Veo a mis palomas volar

Tú les recuerdas
que del corazón brota
la paz verídica.

Llorenç Vidal (1991), del libro de poemas “Estels filants”. Haikais.
Mallorca-Cádiz: Nova Arcàdia.

Desde hace una semana vengo observando que las palomas que representaban imágenes importantes de mis reflexiones sobre Educación para la Ciudadanía, están volando en libertad, requeridas por personas a las que no conozco pero que me llena de satisfacción por ser la Noosfera un medio útil para reforzar aquellas ideas que trabajé con tanta dedicación en los meses de agosto y septiembre de 2007, con ocasión de la controvertida asignatura de Educación para la Ciudadanía (recojo el último post, de una serie de diez, escritos específicamente a favor de la impartición de la “asignatura”). Picasso, desde donde quiera que esté, por respeto a cómo a él le gustaba ser y le gustaría estar, estará disfrutando con esta original suelta digital de su paloma mensajera de paz.

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La paloma de la paz. Pablo Picasso, 1949

He pensado que quizá estaría relacionado con trabajos preparatorios del Día Escolar de la No-violencia y la Paz (DENIP), que se celebra cada 30 de Enero (fecha del aniversario de la muerte de Gandhi), que fue declarado por primera vez en 1964. Es conocido también por Día Mundial o Internacional de la No-violencia y la Paz, como una iniciativa pionera, no estatal, no gubernamental, no oficial, independiente, libre y voluntaria de Educación No-violenta y Pacificadora, del profesor mallorquín Llorenç Vidal, practicada ya en escuelas de todo el mundo y en la que están invitados a participar los centros educativos, los educadores y los educandos de todos los niveles y de todos los países. En este día, los colegios y centros que se adhieren libremente se convierten en instrumentos de paz y entendimiento entre personas de distinta formación, raza, cultura y religión (1).

El mensaje básico de este día es: ’Amor universal, No-violencia y Paz. El Amor universal es mejor que el egoísmo, la No-violencia es mejor que la violencia y la Paz es mejor que la guerra’.

Me parece extraordinario que se aproveche cualquier declaración a favor de la no-violencia y la Paz para que estudiantes de este controvertido país –no la asignatura de Educación para la Ciudadanía- hagan un alto en su camino y recojan interpretaciones excelentes que ayuden a implantar una cultura permanente de concordia, tolerancia, solidaridad, respeto a los derechos humanos, no-violencia y paz. Una cultura de educación ciudadana, en las pequeñas cosas y en las relaciones personales de cada día. Todo el esfuerzo es poco, viendo los sucesos que a diario contemplamos en nuestros barrios más cercanos (quizás en nuestras propias casas…) y sin tener que viajar hasta Kenia para rubricar que algo está pasando en nuestros cerebros, que no deja avanzar la inteligencia social para construir la no violencia y la paz en domicilios, aulas, zonas de recreo, de trabajo, calles, aceras, salas de estar y ser. Sí, sí, salas de ser, como una estancia necesaria en la vida. En definitiva, en cualquier lugar donde nacemos, crecemos, habitamos y somos, sin necesidad de tener ó poseer.

Sevilla, 31/I/2008

(1) http://es.geocities.com/ahimsadenip/denip.spanish; http://www.aulaintercultural.org/article.php3?id_article=675

Cerebro y placer musical: endorfinas en la mente

Déjate llevar, por las sensaciones
Que no ocupen en tu “vía”, malas pasiones

Esa pregunta que te haces sin responder
Dentro de ti está la respuesta para saber
Tú eres el que decides el camino a escoger
Hay muchas cosas buenas y malas, elige bien
Que tu futuro se forma a base de decisiones
Y queremos alegrarte con estas canciones

Fragmento de Ahí estas tú, Chambao, en Endorfinas en la Mente, que tantas veces ha promocionado el fondo de Andalucía en un anuncio institucional

Dedicado a una persona muy próxima, a quien tanto quiero…, sabiendo que hoy tengo cuarenta y siete razones para compartir estas experiencias.

