Benedetti y su buzón de tiempo


Mario Benedetti (recuperado de http://www.cervantesvirtual.com/boletines/general/79/p0000001.shtml, el 24 de mayo de 2009)

Mi cerebro no se quedó tranquilo cuando conoció y archivó la noticia de la muerte de Mario Benedetti, ocurrida el domingo pasado, 17 de mayo de 2009. Y era lógico porque conservo muchas neuronas que han reconocido la huella de Benedetti en mi corteza cerebral, en mi sistema límbico, en mis sentimientos, en mis emociones. Mario es un referente en años difíciles de España, cuando él me recordaba que el Sur también existe: pero aquí abajo/cerca de las raíces/es donde la memoria/ningún recuerdo omite/y hay quienes se desmueren/y hay quienes se desviven/y así entre todos logran/lo que era un imposible/que todo el mundo sepa/que el Sur también existe. Y día tras día, desde el lunes de mi agitada semana laboral, he buscado un hueco para recoger en este cuaderno vital una reflexión sobre una persona importante en mi vida, como signo de agradecimiento humilde desde un Sur que también quiso mucho.

He leído muchas palabras suyas. Las he interiorizado y he recordado una cita de Cicerón a la que profesaba gran estima: una carta no se ruboriza (Epistola enim non erubescit). Un post tampoco se ruboriza. El cerebro, en sí mismo, no se ruboriza. Solo pide auxilio a los sentimientos cuando la maquinaria perfecta cerebral atisba el sufrimiento humano. Y siempre queda el buzón de tiempo (1):

En el buzón del tiempo se deslizan
la pasión desolada /el goce trémulo
y allí queda esperando su destino
la paz involuntaria de la infancia /
hay un enigma en el buzón del tiempo
un llamador de dudas y candores
un legajo de angustia / una libranza
con todos sus valores declarados

En el buzón del tiempo hay alegrías
que nadie va a exigir / que nadie nunca
reclamará / y acabarán marchitas
añorando el sabor de la intemperie
y sin embargo / del buzón del tiempo
saldrán de pronto cartas volanderas
dispuestas a afincarse en algún sueño
donde aguarden los sustos del azar.

Quiero dar las gracias a Benedetti, al que la vida le ha regalado la posibilidad de afincarse en muchos cerebros de mujeres y hombres, entre los que me encuentro, a los que no nos importa soñar despiertos aún cuando nos aguardan muchos “sustos del azar”. Por esta profunda razón no muere, porque probablemente, con su muerte, solo ha dejado una brújula a los que le queremos, con la advertencia de que el norte es el sur y viceversa, a pesar del “relámpago de la memoria” que, a veces, ilumina los baldíos de nuestras conciencias sureñas.

Sevilla 24/V/2009

(1) Benedetti, M. (1999). Buzón de tiempo. Alfaguara: Madrid

Recordar y predecir (II)

Decía en mi post anterior, Recordar y predecir (I), dedicado a la memoria personal e intransferible, que “comienza ahora el esfuerzo denodado por hacernos profesionales de la predicción, si fuera posible, para refugiarnos paradójicamente en los mejores recuerdos, utilizando la memoria como el mejor recurso/escudo humano en el cerebro”. No era inocente esta reflexión, porque predecir es una aventura extraordinariamente humana, esencialmente compensatoria para el cerebro humano, según se demostró ya en investigaciones que se publicaron en 2004 en la revista Nature Neuroscience: “El cerebro humano reacciona a determinados movimientos externos antes de que se produzcan, según han comprobado neurólogos europeos. Estudiando el comportamiento de 22 voluntarios, han comprobado que la onda cerebral que rige los movimientos, conocida como potencial de preparación, se registra antes de que el movimiento sea observado, lo que explica las ventajas que en ocasiones algunos deportistas muestran sobre sus adversarios. Aunque la predicción no ha sido considerada como una forma de conocimiento, después de este experimento la cuestión queda planteada” (1).

El potencial de preparación (readiness-potential, RP) ha abierto unas posibilidades extraordinarias para comprender bien de forma antecedente “actos motores que han sido generados endógenamente de forma libre y caprichosa”, [… ] “Antes que el sujeto sea consciente de un deseo (moverse), el cerebro ha generado de forma inconsciente la programación del movimiento en cuestión” (2). La realidad experimental demuestra que el desfase “antecedente” se cifra en 800 milisegundos de promedio. Es decir, el cerebro va por delante de nuestra intencionalidad ó voluntad consciente ¡Qué debate tan interesante, por ejemplo, desde la ética de situación!, cuando el cerebro “creemos que decide” de forma instantánea y la ciencia neurológica nos demuestra que va más rápido el movimiento de la corteza cerebral que nuestra toma de conciencia personal e intransferible para la decisión que nos compromete la voluntad. Conclusión: las estructuras cerebrales van por delante de la voluntad, de la decisión humana. El cerebro no sabe, a veces, por qué ya estaba decidido todo por el conjunto de estructuras cerebrales que intervienen en estas decisiones, antes de que apareciera mi decisión ante la conciencia personal, ante los demás. ¡Qué paradoja, ante la presunta firmeza original de nuestras decisiones!.

