El Club de las Personas Dignas (IV): siempre mirando hacia adelante

Siempre adelante
Siempre hacia adelante
DAR YASIN (AP) | 25-11-2011
El ciclista, en medio de una espesa niebla, mira a cámara mientras no detiene su avance por una de las calles de Srinagar (India)

En estos días que transcurren con un sentimiento de desconcierto permanente ante noticias políticas y económicas, percibo un abatimiento colectivo entre los perdedores de las elecciones generales y en gran parte de las personas que me rodean, algunas con residencia política cercana al partido que ha ganado limpiamente en democracia, porque no se sabe dónde va a parar la traída y llevada crisis. Por otra parte, tengo una sensación que me preocupa constantemente y radica en la apreciación contrastada de que no va a haber mar suficiente para acoger a todas las personas que se tiran por la borda de los diferentes barcos que surcan los mares de la vida política y económica, porque dicen que no pueden más y que hay que buscarse otra vida.

La situación es muy crítica, no cabe duda alguna, pero creo que debemos parar un momento la moviola de la tristeza y abatimiento para reconsiderar actitudes personales, familiares, laborales y políticas, para enfrentarnos a una realidad incontestable, pero que debe contar con la aportación que cada una, cada uno, puede poner en su realidad propia y asociada, mirando siempre hacia adelante, como he querido simbolizar a lo largo de casi seis años en este cuaderno de bitácora, como símbolo y actitud activa que aprendí hace muchos años del mensaje y del autor que da título a este blog.

¿Dónde está la receta, para comprarla o el bálsamo de Fierabrás para beberlo y curar todas las heridas actuales en el cuerpo y en la mente? Sencillamente, no existen puntos de venta de estos productos mágicos, porque la revolución de la indignación activa está en el cerebro de las personas que deciden no arredrarse ante la situación adversa y seguir mirando hacia adelante, como el ciclista de la foto, avanzando en medio de la niebla espesa, con unas luces tenues que ayudan a seguir pedaleando, viviendo, trabajando, queriendo, enfrentándose de cara a la adversidad en cualquiera de sus manifestaciones. Porque la tentación de tirar la toalla y arrojarse al mar es una situación transitoria, dejando atrás compromisos y personas que necesitan manos amigas y cerebros inteligentes que luchen día a día por vencer el miedo escénico de seguir viviendo, saliendo a cubierta para dirigir la nave del alma que todos llevamos dentro, abandonando temporalmente la contramina mental y de trabajo duro, gris, que muchas veces desarrollamos, para gritar en cubierta, a cielo abierto, que no debemos abandonar los barcos en los que cada uno está enrolado, porque las creencias merecen la pena aferrarse a ellas, en cualquiera de las cuatro vertientes que un día, también muy lejano, aprendí de un gran hombre, José Ferrater Mora, en su precioso libro, El hombre en la encrucijada.

Decía el autor que necesitamos tener creencias, que no podemos vivir sin ellas, y a lo largo de las páginas de su tesis existencial demuestra que el mundo ha evolucionado hacia adelante gracias a que nuestros antepasados y muchas personas contemporáneas han tenido y tienen creencias en cuatro ámbitos, juntas o por separado da igual, de una forma u otra, da igual, pero siempre relacionadas con las Personas, la Naturaleza, Dios/dioses o la Sociedad. Así durante muchos siglos.

Las proyecciones de estas cuatro creencias las podemos poner nosotros, sobre todo los que creemos que el mundo solo tiene interés hacia adelante, con miras mucho más limpias y amplias que los inversores y planificadores que deciden en un piso 55 de una torre en Manhattan, por ejemplo, como pueden amargarle la vida al día siguiente, a millones de personas, mediante agencias de calificación, primas de riesgo y otras zarandajas, para decidir en muy pocos minutos y con la ayuda de ordenadores (¡qué realidad la del doble uso del poder de las tecnologías!), qué tipo de interés tiene que pagar ese mundo hostil, incrédulo, que para ellos no sabe hacer nada, no merece vivir, tal y como están las cosas y ¡que pague cara su torpeza…!

