HAGAMOS UN AGOSTO DIFERENTE (IX) Un poeta imaginario: Nicanor Parra

Culmino hoy esta serie dedicada a un mes especial, que he querido tratar de forma diferente. Agosto es siempre una oportunidad de descanso activo para muchas personas, mientras otras lo aprovechan en sus negocios buscando que sea también especial, haciendo probablemente su agosto particular. He pretendido a través de estos post resaltar sobre todo lo que hacen algunas personas en Agosto, o lo que han hecho, aportando vidas ejemplares desde diversas ópticas de interpretación de lo que merece la pena destacar en la rutina diaria, resaltando la importancia del aprendizaje de personas que aportan muchas cosas a la vida, sobre todo su forma de pensar diferente, sin ruido ni alharacas, su forma de ser y estar en el mundo. Finalizo hoy dando gracias a la vida por poder escribir pensando en lo que nos puede interesar de los demás, en un mes a veces anodino pero que también puede ser una oportunidad de vivirlo de forma diferente, positiva, lejos del ruido infernal que nos produce el sinsentido humano de guerras, corrupción y desencanto pasivo.

El próximo 5 de septiembre cumplirá cien años el poeta Nicanor Parra. Es verdad que su obra no ha sido una lectura personal habitual, solo recordada con motivo del Premio Cervantes que recibió en 2011, que me permitió volver a la lectura compleja de la antipoesía que representa, comprometido sobre todo con la contradicción de la vida, porque para él es una fuerza que le permite seguir viviendo, conduciendo su viejo coche del pueblo (Volkswagen), camino de un lugar muy querido para él: Las Cruces. Y esa forma de pensar, de transgredir la vida instalada, me sorprendió siempre, tanto como el crucifijo que preside el salón principal de la biblioteca que lleva su nombre en la Universidad Diego Portales, con una inscripción memorable escrita a mano en un cartel rutinario: “Voy y vuelvo”.

“Yo me preguntaba por qué cresta los poetas hablaban de una forma y escribían de otra. ¿Por qué utilizan esa jerga que se llama lenguaje poético y que no tiene nada que ver con el lenguaje de la realidad?». Lo resolvió con un poema inolvidable:

Durante medio siglo
La poesía fue
El paraíso del tonto solemne.
Hasta que vine yo
Y me instalé con mi montaña rusa.

Y muere casi de forma contemporánea al esplendor de su obra, en 1967, su hermana Violeta Parra, una extraordinaria mujer que siempre recuerdo en una canción grabada en mi persona de secreto, que daba gracias a la vida por sus dos luceros, por el oído, el sonido, el abecedario, sus pies cansados, el corazón, la risa, el llanto:

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me dio dos luceros que, cuando los abro,
Perfecto distingo lo negro del blanco,
Y en el alto cielo su fondo estrellado
Y en las multitudes el hombre que yo amo.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado el oído que, en todo su ancho,
Graba noche y día grillos y canarios;
Martillos, turbinas, ladridos, chubascos,
Y la voz tan tierna de mi bien amado.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado el sonido y el abecedario,
Con él las palabras que pienso y declaro:
Madre, amigo, hermano, y luz alumbrando
La ruta del alma del que estoy amando.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado la marcha de mis pies cansados;
Con ellos anduve ciudades y charcos,
Playas y desiertos, montañas y llanos,
Y la casa tuya, tu calle y tu patio.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me dio el corazón que agita su marco
Cuando miro el fruto del cerebro humano;
Cuando miro el bueno tan lejos del malo,
Cuando miro el fondo de tus ojos claros.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado la risa y me ha dado el llanto.
Así yo distingo dicha de quebranto,
Los dos materiales que forman mi canto,
Y el canto de ustedes que es el mismo canto
Y el canto de todos, que es mi propio canto.

Gracias a la vida que me ha dado tanto

Comprendo más que nunca que un día le dedicara su hermano estas hermosas palabras:

Pero yo no confío en las palabras
¿Por qué no te levantas de la tumba
A cantar
a bailar
a navegar
En tu guitarra?

