Gobierno de coalición en lo alto de un rascacielos

Foto original tomada el 20 de septiembre de 1932 en el Edificio RCA, en Nueva York

Sevilla, 1/XI/2025 – 16:31 h (CET+1)

Cada día que pasa en nuestro país, tan dual y cainita, pienso que el gobierno de coalición, que sigue adelante a pesar del acoso y derribo desde que se conformó en 2023, “ilegítimamente” según la derecha ultramontana y su más allá, me recuerda a los once obreros del la foto, que almorzaban en lo alto de un rascacielos en construcción, sentados en una viga de acero, según nos muestra desde hace 93 años la icónica fotografía que preside estas líneas, que con sólo verla, nos tiemblan las piernas por el vértigo que provoca.

Es una metáfora de lo que le está ocurriendo al gobierno de coalición a diario desde 2023, con sustos continuos ante la fragilidad que muestra su acuerdo de legislatura, cuestionado por algunos de sus miembros y dejando patente una debilidad histórica de los gobiernos de izquierdas, la desunión de sus componentes.

Por esa razón, la icónica foto lo representa en la actualidad aunque con un menor número de componentes. Todos almuerzan a una hora, con sensibles bajas para sentarse en una viga democrática que elevará a los cielos el entramado de la transformación de la sociedad, pero finalizado el austero ágape, cada uno va a lo suyo, bajo el mando de un jefe de obra que conoce bien los planos para seguir construyendo el edificio democrático y de libertades que necesita el país. El problema es que la viga que los sostiene está cada vez más vacía y ese equipo de trabajo, perdón, ese gobierno de coalición, necesita a los que formaban parte desde un principio para acabar la obra, perdón otra vez, la legislatura, a pesar de trabajar en esa altura de miras que, a veces, da vértigo. El jefe de obra, perdón de nuevo, el Presidente Sánchez, lo sabe, porque tiene el compromiso político ante sus electores, de finalizar la obra, perdón por cuarta vez, la legislatura en 2027, porque el país la necesita para vivir con dignidad democrática en ella. Y no le importa, a pesar del riesgo que supone, sentarse a diario, puntualmente, a charlar con ánimo indestructible con sus compañeros de coalición, en una viga imaginaria de acero democrático, para convencerles de que es imprescindible acabar la legislatura, una obra colosal en beneficio del interés general y ejecutándola de la forma más digna posible.

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CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA O LO MÁS PARECIDO A ELLA, EN GENERAL

¡Paz y Libertad!

Otoños / 3. Ciegos al color de la vida

ERICH LESSING
Julie Andrews, junto a su hija, en un descanso del rodaje de “Sonrisas y Lágrimas” / Erich Lessing

Sevilla, 24/IX/2025 – 08:46 h (CET+2)

Otoño es un mes de colores ocres, verdes apagados, hojas caídas, tonos cambiantes, casi todo ocre: “¿De cuándo ese carmín que fue violeta?, ¿De dónde el oro que era ocre hace un instante?”. Ángel González lo recuerda en su cuarto poema, Ciego, como si todo lo envolviera la acromatopsia (1) que solo afecta a los seres humanos. Lo aprendí leyendo a Oliver Sacks, porque esta enfermedad real es la ceguera del color, que no permite agregar color a la óptica de la vida. Todo se ve siempre de color gris. En su magnífico libro La isla de los ciegos al color (2), descubrí que existe un lugar en el mundo, en dos islas de la Micronesia, Pingelap y Pohnpei, donde se concentra esta enfermedad, donde todo se ve siempre de color gris, que permiten “experimentos de la naturaleza, lugares benditos y malditos por su singularidad geográfica, que albergan formas de vida únicas”, en frase del propio Sacks.

Hoy, recordando a Sacks de nuevo, pienso que el poema de Ángel González, extiende geográficamente, por todo el mundo, la ceguera a la vida:

¿Ciego a qué?
No a la luz:
a la vida.

¿Sordo a qué?
No al sonido:
a la música.
Abre los ojos,
oye:
nada ve,
nada escucha.

Como si al mundo entero
una nevada súbita
lo hubiese recubierto
de silencio y blancura.

Confieso que he vivido una experiencia extraordinaria, simbólica, de lo que significa el paso del blanco y negro al color, en el contexto del libro citado de Oliver Saks y tras la lectura meditada del poema de Ángel González. Ocurrió cuando contemplé en una ocasión una foto en blanco y negro del fotógrafo Erich Lessing en pleno rodaje de la película “Sonrisas y lágrimas”: “La vida de cada una, de cada uno, que es lo más parecido a una película en blanco y negro, con la acromatopsia ética que corresponda, permite descansos, para recuperar esos momentos que tanto nos reconfortan y que nos devuelven felicidad. Pero también sabemos que la dialéctica de las sonrisas y lágrimas permite apartarnos junto a una pared de la vida personal e intransferible, sentir el abrazo de los que nos quieren, aunque inmediatamente nos llamen mediante megafonía para seguir rodando, viviendo en definitiva, en la filmación jamás contada. Esa es la auténtica obra maestra, el extraordinario guion que está detrás, que nos entrega Lessing con la instantánea asociada de su cámara cerebral”.

Solo queda en este Otoño abrir los ojos, oír el paso de la vida, sin ver nada, sin escuchar nada, Como si al mundo entero / una nevada súbita / lo hubiese recubierto / de silencio y blancura.

