El doble uso de las tecnologías: de “Toy Story” a Gaza y Ucrania

Hasta el infinito… ¡y más allá!, Buzz Lightyear

Sevilla, 2/XII/2025 – 13:56 h (CET+1)

He leído hoy un artículo en el diario El País, Cómo la tecnología de Pixar ayudó a desarrollar drones militares más letales, que ha refrendado lo que tantas veces expuse en mi vida profesional y sobre lo que después escribí en artículos de este cuaderno digital, con un ejemplo muy claro: la inteligencia digital, junto a sus extraordinarias bondades, también tienen otro uso, militar por supuesto y, a veces, mortífero. Me refería, en aquellas intervenciones profesionales, hace ya más de veinticinco años, a la realidad de la fabricación de los chips para la PlayStation, como ejemplo de la dialéctica infernal del doble uso de las tecnologías de la información y comunicación, es decir, la utilización de los descubrimientos electrónicos para tiempos de guerra y no de paz, como en el caso de los drones o de la fabricación de los chips que paradójicamente se usan lo mismo para la consola PlayStation, como para los misiles Tomahawk.

Lo que decía entonces, preocupado ya por la gestión de los riesgos digitales, antecedentes y consecuentes, se ha demostrado de forma flagrante en la guerra de Gaza, también en Ucrania, por la utilización de drones mortíferos que utilizan una tecnología de renderización que nació en la producción tecnológica digital por parte de Píxar, en la película Toy Story, que asombró al mundo por la vida propia, humanización diría yo, que tenían sus protagonistas, con un personaje estrella, Buzz Lightyear, tal y como se expresa en el artículo citado: “Parte de la culpa de su éxito la tuvo un software, RenderMan. Diseñado por el equipo de Pixar, el programa era el encargado de hacer representaciones de imágenes tridimensionales complejas, siendo capaz de captar por primera vez de forma convincente brillos, texturas, piel, pelos o efectos de lentes. Este sistema de renderizado lograba que los personajes, escenarios y objetos que se iban a ver en pantalla obtuviesen ese acabado marca de la casa que supuso dejar atrás las formas poligonales. Los juguetes parecían moverse de forma natural”.

Treinta años después, se confirman aquellos temores que expuse públicamente: “los aparatos voladores no tripulados, para poder volar [drones], deben ejecutar representaciones tridimensionales fidedignas de su entorno. Como no tienen ojos, se mueven por un mundo virtual que se debe construir desde cero con muchísima precisión y que hay que recalcular a gran velocidad. La parte más compleja de este proceso es el modelaje de las personas u objetos en movimiento: el dron debe saber que un coche es un coche y no un tanque, o si lo que tiene delante es un soldado, un niño o un perro”.

Es imprescindible conocer que existe un triángulo histórico en el nacimiento y desarrollo de la tecnología Renderman: la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa (DARPA), financiadora pública de estos proyectos con fines militares, Ed Catmull, científico de la computación y expresidentede Pixar Animation y Disney Animation, así como el científico de origen vietnamita Bùi Tường Phong, verdadero artífice de este software de doble uso. Al que más conozco de estos proyectos es a Catmull,, que publicó un libro en 2016, Creatividad, S.A.(1), un libro que supone todavía hoy un incentivo especial en este tiempo de crisis geopolítica mundial y en el que la creatividad es necesaria en todos los órdenes de la vida. El libro expone el sueño de su autor cuando era niño, consistente en hacer, un día no lejano, la primera película de dibujos animados por ordenador. Dicho y hecho, porque junto a Steve Job y John Lasseter, fundó Pixar en 1986, obteniendo al cabo de pocos años los éxitos que casi todo el mundo conoce y han podido interiorizar en sus vidas. Ahora, treinta años después, he vuelto a sentir con emoción, en los títulos de crédito, la presencia de Steve Jobs como productor ejecutivo de Toy Story junto a Ed Catmull.

En el artículo citado de El País, se explicita esta simbiosis del doble uso de las tecnologías en tiempo de guerra: “Hay una conexión directa entre Toy Story y los drones que identifican y disparan a niños en Gaza”, asegura Samantha Youssef, directora de animación con dos décadas de experiencia en películas y videojuegos de Walt Disney Animation, Filmax o Ubisoft. La artista canadiense explicó hace tres meses en una entrevista que muchas grandes producciones de animación por ordenador, como en las que ella ha trabajado, quizás sin quererlo, están “desarrollando robótica revestida con capas artísticas”: los programas de animación y renderización en 3D ayudan a representar el espacio, a entender cómo se mueve un personaje. […] La mención de Gaza no es fortuita. Informes de la ONU y testimonios de médicos sobre el terreno corroboran la muerte de niños asesinados por disparos de drones de las fuerzas armadas de Israel. Algunas informaciones hablan de que doctores extranjeros han tratado más de un centenar de menores, todos ellos con disparos en la cabeza o en el pecho realizados a larga distancia, lo cual indica que no fueron víctimas colaterales. Esos disparos, señala un análisis forense, son compatibles con los que pueden ejecutar drones francotiradores”.

Confieso que casi todos los días, me cruzo con Buzz Lightyear, firme y enigmático, como siempre, en una estantería del cuarto de mi hijo Marcos. Voy y vengo del timbo al tambo diario y allí está el héroe espacial de Toy Story, treinta años después de su aparición en este mundo tan peculiar, construido con piezas de Lego que tanto han gustado siempre a nuestro hijo, dándoles vida con sus habilidosos dedos. Toy Story ha estado vinculada siempre a Steve Jobs y por supuesto a Ed Catmull y Bùi Tường Phong, siendo parte del equipo de producción que permitió alcanzar el enorme éxito que tuvo en su estreno mundial y que ha logrado que permanezca en la mente de niños y mayores a lo largo del tiempo. Tenía razón Steve Jobs cuando dijo en cierta ocasión que el mundo era mejor gracias a las películas que hacía Pixar y que por muy brillantes que fueran los productos de Apple, todos terminarían en el vertedero, pero que no pasaría así con las películas de Pixar porque vivirían para siempre en la mente de millones de niños y niñas del mundo y en su tránsito a personas adultas y mayores. Lo que no sabíamos entonces y a ciencia cierta es que niños, niñas y familias enteras, tanto en Gaza como en Ucrania, han sido objetivos letales de drones que llevaban dentro la tecnología desarrollada que un día, ya lejano, entusiasmó al mundo con un grito que suena en mi mente con cierto remordimiento ético: Hasta el infinito… ¡y más allá! ¿Qué infinito? Esa es la cuestión, porque el más acá ha convertido el software maravilloso de Toy Story, en una mortífera máquina de destrucción masiva. Lo sucedido hasta ahora en Ucrania y Gaza lo atestiguan, aunque ya estábamos avisados, hace muchos años, de la producción no inocente de los chips que se fabricaban, por igual, para la consola PlayStation y los misiles Tomahawk.

