Dar la cara

Seguimos el hilo conductor iniciado ayer. Hoy tiene un protagonismo especial Isabelle Dinoire, la mujer francesa a la que se practicó en el mes de noviembre de 2005 un trasplante de boca, nariz y mejillas. Hoy, ha manifestado en una rueda de prensa consentida –no robada-, que ahora “tras el accidente, que le dejó “destrozada”, la operación le ha devuelto la “valentía”. Hoy triunfa el ser humano, la inteligencia como manifestación y capacidad de solucionar problemas. Es una maravilla contemplar cómo la inteligencia al servicio de las personas hace posible que el ser humano sea y viva mejor, que la medicina se cubra de gloria a través de profesionales que trabajan a diario por dar salud en todas sus manifestaciones.

Y asegura que a partir de ahora tiene una cara como todo el mundo. ¡Cuantas sugerencias nacen con esta expresión! ¿Nos planteamos a diario qué importancia tiene la cara en la autoestima que permite ser persona en el mundo?.  La ciencia ayuda a dar la cara en el compromiso diario con la vida. Quizá es así hasta que la propia existencia nos parte la cara por el cansancio de vivir en un entorno que no es amable, es más, se jacta de ser despiadada con todo aquél que encuentra. Y nace la desesperación y la incapacidad para mirarnos a la cara…

Hemos crecido en el convencimiento de que la cara es el espejo del alma. Hoy, viendo a Isabelle en las fotos de agencia, he vislumbrado que tiene ya una nueva razón para vivir y “ser valiente”, tiene “alma”. Alguien, que perdió la vida, ha permitido que vuelva a dar la cara en la existencia que se la robó. Primero, porque no tenía ilusión ni ganas para seguir viviendo, como ha contado, por su intento de suicidio. En segundo lugar, porque su perro fiel la quiso despertar, en una tarea imposible que no habían conseguido sus próximos, ocasionándole daños que han sido reparables, a diferencia de otros daños humanos que siempre dejan huella indeleble. En tercer lugar, porque hay personas y familias que son generosas con el cuerpo humano y consienten una donación ayudados por unos profesionales que utilizan la inteligencia para ser más libres, utilizando una técnica asombrosamente humana y científica.

En definitiva, un precioso ejemplo para dar la cara por la mujer. Aunque nos la parta la vida por las últimas noticias tan asombrosamente cerca de donde vivimos. Quizá, detrás del lavabo de casas inimaginables, de familias supuestamente ejemplares, como nos recordaba recientemente el anuncio que la Junta de Andalucía ha entregado a la televisión de todos los días… removiendo la conciencia de los que hacen oídos sordos a la violencia de género y se lavan las manos como si no pasara nada.

Gracias, Isabelle. Gracias  también a los doctores Bernard Devauchelle y Jean Michel Dubernard, y a su equipo anónimo, porque permiten hoy que el mundo crea todavía más en el ser humano, dando entre todos la cara…

Sevilla, 6/II/06

Género y vida

Mujer: género y vida

Hasta aquí hemos llegado con tres situaciones diferentes de violencia de género: mujeres apalizadas (así se escribió), apaleadas y acuchilladas. El hombre fue detenido, en un pueblo de Sevilla, tras el ataque en este último caso, cerrándose la noticia cotidiana con la siguiente estadística: “con estas dos muertes, el número de víctimas en lo que va de año por la violencia machista se eleva a 12”.