Es obvio que el avance científico sobre la memoria predictiva sigue siendo de enorme interés para cuantos trabajamos en la ciencia neurocognitiva, en la inteligencia digital, a la hora de saber más sobre memoria y predicción. En este blog he hablado ya en bastantes ocasiones de esta tipología de memoria y basta que las personas que estén interesados en este estado del arte localicen los textos principales, a través del buscador o de la etiqueta (tag) “memoria predictiva”, entre los que destaco uno en particular: Camino de Sión, deconstruyendo ya el cerebro digital, sobre la intervención de un ponente, muy querido para mí, en una actividad científica que compartimos en 2007: “Y seguimos caminando hacia Sión, el templo del conocimiento. Supimos que el auténtico protagonista del encuentro era Jeff Hawkins, el autor del libro iniciático en estas lides investigadoras, Sobre la inteligencia [3], que tantas veces he citado en este cuaderno. Excelente y recomendable, para empezar. De obligado cumplimiento, diría yo. No te defraudará, como miembro que eres de la Noosfera digital. Supimos que la corteza cerebral es un mundo por descubrir, que tiene el tamaño de una servilleta desplegada, que su grosor es el de seis cartas de una baraja, y nos enseñó una cáscara de nuez por su similitud con la superficie rugosa del cerebro, su interior, afirmando rotundamente para quien lo quisiera escuchar que “el universo cerebro es una cáscara de nuez” [el tachado es original], la comparó con la orquesta cerebral que todos los días celebra un concierto sempiterno, con millones de partituras, y cerró su presentación con dos hipótesis: 1ª. ¿Es posible que el actual estado del arte digital pueda “copiar” la actividad desarrollada por la corteza cerebral?, 2ª. ¿Es posible jerarquizar los actuales avances científicos sobre la corteza cerebral para establecer la interoperabilidad de base digital (conectividad)?. Y cuando todos estábamos en la soledad sonora que obligaba a descifrar estos planteamientos, nos mostró solo tres siglas: HTM (Memoria Temporal Jerarquizada)”. Significa de forma muy sencilla que “la corteza aprende secuencias, su nombre y no los detalles, un patrón, otras inhiben entradas informativas para dejar paso a las que “interesan” a la corteza en ese momento, aquí y ahora, efectúa predicciones a partir de este “aprendizaje” y forma representaciones constantes o “nombres” para las secuencias. La neurona Bill Clinton. O el 11M. Y salió a relucir el “ingeniero informático”. Explicó la importancia de las estructuras jerárquicas –la jerarquía cortical- que se producen y los análisis correspondientes de sinapsis y dendritas actoras e inhibidoras, en conjunción las áreas visuales con las motoras (M) y auditivas (A). Cada una en su papel estelar”.

Hoy, solo he agregado una cuestión en discusión: el cerebro se adelanta a determinados acontecimientos y “decide” por nosotros. Esa es la cuestión. Predecir ha sido siempre una pre-ocupación muy humana. El Diccionario de la Real Academia así lo atestigua en pleno siglo XXI, al explicar (fijar) con brillo y esplendor el lema “predecir”, repartiendo juego divino y humano: (Del lat. praedicĕre). 1. tr. Anunciar por revelación, ciencia o conjetura algo que ha de suceder. El cerebro, mientras, “va tomando” las decisiones antes de que se anuncien por gracia divina, por investigación el laboratorio o por mera reflexión personal. Aunque, ¡ironías de la vida (¿de la ciencia infusa?)!, desde el siglo XVIII, en España, el Diccionario de Autoridades (1737) dejaba claro al Universo hispánico que predecir significaba “adivinar” y que tenía su “anomalía”, como se demuestra en esta enigmática frase recogida en el citado Diccionario al demostrar una clave de la predicción: la eterna felicidad (sic):

“¡Ay, triste (con la voz trémula) dijo,
Que esta desdicha muchos años antes
Tepolémo mi amigo me
predijo

Sin comentarios, antecedentes…

Sevilla, 10/V/2009

(1) Recuperado de: http://www.tendencias21.net/El-cerebro-humano-prefiere-predecir-antes-que-reaccionar_a474.html
(2) Giménez-Roldán, S. (2006). Interpretación neurobiológica de la histeria, en Histeria Una perspectiva neurológica. Elsevier-Masson: Barcelona, p. 65.
(3) Hawkins, J. y Blakeslee, S. (2005). Sobre la inteligencia. Espasa Calpe: Madrid.

Todas las revoluciones tienen su octava

CLAVEL EQUIVOCO
Clavel equívoco

Han pasado unos días sin pasear por las calles virtuales de Grándola, vila morena. Y es verdad que ese día, 25 de abril, tuve un recuerdo para la revolución de los claveles, también para Marcos, aquél joven propagador de buenas noticias (que tanta falta hace…), lo que luego se llamó “evangelio” y, lógicamente, para nuestro hijo al que decidimos ponerle un nombre programático, de los que no se deben olvidar nunca por lo que significan. Hoy me lo ha vuelto a recordar un amigo virtual en la Noosfera, eraser, al que gusta pasear también por calles revolucionarias, cuidadoso de cualquier detalle digital que conmueva conciencias adormecidas. Gracias eraser, porque ese recuerdo marquiano, ¿se podría decir así?, nos une a personas que no nos adormece el estado actual de la cuestión de vivir, existir, ser ó estar, ser ó tener. Es verdad: Marcos ó José Afonso.

Y Marcos, que después la Iglesia oficial lo declaró “santo”, a su pesar, me permite recordarlo en su octava, tal y como se decía en mi casa madrileña cuando el discreto encanto de la burguesía se había olvidado felicitar a alguien y pretendía siempre llegar a tiempo. Probablemente, porque no lo sentían de verdad. Al apearlo de la peana santa, Marcos es hoy símbolo de revolución humana, de los que pensamos que todavía es posible ser personas en su real medida, la que cada uno desea a pesar de los pesares. Es probable que a partir de este sentimiento de pertenencia, ya no necesitemos octavas, porque si la revolución interior siempre está viva, porque no nos deja estar tranquilos en el conformismo, no hace falta institucionalizarla. Se vive día a día. Sin octavas.

Sevilla, 2/V/2009