(1) Catmull, Ed (2016, 3ª ed.). Creatividad, S.A. Cómo llevar la inspiración hasta el infinito y más allá. Barcelona: Penguin Random House.

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UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL

¡Paz y Libertad!

¿Estamos donde debemos estar? Esa es la cuestión

Sevilla, 1/XII/2025 – 07:43 h (CET+1)

Ayer volví a ver por enésima vez “Memorias de África”, porque sigo teniendo muy presente en mi vida la gran pregunta de Isak Dinesen (1885-1962), la autora de la obra homónima sobre la que está basada la película: “¿Estamos donde debemos estar? Esa es la cuestión”… en estos tiempos revueltos.

El pasado 17 de septiembre la vi de nuevo, con motivo del fallecimiento del gran actor Robert Redford, recordado siempre por películas de gran valor cinematográfico como Dos hombres y un destinoEl hombre que susurraba a los caballos o Memorias de África, que obtuvo siete premios Óscar en 1986. Quizá sea esta última la que tuve presente en ese momento tan especial por mi asociación mental de Redford junto a Meryl Streep y la extraordinaria banda sonora compuesta por John Barry, con un fondo musical excelente de Mozart. La química exhibida por la pareja formada por Streep y Redford, por entonces quizá los dos actores más aclamados en Hollywood, ha marcado una impronta inolvidable en muchas memorias de todos y en la de secreto. En la mía, también.

La banda sonora de la película, bajo la batuta de John Barry, sigue viva en mi discoteca de secreto, haciendo incursiones en la memoria de hipocampo que, como caballo de mar, sigue surcando historias de búsqueda de islas desconocidas para contarlas en este cuaderno digital. Lo que me sobrecoge verdaderamente es asociar siempre esta película y su trama con Mozart, a través de su maravilloso adagio compuesto para el Concierto para clarinete y orquesta (K. 622), acompañando los recuerdos de Karen. No desmerece esta puntualización, en absoluto, el tema nuclear que suena lentamente en los títulos de crédito que ayudan a comprender mejor los tesoros ocultos para el alma en Kenia. El segundo tema, se hace presente en momentos difíciles para la protagonista en su penoso matrimonio de conveniencia, salvado por un cazador profesional, Denys George Finch Hatton, un papel desempeñado de forma impecable por Redford.

W. A. Mozart: Adagio del Concierto de Clarinete en La mayor, KV 622 – Orquesta Sinfónica de Islandia / Oboe: Arngunnur Árnadóttir, Harpa Concert Hall – Reykjavík, 10 de septiembre de 2015

Memorias de África está asociada siempre, en mi vida, con Mozart, sin desmerecer el trabajo fantástico de John Barry. También, con la inteligencia humana, mientras escucho atentamente su banda sonora de hoy, de siempre. Vuelvo a recordar que la inteligencia, hoy por hoy, no tiene color. La conjunción de blancos, grises y algunas veces, negros, atribuida a las materias que conforman el cerebro, sigue dándonos muchos quebraderos de cabeza. Sobre todo, porque tenemos que estar muy agradecidos al continente africano y doloridos al mismo tiempo por la muerte letal que les rodea entre enfermedades (sida), esclavitud histórica y de nuevo cuño en pateras, guerras fratricidas y con una deuda histórica mundial.

Meryl Streep y Robert Redford interpretaron la conciencia del deber estar cinematográfico, a la perfección, en Memorias de África, recordando una reflexión que vuela sobre la película como hilo conductor, Estoy donde debo estar, que reproducía fielmente la que figuraba en el comienzo de la obra homónima de Isak Dinesen (1885-1962), seudónimo de la baronesa Karen Blixen, publicada en Dinamarca en 1937. Por la magia del cine, hoy lo he recordado de nuevo, dejándonos una pregunta en el aire que respiramos a diario y que nos ofrece seguridad y ligereza de corazón: ¿Estamos donde debemos estar? Esa es la cuestión.

Doscientos mil años de memoria de la inteligencia humana, desde el momento histórico en que los primeros humanos modernos decidieron abandonar África y expandirse por lo que hoy conocemos como Europa y Asia (1), nos ofrecen la posibilidad de disfrutar de nuevo de Memorias de África, de la memoria de Mozart en su precioso adagio, de cómo nos contaron una bella historia Meryl Streep y Robert Redford, para que no olvidemos África y su alma, todavía desconocidas para muchos en diciembre de 2025.

(1) Cobeña Fernández, J.A. (2007). Inteligencia digital. Introducción a la Noosfera digital, p. 15-28.

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UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL

¡Paz y Libertad!

Eduardo Galeano nos lo recuerda en el Black Friday: “las cosas te compran”

Americanos, vienen a España gordos y sanos
Viva el tronío y viva un pueblo con poderío
Olé Virginia y Michigan
Y viva Texas que no está mal, […] no está mal.

Bienvenido Mr. Marshall (1953)

Sevilla, 27/XI/2025 – 07:55 h (CET+1)

Estamos inmersos ya en el Viernes Negro (Black Friday), como imperativo categórico del Gran Mercado Mundial. En este contexto creo que Eduardo Galeano tenía razón al describir el poder del consumo en el mundo al revés: «En esta civilización, donde las cosas importan cada vez más y las personas cada vez menos, los fines han sido secuestrados por los medios: las cosas te compran, el automóvil te maneja, la computadora te programa, la TV te ve. Globalización, bobalización. Hasta hace algunos años, el hombre que no debía nada a nadie era un virtuoso ejemplo de honestidad y vida laboriosa. Hoy, es un extraterrestre. Quien no debe, no es. Debo, luego existo». 

Millones de personas de este país esperan la celebración de una semana especial, mucho más allá del estricto viernes americano, el Black Friday circunscrito a mañana, un día particular, en una respuesta compulsiva para no perder la participación en la maratón particular y colectiva del consumo. Una americanada más.

