Breviario de elecciones generales (II)

SOLERIA ETICA

Sevilla, 30/X/2019

Publico hoy de nuevo el BREVIARIO DE ELECCIONES GENERALES 2019, que es la recopilación de artículos escritos antes de la campaña electoral del pasado 28 de abril en este cuaderno digital, en referencia a este evento transcendental para un país que sigue muy desordenado políticamente. A diferencia de lo que dijo de forma irónica Groucho Marx, «estos son mis principios: si no le gustan tengo otros», estos son mis principios electorales y les aseguro que no tengo otros. Lo que dije entonces sigue teniendo valor y vigencia en estos días, cambiando solo el espacio y el tiempo al haber pasado seis meses desde aquél momento y con una intrahistoria política de la que hoy no quiero acordarme.

Adelanto el Prólogo del mismo para comprender en su fondo y forma la justificación de entrega de nuevo a la Noosfera de estas palabras escritas con alma. Espero que lo compartan para que el tejido crítico pre-electoral crezca en razonamientos para participar activamente en esta recortada campaña electoral y en su momento transcendental: el depósito del voto responsable en la urna correspondiente.

Gracias anticipadas por comprender este mensaje y por navegar conmigo en la amura de babor (no inocente) de «La isla desconocida», el barco imaginario de Saramago que nos ayuda siempre a salir de nosotros mismos para compartir la vida con los demás, sabiendo que nada humano nos es ajeno.

BREVIARIO DE ELECCIONES GENERALES 2019

Prólogo

Hace más de dos mil años, Quinto Tulio Cicerón escribió un breviario para la campaña electoral (Commentariolum Petitionis) [1], en la que su hermano Marco aspiraba al consulado de la república de Roma, en el año 63 antes de Cristo, que finalmente ganó compartiéndolo con Gayo Antonio. Su gobierno, colegiado, duraba solo un año, alternándolo cada mes y asumiendo la más alta magistratura civil y militar. Es un libro precioso que sigue vivo en su fondo y forma, salvando lo que hoy haya que salvar (mutatis mutandis) en el contexto actual de las elecciones generales de 2019. Las consideraciones que contiene son perfectamente aplicables en estos tiempos tan modernos, porque tiene un hilo conductor entretejido en tres grandes principios que debía atender el candidato Marco: era un hombre nuevo (no tenía antecedentes sociales relevantes y tenía que saber utilizar esta condición), aspiraba al consulado (cargo de la máxima excelencia para gobernar la República) y “ésta es Roma”, es decir, debía conocer bien cómo era en su esencia el Imperio Romano, la Ciudad que tendría que gobernar: “una ciudad constituida por el concurso de los pueblos, en la que abunda la traición, el engaño y todo tipo de vicios, en la que hay que soportar las arrogancias, la obstinación, la envidia, la insolencia, el odio y la impertinencia de muchos. Creo que tiene que ser muy prudente y muy hábil el que vive rodeado de tantos hombres con vicios tan diversos y tan graves, para poder evitar la hostilidad, las habladurías, la traición, y para que una misma persona pueda adaptarse a tal variedad de costumbres, de discursos y de intenciones”.

En este marco histórico, actualizado, he recopilado unas consideraciones (en el sentido etimológico de breviario, epítome o consideraciones breves) ya publicadas en mi blog, El mundo sólo tiene interés hacia adelante, bajo el epígrafe de “Elecciones generales 2019”, una serie de once artículos publicados entre febrero y marzo de 2019, en el que he tratado a modo de breviario de campaña electoral, asuntos muy relevantes a tener en cuenta por los partidos políticos en liza y por sus líderes, con un hilo conductor ideológico y de creencia situado en la izquierda, no inocente, en la amura de babor de la embarcación imaginaria de Saramago en su Cuento de la isla desconocida. El breviario de campaña electoral que público recoge los siguientes principios: la construcción de grandes alamedas de libertad para que puedan pasear por ellas las personas libres, la dignidad de la izquierda por encima de todo y la elaboración de programas ajustados al principio de realidad; el aviso claro de que el Partido Abstencionista prepara ya su campaña, la defensa del sufragio de las personas discapacitadas y la imprescindible austeridad del gasto en las campañas electorales; la presencia en las mismas de los jóvenes como claro objeto de deseo electoral, la verdad política en los programas electorales y el aviso sobre un enemigo político que acecha siempre: la corrupción de la mente; la declaración prioritaria de políticas sociales y la ética del voto que, como la palabra, siempre nos queda.