Nos necesitamos y juntos podemos hacer camino al andar, porque hoy no quiero dejar solo en su avance al ciclista de la foto, a las personas a las que quiero, a las creencias políticas que me siguen pidiendo que no abandonemos a los sin voz, a los que menos tienen, a los que llamamos torpes, a las personas pobres de todo: de espíritu y carne, a las personas que ejercen una política digna, a los que defienden que todos no somos iguales, a las personas que aún equivocándose están dispuestas a rectificar, a los que les preocupa el silencio de las minorías, a los que defendemos la sociedad del bienestar social, a los que quieren y desean dejar de estar intranquilos porque pierden ilusiones, dinero y puestos de trabajo, a los que tienen muy claro desde el punto de vista político que no es lo mismo trabajar por la defensa de derechos y deberes, que por la mera mercancía…

Porque la inteligencia humana, que nos une a todos y no está en el mercado libre, vence al miedo, al dinero, por muy poderoso caballero que sea. Es una maravillosa lección de la historia que han escrito las personas que hasta hoy nos acompañan en un largo viaje iniciado desde África, hace ya doscientos mil años.

Sevilla, 27/XI/2011

NOTA: pasa este post a las personas que estén interesadas en pertenecer a este Club virtual. A lo mejor se lo piensan dos veces antes de tirarse por la borda de su barco tocado…

Jornada de… democracia

PERICLES2

Quedan pocas horas para que finalice la jornada de reflexión. Estando cerca de la Noosfera, que tanto hace por la conectividad en democracia, aportando medios revolucionarios para encontrarnos y progresar en libertad, he vuelto a leer dos fragmentos extraordinarios de Pericles, un antepasado nuestro que hace más de veinticinco siglos sentó las bases de la democracia auténtica, incluso en tiempos difíciles, de crisis, como se traduce del contexto en que las pronunció y por el propio título que otorgó Tucídides a unas palabras conmovedoras: Discurso fúnebre de Pericles (495 a. C.- 429 a. C.). La Noosfera nos permite compartir conocimiento y teoría política, inteligencia digital en estado puro:

Capítulo 37. Tenemos un régimen político que no se propone como modelo las leyes de los vecinos, sino que más bien es él modelo para otros. Y su nombre, como las cosas dependen no de una minoría, sino de la mayoría, es Democracia. A todo el mundo asiste, de acuerdo con nuestras leyes, la igualdad de derechos en los conflictos privados, mientras que para los honores, si se hace distinción en algún campo, no es la pertenencia a una categoría, sino el mérito lo que hace acceder a ellos; a la inversa, la pobreza no tiene como efecto que un hombre, siendo capaz de rendir servicio al Estado, se vea impedido de hacerlo por la oscuridad de su condición. Gobernamos liberalmente lo relativo a la comunidad, y respecto a la suspicacia recíproca referente a las cuestiones de cada día, ni sentimos envidia del vecino si hace algo por placer, ni añadimos nuevas molestias, que aun no siendo penosas son lamentables de ver. Y al tratar los asuntos privados sin molestarnos, tampoco transgredimos los asuntos públicos, más que nada por miedo, y por obediencia a los que en cada ocasión desempeñan cargos públicos y a las leyes, y de entre ellas sobre todo a las que están dadas en pro de los injustamente tratados, y a cuantas por ser leyes no escritas comportan una vergüenza reconocida. 38. Y también nos hemos procurado frecuentes descansos para nuestro espíritu, sirviéndonos de certámenes y sacrificios celebrados a lo largo del año, y de decorosas casas particulares cuyo disfrute diario aleja las penas. Y a causa de su grandeza entran en nuestra ciudad toda clase de productos desde toda la tierra, y nos acontece que disfrutamos los bienes que aquí se producen para deleite propio, no menos que los bienes de los demás hombres.

[…]

Capítulo 40. Pues amamos la belleza con economía y amamos la sabiduría sin blandicie, y usamos la riqueza más como ocasión de obrar que como jactancia de palabra. Y el reconocer que se es pobre no es vergüenza para nadie, sino que el no huirlo de hecho, eso sí que es más vergonzoso. Arraigada está en ellos la preocupación de los asuntos privados y también de los públicos; y estas gentes, dedicadas a otras actividades, entienden no menos de los asuntos públicos. Somos los únicos, en efecto, que consideramos al que no participa de estas cosas, no ya un tranquilo, sino un inútil, y nosotros mismos, o bien emitimos nuestro propio juicio, o bien deliberamos rectamente sobre los asuntos públicos, sin considerar las palabras un perjuicio para la acción, sino el no aprender de antemano mediante la palabra antes de pasar de hecho a ejecutar lo que es preciso. Pues también poseemos ventajosamente esto: el ser atrevidos y deliberar especialmente sobre lo que vamos a emprender; en cambio en los otros la ignorancia les da temeridad y la reflexión les implica demora. Podrían ser considerados justamente los de mejor ánimo aquellos que conocen exactamente lo agradable y lo terrible y no por ello se apartan de los peligros. Y en lo que concierne a la virtud nos distinguimos de la mayoría, pues nos procuramos a los amigos, no recibiendo favores sino haciéndolos. Y es que el que otorga el favor es un amigo más seguro para mantener la amistad que le debe aquel a quien se lo hizo, pues el que lo debe es en cambio más débil, ya que sabe que devolverá el favor no gratuitamente sino como si fuera una deuda. Y somos los únicos que sin angustiarnos procuramos a alguien beneficios no tanto por el cálculo del momento oportuno como por la confianza en nuestra libertad.