(1) Acromatopsia: ceguera del color, enfermedad que no permite agregar a la óptica de la vida el color. Todo se ve siempre de color gris. 

(2) Sacks, O., La isla de los ciegos al color. Barcelona: Anagrama, 1999.

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UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL

¡Paz y Libertad!

Para que no se olvide el genocidio en Gaza, ni siquiera un momento

Una madre llora a su hijo, Ziad Mahmoud Ziad Saydam, en la morgue del Hospital de los Mártires de Al-Aqsa en Deir al-Balah, 24 de junio de 2024.
© Saher Alghorra / Zuma Press.

Sevilla, 31/VIII/2025 – 10:05 h ( CET+2)

El diccionario de la lengua española es taxativo a la hora de definir la palabra “genocidio”, de profundas raíces griegas: “Exterminio, eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad”. No le demos más vueltas, lo que está haciendo en estos momentos Israel en Gaza es un auténtico genocidio que, bajo el amparo de exterminar a Hamás, está diezmando la población gazatí sin compasión alguna.

Como una imagen vale más que mil palabras, hoy he escogido una que tiene un significado especial en este desastre humanitario en Gaza, titulada Una madre llora a su hijo, Ziad Mahmoud Ziad Saydam, que forma parte de la serie presentada por el fotógrafo palestino Saher Alghorra, en la 15.ª edición de Visa de Oro Humanitaria del Comité Internacional de Cruz Roja, con el siguiente tema propuesto: “Personas civiles: las principales víctimas de los conflictos armados”. El organismo informa que “Desde su creación, en 2011, el premio Visa de Oro Humanitaria del CICR procura poner de manifiesto el impacto humano de los conflictos armados, destacando la labor de los fotógrafos que se comprometen para hacer oír la voz de las víctimas. Este premio forma parte del prestigioso Festival Internacional de Fotoperiodismo Visa pour l’image, que se celebra todos los años en Perpiñán, desde 1989, y que será el marco en el que el/la galardonado/a recibirá el premio, que otorga 8.000 euros para ayudar a financiar proyectos fotográficos futuros”. El próximo 3 de septiembre se entregará oficialmente el premio de este año.

El vencedor en esta convocatoria de 2025 ha sido el fotoperiodista Saher Alghorra, cuyo trabajo “se destacó entre el amplio abanico de miradas por su fuerza narrativa, su sensibilidad visual y su compromiso sobre el terreno”. Asimismo, según la fuente oficial del premio, “Pierre Haski, presidente de Reporteros Sin Fronteras y miembro del jurado, describió el registro fotográfico de Alghorra como “un mazazo al alma: potente y trágico a la vez”. Destacó la importancia simbólica de este reconocimiento al trabajo realizado en un territorio que, actualmente, está cerrado a los periodistas extranjeros: “A través de este fotógrafo, hacemos extensivo nuestro reconocimiento a todas aquellas personas que arriesgan la vida en Gaza para mostrar al mundo lo que está ocurriendo. No olvidemos que decenas y decenas de periodistas y fotógrafos palestinos fueron asesinados en los últimos veinte meses”.

La serie fotográfica premiada de de Alghorra, titulada No tenemos escapatoria, “capta la realidad cotidiana que, desde octubre de 2023, vive una población atrapada por un conflicto armado de una violencia inusitada. Durante más de diecisiete meses, el fotógrafo documentó escenas de supervivencia, pérdida y resiliencia a menudo acompañando de cerca a familias que soportan lo impensable”.

Como informa también elDiario.es, “Quien no ha sobrevivido para ver su trabajo en Perpiñán es la otra reportera palestina cuyas imágenes se exponen en el certamen: Fátima Hassouna. Esta fotógrafa murió junto a seis miembros de su familia en un ataque en su casa en abril de este año. Hassouna trabajaba en un documental de la directora iraní Sepideh Farsi, que quería retratar la masacre a través de la cámara de la joven gazatí de 26 años, cuando fue asesinada. Una selección de imágenes de esa película, Put your soul on your hand and walk, son las que se ven estos días en Perpiñán”. Recomiendo la lectura del artículo completo, como contribución al reconocimiento del buen periodismo y para poder emitir juicios bien informados sobre el mundo que nos rodea y en crisis permanente, fundamentalmente porque los profesionales de la imagen lo están viendo y fotografiando a diario para conocimiento mundial y para romper silencios cómplices.

Si cito la presencia de esta fotógrafa gazatí en el premio citado, es para denunciar también que ya han fallecido 237 profesionales desde que se inició el conflicto, según autoridades locales, por lo que el valor del testimonio que nos ofrecen a diario, por muy duro e insufrible que sea, adquiere siempre mayor trascendencia. Para que no olvidemos este genocidio, ni siquiera un momento.


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UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL

¡Paz y Libertad!

En memoria de Sebastião Salgado, que fotografió como nadie la creación del hombre y la mujer en el mundo actual

Sevilla, 23/V/2025 – 19:20 h (CET+2)

Escribo unas palabras con sentimiento y respeto profundo a la vida y obra del fotógrafo brasileño Sebastião Salgado, al conocer su fallecimiento hoy, en su país natal, un experto en mostrar el mundo tal y como es, en blanco y negro, preferentemente en las guerras y la deforestación salvaje en la selva amazónica.

