Cerebro y género: materia blanca contra materia gris

Es una verdad histórica, pero no científica que los hombres tienen más materia blanca que las mujeres, porque “ellas” tienen más materia gris. Y eso “los hombres” no lo pueden aguantar: cómovaasereso, todo seguido, como dando más fuerza al grito de desesperación biológica, sobre algo aprendido desde la tierna infancia para gran desconsuelo de la realidad humana de todos los días. Pero, ¿qué se quiere decir con manifestaciones grotescas de la materia gris, algo más conocida, o sobre la supremacía de la materia blanca? Y Lawrence Summers, el director de la Universidad de Harvard, vino en 2005 a reforzar estas ideas, echando leña al fuego, cuando aportó reflexiones científicas en relación con el progreso más lento de las mujeres en las ciencias y las matemáticas, porque “podría deberse a diferencias innatas entre los sexos”.

Primero vamos a explicar el origen de sus nombres. La materia gris, mejor explicado científicamente como sustancia gris, que lleva ese nombre porque a simple vista se ve de ese color, es una porción del sistema nervioso central que incluye la corteza cerebral, los ganglios basales y el núcleo del cerebro, así como el cordón espinal que queda envuelto por la materia blanca. La materia blanca (sustancia blanca) es el nombre que se le da a las partes del cerebro y la médula espinal que tienen a su cargo la comunicación entre las diferentes zonas de materia gris, y entre la materia gris y el resto del cuerpo. Su apariencia es blanca, con fibras nerviosas (lípidos y proteínas) cubiertas de mielina (sustancia en forma de vaina que rodea ciertas fibras nerviosas, a modo del plástico de color que rodea los cables de cobre). Es un elemento muy importante del llamado “cableado cerebral”, porque tiene la responsabilidad de proteger y dar seguridad a la conducción de señales nerviosas a lo largo de grandes distancias.

Aclarado su origen, es importante conocer a fondo sus funciones. Ambas sustancias están presentes en todos los seres humanos, con diferencias anudadas al tamaño real, corporal, de cada uno de ellos, pero siendo una realidad constatada en el atlas cerebral mundial que la sustancia gris es patrimonio esencial de todos los seres humanos, que su problema principal llamado a ser la cuna del desarrollo cognitivo no está vinculado ni con el tamaño del cerebro ni con el sexo y que ambos necesitan de forma personal e intransferible contar con la plasticidad de la sustancia blanca, de ambas sustancias en definitiva. El desarrollo de cada sustancia en cada ser humano es el enigma que parte del carné genético y, posteriormente, del desarrollo evolutivo en un entorno específico. Por tanto, es un mito a desmontar también: con independencia del tamaño del cerebro del hombre y de la mujer, ajustado a su desarrollo natural y específico, cuentan con dos realidades que están obligatoriamente obligadas a desarrollarse y convivir de por vida. Si importante son los cables (las neuronas, de color gris central), igualmente lo son las fundas de esos cables (las fibras nerviosas ordenadas para transmitir señales de vida).

Los problemas surgen con la “instalación” de este maravilloso cableado (valga el símil) a lo largo de la vida, porque hay una evidencia científica, una más, inapelable: la mielina se forma en la etapa prenatal, determinante, que expliqué en el artículo anterior, encontrándose casi completada en el momento del nacimiento. Es decir, hombres y mujeres venimos preparados para desarrollar el cerebro para la inteligencia de cada cual.

Además, la materia gris tiene una responsabilidad dramática sobre el control muscular, las percepciones sensoriales como vista y audición, la memoria, las emociones y el habla. Y no me gustan los chistes fáciles forjados en estereotipos: «las mujeres hablan como cotorras». Todos podemos hablar como estos simpáticos animalitos, porque todavía no conocemos bien por qué el habla se hace fuerte en el ser humano, aunque tanto se haya escrito sobre este elemento diferenciador de los seres humanos.

Por otra parte, la materia blanca está formada por estructuras situadas en la parte central del cerebro como el tálamo y el hipotálamo. Y el núcleo de la materia blanca está implicado, tanto en el hombre como en la mujer, en la liberación de la información sensorial del resto del cuerpo a la corteza cerebral, así como también en la regulación de las funciones autónomas (inconscientes) como temperatura corporal, frecuencia cardíaca y tensión arterial. También son responsables de las emociones y de la liberación de las sustancias químicas sobre las que se han construido gran parte de los mitos sexuales de la historia, es decir, las hormonas, grandes expertas en el trabajo a distancia, en enviar mensajes codificados a través de la glándula pituitaria, por ejemplo, a diferencia de los neurotransmisores, a los que gustan las distancias cortas, es decir, su misión se cumple en la unión de las neuronas, en las sinapsis, haciendo posible, a veces, las emociones y los sentimientos de hombres y mujeres expuestos a la vida. También regulan la ingesta de agua y alimentos. Y trabajan muy próximos al maravilloso e impreciso sistema límbico, responsable de la codificación todavía misteriosa de las emociones y las motivaciones.

