenía que hacer: mandar los manuscritos de Salvador Bacarisse a su tierra, a España. Por muy hijo de francés, emigrado a España, que fuera mi padre, nunca se sintió sino español. Vivió treinta años en París, desarraigado y triste lejos de su querido Madrid”. Él me ha permitido conocer su obra a través de esta publicación extraordinaria, que está al alcance de quien desee conocer de cerca a este gran compositor olvidado durante la dictadura franquista. Ha sido un hallazgo que me permitirá conocer a fondo a Bacarisse, en su vida y en su obra. En la Fundación está el legado completo del compositor, llevado a cabo por su hijo en 1987, que incluía todas las partituras que obraban en su poder.
Cuando comienzo hoy mi ensayo de violín, he sentido la necesidad de compartir este sentimiento de respeto y agradecimiento a un autor muy desconocido en su país, pero que tuvo el reconocimiento mundial fuera de él alternando su labor de composición y de dirección de orquesta con el trabajo que desarrolló en el exilio en París, en la Radiodifusión-Televisión Francesa, como productor de programas en español para Hispanoamérica.
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UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA O LO MÁS PARECIDO A ELLA, EN GENERAL
Llegó con tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida.
Con tres heridas viene: la de la vida, la del amor, la de la muerte.
Con tres heridas yo: la de la vida, la de la muerte, la del amor.
Miguel Hernández, en Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941)
Sevilla, 19/XI/2025 – 13:09 h (CET+1)
En estos días de respeto a la memoria histórica y democrática de este país, con motivo del 50 aniversario de la muerte del dictador Franco, recuerdo especialmente a Miguel Hernández, leyendo varias veces un poema precioso, Llegó con tres heridas, en el que aprendemos qué significa caminar a diario con un sentimiento de tres heridas de ausencias: la de la vida, la del amor, la de la muerte (como las suyas).
Sigo leyendo su cancionero y romancero de ausencias (1938-1941), en el que logro comprender bien lo que significa dignificar la vida cada día, en pleno ocaso de la democracia, con un acoso y derribo desvergonzado que exhibe diariamente la derecha extrema y ultraderecha de este país. Todos los días convivimos con heridas de vida, muerte y amor…, en ese orden, porque así lo exige la dignidad de la existencia, cuando luchamos para que la vida tenga sentido para todos, para los nadies también. La que vivió Miguel Hernández en días terribles de ausencias.
Por respeto a la memoria democrática de este país y un día antes del recuerdo cronológico de aquella fecha tan especial para recuperar la Libertad robada durante tantos años, resuenan especialmente en mi alma estas palabras de Miguel Hernández con más fuerza que nunca, a modo de cancionero de presencias eternas, no sólo de ausencias, dando sentido a mi vida, a mi muerte y a mi amor, en el orden final que él describió por las heridas causadas en la dictadura franquista, en aquella guerra civil y atroz. Para que no se olvide.
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UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA O LO MÁS PARECIDO A ELLA, EN GENERAL
Si Alicia renaciera en nuestros días, no necesitaría atravesar ningún espejo: le bastaría con asomarse a la ventana. Al fin del milenio, el mundo al revés está a la vista: es el mundo tal cual es, con la izquierda a la derecha, el ombligo en la espalda y la cabeza en los pies.
Eduardo Galeano, en Patas arriba. La escuela del mundo al revés.
Sevilla, 18/XI/2025 – 14:00 h (CET+1)
Ante la realidad actual que vivimos en nuestro país, con hechos tan lamentables como la celebración reciente del juicio en el que se dirimen responsabilidades de supuestos delitos cometidos por el Fiscal General del Estado, creo que seguimos dando pábulo a una locución clásica muy vinculada al llamado principio de realidad, dato mata relato, tres palabras que hay que defender diariamente con ardor guerrero, porque manipuladas a la inversa encierran una trágica realidad que hace mucho daño a la humanidad. En este loco mundo al revés en el que nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos, a modo de las cuatro cuerdas del violín, tal y como lo expuso el escritor Manuel Vicent en Una historia particular, lo que está sucediendo ahora es que relatos de las llamadas derechas y su más allá, capitaneadas por Trump, junto a su tropa próxima y asociados mundiales, acaban neutralizando los datos de las democracias más avanzadas, propiciando su ocaso. ¿Cómo, si no, se puede entender lo que está pasando en nuestro país, donde las derechas ultramontanas se van haciendo poco a poco con el poder fáctico político y judicial, arrasando conquistas sociales históricas y socavando las bases del bien llamado Estado de Bienestar, en sus pilares más significativos: educación, salud y servicios sociales?