Animo a leer estas reflexiones, a modo de breviario urgente para una campaña electoral transcendental para nuestro país, para que vuelva a normalizarse la vida “política” en el sentido más puro del término. Lo necesitamos como agua de abril, para recuperar serenidad suficiente que nos permita vivir con la libertad a la que aspiran las personas dignas. Esta es la razón que puede llevar a muchas personas indecisas a votar, como acto supremo en democracia, confiando en candidaturas dignas, porque todas no son iguales. Así lo decía Quinto a su hermano mayor Marco Tulio Cicerón en el breviario de referencia: “Cuentas con muchas personas, haz que sepan la importancia que les das. Si consigues que deseen apoyarte los que están indecisos, éstos te ayudarán mucho”. Porque los ciudadanos, es verdad, responsables importamos mucho.

Sevilla, 12 de abril de 2019, en el primer día de campaña electoral para las elecciones generales

[1] Cicerón, Quinto Tulio. Breviario de campaña electoral, 1993. Barcelona: Quaderns Crema.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.

El trencadís político en Cataluña

PARQUE GUELL

Sevilla, 19/X/2019

La rosa mudable, encerrada en la melancolía del Carmen granadino, ha querido agitarse en su rama al borde del estanque para que la vean las flores de la calle más alegre del mundo, la calle donde viven juntas a la vez las cuatro estaciones del año, la única calle de la tierra que yo desearía que no se acabara nunca, rica en sonidos, abundante de brisas, hermosa de encuentros, antigua de sangre: Rambla de Barcelona.

Federico García Lorca, A las floristas de La Rambla de Barcelona

Parafraseando una frase de Gaudí en relación con el trencadís, “A puñados se tienen que poner [las piezas rotas de cerámica], si no, no acabaremos nunca”, es decir, una forma de unir piezas rotas de cerámica de forma aleatoria, es urgente utilizar esta técnica como metáfora, salvando lo que haya que salvar, para unir de una vez por todas a las partes implicadas en el proceso catalán e intentar buscar la mejor argamasa para unir piezas rotas hoy pero que en un futuro pueden brillar en todo su esplendor. Trencadís político en estado puro, “porque si no, no acabaremos nunca con esta situación política de ruptura civil del pueblo catalán y, por extensión, de este pueblo con España.

He dedicado varios artículos en este cuaderno digital a la situación de Cataluña y siempre los he escrito en el ánimo ce construir y de no seguir echando leña al fuego, acción de la que tenemos políticos expertos en este país, auténticos pirómanos políticos sin mezcla de recato alguno para salvar esta ruptura de la gran vasija democrática catalana que, aun haciéndose añicos a veces, siempre se puede reconstruir con todas sus piezas aunque ya no todo sea lo mismo. Por esa razón aludo a algo autóctono, propio del arte en Cataluña, el trencadís, porque aprovecha hasta la última pieza rota de objetos anteriores para construir obras artísticas donde destaca la policromía de miles de piezas rotas que, en sí mismas y por separado no son nada, pero unidas por una argamasa especial, podría llamarse seny, las deja fijas para admiración de quienes las aprecian en su justo sentido.