Es curioso constatar cómo el Mercado [sic] crea su propio ecosistema a nivel mundial, para crear necesidad de consumo donde no existe la necesidad realmente. El síndrome de la última versión, en tecnología o en moda lista para llevar, por ejemplo, acaba haciendo estragos en las maltrechas economías de muchas familias, porque nos convencemos que lo último de lo último nos estaba esperando en la estantería comercial correspondiente en el Viernes Negro y que lo más barato hay que comprarlo con urgencia para “no ser tontos”, según el eslogan de turno.

Sé que estas reflexiones se pueden interpretar como una salida de tono sobre el principio de realidad de lo que está pasando y estamos viendo, pero sigo defendiendo que no es lo mismo valor que precio de lo que realmente necesitamos, como suele confundir todo necio (Antonio Machado, dixit). Además, la dignidad de la vida sencilla está por encima de las mercancías, que a toda costa intentan vendernos los nuevos Míster Marshall que merodean por nuestro país vestidos metafóricamente de negro, el color del viernes que intentan justificar como necesario para ser felices. Con su tronío y poderío.

Lo que no sé, tampoco, es si hoy día y como decía la canción de ¡Bienvenido Mr. Marshall!, o en una nueva versión, ¡Bienvenido Mr. Trump!, seguimos recibiendo a los americanos con alegría…, en este Black Friday redivivo, obviamente sin gritar a los cuatro vientos, ¡Olé mi madre, olé mi suegra y olé mi tía! Lo que queda claro es que la globalización nos lleva a la bobalización, porque hasta hace algunos años, las personas que no debían nada a nadie eran un virtuoso ejemplo de honestidad y vida laboriosa: “Hoy, son extraterrestres. Quien no debe, no es. Debo, luego existo”. ¡Ay, si Descartes levantara la cabeza!

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UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL

¡Paz y Libertad!

Juzgar sin complejos la realidad política actual en el país, de acoso y derribo de la democracia, es lo que nos permitirá derrotar la ‘banalidad del mal’

Hannah Arendt

Sevilla, 26/XI/2025 – 08:27 h (CET+1)

Sigo consternado por el Fallo del Tribunal Supremo, publicado en el no inocente día 20 de noviembre, condenando al Fiscal General del Estado por un delito de revelación de datos reservados, que respeto desde la perspectiva constitucional, pero que no comparto atendiendo a lo que creo firmemente que ha ocurrido y que pudimos comprobar durante el juicio. Siempre creí que los días que duró sólo eran la crónica de una sentencia anunciada.

En este contexto “judicial puro” y de “juicio popular” sobre lo ocurrido, cuando menos muy controvertido, recurro de nuevo a la filósofa Hannah Arendt, que sigue muy presente en mi vida intelectual, por lo que reivindico una operación urgente de rescate social de sus teorías antitotalitarias, no olvidándola, cuando en el ocaso real de la democracia que estamos sufriendo en este mundo al revés y, por supuesto, en este país, se cumplen 50 años de su fallecimiento, concretamente el próximo 4 de diciembre.

Tengo que reconocer que en este tiempo de tanta turbación política, necesito buscar razones para no hacer mudanzas en mi alma de secreto, siguiendo el clásico precepto ignaciano. Es la razón de por qué comparto hoy con la Noosfera, la malla pensante de la humanidad, un artículo publicado en el diario El País, el pasado día 23 de este mes, Necesitamos una realidad compartida: Hannah Arendt, el antídoto contra los hechos alternativos, que me ha reconfortado temporalmente para seguir caminando hacia adelante, sin mirar atrás y, por supuesto, sin ira. No va con mi natural, que decía mi profesor belga de Lógica, de apellido Vinaty, por más señas.

La autora de este artículo de opinión, Márian Martínez-Bascuñán, hace un análisis magnífico sobre algo que yo aprendí en mi aproximación a Freud en mis años de formación universitaria. Me refiero al reconocimiento de la existencia y asunción imprescindible, humanamente hablando, del llamado “principio de realidad”, sobre la que sería necesario ponernos de acuerdo para compartir, como sociedad democrática, lo que de verdad está pasando y estamos viendo en estos momentos políticos tan turbios, para debatir sobre ello y, una vez contrastada esa realidad, poder emitir juicios sólidos y bien informados: “El 4 de diciembre de 1975, Hannah Arendt moría en su apartamento de Nueva York cuando un infarto fulminante la sorprendió en mitad de una conversación con amigos. Al día siguiente encontraron en su máquina de escribir una hoja a medio comenzar con una sola palabra escrita: “Judging”. Juzgar. Aquella palabra solitaria quedó como un testamento involuntario, como si Arendt hubiera querido decirnos, en el último momento, que de todas las facultades humanas que había explorado a lo largo de su vida intelectual —la acción, la libertad, el pensamiento, la natalidad— había una que merecía ser rescatada con urgencia para nuestro tiempo: la capacidad de juzgar”.

Ahora, cualquier situación que se intente debatir a cualquier escala personal o social, sobre todo política, se convierte en un infierno con toda seguridad, en una mezcla de polarización extrema, envuelta en agresividad de palabra y obra, azuzada de forma especial por la antidemocracia instalada en personas, políticos, partidos e instituciones del país, incluso de alto rango, porque es lo que se lleva ahora, expresado todo ello con lenguaje soez e insultante a doquier. “Cosas que pasan”, que dice Trump.

Si se niega la realidad verdadera y objetiva de lo que está pasando y estamos viendo, como principio categórico de todo debate, es imposible establecer maniobras dialécticas de aproximación a la verdad: “Cincuenta años tras su muerte [de Hannah Arendt] ese pensamiento inconcluso resuena con inquietante actualidad. Vivimos una época donde todos opinamos sobre todo y las redes sociales amplifican cada juicio instantáneo, cada veredicto emocional. Y sin embargo, hemos perdido algo esencial: la capacidad de discernir entre lo verdadero y lo falso, de orientarnos en un mundo que se desmorona bajo nuestros pies. El folio inconcluso de Arendt no era solo el borrador de un capítulo filosófico, sino una pregunta lanzada desde el futuro: ¿qué ocurre cuando una sociedad pierde la facultad de juzgar políticamente?”.