La respuesta no está en el viento, sino en la interpretación al revés del dicho clásico, es decir, lo que ocurre ahora es que el “relato mata dato”. Además, si se utilizan incansablemente las máquinas del fango, mejor, porque el relato que difunden por tierra, mar y aire, seguirá intentando contrarrestar permanentemente la verdad objetiva del dato. Estamos avisados para defender, en todos los foros posibles, la realidad social y económica de este país, con datos extraordinarios, porque en el ocaso de la democracia, el relato manipulado, no verdadero y enfangado, acaba matando al mejor dato.
En este contexto es de justicia histórica recordar a Umberto Eco, que sigue presente en nuestras vidas, en la mía desde hace muchos años, porque a él se debe la expresión máquina del fango, la división acorazada de la mentira política, que desarrolló conceptualmente en su última obra, Número Cero, publicada en 2015, que fue presentada en la Feria del Libro de Frankfurt, en 2014, con el título en inglés de That’s the press, baby (Es la prensa, cariño), en alusión a la frase de Humphrey Bogart “¡Es la prensa, encanto, no puedes hacer nada!”, en el papel de Ed Hutcheson, protagonista en la película Deadline (1952), El cuarto poder, en España.
Eco cita expresamente esta frase en su novela, concretamente en un capítulo que trata sobre las vicisitudes de cómo se elaboran dosieres o noticias como herramientas de desprestigio contra el adversario, utilizadas sobretodo en el ámbito político para deslegitimar a alguien, siendo suficiente divulgar que ese oscuro sujeto de odio, ha hecho algo para crear una sombra de sospecha que acaba extendiéndose como una mancha de aceite. ¿Nos suena esta realidad maldita y tan presente en nuestro país, representada en los ataques personales y contra la familia directa del presidente del Gobierno? En este capítulo citado a título de ejemplo, se aborda cómo se puede arrojar fango sobre la adjudicación del contrato de limpieza de la residencia de ancianos Pio Albergo Trivulzio. Es escalofriante cómo describe en este contexto lo que significa un “dosier”, pieza fundamental que alimenta a las máquinas de fango: “Un dosier contiene recortes de prensa, artículos de periódicos donde se dice lo que todos saben. Salvo que no lo sabía el ministro o el líder de la oposición a quien va destinado, que nunca ha tenido tiempo de leer los periódicos, y lo toma como secreto de Estado. Los informes contienen noticias desperdigadas que luego la persona interesada tiene que elaborar, de modo que afloren sospechas, alusiones. Un recorte dice que Fulanito ha sido multado hace años por exceso de velocidad, otro que el mes pasado visitó una acampada de boy scouts, otro más que ayer se le vio en una discoteca. Se puede empezar perfectamente por ahí para sugerir que se trata de un temerario que se salta las normas de la circulación para ir a lugares donde se bebe, y que es probable, digo probable pero es evidente, que le gusten los jovencitos. Lo bastante para desacreditarlo. Y diciendo solo la pura verdad. Además, la fuerza de un dosier es que ni siquiera sirve enseñarlo: basta con hacer circular la voz de que existe y de que contiene noticias —digamos— interesantes. Fulanito se entera de que tienes noticias sobre él, no sabe cuáles, pero todos tienen algún esqueleto en el armario, y ya ha caído en la trampa: en cuanto le pidas algo, se avendrá a ser razonable”.
