Estereotipo machista 6: «¡Buscad la mujer!»

Estoy leyendo en estos días, en los que por razones personales e intransferibles tengo que practicar sobremanera el arte de callar, empezar y acabar, un libro de gran valor historiográfico, Historia general de Al Ándalus, de Emilio González Ferrín. Paso páginas en un entorno muy especial, un hospital comarcal, en el que los silencios son cómplices de una microhistoria de andaluzas y andaluces que luchan por mejorar sus vidas, por estabilizar sus cerebros, por encauzar sus sentimientos y emociones. Y llegando a la página 65 me encuentro con una expresión, cherchez le femme, que constituye un claro exponente de estereotipo machista, a sumar a los cinco que comencé a analizar en julio de 2007 (Estereotipo machista 1: «las mujeres hablan como cotorras») y que animo a leer de nuevo. Esta expresión la utiliza González Ferrín para plantear de forma espléndida que todo está en perpetuo movimiento y que Al Ándalus es “hijo de su tiempo anterior y padre del posterior”, es decir, coincide con el hilo conductor de este cuaderno de derrota: el mundo solo tiene interés hacia adelante: “aquel célebre cherchez le femme -la machista exageración ilustrativa acerca de que en cada delito hay una mujer implicada de alguna forma- debe cambiarse por ¿qué hay más?, cada vez que afrontemos un supuesto conflicto religioso” (1).

les-mohicans-de-paris.jpg

Estando en esta dialéctica de viaje permanente de mi corazón a mis asuntos, he encontrado hoy una razón para escribir en mi cuaderno preferido sobre un estereotipo que aparece siempre detrás de muchas investigaciones sociológicas sobre la violencia de género. Parece que aquella frase de Alejandro Dumas, padre, ¡buscad la mujer!, que pone en boca del jefe de policía por nombre Monsieur Jackal (Il y a une femme dans toute les affaires; aussitôt qu’on me fait un rapport, je dis: “Cherchez la femme”: Hay una mujer en todos los asuntos; tan pronto como se me hace un informe, digo: ”¡Buscad la mujer!”) (2), resuena todavía en muchas cabezas de hombres mal-educados desde la perspectiva de género, dejando sombras de dudas y sospechas en la sórdida acción de cada mujer maltratada, ¡algo habrá hecho!, cada vez que conocemos que una mujer ha muerto a manos de sus parejas, maridos ó cualquier fórmula que se utilice para simbolizar la paradójica convivencia hombre-mujer.

Y es curioso constatar cómo la misma historia también ha elaborado socialmente una expresión de raíces poco claras desde el rol de mujer: detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer, con conflictos claros de los diferentes roles a desempeñar por cada una y por cada uno en la vida, sin admitirse todavía la inversión de los términos, es decir, las claras dificultades que existen para admitir socialmente que detrás de una gran mujer siempre hay un gran hombre [sic]. Es más, rizando el rizo genético y de las actuales investigaciones en neurociencias, en el cerebro de hombres y mujeres, se sabe ya a ciencia cierta (nunca mejor dicho) que en cada cerebro de hombre están presentes también las estructuras del cerebro de mujer (con un papel estelar de las hormonas y de los neurotransmisores), y viceversa, y que el desarrollo de las mismas es lo que nos hace inteligentes para resolver los problemas de rol femenino y masculino de todos los días.

Pero mientras que avanzamos en esta demostración científica, es decir, que en el cerebro del hombre también está presente el cerebro de la mujer, y viceversa, cherchez l´homme et le femme dans le cerveau, lo que todavía -por desgracia- parece como más acertado desde la perspectiva de este estereotipo machista por excelencia, es la interpretación que de esta frase nuclear hizo en su día Groucho Marx: “Detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer y, detrás de ella, su esposa”. Aunque solo le hubiera faltado decir: ¡que la busquen!…, como a su famoso niño de cuatro años, sabelotodo.

Y continúo con la lectura sobre Al Ándalus, ¿qué hay más?, buscando como Mario, el inteligente cartero de Neruda, la poesía de la vida, porque en este aquí y ahora “no es de quien la escribe, es de quien la necesita«.

Sevilla, 6/IV/2008

(1) González Ferrín, E. (2007). Historia general de Al Ándalus. Córdoba: Almuzara (2ª ed.), p. 63-65.
(2) Dumas, A. (1874). Les Mohicans de Paris (acto tercero, escena VI), en Théatre complet de Alexandre Dumas (Vol XXIV), París: Michel Lévy Frères, p. 103-104.

A %d blogueros les gusta esto: