Carta abierta de Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz 1980, a María Corina Machado, con reflexiones críticas sobre su designación como Premio Nobel de la Paz 2025

Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz 1980 – María Corina Machado, Premio Nobel de la Paz 2025

NOTA: por un error en la edición cronológica de este artículo, vuelvo a publicarlo hoy, aunque ya apareció en su fecha original, 14 de octubre. Disculpen esta incidencia.

Sevilla, 14/X/2025 – 14:05 h (CET+2)

He leído con atención casi reverencial la carta abierta que ha dirigido Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz 1980, a María Corina Machado, que ha recibido el correspondiente a este año. Reproduzco a continuación el texto completo, en el que coincido plenamente por la denuncia que hace por las maniobras de aproximación al presidente Trump, con el broche puesto al enviarle un mensaje ese día tan especial, en el que le manifestaba que cuenta con él para conquistar la libertad de Venezuela (la negrita es mía). Es muy importante leer esta carta, porque a través de sus palabras se puede comprender bien el significado actual de ese Premio, entregado a la opositora venezolana, tan codiciado por el emperador Trump, el Presidente de la Paz, tal y como se presenta desde la Casa Blanca.

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Carta abierta de Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz 1980, a María Corina Machado, Premio Nobel de la Paz 2025

Te envío el saludo de Paz y Bien que tanto necesita la humanidad y los pueblos que viven en la pobreza, conflictos, guerras y hambre. Esta carta abierta es para expresarte y compartir algunas reflexiones.

Me sorprendió tu designación como Premio Nobel de la Paz que te otorgara el Comité Nobel. Me vino a la memoria las luchas contra las dictaduras en el continente y en mi país bajo dictaduras militares que soportamos desde 1976 hasta 1983 y resistimos las cárceles, torturas y el exilio con miles de desaparecidos, niños secuestrados y desaparecidos y los vuelos de la muerte de los cuales soy un sobreviviente.

En 1980 el Comité Nobel me otorga el Premio Nobel de la Paz. Han pasado 45 años y continuamos trabajando al servicio de los más pobres y junto a los pueblos latinoamericanos. En nombre de todos ellos asumí esa alta distinción, no por el Premio en sí, sino por el compromiso junto a los pueblos compartiendo las luchas y esperanzas para construir un nuevo amanecer. La Paz se construye día a día y debemos ser coherentes entre el decir y el hacer.

A mis 94 años continúo siendo un aprendiz de la vida y me preocupa tu postura y decisiones sociales y políticas. Por lo tanto, te envío estas reflexiones.

El gobierno venezolano es una democracia con sus luces y sombras. Hugo Chávez marcó el camino de libertad y soberanía del pueblo y luchó por la unidad continental; fue un despertar de la Patria Grande. Estados Unidos lo atacó permanentemente, no puede permitir que ningún país del continente salga de su órbita y la dependencia colonial, continúa sosteniendo que América Latina es su “patrio trasero”. El bloqueo a Cuba por los EEUU durante más de 60 años es un ataque a la libertad y derecho de los pueblos. La resistencia del pueblo cubano es un ejemplo de dignidad y fortaleza.

Me sorprende cómo te aferras a los Estados Unidos y debes saber que no tiene aliados, ni amigos, sólo tiene intereses. Las dictaduras impuestas en América Latina fueron instrumentadas por sus intereses de dominación destruyendo la vida y organización social, cultural y política de los pueblos que luchan por su libertad y autodeterminación. Los pueblos resistimos y luchamos por el derecho a ser libres y soberanos y no colonias de los EEUU.

El gobierno de Nicolás Maduro vive bajo la amenaza y el bloqueo de los Estados Unidos, el bloqueo; basta tener presente las fuerzas navales en el Caribe y el peligro de invasión a tu país. No has dicho una palabra o apoyas la injerencia de la gran potencia contra Venezuela. El pueblo venezolano está listo para enfrentar la amenaza.

Corina, te pregunto: ¿por qué llamaste a los EEUU para que invada Venezuela? Al recibir el anuncio que te otorgaron el Premio Nobel de la Paz, se lo dedicaste a Trump, agresor a tu país, mintiendo y acusando a Venezuela de ser narcotraficante, mentira semejante a la de George Bush que acusó a Sadam Husein de tener “armas de destrucción masiva”, pretexto para invadir Irak y saquearla provocando miles de víctimas, mujeres y niños. Estuve al final de la guerra en Bagdad, en el hospital pediátrico, y pude ver la destrucción y muertes por aquellos que se proclaman los defensores de la libertad. La peor de las violencias es la mentira.

No olvides Corina que Panamá fue invadido por los EEUU provocando muertes y destrucción para capturar un ex aliado, el general Noriega. La invasión dejó 1.200 muertes en Los Chorrillos. Hoy, EEUU pretende apoderarse nuevamente del Canal de Panamá. Es una larga lista de intervenciones y dolor en América Latina y el mundo por parte de EEUU. Aún continúan abiertas las Venas de América Latina, como dice Eduardo Galeano.

Me preocupa que no hayas dedicado el Nobel a tu pueblo y sí al agresor de Venezuela. Creo Corina que tienes que analizar y saber dónde estás parada, si eres una pieza más del coloniaje de EEUU sometida a sus intereses de dominación, lo que nunca puede ser para el bien de tu pueblo. Como opositora al gobierno de Maduro, tu posturas y opciones generan mucha incertidumbre, recurres a lo peor cuando pedís que EEUU invada Venezuela.

Lo importante es tener presente que construir la Paz requiere mucha fuerza y coraje en bien de tu pueblo, que conozco y quiero profundamente. Donde antes había chabolas en los cerros sobreviviendo en la pobreza e indigencia hoy hay viviendas dignas, salud, educación y cultura. La dignidad del pueblo no se compra ni se vende.

Corina, como dice el poeta: Caminante no hay camino, se hace camino al andar. Ahora tienes la posibilidad de trabajar para tu pueblo y construir la Paz, no provocar mayor violencia. Un mal no se resuelve con otro mal mayor, solo tendremos dos males y nunca la solución del conflicto.

Abre tu mente y corazón al diálogo, al encuentro de tu pueblo, vacía el cántaro de la violencia y construye la Paz y unidad de tu pueblo para que entre la luz de la libertad e igualdad.

(Buenos Aires, 12 de octubre de 2025)

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¡Paz y Libertad!

La oscura raíz del grito

Verónica Echegui (1983-2025)

Sevilla, 2/IX/2025 – 08:38 h (CET+2)

Me siento hoy algo incómodo al poner el título de este artículo, porque estas palabras sólo les pertenecen, en primer lugar, a Federico García Lorca, al recogerlas en Bodas de sangre y, recientemente, a Álex García, al citarlas en una carta abierta dirigida a la actriz Verónica Echegui, su amor de pareja durante trece años, fallecida el pasado 24 de agosto, desgraciadamente “en la flor de su vida”, que decían mis mayores.

He leído la carta dos veces y lo he hecho porque necesitaba recuperar la creencia de que aún es posible defender el auténtico amor humano sobre todas las cosas, en un mundo que se derrumba por el odio y la ausencia de felicidad propia y compartida. Gracias, Álex.

Reproduzco la carta completa, porque siguiendo la estela de la Cantata de Santa Maria de Iquique, sé que “con el amor y el sufrimiento se aúnan las voluntades”. Deseo compartir este sentimiento y pensamiento, aunque defiendo que “este sentimiento se debe escuchar más fuertemente que el viento”, tal y como lo aprendí de Rafael Alberti.

Gracias Álex, por brindarnos esta oportunidad de vivir y estar en el mundo de forma diferente, atrapados por una Ola de Amor que ha generado la ausencia de la actriz, a la que sucumbimos, porque arrastra a las personas que admiramos la vida, convencidos de que es bella cuando es digna, pero no cuando lo es sólo para algunos, sino cuando la disfrutamos todos.

Carta a Verónica Echegui

«¡Fara frica!»
Nos gritaban mientras nuestros pies llenos de barro volaban en mitad de aquella tormenta en Rumanía. ¡Fara frica! Y nos agarraban las manos y cada vez se sumaban más y más personas… Nos miraban todos con el mismo amor que desprendíamos… Porque amor, llama a amor. Y así era siempre contigo.

Sonaba Paul Kaklbrenner, y con una bolsa de basura donde otro hubiera corrido a resguardarse, tú inventaste un pase de moda. Entre charcos y altavoces a todo volumen que rompían la realidad. Ahí eras feliz.