Desgraciadamente y como ocurre con las películas, cualquier parecido con la realidad de lo que está sucediendo últimamente en nuestro país, en lo narrado por Umberto Eco en Número Cero, no es pura coincidencia, algo que se desprende de la lectura atenta de su sinopsis oficial: “ ‘Los perdedores y los autodidactas siempre saben mucho más que los ganadores. Si quieres ganar, tienes que concentrarte en un solo objetivo, y más te vale no perder el tiempo en saber más: el placer de la erudición está reservado a los perdedores’. Con estas credenciales se nos presenta Colonna, el protagonista de Número Cero, que en abril de 1992, a sus cincuenta años, recibe una extraña propuesta de un tal Simei: va a convertirse en redactor jefe de Domani, un diario que se adelantará a los acontecimientos a base de suposiciones y mucha imaginación, sin reparar casi en el límite que separa la verdad de la mentira, y chantajeando de paso a las altas esferas del poder. El hombre, que hasta la fecha ha malvivido como documentalista y en palabras de su ex mujer es un perdedor compulsivo, acepta el reto a cambio de una cantidad considerable de dinero, y arranca la aventura. Reunidos en un despacho confortable, Colonna y otros seis colegas preparan el Número Cero, la edición anticipada del nuevo periódico, indagando en archivos que esconden los secretos ocultos de la CIA, del Vaticano y de la vida de Mussolini. Todo parece ir sobre ruedas hasta que un cadáver tendido en una callejuela de Milán y un amor discreto cambian el destino de nuestro héroe y el modo en que sus lectores vamos a mirar la realidad, o lo que queda de ella”.
Lo expuesto anteriormente nos suena como muy cercano en nuestro país y con decenas de ejemplos a cual más deleznable. Es el neofascismo en estado puro. Se conoce bien cómo funcionan las máquinas de fango y ventiladores de maledicencia a pleno rendimiento, que tienen nombres y apellidos, siglas también, que conocemos perfectamente. Lo importante es poder contrarrestar de forma ordenada su trabajo sucio, aunque ya sabemos que la frase de Bogart en El cuarto poder, “¡Es la prensa, encanto, no puedes hacer nada!”, encierra el secreto de los silencios cómplices y del conformismo execrable por parte de la ciudadanía teledirigida por redes sociales no inocentes, las derechas enfurecidas y su poder mediático en la actualidad.
Estamos avisados. La democracia se desangra por esta realidad tan detestable, envuelta en el fango de los bulos perfectamente redactados y divulgados. El dato objetivo y verdadero es lo único que nos permite en democracia emitir y recibir juicios y relatos bien informados.
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UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA O LO MÁS PARECIDO A ELLA, EN GENERAL
Los que estamos como Diógenes buscando a diario, con linternas virtuales, ideas humanas, no digitales, que rearmen la ideología socialdemócrata de nuevo cuño, para contrarrestar la ola de fascismo de ultraderecha y derecha extremas -tanto monta, monta tanto– que invade nuestro país, nos alegramos de encontrar respuestas en hechos que son amores demócratas y no sólo buenas razones políticas tradicionales, tal y como ha ocurrido con la las elecciones a la alcaldía de Nueva York, el pasado 4 de noviembre, ganadas por Zohran Mamdani (Kampala, Uganda, 1991), un demócrata miembro del movimiento político “Socialistas Democráticos de América”, integrado en las elecciones en el Partido Demócrata. El nuevo alcalde neoyorquino, que se presenta personalmente como socialista democrático, no era muy conocido hasta ahora en las élites políticas internacionales.
En tal sentido, quiero compartir hoy el contenido de un artículo esperanzador y bien fundado, publicado ayer en el diario El País, La gran apuesta roja de Mamdani, del filósofo esloveno Slavoj Žižek (Liubliana, Eslovenia, 1949), que esta semana publica en la editorial Akal un libro que promete hacernos reflexionar y mucho a los que hemos crecido en creencias religiosas cristianas y marxistas, Ateísmo cristiano. Cómo ser un verdadero materialista, cuya sinopsis oficial adelanta una perspectiva muy importante para enfrentarnos a la decadencia actual de la democracia mundial: «Ateísmo cristiano es una visión única del proyecto teológico de Žižek y la primera exploración en forma de libro de su pensamiento religioso. En sus propias palabras, «para convertirse en un verdadero materialista dialéctico, uno debe pasar por la experiencia cristiana». En toda su concepción de la «experiencia» es crucial no algún tipo de revelación espiritual, sino más bien la lógica del pensamiento materialista. Esta afirmación y, a su vez, deconstrucción de la teología cristiana es una propuesta conocida de Žižek, la cual tiene una profunda importancia política, filosófica y, en última instancia, personal para él».
Los avisos para navegantes de Zizek en su artículo, en estos mares procelosos del ocaso de la democracia, nos permiten aproximarnos a la realidad del día después del triunfo del alcalde electo de Nueva York: «Con Mamdani en el poder, el populismo trumpista y la ortodoxia demócrata comenzarán de pronto a hablar el mismo idioma. Harán todo lo posible para que Mamdani parezca un fracaso, lo que, en el caso de Trump, puede incluso implicar otra declaración de “emergencia” para justificar el envío de la Guardia Nacional. De modo que, para la izquierda, no es solo un momento para actuar, sino también para pensar en el contexto más amplio. Estados Unidos está pasando de ser un sistema político bipartidista a otro con republicanos ortodoxos, demócratas ortodoxos, populistas de derecha alternativa y socialistas democráticos». Estos acordes políticos suenan en nuestro país, donde el bipartidismo ha desaparecido y las coaliciones han llegado para quedarse. Pero, ¿cuáles son las lecciones sobre lo ocurrido en las elecciones a la alcaldía de Nueva York?
Según Zizek, «Estamos ante dos antagonismos (“contradicciones”): uno entre Trump y el establishment liberal y otro entre el ala de Sanders dentro del Partido Demócrata y el resto de las fuerzas políticas. Los procesos para juzgar políticamente a Trump mediante impeachments durante su primer mandato fueron intentos desesperados del poder establecido por recuperar el liderazgo moral y la credibilidad; pero todo terminó siendo un ejercicio cómico de hipocresía, ya que también las deficiencias de la clase dominante quedaron al descubierto. La obscenidad declarada de Trump no hizo más que poner de manifiesto lo que ya existía» […] Mamdani ha ganado porque ha hecho por la izquierda lo que Trump hizo por la derecha. Expresó con claridad su postura radical, sin preocuparse por perder a los centristas» (la negrita es mía). A tenor de lo ocurrido, «¿Deberían entonces los socialistas democráticos separarse oficialmente del Partido Demócrata? Yo les aconsejaría un pragmatismo con principios: apuntar a los objetivos centrales de los que depende su supervivencia y luego admitir todo aquello que se muestre prometedor para promoverlos. Esto implica abrazar la democracia electoral cuando la democracia electoral funciona, pero también la movilización popular, o incluso métodos más radicales cuando las circunstancias lo exijan».
Para finalizar su artículo, Zizek enseña el camino a seguir a partir de esta victoria neoyorquina para revertir las políticas de Trump: «Tras su victoria, Mamdani debe lanzarse de forma decidida a tomar el control del Partido Demócrata del Estado de Nueva York. Al mismo tiempo, debe forjar una red de vínculos con los socialistas democráticos del resto del país y (siguiendo el consejo de Sanders) interpelar con sutileza a los trabajadores y agricultores de bajos ingresos que votaron a Trump y están decepcionados con él. El futuro del proyecto que encarna Mamdani está en quitarle a Trump votantes decepcionados, no ganar el centro inerte. Solo un izquierdista radical puede ganarse a los trumpistas de clase trabajadora, un electorado cuya desconfianza hacia el establishment todavía está totalmente justificada».
Sigo de cerca el pensamiento de izquierdas de Zizek, considerado uno de los pensadores más influyentes de este siglo. Los votantes del nuevo alcalde de Nueva York son, en parte, los desencantados con la palabrería de Trump, los que viven la precariedad de las clases medias tradicionales, los nadies de Galeano de toda la vida, que han comprendido que la oferta de Mandami es real y sincera, porque inmediatamente va a atender demandas sociales de una envergadura colosal, como es el acceso a la vivienda con alquileres asequibles y topados por la Alcaldía de Nueva York, transporte publico gratis, respeto y acogida humana de los inmigrantes, así como atención social que derive en resolución de cuestiones vitales como es la atención a la salud desde una perspectiva pública, una asignatura pendiente de Estados Unidos desde hace ya muchos años de diferentes gobiernos, con la excepción de lo queda del Obamacare, que tanto bien sigue haciendo entre los que menos tienen.
Seguiré de cerca el mandato de Mamdani. Es mi ob-ligación (con guion) democrática actual, un faro que alumbra las ideologías en este loco mundo al revés.