Y surge la eterna pregunta: ¿qué puedo hacer yo ante esta realidad inexorable?, si eso es cosa de la justicia y de la policía, si nosotros no podemos hacer nada, si eso ha pasado siempre, sin son secretos de alcoba; además, si te metes, sales trasquilado…

No estoy de acuerdo con esa tranquilidad existencial. Sé que en este siglo de ausencia de valores, donde millones de personas están más interesadas en ver, oír y callar ante la violencia de género con intermediación generosa de entornos mediáticos (prensa, radio y televisión), por ejemplo, sobre la presunta “esquizofrenia paranoide” (utilización malvada de diagnósticos virtuales) de Raquel Mosquera, con declaración de su patología “interpretada” a los cuatro vientos, donde se explica con una crueldad maquiavélica que “ya se veía venir” y donde hasta los amigos tienen la oportunidad de vislumbrar la auténtica tragedia de una mujer “pública”, no es de extrañar que se oigan con total frialdad las doce noticias de muerte de mujeres a manos de sus parejas y sigamos desayunando o cenando como si no pasara nada. O lo compartamos, a lo sumo, en la barra del bar o mesa de trabajo, con compañeros, con comentarios jocosos y soeces sobre el “merecido” de determinadas mujeres.

Hasta aquí hemos llegado. Por mi parte voy a comprometerme a escribir en este cuaderno de bitácora (blog) con carácter continuado de compromiso, para hacer visible que aún es posible cambiar la situación, transformándola a través de las pequeñas cosas.

Pasen y vean.

Lunes cualquiera de una semana real, no imaginaria. Trabajo en sede pública, con funcionarios reales. Compromiso personal en la Administración. Delante de mí no voy a permitir ninguna licencia de mal gusto sobre el mal trato a la mujer, por lo que ocurrió ayer. Ni los chistes insultantes para su esencia y formas como persona. Ni la vejación por su tradicional preocupación por los hijos. Ni la falta de comprensión hacia su tiempo familiar, robándole minutos de su prisa justificada por volver a casa a estar con sus hijos, ni hacia su hora de lactancia. Las escucharé atentamente, las ayudaré a crecer como si fuera yo mismo, sin discriminación. No me reiré de la discriminación positiva en responsabilidades públicas, porque de otra forma estaremos perdiendo oportunidades de ser juntos. No utilizaré almanaques insultantes hacia la mujer. No pasaré por Internet y correo electrónico chistes y consideraciones impresentables sobre la mujer. No las gritaré. No repetiré la doble personalidad: vicios privados, públicas virtudes… No volveré a decir que “hablan como cotorras”. Y, por supuesto, ayudaré a desterrar del vocabulario machista aprendido en la infancia, expresiones tales como: mujer tenía que ser, de qué te quejas si no te falta de nada, más pueden dos tetas que dos carretas ó detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer (y después, su esposa, como diría Groucho Marx).

Por aquí podemos empezar. Luego vienen todos los días de la semana, el tedio y aburrimiento. Los fines de semana, donde hombres y mujeres nos vemos las caras. La realidad de los niños pequeños que nos exigen esfuerzos redoblados de compenetración y solidaridad con el tiempo ocupado y/ó libre para ser y/ó, desgraciadamente, solo tener. Las vacaciones, época muy triste para mujeres solas.

Podríamos formar, por tanto, una célula de arranque, bajo la denominación de “género y vida”, con carácter virtual, en la red, del que formáramos parte aquellas personas que creemos en el proyecto de que la mujer es una realidad de persona en el mundo sin más diferencia que las meramente anatómicas y fisiológicas que, por cierto, es patrimonio universal de cualquier ser inteligente. Posiblemente, llegará el día, como decía Saramago en el acto de nombramiento como hijo adoptivo de Granada, el pasado 3 de febrero, en el que las mujeres aplaudirán desde las aceras una manifestación de hombres -y solo hombres- proclamando la nueva realidad de las mujeres libres de la esclavitud ética, psíquica y social del machismo ibérico, demostrada por una violencia de género que suma y sigue como si no pasara nada en el cálculo de la muerte.

Y, perdonen, tal como escribía hace unos meses en la actitud rebelde frente a la oportunidad de ser más, con el ejercicio del voto, llegamos al final. Yo no quiero callarme, como aquellos lugareños (al final de la “Lengua de las mariposas”), presa del terror de la indecencia, ante la cordada. Tengo prisa, porque se agotan los billetes de los autobuses de la utopía de “género y vida” para la mujer, que salen de la estación de Andalucía.

Sevilla, 5/II/06