Lo que me ha conmovido en el artículo citado es conocer cómo Arendt retrató a Adolf Eichmann, cuando en abril de 1961 fue enviada como corresponsal de la revista The New Yorker a cubrir el juicio contra este nazi responsable de la logística del Holocausto: “Dentro de la jaula de cristal construida para protegerlo en el tribunal, Eichmann no parecía un demonio. Era un hombre gris, mediocre, que hablaba en clichés burocráticos y repetía frases hechas. “Simplemente cumplía órdenes”, decía una y otra vez. No mostraba sadismo ni odio visceral, más bien daba la impresión de alguien profundamente irreflexivo, incapaz de ponerse en el lugar de otros o imaginar el sufrimiento que había administrado con eficiencia germánica. Arendt lo describiría como alguien de una “manifiesta superficialidad”, y de esa experiencia desconcertante nacería uno de los conceptos más potentes y controvertidos del pensamiento político contemporáneo: la banalidad del mal. Arendt no estaba diciendo que el Holocausto fuera banal, sino algo mucho más inquietante: que el mal extremo puede surgir, no de la maldad consciente o la perversión deliberada, sino de la simple ausencia de pensamiento. Eichmann era peligroso precisamente porque había dejado de pensar, apagando ese diálogo interior que nos hace preguntarnos: ¿qué estoy haciendo? ¿Puedo vivir conmigo mismo después de esto?”.

Ante lo que presenció, Arendt vivía con una pregunta en su persona de secreto: ¿qué fundamento tenía realmente la moralidad?, porque millones de personas compartieron la conducta de Eichmann, a través de “su verdad”, “su visión de la realidad”: “Los grandes paradigmas éticos —el deber kantiano, los fines aristotélicos, el utilitarismo— no impidieron que una sociedad altamente civilizada se coordinara casi automáticamente en la barbarie. ¿Qué queda, entonces, cuando todas las normas colapsan? La respuesta fue tan sencilla como exigente: nuestra capacidad de juzgar por nosotros mismos, sin pasamanos a los que aferrarnos, la misma facultad que Eichmann había abandonado reemplazando el pensamiento por la obediencia, por el cumplimiento mecánico de reglas. No había decisión en él, no había conciencia, no había juicio. Solo repetición y sumisión. Y eso —descubrió Arendt con horror— es más peligroso que cualquier forma de maldad deliberada. Porque mientras el mal radical es excepcional, la banalidad del mal puede extenderse como una epidemia. Todos podemos caer en ella, sólo hace falta dejar de pensar”.

Acabo de citar algo que me ha hecho daño al leerlo: la existencia de la banalidad del mal, tratada especialmente por Arendt en su controvertida obra Eichmann en Jerusalén: “La idea de Arendt de la “banalidad del mal” no es ajena a la tesis que el historiador [Raul Hilberg, en La destrucción de los judíos europeos] trazó a lo largo de décadas de trabajo, estudiando minuciosamente documentos: que la máquina de la burocracia nazi convirtió a todos en responsables, y a la vez a ninguno, que la culpa quedó enterrada bajo toneladas de documentos solo aparentemente banales, aunque al final se encontraban las cámaras de gas y el exterminio de seis millones de personas. En su libro sobre el juicio de Adolf Eichmann, Arendt explica: “Me he basado en la obra de Raul Hilberg, que fue publicada después del juicio, y que constituye el más exhaustivo y el más fundamental estudio sobre la política judía del Tercer Reich”.

La imparcialidad interesada, la mediocracia, la equidistancia como barrera pseudoética, el conformismo y los silencios cómplices ante el ocaso de la democracia en nuestro país, se pueden contextualizar perfectamente como avisos para navegantes del nuevo totalitarismo y fascismo que avanza a pasos agigantados en nuestro territorio patrio, leyendo el artículo de Márian Martínez-Basculán, aunque al hacerlo reconozco que estoy “tocado”, pero no “hundido”, al recordarme la existencia y el poder omnímodo y omnipresente en la actualidad de la “banalidad del mal” que permeabiliza la sociedad hasta extremos insospechados, signo evidente de una democracia que avanza en nuestro país con las tres heridas hernandianas, la de la vida, la del amor y la de la muerte.

Para completar esta reflexión no inocente, recomiendo la lectura completa del artículo citado, porque después de hacerlo, apreciaremos, la “gente de bien”, a la que la derecha extrema y ultraderecha califica de “gente de mal” sin com-pasión (con guion) alguna, que es imprescindible juzgar sin complejos la realidad política actual en el país, de ataque y derribo de la democracia, porque es lo que nos permitirá derrotar la ‘banalidad del mal’, algo que preocupó siempre a Hannah Arendt. Para que no se olvide, ni siquiera un momento.

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UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL

¡Paz y Libertad!

Ve hasta donde no puedas, adonde sea imposible llegar

Sevilla, 24/XI/2025 – 14:05 h (CET+1)

Estoy leyendo de forma pausada el libro del director de cine Costa-Gavras, Ve adonde sea imposible llegar, en el que narra a modo de memorias las vicisitudes de su larga carrera cinematográfica, atendiendo a su sinopsis oficial: “Cine, política y vida se enredan en un continuo vaivén por el que asoman los rostros de aquellas personas que han compartido un mismo o parecido viaje, familia y amigos, colaboradores y encuentros decisivos, que han tenido una significación especial en su vida y que han supuesto el despojamiento (teñido de cierto desencanto) de algunos dogmatismos generacionales, pero que fundamentalmente le han llenado de experiencias, arrugas y cicatrices, que han dado madurez y personalidad a un autor profundamente circunspecto”.

Simultaneo su lectura con Le dernier souffle (El último suspiro), en su original francés, una obra escrita por Claude Grange y Régis Debray, que inspiró la última película de este director, de título homónimo.

¿Por qué esta lectura conjunta? Lo explico a continuación, porque resulta atractivo para mi persona de secreto que Costa-Gavras se inspirara, en el título de sus memorias, en un escritor griego, como él, Nikos Kazantzakis, extrayendo un diálogo de su personalísima Carta a Greco, en el que le pide al pintor, dirigiéndose a él como “abuelo amado”, que le dé una orden para centrar su azarosa vida, que recibe en los siguientes términos: “Llega hasta donde puedas”. El consejo no llegó a estremecer el corazón del peticionario y vuelve a pedir al abuelo una orden “más difícil, más cretense”, resonando a partir de ese momento “una voz hecha para ordenar y que hacía temblar el aire”: “¡Llega hasta donde no puedas!”.