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UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA O LO MÁS PARECIDO A ELLA, EN GENERAL
En estos días de recuerdo obligado sobre lo que supuso, hace ya 50 años, la muerte del dictador Franco y la apertura en nuestro país de las grandes avenidas de la libertad, la frase del cantor Bunbury aplicada a la democracia, debería ser una de las declaraciones de amor y contrato social más importantes en la vida de las personas: jamás te recuerdo, democracia, porque nunca te olvido. Ante su llamativo ocaso, tratado en varias ocasiones en este cuaderno digital, es urgente reivindicar su importancia para seguir viviendo en sociedad, a pesar de los esfuerzos que se hace a diario por muchos dirigentes y líderes sociales para condenarla al ostracismo. No hace falta ir a Estados Unidos, Ucrania o Gaza para aseverar esta realidad fascista que clama al cielo, que se pretende conquistar por muchos antidemócratas, porque en nuestro país es constatable con datos que hay signos evidentes de que vivir en democracia es algo que tenemos que recordar todos los días, porque la olvidamos con una facilidad pasmosa, sobre todo cuando falta diálogo para comprender que “todos no somos iguales” y que, por tanto, no podemos ni debemos pensar lo mismo y que se ha demostrado a lo largo de los siglos que es la mejor forma de convivencia humana cuando precisamente nada humano, incluso nuestro peor rostro, nos debería ser ajeno.
Creo que a tenor de lo expuesto anteriormente, es urgente introducir en la programación de la escuela del mundo al revés (Eduardo Galeano, dixit), en la que estamos instalados en nuestro país, una asignatura que llevara por título “Educación para la Democracia”, visto el fracaso que llevamos a nuestras espaldas democráticas con una que se llamó, no hace tanto tiempo, “Educación para la Ciudadanía”, acusada de forma torticera y sin compasión de “adoctrinamiento” en las escuelas de este país.
No hace falta ser un Einstein redivivo para constatar que la democracia peligra día a día, por la radicalidad tan agresiva que se está instalando en la sociedad de este país al revés, de forma silenciosa, con la izquierda a la derecha, el ombligo en la espalda y la cabeza en los pies, que diría también Eduardo Galeano. Las noticias que se publican a diario sobre el auge de la ultraderecha en nuestro territorio hispano, con una llamativa asunción de esta alarmante realidad por parte de los más jóvenes, muestran el mundo al revés de la democracia auténtica en nuestro país. Esta es la razón de por qué no debemos olvidarla nunca, para no tener que estar recordándola siempre. Estoy convencido de que la democracia hay que cuidarla cada día y con tres pilares de cuidados básicos que he reiterado en muchas ocasiones en este cuaderno digital: el primero, participar en procesos electorales y ser consecuentes con lo que cada uno vota, sabiendo que las ideologías no son inocentes y que todos los partidos no son lo mismo. De ahí la necesidad de recurrir a una información veraz y objetiva de los programas y del conocimiento de los líderes que los representan, con objeto de que cada persona pueda emitir juicios bien informados, no sólo en el momento de introducir el voto en la urna, sino también en la convivencia diaria, huyendo de silencios cómplices, en una permanente alborada democrática. El segundo pilar se centra en ejercer la responsabilidad activa de ciudadanía, porque ser responsable es la conjunción de conocimiento y libertad. Conocimiento, porque la inteligencia es el bien más preciado para vivir dignamente, entendida como la capacidad de resolver problemas en libertad de conciencia y acto del día a día, considerando siempre que es lo más bello que tiene el ser humano. Libertad, porque es lo más preciado de lo que dispone el ser humano cada día en la tarea diaria de entrar en ella.
Finalmente, el tercer pilar nos obliga a pensar en el día después de las elecciones, en los días del después que llegan hasta hoy, por ejemplo, porque detrás del voto debe haber siempre un compromiso activo con el voto fiado a terceros que probablemente ni conozco, a través de un papel alargado como la sombra ética y decente que lo protege. Es decir, tengo que mantener activo el compromiso diario de mi opción a través de la participación activa, como ciudadano o ciudadana que vive en un ámbito local concreto, en la consecución de aquellos objetivos que me han llevado a elegir una determinada opción política volcada en un programa, que nunca se debe entender como flor de un día. El éxito político de la democracia, como el campo, es para quien la trabaja y no hay que olvidar que cuando la política se entiende así podemos ser protagonistas de la misma en mi casa, mi barrio, mi trabajo, mi ciudad, mi país o, simplemente, entre mis amigos o familia del alma.
En definitiva, lo que planteo es una alborada democrática, vigilante y continua, donde no tengamos que recordarla permanentemente, algo que sólo es posible cuando no la olvidamos ni siquiera un momento.
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