Escribí hace dos años, en plena crisis de la declaración unilateral de independencia que “Cataluña necesita recuperar la seña de identidad del seny. Mi formación en el ámbito de la filosofía está en deuda permanente con José Ferrater Mora, que ahora rescato en lo afirmado por él en su obra Las formas de la vida catalana y referido a esta palabra: “El seny no excluye, sino que muchas veces postula, el atrevimiento y la osadía, todo lo que, desde cierto punto de vista, puede parecer insensato, pero que, visto desde el horizonte de la continuidad, se convierte en una actitud sensata. El auténtico seny no se limita a perseguir lo más accesible, las realidades cotidianas e inmediatas; el auténtico seny, podríamos decir el ideal del seny, es perseguir lo que es justo, conveniente y correcto, aunque esta persecución sea en algunos momentos la acción más insensata que se pueda imaginar”. Transcendental para comprender su auténtico significado hoy. Dice también Ferrater Mora que la escuela escocesa que ha estudiado el sentido común se centra en la concepción de Reid cuando afirma este autor que “hay un cierto grado de sentido que resulta necesario para convertirnos en seres capaces de leyes y de gobierno propio” (1). El antecedente del seny demuestra que este sentido (común) es como una especie de facultad regulativa que “nos permite fundar nuestros juicios sin caer en el escepticismo ni en el dogmatismo”.

Seny tiene su antónimo, rauxa, con una traducción impecable, arrebato. Leí hace unos días una referencia a esta dialéctica que me pareció extraordinariamente clarificadora en estos momentos: “La oposición entre ambos conceptos se populariza con Jaume Vicens Vives, quien escribe en Notícia de Catalunya, en 1954, que «Ser arrauxat es, precisamente, andar falto de seny, obedecer a impulsos emocionales, actuar según determinaciones repentinas. En estas circunstancias nos dejamos llevar por la pasión, sin sopesar las realidades ni mesurar sus consecuencias. Somos entonces los hombres de la llamarada y de las actitudes extremistas. Nuestro sentido de la ironía nos falla y salimos a la calle devorados por un exceso de presión sentimental. El arrauxament es la base psicológica de las acciones subversivas catalanas, la justificación histórica del todo o nada, la negación del ideal de compromiso y pacto dictada por la sensatez colectiva” (2).

Hay que recuperar sentido común, seny, para contrarrestar lo que está ocurriendo en estos días después de la publicación de la sentencia condenatoria de líderes políticos en Cataluña. No perdamos tiempo. Nos queda esa palabra para comprender que a través de ella nos podemos convertir en seres capaces de leyes y gobiernos propios. Todos, incluso más allá de Cataluña, sabiendo que el trencadís político, facilitado por la argamasa del seny, es la única vía de salida a un conflicto muy grave y que afecta a todo el territorio de un país llamado España.

 

NOTA: la imagen del Teatro Griego o Plaza de la Naturaleza del Parque Güell, en Barcelona, ha sido recuperada hoy de: https://parkguell.barcelona/es/el-park-guell/espacios-emblematicos/teatro-griego

(1) Ferrater Mora, José, Diccionario de Filosofía (4). Madrid: Alianza Editorial, 1980 (2ª ed.), pág. 2985.

(2) https://verne.elpais.com/verne/2017/10/10/articulo/1507620898_691178.html

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La fragilidad de vivir

DEDICATORIA MANUEL RIVAS

Sevilla, 16/X/2019

Manuel Rivas me ha devuelto la ilusión por romper silencios, leyendo una columna suya de cuyo título quiero ahora acordarme: Toda la fragilidad del mundo, dedicada a Oliver Laxe, un director gallego que hace cine de compromiso activo, que tanto aprecio: “Escribo sobre fragilidad después de conversar con Oliver Laxe. Él me habló de “cine frágil”. Y la palabra no se me va de la cabeza. La fragilidad de lo que surge fuera de un previsible canon comercial. Del cine indómito, no clonado, también en peligro de extinción. Pero “frágil” tiene un doble sentido. Un cine que quiere ser arte y no se sonroja al decirlo, no para idolatrar al “arte”, sino como “tabla de salvación”, como una “isla de lo sagrado”. Y lo consigue. Sus películas parecen filmadas en vidrio. Frágiles y duras. El vidrio solo se puede cortar bien con la punta del diamante. Sus personajes son también frágiles, muy humanos, pero con un nimbo que trasciende, con “un no sé qué de eterno”, que decía Van Gogh. Humildes y sublimes. Lo eran en Todos vós sodes capitáns (2010) y Mimosas (2016), premiadas en el Festival de Cannes, y lo son en especial en O que arde, la película que se estrena en España en estas fechas”.