He recordado especialmente que hace veinte años publiqué una carta en la revista dominical de La Vanguardia, MagazineEl Génesis de Salgado, que la premiaron con una estilográfica Montblanc, y que recuerdo con especial cariño:

“Existe un versículo en el Génesis que ha marcado la existencia humana: el 1, 31. El narrador que recogió la tradición oral de la creación agregó un adverbio hebreo no inocente: muy (meod). Mientras que en el relato de la creación, las sucesivas creaciones eran “solo” buenas, los cielos, la tierra, las aguas, los animales, las semillas, cuando se creó al hombre y a la mujer el texto hebreo recoge literalmente: “y vio Dios que muy bueno”. La lectura del “viaje a las raíces del ser humano”, texto de Sebastião Salgado publicado en el Magazín e de 5/VI/2005, me ha recordado este gran matiz, mucho más al fijar el objetivo principal de su proyecto “Génesis”: “volver a conectarnos con cómo era el mundo antes de que la humanidad lo dejase prácticamente irreconocible”. Sebastião Salgado ha iniciado una obra encomiable. Aun así, le pediría que hiciera un esfuerzo a sus 61 años por encontrar y fotografiar algún lugar o momento de la humanidad que siguiera engrandeciendo la lectura del Génesis. Aunque sólo fuera para creer, en el desconcierto actual, que el ser humano es lo mejor que le ha podido ocurrir al mundo en siete días mágicos: algo muy bueno” (1).

En 2014, ocho años después, se inauguró una exposición en Caixaforum de Madrid sobre 245 imágenes de aquella aventura, como resumen excelente de la experiencia, en un reportaje que publicó el diario El País, con un título muy similar a aquella carta citada anteriormente: Sebastião Salgado, libro del Génesis, donde el autor intentaba explicar el para qué de esta inmensa obra: “¿Para qué? Para emular el ojo de Dios pero ser fiel a Darwin, para dar testimonio de los orígenes de la vida intactos, para certificar que corre el agua, que la luz es ese manantial mágico que penetra como un pincel y muta las infinitas sugerencias en blanco y negro que Salgado nos muestra del mundo. Para experimentar pegado a la tierra y los caminos aquello que relatan los textos sagrados pero también seguir la estela de la evolución de las especies; para comprobar que los pingüinos se manifiestan; para comparar la huella con escamas de la iguana y el monumental caparazón de las tortugas en Galápagos; para explicar que los indígenas llevan en la piel tatuado el mapa de su comunión con la de los ríos y los bosques; y que los elefantes y los icebergs emulan fortalezas de hielo y piel; y que la geología diseña monumentos y que todavía quedan santuarios naturales a los que aferrarnos”. 

Lo que más me impresionó de los comentarios de Salgado es que su único interés fuera descubrir cómo podía ser el mundo narrado en el Génesis, donde una cosa estaba clara: no era necesario el dinero para descubrir la grandiosidad del ser humano. Así lo escribí también, el año pasado en un post, Dios no tiene dinero, en el que defendía la tesis de que a Dios no le hacía falta dinero para hacer obras maravillosas, como un guiño sobre una frase desafortunada del tristemente célebre Mr. Adelson: “Las Vegas es más o menos como lo haría Dios si tuviera dinero” (2). En algo sí acierta este poderoso caballero: Dios no tiene dinero” […] Sé que Salgado no se pasó por Las Vegas, y que a Adelson no le interesan estos relatos, sino trabajar en lo irreconocible para Dios, pero creo que muchas personas, a través de las religiones y de diversas culturas, saben a ciencia cierta que ese Dios del desafío no tiene dinero, ni lo tuvo, ni lo tendrá, pero que sigue orgulloso de haber creado al hombre y a la mujer, a pesar de la crisis mundial en la que estamos instalados, pendientes, eso sí, del rescate ético para comprender mejor los asuntos mundanos que tanto gustan a Mr. Adelson”.

Han pasado muchos años y como se puede comprobar a lo largo de los casi veinte años de existencia de este cuaderno digital, algo me queda claro junto a Sebastião Salgado repasando y visualizando de nuevo su proyecto Génesis, la misma sensación anímica que tuve cuando conocí por primera vez aquél texto del libro del Génesis, a través de un adverbio, muy, no inocente por cierto: las personas que ha conocido Salgado saben en su tradición oral que lo mejor que le pudo ocurrir al mundo era la creación del ser humano: “y vio Dios que muy bueno”. Y Sebastião Salgado lo ha fotografiado…, muchos siglos después, siendo muy fiel a Darwin, emulando el ojo de Dios “para dar testimonio de los orígenes de la vida intactos, para certificar que corre el agua, que la luz es ese manantial mágico que penetra como un pincel y muta las infinitas sugerencias en blanco y negro” que él nos mostró del mundo. De ahí mis palabras de admiración hoy. No lo olvido.

(1) Cobeña Fernández. J.A. (2005). El Génesis de Salgado, post publicado en el blog “El mundo sólo tiene interés hacia adelante”, el 17 de diciembre de 2005.

(2) Cobeña Fernández, J.A., (2012). Dios no tiene dinero.

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UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL

¡Paz y Libertad!

