Sevilla, 30/IX/2019
…Me bastó con dar un paso dentro de la muralla para verla en toda su grandeza a la luz malva de las seis de la tarde, y no pude reprimir el sentimiento de haber vuelto a nacer…
Gabriel García Márquez, Vivir para contarla, pág. 367
En la hora crepuscular, malva, tan querida por Gabriel García Márquez, comprendo bien un mensaje implícito en unos cuentos suyos preciosos, peregrinos: caminamos hacia alguna parte, aunque a veces vayamos del timbo al tambo, como desorientados por la incertidumbre de lo que nos pasa en la vida, para comprender lo que solo se puede alcanzar en una disciplina de silencio y de encuentro con nosotros mismos, para responder a situaciones, preguntas y fracasos humanos y sociales que no alcanzamos a entender nunca.
Inexorablemente, los días terminan apagándose lentamente y el otoño deja siempre un minuto atrás, día a día, quitándonos luz casi sin darnos cuenta. ¿Luz malva? Leo a Ángel González, en un poema dedicado al Otoño, Este cielo, un cielo muy concreto:
El brillo del crepúsculo,
llamarada del día
que proclama que el día ha terminado
cuando aún es de día.
El acorde final que,
resonante,
dice el fin de la música
mientras la música se oye todavía.
Este cielo de otoño,
su imagen remansada en mis pupilas,
piadosa moratoria que la tarde concede
a la débil penumbra que aún me habita.
En este cielo de otoño, de minutos robados a la luz, sigo dando vueltas de mi corazón a mis asuntos. Estamos viviendo momentos políticos muy delicados en este país, porque aunque algunos se empeñen en lo contrario, no todos vamos en el mismo barco. Suelo decir que navego casi siempre en patera, al lado de algún barco fletado para orientar a la “Isla Desconocida” de Saramago, una patera sin quilla, insegura, pero con Norte. Un barco en el que me suelo sentar en la amura de babor ideológico al que tanto quiero, porque no todas las ideologías son iguales, porque tampoco todas y todos somos iguales, porque no me da lo mismo lo que pasa cada día. Porque no todo es mercancía y mercado. Porque no hay que confundir valor y precio. Porque el otoño nos avisa con rigor que la luz como la nave de Fellini, se va.
No es lo mismo, no es lo mismo…, en una piadosa moratoria que la tarde concede
a la débil penumbra que aún me habita. De color malva, por supuesto.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.
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