Cántame una canción inolvidable
Una canción que no termine nunca
Una canción no más
una canción
Es lo que pido.

Probablemente se pare un día la montaña rusa de su poesía, solo cuando no la pueda interpretar él directamente, aunque hayamos aprendido de su testimonio vital que hay que mantenerla viva, transmitiendo la cruda realidad, sin palabras artificiales, recurriendo sin descanso a su canto con la imaginación más bella, para que no termine ni se olvide nunca, para que cuando cumpla ahora cien años pueda bailarla al ritmo de una cueca, porque todavía va y viene por su vida de todos, por la de secreto. Poniendo música a su persona imaginaria, a la que a todos nos gustaría copiar algún día:

El hombre imaginario
vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios
a la orilla de un río imaginario

De los muros que son imaginarios
penden antiguos cuadros imaginarios
irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
ocurridos en mundos imaginarios
en lugares y tiempos imaginarios

Todas las tardes imaginarias
sube las escaleras imaginarias
y se asoma al balcón imaginario
a mirar el paisaje imaginario
que consiste en un valle imaginario
circundado de cerros imaginarios

Sombras imaginarias
vienen por el camino imaginario
entonando canciones imaginarias
a la muerte del sol imaginario

Y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir ese mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar
el corazón del hombre imaginario

Sevilla, 31/VIII/2014

HAGAMOS UN AGOSTO DIFERENTE(VIII) Una obrera del arte: Kati Horna

KATI HORNA
Kati Horna en el estudio de József Pécsi en Budapest en un retrato atribuido a Robert Capa (1)

La actitud permanente de aprender es la que nos posibilita conocer a personas extraordinarias, anónimas en la mayor parte de los casos, pero que han contribuido a mantener vivas las imágenes de este país en un momento muy doloroso, la guerra civil. Y la historia hay que conocerla, sobre todo para no volver a repetirla, como en este caso. Esta reflexión la hago al conocer la vida y obra de una mujer Kati Horna (Szilasbalhási, Hungría, 1912 / México, 2000), fotógrafa anarquista, de la que se recupera ahora su obra gráfica más significativa y se pone a disposición de quien quiera seguir aprendiendo de la trayectoria de personas que aportan vida, siendo solo eso, obreras de la vida. O del arte, como en este caso.

Esta fotógrafa “Difuminó el rastro de sus primeros trabajos durante años, se mostró esquiva o directamente contraria a la realización de exposiciones, entrevistas o publicaciones, renunció con firmeza al mercado y en general a cualquier actividad que tuviera que ver con la promoción de su obra. Por el contrario, afirmó con rotundidad a lo largo de toda su vida, que su oficio de fotógrafa era una misión, sus fotos un instrumento útil y ella misma una obrera del arte” (2).

La exposición retrospectiva que se ha inaugurado en París, en el Jeu de Paurne en colaboración con el Museo Amparo de Puebla (México), recoge por primera vez en Europa su itinerario personal a través de su obra gráfica: sus primeros pasos en Budapest, París (1933-1937), España y la guerra civil (1937-1939), París (1939) y México. También se ha editado un libro con bastantes fotografías suyas y artículos de Péter Baki, Jean-François Chevrier, Estrella de Diego, Norah Horma, Juan Manuel Bonet junto a los comisarios de la exposición, Ángeles Alonso Espinosa y José Antonio Rodríguez. España también ha aportado fotografías a la exposición del fondo existente en el Centro Documental de la Memoria Histórica, ubicado en Salamanca, que contiene las 272 fotografías referidas a la guerra civil que fueron compradas a la autora.

La historia archivística de estas fotografías realizadas en España, nos ha permitido saber que la mayor parte de su trabajo en el periodo 1937-1939 “se quedó en España al ser derrotada la República, probablemente esté disperso o destruido. Sin embargo, según declaraciones de la autora, logró llevar en su exilio una pequeña caja de hojalata con una selección de negativos tomados durante la contienda. Durante los cuarenta años siguientes no quiso hacer uso de ese material, por la convicción de que debía ser devuelto y utilizado por el pueblo español. El 12 de mayo de 1983, la serie fotográfica sobre la Guerra Civil, fue ofertada al Estado Español por la fotógrafa que residía entonces en México [se incorporó al Centro Documental de la Memoria Histórica el 7 de noviembre de 1983]. En 2002 se publicó el catálogo de las fotografías, realizado por Blanca Desantes Fernández”. Las fotografías “son un excelente reportaje de gran calidad artística sobre la contienda civil española durante los años 1937 y 1938, tanto en los frentes como en la retaguardia, especialmente de testimonios de la vida de la población civil durante la tragedia bélica. Son fotos poco conocidas pues quedaron fuera de los circuitos internacionales de distribución”.

Kati Horna colaboró en diversas revistas anarquistas como ‘Libre Studio’, ‘Mujeres Libres’, ‘Tierra y Libertad’, ‘Tiempos Nuevos’ y ‘Umbral’, de la que fue redactora gráfica y donde conoció a José Horna, su esposo, pintor español que también colaboró en la mencionada publicación.

Invito a contemplar diez fotografías extraordinarias de Kati Horna, de las cuales tres son del tiempo que dedicó a España, durante la guerra civil, extraídas del álbum que dedicó a España, realizado por petición expresa del gobierno republicano entre 1937 y 1939, en una mezcla muy interesante de surrealismo y fotoreportaje.

Merece la pena verlas y agradecer que se mantenga viva la realidad de la España que nos heló el corazón y que ella retrató magistralmente, porque gracias a los trabajos de una obrera del arte hoy podemos seguir valorando mediante imágenes el sinsentido de una guerra que solo aportó dolor y sufrimiento.

Ella cumplió una misión, sus fotos son hoy un instrumento útil y ella misma nos aportó el hilo conductor de su vida, lejos de la realidad del mercado, siendo solo una obrera del arte, porque no le preocupó nunca hacer un agosto especial con su obra gráfica, es decir, no confundió tampoco valor y precio, en un proverbio especial que cantó Antonio Machado por esos campos de Dios como contemporáneo suyo en una de las dos Españas que ella conoció muy bien, a quien estoy seguro que le hubiera gustado hacerle un retrato para la posteridad democrática en un blanco y negro muy especial, tan serio él, utilizando solo gelatino-bromuro de plata seca.

Sevilla, 29/VIII/2014

(1) Martín, Alberto (2014, 28 de agosto). Un puzle en el tiempo y el espacio. El País (Babelia).
(2) Ibídem.

HAGAMOS UN AGOSTO DIFERENTE (VII) Una reflexión política ejemplar: Michael Ignatieff

MICHAEL IGNATIEFF

…pensemos en la política como una llamada que nos empuja hacia adelante, siempre hacia adelante, como una estrella que nos guía… Aquellos de nosotros que respondimos a la llamada sabemos que el éxito o el fracaso importan menos que el hecho de haber respondido…

Michael Ignatieff, Fuego y cenizas

El hombre es un lobo para el hombre (Homo homini lupus). Aprendí este principio social de Hobbes y no lo he olvidado nunca, porque lleva una parte de razón. Solo es necesario leer estos días las principales noticias del mundo bélico y político que nos rodea para comprender bien este aserto. En este contexto, he leído un libro reciente de Michael Ignatieff, Fuego y cenizas (1), que no me ha dejado indiferente, que puede hacernos comprender que el hombre también puede ser un cordero para el hombre. Lo he vuelto a leer hasta en dos ocasiones porque me han impactado sus reflexiones acerca de la experiencia política que vivió en su país natal, Canadá, desde 2008 a 2011, liderando la oposición y con una clara opción a gobernar ese país como Primer ministro. Un profesor universitario en Harvard que es captado para iniciar una carrera política implacable, tal y como nos la narra él en sus reflexiones cargadas sobre todo de sentimientos y emociones, éxitos y fracasos, fuego y cenizas…