Todo es frágil en un mundo que se rompe a pedazos. Y este loco mundo no está hecho para las personas de alma frágil, que no tiene que ver nada con la frase hecha de “seres de piel fina” que tanto incomoda a los que hacen de la mala educación su bandera de personas hechas y derechas. Lo dice Rivas de forma magistral: “Lo duro es constatar tanto espacio de fragilidad. La fragilidad en que vive gran parte de la infancia, con hambre y enfermedades de la edad de la peste. La fragilidad de tantas personas que viven al día. La fragilidad de los que tienen que alquilar su trabajo por horas y a un precio irrisorio, digamos un dólar por hora, sean las manos en talleres sórdidos o el cerebro para los gigantes tecnológicos. La fragilidad máxima de los inmigrantes y refugiados en ruta, en pateras por mar o siguiendo los osarios que jalonan los desiertos. La fragilidad de las periodistas que apuestan la cabeza por contar la verdad en la geografía del miedo, donde gobierna el neofeudalismo y la economía criminal”.

La palabra “fragilidad” es ambigua en el diccionario de la Real Academia Española, tomada como “cualidad de frágil”, entendiendo frágil en sus cuatro acepciones, siempre como adjetivos: “1. Quebradizo, y que con facilidad se hace pedazos; 2. Débil, que puede deteriorarse con facilidad. Tiene una salud frágil; 3. Dicho de una persona: Que cae fácilmente en algún pecado, especialmente contra la castidad; 4. Caduco y perecedero. Tiene una historia, como palabra, muy vinculada a la moral más estricta y caduca que podamos pensar, como lo atestigua su primera aparición en el Diccionario de Autoridades en 1732: “En lo moral se toma por la propensión que la naturaleza humana tiene en caer en lo malo”. Sin comentarios.

Vuelvo a la lectura de libros útiles, que me reconforta en medio de tanta fragilidad. Abro las primeras páginas de un libro de Manuel Rivas que tengo como de cabecera, ¿Qué me quieres amor? y me recreo viendo la dedicatoria que nos hizo en una visita a Sevilla en 2016, con una propuesta deslumbrante para tiempos frágiles: puso título a un libro que tengo que escribir sin falta, Por el derecho a soñar, que no olvido a pesar de la fragilidad que me rodea y que, a veces, me destroza el alma.

 
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Elogio del silencio

HISTORIA DEL SILENCIO

Sevilla, 4/X/2019

Solo se debe dejar de callar cuando se tiene algo que decir más valioso que el silencio

Abate Dinouart, Principio 1º, necesario para callar.

Siempre me encuentro cómodo cuando estudio el Renacimiento, sobre todo cuando tengo la sensación de que me he equivocado de siglo. Esa es la razón por la que rastreo cualquier ensayo sobre este siglo tan querido por mí, el XVIII, descubriendo recientemente una publicación muy cuidada por la editorial Acantilado, que tanto aprecio, Historia del silencio, escrita por Alain Corbin, que lleva un título programático para abordar una historia del silencio como realidad que va más allá que definirlo escuetamente como “ausencia de ruido”: “El silencio no es sólo ausencia de ruido. Casi lo hemos olvidado. Las referencias auditivas se han desnaturalizado, han perdido fuerza, han perdido su sacralidad. El miedo y aun el horror suscitados por el silencio se han vuelto más intensos. En otros tiempos, los occidentales apreciaban la profundidad y los sabores del silencio. Lo consideraban como la condición del recogimiento, de la escucha de uno mismo, de la meditación, de la plegaria, de la fantasía, de la creación; sobre todo, como el lugar interior del que surge la palabra. Desgranaban las tácticas sociales del silencio. La pintura, para ellos, era palabra de silencio” (1).