Fuiste italiana, inglesa, murciana, catalana y canaria….
Siempre agarrabas las raíces y las hacías tuyas.
La oscura raíz del grito, que diría Lorca.
Me enseñabas que todos somos esa raíz, del amor y la oscuridad. Que todos somos uno, el árbol, la ola, tu padre y la hormiga que sube por la pared del dormitorio en verano…
Nunca fuiste actriz, fuiste canal. Altavoz de los corazones dormidos de esta tierra a los que dabas tu voz, tus dolores y todas tus vivencias más allá de este planeta a veces tan dual… Por eso tus personajes son universales. Porque son uno y tú eras todos.
Ahí también eras feliz.
Me decías, libélula, que aquí se sufre mucho, y no entendías por qué.
Solo el arte te ha ayudado siempre a sanar esa pregunta sin respuesta.

Te has tenido que marchar para que una ola de Amor recorra España. Para que esta profesión, a veces tan ingrata, se ponga de acuerdo en algo.
Para que mi móvil explote de amor…
Solo quiero que esa ola de Amor continúe en tsunami y apague todos los informativos del mundo, que empape todos los dedos que señalan su dolor en el de enfrente y aliente las caras mustias de estos años que corren…

Una vez en Katmandú, en el Ganges, me dijiste que no entendías por qué sufríamos tanto en los funerales en España. Por qué no celebrar la vida de la persona, más que lamentarla.
Mis ojos han llorado, Vero, han llorado mucho en los últimos días… y también mis pies han bailado sin pensar, y te he visto sumergirte en este océano inmenso que ahora tengo enfrente, este trocito de océano en el que bañamos a Roberto Pérez Toledo mientras sobrevolábamos la película que nos fundió para siempre.
Te he visto volar libre y feliz como tantas veces habíamos hablado… y bailar libre al fin.

Tu partida me ha recordado millones de momentos… entre ellos aquel día en Rumanía.

A la mañana siguiente preguntamos qué significaba «fara fricka».
Sin miedo, significaba.
Y así seguiré tu hermoso legado, Vero.
Sin miedo, descalzo y con Amor.

Alejandro García

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¡Paz y Libertad!

Ernesto Cardenal, recordado con respeto reverencial en el centenario de su nacimiento

Entrevista al poeta y teólogo nicaragüense Ernesto Cardenal, en la entrega del premio Theodor Wanner en 2015.

Hay hombres y [mujeres] que luchan un día y son buenos, otros [y otras] luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenos, pero están los [hombres y mujeres] que luchan toda la vida, y esos son los imprescindibles

Adaptado (corchetes) de un texto de Bertolt Brecht en Elogio a los combatientes

Sevilla, 27/I/2025 – 07:30 h (CET+1)

Ayer leí una tribuna en el diario El País, con respeto reverencial, Cien años de Ernesto Cardenal, de una persona excepcional, Sergio Ramírez (Managua, 1942), escritor, periodista, político y abogado nicaragüense, que recibió el Premio Cervantes en 2017, con triple  nacionalidad, española, ecuatoriana y colombiana, por razón de exilio, recordando el centenario del nacimiento de una persona excepcional, Ernesto Cardenal (1925-2020), que me ha conmovido y conturbado, porque también le profeso ese tipo de respeto al formar parte de los maestros ejemplares e imprescindibles en mi vida. Es una reflexión preciosa, cargada de sentimiento que, como decía Alberti, debe escucharse más fuerte que el viento, porque una tribuna sin sentimiento puede quedarse en eso, solo una tribuna: “Para él la elevación mística fue siempre el abandono de la envoltura terrenal, y decía que había aprendido de San Juan de la Cruz que un líquido no puede recibir otro líquido si antes el recipiente no se vacía. Vaciarse, para llenarse de Dios, y viendo a Dios en cada uno de sus semejantes marginados y oprimidos, el reino de Dios en la tierra. Terrenal y místico, creyó en la comunión del espíritu con la materia y en la inmensidad irreal del universo, empeñado en una búsqueda que dejó anunciada en el poema Con la puerta cerrada: “Somos semillas que para nacer tienen que morir / es el precio necesario de la nueva vida…”.

Este cuaderno digital conserva páginas dedicadas a Ernesto Cardenal, motivo por el que he escogido una, la última, que escribí el 2 de marzo de 2020, en plena pandemia, con motivo de su fallecimiento. La vuelvo a publicar íntegra, porque los principios que me llevaron a redactarla siguen inalterables. Son los que tengo y si no gustan, no tengo otros. Lean la tribuna de Sergio Ramírez, porque es impecable y aleccionador en el tiempo de turbación en el que vivimos en la actualidad. Él, también, es necesario e imprescindible en estos momentos.

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En memoria de Ernesto Cardenal

Sevilla, 2/III/2020

Ernesto Cardenal falleció ayer a los 95 años de edad, persona a la que he admirado siempre por su compromiso activo con la Teología de la Liberación, tan alejada de Roma. Creo que la humanidad ha perdido a una persona de las llamadas imprescindibles, en el sentido que Bertolt Brecht calificaba a las personas singulares como Cardenal, porque luchó toda la vida por un mundo mejor en un pequeño rincón de Nicaragua. En homenaje póstumo a él recupero un post que escribí en 2015 en este cuaderno digital con motivo de la entrega en Alemania del premio Theodor Wanner por la Paz, el Entendimiento entre los Pueblos y el Diálogo Intercultural.

El compromiso revolucionario de Ernesto Cardenal

Siempre he admirado a Ernesto Cardenal. Lo conocí hace más de cuarenta y cinco años, cuando vivía este profeta en Solentiname, un enclave revolucionario de Nicaragua. Eran años muy difíciles para un pueblo desatendido globalmente en plena dictadura del general Somoza. Vivíamos en España una situación crítica, también desatendida por el general Franco, desde la perspectiva democrática a la que aspirábamos vivir un día no muy lejano.

El pasado 20 de enero cumplió 90 años y puse a trabajar la moviola de mi vida, no para hablar de homenajes y panegíricos para celebrar su cumpleaños, porque me consta que no le gusta, sino para agradecerle lo que me aportó en momentos cruciales de mi experiencia vital. La admiración personal se debía a su discurso permanente de no violencia para alcanzar objetivos que hicieran la vida más amable a las personas que vivían con él en Solentiname, en los años setenta, aunque al final fuera necesaria una acción de fuerza del Frente Sandinista para derrocar a Somoza y formar parte del primer gobierno revolucionario nicaragüense como ministro de cultura.

¿Por qué lo he recordado estos días? Fundamentalmente, porque su compromiso me animó un día a querer acompañarle en su lucha, ante una situación en España que se demoraba y que se hacía insoportable en mi persona de secreto, perteneciente a la iglesia católica, apostólica y romana, que a veces no veía a Dios por ningún sitio, como le ocurría a Rafael Alberti en sus paseos por Roma, peligro para caminantes.

Le escribí una larga carta. Le explicaba con ilusión inquebrantable que España y la Iglesia me habían helado el corazón y que quería incorporarme a su lucha porque era un líder creíble, que pertenecía a una iglesia diferente, comprometida con los más débiles.

Nunca recibí respuesta. No sé si la llegó a leer, pero no inicié el viaje hacia esa parte del mundo, tan querida para mí en ese momento. Me quedé para trabajar por un mundo mejor en este país y hoy tengo que reconocer que era necesario que fuera así, porque aquí, con tu quiero y mi puedo de muchas personas, pudimos caminar juntos como compañeros en momentos cruciales para nuestra democracia.

Gracias, Ernesto Cardenal, por tu gran ejemplo. Me consta que estás convencido de que otro dios es posible a través de ese otro mundo, bastante más humano, por el que luchamos todavía muchas personas sin descanso alguno.

Sevilla, 30/I/2015

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¡Paz y Libertad!

Cuido la memoria democrática, recordando a Salvador Allende

Sevilla, 11/IX/2024

Cuido la memoria democrática, porque es el ancla del futuro democrático que demandan nuestros pueblos, cumpliendo un compromiso como español, ciudadano del mundo, que admira al pueblo chileno, utilizando los términos que figuraban en el compromiso final de la carta «Compromiso: Por la democracia, siempre», firmada el año pasado, en el 50 aniversario del fatídico golpe de Estado, por el presidente actual Gabriel Boric, junto a cuatro expresidentes chilenos, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, Ricardo Lagos Escobar, Michelle Bachelet Jeria y Sebastián Piñera Echenique, en la que hicieron una reflexión profunda y breve sobre los 50 años del golpe de Estado que puso fin al Gobierno de Salvador Allende y que dio inicio a la triste, injusta y malévola dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).

