Noray en Puerto Calero (Lanzarote). Foto del autor
Aprecio mucho el aforismo, que ya en el siglo XVIII se definía por primera vez en el Diccionario de Autoridades, como “Sentencia breve y doctrinal, que en pocas palabras explica y comprehende la esencia de las cosas” (RAE A 1726, pág. 338,1). Y vuelven a estar de moda, quizá porque la velocidad que se imprime a la vida diaria, necesita de estos “pretextos para textos fuera de contexto”, como lo ha definido recientemente Jorge Wagensberg en un artículo de opinión, extraordinario, que ha publicado en el suplemento Babelia, de El País (1).
Esta definición, en términos de ciencia, lo fundamenta en tres argumentos: la objetividad, la inteligibilidad y la dialéctica. Objetividad, porque el sujeto de conocimiento debe distorsionar lo menos posible al objeto de conocimiento. Mediante la inteligibilidad, porque hay que despejar a la esencia de todos sus matices, alcanzando la mínima expresión de lo máximo compartido. Ejemplo: Vivir envejece. Y, por último, la dialéctica, como tensión continua entre sujeto y objeto: La realidad es inteligible porque no hay bosques con más árboles que ramas (2).
Cuando estamos ante momentos cruciales de compromiso activo o, por ejemplo, cuando estábamos en fechas próximas a las elecciones del 25M, tuve una sensación extraña en mi vida profesional, que traduje en un aforismo personal y transferible:
Falta mar para recoger a todos los que se tiran del barco…
Era objetivo, porque asistí a deserciones de todo tipo ante lo que podía pasar el 25 de marzo de 2012. Era inteligible, porque muchas personas que se mantenían en el puente de mando personal, político y profesional, sabían que era cierto solo con mirar a su alrededor. Y la dialéctica era obvia: barco y mar, porque en determinados momentos se controlan por la tensión económica, política o social, correspondiente. Era verdad, desgraciadamente, que cada uno estaba al final en su sitio, porque lo que defiendo desde hace años es que no todos decimos lo mismo, ni vamos en el mismo barco. Ni hacemos la misma singladura. Ni navegamos con la misma empresa armadora. Unos en cruceros, otros, en pateras, sin quilla, pero navegando siempre hacia alguna parte, buscando islas desconocidas, que se encuentran.
Y pasadas esas fechas críticas, nació un nuevo aforismo, como corolario del anterior e indisolublemente unido a él:
Falta barco para recoger a todos los que se tiraron a ese mar…
Aunque en esta ocasión, el pretexto haya sido un texto dentro de contexto.
Sevilla, 14/V/2012
(1) Wagensberg, Jorge (2012, 12 de mayo), Pretexto para un texto fuera de contexto, en Babelia (El País)
(2) Wagensberg, J. (2012). Más arboles que ramas. Barcelona: Tusquets.
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