Comunicación directa en el Andévalo: “Hoy no quiero pan“

Cartel / JA Cobeña

Sevilla, 21/V/2025 – 13:06 h (CET+2)

Paseando el sábado pasado por un pueblo con intrahistoria del Andévalo onubense, de raíces celtas indudables, me sorprendió un cartel escrito a mano, colgado en un pomo-tirador de una puerta cerrada a cal y canto, con un mensaje claro, conciso y rotundo: Hoy no quiero pan. La verdad es que en pleno siglo XXI me pareció de un valor incalculable el mensaje y el medio utilizado. La interlocución entre proveedor y cliente no necesitaba los medios digitales habituales, mensajería o telefonía fija/móvil, bajo el denominador de “alta disponibilidad” (24x7x365). Presumo que hay un contrato verbal del que los dos interlocutores tienen muy clara la relación comercial existente entre ambos, sin necesidad de nada más.

Me quedó la duda de si dándole la vuelta al cartel, decía lo contrario, porque entonces el contrato citado anteriormente tendría más cláusulas condicionantes, número de piezas diarias o en días alternos, tipos de pan, horarios, etcétera, etcétera. No sé por qué pero pensé inmediatamente en los hermanos Marx, en una situación hilarante en la famosas escenas de Una noche en la ópera, sobre un contrato en el que Groucho Marx lee con su voz engolada, ante un Chico expectante: “la parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte y la parte contratante de la primera parte será considerada en este contrato… Oiga ¿por qué hemos de pelearnos por una tontería como esta? La cortamos”. En este caso, todo queda resuelto en un cartel con un texto acordado. No hace falta nada más en este enrevesado mundo al revés, digital por supuesto.

Algo así, imaginariamente hablando, sería lo que de fondo hay detrás de esa puerta. Sólo queda la palabra, a las “partes contratantes”, cuatro nada más: hoy no quiero pan. Gran lección de comunicación práctica y directa para los tiempos digitales que corren, tan prepotentes y ufanos ellos.

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UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL

¡Paz y Libertad!

Sonrisas y lágrimas en 2025

Erich Lessing / Julie Andrews, con su hija Emma, en un descanso del rodaje de “Sonrisas y Lágrimas”

Sevilla, 21/IV/2025 – 08:00 h (CET+2)

Como persona que ama el cine, no me pasó por alto la reposición en la noche del viernes pasado, en la televisión pública, de la película musical Sonrisas y lágrimas (The Sound of Music, en su título original), estrenada en 1965 y protagonizada por Julie Andrews, que recibió cinco premios Oscar: mejor película, dirección, sonido, banda sonora y montaje. Con tal motivo, recordé que en 2009, visité en Aracena (Huelva) una exposición bajo el patrocinio del Centro Andaluz de la Fotografía, sobre una obra escogida de un fotógrafo excepcional, Erich Lessing, relacionada con su actividad fotográfica durante el rodaje de excelentes películas, al que se le otorgó en 1956 el premio American Art Editor’s Award, reconocido siempre por su compromiso profesional con la memoria histórica de los países donde trabajó. En aquella muestra recuperé muchos recuerdos de las sonrisas y lágrimas de la vida ordinaria, la que nos hace humanos de necesidad por mucho que multinacionales de la alegría facturada se esfuercen a diario en hacernos ver y entender que la vida es fácil si logramos algunas vez entender su chispa. Hoy, rescato de nuevo aquellas impresiones. Nuevas sonrisas y lágrimas, en este mundo al revés, ante la ausencia y hambre de abrazos.

De toda la exposición me impactó mucho una fotografía de Julie Andrews, en un descanso del rodaje de “Sonrisas y Lágrimas”, que me entregaron y que reproduzco en la cabecera de este artículo. Pensé en aquella ocasión que Lessing quiso dejar para la posteridad la impronta real de la sonrisa en esa relación madre-hijo, en la lectura de una carta quizás imposible, como homenaje a esta necesidad, dado que en su caso, tuvo que emigrar desde Viena a Palestina a los 16 años, por la ocupación de Hitler, arrancándolo de su familia más cercana. Cuando regresó a Viena, en 1947, su madre ya había fallecido en el campo de concentración de Auschwitz.

En los tiempos actuales, en los que la memoria histórica busca abrirse paso con un esfuerzo a veces sobrehumano, se quiere negar a toda costa un principio ya demostrado científicamente: en el cerebro no es fácil borrar lo que algún día se grabó de forma consciente y con gran carga de sentimientos y emociones. Se sabe por los avances de las neurociencias que a pesar de los esfuerzos terapéuticos y farmacológicos, la memoria se suspende pero no se borra. Desgraciadamente, sí se sabe que se pierde completamente cuando el cerebro enferma, por ejemplo en un síndrome de Alzheimer desolador, entre otros vinculados con la senectud, que tanto hacen sufrir también a las personas más cercanas de quienes los padecen.

La fotografía de Lessing me sigue pareciendo extraordinariamente didáctica. La vida de cada una, de cada uno, que es lo más parecido a una película en blanco y negro, con la acromatopsia (1) ética que corresponda, permite descansos, para recuperar esos momentos que tanto nos reconfortan y que nos devuelven felicidad. Pero también sabemos que la dialéctica de las sonrisas y las lágrimas, permite apartarnos junto a una pared de la vida personal e intransferible, sentir el abrazo de los que nos quieren, aunque inmediatamente nos llamen mediante megafonía para seguir rodando, viviendo en definitiva, en la filmación jamás contada. Esa es la auténtica obra maestra, el extraordinario guion que está detrás, que nos entrega Lessing con la instantánea asociada de su cámara cerebral.

Mi alma de secreto me permitió el viernes pasado trascender la visión clásica de la edulcorada película, sin quitarle el mérito otorgado por la historia de la cinematografía, pero comprendiendo a través de la cámara de Lessing la persona que era Julie Andrews y no tanto el personaje, porque cualquier parecido con la realidad, en este caso, no era pura coincidencia.