Hoy, en el 51 aniversario de aquel hecho luctuoso, recuerdo cómo viví en mis años jóvenes de dictadura franquista la muerte de Salvador Allende, excelente presidente democrático en ese país, que sigue muy presente en este cuaderno digital a través de su vida y obra política, así como sus inolvidables palabras de despedida del pueblo chileno, pronunciadas en la sede del Palacio de la Moneda y transmitidas al pueblo chileno por la Radio Magallanes, a las 9:10 a.m., aquel fatídico 11 de septiembre de 1973, que no olvido, algo que se puede constatar hasta en veintisiete artículos, en los que lo cito con respeto reverencial, porque ha significado mucho en mi vida y a pesar de mi matusalénica edad, que diría Benedetti: “¡Trabajadores de mi patriatengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”.

Cuido la memoria histórica y democrática de Chile, también la de mi país. Por esta razón, hoy es un día especial en mi vida personal como ciudadano del mundo. Me consta que cincuenta y un años después de aquellos tristes acontecimientos que sumieron a Chile en un derrotero de falta de libertades y venganzas sin límite por parte de los golpistas, esas grandes alamedas, alojadas en mi memoria de secreto, siguen sorteando inmensas dificultades en el devenir político del país. 

En este sueño de pasear un día, de verdad, por las grandes alamedas de libertad en cualquier lugar del mundo, también en nuestro país, las palabras de Salvador Allende cobran una importancia especial cuando asistimos a un ocaso de la democracia en nuestro país, en un clima de polarización enferma, donde expresarse en libertad cuesta cada día más. Cada día es más difícil dialogar sin insultos y descalificaciones en cualquier ámbito, con un ambiente crispado vaya donde vayas, estés donde estés.

Como Chile cuida su memoria, el Presidente Boric inauguró ayer el Camino de la Memoria junto a otras autoridades del Gobierno y a la alcaldesa de Ñuñoa, Emilia Ríos, horas antes de que se cumpla el 51 aniversario del golpe de estado. «El Camino de la Memoria es un recorrido peatonal de 450 metros de extensión que conecta el anillo del Coliseo con la Caracola Sur del velódromo en el Parque Estadio Nacional que simula el recorrido de prisioneras y prisioneros políticos en dictadura. A partir del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, prisioneras y prisioneros políticos eran trasladados desde los camarines del Coliseo hacia el sector de tortura en los baños públicos del velódromo, conocidos como “caracolas”. Todos los días los militares hacían caminar a grupos de entre 30 a 100 personas detenidas, quienes llevaban sus cabezas cubiertas por sus frazadas y veían solo el camino de tierra». El “Camino de la Memoria” ha sido diseñado por el arquitecto y Premio Nacional Teodoro Fernández y «considera seis estaciones de descanso como espacios de contemplación, cada una con una pérgola sombreada, asientos y una obra de arte, parte del proyecto “Grieta”, que consiste en una línea negra serpenteante que recorre el camino, simbolizando una cicatriz en la memoria de Chile, incorporando «en letras de acero un texto poético elaborado por Raúl Zurita junto a los sobrevivientes del Estadio Nacional». El Presidente dijo en el acto de inauguración que «Desde el Gobierno, tenemos la convicción de seguir impulsando con mucha firmeza la memoria. A partir de la memoria podemos trazar el futuro que queremos para nuestro pueblo y por eso estos días son significativos. Mañana se cumplen 51 años del infame 11 de septiembre de 1973 y no vamos a dejar de recordar a quienes no están porque nosotros estamos gracias a ellos. Los invito a todos y todas a visitar este espacio, caminarlo lento, hacer de él un punto de encuentro, compartir aquí nuestra historia, contárselas a sus niños y crear de un futuro compartido de un Chile libre, democrático y justo en el que siempre prevalezcan los derechos humanos, la democracia y el compromiso por el Nunca Más”. 

Por todo lo expuesto anteriormente, recuerdo hoy a Chile y cuido la democracia dondequiera que esté presente. Las grandes alamedas resaltadas con fuerza democrática por Salvador Allende en sus últimas palabras al pueblo chileno, donde podrían pasear personas libres, mucho más temprano que tarde, resuenan hoy de forma especial en las palabras del vídeo que encabeza estas palabras, sentidas por el pueblo chileno democrático desde los balcones que sirven hoy para mirarse entre ellos, desde donde les saluda su historia, aunque hoy recordamos a escala mundial que un balcón del Palacio de la Moneda fue bombardeado el 11 de septiembre de 1973, que miles de compatriotas chilenos fueron víctimas de detención, tortura, exilio, asesinato y desaparición. Ha costado muchos años reconstruir Chile, reconstruir sus balcones, su democracia. No la olvidemos, cuidando sobre todo la memoria democrática, algo que nuestro país debe hacerlo día a día, en democracia, siempre.

Una cosa más, que nos obliga a cuidar la memoria democrática de este mundo al revés. Lo sucedido también hace veintitrés años en la Torres Gemelas, un 11 de septiembre como hoy, marcó un antes y un después en la democracia mundial y el terrorismo pasó a ocupar todas las cabeceras de los medios de comunicación del globo terráqueo. A partir de ese día, ya nada sería igual y veintitrés años después seguimos viviendo con dolor y espanto aquellas imágenes irrepetibles del derrumbamiento de las famosas torres y creo que de una forma de ser y estar en el mundo por parte de sus pobladores. Para que tampoco se olvide en los cuidados especiales, urgentes y necesarios de la democracia.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL

¡Paz y Libertad!

Blas de Otero y la palabra que nos queda en agosto de 2024

¿Qué iba a haber escrito desde mi vida? Demasiado he hecho. Queramos o no, el hoy inmediato y el mañana es del pueblo.

Blas de Otero, en una carta dirigida a Vicente Aleixandre en 1955.

Sevilla, 3/VIII/2024

En estos primeros días de agosto me refugio en la poesía porque está elaborada con palabras, que es de lo poco que nos queda como algo personal e intransferible, en el proceso de creación desde el cerebro de cada uno, cada una.

Si a alguien le debo la localización de este refugio anímico es al poeta Blas de Otero, de quien aprendí el valor laico de la palabra, porque en mi infancia en tierras de Castilla, me enseñaron sólo su valor sagrado, en un juego de palabras bastante enrevesado para un niño: el Verbo se hizo Carne. Así, sin más explicaciones, porque todo era un asunto de fe.

Por estas razones, vuelvo a publicar hoy el artículo que el año pasado dediqué a un poeta especial, Blas de Otero y la palabra que le quedaba en agosto de 1955, porque él me enseñó el auténtico valor de la palabra, sobre todo en tiempos difíciles como los actuales, tan maltratada, ninguneada, manipulada, adulterada y utilizada de forma violenta contra todo el que no piensa de forma uniforme, mediocre, capitalista, dictatorial o… fascista, por resumirlo en una palabra. Sobre todo, porque aprendí de él algo que me impactó mucho cuando dijo que, ante las adversidades de su vida, “yo no me desanimo y llegaré a la muerte deshecho pero no vencido”. Hermosas palabras, que en mí quedan.

Blas de Otero y la palabra que le quedaba en agosto de 1955

Buscando islas desconocidas en este mes de agosto tan especial, he encontrado una carta del poeta Blas de Otero (Bilbao, 1916 – Majadahonda, Madrid, 1979) dirigida a Vicente Aleixandre, el 18 de agosto de 1955, que me ha parecido una lección histórica de importancia capital para conocer a este poeta, con una trazabilidad familiar muy compleja y desde el punto de vista existencial también, con pérdida de fe incluida:

Querido Vicente: Te escribo esta carta aunque me da vueltas la cabeza, pero estoy tan solo que necesito hablar con alguien y creo que mejor que contigo… Por eso tu carta me hizo como siempre mucha compañía y además el regalo que me anuncias, yo sé que tú me has visto bien aunque yo me enseño tan poco y por eso lo que escribas estará bien y lo de menos es el estilo que es tan puro («buen sentido…») como he visto en el de Hidalgo. Pero pasa luego que la vida, no acabo de poder con ella, no me tengo a mí mismo, esta es la verdad y encima han sucedido tantas cosas, y las verdaderas son las que no sabe nadie no las que dicen. Pero tú ya sabes que yo no me desanimo y llegaré a la muerte deshecho pero no vencido. Yo no miento pero mi libro que quieren darlo en «Cantalapiedra» no sé qué hacer no me considero al nivel de mi palabra, ojalá fuese cierto lo que en este sentido dicen. Lo de menos es que los poemas sean regulares para mí, pero es lo que publiqué, no para otros, pero la conciencia es cada vez mayor, me está resultando ya monstruosa. ¿Qué iba a haber escrito desde mi vida? Demasiado he hecho. Queramos o no, el hoy inmediato y el mañana es del pueblo. Yo no escogí mi sitio de nacimiento y luego toda esta España, la de los periódicos y la censura que no es broma en mi caso y el no tener ahora un medio de vida todavía, ni la mujer, pero así es más bonito, lo que hace falta es que tenga fuerzas que vencimiento jamás lo tendré. Perdona todo esto, Vicente. Es para ti, claro, por eso lo he hecho. No sé qué contarte de otras cosas, ahora no tengo ganas.