Es muy difícil, en el contexto enunciado, echar culpas a las diferentes sustancias presentes en el cerebro humano, para identificar comportamientos que están cargados muchas veces de meras ideologías. Es verdad que nacemos con determinación sexual y con componentes que están asociados a una configuración corporal derivada de sustancias químicas que llegan a conformar una forma de ser en el mundo. Pero la necesidad de mantener en buen estado el cableado del cerebro es fruto de la conjunción indisoluble e interactiva de la sustancia gris y blanca en cada ser humano, con posibilidades ingentes de que la vida proporcione o no las posibilidades ocultas del carné genético. Y de ello sabemos todavía más bien poco. Ahí radica la belleza de la investigación: porque sabemos que está todo en la sede de la corteza cerebral, aunque todavía no lo hayamos descubierto. Y eso que todavía no hemos explicado la función de una tercera sustancia de funciones atractivas: la sustancia negra. Para algunos, “la que faltaba”, porque sabemos que como parte de la sustancia gris, con aspecto de media luna, contiene melanina que le proporciona el color oscuro, siendo responsable de neuronas donde juega un papel fundamental un neurotransmisor, la dopamina, cuyo déficit o hiperactividad nos hace enfermar  siendo jóvenes ó mayores, a través de la esquizofrenia ó el Parkinson.

La torpeza o la necedad no es cosa de hombres ó mujeres, como muchas veces queremos ejemplificarlo. Las palabras que anteceden nos iluminan la equidad en la forma de tener una corteza cerebral con posibilidades ingentes. Es más bien cosa de múltiples variables intervinientes en el desconcierto de la inteligencia que busca sencillamente ser feliz en el mundo en el que cada uno vive, personal e intransferible. Y en esa tarea científica estamos: devolver esperanza de género a través del autoconocimiento del potencial cerebral de cada ser humano, para que comprendamos mejor qué podemos hacer en el suma y sigue de la violencia que no permite a las mujeres ser ellas mismas en el siglo del cerebro, a pesar de que el punto de partida de la forma del ser el cerebro es igual en el bebé, niña o niño, que nace a una nueva vida.

Sevilla, 28/I/2007

De Profundis

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Desde ayer estoy preparándome para descubrir un tesoro cinematográfico, una película de más de 40.000 pinturas al óleo, animadas, De Profundis, que me entusiasma por segundos. El 19 de enero se estrenó y ya la estoy siguiendo en superficie porque los viajes marinos me agradan y siempre me provocan metáforas mentales que me animan a seguir navegando en diversos mares. Ya lo he expresado en este cuaderno de bitácora muchas veces.

Según la información que he podido recuperar desde el fondo de Internet, el título de la película, De Profundis, que nada tiene que ver con la novela epistolar de Oscar Wilde, alude al lugar donde se sitúa la película: el fondo del mar. El argumento, que apenas sirve de excusa, cuenta que un pintor viaja como marinero en un pesquero. Cuando se desencadena una tormenta, y una ola gigantesca hunde la embarcación, la mujer del pintor, desde la soledad de su casa, intuye y presagia la tragedia. El filme es “un paseo onírico de un personaje a través de una historia de amor alterada por su mundo creativo. Y es un homenaje al mar, nuestra reserva de vida y esperanza, y símbolo de nuestras pesadillas y sueños”. Fascinante.

Espero de forma impaciente poder disfrutar de esta oportunidad de navegar en la corteza cerebral viendo y sintiendo la película, con muchas posibilidades de descubrir islas desconocidas de la nueva forma de ser en el mundo. En estos tiempos de dureza existencial, manifestaciones artísticas como De Profundis vienen a devolver confianza en los cerebros humanos porque se demuestra que son capaces, también, de crear belleza y mensajes de paz y libertad interior.

He estado viendo el making of de la película e imágenes de la misma. Verdaderamente es una obra sinfónica de voluntades creadoras. Desde el gran creador, Miguelanxo Prado, pasando por la música adaptada a la realidad que quiere explicar Nani García, la voz vanguardista de Ainhoa Arteta, la orquesta Sinfónica de Galicia, la Coral Infantil y Juvenil Cantábile, Pancho Casal, como productor, las Instituciones y Organismos que han posibilitado desde el dinero público esta joya gallega para todos, todos merecen nuestro respeto y reconocimiento, en la clave del mensaje a sus paisanos de nuestro poeta Luis Cernuda: “el trabajo, con amor hecho, merece siempre la atención de los otros”. Lo comentaré  más a fondo cuando pueda guardar en el hipocampo (el caballo encorvado), sede de la memoria personal e intransferible, este tesoro rescatado desde el fondo del mar de la poesía integrada. En principio, gracias por esta nueva oportunidad de ser feliz. Invito, además, a quien lea estas páginas, a que disfrute de forma compartida y antecedente de esta maravilla, visitando las páginas dedicadas a sus imágenes y a su video promocional, que permite conocer paso a paso como se concibió la idea principal de la película.

Un aviso para navegantes del propio Miguelanxo: “A quien le aburra contemplar un atardecer durante 10 minutos, le resultará tediosa la película”. Quizás, también lo sea para los que se niegan a navegar en mares que llevan a islas desconocidas para sí mismo, pero que pueden ofrecer la oportunidad de nacer a una nueva vida.

Sevilla, 21/I/2007

Cerebro y género: mitos a desmontar

Cuando inicié esta serie de artículos, sabía que era una aventura apasionante, sobre todo porque responde a una razón muy clara: sabemos muy poco de la inteligencia del hombre y casi nada de la inteligencia de la mujer. Además, podía ser una contribución para que aprendiéramos, de forma compartida, hombres y mujeres de buena inteligencia (aprendimos a decir solo “de buena voluntad”, junto con la paz de los hombres como curiosa paradoja…), las últimas razones de las conductas cerebrales que después las reproducen hombres y mujeres, con expresión desajustada. De esta forma, pensé, podríamos acabar con la frase más repulsiva en la conducta de los hombres y fabricada por la inteligencia de algunos, de muchos: mujer tenías que ser. Nunca más, al menos en nuestro entorno, porque sabemos que las cosas no son así. Para esto puede servir este artículo, otros: comentarlo, pasarlo, divulgarlo, criticarlo, pero con una idea común: contribuir a reforzar la verdad del cerebro en el ser humano, como el principio de todas sus acciones.

El primer mito que hay que clarificar y desmontar es el de la diferenciación desequilibrada desde la concepción, antes del propio nacimiento, causa irrefutable de que ya vengamos programados para ser “desgraciadamente” como somos. El cerebro nace y se hace. Es verdad que hay una diferenciación genética, dado que no hay dos cerebros iguales, pero tampoco existe la igualdad dentro del mismo sexo.  Lo comentaba en mi post anterior, el que abrió este camino de investigación divulgativa. La genómica va a darnos unas sorpresas muy agradables a corto plazo. Una, podrá ser el conocimiento del carné genético individual, como persona, desde antes del nacimiento. En la medida que se pueda tener y conocer porque ya se está en el mundo de cada uno, de cada cual, sabremos cual puede ser la hoja de ruta de nuestra vida, eso sí desde una sola perspectiva, porque el desarrollo cerebral estará sometido siempre a múltiples cambios y para eso está preparado: así se ha demostrado con su plasticidad, como seña de identidad de un valor incalculable. Pero ya vamos aclarando cuestiones de principio: somos diferentes los hombres y las mujeres y lo vamos a seguir siendo, pero la diferenciación sexual es algo extraordinario porque nos condiciona solo a conocernos mejor para “ser” en el mundo. Y la inteligencia va a ser una gran alidada, porque las neuronas no se compran en el mercado, venimos al mundo con ellas, ordenadas mágicamente si el desarrollo del feto ha sido saludable, en el amplio sentido de la palabra.

Otra sorpresa que nos tiene guardada la concepción es que el cerebro es una fábrica de realidades que nunca cierra. Desde el momento de la concepción, ya está garantizado el trabajo para todos los componentes cerebrales, al menos los que conocemos. Y trabajan con una sincronización tan maravillosa como la de la relojería suiza. Y nadie niega, el mundo científico tampoco, que es trascendental la forma en la que se desarrolla el cerebro de las niñas y de los niños, desde antes de su nacimiento. La realidad de conocer el sexo de la criatura que se está formando en el vientre materno, mediante las ecografías tridimensionales que se empiezan a implantar, debería ser una oportunidad para conocer a partir de ese momento el mejor manual de vida probable, porque el principal problema con el que se encuentran los artífices de la vida es cómo garantizar el desarrollo cerebral, como órgano que compromete. Y curiosamente es el más olvidado, porque no se sabe como actuar para que alcance el mejor desarrollo cognitivo. Sabemos que aprendemos a alimentar al bebé, a identificar posibles enfermedades, a estimularle al dar sus primeros pasos, para pronunciar las primeras palabras, pero existen muy pocos aprendizajes sobre los compromisos que tiene el cerebro con la forma de ser cada una y cada uno, en momentos trascendentales para su crecimiento. Y los momentos que se pierden en el progreso de maduración cerebral ya no vuelven: nadie se baña dos veces en el mismo río.

Comprar la ropa azul, si es niño el ser que va a nacer, ó rosa, si es niña, eran grandes preocupaciones de mis abuelos, quizá de mis padres, quizá de El Corte inglés. Saber qué juguetes les va a gustar más, también estaba muy claro para nuestros progenitores. Pistolas, camiones y balones de fútbol, para los niños. Muñecas, cocinitas y fregonas, para las niñas. La diferenciación les venía impuesta por la sociedad. Y empezamos en la década de los sesenta a invertir los términos, porque queríamos “enseñar al cerebro cómo comportarse”, es decir, teníamos que cargar de ideología a la corteza cerebral y seguir así por los siglos de los siglos, hasta que la investigadora Melisa Himer, llevó a cabo un experimento en 2002, donde puso al alcance de individuos de ambos sexos de muy corta edad juguetes de marcado sesgo sexista: un camión y una pelota, una muñeca y una sartén: “Se supone que, si no existen condicionantes culturales, ambos sexos correrán indistintamente hacia cualquiera de los juguetes” (1). Pero Alberto Ferrús, doctor en Biología y subdirector del Instituto de Neurobiología Ramón y Cajal del CSIC, en Madrid, lo comentaba en 2006, de forma contundente y paradójica, para demostrarnos que por ahí no van los tiros científicos de la diferenciación: “Pero —¡oh, sorpresa!— no es así: a tan tierna edad, los sujetos de sexo masculino muestran una clara predilección por el coche y la pelota, y los del sexo femenino, por la muñeca y la sartén. Un tercer grupo de juguetes absolutamente neutros apenas tiene éxito. ¿Por qué, si no han tenido tiempo de contaminar sus preferencias con roles sexistas, se comportan tan sexistamente en su elección? El conferenciante, Alberto Ferrús, no tiene respuesta. Pero tiene una sorpresa para el auditorio: la siguiente diapositiva muestra a los sujetos de la investigación: ¡son monos!” (2).

Seguiremos avanzando en esta realidad y podremos ir sacando conclusiones, porque tenemos un gran aliado: el cerebro es una máquina muy compleja, que trabaja sin descanso, que se retroalimenta permanentemente de lo que ve y siente cada ser en el mundo. Con el respeto a lo desconocido seguiremos investigando, escribiendo y divulgando. Con neuronas asexuadas, en principio, pero alimentadas por la realidad genética de cada una y de cada uno, como seres individuales que tienen posibilidades extraordinarias de ser personas inteligentes. El tamaño, por tanto, no es lo que más debe importar. Nos separa solo la realidad sexual. Afortunadamente.

Vuelvo al laboratorio de la vida. Estoy leyendo muchos artículos científicos que intentaré apearlos de hojarasca tecnicista para aportar lo mejor de ellos. Aprendí hace muchos años, que el mejor elogio que se podía hacer de la encina, es saber que da corazón. Quizá cerebro, porque la inteligencia es lo que nos permite a hombres y mujeres, por igual, comprender la maravilla intrínseca a estas palabras.

Sevilla, 20/I/2007

(1) Pérez Oliva, M. (2006, 21 de marzo). Cerebro de hombre, cerebro de mujer. El País, p. 48.
(2) Pérez Oliva, M. Ibídem.

Marcado

Desde ayer estoy “tocado” por el imperativo categórico de haber sido “marcado” para que cuente cinco realidades personales, «cosas» que casi nadie conozca. Son las andanzas de Internet, pero me ha picado la curiosidad de hacer una experiencia de conocimiento alternativo y que puede crecer en función de que, en mi caso, alguien se considere marcado. Una variación sobre el mismo tema: la inteligencia conectiva, digital.

Las más ligeras órdenes se pueden convertir en los más severos mandatos aún siendo digitales. Esta es la razón de participar en los “marcajes”, aunque en este caso es muy difícil negarse ante la invitación y los descubrimientos de una persona adorable: mi hijo Marcos.

He comenzado a buscar en mi caja de tesoros ocultos y me he encontrado con los cinco primeros. Se dan pequeños codazos, porque quieren salir al exterior, como personajillos llenos de vida animada por la libertad:

1. Siempre quise ir al conservatorio. Para mis padrinos, con los que vivía, eso era perder el tiempo. En Madrid, a mis seis años soñaba con ser un gran músico. Me dolió la muerte de Ataúlfo Argenta, un director de orquesta extraordinario, padre de Fernando Argenta a quien sigo apasionadamente en sus clásicos populares. Todavía recuerdo aquella portada en color sepia de ABC, anunciando el fallecimiento de un ídolo de niñez, en el periódico –paradojas de la vida- en el que aprendí a conocer la vida, que se leía en casa como la Biblia. Ahora, tengo un piano muy cerca y la banda sonora de la afamada película. Aprenderé a tocarlo bien.
2. A los diez años lanzaba globos desde el balcón de mis amigos, en la calle Padilla, con cestas cargadas de mensajes. Estudiábamos Astronomía y el Sputnik nos llenó de proyectos la cabeza. Lanzábamos cohetes “tripulados”, en fundas de puros habanos, con moscas encapsuladas, en el campo de La Campana, donde hoy está el Pirulí de Televisión Española. Segunda tarea latente. ¡Hay que seguir investigando!.
3. Me ha preocupado siempre estar cerca de las personas menos válidas para la sociedad, las más desprotegidas. Y ha sido un hilo conductor para muchas experiencias: enfermos, personas mayores solas, niñas y niños con problemas, familiares de enfermos que se quedaban solos, estudiantes desconcertados en la dictadura. Con 20 años creé una Asociación para atender estos problemas, junto a amigos extraordinarios. Recuerdo cómo venían a las asambleas generales los inspectores del Gobierno Civil. Otras épocas. El régimen franquista. Lucha por la libertad para todos.
4. Escribí una carta a  Ernesto Cardenal cuando tenía 21 años. Me quise ir con él a Nicaragua, a Solentiname. Me emocionaba su generosidad y entrega. Y Helder Cámara, con su didáctica para contener la espiral de la violencia. Fueron motores para ser una persona comprometida en el mundo. Anónima, por supuesto. Divertirse ó comprometerse, esa era la cuestión (Pascal dixit).
5. Solo concibo la vida ”hacia adelante”. Incluso en los momentos más difíciles. También en la monotonía del placer. Por supuesto, en estos momentos de desconcierto por la conducta ante todas las preposiciones posibles que soporta la tragedia de la existencia de ETA: a, ante, bajo, cabe, con, contra, de, desde, en, entre, hacia, hasta, etcétera, etcétera, etcétera…Tras.

Salieron al exterior de la vida. El poeta argentino Porchia lo ha definido muy bien: espero que se reciban estas palabras con la misma calidad que yo las he entregado. Son las cosas “marcadas” por la revolución digital, por supuesto.

Sevilla, 14/I/2007

La sabiduría de Guatemala

He leído con atención y dolor el reportaje “Guatemala desentierra el silencio”, que comienza con una frase programática: llévate mis palabras. El libro fotográfico de Miquel Dewever-Plana, es una lección que hay que aprender de la historia reciente del siglo pasado, donde la riqueza de la tradición ha superado la tragedia del mal irredento, de una memoria que no quiere negar el sufrimiento popular por respeto a sus antepasados, a su sabiduría de la vida. El exterminio que causó cerca de 250.000 muertos en la década de los ochenta y que en nombre de causas espurias justificó muchas veces la lucha armada contra los desarmados de cuna, me lleva a recordar un cuento de Augusto Monterroso, El eclipse, que muestra de forma rotunda la sabiduría de sus ancestros, que permitió vivir a los antepasados con palabras de vida. Por mucho que el bendito fray Bartolomé Arrazola intentaba persuadir a los indígenas de una selva de Guatemala para que no le mataran: “si me matáis –les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca”, éstos lo tuvieron claro desde el principio ante un propagador de la fe y del más allá. Aquellos primeros pobladores de Guatemala, mucho antes que los conquistadores “españoles” hubieran llegado allí gracias al mar generoso, decidieron acabar con estas monsergas del fraile, sacrificándolo en la piedra  de los ritos, comenzando inmediatamente a recitar una por una por una las infinitas fechas en que se producirían eclipses lunares y solares, demostrando que eran excelentes astrónomos, tal y como “la comunidad maya había previsto y anotado en sus códices sin la ayuda de Aristóteles”.

Carta enviada desde Sevilla al suplemento dominical Magazine, el 12/XII/2006

Inteligencia y pobreza

Ayer se publicó en la prestigiosa revista The Lancet, un artículo muy interesante (1) que a los estudiosos del cerebro nos estimula para seguir investigando la relación que existe entre inteligencia y pobreza en cualquiera de sus manifestaciones. La noticia de agencias estaba servida: “Más de 200 millones de niños menores de cinco años no consiguen alcanzar el pleno desarrollo de su potencial cognitivo a causa de la pobreza, la mala salud, la desnutrición y el cuidado deficiente, revela un informe que publica esta semana la revista The Lancet. La mayoría de estos niños (89 millones) vive al sur de Asia y en 10 países (India, Nigeria, China, Bangladesh, Etiopía, Indonesia, Pakistán, República Democrática del Congo, Uganda y Tanzania) donde se concentra el 66% de los 219 millones de niños desfavorecidos de los países en desarrollo. Estos niños probablemente abandonarán la escuela y en el futuro tendrán bajos ingresos, una alta fertilidad y no podrán colmar las necesidades básicas de sus propios hijos, lo que contribuirá a la transmisión intergeneracional de la pobreza”.

Podríamos sacar diversas conclusiones en torno a esta crónica del fracaso anunciado de la inteligencia conectiva, pero la lectura pausada del último Informe sobre la salud en el mundo 2005, con el sugerente título ¡Cada madre y cada niño contarán! (2), permite tomar conciencia de esta realidad cerebral en el corto, medio y largo plazo. Las cifras que aporta el Informe (y contra hechos científicos no valen determinados argumentos éticos de justificación ajustada y políticamente correcta), presentan un panorama preocupante para la frontera de la Noogénesis (3) y de su proyección en la Noosfera (malla pensante, la corteza cerebral del mundo, lo más próximo a la realidad de la red de redes), con el respeto científico que encierra en relación con los derechos a la inteligencia individual de cada una, de cada uno, en palabras de LEE Jong-wook, cuando ocupaba la Dirección General de la Organización Mundial de la Salud y fallecido en mayo de 2006: “La maternidad/paternidad se acompaña siempre de un fuerte deseo de ver crecer a los hijos felices y sanos. Ésta es una de las pocas constantes de la vida de las personas en todo el mundo. Sin embargo, incluso en el siglo XXI, todavía permitimos que muchos más de 10 millones de niños y medio millón de madres mueran cada año, pese a que la mayoría de esas defunciones pueden evitarse. Setenta millones de madres y sus recién nacidos, así como innumerables niños, están excluidos de la atención sanitaria a que tienen derecho. Aún más numerosos son los que sobreviven sin protección alguna contra la pobreza que puede acarrear la mala salud” (4).

La importancia de la inteligencia individual tiene ya su punto de partida en el hecho de la gestación del ser humano y en sus ciclos antecedentes de la unión de una pareja, por la aportación futura a la configuración de la inteligencia individual y conectiva. Y hay un dato irrefutable: cada año nacen en torno a 136 millones de niñas y niños, con unas capacidades determinadas por el carné genético de cada uno y por su entorno.

Este bucle perverso, generado por la pobreza extrema que está más cerca de nuestras vidas de lo que a veces creemos, se forja en la visión integrada de la correlación existente entre inteligencia, gestación y nacimiento, como kilómetro cero de la proyección humana de la inteligencia individual. Esta perspectiva está mucho más cerca de la realidad social desarrollada de lo que muchas veces se piensa e investiga. Y llena de frustración saber que las posibilidades de cada inteligencia en particular se forjan en esta fase de los preliminares de la vida. Más tarde, comienza el camino errático de la pobreza global: física, psíquica y social.

Cuando leía recientemente el reportaje de National Geographic sobre La Mente, de James Shreeve (5), en el que se comentan las circunstancias que rodeaban una intervención en el cerebro de Corina Alamillo, paciente con un tumor cerebral en el lóbulo frontal izquierdo, comprendí mejor lo que desde hace muchos años vengo analizando en publicaciones científicas: el cerebro alcanza su desarrollo más perfecto en los meses de gestación en el vientre materno y ya viene “programado” para su existencia particular: “Por lo que se refiere al crecimiento cerebral, los nueve meses que pasó en el vientre materno fueron una hazaña de desarrollo neuronal de dimensiones épicas. Cuatro meses después de la concepción, el embrión que iba a convertirse en Corina estaba produciendo medio millón de neuronas por minuto, que a lo largo de las semanas siguientes migraron al cerebro, hacia destinos específicos determinados por señales genéticas e interacciones con las neuronas adyacentes. Durante el primero y el segundo trimestre de su gestación, las neuronas comenzaron a tender tentáculos entre sí, estableciendo sinapsis (puntos de contacto) a un ritmo de dos millones por segundo”. Sigue narrando, posteriormente, esta apasionante aventura del cerebro humano: “Tres meses antes de su nacimiento, Corina tenía más células cerebrales de las que volvería a tener en toda su vida: una sobrecargada jungla de conexiones. Muchas más de las que necesita un feto en el ambiente cognitivamente poco estimulante del útero, muchas más incluso de las que necesitaría de adulta”.

Esta deslumbrante descripción plantea cuestiones sobre las que también se está avanzando científicamente, porque puede ayudar a “cuidar” el cerebro desde la creación del embrión humano y, de esta forma, cuidar el desarrollo del mismo y de la inteligencia, como corolario adecuado. Quizá sea la fase en la que la “transmisión” de afectos y serenidad en la vida de la madre, puede “preprogramar” el cerebro del bebé con todas las garantías: “los bebés son buscadores natos de información”, afirma Mark Jonson, del Centro sobre Desarrollo Cerebral y Cognitivo de Birkbeck, en la Universidad de Londres (6).

En el Informe sobre Salud Mental: nuevos conocimientos, nuevos esperanzas, presentado por la OMS en 2001, se confirmaba la importancia del desarrollo fetal y su interrelación con el del cerebro: “Durante el desarrollo fetal, los genes dirigen la formación del cerebro. El resultado es una estructura específica y muy organizada. Este desarrollo temprano puede también verse afectado por factores ambientales como la alimentación de la embarazada y el abuso de sustancias (alcohol, tabaco y otras sustancias psicotrópicas) o la exposición a radiaciones. Después del nacimiento, y a lo largo de la vida, experiencias de todo tipo pueden no sólo dar lugar a una comunicación directa entre las neuronas, sino también poner en marcha procesos moleculares que remodelen las conexiones sinápticas (Hyman, 2000). Este proceso se describe como plasticidad sináptica y modifica literalmente la estructura física del cerebro. Puede darse la creación de sinapsis nuevas, la eliminación de sinapsis antiguas y el fortalecimiento o el debilitamiento de las existentes. El resultado es que la información que se procesa en el circuito cambiará para incorporar la nueva experiencia” (7).

Las interacciones de los genes y el medio en el que se desenvuelven durante la gestación, nacimiento y crecimiento del ser humano, están aún por descifrar pero se sabe que constituyen una garantía de futuro cerebral escrita en el carné genético de cada uno.

Si la ciencia es capaz ya de anunciar a los cuatro vientos estas posibilidades, la injusticia social denunciada en el artículo de The Lancet evidencia la gran fractura humana que sufrimos. Por cierto más cerca de nosotros de lo que creemos. Quizá en el piso de arriba de nuestras casas, en el teórico primer mundo, donde la inteligencia de las niñas y niños que conocemos pueden estar viviendo un auténtico infierno en su desarrollo afectivo y social. Eso sí, con una pobreza diferente.

Sevilla, 9/I/2007

(1) S. Grantham-McGregor, S., Cheung, Y., Cueto, S., Glewwe, P., Richter, L., Strupp, B.  (2007). Developmental potential in the first 5 years for children in developing countries.  The Lancet, Volume 369, Issue 9555, págs. 60-70.
(2) O.M.S. (2005). Informe sobre la salud en el mundo 2005. ¡Cada madre y cada niño contarán!. Ginebra: O.M.S.
(3) La biogénesis (origen de la vida) disparó la noogénesis (el origen de la inteligencia), en lenguaje de Teilhard y la noogénesis sigue evolucionando en el ámbito que le es más propicio: el cerebro humano, dejando un camino expedito para que se manifieste lo que todavía no es en el ser humano o, mejor dicho, no sabemos que es, “porque no nos ha dado tiempo de saberlo” o porque no se destinan los fondos suficientes para saberlo y nos “distraemos” en otras cuestiones que deciden otros. Eso es lo que nos ofrece el estado del arte actual en el terreno de las neurociencias.
(4) O.M.S. (2005). Ibídem, 2
(5) Shreeve, J. (2005). La Mente. National Geographic, Marzo, 2-27.
(6) Shreeve, J., Ibídem, pág. 10.
(7) O.M.S. (2001). Informe sobre la Salud en el Mundo 2001. Salud mental: nuevos conocimientos, nuevas esperanzas. Ginebra: O.M.S.

Reconocimiento mundial a la investigación del cerebro en Andalucía

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El pasado 22 de diciembre saltaba a la Noosfera digital una gran noticia: un trabajo realizado en la Universidad Pablo de Olavide (UPO) de Sevilla, bajo la dirección del investigador José María Delgado-García, ha sido seleccionado por la prestigiosa revista Science editada por la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (EE UU), en su número de 22 de diciembre de 2006 (vol. 314), junto a otros referidos a la potenciación a largo plazo (LTP), como uno de los diez principales avances de la ciencia en 2006. Otros nueve descubrimientos, enumerados sin un orden específico de prioridad o importancia, completan el cuadro de honor.

En la nota de difusión del Gabinete de Prensa y Comunicación de la UPO, se explica de forma sucinta el contenido del artículo que ha propiciado esta elección, Involvement of the CA3–CA1 Synapse in the Acquisition of Associative Learning in Behaving Mice, publicado el 25 de enero de 2006 en la revista The Journal of Neuroscience (J Neurosci., Jan 2006; 26:1077-1087) y que fue recibido en la misma el 10 de julio de 2005 (para fijar bien la entrega a la comunidad científica). En el resumen del mismo se demuestra la relación entre las sinapsis y los procesos de aprendizaje y memoria que suponen un importante paso en el conocimiento de los mecanismos cerebrales en el hipocampo, como sede de los diferentes tipos de memorias. Los investigadores de la División de Neurociencias de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, Agnés Gruart y José María Delgado-García y la investigadora del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, María Dolores Muñoz, han demostrado por vez primera en animales vivos -hasta ahora se realizaban mediante estudios histológicos o en preparaciones in vitro-, que las sinapsis (sitios donde hacen contacto unas células nerviosas con otras) potencian la intensidad de sus contactos eléctricos durante el proceso mismo del aprendizaje, es decir, en el momento en que algo se está aprendiendo.

Asimismo, de acuerdo con la citada Nota oficial, estos autores han demostrado que si se induce esta potenciación a largo plazo de manera experimental se perturba de tal manera la potenciación natural o fisiológica que es imposible aprender. Por último, sostienen que si se bloquea mediante productos químicos selectivos el receptor se impide el aprendizaje en los ratones y también la potenciación de los contactos sinápticos de las neuronas. Desde la época de Ramón y Cajal se suponía que los sitios donde hacen contacto unas células nerviosas con otras (denominados sinapsis) es donde ocurren los cambios estructurales del cerebro que acompañan a los procesos de aprendizaje y memoria. Por otra parte, desde los años 70 del pasado siglo se sabía que esos contactos sinápticos son susceptibles de aumentar la potencia o intensidad de sus conexiones, mediante el proceso denominado potenciación a largo plazo.

Se suponía, asimismo, que si se altera dicho mecanismo de potenciación no es posible aprender. Dicho proceso de potenciación a largo plazo ocurre mediante la activación de un receptor para el aminoácido glutamato, el cual se localiza en la membrana de muchos tipos neuronales. Es el denominado receptor NMDA. La importancia de este estudio reside, en gran parte, en las ingeniosas técnicas de microestimulación y de registro eléctrico desarrolladas por este grupo de investigadores. El diseño y puesta a punto de dichas técnicas ha sido realizado en los laboratorios de la División de Neurociencias de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla.

Con esta referencia deseo hacer un reconocimiento expreso a los autores citados por Science, sabiendo que gracias al dinero público (Estado y Junta de Andalucía) se ha podido llevar a cabo esta investigación en una operación retorno que ha alcanzado los resultados pretendidos y de los que se beneficia ya el  conocimiento compartido y científicamente entregado a la investigación mundial en neurociencias. Así figura en las referencias públicas en el artículo merecedor de este reconocimiento: This work was supported by Spanish Ministerio de Ciencia y Tecnología Grant BFI2002-00936 and Junta de Andalucía Grant CVI-122. Al mismo tiempo, me parecía una injusticia dejar pasar sin pena ni gloria esta excelente aportación personal e intransferible de magníficos profesionales que trabajan en una Universidad andaluza, al conocimiento científico de la inteligencia basada en el aprendizaje y en la forma de recordarlo o evitarlo cada persona.

Sevilla, 5/I/2007

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