El libro es excelente y lo recomiendo sin ninguna duda, porque es bueno e higiénico leerlo con detenimiento en cualquier posición que uno ocupe en la sociedad como ciudadano. Da igual, porque es importante conocer cómo todos los políticos no son iguales y cómo existen también políticos dignos, por mucho que en este país cueste creerlo, visto el panorama actual, aunque personalmente no pertenezca a este club del desencanto permanente.

Tengo la tentación de hacer una reflexión pormenorizada en este post sobre sus principales puntos de vista, una vez culminada la experiencia y no con éxito político, indudablemente, aunque sí ético. Por ello, solo voy a subrayar varias puntualizaciones de los tres primeros capítulos, con objeto de que si interesa su contenido iniciático, se pueda acometer la lectura completa del libro sin adelantar las claves subjetivas que puedo introducir sobre el mismo.

1ª. El ideal democrático es la fe, continuamente puesta a prueba, en que los hombres y mujeres corrientes puedan elegir adecuadamente a aquellos que van a gobernar en su nombre, y en que aquellos que elijan puedan gobernar con justicia y compasión.

Es una declaración de principios, en toda regla, en el primer capítulo. Ignatieff habla de creencia en los procesos democráticos para elegir personas, de forma abierta (adecuadamente) a los que se traslada un poder mediante empoderamiento compartido y que mediante esta confianza transmitida, a veces fe ciega, se actúe dando a cada uno lo suyo y sintiendo de verdad lo que siente la ciudadanía de a pie. Por ello, es urgente transformar los procesos democráticos de elección de candidatos y las votaciones consiguientes, porque ya no funciona el sistema actual.

2ª. Nada te va a causar más problemas en la política que decir la verdad.

Comienzo con la que me ha parecido el hilo conductor de todo lo que narra el autor. Es escalofriante el poder de esta reflexión, porque es una realidad ciudadana que emerge sobre todas las querellas más o menos criminales en torno a las personas que trabajan en política, porque muchas personas están convencidas de que en política se miente continuamente: “los políticos, mienten más que hablan”. Es una realidad flagrante, que solo se puede combatir si el poder político en todas sus escalas se instala una vez por todas en la verdad, teniendo una clave machadiana contundente al respecto: “¿Tu verdad? No, la verdad. Y ven conmigo a buscarla. La tuya guárdatela”. Así de sencillo, pero así de difícil en la situación actual. Muchos siglos antes, un tal Jesús de Nazareth ya lo había declarado con contundencia: “La verdad os hará libres (Jn, 8,32)”.

3ª. La pregunta de por qué quieres ser un político significa en realidad por quién quieres serlo.

Sin lugar a duda, establece una jerarquía de intereses generales de la ciudadanía, en política, sobre los particulares. Ahí estriba el secreto de esta reflexión sobre la ambición política, de tanta actualidad en este país con los casos de corrupción que todos los días saltan a la luz pública. En el caso de Ignatieff, él reconoce el error de no haber dado la respuesta correcta en su momento, porque fundamentalmente lo hizo para homenajear a sus padres, un interés legítimo, pero equivocado. No vale solo la estirpe o experiencias anteriores de tu familia, de amigos, de camaradas, de compañeros y compañeras, porque en política hay que ganarse todos los días los votos de forma certera, es decir, con la verdad por delante, y ya hemos dejado constancia de que no es precisamente la verdad la flor que adorna la política hoy en día. El tuvo también un gran maestro, que preservó el interés general de los canadienses, Pierre Trudeau, primer ministro en una etapa floreciente del partido de Ignatieff, porque sabía por qué y por quienes estaba en política. Es probable que intentara sacarse la espina del fallido nombramiento de su padre como Gobernador general, por parte de Trudeau, que llenó de desolación su casa, aunque él lo transmita como una de las mejores lecciones de su padre, al confiarle que esa experiencia, el fracaso, era lo mejor que le había ocurrido en su vida. Toda una premonición.