Un fuerte abrazo

Blas

Dámaso no me envió el libro, será el verano, ya lo recibiré.

En el contexto de su situación personal, en una revolución interior constante hacia la poesía social, cuando dice “Cantalapiedra” se refiere a su obra Pido la paz y la palabra, que se publicó ese año, 1955, en Ediciones Cantalapiedra, en Torrelavega (Santander), siendo la palabra lo único que de verdad le quedó siempre y que tan maravillosamente nos legó en un poema de este libro que no olvido,  En el principio, que he citado en numerosas ocasiones en este cuaderno digital: 

Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.

Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.

Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.

Al leer varias veces la carta dirigida a su amigo del alma, Vicente Aleixandre, he comprendido mejor que nunca este poema tantas veces citado por mí y que permanece intacto en mi persona de secreto. Aún así, he querido compartirlo hoy de nuevo, comprendiendo la soledad sonora de Blas de Otero: ¿Qué iba a haber escrito desde mi vida? Demasiado he hecho. Queramos o no, el hoy inmediato y el mañana es del pueblo. Para que no se olvide, en momentos de turbación política, ni siquiera un momento, siguiendo sus pasos cuando decía que “yo no me desanimo y llegaré a la muerte deshecho pero no vencido”.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, GAZA Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL

¡Paz y Libertad!

Los presidentes lloran también


Carta de Pedro Sánchez a la ciudadanía

Yo pensé también un día
que los hombres nunca lloran
porque es una cobardía
que ninguno debe hacer

que por mucho sufrimiento
que haya dentro de sus vidas
en los hombres hay heridas
que nunca se dejan ver

Raphael, Los hombres lloran también (1964)

Sevilla, 27/IV/2024

Hace 17 años publiqué en este cuaderno digital un artículo, Estereotipo machista 2: los hombres no lloran, tópico muy extendido en nuestro país y que a mí me marcó mucho en mi infancia. Lo he recordado especialmente, al verificar cómo han reaccionado muchos líderes políticos y tertulianos, las redes sociales y las derechas mediáticas también, a la “carta a la ciudadanía” enviada el pasado miércoles por Pedro Sánchez, ciudadano y presidente de este país, apoyados por el consabido mantra de que “de casa hay que salir llorados” (Puigdemont, dixit) o una variación sobre el mismo tema, “al trabajo hay que venir llorados”. Han agregado también, entre otras lindezas e improperios, que lo que ha hecho el presidente, al escribir esta carta, es hacer pública una rabieta propia de un adolescente (Feijóo, dixit). Nuestro mítico y universal cantante, Rafael, me ha recordado en pocas palabras que “yo pensé también un día / que los hombres nunca lloran / porque es una cobardía / que ninguno debe hacer”.

En fin, lo que viene a decir la derecha y su más allá ultramontano, es que un presidente “serio”, “de bien”, no llora, porque es de cobardes. En este contexto tan triste y desolador, vuelvo a publicar el artículo citado, porque creo que no ha perdido actualidad alguna y porque el presidente Sánchez, cuando está triste e incluso llora, merece nuestro respeto y comprensión. Sobretodo, porque en relación a lo que han hecho con las insidias contra su esposa, “aunque sea cobardía, cuando se ha querido bien, se diga lo que se diga”, demuestra con su carta que “los hombres [aunque sean presidentes] lloran también”.

Estereotipo machista 2: los hombres no lloran

Sabemos muy poco del llanto. Recuerdo, cuando era niño, que en mi casa sabían cómo provocar sentimientos contradictorios niño/niña para sentirme mal después de una caída en la calle, cuando llegaba a casa llorando porque el dolor era insoportable en las rodillas destrozadas, al grito unánime de varias mujeres que me rodeaban: «¡los hombres no lloran!». ¡Cuántas veces lo habré escuchado! Y así hemos crecido durante varias generaciones, desde una perspectiva de género muy confusa porque me lo decían las mujeres más queridas en mi vida, porque cuando lloraba mi hermana yo lo veía como lo más natural del mundo y porque cuando había que llorar en común en la clave del Padre Peyton: la familia que llora unida, permanece unida, todas las miradas de mi tía y abuela iban hacia mis ojos como espías impertérritas ante la radio “Philips” que presidía la repisa principal de la sala de estar, lanzando a los cuatro vientos a través de Radio Madrid las voces de las radionovelas, los seriales radiofónicos y los programas del tipo “Ustedes son formidables” y “Operación Clavel”, en los que tenía que reprimir mis emociones y sentimientos para no caer en el ridículo más espantoso. Además, si lloraba, era candidato seguro a ser “mariquita”, cuestión de la que ya estaba advertido por lo que pudiera pasar…, porque al único que se le permitía decir algo en tal sentido era al cantante Raphael, en la canción que abre este post: y aunque sea cobardía, cuando se ha querido bien, se diga lo que se diga, los hombres lloran también.

Y lo que puedo asegurar es que lloraba, tragándome las lágrimas de una represión colectiva que no me enseñaba a llorar adecuadamente, porque la preocupación estribaba más en la representación del llanto y casi nunca en su causa. Pesaban más los fárragos que las quintaesencias, en lenguaje casi arcano. Así hemos crecido. Por ello, en esta tarea de deconstrucción del cerebro, me encuentro con una realidad que voy a analizar desde la perspectiva de género. Y como siempre, voy a intentar explicar bien por qué llora el ser humano. Por qué lloramos todas y todos, sin excepción.

Lloramos, porque todos los seres humanos estamos preprogramados para ello. En palabras del Dr. Murube del Castillo, un gran experto en dacriología (dácrion en griego: lágrima), la ciencia que estudia la lágrima: “Hace 280-360 millones de años los peces crosopterigios comenzaron a salir frecuentemente de su medio acuático al terrestre, ya por la presión ecológica de otros animales, ya por vivir en charcas de desecación repetida. Así, surgieron los anfibios, uno de cuyos principales cambios fue la creación de un aparato lacrimal que mantuviese mojada permanentemente su córnea, ya que ésta necesita estar cubierta por una película lacrimal para su correcto metabolismo y para mantener una superficie ópticamente lisa. A lo largo de la evolución de las especies fueron apareciendo muchos cambios en el aparato lacrimal, entre los que están la aparición y perfeccionamiento de un sistema nervioso de conexión, que dio lugar a la lágrima refleja, y de un sistema nervioso de elaboración que dio lugar a la lágrima emocional”. Es decir, la evolución ha llevado a su expresión más desarrollada la estructura cerebral que controla también el llanto de los seres humanos y todos los procesos desencadenantes para su estudio e interpretación científica.

Tres tipologías de lágrima se estudian hoy en la investigación dacriológica: la basal, la refleja y la emocional. La lacrimación basal es la que el ojo produce en circunstancias normales, ejerciendo una función protectora en el globo ocular, de forma que lubrica su superficie, procurando a la córnea oxígeno y nutrientes para su metabolismo y finalmente mantiene en suspensión sustancias relacionadas con la defensa inmunitaria. La lágrima está compuesta en su mayor parte por agua, siendo los otros componentes lípidos y proteínas. La glándula lagrimal principal produce el 95% del componente acuoso de las lágrimas, siendo las glándulas lagrimales accesorias de Krause y Wolfring las encargadas de la producción del resto. La secreción lagrimal refleja es varios cientos de veces superior a la producción basal o de reposo, y está producida por la estimulación sensorial conjuntival y corneal superficial. El estímulo secretor que actúa sobre la glándula es parasimpático y produce secreción refleja en ambos ojos. También existe una lacrimación emocional que se produce siempre a través de una orden cerebral relacionada con determinados estados anímicos. 

