
La democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje tiene miedo de decir. / Los civiles tienen miedo a los militares. Los militares tienen miedo a la falta de armas. / Las armas tienen miedo a la falta de guerra. / Es el tiempo del miedo.
Eduardo Galeano, El miedo global, en Patas arriba. La escuela del mundo al revés.
Sevilla, 25/II/2025 – 09:36 h (CET+1)
No sé qué nos quedará por ver todavía con la guerra de Ucrania, ante las “prisas” no inocentes para finalizarla, de las que alardea el presidente Trump cuando se cumplió ayer el triste tercer aniversario del comienzo de aquella invasión por parte de Rusia, inconcebible en democracia. Lo dije unos días después del comienzo de esta absurda guerra, en este cuaderno digital, con ocasión del bombardeo del Teatro Dramático en Mariúpol, concretamente el 16 de marzo de 2022, en el que murieron más de trescientas personas, a pesar de que ya se había advertido que albergaba únicamente población civil, mujeres, ancianos y en su mayoría niños, hecho que se había divulgado pintando en grandes letras de color blanco la palabra “niños” (en ruso дети, como se puede observar en la imagen de cabecera), en la explanada delantera del edificio, para que se pudiera identificar bien en el caso de un bombardeo programado sobre la ciudad. Para mí, Mariúpol es uno de los ejemplos más ignominiosos de esta guerra sin sentido.
Tres años después, me resisto a ser mero espectador de lo que está pasando y estoy viendo. Me sigue removiendo la conciencia todos los días y reconozco que sigo consternado y conturbado. Consternado, en el sentido profundo de la palabra tal y como se recogió por primera vez en el Diccionario de Autoridades publicado en 1729 por la Real Academia de la Lengua: “Atemorizado, asombrado, perturbado y espantado”. Cualquiera de las cuatro acepciones refleja bien mi estado de ánimo. Tanto que hemos luchado por la instauración de la democracia a lo largo de los siglos, como la mejor forma de convivencia humana y con profundo dolor contemplo hoy, de nuevo, aquella imagen del bombardeo a sabiendas del Teatro Dramático de Mariúpol, que hace un triste honor a su nombre, hoy más que nunca. También, conturbado, atendiendo las ricas acepciones de las Autoridades citadas, porque estoy inquieto, conmovido, confundido y desasosegado, provocando todo ello una mudanza cerebral muy importante aunque siga escuchando la recomendación piadosa de San Ignacio en estos tiempos de guerras en la aldea global que se ha convertido el mundo al revés. Cada día que pasa estoy más convencido de que soy pesimista sobre el final de esta guerra en el sentido más profundo del término “pesimista” que aprendí del haiku 123, precioso, escrito por Benedetti en 1999 (1): Un pesimista / Es sólo un optimista / Bien informado.
Por estas razones de la razón y del corazón, como demócrata convencido, sé que Ucrania sigue representando hoy el miedo global a lo que se nos viene encima, a pesar de que desde hace unos días, Trump y Putin estén diseñando el final de esta contienda imperialista sin participación alguna de Ucrania, un auténtico escándalo mundial y con la respuesta timorata de Europa. Ante este espectáculo impresentable, perdónenme si recurro una vez más a seguir los consejos de Eduardo Galeano, a través del llamado «derecho al delirio«, en un mundo loco, al revés, con ejemplos rotundos para pensar que son posibles en un mundo nuevo, una invitación a volar sobre la realidad que nos duele, consterna y conturba a diario, del que personalmente he escogido algunos que sanan mi alma: “los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas; los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos; el mundo ya no estará en guerra contra los pobres, sino contra la pobreza, y la industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra; la educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla; la justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda y, como corolario, la Iglesia también dictará otro mandamiento, que se le había olvidado a Dios: amarás a la naturaleza, de la que formas parte; serán reforestados los desiertos del mundo y los desiertos del alma”. Es verdad, estos delirios son una invitación a experimentar el derecho a volar alto, algo que agradezco cuando vivimos tan atados a la dura realidad de la tierra, situación que no nos permite ver mas allá de lo que nos transmiten a diario los agoreros mayores del mundo al revés. Tan lejos y tan cerca de la paz en Ucrania en este tercer aniversario de invasión imperialista, en un mundo que gira hacia la ultraderecha y su más allá.
(1) Benedetti, Mario, Rincón de haikus, 2001. Madrid: Visor Libros.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
UCRANIA, GAZA, REPÚBLICA DEL CONGO Y RUANDA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
¡Paz y Libertad!

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