No es la primera verdad que escribo sobre el silencio en este cuaderno de búsqueda incesantes de islas desconocidas, donde habitualmente se vive en silencio, una realidad deseada y deseante en este loco mundo. Lo he vinculado casi siempre con el arte de callar, en un mundo de charlatanería continua que nos invade por tierra, mar y aire, imprescindible en este tiempo de vocerío, tertulias en el reino mediático de la opinión, falta de teoría crítica y donde todo el mundo se anima a publicar un libro o artículos vacuos sin compasión alguna hacia los demás, donde el striptease personal más vergonzante hace estragos en los medios de opinión. Tengo siempre a mano “El arte de callar” (2), un libro muy recomendable que escribió hace siglos el abate Joseph Antoine Dinouart, donde aprendí a practicar el silencio como arte sublime, porque solo se debe dejar de callar cuando se tiene algo que decir más valioso que el silencio (Principio 1º, necesario para callar).

Hoy he sentido la necesidad de romper mi silencio habitual para compartir en alta voz digital esta novedad bibliográfica, que no está en la lista de best seller programados por la gran maquinaria editorial de mercado que hace estragos a diario, porque creo que debemos compartir el arte de descubrir silencios en nuestros alrededores. Porque existen. Sigo leyendo el extracto publicado, en el capítulo que aborda la relación del silencio con la intimidad de los lugares: “Hay lugares de privilegio donde el silencio impone una sutil omnipresencia, lugares en los que podemos escucharlo de manera especial, lugares donde, con frecuencia, el silencio aparece como un ruido delicado, leve, continuo y anónimo; lugares a los que se aplica el consejo de Valéry: «Escucha ese fino ruido que es continuo y que es el silencio. Escucha lo que se oye cuando nada se hace oír»; ese ruido «lo abarca todo, esa arena del silencio… Nada más. Esa nada es inmensa al oído». El silencio es una presencia en el aire. «El silencio no se ve y sin embargo está manifiestamente ahí; se extiende a lo lejos y aun así lo tienes cerca, tan cerca que lo sientes como tu propio cuerpo», escribe Max Picard” (3).

El silencio se confunde con la soledad, aunque no es lo mismo. Pasa como en los tiempos que corren, donde en todos los terrenos sociales, políticos, empresariales, universitarios, familiares, nos esforzamos en hablar porque nos aterra la soledad. Quizá porque cuando el chimpancé dio el salto a la humanización se dio cuenta de que después de tantos años era necesario un primer motor inmóvil (Aristóteles), algunos lo llaman Dios o deidad, que justificara la puesta en marcha de la maquinaria del mundo y que permitiera a las células controladas por el cerebro articular sonidos estructurados de necesidad y deseo consciente para que nos entendiéramos. Lo escribí hace ya muchos años en torno al silencio que necesita todos los días el cerebro. Si algo califica de humanidad a la mujer y al hombre es la capacidad de comunicarse. A pesar de los tiempos que corren que incluso nos impiden mirarnos a la cara para decirnos algo. Sin ruidos, en silencio.

(1) Extracto del Preludio de Historia del silencio: http://www.acantilado.es/wp-content/uploads/Extracto-Historia-del-silencio.pdf

(2) Dinouart, A. El arte de callar, Madrid: Siruela, 2003, p. 53 (4ª ed.).

(3) Corbin, Alain, Historia del silencio, Barcelona: Acantilado- Quaderns Crema, 2019, p. 9.

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Otoños / La generación Cafrune

Sevilla, 2/X/2019

Pertenezco a la generación que oía diariamente a Jorge Cafrune, solo o acompañado por la tutela del Régimen, sobre todo una canción, No soy de aquí ni soy de allá:

No soy de aquí ni soy de allá
No tengo edad ni porvenir
Y ser feliz es mi color de identidad

Cantábamos con coros llenos de alegría por alcanzar la libertad en un país imposible. Hoy, cuando finalizo esta serie dedicada a Ángel González, abro el libro de sus poemas dedicados a los Otoños y leo el último dedicado a la identidad libertaria, Aquí o allí, como un testamento vital al formar parte de su último libro:

Quién es el que está aquí, y dónde:
¿dentro o fuera?

