No depende todo del color con el que el mercado nos obliga a mirar la vida

Victoria Finlay, Color

Y es que en el mundo traidor
nada hay verdad ni mentira;
todo es según el color
del cristal con que se mira.

Ramón de Campoamor (1817-1901), en Las dos linternas, 1846.

Sevilla, 20/VIII/2023

Aprendí hace ya muchos años, al aproximarme a la psicología del color, que éste proyecta siempre un acorde cromático, entendido como la asociación del mismo a un determinado efecto, promovido siempre por el sistema límbico, es decir, los sentimientos y las emociones, demostrando que el color no tiene una presencia inocente en nuestras vidas: “Ningún color aparece aislado; cada color está rodeado de otros colores. En un efecto intervienen varios colores -un acorde de colores-. Un acorde cromático se compone de aquellos colores más frecuentemente asociados a un efecto particular. Los resultados de nuestra investigación ponen de manifiesto que colores iguales se relacionan siempre con sentimientos e impresiones semejantes. Por ejemplo a la algarabía y a la animación se asocian los mismos colores que a la actividad y la energía. A la fidelidad, los mismos colores que a la confianza. Un acorde cromático no es ninguna combinación accidental de colores, sino un todo inconfundible. Tan importantes como los colores aislados más nombrados son los colores asociados. El rojo con el amarillo y el naranja produce un efecto diferente al del rojo combinado con el negro o el violeta; el efecto del verde con el negro no es el mismo que el verde con el azul. El acorde cromático determina el efecto del color principal (1). Sin ir más lejos, estamos asistiendo en estos días al efecto «Barbie», en el que el rosa se demuestra que no fue, no es, ni será inocente en la vida de los niños y niñas del globo terráqueo.

Cada año nace un nuevo color gracias al mercado, no al arte, ni a la cultura en general, con una marca que todo lo puede, Pantone, que lo único que hace es adaptar el mercado a estas circunstancias, por llamarlas de alguna forma, convirtiéndose el color, como casi todo, en mercancía. Los colores ya no contienen palabras sino números y códigos complejos, aunque desde 2000 la multinacional Pantone elige un “color del año”, al que siempre le pone un nombre, pero desde una óptica estrictamente mercantil. Sin ir más lejos y al igual que en años anteriores, a los que personalmente he dedicado artículos en este cuaderno digital, Pantone escogió para este año el Viva Magenta (PANTONE 18-1750), que se presentó por parte de Leatrice Eiseman, Directora Ejecutiva del Pantone Color Institute, con palabras “cautivadoras”, eso sí con números por delante para garantizar la gama cromática de sus famosos abanicos de colores: “En esta era de la tecnología, buscamos inspiración en la naturaleza y en lo que es real. PANTONE 18-1750 Viva Magenta desciende de la familia de los rojos y se inspira en el rojo de la cochinilla, uno de los tintes más preciados pertenecientes a la familia de los tintes naturales, así como uno de los más fuertes y brillantes que el mundo ha conocido. Arraigado en lo primordial, PANTONE 18-1750 Viva Magenta nos reconecta con los materiales elementales. Invocando las fuerzas de la naturaleza, PANTONE 18-1750 Viva Magenta cubre nuestro espíritu, ayudándonos a construir nuestra fuerza interior”.

VIVA MAGENTA, Pantone, Color del Año 2023

Tampoco se quedan atrás otras palabras dedicadas por la empresa a esta llegada de este color del año 2023: “Viva Magenta 18-1750, vibra con brío y vigor. Es un tono arraigado en la naturaleza que desciende de la familia del rojo y expresa una nueva muestra de fuerza. Viva Magenta transmite valentía y audacia y es un color palpitante cuya exuberancia promueve una celebración alegre y optimista, que esculpe una nueva narrativa”. Este Color del Año 2023 “es vigoroso y fortalecedor. Es un nuevo rojo animado que se regodea en la alegría pura, que fomenta la experimentación y la autoexpresión sin restricciones, un tono electrizante y sin límites que se manifiesta como una declaración de principios. PANTONE 18-1750 Viva Magenta da la bienvenida a todos con brío por la vida y espíritu rebelde. Es un color audaz, lleno de ingenio e inclusivo”.