(1) Acromatopsia: ceguera del color, enfermedad que no permite agregar a la óptica de la vida el color. Todo se ve siempre de color gris. Para comprender bien los efectos de esta enfermedad, recomiendo la lectura de un libro de Oliver Sacks, excelente, que tengo entre mis preferidos: La isla de los ciegos al color, editado por Anagrama en 1999.


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: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, GAZA Y ORIENTE MEDIO, REPÚBLICA DEL CONGO, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL

¡Paz y Libertad!

‘Íntima armonía. Insular’, una obra maestra de Ramón Masats y Luis de Pablo

Fotograma de Íntima armonía. Insular (1971)

A César Manrique, pastor de vientos y volcanes

Vuelvo a encontrar mi azul, / mi azul y el viento, / mi resplandor, / la luz indestructible / que yo siempre soñé para mi vida.

Rafael Alberti, Lanzarote. Primera estrofa (31 de mayo de 1979) 

Sevilla, 16/II/2025

En mi carabela imaginaria, como navegante imaginario (recordando a Nicanor Parra y a Saramago), he fondeado hoy en una aventura musical y de imágenes, Íntima armonía. Insular, un documental de Televisión Española rodado en 1971, con guion y realización del excelente fotógrafo Ramón Masats y con banda sonora de Luis de Pablo, personas a las que he dedicado palabras de admiración en este cuaderno digital, cuya sinopsis oficial explicaba brevemente su contenido: «Documental sobre la isla canaria de Lanzarote, dirigido por Ramón Masats. Elaborado sobre la obra musical del compositor Luis de Pablo, interpretada por el conjunto instrumental Alea dirigido por José María Franco Gil, y la orquesta sinfónica de Radiotelevisión Española dirigida por Odón Alonso. Paisajes, pueblos, cultivos y turistas, con música sin comentarios, dividido en varias partes con los títulos de las obras de Luis de Pablo. Con la participación de César Manrique». ¡Qué obra cultural tan imprescindible, la de César Manrique en la isla, tantas veces visitada por mí!.

Lo verdaderamente sorprendente es conocer que cuando el director general de Televisión Española en aquella época, Adolfo Suárez, visionó el documental, dijo algo a los autores que ha pasado a la posteridad, pensando hoy que años más tarde sería el presidente de nuestro país: “Como volváis a hacer otra mariconada como esa, os echo”. Sobran comentarios, sobre todo por el tratamiento de la cultura por parte del Régimen.

En estos días se puede disfrutar de la exposición El fotógrafo silencioso, sobre Ramón Masats, en la Fundación Foto Colectania, de Barcelona, en la que se resalta una vez más su gran dimensión artística, retratando sobre todo una de las dos Españas que nos helaba el corazón: «La exposición recorre una extensa selección de imágenes icónicas, que combinamos con algunas fotografías inéditas, para recordar también que Masats fue cronista de una España que vivía en la dictadura: un documento excepcional que huye del estereotipo y el encasillamiento y nos muestra como la contundente mirada del fotógrafo siempre se reservaba la empatía para la gente común». Pero una crítica muy objetiva y sincera sobre esta exposición, que he leído atentamente en una tribuna libre de Babelia, me ha llevado a seguir conociendo con más profundidad el perfil personal y profesional de Ramón Masats, localizando una isla desconocida, de cuyo nombre quiero acordarme hoy, Insular, que refleja muy bien quién era este artista de la fotografía crítica y de forma asociada, el excelente músico Luis de Pablos.

Según Visionary Film, «Insular (1971) es un de los trabajos fílmicos españoles más significativos en relación a la conjunción entre nuevas músicas y experimentación visual. La búsqueda de asociaciones formales es una de las constantes en una película en color que documenta  los paisajes, las poblaciones y las gentes de Lanzarote a lo largo de veintiséis minutos. Rodado en 35 milímetros y producido por Radio Televisión Española, Insular es un filme documental, visualmente espectacular, auditivamente inquietante. Tras el título de los créditos iniciales aparece una indicación del todo ilustrativa de lo que vendrá a continuación: “Seis temas de Luis de Pablo visualizados por Ramón Masats”. […] Estamos ante una propuesta fílmica donde el sonido directo, los diálogos y las voces en off quedan completamente descartados. Son los temas musicales los que marcan la pauta de un filme vibrante, de factura impecable. Cesuras (1963), Ein Wort (1964), Módulos III – a (1967), Módulos V (1967), Polar (1961) y Imaginario II (1967-68) son los títulos de los seis temas incluidos a lo largo del trabajo. Cada uno de ellos concreta la representación de algunos de los aspectos más destacados de esta isla del archipiélago canario. El primer bloque visualiza un paisaje desértico hecho de arena, rocas, montañas y volcanes. Alternando planos de detalle con planos aéreos filmados desde un helicóptero, se promueve un ritmo acelerado determinado por continuas panorámicas laterales, bruscos travellings hacia adelante y frenéticos montajes que rivalizan con los cortes de notas aleatorias de percusiones, violines e instrumentos de viento. Ein Wort amplía la representación paisajística acercándose a poblaciones de las que emergen diferentes fachadas de habitáculos. Paredes, puertas y ventanales crean sinergias con sonidos disonantes improvisados. Las salinas de las zonas costaneras y los rituales de sus trabajadores acaparan el imaginario del tercer bloque, mientras los demás temas quedan ilustrados por elementos tan dispares como danzas tradicionales de gentes disfrazadas, entrenamientos de lucha libre en la playa o ridículos paseos de turistas sobre dromedarios». Por cierto, interviene también en este documental el organista alemán Gerd Zacher, de quien tuve referencia en 1975, al conocer a Juan Allende-Blin, compositor chileno, autor de una obra para órgano, Mi piano azul, de la que Zacher hizo una interpretación que he vuelto a escuchar hoy y que no olvido. Conservo en mi discoteca particular esta obra que me regaló personalmente.

Ante lo expuesto anteriormente surge una pregunta inquietante: ¿conocemos bien lo que significó la lucha por una cultura digna durante la dictadura franquista y quienes fueron sus valedores en un medio político tan hostil? Recuperar lo que sucedió verdaderamente, es un deber democrático. Lo afirmado por Adolfo Suárez al ver este documental es un exponente claro de lo que pensaba el Régimen al respecto: una «mariconada». He localizado el documental en los fondos de Televisión Española y les recomiendo verlo, previo registro en rtve play, sin coste alguno, al ser fondo público, no confundiendo nunca el gran aserto de Machado, todo necio / confunde valor y precio (Proverbios y cantares, LXVIII), por el inmenso valor que encierra la equidad social en el acceso a este visionado. Comprenderán de este modo las palabras que he escrito hoy sobre Ramón Masats y Luis de Pablos, como un acto de reconocimiento de la memoria histórica y democrática de nuestro país, de ellos al fin y al cabo.

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¡Paz y Libertad!

El mar de Cádiz, la mar de Alberti

Si mi voz muriera en tierra,
llevadla al nivel del mar
y dejadla en la ribera.

Rafael Alberti, Marinero en tierra

Cádiz, 1/II/2025

Anoche escuché atentamente la mar de Cádiz, la que cantaba siempre Rafael Alberti siendo un marinero en tierra. La he contemplado tal y como él la vivía y sentía:

El mar. La mar.
El mar. ¡Sólo la mar!
¿Por qué me trajiste, padre,
a la ciudad?
¿Por qué me desenterraste
del mar?

En sueños la marejada
me tira del corazón;
se lo quisiera llevar.
Padre, ¿por qué me trajiste
acá?

Gimiendo por ver el mar,
un marinerito en tierra
iza al aire este lamento:
¡Ay mi blusa marinera;
siempre me la inflaba el viento
al divisar la escollera!

Esta mañana he vuelto a observar con emoción la línea del horizonte en la que teóricamente se separa el mar del cielo, pero donde está el secreto de lo que hay debajo y detrás de ella. Es lo que he aprendido a valorar leyendo asiduamente a Manuel Rivas, que tantas veces la describe con palabras hermosísimas. Es una maravilla observar cómo la línea se pierde en el horizonte al llegar cerca de la catedral de Cádiz en esta ocasión o de La Caleta nocturna o el faro del castillo de San Sebastián, con la misión de devolver a los que recordamos las palabras de Alberti, los valores de la tierra firme, cuando solo nos queda navegar tierra adentro con una misión posible: buscar islas desconocidas, que somos nosotros mismos cuando nos salimos de nosotros y nos contemplamos tal y como somos.

Es lo que tantas veces sigo a pie firme navegando con el cuaderno de bitácora que encontré un día en un pequeño cuento de Jose Saramago, el de la isla desconocida: “todas las islas, incluso las conocidas, son desconocidas mientras no desembarcamos en ellas”, aunque sea la mujer del cuento la que conoce mejor que nadie lo que de verdad quiere decir a los cuatro vientos: “Si no sales de ti, no llegas a saber quién eres, El filósofo del rey, cuando no tenía nada que hacer, se sentaba junto a mí, para verme zurcir las medias de los pajes, y a veces le daba por filosofar, decía que todo hombre es una isla, yo, como aquello no iba conmigo, visto que soy mujer, no le daba importancia, tú qué crees, Que es necesario salir de la isla para ver la isla, que no nos vemos si no nos salimos de nosotros, Si no salimos de nosotros mismos, quieres decir, No es igual…”.

Sé que la gran misión de la vida es salir de nosotros mismos para saber quiénes somos, pero volviendo siempre a tierra. Esa es la única razón para comprender el lamento de Alberti, cuando el devenir de la vida nos desentierra de la mar, porque él quería que cuando un día su voz muriera en tierra, la llevaran al nivel del mar y dejarla en la ribera. Y nombrarla capitana de un blanco bajel de guerra. ¿Saben por qué? Porque cuando se pierde la vida, el tiempo, todo lo que tiramos, como un anillo, al agua o si perdemos la voz en la maleza, lo único que nos queda… es la palabra. Lo aprendí de Blas de Otero.


CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN
: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, GAZA Y ORIENTE MEDIO, REPÚBLICA DEL CONGO, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL

¡Paz y Libertad!

Todos podemos tener los mejores sueños

Sevilla, 25/I/2025

Ayer se estrenó en cines comerciales de este país un documental, We have a Dream (Tenemos un sueño), presentado en su sinopsis oficial con sentidas palabras: “Ser albino en Uganda, ser ciego y querer ser corredor de fondo o ser sorda y tener una pierna amputada por las complicaciones en el parto. Estas son algunas de las historias de We have a dream, el nuevo documental del director francés Pascal Plisson. Esta cinta visibiliza la discapacidad y busca concienciar a los jóvenes de que la diferencia no debe ser sinónimo de desigualdad. «Si se cambia la mirada, la apuesta será victoriosa», ha expresado Plisson, y ha reconocido que su mirada «ha cambiado mucho» porque con esta historia le han enseñado”. Es importante conocer también la participación española en la película de la ONG Educo y de la Fundación La Caixa.