De acuerdo con el Dr. Murube, “la lacrimación emocional es filogenéticamente muy reciente, y sólo existe en la especie humana. Hay 5 teorías para explicar su aparición, todas basadas en la transformación del lagrimeo en un reflejo condicionado asociado a la angustia del llanto: La compresión de las glándulas lacrimales al comprimir las glándulas con el blefarospasmo del llanto (Darwin 1872), la liberación catártica de un estímulo nervioso por vía parasimpático-lacrimal (Freud 1893, 1929), la humidificación del aparato fonatorio (Montagu 1969), el aclaramiento de productos biológicos liberados a la sangre por la emoción (Frey et al 1983), y la simbolización de la lágrima como manifestación de dolor, derivada de que el derramamiento de lágrima por lagrimeo reflejo se hace siempre asociado a dolor (Murube). La secreción emocional se admitía hasta el presente que se inicia a las pocas semanas o meses del nacimiento. Desde que se descompuso la lacrimal emocional en dos tipos, el de petición de ayuda y el de donación de ayuda (Murube et al 1990a), esta fecha queda asignada a la lacrimación de petición de ayuda, apareciendo la de donación de ayuda al acceso del uso de razón, es decir, entre los 5 y 7 años” (1). 

Daniel Goleman, en referencia a la lágrima emocional, sintetizó muy bien el proceso del llanto en su presentación mediática de la inteligencia emocional: “El llanto, un rasgo emocional típicamente humano, es activado por la amígdala y por una estructura próxima a ella, el gyrus cingulatus. Cuando uno se siente apoyado, consolado y confortado, esas mismas regiones cerebrales se ocupan de mitigar los sollozos pero, sin amígdala, ni siquiera es posible el desahogo que proporcionan las lágrimas” (2). Tal y como manifestaba en el post dedicado al gyrus cingulatus, “sus funciones básicas están centradas en proporcionar comunicación continua -es zona de paso y proceso continuo- desde el tálamo hasta el hipocampo, estructuras ya analizadas en la cartografía cerebral que estoy construyendo y que se puede volver a consultar para ir montando este puzle humano de cien mil millones de piezas, ninguna igual. El giro colabora con la memoria emocional, con reminiscencias muy primitivas cercanas al olor, al llanto y al dolor, es decir, esta realidad nos permite constatar que hace millones de años que el ser humano llora, sufre. Es también el lugar de control para el trabajo atencional ejecutivo y esta misma estructura cerebral recibe las aferencias desde las estructuras emocionales en red que se asocian con el malestar humano, procesan las respuestas al estrés y modulan la conciencia, expresión esta última a la que habría que dedicar muchas anotaciones en este cuaderno y que asumo como responsabilidad científica (3). En definitiva, existe una correlación causa-efecto, en el marco emocional de las personas, determinante para llorar. Además, al llorar hacemos una exhibición de lo que somos, siendo uno de los momentos estelares en la representación del llanto que alcanzan las actrices y los actores: “lloran como si fuera verdad lo que está pasando”, solemos decir.

A partir de estos planteamientos básicos, solo queda aceptar la realidad del llanto como patrón de conducta aprendido en la sociedad que rodea a cada persona. La investigación al respecto nació en la década de los años setenta del siglo pasado. En un estudio llevado a cabo en 2004 por el investigador y fisiólogo William Frey, autor del libro Llorar, el misterio de las lágrimas(4), ya se van acercando más hombres y mujeres al llanto común: 64 episodios de llanto como promedio anual para las mujeres y 17 para los hombres, lo que implica un volumen cuatro veces menor de lágrimas masculinas que femeninas. Asimismo, el informe señalaba que los hombres lloran un promedio de cuatro minutos por episodio, mientras las mujeres lo hacen durante seis o más. Pero, aunque, hoy, los hombres lloran sin pudor, los estereotipos de género siguen teniendo un peso decisivo. Al menos eso fue lo que manifestó otro estudio, que comprobó que las mujeres lloran más que los hombres si miran una película emotiva en compañía de alguien del sexo opuesto que cuando lo hacen con alguien del propio (5).

Las pocas veces que al fin pude llorar en mi infancia, recuerdos de Castilla, se interpretaban mis lágrimas con la dura expresión de “¡Lágrimas de cocodrilo!”, que nunca entendí en la razón última de su origen, porque precisamente nunca había podido vincular la firmeza del saurio con una debilidad tan extrema. Entre mujeres y cocodrilos crecíamos para ser personas. Luego supe que esta frase tenía una base cultural importante en nuestro país, porque según el propio Dr. Murube: “En el siglo XIII, Bartolomeu Angelicus escribió que cuando el cocodrilo encuentra a un hombre a la orilla del agua lo mata, si puede, después llora sobre él y, finalmente lo devora». De ahí nació la expresión de «lágrimas de cocodrilo», aquellas derramadas hipócritamente por quien hizo el daño. De todos modos, «hasta hace siglo y medio no se aclaró que la razón no es psicógena, sino de pura fisiología digestiva: el cocodrilo produce poca saliva, por lo que llora para que las lágrimas pasen a la cavidad orofaríngea y le sirvan para lubricar y deglutir el bolo alimenticio».

Siempre me ha impresionado cómo influyen los estereotipos sociales en estas manifestaciones machistas. Aquí en Andalucía tenemos un capítulo en la intrahistoria penosa de la erradicación de las culturas invasoras, cuando solo sabemos de las lágrimas de Boabdil en el «Suspiro del Moro» tal y como nos lo ha contado la historia hasta hoy en palabras de su madre: Llora como mujer lo que no supiste guardar y defender como un hombre. Sin embargo, poco han trascendido sus lágrimas del silencio, en una tumba del pueblo granadino llamado Mondújar. En esa tierra dejó Boabdil los restos mortales de la persona que amó tanto como a Granada, a su esposa Morayma, la mujer que se mantuvo fiel a su lado, que le dio dos hijos y que sufrió en silencio, tanto como él, su vida y reinado desdichado. Un ejemplo clarividente de aprendizaje y estereotipo injusto para la posteridad, de las niñas y niños que lloran en Andalucía.

Sevilla, 15/VII/2007

(1) Murube del Castillo, J. Mesa Redonda, 73 Congreso de la Sociedad Española de Oftalmología – Granada, 1997 (recuperado de http://www.anatomiahumana.ucv.cl/estructura/modulo8.html).
(2) Goleman, D. (1996). Inteligencia emocional. Barcelona: Kairós, p. 39.
(3) González, C., Carranza, J. A., Fuentes, L. J., Galián, M. D. y Estévez, A. F. (2001). Mecanismos atencionales y desarrollo de la autorregulación en la infancia. Anales de psicología, vol. 17, nº 2 (diciembre), 275-286.
(4) William H.F. and Muriel, L. (1985). Crying, the Mystery of Tears. Minneapolis: Winston Press.
(5) Diaz Prieto, M. (2004). Los hombres lloran 4 veces menos que las mujeres. Sin embargo, dice un estudio, antes lloraban aún menos. La moda del varón sensible (recuperado de http://www.unsl.edu.ar/~dospu/archivos/llora.htm, el 12 de julio de 2007).

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA Y GAZA, ¡Paz y Libertad!

En Liérganes escribí mi última postal a mano

Reverso (izquierda) y anverso (abajo, derecha), de la postal citada / JA COBEÑA

Sevilla, 29/VII/2023

Hace un año escribí, tal día como hoy, un artículo, Las postales deberían volver este verano, recordando el micromundo de ese medio de comunicación que se hacía imprescindible en la sociedad del siglo pasado, nunca mejor dicho, sobre todo cuando llegaba el verano y viajábamos, por las vacaciones regladas, a los lugares de siempre o, en algún caso, a sitios buscados especialmente para la celebración de algo, buscando tarjetas postales desesperadamente para sorpresa de los receptores de estas misivas especiales, a los que también les llegaba un mensaje escondido y sin palabras «En este lugar me acordé de ti, de vosotros», antes de que llegara el boom de las jarras, imanes y llaveros de toda la vida, serigrafiando el mercado nuestros sentimientos y emociones «por un puñado de euros», convirtiendo todo en mercancía. En ese artículo citaba la referencia a uno anterior que escribí en plena pandemia, en julio de 2020, en el que desarrollé una metáfora antecedente, Las postales eran para el verano, como aquellas bicicletas famosas de Fernando Fernán Gómez, de feliz memoria.

Dicho y hecho. El año pasado cumplí ese compromiso y escribí desde Liérganes, en Santander, un lugar mágico donde los haya, una postal con el ritual de toda la vida: compra de la tarjeta en un estanco, junto al sello dentado de época dedicado a San Fermín 2022 (ya autoadhesivo, sin necesidad de humedecerlo con la lengua), bolígrafo y la brevedad del mensaje a escribir impuesta por el reverso de siempre, necesariamente a la izquierda y sin comer espacio a la dirección perfectamente alineada a la derecha, como mandaban los cánones, con las siguientes palabras escritas a mano: «Liérganes, 16 -8-22: Recordando viejos tiempos en los que se escribían sensaciones, emociones y se expresaban con palabras, que así no se las lleva el viento. Todo muy atómico, nada digital…».

