Mañana celebro el tercer aniversario de mi primera salida a la búsqueda de islas desconocidas, mediante este cuaderno de derrota [sic], guardado celosamente en mi bitácora personal. Y deseo celebrarlo con todas y cada una de las personas que me han acompañado de mil formas en este apasionante viaje, contando con todas, con todos, a la hora de enfrentarme -en cuantas ocasiones he escrito en el blog- ante la famosa pantalla en blanco. Gracias.
Sigo entretejiendo una telaraña digital en torno a la divulgación científica de las estructuras del cerebro humano, de la inteligencia digital, porque estoy convencido que la Noosfera es la gran aventura por descubrir en toda su potencialidad.
Me “coge” este cumpleaños en alta mar, digital por supuesto. He iniciado este año una travesía que durará cuarenta y ocho meses, en un compromiso digital con la Administración de la Junta de Andalucía, en el área de Economía y Hacienda, que me parece fascinante. Cuando voy de mi corazón a mis asuntos y al revés, de vez en cuando y de cuando en vez, me pongo delante del teclado de mi querido ordenador ThinkPad y escribo para no perder el Norte de la vida, porque cuando me enfrento a las claves del “qwerty” disfruto en el encuentro con mi persona de secreto y haciendo partícipe de las investigaciones personales e intransferibles, con sentimiento y emociones, a cuantas personas se enrolan en esta nave (que va…), sabiendo que por paradojas de la vida voy subido también, a veces, en un Trans-Siberiano virtual, porque tengo que tocar puerto, suelo, la realidad de todo aquello que nos rodea tierra adentro, estación a estación, hasta llegar a un nuevo puerto de mar adentro y tomando conciencia de que no es fácil tomar el control de la máquina… Dialéctica en estado puro.
Y sólo me queda la palabra digital en esta “Isla desconocida”, que descubrí un día concreto de diciembre de 1998, mediante la contraprestación curiosa de mil pesetas que costaba el libro “El cuento de la isla desconocida”, destinadas íntegramente (sic, en negrita) a ayudar a los damnificados de Centroamérica a través de la Cruz Roja Internacional. Valor y precio. Sin confundirlos.
El viaje de la “Isla desconocida” que me regaló en el más puro anonimato su autor, José Saramago, no se me olvidará nunca. Gracias, a él. Fueron 43 pequeñas páginas que el 10 de diciembre de 2005, cuando registré este blog, aparecieron como por arte de magia en mi memoria a largo plazo como abriéndose paso, hoja a hoja, para tener un sitio preferente –intercaladas- en este cuaderno de derrota, en términos marinos. Quizá fuera porque siempre he insistido en mi vida que lo importante es viajar hacia alguna parte, buscándonos a nosotros mismos y, a veces, en compañía de algunas y algunos, los más próximos y cercanos. Al fin y al cabo, tal y como finalizaba el cuento de Saramago. Su compromiso.
Sevilla, 9/XII/2008
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