El documental narra las historias de personas que luchan por hacer realidad sus sueños y transformar el mundo: “Desde desafíos personales hasta grandes movimientos sociales, esta película muestra el poder de los sueños. ¿Quién dijo que vivir con una discapacidad significaba renunciar a tus mayores sueños? Pascal Plisson fue a conocer a Xavier, Charles, Antonio, Maud, Nirmala y Khendo, niños extraordinarios que demuestran que el amor, la educación inclusiva, el humor y el coraje pueden mover montañas, y que el destino a veces está lleno de sorpresas. Se trata de contar historias de superación y fortaleza”.

Me interesa mucho este mundo de las discapacidades infantiles, que según la Unesco, afecta entre 93 y 150 millones de niños y niñas en el mundo, bajo el denominador común de la exclusión en función de factores como el tipo de discapacidad, el lugar en el que viven, la cultura en la que se desarrollan y la situación económica de sus familias. Además, en este caso y a través de esta película se puede conocer con detalle el proyecto pedagógico que hay detrás, dirigido a estudiantes a partir de seis años para fomentar el debate sobre las diferencias, la discapacidad y la inclusión.

En este contexto recuerdo ahora a Martin Luther King, 60 años después de haber pronunciado el 28 de agosto de 1963, el discurso conocido por las palabras I have a dream (Tengo un sueño), en los escalones del monumento a Lincoln en Washington D.C. El documental citado anteriormente, We have a Dream, nos recuerda ese discurso inolvidable, porque nos permite seguir creyendo que los sueños y las utopías pueden ser una meta a alcanzar por millones de personas de bien que poblamos el planeta. Cada uno, cada una, en su pequeño mundo, porque no todos somos iguales desde nuestra forma de ser y estar en el mundo, como se puede demostrar por los desequilibrios escandalosos que nos rodean, sin ir más lejos en nuestra país, siendo mínimamente sensibles con la realidad más próxima a nosotros.

Es verdad que gracias a Martin Luther King, sus palabras vuelven a sonar hoy mejor que nunca: necesitamos más unidad, más igualdad y más democracia, más alma en definitiva para valorar estos proyectos de atención a la discapacidad, expuesto en esta ocasión y de forma extraordinaria en We have a Dream. Para que no se olvide, ni siquiera un momento.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL

¡Paz y Libertad!

La fotógrafa Lee Miller nos muestra de nuevo su deseo de libertad

Sevilla, 14/VIII/2024

Una vez más me aproximo a la vida y obra de la fotógrafa y polifacética en otras artes, Lee Miller (Poughkeepsie, Nueva York, 1907 – Chiddingly, Reino Unido, 1977), a la que he dedicado páginas especiales en este cuaderno digital por la admiración que la profeso. En esta ocasión, con motivo de la exposición que se inauguró el pasado 4 de agosto en Palafrugell, en la XIII Bienal de Fotografía Xavier Miserachs, cuya sinopsis oficial orienta bien sobre el objetivo de destacar la memoria histórica de la obra de Miller, con un hilo conductor como título: EL DESEO DE LIBERTAD: “Lee Miller es una de las fotógrafas imprescindibles del siglo XX. Modelo y fotógrafa de moda, fotógrafa surrealista, corresponsal y fotoperiodista de guerra, su vida se convirtió en una búsqueda y un ejercicio de libertad constantes que la han convertido en una personalidad vital y profesionalmente fascinante. Posó para importantes fotógrafos, convivió y aprendió con los representantes de las corrientes intelectuales y artísticas europeas más vanguardistas (Man Ray, André Breton, Jean Cocteau, Paul Éluard, Dalí, Picasso…) y se convirtió en una de las primeras mujeres fotógrafas y corresponsales de guerra que documentó, entre otros episodios bélicos, los bombardeos del ejército nazi sobre Londres, el desembarco de Normandía y la liberación de los campos de concentración de Buchenwald y Dachau. Pionera, precoz y creativa, con un importante bagaje de conocimientos técnicos y artísticos, imprimió en toda su obra un sello personal de gran fuerza expresiva y original composición. Esta exposición quiere ser un viaje a través de imágenes de cada uno de los ámbitos que abordó: la moda, el surrealismo, el retrato y la guerra, incidiendo especialmente en este último por su relevancia testimonial e histórica, así como por la mirada privilegiada que otorga en su obra a las mujeres en general y a las que participaron en la contienda en particular”.