Hoy, vuelvo a rescatar aquel texto íntegro de julio de 2020, porque deseo que no se quede en el recuerdo nostálgico de esas tarjetas mágicas, sino en un compromiso que podríamos adoptar en el ecuador de este verano tan especial, enviando postales de nuevo a las personas que apreciamos y queremos. Les aseguro que voy a hacerlo nuevamente, utilizando los medios habituales para tal menester: tarjeta postal, bolígrafo y sello, tan queridos por mí. Sobre todo, porque al escribirlas a mano, recordaré la caligrafía, esas “bonitas letras” que me enseñó a dibujarlas sobre el papel pautado mi querida maestra, Doña Antonia, a las que tantas veces he recordado en estas páginas y a la que debo tanto en mi niñez rediviva.

Lo aprendí hace tiempo: “El manuscrito tiene una característica evidente, comparado con la máquina de escribir o la pantalla: la individualidad. La letra de una persona es algo exclusivo, como sabe bien el amante que reconoce ya desde el sobre una carta de su amada…” (1). Es lo que probablemente intentó explicarnos Gabriel García Márquez, hace ya muchos años, sobre el realismo mágico de sus palabras manuscritas, aunque él las escribiera con una máquina de escribir clásica que quizás superaba con creces la letra creada por la bola de tungsteno de su bolígrafo BIC de turno. Pero ese realismo tan personal probablemente estaba allí, muy pendiente de su mano creadora, al igual que estaba en mi infancia más próxima. Como para él lo estaba en la carta comunicando la pensión al coronel Buendía, que tanto esperó, mucho menos importante que lo que nos sucede en el día a día, cuando vamos como él del timbo al tambo de nuestras vidas. Algo parecido en este verano tan especial en nuestras vidas en el que, probablemente, recibir una postal de alguien que conocemos y queremos nos alegrará ese momento mágico, casi atemporal, que García Márquez siempre retrataba de forma magnífica, dando sentido a nuestras vidas.

Anverso y reverso de la primera tarjeta postal de la historia – 1 de octubre de 1869

Las postales eran para el verano

No es por pura nostalgia, que también (siendo sincero), sino porque en este verano tan especial es necesario recordar aquellas pequeñas cosas que hicieron felices, por definición, a millones de personas a partir del 1 de octubre de 1869, día en la que consta fehacientemente que se envió “la que se considera la primera postal de la historia. Viajó de la localidad austríaca de Perg a la de Kirchdorf, y tardó solo un día en llegar. El mensaje era breve y de carácter personal: el emisor preguntaba al receptor si le gustaría visitarlo”.

He leído con atención reverencial un artículo sorprendente sobre la historia de las tarjetas postales, Las postales no se inventaron para mandar saludos, sino para ahorrar costes, muy ilustrativo para conocer cómo y cuándo comenzaron a enviarse millones de tarjetas postales a lo largo de ciento cincuenta años de su historia. Si alguna palabra puede resumir qué es lo que reflejaba esta nueva forma de relacionarse las personas, era la concisión. Cuando se concibió como medio de comunicación, la economía global estaba presente en su formato: pequeña, formato homogéneo porque era impresa por el Estado, incluido el sello, no llevaba sobre y era de formato abierto que cualquiera podía leer, es decir, una auténtica revolución para la época que se podía resumir en una frase publicitaria: todo en uno. Se compraba, se escribía con brevedad obligada y se enviaba, tres pasos obligados pero que simplificaban de forma sorprendente el rito de escribir cartas, cada día más complejo en su fondo y forma.

Las tarjetas postales han formado parte de nuestras vidas. Recuerdo ahora cuando vivía en Roma y enviaba postales a mi familia y amigos, porque descubrí otra realidad que con el paso del tiempo ha evolucionado: la compra de los sellos. En Italia se rotulaban los estancos como “Sali, Francobolli e Valori Bollati”, sales, sellos y papel timbrado, porque la sal fue un monopolio del Estado hasta 1973, con una larga historia desde el Imperio Romano. Sorpresas que me daba la vida en el viaje de una postal hacia alguna parte. De todas formas, nada cómo las postales que cuando era un niño escribía a la empleada de hogar que trabajaba en mi casa de Madrid, Marina, que me dictaba lo que quería decir, con palabras de amor, a su querido Juanito, que trabajaba como emigrante en Suiza, concretamente en Biel-Bienne. Eran textos imposibles, clásicos populares, con la entradilla clásica: “Espero que al recibo de ésta estés bien, nosotros bien gracias a Dios”. Yo avisaba a Marina que no me quedaba espacio para lo fundamental, pero ella se conformaba con que su novio supiera interpretar lo que una pareja en posturas imposibles y con el texto que figuraba en el anverso de aquella postal en blanco y negro, tan edulcorada, quería transmitir al receptor de la misma: “Tú eres mi destino y mi estrella, yo por ti todo lo cambiara” [sic], que no lograba entender en el tiempo verbal que utilizaba, pero que hacía todavía más imposible su comprensión. Lo de menos era lo que escribía con tanto primor y en letra inglesa en nombre de Marina a su novio, sino lo que ella quería que entendiera en palabras de toda la vida. Así, muchas veces durante años de la dura emigración española y que ahora olvidamos con tanta insensatez.  Las tarjetas postales fueron un salvoconducto para expresar sentimientos y emociones de lo que se veía y se quería teletransportar al receptor de turno, en “color por technicolor” y con pocas palabras, en una España que abusaba mucho del blanco y negro, como el de la postal imposible de Marina.

Las tarjetas postales han caído en desuso y han sido sustituidas por las redes sociales. Tenían su estación por excelencia, el verano y viajes conmemorativos. Ahora, en cualquier época del año existen mil formas de enviar imágenes y palabras que dejan atrás a un medio que fue revolucionario en su época y que tenía su encanto y su factor sorpresa. Su concisión, llena casi siempre de sentimientos y emociones, lo decía todo, con un secreto a voces que se esperaba con la ilusión de lo desconocido: alguien se había acordado de nosotros y se había molestado en dar varios pasos por mí, por nosotros: elegir la tarjeta, escribirla, ponerle el sello (con lengua o esponja mojada) y echarla al buzón.

Para no olvidarlo hoy, en tiempos difíciles, porque el texto era casi lo de menos. Yo sabía que la persona que me la envió en alguna ocasión, al escogerla entre miles de postales posibles,  pensaba de mí que yo era su destino y su estrella y que por mí, todo lo cambiaría.

NOTA: la imagen, que recoge el anverso y reverso de la primera tarjeta postal de la historia, se recuperó el 12 de julio de 2020 de: https://www.ausstellung-postkarte.de/

(1) Millán, José Antonio (2015, 22 de octubre). El misterio de las palabras. El País.com.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

Cuaderno de campaña / 14. Hay que atraer a los indecisos en la recta final

“Cuentas con muchas personas, haz que sepan la importancia que les das. Si consigues que deseen apoyarte los que están indecisos, éstos te ayudarán mucho”

Quinto Tulio Cicerón, a su hermano Marco, en Breviario de campaña electoral.

Sevilla, 19/VII/2023

No nos engañemos: ¡entre personas indecisas y abstencionistas anda el resultado final de estas elecciones generales! Siempre ha ocurrido mientras que el mundo es eso, mundo, como demuestra el hecho de que ya se hablaba de ello en el siglo I antes de Cristo, hace más de dos mil años, cuando Quinto Tulio Cicerón escribió un breviario para la campaña electoral (Commentariolum Petitionis) (1) en la que su hermano Marco aspiraba al consulado de la república de Roma, en el año 63 antes de Cristo, que finalmente ganó compartiéndolo con Gayo Antonio. Su gobierno, colegiado, duraba solo un año, alternándolo cada mes y asumiendo la más alta magistratura civil y militar. Es un libro precioso que sigue vivo en su fondo y forma, salvando lo que hoy haya que salvar (mutatis mutandis) en el contexto actual de las próximas elecciones generales a celebrar el 23 de julio.