Estoy escuchando en este momento el Andantino del Concierto para flauta y arpa (K. 299) de Mozart, ejecutado por la Filarmónica de Viena, bajo la batuta de Karl Böhm ¿En cuantas ocasiones he sentido sensaciones placenteras al entrar la flauta junto a la orquesta en compases que al menos, en mi caso, me producen sensaciones placenteras, auténticas emociones y sentimientos asociados? Y como estudioso del cerebro en un modesto laboratorio digital, me he preguntado muchas veces cómo se producen estas reacciones a un estímulo tan concreto y tan personal e intransferible.

k299-mozart.jpg

Vuelvo a escucharlo otra vez: “El Andantino central es una página maravillosamente melódica, decorativa y sensual, pero no exenta de emoción” (1). Son ocho minutos y quince segundos de sensaciones múltiples, incluso con la casi imperceptible entrada del arpa a los cuatro minutos de esta maravillosa interpretación, los diálogos posteriores entre los dos instrumentos, un minuto después, con una parte final en la que la orquesta da paso de nuevo a la flauta que de forma pausada y con gran virtuosismo deja que la acompañe el arpa en una conjunción que como trinos de pájaros libres deja entrever que el final está próximo, pero sola, inmensamente sola, con acordes de orquesta que rubrican el compás recurrente de esta composición, un encargo para el Duque de Guines (flauta) y su hija (arpa), embajador de Inglaterra en Francia, que Mozart nunca cobró.

Pero, ¿dónde se sitúa el centro neurálgico de estas sensaciones? Ya se sabe desde las ciencias del cerebro que la base de estas relaciones estímulo-respuesta se encuentra en la glándula pituitaria, que es una superestructura del sistema endocrino con responsabilidades directas en la regulación del tráfico de los neurotransmisores directamente relacionados con estas sensaciones derivadas de la música: las endorfinas y la adrenalina, dado que ejerce un control férreo sobre ocho glándulas endocrinas, una de las cuales está directamente implicada en este proceso: la adrenocorticotrópica (ACTH), pero en el contexto de una sinfonía hormonal (nunca mejor dicho) junto a las siete restantes: “Esta glándula [la pituitaria] está unida al hipotálamo a través de fibras nerviosas y está formada por tres secciones: el lóbulo anterior, que representa el 80% del peso de la glándula, el lóbulo intermedio y el lóbulo posterior. El lóbulo anterior produce la hormona de crecimiento, la prolactina, que estimula la producción de leche materna después de dar a luz, la adrenocorticotrópica (ACTH) [objeto de este post], que estimula las glándulas adrenales, la estimulante de la tiroides (TSH), la folículo-estimulante (FSH), que estimula los ovarios y los testículos al igual que la luteinizante (LH), también presente”.

Las endorfinas, también reconocidas como péptidos opioides (pequeñas proteínas), se clasifican en tres familias, encefalinas, dinorfinas y ß-endorfina, siendo este último grupo el de más importancia clínica debido a su gran potencial analgésico, habiéndose demostrado científicamente que de manera natural su producción es más intensa cuando sufrimos dolor. También, porque inhiben temporalmente otras conexiones que probablemente “recuerdan” la falta de placer. Se ha demostrado recientemente en estudios sobre los “escalofríos musicales” que “La liberación asociada de endorfinas –opiáceos internos- potencia, además, la memoria. Nuestro cerebro señala los cambios acústicos importantes en el entorno –posiblemente desde el alba de nuestra evolución-, que producen encogimiento y los graba en la memoria; piénsese en los ruidos de sospechosos de un depredador que se acerca sigiloso. En este escenario comenzaron los hombres más tarde a colocar, como jugando, semejantes estímulos escalofriantes de la música” (2). Es decir, automáticamente, la liberación de endorfinas busca desesperadamente recuerdos en el sistema límbico, en la memoria, para “asociar” efectos placenteros o displacenteros de completud ó incompletud, derivándose sensaciones en uno ú otro sentido. Es normal que en relación con la música volvamos a escuchar insistentemente determinadas composiciones ó fragmentos, de cualquier género, porque nos recuerda momentos transcendentales de nuestra vida, con un objetivo muy claro: buscar y encontrar placer.