Sevilla, 19/XI/2011

La vida no es un juego

He leído hoy un artículo, Hacer de todo un juego (1), que me ha sorprendido en su contenido, porque por deformación profesional se aproxima a una realidad cerebral que está presente en muchas vidas de personas que día a día ven en el juego una posibilidad para sentirse bien y para esperar un premio que le permita ser diferente, vivir en un estado de felicidad temporal, pero que puede llegar a justificar las miles de veces que se intenta ganar algo por sí mismo o a través de los otros, como puede ser el fútbol, tenis, baloncesto, ó a través de los videojuegos, ejecutando acciones, como matar virtualmente, de ética fronteriza.

Dice la autora del artículo que “nada nos gusta más que jugar. Al parecer, es la única forma de que nos pongamos en serio con ciertos asuntos. Así están las cosas en el mundo digital. Cuando alguna persona o institución asume tono de sermón y se dispone a dictar cátedra, solo se está asegurando el fracaso. A los dos minutos, aburridos, miramos a otro lado. Solo triunfa lo que se disfraza de ocio, lo que hace reír y, sobre todo, lo que no huele a obligación. Y tenemos buen olfato”.

Hoy es una realidad constatable que a semejanza del gran aserto de Pascal, vivimos en una dialéctica permanente entre compromiso y diversión. Pero hay que aceptar esa realidad, porque la experiencia infantil nos trae recuerdos alojados en la memoria de hipocampo, aquella que no se borra, dado que cuando éramos niños jugábamos sin descanso porque nos lo pasábamos muy bien. Y llega un momento en la vida en que cambiamos los cromos de la colección de cada uno, para encontrar nuevas posibilidades de juego, porque se ajusta a los siguientes patrones que están alojados en el cerebro de secreto: “acumulación de puntos, contrincantes difíciles, desafíos que una vez resueltos garanticen sensación de orgullo y vanidad”. El compromiso…, es otra cosa.

Lo que más me ha llamado la atención es la referencia a un nuevo paradigma en torno a esta realidad del juego permanente en la vida, denominado Gamificación (jueguización o juguetización) derivado de la palabra inglesa Gamification: “Críticos de la Gamification advierten que no es posible convertirlo todo en un juego y citan proyectos que buscaban reducir los costes sanitarios en Estados Unidos pagando a los pacientes por tomar un fármaco en lugar de otro, y que no funcionaron. Zicherman, convertido en el gurú de la Gamification y que ha acuñado el término funware para denominar el uso de estrategias de juego fuera de los juegos, predijo en el blog TechCrunch que en 10 años cada transacción comercial sería diseñada como un juego. “Conseguiremos puntos por completar a tiempo la declaración de la renta y pins virtuales por hacer un servicio público”.

Nace una realidad social que está cerca de nosotros en todos los ámbitos. Es un símbolo la proximidad de la Navidad, de la Lotería, donde millones de personas esperan alcanzar a través de un número mágico la solución a todos los problemas de la vida diaria, solo por haber crecido y abandonado los juegos de la infancia. Lo confirma la autora del artículo: “En palabras de Jene McGonigal, autora del libro Reality is broken: why games make us better and how they can change the world?, “jugar crea un sentimiento urgente de optimismo que protege de la depresión y crea la ilusión de haber conseguido algo”.

Necesitamos sentimientos y emociones urgentes de optimismo en un entorno muy complicado en el que estamos inmersos en estos días, pero solo creo en la realidad de la vida construida con patrones de sometimiento al principio de realidad, sabiendo que estamos en dialéctica permanente con el del placer. Y trabajando de forma muy activa como socio del Club de las Personas Dignas, donde la realidad diaria de la vida no se muestra precisamente como un juego, porque sin jugar nos está permitido ilusionarnos todos los días por haber conseguido progresos personales y sociales al comprometernos con aquello que, verdaderamente, nos hace felices en la ética cerebral que guía la inteligencia humana con los sentimientos y emociones personales e intransferibles. Que también existen como juego de necesidad, no de azar.

Sevilla, 13/XI/2011

(1) Vázquez, K. (2011, 13 de noviembre). Hacer de todo un juego, El País Semanal, 118s.

Los nuevos eruditos a la violeta

ERUDITOS A LA VIOLETA

El erudito, de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia, es el “hombre que solo tiene una tintura superficial de ciencias y artes”. Y una pequeña confidencia a propósito del lema: el tema que utilizo para escribir en este blog, se denomina “El erudito”, nacido en el conocimiento creativo de la empresa somadesign. Y sobre esta palabra voy a escribir hoy unas reflexiones que deseo contextualizar en los tiempos que corren.

En España se dedicó mucho tiempo en el siglo XVIII, por parte de escritores de la época, a comentar de forma más o menos ingeniosa, un fenómeno que sacudía la sociedad española contemporánea, siendo un referente sempiterno la sátira Los eruditos a la violeta (1772), escrita por José Cadalso y Vázquez de Andrade, un escritor andaluz nacido en Cádiz en 1741, contra un tipo de educación entonces frecuente: la erudición meramente superficial, debiéndose emplear especial atención al subtítulo puesto por su propio autor: «Curso completo de todas las ciencias, dividido en siete lecciones, para los siete días de la semana, publicado en obsequio de los que pretenden saber mucho estudiando poco». ¿Por qué la referencia a la violeta? Porque era uno de los perfumes preferidos por los jóvenes a la moda.

La advertencia del autor sobre los eruditos, que aporto para su conocimiento completo en una experiencia del programa “Verbo sonoro” de RTVE.es, refleja un sentir popular de rechazo a los supuestos sabios de la época, de cualquier época, de hoy, al señalar que en todos los siglos y países del mundo han pretendido introducirse en la república literaria [por qué no, política] unas personas ineptas, “que fundan su pretensión en tener cierto aparato artificioso de literatura”, palabrería pura que llamamos hoy, plagados de personas que opinan de lo divino y de lo humano, sin compasión alguna, cuando apenas han saludado los principios de la auténtica sabiduría. Y cada uno, cada una, que lo aplique en su ámbito personal, profesional y familiar.

Dos siglos y medio después, los autores de este tema, El erudito, explican por qué han preparado este diseño, partiendo de la base de que es un diseño de código abierto, entregado a la comunidad de blogueros y blogueras que piensan que el diseño y el contenido de un blog no es algo trivial, algo superfluo que solo pretende distraer o impactar a los visitantes sin más argumentos de fondo y forma. Es un tema dedicado a las personas que nos leen, como Vd., bastante lejos de métricas, clics, o aparato tecnológico de este cuaderno. Es decir, está dedicado a los que frecuentemente estamos solos ante el peligro, con una desnudez extrema ante el mundo, que no queremos solo distraer a los que nos leen, sino que en la clave que aprendí hace bastantes años de Ítalo Calvino (El arte de empezar y al arte de acabar), comprometido con lo que escribo, se me ofrece mejor que nunca el fenómeno de la página en blanco, donde tengo todas las posibilidades de decir todo o nada, pero por encima de todo que diga algo de forma especial.

Y ante la falsa erudición me acompaña siempre la constancia en el estudio, representada aquí, en este cuaderno, por la tipografía que se utiliza en este tema, El erudito, con clara alusión a la tipografía que lleva ese nombre Constantia, diseñada por John Hudson en 2003 tratándose de una romana muy hermosa y elegante, con un cierto toque caligráfico.

Cadalso ha aportado una dura reflexión sobre aquellas personas aparentemente cultas, sabias, con escaso conocimiento de todo lo que comentan y hablan, tertulianos archiconocidos, que solo viven de apariencias, llamando la atención sobre un hecho constatable para él, en tono satírico: siete días de la semana bien aprovechados pueden prepararnos para ser unos auténticos eruditos a la violeta, pero olvidándonos que construir un conocimiento auténtico de la vida, de las cosas y de los hechos que nos rodean, necesitan el tiempo que vivimos a diario y dedicados a estar cerca del conocimiento de lo que ocurre, en una sociedad que brinda hoy más que nunca muchas posibilidades de adquirirlos a través de la inteligencia digital, entendida como la capacidad de adquirir conocimientos, desarrollar habilidades y tomar decisiones, para enfrentarnos a los problemas de la vida, con la ayuda de las tecnologías de la información y comunicación. Con un fin muy concreto: ser más libres y vivir lejos de la falsa erudición que ni siquiera permite saludar de cerca a la sabiduría.

Sevilla, VI/XI/2011

El Club de las Personas Dignas (III): se debe pensar de forma diferente

El día que conocí la campaña de Apple, lanzada en 1997, que llevaba por título “Piensa diferente”, pensé que era muy importante utilizar la inteligencia personal e intransferible, creadora, de la que disponemos todas las personas, aunque fuera de forma diferente a los demás, con las consecuencias que suele acarrear este tipo de decisiones. Lo había aprendido ya de una cita muy fácil de recordar en el libro del Apocalipsis: 3, 14-16, el número pi que me había enseñado en Madrid mi maestra de toda la vida, Doña Antonia, que siempre está presente en mi persona de secreto:

3, 14. Al Ángel de la Iglesia de Laodicea escribe: Así habla el Amén, el Testigo fiel y veraz, el Principio de la creación de Dios.

3, 15. Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente!

3, 16. Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca.

Y la locución de la campaña de Apple, venía a decir lo mismo sobre la tibieza en la vida con unas palabras sobrecogedoras, que transcribo para no alterar su contenido primigenio:

Esto es para los locos. Los inadaptados. Los rebeldes. Los problemáticos. Los que no encajan en ningún sitio. Los que ven las cosas de otra manera.

No siguen las reglas. Y no tienen ningún respeto por lo establecido. Puedes alabarlos, puedes no estar de acuerdo con ellos, puedes citarlos, puedes no creer en ellos, glorificarlos o vilipendiarlos. Pero la única cosa que no puedes hacer es ignorarlos. Porque ellos cambian las cosas.

Ellos inventan. Ellos imaginan. Ellos curan. Ellos exploran. Ellos crean. Ellos inspiran. Ellos impulsan la humanidad hacia delante.

Quizás tienen que estar locos. ¿Cómo si no puedes enfrentarte a un lienzo vacio y ver una obra de arte? ¿O sentarte en silencio y escuchar una canción que nunca ha sido escrita? ¿O contemplar un planeta rojo y ver un laboratorio sobre ruedas?

Mientras algunos les ven como los locos, nosotros vemos genios.

Porque la gente que está lo suficientemente loca como para pensar que pueden cambiar el mundo, son los que logran hacerlo.

En los momentos que estamos atravesando en el país, viene muy bien apostar por este tipo de acciones que podemos compartir muchas personas, a través de la inteligencia conectiva que conforma la Noosfera, la malla pensante que conformamos los miembros del Club de las Personas Dignas, que no tiene infraestructura al uso, pero que seguimos pensando que las cosas pueden cambiar, eso sí, porque la gente que está lo suficientemente loca como para pensar que pueden cambiar el mundo, la sociedad cercana, la política, la crisis actual, la Administración Pública, el Gobierno Electrónico, son los que logran hacerlo. Porque el mundo solo tiene interés hacia adelante, como vengo demostrando a través de las 376 entregas de este cuaderno de inteligencia digital, que tú aprecias…, probablemente siendo una de las 339.841 personas que hasta las 20 horas y 45 minutos de hoy, han entrado desde 2007 a pasar páginas para leerlo y quedarse en la profundidad de la inteligencia creadora, supuestamente loca en determinadas ocasiones.

Escribí el 21 de agosto de 2009, que debíamos frecuentar la locura, bien entendido que “[…] que no es una señora con un gorro de puntas de las que cuelgan cascabeles, en un nuevo acto machista por asignación de este rol pérfido a la mujer. La locura puede ser entendida en su sentido más noble como la capacidad de alternar la crudeza de la vida diaria con el bienestar personal, mediante “lecturas especiales/ideales” de lo que está ocurriendo (1), aunque si la naturaleza humana no responde a las necesidades diarias, la gracia nunca puede presuponer lo que naturaleza no da (gratia non datur, natura dispensatur)”.

Sevilla, 1/XI/2011

(1) El escritor Alberto Manguel define así a un lector ideal, junto a otras muchas definiciones: “Robinson Crusoe no era un lector ideal. Lee la Biblia para hallar respuestas. Un lector ideal [de lecturas especiales] lee para encontrar preguntas” (los corchetes son míos).

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