
Sevilla, 21/IX/2023
Corría el siglo XIX y un diccionario bastante desconocido en este país tan olvidadizo de su cultura, de sus palabras, de su memoria democrática, concretamente el del historiador y escritor Adolfo de Castro y Rossi (1823-1898), gaditano por más señas, con un título rimbombante, Biblioteca Universal. Gran Diccionario de la Lengua Española […]. Tomo I [único publicado], Madrid, publicado por las oficinas y establecimiento tipográfico del Semanario Pintoresco y de La Ilustración, en 1852 (NTLLE, CAS G 1852, pág.: 488,1), recogía por primera vez el lema “canelo” con la siguiente definición como sustantivo masculino: “Andalucía. Lo mismo que majo valentón”. A partir de ahí me queda claro, desde mi perspectiva andaluza, que la locución que utilizó Borja Sémper, portavoz del grupo popular en el Congreso de los Diputados, el pasado martes, en la sesión plenaria en la que se tomó en consideración la posibilidad de utilizar lenguas cooficiales junto al castellano en esa sede del pueblo, cuando dijo que el Partido Popular “no haría el canelo” y utilizaría siempre el castellano en el Parlamento, salpicando esta frase con otras en euskera, fue la de un auténtico majo valentón, expresión vinculada al cante flamenco, trianero por más señas, según he podido verificar en mi análisis de la locución, de alguien que se las de algo pero que, si escarbas en él, compruebas que no hay nada digno de mención. Curiosamente, es en el año 1983 cuando se incorpora por primera vez el lema “canelo” en el Diccionario manual e ilustrado de la lengua española (Tercera edición revisada, Tomo I. A-Capachero. Madrid: Espasa-Calpe), como frase figurada y familiar, “hacer el canelo”, entendida como “hacer el primo, hacer el tonto”. Desapareció en la edición del nuevo diccionario “Usual” de 1984, recuperándose de nuevo en el “Manual” de 1989 y así hasta la última edición del Tricentenario, en la actualización de 2022, como locución adverbial exclusivamente: hacer el primo. Desde el Gran Diccionario de 1852, citado anteriormente, nunca más se utilizó la expresión de raíces andaluzas asociada a “canelo”: majo valentón.
Me ha quedado claro que hacer el canelo, es decir, el primo o tonto inútil, nada tiene que ver tampoco con el color de la canela, “dícese de los animales y especialmente de los perros y los caballos”, ni con el árbol de Ceilán, cuya segunda corteza es la canela, sino con la comparación andaluza de majo valentón, porque cuando te acercas a él, a esa persona con apariencia de majo, va desnudo, todo es pura apariencia, lo mismo que le ocurría al emperador del cuento de Andersen, rodeado de los admiradores falsos de siempre. El que quiera entender que entienda, porque Sémper, como majo valentón, lo utilizó para sí mismo, nada más, al hablar también en euskera ante sus señorías como si no pasara nada.
Cuando redacto estas palabras, me llega la noticia de que el Congreso ha aprobado que se hablen las lenguas cooficiales en la Cámara, con los votos en contra del PP y Vox. Ayer publiqué los antecedentes de este momento histórico necesario para garantizar la convivencia de las diferentes culturas lingüísticas en este país, como un elogio de las diferentes lenguas para hablar y dialogar en el Congreso de los Diputados. Con esta aprobación se demuestra que los representantes de más de doce millones de votos en las últimas lecciones generales no han hecho el canelo, ni de mozos valentones. Ahí radica el valor de la democracia.
NOTA: la imagen se ha recuperado hoy de https://www.perfil.com/noticias/textum/el-autor-espanol-que-en-1847-lamentaba-la-expulsion-de-los-judios.phtml
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

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