Vuelvo a escuchar a Mozart. Probablemente no, realmente, porque lo tengo asociado a momentos de bienestar y bien-ser que se activan en el momento que la flauta y el arpa están acompañándome. ¿Efecto Mozart? Probablemente, efecto cerebral, personal e intransferible de mi central pituitaria. Una maravilla.

Déjate llevar, por las sensaciones
Que no ocupen en tu “vía”, malas pasiones

Esa pregunta que te haces sin responder
Dentro de ti está la respuesta para saber
Tú eres el que decide el camino a escoger
Hay muchas cosas buenas y malas, elige bien
Que tu futuro se forma a base de decisiones
Y queremos alegrarte con estas canciones

Sevilla, 29/I/2008

(1) Reverter, A. (1999, 2ª ed). Mozart. Barcelona: Península, p. 89.
(2) Altenmüller, E, Grewe, O., Nagel, F y Kopiez, R. (2008). Escalofrío musical. Mente y Cerebro, Enero/Febrero, p. 18-23.

Cerebros tóxicos o tosigosos

Dice la Real Academia que tóxico [tósigo], que proviene del griego τοξικόν φάρμακον, es un adjetivo que se define como “perteneciente a un veneno o toxina”. Su origen no es inocente porque “tósigo” es el veneno que emponzoña las flechas. Y para colmo y remate, “tosigoso” es otro adjetivo contundente, obviamente relacionado con el anterior, porque es su fundamento etimológico: envenenado, emponzoñado. Es decir, un cerebro tosigoso es un cerebro envenenado, emponzoñado. ¿A qué viene este comienzo tan bravío en un cuaderno de derrota [solo admitida por mí en el lenguaje marinero] como éste?

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Fotografía recuperada de http://img100.imageshack.us/img100/3733/01pg4.jpg, el 25 de enero de 2008

Voy a dar las explicaciones necesarias. Vivimos tiempos en los que es difícil moverse en tareas de identificación de cerebros sanos. Se habla mucho de varios mundos felices, de conquistas exitosas a cualquier precio, de felicidad envasada de mil formas, pero la realidad es que vivimos muy pre-ocupados [sic] con otra realidad bien distinta: proliferan los cerebros malvados y, sobre todo, tóxicos, que nos complican la vida hasta límites insospechados. En el trabajo, jefas y jefes, tosigosos; en la familia, parejas y parientes de diversos grados, también tosigosos; amigas, amigos, aún más tosigosos si cabe y, por proximidad en el calendario electoral, políticos tosigosos. Ante la necesidad de identificarlos de forma correcta y rápida, he pensado que vendría bien hacer un pequeño manual de primeros auxilios para identificar los cerebros tóxicos, las personas tosigosas, que envenenan sus alrededores, dándonos cuenta en la mayor parte de las ocasiones y amargándonos la vida, casi siempre.

