Cumpleaños de una declaración de principios

Pasado mañana cumplo un año como piloto de este cuaderno de bitácora. Han ocurrido muchas cosas en trescientos sesenta y tres días, en torno a la experiencia que inicié el 11 de diciembre de 2005, al asomarme a una pequeña ventana del mundo Internet y compartir las hojas escritas de mi blog escribiendo sobre pantallas en el blanco del a priori en red, con el riesgo comprometido que adquirí un día muy lejano en el tiempo, muy cercano en el alma, por la lectura compartida con Ítalo Calvino. Era una aventura hacia lo desconocido, en la clave de Saramago, aprendida de un pequeño texto fantástico, programático, paradigmático y mágico, El cuento de la isla desconocida, en el que nunca tuve duda alguna sobre el barco que me podía llevar a una isla, mejor, a muchas islas, que forman parte de un archipiélago digital, extenso y comunicado en todas las direcciones posibles. Y he descubierto que esta configuración del mundo solo es posible a través del mar digital de Internet.

Y escribo desde un puerto firme, de salida, donde he recalado hasta doscientas veces, en el ejercicio del compromiso con la esfera de la inteligencia, porque el oleaje que practico es el de la inteligencia digital. En la singladura anual he descubierto mundos con islas desconocidas:

1. La inteligencia digital permite gobernar los barcos que se consiguen pilotar llamando a las puertas de las peticiones soñadas y saliendo después por las puertas de las decisiones, para navegar y descubrir islas desconocidas.
2. La inteligencia está en islas por descubrir pero que ya están. Así lo reafirma la ciencia y este año me ha permitido descubrir islas cerebrales que nos permiten justificar la inteligencia. El sistema límbico alojado en la parte más central del cerebro nos va ofrecer sorpresas muy gratas para la felicidad humana cuando lo interpretamos bien y todo el mundo lo conozca. Es una isla por descubrir, científicamente hablando.
3. La importancia de la isla digital, en cualquiera de sus representaciones para las personas, manifiestan la necesidad de compartir el descubrimiento, porque permiten que seamos más inteligentes, más capaces de resolver problemas cotidianos, con la ayuda de los sistemas y tecnologías de la información y comunicación. Basta reflexionar sobre los beneficios del teléfono móvil y del mando a distancia.
4. Estoy empeñado en que muchas personas conozcan este barco (Internet) y esta posibilidad de navegar. Me emocionó el fragmento del cuento de Saramago que decía así, en un diálogo crucial entre el rey el hombre que pide el barco, para entender este mensaje: Y esa isla desconocida, si la encuentras, será para mí, A ti, rey, sólo te interesan las islas conocidas, También me interesan las desconocidas, cuando dejan de serlo, Tal vez ésta no se deje conocer, Entonces no te doy el barco, Darás. Al oír esta palabra, pronunciada con tranquila firmeza, los aspirantes a la puerta de las peticiones, en quienes, minuto tras minuto, desde el principio de la conversación iba creciendo la impaciencia, más por librarse de él que por simpatía solidaria, resolvieron intervenir en favor del hombre que quería el barco, comenzando a gritar. Dale el barco, dale el barco. El rey abrió la boca para decirle a la mujer de la limpieza que llamara a la guardia del palacio para que estableciera inmediatamente el orden público e impusiera disciplina, pero, en ese momento, las vecinas que asistían a la escena desde las ventanas se unieron al coro con entusiasmo, gritando como los otros, Dale el barco, dale el barco. Ante tan ineludible manifestación de voluntad popular y preocupado con lo que, mientras tanto, habría perdido en la puerta de los obsequios, el rey levantó la mano derecha imponiendo silencio y dijo, Voy a darte un barco, pero la tripulación tendrás que conseguirla tú, mis marineros me son precisos para las islas conocidas.
5. La experiencia del cuaderno de bitácora se enriquece con la lectura de los post. Y los lectores son la tripulación de esta nave. Y hay que conseguirla, en el terreno de los derechos para vivir, contratarla en el argot de mercado. Y aquí nace la voluntad ética de contar con personas que quieran compartir la aventura en régimen de libertad. Cuando alguien ha leído mi post y ha dejado un comentario sé que le ha interesado conocer la aventura. Más interesante me parece el lector desconocido en la clave que expongo. Tripulantes desinteresados pero comprometidos con una forma de navegar en la vida, pero a los que no conozco en su interés. Casi setenta y cinco mil en un año. Y solo queremos navegar bien y seguros…
