Vivo en el Sur, el Norte del mundo, de mi país

Al-Idrisi, Mapamundi perteneciente a la Tabula Rogeriana (i) / América invertida, dibujo de Joaquín Torres García, 1943, Museo Juan Manuel Blanes, Montevideo (d).

Sevilla, 13/VI/2023

Aprendí de la voz de Mario Benedetti, hace ya muchos años, que debía tomar conciencia de que el Sur también existe en el mundo, aunque el Norte seguía haciendo de las suyas desde que el mundo es mundo, […] con sus predicadores / sus gases que envenenan / su escuela de chicago / sus dueños de la tierra / con sus trapos de lujo / y su pobre osamenta / sus defensas gastadas / sus gastos de defensa / con su gesta invasora / el norte es el que ordena […]. Después, supe a través de Luis Cernuda, el poeta universal nacido en Sevilla, en un artículo publicado en 1931 sobre “José Moreno Villa o los andaluces en España”, que “Andalucía, ya se sabe, es el Norte de España; pero no la busquéis en parte alguna, porque no estará allí. Andalucía es un sueño que varios andaluces llevamos dentro”. Es una metáfora preciosa basada en la actitud transformadora del aquel poeta malagueño, olvidado por muchas personas instaladas en el síndrome del Sur o que sufren el complejo territorial español de nuevo cuño, por mucho que Mario Benedetti se esforzara en resaltar las virtudes de esta localización privilegiada.

Lo que no conocía es que hace no sólo años, sino siglos, un geógrafo, botánico y polígrafo de origen andalusí, concretamente malagueño y nacido en Ceuta, Al-Idrisi (1100-1165), tal y como lo cuenta Eduardo Galeano en su obra Patas arriba. La escuela del mundo al revés, hizo una interpretación invertida del Universo: En el siglo doce, el geógrafo oficial del reino de Sicilia, Al-Idrisi, trazó el mapa del mundo, el mundo que Europa conocía, con el sur arriba y el norte abajo. Eso era habitual en la cartografía de aquellos tiempos. Y así, con el sur arriba, dibujó el mapa sudamericano, ocho siglos después, el pintor uruguayo Joaquín Torres García. Nuestro norte es el sur, dijo. Para irse al norte, nuestros buques bajan, no suben. Si el mundo está, como ahora está, patas arriba, ¿no habría que darle vuelta, para que pueda pararse sobre sus pies?

Hoy, un día después de haberme desvinculado de la suscripción al diario El País, descubro en él, de nuevo, en abierto (todos los trabajadores y colaboradores no son iguales…), una columna de mi admirada escritora Irene Vallejo , Ser sur, en la que recoge esta visión tan peculiar del mundo que ya imaginó Al-Idrisi y que más tarde dibujó Joaquín Torres García: “El sur se ha convertido en categoría ideológica, más que cartográfica, el modo en que los centros de poder describen la periferia. En rigor, todas las posiciones son relativas: cada lugar es a la vez norte, sur, este y oeste, dependiendo de dónde se sitúe quien observa. Pero predomina el punto de vista septentrional, y hasta el lenguaje expresa preferencias: “Perder el norte” es sinónimo de conductas erráticas y desvaríos. Ahí nace el tópico de ese sur que disfruta ventajas no ganadas —el sol, el clima, la exuberancia— y sufre penitencias merecidas —pobreza, emigración—. Sin embargo, en un planeta esférico no hay un arriba y un abajo, ni superioridad o inferioridad. Todos los puntos son iguales. No existe ninguna razón científica para ubicar el norte por encima del sur, más allá de la mirada de los exploradores europeos. La historia explica mejor que la geografía las coordenadas de nuestros prejuicios”.

Andalucía, la del Sur, la que siempre está presente en estereotipos del Norte, también del mundo guiri, tiene a veces un serio problema con su pasado porque suele olvidar habitualmente lo que es meritorio y digno. Es el caso de José Moreno Villa, poeta, articulista, crítico, historiador de arte, documentalista, dibujante y pintor español, citado anteriormente y a quien casi nadie conoce, como ejemplo de otro andaluz extraordinario que hizo de la poesía un arte para vivir y convivir en este país, más allá de los complejos del Sur. Lo leí en cierta ocasión en un artículo muy interesante de James Valender, publicado por la revista “Residencia de Estudiantes”: “En 1957, en sus Estudios sobre poesía española contemporánea, Luis Cernuda publicó unas duras palabras sobre la suerte que, según él, le esperaba a la obra poética de Moreno Villa: «La pobreza, la ignorancia, la indiferencia de nuestro ambiente literario han hecho que este poeta sincero y tan auténtico no recibiera nunca la atención que por lo menos merece. Y en cuanto a esperar que las generaciones venideras enderecen la injusticia cometida en su caso, sería esperar demasiado; entre nosotros la literatura no tiene, cuando la tiene, sino actualidad». Ha llegado el momento para que tal triste profecía quede por fin desmentida” (1), porque es verdad que “Andalucía, ya se sabe, es el Norte de España; pero no la busquéis en parte alguna, porque no estará allí. Andalucía es un sueño que varios andaluces llevamos dentro”.

Irene Vallejo lo explica muy bien en su artículo, cuando ensalza el resurgir del sur, con el encanto que Al-Idrisi, Luis Cernuda, José Moreno Villa o Joaquín Torres García, entre otros ensalzadores del Sur, lo hicieron desde que el mundo es mundo, según cuenta la historia: “El artista uruguayo Joaquín Torres García desafió en 1943 los preceptos cartográficos y mentales con su dibujo América invertida, donde la Patagonia apunta, como una cúspide, hacia arriba. Escribió: “Ahora le damos la vuelta al mapa, y así tenemos una idea verdadera de nuestra posición. El sur es nuestro norte”. Revolucionando el atlas, José Saramago imaginó en La balsa de piedra la península Ibérica como isla flotante rumbo a Sudamérica. La rebelde Mafalda, ante el globo terráqueo, se preguntaba qué habrán hecho ciertos pobres sures para merecer ciertos nortes. No olvidemos que esos territorios vilipendiados inventaron el alfabeto, la democracia y las constituciones, la moneda, la historia, el teatro, la filosofía y la física, la ciudadanía y el derecho internacional, innumerables corrientes artísticas, el realismo mágico, una cierta sabiduría en el vivir. Para la escritora Adelaida García Morales, El sur era el lugar anhelado, la promesa de otro mundo posible. Frente a magas y agravios, necesitamos como Odiseo antídotos que desafíen los apodos de la piara. No hay esquinas en una esfera, ni existen en este planeta lugares “suralternos”: aún queda soñar y navegar rumbo al resurgir del sur”.

Cuando leía la referencia de Irene Vallejo a la película de Víctor Erice, El Sur, según el guion de Adelaida García Morales, leído por mí en varias ocasiones precisas, he recuperado también de mi memoria de secreto la admiración por aquella obra cinematográfica de gran calado emocional, porque siendo un niño andaluz en Madrid, toda mi ilusión era volver un día a esta tierra, soñando que volvería al Sur, navegando, como dice ella, rumbo al resurgir de esta Comunidad, a la que tanto quiero.

(1) http://www.residencia.csic.es/bol/num6/valender.htm

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

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