¿Cómo descubrí la vida y obra de Lee Miller? Ocurrió al acercarme también a la obra de otro fotógrafo de talla internacional, Man Ray, en una imagen que no olvido, Le somneil, realizada en 1937 y en la que aparecen Consuelo de Saint-Exupéry (esposa-rosa del autor de El principito, tan de actualidad siempre) y Germaine Huguet, que figuraba en el programa oficial de una exposición sobre El surrealismo y el sueño, celebrada en Madrid, en 2014 en el Museo Thyssen-Bornemisza. Además, ese año se publicó un excelente artículo sobre la vida y obra de Lee Miller, Lee Miller: mucho más que la musa de Man Ray o la mujer en la bañera de Hitler, que sigo recomendando en una lectura atenta, en el que se reivindicaba el papel tan importante que jugó como mujer comprometida con su oficio de fotografiar la vida, reinterpretándola en determinados momentos de su carrera vital y profesional con toques surrealistas ante un mundo tan adverso con ella, sobre todo en su niñez americana. Con tan sólo 24 años saltó de América a París, un centro artístico mundial y en permanente ebullición para acercarse a Man Ray: “Pensé que la mejor forma era empezar estudiando con uno de los grandes maestros en la materia, Man Ray”, recordaba la propia Miller en una entrevista en In Town Tonight en 1946. “En aquel tiempo estaba en París, así que me acerqué a él y le dije: ‘Hola, soy tu nueva alumna y aprendiz’. Él respondió: ‘Yo no tengo alumnos ni aprendices’. Y yo le dije: ‘Ahora sí”. Aquel desparpajo le valió un puesto como ayudante en su estudio. Ella tenía 24 años y él, 40; pronto se hicieron amantes”. Gracias al trabajo desarrollado en el cuarto oscuro de Man, descubrió la técnica de la solarización, de la que se conservan imágenes extraordinarias realizadas en solitario por ella. Picasso y Dalí también estuvieron presentes en esta fase de reinterpretación de su azarosa vida.

Lee Miller, en su trágico mundo existencial se reinventó continuamente, dando un paso transcendental en su vida, olvidando el pasado en Vogue como modelo, para inmiscuirse en el difícil arte del fotoperiodismo de guerra, contribuyendo en las revistas Vogue (edición británica) y Life (edición mundial), con su testimonio gráfico, en mostrar al mundo su cara menos amable, terrible en ocasiones: “En abril de 1945, con unas ojeras inmensas, la bella Lee llega al campo de concentración de Dachau junto a los aliados. Así se lo contaba poco después a Withers [editora de la edición británica de Vogue] en un telegrama: “Te ruego que creas que esto es cierto. Generalmente no hago fotos de horrores, pero creo que abundan en cada pueblo y en cada zona. Espero que Vogue sienta que puede publicar estas fotos”. Acordaron sacarlas en las ediciones americana e inglesa, junto a un reportaje que titularon Believe It, Lee Miller cables from Germany. Por primera vez las brillantes páginas de la revista se abrieron a las atrocidades y el espanto. Las fotografías de Miller sin duda se encuentran entre los contenidos más cruentos que ha publicado la cabecera en más de 125 años de historia”.

Mi amor por la fotografía me lleva hoy a hacer un pequeño homenaje a la aportación profesional que Lee Miller hizo a la memoria histórica del mundo. Sigo creyendo que hay fotógrafos y fotógrafas que retratan almas especiales, en blanco y negro, como Man Ray, Lee Miller, Marc Riboud,  Robert Capa, Kati Horna, Sebastião Salgado o Ramón Masats en España, entre otras y otros grandes profesionales de la fotografía en todas y cada una de sus manifestaciones, que valoramos hoy de forma especial porque muchas veces estamos ciegos ante el color que dio al mundo la creación transcendental del hombre y la mujer, que tuvieron la oportunidad de ver durante un tiempo el paraíso de sus almas, como nos recuerda siempre y de forma magistral el fotógrafo brasileño Sebastião Salgado en su obra Génesis. Gracias, hoy, a ellos y a tantos profesionales anónimos que aun jugándose a diario la vida nos han aportado y entregan tanta verdad a través de sus enfoques de momentos transcendentales de la vida, de sus ojos en definitiva, como aprendimos un día de Machado, ya que no son ojos porque los veamos, sino que son ojos porque a través de sus fotografías, nos ayudan a contemplar y amar mejor la vida. Incluso la vida compleja y atormentada de Lee Miller. No olvido qué significa esta profesión, fotografiar instantes de la vida, por una frase de un especialista en los cuidados del ojo, del siglo XIII, Pietro Spanno, que llegó a ser Papa bajo el nombre de Juan XXI: “El ojo es un miembro noble, redondo y radiante. Ver es el paraíso del alma”. Ese es el secreto y la magia del ojo humano cuando ordena el clic que fija momentos especiales de la vida para la posteridad. Igual que cuando se fotografía el dolor o la muerte, muchas veces con alto riesgo personal de profesionales excelentes, comprometidos, facilitando imágenes recientes sobre la invasión de Ucrania o el sufrimiento insoportable de la población civil en Gaza a manos del ejército de Israel, que desgraciadamente ya son habituales para el procesamiento de nuestra retina y que tanto nos deberían obligar a pensar y actuar consecuentemente, cumpliendo su función.

Lo expuesto anteriormente justifica de forma sobrada estas palabras de recuerdo, reconocimiento y respeto a la vida y obra de Lee Miller. Que esta exposición en Palafrugell se haga en este país, en pleno mes de agosto, con la que está cayendo políticamente hablando, me reconforta anímicamente por el cuidado que necesita hoy más que nunca la cultura, respetándola a través de obras tan trascendentales como las que llevó a cabo Lee Miller, con una vida azarosa dentro. No la olvido. Sólo me queda hoy dar las gracias a la vida y a la cultura, que me han dado y siguen dando tanto. Dentro de muy pocos días se estrena un biopic dedicado a esta excelente artista, Lee, que ayudará a comprender mejor su trayectoria vital y artística.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓNJosé Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

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