¿Soy yo el que siente y el que da sentido
al mundo?
¿O es el secreto corazón del mundo
-remoto, inaccesible-
el que me da sentido a mí?

Qué lejos siempre entonces ya de todo,
incluso de mí mismo;
qué solo y qué perdido yo,
aquí o allí.

No la toco ni la interpreto más, porque así es la poesía de Ángel González, su vida. Un ejemplo para no olvidarlo. Vuelvo a escuchar a Cafrune porque me sirve para seguir luchando por la libertad compartida no siendo de aquí o de allá, solo y perdido en un mundo diseñado por el enemigo, siguiendo la palabra sabia de Juan Cobos Wilkins, un poeta entrañable que conoce bien el corazón de la tierra.

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Otoños / Resquicios de melancolía

Sevilla, 1/X/2019

Otoño es un mes propicio para la melancolía. Estudié esta realidad psicológica durante mis años de juventud, donde la vivía como algo muy distante en el tiempo. Hice trabajos de investigación sobre esa realidad que va y viene muchas veces a lo largo de la vida. La pérdida de la luz, cada día un minuto por ahora, hace que el tiempo de esplendor lumínico se acorte y todo se prepara para recibir el invierno y su cruda realidad.

El otoño de nuestras vidas es un libro escrito en la memoria de secreto. Decir otoño es decir algo que solo se aprende de la naturaleza: las hojas caen, el frío aparece como por ensalmo, el tiempo se acorta para disponer de luz aunque la llevemos dentro y la lluvia aparece y se ausenta peligrosamente a capricho del cambio climático ordenado por el ser humano.

Ángel González cuenta que nació en 1925: “El escenario y el tiempo que corresponden a mi vida me hicieron testigo de innumerables acontecimientos violentos: revolución, guerra civil, dictaduras. En muy pocos años me convertí, de súbdito de un rey, en ciudadano de una república y, finalmente, en objeto de una tiranía. Regreso, casi viejo, a los orígenes, súbdito de nuevo de la misma Corona. Me acostumbré muy pronto a quejarme en voz baja, a maldecir para mis adentros, y a hablar ambiguamente, poco y siempre de otras cosas; es decir, al uso de la ironía, de la metáfora, de la metonimia y de la reticencia. Si acabé escribiendo poesía fue, para aprovechar las modestas habilidades adquiridas por el mero acto de vivir”. Quizá, al leer su poema Estampa de invierno, formando parte de uno de sus Otoños, comprendo perfectamente que su memoria esté desquiciada:

Mientras yo en mi yacija como es debido yazgo
arropado en las mantas y las evocaciones
de días más luminosos y clementes,
por no sé qué resquicio de mi ventana entra
un cuchillo de frío,
un gris galgo de frío
que se afana en mis huesos con furia roedora.

No es de ahora, ese frío.
Viene desde muy lejos:
de otras calles vacías y lluviosas,
de remotas estancias en penumbra
pobladas sólo por suspiros,
de sótanos sombríos
en cuyos muros reverbera el miedo.

(En un lugar distante,
trizó una bala
el luminoso espejo de aquel sueño,
y alguien gritaba aquí, a tu lado.
Amanecía.)

No.
No está desajustada la ventana;
la que está desquiciada es mi memoria.

Hoy, en mi otoño particular, he recordado también las ventanas desvencijadas de mi vida y me he dado cuenta de que el frío que ha entrado en determinados momentos y que he pasado en algunos otoños vividos, son los de la soledad sonora que rodea nuestros pasos, poniendo a funcionar la moviola de la intrahistoria de cada uno. Sobre todo la de aquella absurda guerra civil que tanto afectó a mi familia. La que recordaba perfectamente Ángel González en su trayectoria vital, en este poema. No ha sido fácil en este país haber vivido una conversión, no paulina en la forma de ser y estar en el mundo, siendo sucesivamente súbdito de un rey, ciudadano de una república y, finalmente, en objeto de una tiranía. Memoria, bendita memoria que se abre hueco a veces en el canto triste de la melancolía.

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