América, camisa blanca (para que no se olvide)

Sevilla, 8/II/2025

No olvido en estos días los desmanes de Trump cuando accedió al poder en 2017. Probablemente, pasó desapercibida la noticia, pero las 78 mujeres demócratas que estuvieron presentes en el discurso de Trump de 28 de febrero de 2017 (en su primer reinado feudal), miembros de la Cámara de Representantes y del Senado, quisieron expresar con su atuendo teñido de blanco un hecho muy importante en su historia frente a los desmanes de corte y confección del Presidente Trump, muy preocupado por el atuendo que debían llevar las mujeres de su equipo de desgobierno y que imagino seguirá igual en esta segunda etapa presidencial. ¿Por qué de blanco? Sencillamente porque el color blanco representaba el movimiento sufragista de principios del siglo XX en EEUU, cuando alcanzó su momento histórico inolvidable en 1919, al aprobar el Congreso la 19ª Enmienda a la Constitución de Estados Unidos, que determinaba que “ni los Estados Unidos ni ningún otro Estado deberá negar o limitar el derecho de los ciudadanos a votar por motivo de sexo”. Ratificada el 18 de agosto de 1920, la 19 enmienda se convirtió en ley nacional.

Siempre recuerdo a tal efecto, una anécdota no inocente que nos ha legado la memoria histórica de los que se preocupan más de las apariencias que de las quintaesencias. Diógenes de Sínope, aquel filósofo que buscaba hombres por todas partes, prototipo de la escuela cínica y que aspiraba a ser todo un hombre, estaba un día en los baños al mismo tiempo que Aristipos de Cirene, el cirenaico. Éste, al salir, cambió su vestidura purpúrea por la túnica desgarrada de Diógenes. Y cuando Diógenes se dio cuenta, se puso rabioso y de ninguna manera quiso ponerse el vestido purpúreo. ¿Por qué? En definitiva, se podría observar la vanidad de Diógenes a través de los agujeros de su túnica, dejaba de ser él al vestirse de púrpura y esto constituía un grave problema de representación, cara a los espectadores. Llevado a la telerrealidad que tanto gusta a Trump, le pasa lo mismo que a Diógenes de Sínope, que dado su nivel cultural dudo que sepa quién es en la historia de la humanidad, a veces tan mal contada. Trump, al igual que Diógenes o que el emperador del cuento de Andersen, no quiere que descubran a través de su soberbia extrema que va desnudo de ética por la vida.

Vuelvo a escuchar una canción preciosa de Víctor Manuel y cantada por Ana Belén, España camisa blanca…, que habla de la simbología del color blanco como esperanza para un país que nacía en esos momentos de autoría a la auténtica democracia. Me gustaría dedicársela a Trump de nuevo, que sé que no me estará escuchando, para que atienda otras voces de cómo hay que gobernar con un traje que no esté agujereado como la túnica de Diógenes o el “nuevo” del emperador en el cuento de Andersen:

España camisa blanca de mi esperanza
reseca historia que nos abraza
con acercarse solo a mirarla,
paloma buscando cielos más estrellados
donde entendernos sin destrozarnos
donde sentarnos y conversar.

España camisa blanca de mi esperanza
la negra pena nos atenaza
la pena deja plomo en las alas
quisiera poner el hombro y pongo palabras
que casi siempre acaban en nada
cuando se enfrentan al ancho mar.

España camisa blanca de mi esperanza
a veces madre y siempre madrastra
navaja, barro, clavel, espada;
la muerte siempre presente nos acompaña
en nuestras cosas más cotidianas
y al fin nos hace a todos igual.

En mi mundo imaginario, el que propugnó Nicanor Parra, interpreté cuando escribí un artículo referenciando este suceso reivindicativo, en este cuaderno digital el día después, (¡Ay el día después de Benedetti!), que la letra se podría haber convertido en un himno cantado por las 78 representes demócratas que, de paso, sustituyendo España por América, sería también un homenaje al mundo hispano en EEUU, que entienden muy bien estas palabras tan molestas para Trump. Porque es su lengua y las palabras que les quedan. También lo podrían cantar hoy las mujeres tan maltratadas por Trump y su coro de oligarcas y tecnócratas multimillonarios que son pura casta tecnofeudal, sin sonrojo alguno, que piensan que Silicon Valley se ha «afeminado» de forma alarmante. Mujeres y madres de familia emigrantes que buscan refugio digno en ese país, tan maltratadas en la actualidad con las órdenes ejecutivas de expulsión.

Sin más comentarios, escribiendo hoy con la camisa blanca «de mi esperanza» en la transformación del mundo para mejor, a modo de paloma buscando cielos más estrellados / donde entendernos sin destrozarnos / donde sentarnos y conversar.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

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