Sevilla, 12/II/2025
Como siempre, una imagen vale más que mil palabras. Se obtuvo el pasado 6 de noviembre de 2024, el día después de las elecciones presidenciales en Estados Unidos en las que venció Donald Trump. Le faltó tiempo a Tim Cook, CEO de Apple para felicitarlo de forma efusiva:
Sus palabras no ofrecen duda alguna: ¡Felicitaciones, presidente Trump, por su victoria! Nos comprometemos a trabajar con usted y su administración para ayudar a garantizar que Estados Unidos siga impulsado su liderazgo con ingenio, innovación y creatividad. Este mensaje no inocente se ha respaldado dos meses después con la donación de un millón de dólares, a título personal y no desde la empresa que dirige, para contribuir con los gastos que han ocasionado las ceremonias de toma de posesión y otros festejos asociados, de todos conocidos, sumándole su presencia en el acto principal como CEO de Apple, junto a Satya Nadella (Microsoft), Mark Elliot Zuckerberg (Meta), Jeff Bezos (Amazon), Sergey Brin (Alphabet), Jen-Hsun Huang (Nvidia) y Elon Musk (Tesla), considerados los “siete magníficos” actuales, sobrecogiéndome constatar que entre todos y junto a otras tres grandes compañías tecnológicas han llegado en 2024, según Statista, a una “capitalización bursátil de 17,4 billones de dólares, cifra que supera la suma del PIB de Alemania, Japón, India y Francia juntas, y se aproxima a los 18,5 billones de dólares del PIB de China. Solo Apple tiene un valor de mercado de 3,4 billones de dólares, equivalente al PIB del Reino Unido”.
Si expongo lo anterior es porque resuenan en mi memoria de secreto las palabras que figuraban en el anuncio de Apple en una campaña promocional de 1997, liderada de forma incuestionable por Steve Jobs, que llevaba por título “Piensa diferente”, porque he valorado siempre que es muy importante utilizar la inteligencia personal e intransferible, creadora, de la que disponemos todas las personas, aunque sea de forma diferente a los demás, con las consecuencias que suele acarrear este tipo de decisiones y aunque nos tilden de soñadores, utópicos o locos. Aquellas palabras las tengo grabadas a fuego para que nunca las olvide y las transcribo a continuación para no alterar su contenido primigenio:
Esto es para los locos. Los inadaptados. Los rebeldes. Los problemáticos. Los que no encajan en ningún sitio. Los que ven las cosas de otra manera.
No siguen las reglas. Y no tienen ningún respeto por lo establecido. Puedes alabarlos, puedes no estar de acuerdo con ellos, puedes citarlos, puedes no creer en ellos, glorificarlos o vilipendiarlos. Pero la única cosa que no puedes hacer es ignorarlos. Porque ellos cambian las cosas.
Ellos inventan. Ellos imaginan. Ellos curan. Ellos exploran. Ellos crean. Ellos inspiran. Ellos impulsan la humanidad hacia delante.
Quizás tienen que estar locos. ¿Cómo si no puedes enfrentarte a un lienzo vacío y ver una obra de arte? ¿O sentarte en silencio y escuchar una canción que nunca ha sido escrita? ¿O contemplar un planeta rojo y ver un laboratorio sobre ruedas?
Mientras algunos los ven como los locos, nosotros vemos genios.
Porque la gente que está lo suficientemente loca como para pensar que pueden cambiar el mundo, son los que logran hacerlo.
¡Qué diferentes a las palabras actuales de los siete magníficos, desde su atalaya multimillonaria, sobre “su colaboración” con el mundo actual!, donde su poderoso caballero don dinero hace y hará estragos a través de determinadas tecnologías de la información y comunicación, utilizando algoritmos no inocentes con el objetivo de reforzar el pensamiento unidireccional. Me pregunto ahora, ¿qué piensa Tim Cook sobre estas palabras del anuncio anterior, teledirigidas por Steve Jobs? Lo manifiesto así porque cuando escuchamos a Elon Musk, los demócratas sentimos miedo, al igual que cuando se manifiestan los otros “magníficos”, Tim Cook entre ellos, que no le van a la zaga, controlando las redes sociales y la industria digital a su antojo, convirtiéndolas en máquinas de fango. En definitiva, lo que sí sabemos es que ahora están respaldados por el omnipresente y omnisciente Míster Trump, constatando que tienen un inmenso poder para decidir los inescrutables caminos del imperio tecnológico, digital por supuesto, en manos de unos pocos aventureros digitales, con herramientas de doble uso, según les parezca utilizar, para la guerra o para la paz, el malestar o el bienestar social, las mentiras o las verdades en medios digitales y redes sociales, la riqueza o la pobreza, la inclusión, la exclusión o la migración eterna, la salud o la enfermedad, el hambre o la sobreabundancia alimentaria, la sed y el control férreo y privado del agua, la atención al cambio climático o la contemporización con los desastres naturales sin hacer nada, entre otras muchas dialécticas sociales, obedeciendo siempre a intereses del mercado y separándose conscientemente del interés general digital, que también existe, con repercusiones gravísimas para la sociedad.
De una forma u otra, desde la toma de posesión de Donal Trump el pasado 20 de enero, el mundo depende ya de esta oligarquía digital, de “los siete magníficos”, en una subordinación jamás pensada, sujetos a sus órdenes al ritmo que nos marcan sus obsolescencias tecnológicas programadas de forma no inocente y de sus progresos calculados a un ritmo en este caso frenético, sufriendo la población a diario el síndrome de la última versión, de no llegar muchas veces a ella. También, dependientes y subordinados a su mando imperial tecnológico, que marca muchas veces a los Gobiernos el camino digital por donde debe ir el mundo, sabiendo que poseen el dominio digital omnipresente y omnisciente. En definitiva, estamos abocados al tecnofeudalismo absoluto, ya analizado por mí en este cuaderno digital, cuando abordé esta realidad a través de Yanis Varoufakis, autor del libro Tecnofeudalismo, a quien conocimos bien en 2015 como ministro de Finanzas en el gobierno heleno, una época en que Grecia resurgió serena y democráticamente en un amanecer hacia nuevos horizontes políticos que, por desgracia, no tardaron mucho en desaparecer estrepitosamente. El planteamiento reflejado en esta obra nace de un hilo conductor claro y contundente, sobre la base de que “el capitalismo ha muerto y el sistema que lo reemplaza no es mejor”, teniendo al frente a los “Siete Magníficos”, según se plantea en la sinopsis oficial del mismo: “Las dinámicas tradicionales del capitalismo ya no gobiernan la economía. Lo que ha matado a este sistema es el propio capital y los cambios tecnológicos acelerados de las últimas dos décadas, que, como un virus, han acabado con su huésped. […] Los dos pilares en los que se asentaba el capitalismo han sido reemplazados: los mercados, por plataformas digitales que son auténticos feudos de las big tech; el beneficio, por la pura extracción de rentas. A partir de esta observación, confirmada por la crisis de 2008 y la provocada por la pandemia, Varoufakis ha desarrollado su teoría del «tecnofeudalismo», según la cual los nuevos señores feudales son los propietarios de lo que llama «capital de la nube», y los demás hemos vuelto a ser siervos, como en el medievo. Es este nuevo sistema de explotación lo que está detrás del aumento de la desigualdad. […] Comprender el mundo que nos rodea es el primer paso para poder tomar el control, quizá por primera vez, de nuestro destino colectivo”.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
UCRANIA, GAZA, REPÚBLICA DEL CONGO Y RUANDA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
¡Paz y Libertad!


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