Las consideraciones que contiene son perfectamente aplicables en estos tiempos tan modernos, porque tiene un hilo conductor entretejido en tres grandes principios que debía atender el candidato Marco: era un hombre nuevo (no tenía antecedentes sociales relevantes y tenía que saber utilizar esta condición), aspiraba al consulado (cargo de la máxima excelencia para gobernar la República) y “ésta es Roma”, es decir, debía conocer bien cómo era en su esencia el Imperio Romano, la Ciudad que tendría que gobernar: “una ciudad constituida por el concurso de los pueblos, en la que abunda la traición, el engaño y todo tipo de vicios, en la que hay que soportar las arrogancias, la obstinación, la envidia, la insolencia, el odio y la impertinencia de muchos. Creo que tiene que ser muy prudente y muy hábil el que vive rodeado de tantos hombres con vicios tan diversos y tan graves, para poder evitar la hostilidad, las habladurías, la traición, y para que una misma persona pueda adaptarse a tal variedad de costumbres, de discursos y de intenciones”. Sirva como botón de muestra también, la siguiente recomendación en campaña electoral: “Por otra parte, dado que hay tres cosas en concreto que conducen a los hombres a mostrar una buena disposición y a dar su apoyo en unas elecciones, a saber, los beneficios, las expectativas y la simpatía sincera, es preciso estudiar atentamente de qué manera puede uno servirse de estos recursos. En los más pequeños beneficios, los hombres encuentran motivo suficiente para apoyar a un candidato”.

Recomiendo, una vez más, su atenta lectura porque repito, salvando lo que haya que salvar y respetando su contexto histórico romano, es perfectamente aplicable en este país en algunas de sus recomendaciones, no todas evidentemente, siendo conscientes de que en estos días de campaña debemos intentar conocer mejor los candidatos que preferimos (los de toga blanca, toga candida, para distinguirse de los demás), porque en relación con quienes aspiran a estos puestos relevantes, algo tan importante como la Presidencia del Gobierno, debemos tener constancia de que están suficientemente preparados e ilusionados con ello y, sobre todo, que deben conocer muy bien el Estado en el que ejercerán su representación máxima, que en el caso de Roma, era un reto harto difícil, con sus defectos y virtudes, con el efecto halo imperial que conllevaba en su época, acordándose siempre, para finalizar, de quienes les han confiado su voto, tal y como Quinto Tulio Cicerón recomendaba a su hermano Marco, en el citado Breviario de campaña electoral“Cuentas con muchas personas, haz que sepan la importancia que les das. Si consigues que deseen apoyarte los que están indecisos, éstos te ayudarán mucho”. Es probable que sea un revulsivo eficaz ante el Partido Abstencionista, que suele anunciarse siempre a bombo y platillo como el partido vencedor.

En definitiva, los tres enunciados expuestos anteriormente y traídos al momento actual, simbolizan algo muy importante en esta campaña electoral de 2023: se necesitan en el país lideres políticos “nuevos”, en el sentido del Breviario, que no les pesen sus mochilas políticas, sino que les sirvan para demostrar el trabajo bien hecho; que aspiren a prestar un servicio público al “pueblo español”, el que cita expresamente la Constitución como sede de la soberanía nacional, bajo el principio de salvaguardar en la próxima legislatura el interés general, ejerciendo un liderazgo honesto. Por último, que conozcan bien la situación actual del país: ¡ésta es España!, tan dual y cainita, para que nunca más se vuelva a helar el corazón de una de las dos, de los niños y niñas que vienen ahora al mundo, los españolitos de Machado, que algunos partidos se empeñan en resucitar. Para que no se olvide la importancia y el deber de participar en estas elecciones próximas, mediante el voto, al recordar hoy una campaña electoral exitosa, más de dos mil sesenta y tres años después, en la que los indecisos fueron tenidos muy en cuenta, situación que demostró su ayuda final a Marco Tulio Cicerón frente a sus rivales más directos.

[1] Cicerón, Quinto Tulio, Breviario de campaña electoral, traducción de Alejandra de Riquer. Barcelona: Acantilado – Quaderns Crema, 2011.

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UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

Cuaderno de campaña / 12. Los empleados de Correos merecen el mismo respeto que Mario, el cartero de Neruda

Sevilla, 18/VII/2023

Si la cultura nos enseña las mejores muestras de lo que significa la interpretación de la vida diaria, sé que Antonio Skármeta lo expresó de forma maravillosa en una obra, Ardiente paciencia, adaptada más tarde en un guion impecable para una película inolvidable, El cartero (de Pablo Neruda), rodada en una playa especial de una isla de nombre Pozzo Vecchio, conocida desde entonces como Playa del cartero, situada en Procida (Nápoles), donde se rodó una de sus escenas de más intensidad humana, en la que el cartero Mario (Massimo Troisi) y Beatriz (Mariagrazia Cucinotta) se encuentran por primera vez y se enamoran, lo que le presta un efecto un halo especial.

Sé que la isla Procida sí se conoce en el mundo del turismo insular de mercado, pero para mí era completamente desconocida, al igual que las islas a las que canta Saramago en un cuento preferido por mi persona de secreto, El cuento de la isla desconocida, hilo conductor de este blog o cuaderno digital, como me gusta nombrarlo: “todas las islas, incluso las conocidas, son desconocidas mientras no desembarcamos en ellas”, aunque sea la mujer del cuento la que conoce mejor que nadie lo que de verdad quiere decir a los cuatro vientos: “Si no sales de ti, no llegas a saber quién eres, El filósofo del rey, cuando no tenía nada que hacer, se sentaba junto a mí, para verme zurcir las medias de los pajes, y a veces le daba por filosofar, decía que todo hombre es una isla, yo, como aquello no iba conmigo, visto que soy mujer, no le daba importancia, tú qué crees, Que es necesario salir de la isla para ver la isla, que no nos vemos si no nos salimos de nosotros, Si no salimos de nosotros mismos, quieres decir, No es igual…”. Por ello, esta búsqueda impaciente se convierte en algo deseado y deseante, sentimiento interno que muestro tal y como lo aprendí, un día ya muy lejano, de Juan Ramón Jiménez.

Recuerdo también el canto a la vida ante los silencios cómplices en las dictaduras de cualquier origen que hizo Antonio Skármeta en esa película de fuerte carga ideológica, que me impactó mucho, en una adaptación muy correcta de su novela Ardiente paciencia. Mario Jiménez, el cartero preferido de Neruda, aporta a la vida su deseo de aprender del maestro lo que le enseña en el terreno de la metáfora, valora el amor con la experiencia de Beatriz y lo que supone poner el nombre de Pablo Neftalí a su hijo, en homenaje a quien le llevaba siempre puntualmente las cartas hasta que se trunca su oficio de entregas por culpa del golpe de estado de Pinochet, cuando rodean la casa del escritor, donde apoyaba su antigua bicicleta. Recurre finalmente a la transmisión oral para contarle a Neruda lo que no le puede entregar en modo texto. Una gran metáfora, que he recordado hoy cuando el líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, dijo en un mitin reciente algo verdaderamente impresentable e insultante para los profesionales de Correos: “Le pido a los carteros que trabajen mañana, tarde y noche, y aunque no tengan los refuerzos suficientes que sepan que custodian algo sagrado”, seguido de un mensaje perturbador: “Les pido, con independencia de sus jefes, que repartan todos los votos”. Los profesionales de Correos no necesitan estas recomendaciones, cuando menos maliciosas, porque son profesionales de altura, a los que conozco bien por mis años de trabajo en la Administración Pública, donde siempre encontré en ese Organismo un apoyo incondicional a los servicios públicos.

De nuevo, ante la inquietud sobre lo que pueda ocurrir el próximo domingo, por los presagios de un supuesto triunfo de la alternancia política, me separo unos segundos de Neruda, cuando pronunció una frase gloriosa al finalizar su discurso en el acto de entrega del Premio Nobel: «En conclusión, debo decir a los hombres de buena voluntad, a los trabajadores, a los poetas, que el entero porvenir fue expresado en esa frase de Rimbaud: sólo con una ardiente paciencia conquistaremos la espléndida ciudad que dará luz, justicia, dignidad a todos los hombres». Hoy, no disfruto de ella en su expresión paciente, sino modulada por el prefijo negativo «im», exactamente como “ardiente im-paciencia”, con el significado que a través de los siglos conocemos: intranquilidad producida por algo que molesta o que no acaba de llegar. Reconozco que estoy instalado en ella, en la impaciencia ardiente, en esta recta final antes del Día de la Democracia, a través del voto, el próximo 23 de julio.

Reitero alto y claro que los profesionales de Correos, en toda su extensión, no necesitan estas recomendaciones de Feijóo, porque saben lo que hacen día a día. La metáfora de Skármeta, en su ardiente paciencia, muestra qué papel pueden llegar a jugar en la vida diaria de los ciudadanos y ciudadanas de este país, dignificando esta profesión. Estas palabras simbolizan su excelente desempeño profesional, que llevarán siempre mi reconocimiento y agradecimiento expreso por su trabajo bien hecho. Estoy convencido de que llegado el caso, ¡ojalá no ocurra!, los carteros y carteras de este país emularían lo que hizo Mario con Pablo Neruda, si no pudieran entregarnos las cartas y los documentos tan esperados, transmitiéndonos de forma oral los mejores mensajes que necesitáramos recibir. Esa es la auténtica metáfora de su valía profesional. ¿Saben por qué? Porque nunca se podrá sustituir el encanto de la espera de mensajes llenos de esperanza, cargados de derechos y deberes, como en este caso la documentación para votar, entregados por manos humanas como ejemplo del mejor servicio público que debemos proteger. En el día después de las votaciones, a pesar de la mala política de algunos líderes actuales, siempre habrá personas que esperarán sin descanso a su cartero o cartera de siempre para recibir palabras que nacen del alma, metáforas, que nunca se podrán empaquetar como si fueran una triste mercancía.

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UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

Un sentimiento especial al escribir sobre una tarjeta kalamkari

Tarjeta de papel kalamkari, elaborado por mujeres artesanas en Anantapur, estado de Andhra Pradesh (India), en un proyecto de comercio justo de la Fundación Vicente Ferrer.

A mis amados les dejo las cosas pequeñas; las cosas grandes son para todos

Rabindranath Tagore, Pájaros perdidos, 178.

Sevilla, 27/I/2023

Dedicado a María José, como siempre…

Hoy he vivido una experiencia especial al escribir a mano sobre un papel kalamkari, elaborado artesanalmente en la India, de donde he recibido una muestra fehaciente de este arte milenario, concretamente del Estado de Andhra Pradesh. Es una tarjeta de papel reciclado, estampado con la técnica Kalamkari, realizada con sellos de madera o con cálamos, que se usa indistintamente sobre tejidos y papel: “En los tiempos remotos, grupos de cantantes, músicos y pintores, los chitrakattis, iban de pueblo en pueblo relatando las grandes epopeyas de la mitología hinduista. A medida que desarrollaban la historia, ilustraban su cuento con la ayuda de grandes piezas de telas pintadas en el mismo lugar con medios rudimentarios y tinturas vegetales. Este es el origen de los primeros kalamkari. También encontramos en los templos hinduistas grandes tableros de Kalamkari que representaban episodios de la mitología india quizá con la misma función que los capiteles en las catedrales cristianas” (1). Las artesanas que elaboran en la actualidad estas tarjetas como la mía, trabajan en el taller de Bukaraya Samudram, una localidad de la India, en el distrito de Anantapur, estado de Andhra Pradesh, en un proyecto solidario de comercio justo patrocinado y cuidado con esmero por la Fundación Vicente Ferrer, a la que tanto admiro y aprecio.

El término Kalamkari tiene su etimología en la palabra turca y griega “Kalam”, Cálamo (en griego, κάλαμος), aunque unidas en hindi, Kalam (pluma) y Kari (arte), expresan el utensilio principal que se utilizaba hace más de 3.000 años en la pintura con tintes vegetales, la caña hueca que da forma final a su trabajo tras los 23 pasos que necesita la elaboración del producto artesano. Al abrir el sobre que contiene la tarjeta, he sentido algo especial, porque estaba ante el papel en blanco, decorado en su anverso como mensaje principal de respeto a la naturaleza, a la vida, aunque lo importante es escribir hoy sobre ese papel tejido, tan especial y simbólico, teniendo presente lo que expresó admirablemente Platón en su obra Fedro, en la que narra una historia preciosa sobre la dialéctica de la palabra escrita, contada por Sócrates, entre un dios antiguo Teut, que se dice que inventó la escritura y el rey de Tebas, Tamus. Un día “Teut se presentó al rey y le mostró las artes que había inventado, y le dijo lo conveniente que era difundirlas entre los egipcios. El rey le preguntó de qué utilidad sería cada una de ellas, y Teut le fue explicando en detalle los usos de cada una; y según que las explicaciones le parecían más o menos satisfactorias, Tamus aprobaba o desaprobaba. Dícese que el rey alegó al inventor, en cada uno de los inventos, muchas razones en pro y en contra, que sería largo enumerar. Cuando llegaron a la escritura dijo Teut:

– “¡Oh rey! Esta invención hará a los egipcios más sabios y servirá a su memoria; he descubierto un remedio contra la dificultad de aprender y retener.

– Ingenioso Teut –respondió el rey–, el genio que inventa las artes no está en el mismo caso que el sabio que aprecia las ventajas y las desventajas que deben resultar de su aplicación. Padre de la escritura y entusiasmado con tu invención, le atribuyes todo lo contrario de sus efectos verdaderos. Ella sólo producirá el olvido en las almas de los que la conozcan, haciéndoles despreciar la memoria; confiados en este auxilio extraño abandonarán a caracteres materiales el cuidado de conservar los recuerdos, cuyo rastro habrá perdido su espíritu. Tú no has encontrado un medio de cultivar la memoria, sino de despertar reminiscencias; y das a tus discípulos la sombra de la ciencia y no la ciencia misma. Porque, cuando vean que pueden aprender muchas cosas sin maestros, se tendrán ya por sabios, y no serán más que ignorantes, en su mayor parte, y falsos sabios insoportables en el comercio de la vida (Platón, Fedro, 274c-277a)».

Leyendo de nuevo estas palabras de Platón y observando mi escritura manual en la tarjeta kalamkari, he recordado inmediatamente la importancia que daba a la caligrafía mi maestra de la infancia rediviva, Doña Antonia, entendida de acuerdo con la definición de la RAE (del gr. καλλιγραφία), como el “arte de escribir con letra bella y correctamente formada, según diferentes estilos” y en su segunda acepción, como el “conjunto de rasgos que caracterizan la escritura de una persona, de un documento, etc.”. Las letras que se utilizan hoy en el mundo digital distan mucho de aquellas que se escribían con letra bella y correctamente formada, aunque en el fondo traducen la misma problemática que exponía magistralmente Platón, en boca de Sócrates: por sí mismas, no dicen nada, porque necesitan, sobre todo, conocer bien a quien las escribe, cuestión ésta no inocente en el mundo digital donde el anonimato es el rey. Continuaba diciendo Sócrates: “Lo que una vez está escrito rueda de mano en mano, pasando de los que entienden la materia a aquellos para quienes no ha sido escrita la obra, sin saber, por consiguiente, ni con quién debe hablar, ni con quién debe callarse. Si un escrito se ve insultado o despreciado injustamente, tiene siempre necesidad del socorro de su padre, porque por sí mismo es incapaz de rechazar los ataques y de defenderse”.

Al escribir hoy, a mano, unas palabras sobre la tarjeta kalamkari, que han elaborado unas mujeres artesanas en la India, gracias a la Fundación Vicente Ferrer, entregándome un soporte especial, he recuperado en mi persona de secreto algo que aprendí también hace ya bastante tiempo: “El manuscrito tiene una característica evidente, comparado con la máquina de escribir o la pantalla: la individualidad. La letra de una persona es algo exclusivo, como sabe bien el amante que reconoce ya desde el sobre una carta de su amada…” (2). Es lo que probablemente intentó explicarnos Gabriel García Márquez, hace ya muchos años, sobre el realismo mágico de sus palabras manuscritas, aunque él las escribiera con una máquina de escribir clásica que quizás superaba con creces la letra creada por la bola de tungsteno de su bolígrafo BIC de turno. Pero éste probablemente estaba allí, muy pendiente de su mano creadora, al igual que estaba en mi infancia más próxima. Como para él lo estaba de la carta comunicando la pensión al coronel Buendía, que tanto esperó, mucho menos importante que lo que nos sucede en el día a día, cuando vamos como él del timbo al tambo de nuestras vidas.

Si hoy les contado esta historia es porque el significado profundo de kalamkari es ese, el arte de contar historias, como hacían los antepasados en India, artistas en artes varias que, al finalizar sus actuaciones, desenrollaban lienzos de tela para pintar las historias que contaban por los caminos, ante quienes los querían escuchar. En un mundo tan superficial y vacío como en el que vivimos a diario, estas pequeñas cosas son las que, como bien recomendaba Tagore como “pájaro perdido”, debemos entregarlas a las personas que apreciamos, “a nuestros amados” decía él, tal y como lo tradujo con gran sensibilidad Zenobia Camprubí, siempre tan cerca de Juan Ramón Jiménez. A los demás…, sé que sólo les bastan las grandes.

(1) Kalamkari – Wikipedia, la enciclopedia libre

(2) Millán, José Antonio (2015, 22 de octubre). El misterio de las palabrasEl País.com.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓNJosé Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

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