6. Me ha ilusionado crear un espacio denominado Género y vida, dedicado a la mujer. Cada vez que me ha dolido el daño que hace la humanidad a la mujer y que así lo he sentido, he navegado contracorriente de la vida y he gritado a los cuatro vientos del mar de Internet que algo tenemos que hacer, por pequeño que sea, para detener esta contrainteligencia humana, vinculada a los hombres que hacen daño a las mujeres, fundamentalmente porque quieren ser libres y dejar de barrer los palacios de hombres-rey. Y vuelve Saramago a escribir en su cuento:  La aldaba de bronce volvió a llamar a la mujer de la limpieza, pero la mujer de la limpieza no está, dio la vuelta y salió con el cubo y la escoba por otra puerta, la de las decisiones, que apenas es usada, pero cuando lo es, lo es. Ahora sí, ahora se comprende el porqué de la cara de circunstancias con que la mujer de la limpieza estuvo mirando, ya que, en ese preciso momento, había tomado la decisión de seguir al hombre así que él se dirigiera al puerto para hacerse cargo del barco. Pensó que ya bastaba de una vida de limpiar y lavar palacios, que había llegado la hora de mudar de oficio, que lavar y limpiar barcos era su vocación verdadera, al menos en el mar el agua no le faltaría. No imagina el hombre que, sin haber comenzado a reclutar la tripulación, ya lleva detrás a la futura responsable de los baldeos y otras limpiezas, también es de este modo como el destino acostumbra a comportarse con nosotros, ya está pisándonos los talones, ya extendió la mano para tocarnos en el hombro, y nosotros todavía vamos murmurando, Se acabó, no hay nada más que ver, todo es igual.
7. El 10 de diciembre de 2005, contraté mi dominio (me dieron el barco…) y diseñé el cuaderno de bitácora, siguiendo las instrucciones del rey: que el barco navegara bien y que fuera seguro. Y aprendí que aunque no era un hombre de Internet, quería serlo, aprender este nuevo lenguaje de los blog, un medio que me respeta y que me ayuda a respetar a los demás, porque el lenguaje creo que lo conozco y puede ser un buen medio para hacerme a la mar digital. Y recordé una frase preciosa del cuento: todas las islas, incluso las conocidas, son desconocidas mientras no desembarcamos en ellas. Y esta isla me fascinó, por sus inmensas posibilidades por descubrir. Y me hice a la mar y desembarqué en ella. Cada día que pasaba abría con la ilusión del primer día la página de estadística de accesos. Y he descubierto que tengo deuda ética con setenta y cinco mil personas, que acceden a esta navegación, que posiblemente están todavía en las puertas de los regalos ó en las de las peticiones, pero que posiblemente un día han pensado en una actitud muy inteligente, con inteligencia digital, que merecía la pena traspasar el umbral de la puerta de las decisiones para embarcar en esta nueva forma de hacerse al mar de la libertad. Porque el mundo sólo tiene interés hacia adelante. Porque la mujer de la limpieza quiere ser libre aún en lo desconocido, baldeando barcos de libertad.
8. Y me hice con una carabela digital, elaborada de forma colaborativa por nuevos carpinteros de ribera digital: wordpress. Es muy recomendable, porque sufre arreglos y adaptaciones y se curte con los aires marinos de Internet.
9. Me he dado cuenta que es difícil encontrar tripulación, porque mucha gente piensa que ya no hay islas desconocidas. Y por otra parte asisto al espectáculo diario de cómo se hacen a esta mar millones y millones de personas que se hacen al océano de Internet a sabiendas que el mayor coste es mantener el rumbo, día a día, para no morir en el intento. Ahora somos unos sesenta millones de capitanas y capitanes, a veces grumetes intrépidos, que luchamos por buscar islas desconocidas y explorar su existencia real y efectiva.
10. He aprendido a lo largo del año que salir al mundo Internet, aún cuando sientas la tentación de Groucho, de querer bajarte en un momento dado del mismo, es una experiencia extraordinaria y con mucha carga vital: Si no sales de ti, no llegas a saber quién eres, El filósofo del rey, cuando no tenía nada que hacer, se sentaba junto a mí, para verme zurcir las medias de los pajes, y a veces le daba por filosofar, decía que todo hombre es una isla, yo, como aquello no iba conmigo, visto que soy mujer, no le daba importancia, tú qué crees, Que es necesario salir de la isla para ver la isla, que no nos vemos si no nos salimos de nosotros, Si no salimos de nosotros mismos, quieres decir, No es igual.   

Y he decidido ampliar el horizonte de miras del cuaderno de bitácora, con nuevas y blancas letras: cuaderno de inteligencia digital para buscar islas desconocidas… Es lo que hicieron los protagonistas del cuento de Saramago al finalizar su microhistoria y, quizá, la tuya y la mía, la vuestra, queridos tripulantes digitales: Después, apenas el sol acabó de nacer, el hombre y la mujer fueron a pintar en la proa del barco, de un lado y de otro, en blancas letras, el nombre que todavía le faltaba a la carabela. Hacia la hora del mediodía, con la marea, La Isla Desconocida se hizo por fin a la mar, a la búsqueda de sí misma.

Con mi agradecimiento personal e intransferible.

En Sevilla, a 9 de diciembre de 2006, porque todavía me dedico al acopio de avíos en tierra para poder navegar mejor.

A %d blogueros les gusta esto: