Nuevas sonrisas y nuevas lágrimas

ERICH LESSING-2

Fotografía-postal, de Erich Lessing, entregada ayer, 31 de octubre de 2009, en la Sala de Exposiciones del Teatro de Aracena (Huelva)

En los tiempos que corren, de falta de respeto a la memoria histórica de nuestro país, que arrastra tanto dolor y silencio cómplice, en los días en los que se espera encontrar el cuerpo de García Lorca que no su alma, que ya está afortunadamente con nosotros, hago este pequeño homenaje simbólico a tanto esfuerzo de personas anónimas y de algunas autoridades comprometidas con dicho recuerdo existencial, al traer a nuestras memorias la obra de un fotógrafo experto en memoria histórica, al que se le otorgó en 1956 el premio American Art Editor’s Award, al retratar de forma directa las consecuencias dramáticas de la ocupación y revolución húngara.

He andado muchos caminos y he abierto muchas veredas en la trayectoria personal, como lección aprendida de Antonio Machado, cuando sigo haciendo camino en el andar de cada día. Ayer, en Aracena (Huelva), gracias a un fotógrafo excepcional, Erich Lessing, comprometido con la memoria histórica, y a una exposición suya de una obra escogida, bajo el patrocinio del Centro Andaluz de la Fotografía, relacionada con su actividad fotográfica durante el rodaje de excelentes películas, he recuperado de mi memoria de hipocampo muchos recuerdos de las sonrisas y lágrimas de la vida ordinaria, la que nos hace humanos de necesidad por mucho que multinacionales de la alegría facturada se esfuercen a diario en hacernos ver y entender que la vida es fácil si logramos algunas vez entender su chispa.

De toda la exposición me impactó mucho una fotografía de Julie Andrews, en un descanso del rodaje de “Sonrisas y Lágrimas”, que reproduzco en la cabecera de este post. Y pensé que Lessing quiso dejar para la posteridad la impronta real de la sonrisa en esa relación madre-hijo, en la lectura de una carta quizás imposible, como homenaje a esta necesidad, dado que en su caso, tuvo que emigrar desde Viena a Palestina a los 16 años, por la ocupación de Hitler, arrancándolo de su familia más cercana. Cuando regresó a Viena, en 1947, su madre ya había fallecido en el campo de concentración de Auschwitz.

En los tiempos actuales, en los que la memoria histórica busca abrirse paso con un esfuerzo a veces sobrehumano, se quiere negar a toda costa un principio ya demostrado científicamente: en el cerebro no es fácil borrar lo que algún día se grabó de forma consciente y con gran carga de sentimientos y emociones. Se sabe por los avances de las neurociencias que a pesar de los esfuerzos terapéuticos y farmacológicos, la memoria se suspende pero no se borra. Desgraciadamente, sí se sabe que se pierde completamente cuando el cerebro enferma, por ejemplo en un síndrome de Alzheimer desolador, entre otros vinculados con la senectud, que tanto hacen sufrir a las personas más cercanas de quienes los padecen.

La fotografía de Lessing me pareció extraordinariamente didáctica. La vida de cada una, de cada uno, que es lo más parecido a una película en blanco y negro, con la acromatopsia (1) ética que corresponda, permite descansos, para recuperar esos momentos que tanto nos reconfortan y que nos devuelven felicidad. Pero también sabemos que la dialéctica de las sonrisas y las lágrimas, permite apartarnos junto a una pared de la vida personal e intransferible, sentir el abrazo de los que nos quieren, aunque inmediatamente nos llamen mediante megafonía para seguir rodando, viviendo en definitiva, en la filmación jamás contada. Esa es la auténtica obra maestra, el extraordinario guión que está detrás, que nos entrega Lessing con la instantánea asociada de su cámara cerebral.

Sevilla, 1/XI/2009

(1) Acromatopsia: ceguera del color, enfermedad que no permite agregar a la óptica de la vida el color. Todo se ve siempre de color gris. Para comprender bien los efectos de esta enfermedad, recomiendo la lectura de un libro de Oliver Sacks, excelente, que tengo entre mis preferidos: La isla de los ciegos al color, editado por Anagrama en 1999. Ante una realidad tan sugerente, recuperaré la lectura que en su momento me sobrecogió tanto y la proyectaré en este cuaderno que registra ya tantas islas desconocidas: “experimentos de la naturaleza, lugares benditos y malditos por su singularidad geográfica, que albergan formas de vida únicas”, en frase del propio Sacks.

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