La democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje tiene miedo de decir.
Los civiles tienen miedo a los militares. Los militares tienen miedo a la falta de armas.
Las armas tienen miedo a la falta de guerra.
Es el tiempo del miedo.
Eduardo Galeano, El miedo global, en Patas arriba. La escuela del mundo al revés.
Sevilla, 17/IX/2024
Leyendo estos días con atención reverencial un libro del filósofo coreano Byung-Chul Han, La tonalidad del pensamiento (1), que me ha parecido extraordinario en su concepción y estructura, al romper moldes del canon oficial libresco, he llegado al capítulo tercero, Sobre la esperanza, donde recuerda una cita del expresidente de EE.UU, Barack Obama, extraída del discurso de despedida de su mandato presidencial, pronunciado el 10 de enero de 2017, que no he olvidado y la rescato hoy cuando asistimos a un hecho irrefutable que me ocupa y pre-ocupa en estos momentos complejos del país: «La democracia puede debilitarse cuando cedemos ante el miedo». No es la primera vez que escribo en este cuaderno digital sobre la terca realidad del miedo en democracia, un sinsentido si nos detenemos a reflexionar de forma pausada sus razones de existir en estos momentos.
Byung-Chul Han lo afirma con convencimiento pleno: «El clima de miedo que hoy está tan extendido ahoga cualquier germen de esperanza. Con el miedo, además, se extiende un ambiente depresivo. El miedo y el resentimiento empujan a las personas hacia el populismo de derechas. Atizan el egoísmo y el odio. Erosionan la solidaridad, la amistad y la empatía. El miedo y el resentimiento contribuyen a que la sociedad en su conjunto se embrutezca. […] Los discursos del odio son también producto del miedo que, en ultimo término, pone en peligro la democracia». De ahí su referencia al expresidente Obama, que advirtió en su discurso bastantes más referencias al miedo como agente destructor de la democracia, que las traigo a colación porque no han perdido valor alguno: «Pero la protección de nuestra forma de vida requiere de más que nuestros militares. La democracia puede debilitarse cuando cedemos ante el miedo [la cursiva es mía]. Por lo tanto, al igual que, como ciudadanos, debemos permanecer vigilantes contra la agresión externa, debemos estar en guardia contra un debilitamiento de los valores que nos hacen ser quienes somos. Por eso, durante los últimos ocho años, he trabajado para darle a la lucha contra el terrorismo una firme base jurídica. Por eso hemos terminado la tortura, trabajado para cerrar Gitmo [Guantánamo, en Cuba], y reformar nuestras leyes que rigen la vigilancia para proteger la privacidad y las libertades civiles. Es por eso que rechazo la discriminación contra los estadounidenses musulmanes. Es por eso que no podemos retirarnos del combate mundial – para expandir la democracia y los derechos humanos, los derechos de la mujer, y los derechos de las personas LGBT – no importa cuán imperfectos sean nuestros esfuerzos, no importa cuán oportuno pueda parecer hacer caso omiso a esos valores. Pues la lucha contra el extremismo, la intolerancia y el sectarismo son parte de la lucha contra el autoritarismo y la agresión nacionalista. Si el alcance de la libertad y el respeto al estado de derecho se reducen en todo el mundo, la posibilidad de una guerra dentro y entre las naciones aumenta, y nuestras propias libertades eventualmente se verán amenazadas».
Veo el miedo metido en su cuerpo en muchas personas de bien que conozco, sobre todo miedo distribuido por los profesionales de esa desesperanza que difunden a capa y espada, alistados en un ejército de personas mediocres en todo lo que se mueve en nuestro país, disfrutando de un aserto terrible: cuanto peor, mejor, caiga quien caiga. Son mediocres de profesión y lo repito hoy de nuevo hasta la saciedad: lo que representan sólo es mediocridad de mediocridades, porque (casi) todo es mediocridad. El miedo que proclaman estos agoreros mayores de su reino, es de calidad media, tirando a malo, como nos enseña nuestro Diccionario de la Lengua, pero está de moda. Lo digo una y mil veces: los mediocres que operan el miedo están haciendo de cada día su día, su mes, su año, de forma silenciosa, poniendo los cimientos de la mediocracia, el antónimo no inocente de la democracia en su sentido más puro, que también existe. Al igual que Diógenes de Sínope, tendremos que coger una linterna ética y gritar a los cuatro vientos ¡buscamos personas dignas y honestas, no mediocres, que no cedan terreno al miedo! Es probable que los mediocres y profesionales del miedo salgan huyendo porque no soportan dignidad alguna que les pueda hacer sombra, si es que alguna vez tuvieron cuerpo presente de altura de miras, que no es el caso. Ni de los que los eligen para puestos claves en la sociedad. ¿Qué quiere decir esto? Que entre tibios, hacedores de miedo, mediocres y tristes anda el juego mundial de dirigir la vida a todos los niveles, nuestro país incluido, con especial afectación en determinados partidos que nos representan. Cuando los mediocres se instalan en nuestras vidas, en nuestra política o en nuestro trabajo diario, hay que salir corriendo porque no hay nada peor que una persona mediocre con poder equivocado, además triste y tibia, sin dignidad alguna, que azuza el miedo continuamente. Pero es necesario estar orientados y correr hacia alguna parte, hacia la dignidad en todas y cada una de sus posibles manifestaciones. Es la mejor forma de luchar contra la lacra social del miedo instaurado por mediocres y la mediocridad que los acompaña siempre, convirtiéndose casi sin darnos cuenta en sus indignos representantes, porque intentan invadirnos por tierra, mar y aire, sin compasión alguna. Cada vez tenemos menos tiempo para descubrirlos, aunar voluntades para ocupar su sitio y, de forma celular, boca a boca, recuperar tejido crítico social para crear nuevos liderazgos de esperanza en nuestro país, tan dañado en la actualidad y que tanto los necesita.