1. La tela de araña ó el arte de hacer la vida imposible a los demás

Una característica común, para empezar, es su estrategia querulante: tejen una tela de araña a su alrededor en la que solemos caer atrapados, porque la vida les corresponde vivirla solo a ellos y porque se hacen portavoces de las quejas de los demás para “solucionarlas”. Suelen tener el discreto encanto de la atracción ¿fatal?, porque enmascaran bien sus auténticas intenciones. Sucede cuando vislumbramos que alguna persona, en cualquier rol que ocupe, nos a-tosiga (¿recuerda la etimología de tóxico?): nos envenena paulatinamente. Primer indicador, porque trabajan normalmente a largo plazo, como el trabajo que realizan las arañas en sus telas transparentes y de dibujos insólitos. Pero cuando te quieres dar cuenta, ya estás en el interior de sus cerebros fruto del tósigo, del veneno que emponzoña sus flechas preferidas: palabras, miradas y gestos de cualquier tipo, fabricadas siempre en el interior de sus estructuras cerebrales. Es decir, son enemigos de cuidado. He leído recientemente un artículo sobre psicología laboral, centrado en los “jefes nocivos que irradian malestar” (1), donde entre los estresores más importantes que se identifican en un estudio de gran interés científico, Informe Cisneros VI, la mala calidad de management (jefe) alcanza un porcentaje muy relevante entre los analizados: el 45,70%, solo superado por el clima laboral deteriorado. El paso a la identificación de “mobbing” (acoso laboral de superiores y compañeros, y del “burnout” (síndrome del trabajador carbonizado ó achicharrado) está dado, así como el nacimiento del neomanagement, como forma de dirigir organizaciones y personas mediante la continua destrucción de los recursos humanos, del clima laboral y del entorno organizativo (2).

En la Administración Pública, que conozco de primera mano y en la que trabajo actualmente, también ocurren estos fenómenos y, lógicamente, por extrapolación también está afectada por los estilos tosigosos de dirección: narcisista (siempre busca subordinados que no le hagan sombra), psicópata (luce sus encantos y embauca a los más débiles para destruirlos después, paulatinamente) y paranoide (atento a cualquier movimiento de los subordinados, desconfiando de todo y de todos), que derivan en dos actitudes amenazantes, tosigosas: autoritarismo a ultranza ó consentidores de todo para que nuca se le pueda recriminar nada pero donde el clima laboral se acaba haciendo irrespirable y las consecuencias en relación con la salud mental acaban siendo desastrosas. Las flechas tosigosas del jefe han hecho diana. En general, el 10,4% de los trabajadores considera molesta y preocupante la relación con sus jefes, de acuerdo con los datos obtenidos en la VI Encuesta Nacional de Condiciones de Trabajo (ENCT) desarrollada en 2007 por el Instituto Nacional de Higiene y Seguridad en el Trabajo, dependiente del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales (3) y en la que también se ha trabajado con una muestra de Administración Pública de la Comunidad Autónoma de Andalucía.

2. La negación de la recompensa (a veces, de la existencia)

Nuestro cerebro está preparado para trabajar básicamente en el modo placer, bienestar, bienser (si se pudiera decir así), por decirlo de alguna forma. No va a bien al cerebro trabajar en modo dolor, malestar, malser. Además, nuestros circuitos cerebrales han evolucionado para superar las malas pasadas del cerebro antiguo, el reptiliano, de autodefensa continua con agresividad latente y manifiesta porque no sabemos por donde nos pueden dar un palo. Y claro, ante cerebros tóxicos, tosigosos, reverdecen viejas conductas ancestrales que nos hacen sufrir, y mucho. El cerebro necesita siempre recompensas al tremendo desgaste que sufre cada segundo para tenerlo todo a punto. Y los cerebros de los contrarios, tosigosos, saben de esta debilidad innata en el cerebro humano, también en el suyo. Y las recompensas se sustraen permanentemente para causar dolor crónico. Bastaría hacer un pequeño recorrido por los cerebros de los más próximos en nuestras vidas de diario, para no complicárnosla más, para identificar a aquellos cerebros que nos sustraen el placer de las recompensas por lo que decimos, hacemos y vivimos en cualquier situación humana. Porque, casi siempre, eso es lo único que sabemos hacer, que hemos aprendido mejor o peor y es lo que de verdad proyecta nuestras personas de secreto. Si ni siquiera eso se reconoce, no me extraña nada que mueran mujeres casi a diario, que muchas personas trabajadoras vuelvan a sus casas hechas polvo por sus relaciones laborales con compañeros y jefes, y las amistades se rompan por palabras emponzoñadas porque los que están cerca tienen cerebros tosigosos, que lanzan flechas envenenadas a diario casi sin darnos cuenta. Porque son también narcisistas, psicópatas o paranoides.