Esta dialéctica capitalista, a cada color un número y menos palabras, aunque todas estudiadas por expertos consultores de marketing, es la que ha intentado resolver la escritora Victoria Finlay en una publicación muy interesante, Color, analizando los orígenes de una de sus partes esenciales, la denominación primitiva de los colores, antes de que llegara el poderoso caballero don dinero a ellos y lo convirtiera todo en mercancía pura y dura, cuya sinopsis de la editora nos atrae como por ensalmo: “En este cautivador viaje a través de los colores de la paleta de un artista, Victoria Finlay nos lleva a una apasionante aventura alrededor del mundo y a través de los tiempos, desentrañando cómo los colores que elegimos han determinado la historia de la propia cultura. ¿Cómo viajó el preciado color azul ultramar desde las remotas minas de lapislázuli de Afganistán hasta el pincel de Miguel Ángel? ¿Cuál es la relación entre la pintura marrón y las antiguas momias egipcias? ¿Por qué Robin Hood vestía de verde de Lincoln? Finlay explora los materiales físicos que colorean nuestro mundo, como los minerales preciosos y la sangre de los insectos, así como los significados sociales y políticos que el color ha tenido a lo largo del tiempo. Los emperadores romanos solían llevar togas teñidas de un color púrpura que se fabricaba con un oloroso marisco libanés, lo que probablemente significaba que su olor les precedía. En el siglo XVIII, el tinte negro se hacía con palo de Campeche, que crecía a lo largo de la Tierra Firme. Algunas de las primeras plantaciones de índigo fueron iniciadas en América, sorprendentemente, por una chica de diecisiete años llamada Eliza. Y el popular cuadro de Van Gogh Rosas blancas en la National Gallery de Washington tuvo que ser rebautizado después de que un investigador descubriera que las flores estaban hechas originalmente con una pintura rosa que se había desvanecido hacía casi un siglo. El color está repleto de personas, acontecimientos y anécdotas extraordinarias, pintadas de forma aún más deslumbrante por el atractivo estilo de Finlay”.

Los colores, en definitiva, no son inocentes. En mi matusalénica edad, que diría Mario Benedetti, he conocido la dialéctica existencial del rosa y el azul, que aún pervive. Hace dieciséis años publiqué un artículo en este cuaderno digital, Estereotipo sexista: “Tú rosa, yo azul”, que sigue teniendo una actualidad impecable y en el que afirmaba que “no todo es cuestión del color del cristal con el que mire la vida. El mercado es implacable y con su visión guadianesca proverbial, aprovecha la debilidad del rosa femenino para captar el nuevo público objetivo y vender las mercancías envueltas en el rosa psicológico. En el pulso dialéctico azul-rosa empieza a ganar por goleada el derivado del rojo mezclado con el blanco, en una debilidad básica por hacer la vida más “humana” según las multinacionales de cualquier sector. Muchas veces estoy tentado de soñar en la acromatopsia, la enfermedad maravillosamente descrita por Oliver Sacks en su obra “La isla de los ciegos al color”, tantas veces citada en este cuaderno digital. Aunque tuviera que pasar fragmentos de la película de mi vida en blanco y negro, donde las tonalidades de gris me permitieran soñar que el color es una versión amable de la vida que los seres humanos podemos captar en toda su gama, sin limitaciones. Surge entonces la pregunta del doctor Sacks en su fascinante libro, cuando se refiere a la persona ciega al color: “¿nos considerarían acaso seres singulares, engañados por aspectos irrelevantes o triviales del mundo visual, o insuficientemente sensibles a su verdadera esencia visual?” (2). Esa es la cuestión a dilucidar en la niña o niño “coloreados” de azul o rosa que, todavía, algunas o algunos llevamos dentro…, porque es verdad que no depende todo del color con el que el mercado, más allá del cristal, nos obliga casi siempre a mirar la vida.

(1) Heller, E., Psicología del color. Cómo actúan los colores sobre los sentimientos y la razón. Barcelona: Gustavo Gili, 2004.

(2) Sacks, O., La isla de los ciegos al color. Barcelona: Anagrama, 1999, p. 22.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

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