Obama llevaba razón cuando afirmó que la democracia puede debilitarse cuando cedemos ante el miedo, que nos rodea continuamente. Por esta razón, confieso que tengo miedo a no comprender bien qué quiso exponer Eduardo Galeano en su declaración del miedo global (2), fundamentalmente porque en él se dice algo verdaderamente sobrecogedor y porque reconozco que lo que está pasando y estamos viendo en Ucrania, Gaza, países del Sahel en África o con la migración de menores no acompañados, que huyen de esas guerras en el continente africano, da miedo, sintetizado en uno de sus versos: Las armas tienen miedo a la falta de guerra y un corolario anterior: Los militares tienen miedo a la falta de armas, porque la realidad es que estamos viviendo en un mundo al revés presidido por el miedo interesado que muchos meten en nuestras vidas:
Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo.
Y los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo.
Quien no tiene miedo al hambre, tiene miedo a la comida.
Los automovilistas tienen miedo a caminar y los peatones tienen miedo de ser atropellados.
La democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje tiene miedo de decir.
Los civiles tienen miedo a los militares. Los militares tienen miedo a la falta de armas.
Las armas tienen miedo a la falta de guerra.
Es el tiempo del miedo.
Miedo de la mujer a la violencia del hombre y miedo del hombre a la mujer sin miedo.
Miedo a los ladrones y miedo a la policía.
Miedo a la puerta sin cerradura.
Al tiempo sin relojes.
Al niño sin televisión.
Miedo a la noche sin pastillas para dormir y a la mañana sin pastillas para despertar.
Miedo a la soledad y miedo a la multitud.
Miedo a lo que fue.
Miedo a lo que será.
Miedo de morir.
Miedo de vivir.
Lo más trágico que dice Galeano es tener “miedo de vivir”. Es verdad que en su ocaso actual la democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje tiene miedo de decir. Hoy he decidido no tenerlo y escribir esta reflexión leyendo el libro de Byung-Chul Han, con palabras de esperanza que me ayudan a obviar el miedo de soñar y vivir despierto: «Sólo a través de la esperanza recuperaremos una vida que sea algo más que mera supervivencia. Sólo la esperanza amplia el horizonte de lo que tiene sentido, lo que vuelve a avivar la vida, a darle alas, a inspirarla. Sólo la esperanza nos brinda futuro». Estas son las razones de la mi razón y de mi corazón para leer su nuevo libro, El espíritu de la esperanza (3), dedicado monográficamente a la esperanza, cuya sinopsis oficial nos muestra evidentes muestras de lo que significa su visión de la esperanza en un mundo cada vez más hostil: «De la desesperación más profunda nace también la esperanza más íntima. La esperanza nos lanza hacia lo desconocido, nos pone camino de lo nuevo, de lo que jamás ha existido. Guerras, migraciones masivas, atentados, catástrofes climáticas, crisis y pandemias: escenarios apocalípticos muy diversos nos confrontan con una inminente amenaza de hundimiento y extinción. Y mientras vamos de catástrofe en catástrofe, nuestra verdadera vida se asfixia y se ve reducida a una pura supervivencia. Sin embargo, la esperanza nos abre tiempos futuros y espacios inéditos, en los que entramos soñando. Es toda una manera de existir, que no resulta de hechos dados, sino que posibilita nuevos acontecimientos precisamente cuando más imposibles parecerían. […] En el espíritu humano anida la capacidad de hacer fecundo lo más yermo. Precisamente en los escenarios más desoladores el espíritu es capaz de remover ese viento que nos trae aires de esperanza».
(1) Byung-Chul Han, La tonalidad del pensamiento, 2024, Barcelona: Editorial Planeta.
(2) Eduardo Galeano, Patas arriba. La escuela del mundo al revés, 1998. Madrid: Siglo XXI Editores de España.
(3) Byung-Chul Han, El espíritu de la esperanza, 2024, Barcelona: Herder Editorial.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
¡Paz y Libertad!


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