3. La negación de la inteligencia (de todas las inteligencias)

Existen también cerebros tóxicos que destrozan la inteligencia en general y la inteligencia social, en particular, aquella que comprende la capacidad de autoconocimiento de quién soy y cómo me relaciono con los demás, configurándonos como zombis reales, de carne y hueso cuando se niega mediante malas artes. Son los peores, porque son los que no paran hasta destruir a sus contrarios definitivamente. Y de esta forma comienza el largo camino de laminación personal. Aparecen los primeros síntomas de libro (somatizaciones, estrés, depresión, ansiedad, abatimiento total, pérdida de autoestima en la representación diaria en el gran teatro del mundo personal y asociado) y comienza el ciclo de la puerta giratoria de centros de salud, centros especializados de salud mental y hospitales, con el gran asociado de ganancia secundaria que se llama “baja laboral”. ¡Conseguido!, dicen estos cerebros de la miseria humana. Menos mal que se conoce muy bien el daño en determinadas estructuras cerebrales que se produce por mor de estas situaciones, donde juegan un papel trascendental el cortisol y la adrenalina, agentes transmisores de carga positiva para el cerebro, sobre los que ya he hablado en varios post de este cuaderno y a los que remito para su lectura atenta. La vida emocional se va al traste porque es muy difícil contrarrestar tanto veneno si no estamos preparados para ello y acompañados sobre todo de un adecuado apoyo social.

4. ¿Qué hacer? (sin acudir a Lenin)

Pensar fríamente que hay que desenmascarar a estos cerebros, donde quiera que estén, con denuncias privadas y públicas, porque es enfermizo que se tengan contemplaciones con ellos. Existen en un Estado de derecho, como el de España, medidas laborales, judiciales e incluso, de salud pública, para erradicar estas situaciones que hacen tanto daño a muchas personas anónimas. Acudir también a profesionales de la salud mental. Sigo defendiendo, por tanto, la teoría de la construcción del cerebro feliz, cuando afirmaba recientemente que “es probable que cambie nuestra actitud ante la vida sabiendo que depende muchas veces de procesos en la neurotransmisión que, si los conocemos bien, podemos autojustificar las reacciones del periodista holandés que no gustaba a Van Gaal [contratóxico: siempre positivo, nunca negativo]: “Tengo la impresión que la próxima vez que nos comamos una almendra, vamos a tener una sensación (¿emoción, sentimiento?) diferente de lo que hacemos. Probablemente, porque la amígdala cerebral de cada una, de cada uno [estructura cerebral con forma de almendra], ha mandado unas señales neurológicas diciendo a la corteza cerebral que ya sabe por qué está sintiendo algo especial. Misión cumplida”. Hoy, de forma especial, porque ya sé que muchas veces no se puede controlar de forma autónoma la actitud positiva o negativa ante la vida propia ó asociada, maravillándonos de dos pequeñas estructuras, del tamaño de una almendra, las amígdalas cerebrales, que me proporcionan un bien-estar ó un bien-ser (perdón por el neologismo), que el cerebro se encarga de tratarlo para que cada persona sea más inteligente en el acontecer diario, con sus cadaunadas, de cada una, de cada uno, de todos”.

En definitiva: sabemos que podemos identificar y desenmascarar los cerebros tosigosos, porque sabemos algo más sobre sus comportamientos. Nos hemos «quedado con sus cerebros» y sabemos dónde y cómo viven. Creo, sinceramente, que hemos dado los primeros pasos para editar un manual, una guía rápida, para identificar y erradicar a los cerebros tosigosos que pululan por nuestros alrededores. Por nuestro (clásico) bien, por nuestra salud mental, por nuestra propia y merecida felicidad personal y social. Por ética social, propagada hoy mediante inteligencia digital. Porque, ¡ya está bien!.

Sevilla, 25/I/2008

(1) Ferrado, M. L. (2007, 12 de enero). Jefes nocivos que irradian malestar. El País, Salud (Mensual de biomedicina y calidad de vida), 1-4.
(2) Piñuel, I. (2004). Neomanagement. Jefes tóxicos y sus víctimas. Madrid: El País Aguilar.
(3) Se puede obtener la VI Encuesta Nacional de Condiciones de Trabajo del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales (ENCT), en la dirección: http://empleo.mtas.es/insht/statistics/viencuesta.pdf

Silampur: silencio cómplice

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Niño en un vertedero electrónico de Nueva Delhi (fotografía recuperada de http://www.elpais.com/archivo/pdf/20080119elpmed_1@28.pdf)

Desde que leí la semana pasada el artículo sobre nuestro vertedero electrónico, situado en Silampur, barrio musulmán al norte de Nueva Delhi, publicado en el suplemento mensual “Tierra” del diario El País (1), no he dejado de pensar en la metáfora viviente que simbolizaba la persona de Samir, un niño huérfano de 12 años que “fue adoptado por el dueño de un pequeño negocio ilegal de reciclado donde trabajaba su padre antes de morir. Ahora su casa y su trabajo están en ese pequeño taller: un oscuro cuartucho de pocos metros en donde se forman pequeñas montañas de estos desechos que son conocidos como basura electrónica y que es básicamente todo aquello que usa pilas o se conecta”.

Nuestro mal llamado primer mundo se beneficia de las grandes contradicciones de la humanidad, como es el caso que representa Samir y las casi 20.000 personas, fundamentalmente mujeres y niños, las famosas “bocas inútiles” de Simone de Bauvoir, que reciclan a diario los desechos electrónicos en un submundo ilegal plenamente consentido. Y esta noticia me ha sugerido adentrarme en esa realidad para amplificarla y denunciarla mediante este medio tan poderoso como es la Noosfera, la alfombra pensante del mundo digital.

Las cosas son, a veces, como no deben ser, para romper el molde de justificación fácil. En este caso, existen razones fundadas para que esta actividad ilegal no se produzca o que desaparezca a corto plazo ¿Cómo? Recurriendo al Estado de derecho mundial, que se vehiculiza a través de los grandes tratados de suscripción y adhesión libre, por ejemplo, en torno al Convenio de Basilea, entre otros, sobre el control de los movimientos transfronterizos de los desechos peligrosos y su eliminación, adoptado por la Conferencia de Plenipotenciarios del 22 de marzo 1989, que entró en vigor el 5 de mayo de 1992, para su ratificación, aceptación, confirmación formal o aprobación (2). En el caso de España, desde el año 1989 existe un compromiso formal con el contenido del Convenio, aunque consta que la firma de la ratificación es de 7 de febrero de 1994. Se sabe además, por todos los países participantes (excepto Estados Unidos, ¡como no!, entre otros tres), que la última enmienda prohíbe de forma expresa no solo la simple reducción, sino la exportación de residuos peligrosos desde países desarrollados a los menos desarrollados.

Pero la situación en India es escalofriante, así como otros países, básicamente en China y África: solo un 1% de los desechos electrónicos es tratado en plantas legales indias, exactamente tres. El resto se concentra en Silampur, además de otros enclaves de menor relevancia, tratando 300.000 toneladas de este tipo de desechos, de las cuales, la mitad, aproximadamente, proviene de América del Norte y Europa. De cada diez ordenadores que entran, teóricamente etiquetados “para los pobres”, solo uno funciona, lo que garantiza el ciclo perverso del desecho en nombre de los países ricos que utilizan la tecnología Kleenex: usar y tirar. Y Samir espera en la puerta de su cuarto que entren nueve ordenadores, casi a diario, garantizados, que otros niños ó jóvenes que viven en países poderosos ya nos lo utilizan porque han comprado el último gadget en la tienda de la esquina, que se ha encargado de advertirle “que no sea tonto” y corra a comprarlo, porque se agotan. Y con el sufrimiento del transporte farisaicamente etiquetado y de que una vez clasificados de forma malévola en Occidente, es muy fácil endosar los que no sirven al tercer mundo jánico (como es India), no la de Bangalore. El fraude está servido.

Por no hablar de los teléfonos móviles, donde al amparo del reciclaje “garantizado”, se sabe que son una auténtica bomba de relojería cuando hay que desguazarlos para su tratamiento ecológico: “Por ejemplo, un móvil puede tener de 500 a 1.000 componentes y muchos son metales pesados como plomo, mercurio, cadmio, fósforo o cromo, químicos peligrosos como los retardadores brominados o PVC”. Me ha llamado mucho la atención el caso de estos retardadores, porque ya se sabe científicamente que “la exposición prolongada a los tóxicos, incluidos en los retardantes brominados, contenidos en muchos aparatos para evitar fuegos, provoca problemas de memoria y dificultades de aprendizaje, así como problemas mentales y de hormonas, sobre todo en los niños y las mujeres embarazadas y los fetos, asegura Joshi [uno de los especialistas en riesgos laborales más reconocidos en India]. También el plomo agudiza aún más la anemia, que es de por sí un problema grave en India. El mercurio daña el cerebro y el sistema nervioso. Muchos otros materiales son cancerígenos o pueden afectar los huesos o riñones”.

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Ranking verde de electrónicos (recuperado de http://www.greenpeace.org/espana/campaigns/t-xicos/electr-nicos-alta-tecnolog-a/ranking-verde-de-electr-nicos, el 24 de enero de 2007)

De forma muy práctica, Greenpeace ha elaborado una lista negra ó verde, dependiendo del color del cristal ético con el que se mire, para orientar a la ciudadanía sobre el kilómetro “0” del ciclo de respeto medioambiental electrónico y, obviamente, de las personas, que recomiendo conocer y leer atentamente (3).

Samir se merece otro mundo digital mejor. Es posible que cuando tenga que revisar mi teléfono móvil por imperativo categórico de mi operadora, en su sempiterno programa de puntos, me acuerde de él y haga dos cosas: esperar a que finalice su vida útil para romper el ciclo perverso de usar y tirar, ó cuidar mucho la iniciativa de llevarlo a un punto verde de reciclado que garantice, posiblemente, la vida cerebral y emocional de esas mujeres y niños de Silampur que los esperan con el miedo metido en el cuerpo, más ó menos como a su monzón del verano.

Sevilla, 24/I/2008

(1) Rojas, A.G. (2007, 19 de enero). India: el vertedero electrónico del mundo. El país asiático absorbe la basura tecnológica de Occidente y la recicla ilegalmente. Miles de niños y mujeres trabajan en condiciones inhumanas para extraer los metales, expuestos a peligrosos residuos tóxicos, Suplemento “Tierra”, El País, 10s.
(2) http://www.basel.int/index.html; http://www.ban.org/country_status/country_status_chart.html
(3) http://www.greenpeace.org/espana/reports/ranking-verde-de-electr-nicos-3

Y la memoria se va…

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Ángel González (fotografía recuperada de http://www.bigbridge.org/eurosf/angelg.htm, el 13 de enero de 2008)

Existe un Alzheimer ideológico que me preocupa mucho en los últimos meses. La muerte reciente de Pepín Bello y Ángel González me ha llevado de la mano a recordar pequeños cuentos que residen en mi hipocampo personal e intransferible. No podemos conservar sus microhistorias, pero algo importante se muere en la vida de la penúltima España, cuando Pepín y Ángel se mueren. Y me queda el consuelo de repasar el ranking mundial de los cuentos más breves, de los que conozco bien los cuatro primeros puestos, porque ya solo busco relatos breves, creencias en muy pocas palabras:

1. “Yo”, de Áloe Azid (Autobiografía).

2. “Que bueno”, sin acentos ni signos ortográficos, de Luisa Valenzuela, aunque escondía una trama sorprendente en su título: (“El sabor de una medialuna a las nueve de la mañana en un viejo café de barrio donde a los 97 años Rodolfo Mondolfo todavía se reúne con sus amigos los miércoles por la tarde”).

(Aquí se sitúa por parte de algunos autores un microcuento ó microrelato de Hemingway: “Vendo zapatos de bebé, sin usar”).

3. “Cuando despertó, el dinosaurio todavía seguía allí”, Augusto Monterroso (“El dinosaurio”).

4. “The last man on Earth sat in a room. There was a knock on the door”. (El último hombre sobre la Tierra está sentado a solas en una habitación. Llaman a la puerta), de Frederick Brown.

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José Bello, Federico García Lorca, Juan Centeno y Louis Eaton Daniel, 1924. Archivo Jesús Bal y Gay. Archivo Residencia de Estudiantes (fotografía recuperada de http://www.residencia.csic.es/pres/galeria/pages/001.htm, el 13 de enero de 2008)

Y sentado a solas ante mi ordenador, han llamado los dos a la puerta de mi memoria. Que bueno. Todavía están aquí, en mi hipocampo (mi yo). Y no vendo nada, porque no sé hacerlo. Porque ya no están…

Sevilla, 13/1/2008

Las reinas magas (Cuento)

Como homenaje a dos mujeres extraordinarias, como tantas otras, que día a día, como por arte estrictamente humano, no de magia, nos demuestran que ese otro mundo existe, a veces más cerca de lo que parece, donde la vida deja de ser un regalo para ser feliz, demostrando con su trabajo anónimo que las mujeres son auténticas reinas magas del contrato social.

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(Fotografía de las cooperantes de Médicos Sin Fronteras, Mercedes García y Pilar Bauza, recuperada de http://es.noticias.yahoo.com/fotos/diapositivas/fotos-somalia.html, el 5 de enero de 2008)

Érase una vez tres mujeres que vivían en una región del planeta alumbrada, de forma privilegiada, por el sol. Acababa de amanecer un día cargado de contenido histórico: 5 de enero. Salieron por la mañana temprano de sus casas, dejando sus hijas e hijos al cuidado de sus parejas. Eran tres mujeres trabajadoras: una, en la limpieza de calles; otra, enfermera en un hospital y, la última, trabajadora social para un mundo mejor. Se encontraron en la parada del autobús, el de todos los días, aunque hoy, sin saberlo, las iba a llevar a alguna aventura desconocida.

Llegaron a sus destinos, el de todos los días. Al entrar en sus taquillas, algo sorprendente las hizo coincidir en un sueño: por un día podrían ser reinas magas. Las tres soñaron que un día no muy lejano podrían volver a Somalia con la médico leonesa Mercedes García y la enfermera argentina Pilar Bauza y estar cerca de aquella realidad donde las personas han dejado de ser algo importante para el Gobierno y para una gran parte del mejor mundo. Y regalarles posibilidades para vivir. Y comenzaron su jornada ordinaria, como si no pasara nada. Pero en su interior, cada una había buscado su oro, incienso y mirra especial para una aventura que acababa de empezar en sus conciencias, arrebatando protagonismo a una creencia de hombres que a través de sus nombres propios, Melchor, Gaspar y Baltasar, tejían una nueva historia de hombres reyes frente a una remota posibilidad de que la mujer pudiera ser reina maga para siempre.

Y volvieron a sus casas. Ya, los regalos, no eran lo mismo. Habían tocado un sueño hecho realidad, porque el mensaje durante muchos días de las dos mujeres secuestradas en Somalia –ya felizmente liberadas- había sido el mejor regalo soñado por unas reinas magas del día a día.

Así sucedió y así lo he contado…

Sevilla (Occidente), 5/I/2008

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