De esta forma, estas palabras de espíritu cretense, son para mí el hilo conductor de sus memorias, leyéndolas con fruición desde que escuché una intervención suya en el Festival de Cine de San Sebastian, en 2024, con motivo de la presentación de su última película, El último suspiro, en la que manifestó que que “el cine es un espectáculo que busca generar emociones en el espectador, luego a partir de esas emociones éste puede llevar a cabo una reflexión o no, pero en todo caso el cine no está para impartir doctrina”, a lo que agregó: “Yo nunca podría rodar una película sobre algo que me resultara indiferente. Cuando he intentado hacerlo, he desistido y he abandonado el proyecto. Rodar una película es como vivir una historia de amor, hay que hacerlo hasta el final. A mis 91 años y con la muerte asomando en el horizonte es normal que a menudo me pregunte: ¿cómo acabará todo esto? ¿Cuando llegue el momento seré presa del terror o podré acabar mis días con dignidad?”. Ese día tendrá un sentido especial haber recorrido su vida con aquella orden de su abuelo amado como hilo conductor, recordando a Kazantzakis, porque ha ido hasta adonde ha podido llegar, aunque pareciera imposible. Costa-Gavras lo explica muy bien en sus Memorias, cuando afirma que en su mayo francés de 1968, que vivió en vivo y en directo, escuchó, entre otros muchos eslóganes, uno que decía “sé realista, haz lo imposible”, lo que le recordó la frase de Kazantzakis, Ir adonde resulta imposible llegar: “Durante mi época de estudiante, me había hecho reflexionar mucho por la dureza de su significado. Para mí cobró sentido en París al leer esta otra frase: “No quiero ser el más fuerte, ni el más rico, ni el más guapo, ni el más grande. Quiero ser diferente”.

Leo también, como he manifestado anteriormente, la obra francesa de Grange y Debray, El último suspiro, después de haber visto la película, que me emocionó especialmente, con su hilo conductor vital, declarado por Costa-Gavras. La sinopsis oficial es escueta, para no interferir las emociones y sentimientos del espectador: «En una suerte de diálogo filosófico, el doctor Augustin Masset y el célebre escritor Fabrice Toussaint debaten sobre la vida y la muerte… Una vorágine de encuentros en los que el médico es el guía y el escritor, su pasajero, conducido a confrontar sus propios miedos y angustias… Una danza poética en la que cada paciente es un compendio de emociones, risas y lágrimas… Un viaje al corazón palpitante de nuestras vidas».

Una cosa más. Costa-Gavras se despidió en su comparecencia oficial de presentación de su película en el Festival de San Sebastián, estrenada en 2024, dejando un mensaje aleccionador: “Buena parte de ese vivir de espaldas a la muerte está motivado por nuestra educación religiosa. Las religiones nos invitan a resignarnos ante el sufrimiento, pero sufrir es algo obsceno, no hay nada de bueno en ello. Sufrir es lo peor de la vida y del mismo modo que ya hay métodos para que las mujeres puedan parir sin sufrir, debería implementarse algo parecido en medicina paliativa […] Sea cual sea nuestro estado físico, yo creo que nunca hay que rendirse, merece la pena luchar hasta el final”. Una vez más, sintió profundamente, al pronunciar estas palabras, aquella orden del “abuelo amado”, según Kazantzakis: ve adonde sea imposible llegar. Mejor todavía, lo leído en dos pancartas del Mayo francés, como si fuera dos órdenes en su vida: “Sé realista, haz lo imposible” y “No quiero ser el más fuerte, ni el más rico, ni el más guapo, ni el más grande. Quiero ser diferente”.

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UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL

¡Paz y Libertad!

Llegamos al 50 aniversario de la muerte del dictador Franco con tres heridas…

Llegó con tres heridas: 
la del amor, 
la de la muerte, 
la de la vida. 

Con tres heridas viene: 
la de la vida, 
la del amor, 
la de la muerte. 

Con tres heridas yo: 
la de la vida, 
la de la muerte, 
la del amor.

Miguel Hernández, en Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941)

Sevilla, 19/XI/2025 – 13:09 h (CET+1)

En estos días de respeto a la memoria histórica y democrática de este país, con motivo del 50 aniversario de la muerte del dictador Franco, recuerdo especialmente a Miguel Hernández, leyendo varias veces un poema precioso, Llegó con tres heridas, en el que aprendemos qué significa caminar a diario con un sentimiento de tres heridas de ausencias: la de la vida, la del amor, la de la muerte (como las suyas).

Sigo leyendo su cancionero y romancero de ausencias (1938-1941), en el que logro comprender bien lo que significa dignificar la vida cada día, en pleno ocaso de la democracia, con un acoso y derribo desvergonzado que exhibe diariamente la derecha extrema y ultraderecha de este país. Todos los días convivimos con heridas de vida, muerte y amor…, en ese orden, porque así lo exige la dignidad de la existencia, cuando luchamos para que la vida tenga sentido para todos, para los nadies también. La que vivió Miguel Hernández en días terribles de ausencias. 

Por respeto a la memoria democrática de este país y un día antes del recuerdo cronológico de aquella fecha tan especial para recuperar la Libertad robada durante tantos años, resuenan especialmente en mi alma estas palabras de Miguel Hernández con más fuerza que nunca, a modo de cancionero de presencias eternas, no sólo de ausencias, dando sentido a mi vida, a mi muerte y a mi amor, en el orden final que él describió por las heridas causadas en la dictadura franquista, en aquella guerra civil y atroz. Para que no se olvide.

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UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA O LO MÁS PARECIDO A ELLA, EN GENERAL

¡Paz y Libertad!

¡Atención! En el mundo al revés definido por Eduardo Galeano, el relato mata casi siempre al dato

Si Alicia renaciera en nuestros días, no necesitaría atravesar ningún espejo: le bastaría con asomarse a la ventana. Al fin del milenio, el mundo al revés está a la vista: es el mundo tal cual es, con la izquierda a la derecha, el ombligo en la espalda y la cabeza en los pies.

Eduardo Galeano, en Patas arriba. La escuela del mundo al revés.

Sevilla, 18/XI/2025 – 14:00 h (CET+1)

Ante la realidad actual que vivimos en nuestro país, con hechos tan lamentables como la celebración reciente del juicio en el que se dirimen responsabilidades de supuestos delitos cometidos por el Fiscal General del Estado, creo que seguimos dando pábulo a una locución clásica muy vinculada al llamado principio de realidad, dato mata relato, tres palabras que hay que defender diariamente con ardor guerrero, porque manipuladas a la inversa encierran una trágica realidad que hace mucho daño a la humanidad. En este loco mundo al revés en el que nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos, a modo de las cuatro cuerdas del violín, tal y como lo expuso el escritor Manuel Vicent en Una historia particular, lo que está sucediendo ahora es que relatos de las llamadas derechas y su más allá, capitaneadas por Trump, junto a su tropa próxima y asociados mundiales, acaban neutralizando los datos de las democracias más avanzadas, propiciando su ocaso. ¿Cómo, si no, se puede entender lo que está pasando en nuestro país, donde las derechas ultramontanas se van haciendo poco a poco con el poder fáctico político y judicial, arrasando conquistas sociales históricas y socavando las bases del bien llamado Estado de Bienestar, en sus pilares más significativos: educación, salud y servicios sociales?

La respuesta no está en el viento, sino en la interpretación al revés del dicho clásico, es decir, lo que ocurre ahora es que el “relato mata dato”. Además, si se utilizan incansablemente las máquinas del fango, mejor, porque el relato que difunden por tierra, mar y aire, seguirá intentando contrarrestar permanentemente la verdad objetiva del dato. Estamos avisados para defender, en todos los foros posibles, la realidad social y económica de este país, con datos extraordinarios, porque en el ocaso de la democracia, el relato manipulado, no verdadero y enfangado, acaba matando al mejor dato.

En este contexto es de justicia histórica recordar a Umberto Eco, que sigue presente en nuestras vidas, en la mía desde hace muchos años, porque a él se debe la expresión máquina del fango, la división acorazada de la mentira política, que desarrolló conceptualmente en su última obra, Número Cero, publicada en 2015, que fue presentada en la Feria del Libro de Frankfurt, en 2014, con el título en inglés de That’s the press, baby (Es la prensa, cariño), en alusión a la frase de Humphrey Bogart “¡Es la prensa, encanto, no puedes hacer nada!”, en el papel de Ed Hutcheson, protagonista en la película Deadline (1952), El cuarto poder, en España.

Eco cita expresamente esta frase en su novela, concretamente en un capítulo que trata sobre las vicisitudes de cómo se elaboran dosieres o noticias como herramientas de desprestigio contra el adversario, utilizadas sobretodo en el ámbito político para deslegitimar a alguien, siendo suficiente divulgar que ese oscuro sujeto de odio, ha hecho algo para crear una sombra de sospecha que acaba extendiéndose como una mancha de aceite. ¿Nos suena esta realidad maldita y tan presente en nuestro país, representada en los ataques personales y contra la familia directa del presidente del Gobierno? En este capítulo citado a título de ejemplo, se aborda cómo se puede arrojar fango sobre la adjudicación del contrato de limpieza de la residencia de ancianos Pio Albergo Trivulzio. Es escalofriante cómo describe en este contexto lo que significa un “dosier”, pieza fundamental que alimenta a las máquinas de fango: “Un dosier contiene recortes de prensa, artículos de periódicos donde se dice lo que todos saben. Salvo que no lo sabía el ministro o el líder de la oposición a quien va destinado, que nunca ha tenido tiempo de leer los periódicos, y lo toma como secreto de Estado. Los informes contienen noticias desperdigadas que luego la persona interesada tiene que elaborar, de modo que afloren sospechas, alusiones. Un recorte dice que Fulanito ha sido multado hace años por exceso de velocidad, otro que el mes pasado visitó una acampada de boy scouts, otro más que ayer se le vio en una discoteca. Se puede empezar perfectamente por ahí para sugerir que se trata de un temerario que se salta las normas de la circulación para ir a lugares donde se bebe, y que es probable, digo probable pero es evidente, que le gusten los jovencitos. Lo bastante para desacreditarlo. Y diciendo solo la pura verdad. Además, la fuerza de un dosier es que ni siquiera sirve enseñarlo: basta con hacer circular la voz de que existe y de que contiene noticias —digamos— interesantes. Fulanito se entera de que tienes noticias sobre él, no sabe cuáles, pero todos tienen algún esqueleto en el armario, y ya ha caído en la trampa: en cuanto le pidas algo, se avendrá a ser razonable”.

Desgraciadamente y como ocurre con las películas, cualquier parecido con la realidad de lo que está sucediendo últimamente en nuestro país, en lo narrado por Umberto Eco en Número Cero, no es pura coincidencia, algo que se desprende de la lectura atenta de su sinopsis oficial: “ ‘Los perdedores y los autodidactas siempre saben mucho más que los ganadores. Si quieres ganar, tienes que concentrarte en un solo objetivo, y más te vale no perder el tiempo en saber más: el placer de la erudición está reservado a los perdedores’. Con estas credenciales se nos presenta Colonna, el protagonista de Número Cero, que en abril de 1992, a sus cincuenta años, recibe una extraña propuesta de un tal Simei: va a convertirse en redactor jefe de Domani, un diario que se adelantará a los acontecimientos a base de suposiciones y mucha imaginación, sin reparar casi en el límite que separa la verdad de la mentira, y chantajeando de paso a las altas esferas del poder. El hombre, que hasta la fecha ha malvivido como documentalista y en palabras de su ex mujer es un perdedor compulsivo, acepta el reto a cambio de una cantidad considerable de dinero, y arranca la aventura. Reunidos en un despacho confortable, Colonna y otros seis colegas preparan el Número Cero, la edición anticipada del nuevo periódico, indagando en archivos que esconden los secretos ocultos de la CIA, del Vaticano y de la vida de Mussolini. Todo parece ir sobre ruedas hasta que un cadáver tendido en una callejuela de Milán y un amor discreto cambian el destino de nuestro héroe y el modo en que sus lectores vamos a mirar la realidad, o lo que queda de ella”.

Lo expuesto anteriormente nos suena como muy cercano en nuestro país y con decenas de ejemplos a cual más deleznable. Es el neofascismo en estado puro. Se conoce bien cómo funcionan las máquinas de fango y ventiladores de maledicencia a pleno rendimiento, que tienen nombres y apellidos, siglas también, que conocemos perfectamente. Lo importante es poder contrarrestar de forma ordenada su trabajo sucio, aunque ya sabemos que la frase de Bogart en El cuarto poder“¡Es la prensa, encanto, no puedes hacer nada!”, encierra el secreto de los silencios cómplices y del conformismo execrable por parte de la ciudadanía teledirigida por redes sociales no inocentes, las derechas enfurecidas y su poder mediático en la actualidad.

Estamos avisados. La democracia se desangra por esta realidad tan detestable, envuelta en el fango de los bulos perfectamente redactados y divulgados. El dato objetivo y verdadero es lo único que nos permite en democracia emitir y recibir juicios y relatos bien informados.

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CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

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¡Paz y Libertad!

Para la libertad, en nuestro país, casi cincuenta años es nada


«Para la libertad», interpretada por Joan Manuel Serrat y con una coreografía que utiliza el lenguaje de signos

Para la libertad sangro, lucho, pervivo. / Para la libertad, mis ojos y mis manos, / como un árbol carnal, generoso y cautivo, / doy a los cirujanos. 

Miguel Hernández, Para la libertad

Sevilla, 15/XI/2025 – 13:00 h (CET+1)

Cuando nos aproximamos a velocidad de vértigo, en el tiempo líquido que nos ha tocado vivir, a una fecha inolvidable en nuestro país, la muerte del dictador Franco, el 20 de noviembre de 1975, comprobamos cerca de Carlos Gardel, que casi cincuenta años de libertad que propició y garantizó la Constitución de 1978, han pasado para muchos como nada. En pleno ocaso de la democracia, vuelvo a pensar en lo que aquella fecha de aniversario próximo nos proporcionó tres años después, “con la frente marchita, la nieve del tiempo platear”, sintiendo “que es un soplo la vida”, que cincuenta años de mi vida en libertad “no es nada», viendo los derroteros del país en la actualidad.

Lo que ocurre es que este recuerdo fugaz en mi interior, mi persona de secreto, me sitúa frente a palabras del poeta Miguel Hernández, porque aquella fecha propició que pudiéramos acercarnos a su vida y obra para experimentar la libertad soñada en la lucha de los años de dictadura. Y esta realidad irrefutable no la olvido. De ahí que resuene en mi cerebro, con más fuerza que nunca, su canto a la libertad y lo que hay que seguir haciendo para mantenerla viva en común: Para la libertad sangro, lucho, pervivo. / Para la libertad, mis ojos y mis manos, / como un árbol carnal, generoso y cautivo, / doy a los cirujanos. // Retoñaran aladas de savia sin otoño, / reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida; / porque soy como el árbol talado que retoño: / aún tengo la vida.

Este poema de Miguel Hernández, El herido (II), publicado en «El hombre acecha» 1937-1939, sigue presente en mi alma de todos y en la de secreto, como si fuese ayer el primer día que conocí estas palabras en una España que tenía helado el corazón de personas que buscaban la libertad perdida en una dictadura implacable.

PARA LA LIBERTAD

Para la libertad, sangro, lucho, pervivo

Para la libertad, mis ojos y mis manos

Como un árbol carnal, generoso y cautivo

Doy a los cirujanos

Para la libertad siento más corazones

Que arenas en mi pecho, dan espumas mis venas

Y entro en los hospitales, y entro en los algodones

Como en las azucenas

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan

Ella pondrá dos piedras de futura mirada

Y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan

En la carne talada

Retoñarán aladas de savia sin otoño

Reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida

Porque soy como el árbol talado que retoño

Aún tengo la vida

Para la libertad, sangro, lucho, pervivo

Para la libertad, mis ojos y mis manos

Como un árbol carnal, generoso y cautivo

Doy a los cirujanos

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan

Ella pondrá dos piedras de futura mirada

Y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan

En la carne talada

Retoñarán aladas de savia sin otoño

Reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida

Porque soy como el árbol talado que retoño

Aún tengo la vida, aún tengo la vida

Es verdad, por último, que la mejor forma de respetar en democracia las palabras de su poema completo, debemos hacerlo no olvidando lo sucedido realmente en la guerra civil, sin blanqueamientos y añoranzas fascistas impresentables de quienes la propiciaron y rememoran hoy, defendiendo también y a diario la reconciliación y transición cincuenta años después de la muerte del dictador, leyéndolas pausadamente e intentando comprender el mensaje de estas bellas palabras escritas con el corazón por Miguel Hernández, porque sufro en muchos momentos de desconcierto político las heridas del amor, de la muerte y de la vida en mi cancionero de ausencias de ideologías y compromiso activo para luchar por un mundo mejor y lejos de las mentiras, bulos y medias verdades en las que nos tenemos que desenvolver a diario.

La verdad es que, afortunadamente y a pesar de todo, pienso -como él-, que aún tengo la vida, aún tengo la vida

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¡Paz y Libertad!

No le toquéis ya más, que así es… Rosalía

Sevilla, 13/XI/2025 – 12:34 h (CET+2)

Pertenezco a una generación matusalénica para cualquier relación con este mundo líquido, el de Zygmunt Bauman, representado estos días por la cantora Rosalía (San Esteban Sasroviras, Barcelona, 1992), algo más que cantaora o cantante, según Facundo Cabral, porque la diferencia estriba en que no sólo puede cantar, sino que debe hacerlo, para satisfacción de cientos de miles de jóvenes que la siguen a pies juntillas, como dirían mis ancestros. Rosalía “está hasta en la sopa”, sonando su nuevo álbum, LUX, por tierra, mar y aire, con letras que tienen dentro un mensaje especial, en el que interpreta dieciocho canciones como si fueran partes de un concierto sinfónico, al utilizar también varios “movimientos” que agrupan formas de interpretar el hilo conductor de esta bella obra.

Como siempre hago en relación con las sinopsis oficiales de obras culturales, para no caer en espoiler, en esta ocasión se presenta LUX «como el cuarto álbum de estudio de la cantante, productora, compositora y ganadora de varios Grammy; se trata de su lanzamiento más innovador y global hasta la fecha. LUX es una proeza de visión y maestría. El álbum se ha grabado junto a la London Symphony Orchestra e incluye voces de artistas como Björk, Carminho, Estrella Morente, Silvia Pérez Cruz y los coros de la escolanía de Montserrat y de l’Orfeó Català. Rosalía explora temas de la mística femenina, la transformación y la espiritualidad trazando el arco entre la ilusión y la pérdida, la fe y la individualidad».

Mi amor a la música clásica me ha acercado a este álbum, junto al contenido exquisito de algunas de sus letras. Me ha gustado mucho la crítica que efectuó el diario El País el pasado cinco de noviembre, en la que se decía textualmente que «Las fortalezas de la cuarta y nueva obra de Rosalía, Lux, son muchas, pero quizá se deba poner en primer término la importancia del lugar desde el que se concibe. Hablamos de una obra osada, valiente, compleja, arrogante y fascinante, un disco sin estribillos, sin apenas ritmos memorizables, densa y extensa. Llamémosla anticomercial, pero a la vez se puede considerar pop. Esto lo realiza Rosalía desde la cúspide de la música pop, desde una posición de estrella mundial. […] Realizar un álbum raro desde los márgenes de la industria resulta mucho más sencillo, pero armar esta epopeya mística desde el trono que ella ocupa ofrece la imagen de una artista con una valentía radical». Lo que resulta indudable es que sus dieciocho canciones ofrecen un espacio de reflexión impresionante a través de sus letras y melodías, apoyadas por intérpretes de fama mundial: MOV I: 1. Sexo, Violencia y Llantas, 2. Reliquia, 3. Divinize, 4. Porcelana, y 5. Mio Cristo Piange Diamanti; MOV II: 6. Berghain, 7. La Perla, 8. Mundo Nuevo y 9. De Madrugá; MOV III: 10. Dios es un Stalker, 11. La Yugular, 12. Focu ‘ranni [Exclusivo en formato físico], 13. Sauvignon Blanc y 14. Jeanne [Exclusivo en formato físico]; MOV IV: 15. Novia Robot [Exclusivo en formato físico]; 16. La Rumba del Perdón; 17. Memória y 18. Magnolias.

Agradezco a Rosalía que ofrezca a través de este álbum espacios de reflexión para sus seguidores y seguidoras, que son cientos de miles de jóvenes, sobre todo, que buscan algo más en este loco mundo en el que nos ha tocado vivir, en momentos muy delicados para salvaguardar la democracia mundial. Por eso, a la hora de enfrentarme hoy a la pantalla en blanco, he recordado también a Juan Ramón Jiménez, a través de un poema muy breve y bueno, por tanto dos veces bueno (Baltasar Gracián, dixit), ¡No le toques ya más, que así es la rosa!, tal y como lo aprendí de él hace ya muchos años (1). Este recuerdo me permite exclamar también a todos los vientos algo vinculado con la utilización del enigmático pronombre personal «le», que para mí, en este aquí y ahora, podría ser el sentimiento de Rosalía, no exento de pensamiento, en su nuevo álbum: «¡No le toquéis ya más, que así es… Rosalía!

(1) Jiménez, Juan Ramón, Piedra y cielo, Buenos Aires: Losada, 1968

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Las librerías son espacios de confianza y clínicas del alma

Javier Navarro (Sevilla, 1991) – Cartel conmemorativo del Día de las Librerías 2025, representadas como “espacios de confianza”

Sevilla, 11/XI/2025, Día de las Librerías – 16:36 h (CET+1)

Hoy se celebra la decimoquinta edición del Día de las Librerías, en el que el Gremio de Librerías de Sevilla, lanza la campaña ‘Espacios de confianza’, “una iniciativa que cuenta por primera vez con el apoyo de la Dirección General de Promoción Económica del Ayuntamiento de Sevilla y que pone el foco en el papel de estos espacios como generadores de comunidad y agitadores sociales y culturales”.

En tal sentido, han presentado una imagen gráfica realizada por el ilustrador y arquitecto Javier Navarro (Sevilla, 1991), quien ha explicado su obra como “una Giralda hecha de libros, una metáfora entre el antiguo alminar, símbolo del hojaldre de culturas de Sevilla, y las librerías como columna vertebral de la ciudad: el pilar donde los lectores se apoyan, refugian y habitan”. 

En este contexto festivo, el Gremio sevillano “reclama la necesidad de más ayudas públicas y la puesta en marcha de políticas efectivas de fomento de la lectura, ya que viene detectando en los últimos cinco años un lento descenso en las ventas en las librerías independientes de la ciudad, cuyas cifras sitúan a Sevilla por debajo de otras provincias andaluzas”.

Además, este día de celebración es el primer acto de una campaña que se extenderá hasta la Navidad, en la que este Gremio resalta, “la importancia de las librerías de barrio frente a la creciente tendencia de las compras en línea, valorando la experiencia, el conocimiento y la diversidad de títulos que ofrecen, así como la conversación, el trato personal, la convivencia, la resolución de dudas y todo tipo de necesidades relacionadas con los libros”, explicando que “Frente a mundo que corre, que no profundiza, que se queda en lo superficial, nosotras valoramos la humanidad, el vínculo con el otro, un trabajo callado, de hormiguitas que hacemos en medio de toda la locura en la que estamos inmersos en la actualidad”.

Me ha tranquilizado conocer a través de este Gremio de Librerías que “las librerías sevillanas atraviesan por un momento de relativa estabilidad, aunque sería necesario analizar la confluencia de los hábitos de compra y lectura de la ciudadanía sevillana y las librerías, ya que las ventas de libros a través de librerías independientes son inferiores a las de otras provincias andaluzas”, por lo que “es necesario un mayor apoyo al sector de las librerías, tanto a través de subvenciones como mediante la compra de fondos bibliotecarios en librerías, además de la puesta en marcha de políticas verdaderamente efectivas de fomento de la lectura”.

Mañana continuará esta campaña con un acto organizado por el Centro Andaluz de las Letras, a las 19:00 horas en la Librería Casa Tomada, “con la participación de los libreros Lola Gallardo (Rayuela Infancia), Alberto Haj-Saleh (Casa Tomada) y Fátima Tirado García (La Fábula Educa)”.

Creo que hoy, en el contexto social que estamos viviendo, tienen un sentido especial las palabras que escribí en 2021, Las librerías son la atención primaria del alma, dedicadas al Día de las Librerías de ese año, que para mí es cada día que nos ofrecen la oportunidad de cuidar nuestra alma, como Boticas o Clínicas, cada uno o cada una según lo necesite: “Cuido el alma con la lectura de libros. Recuerdo que sobre las estanterías o nichos (bibliotecas, en griego) donde se colocaban los rollos de papiros que se podían leer en la Biblioteca de Alejandría, figuraba siempre un letrero sobrecogedor: lugar del cuidado del alma o más exactamente “Clínicas del alma”, tal y como nos lo ha transmitido el historiador siciliano Diodoro de Sículo en el siglo I a.C. Amo la lectura, los libros, las librerías y tengo un respeto casi reverencial a las personas que están detrás de cada página bien escrita, sobre todo con alma. De los que critican cada publicación y aconsejan su lectura. De cada persona que está detrás de este círculo virtuoso del libro en todas sus proyecciones posibles, librerías incluidas y sobre las que he escrito en muchas ocasiones en este cuaderno digital porque las admiro. Las librerías son la antesala de las bibliotecas, a modo de atención primaria del alma, si consideramos lo manifestado anteriormente al considerar las citadas bibliotecas como lugares del cuidado del alma o más exactamente “Clínicas del alma”, espacios de confianza plena en los libros que amamos y leemos.

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