4ª La política se desarrolla bajo la mirada de Fortuna, una diosa caprichosa.

Aquí hace una digresión aprendida en la Academia a través de Maquiavelo, llena de interés. Piensa que las aptitudes para entender la Fortuna pueden aprenderse pero no enseñarse, porque hay un factor en política, el tiempo, donde todo es imprevisible: “Un intelectual puede estar interesado en las ideas y las políticas en sí mismas, pero el interés de un político reside exclusivamente en saber si el tiempo para una determinada idea ha llegado o no. Cuando llamamos a la política el arte de lo posible nos referimos a lo que es posible aquí y ahora” (hic et nunc). Ya lo dijo Harold Macmillan en su momento, cuando le preguntaron cuál era la parte más difícil de su trabajo: “Los acontecimientos, querido, los acontecimientos”. Precisamente, en el capítulo dedicado a Fortuna, recoge un aspecto de transparencia nada desdeñable, referido al pasado de cada político y cómo se interpreta normalmente por la oposición, en un trabajo sucio que hay que cuestionar siempre, ante una “investigación de oposición” casi siempre torticera y fuera de contexto. Esa situación también está tocada por la diosa caprichosa Fortuna. Otra vez aparece la verdad, como auténtica vía para hacer política de altura, con visión, no de salón, aunque estas situaciones de combate total solo tiene un fin correcto: ganar la pelea, porque la buena o mala fe en política, al final, no cuentan. Terrible reflexión.

De aquí en adelante, se abordan temas de un interés excelente, tales como la necesidad de entender al público, la dialéctica del dinero y el lenguaje, la responsabilidad y la representación, el derecho a ser escuchado, la identificación de los enemigos y adversarios, las reflexiones sencillas de un taxista y la llamada, con unas palabras mágicas de Max Weber. Impecables reflexiones para alcanzar un grado de conocimiento de la política desde la óptica de una persona que estuvo a punto de ser Primer ministro pero que la diosa Fortuna no lo acompañó en el momento y sitio oportunos.

Dice Ignatieff, reinterpretando una frase de Ernest Renan, que la democracia es un “plebiscito diario” mediante el que evalúas “cómo te mira la gente en la calle, como te saludan cuando les estrechas la mano, cómo reaccionan cuando atraviesas el pasillo del avión buscando tu sitio”. Y hace hincapié en la necesidad de que en política siempre haya un hilo conductor como pregunta permanente: ¿cómo cree Vd. que lo estoy haciendo?. Y que sirvan para algo estas respuestas de forma directa, no solo a través de las encuestas.

Para finalizar estas breves reflexiones voy a utilizar unas palabras de Ignatieff, sin reinterpretación alguna, que me han parecido excelentes. Espero que sirvan de acicate para animarte/animarle a comprar el libro y leerlo sin desmayo, para comprender mejor la política y a quienes la desempeñan. Estoy convencido que saldrá fortalecido o fortalecida como persona ante el desafío de la política, que es más cercana a nosotros de lo que a veces creemos, porque “Los ciudadanos saben la diferencia entre alguien que busca su aprobación y alguien que busca su respeto. No siempre tienes que ser popular para tener éxito. No necesitas gustar a tu gente, pero su respeto es esencial. Deben notar que eres una persona íntegra y que estás esforzándote por ellos”.

Sevilla, 25/VIII/2014

(1) Ignatieff, Michael (2014). Fuego y cenizas. Éxito y fracaso en política. Madrid: Taurus.
La fotografía de Michael Ignatieff está tomada de la siguiente URL: http://blogs.elpais.com/.a/6a00d8341bfb1653ef017d3dff73be970c-pi

HAGAMOS UN AGOSTO DIFERENTE (VI) Una viñeta ejemplar: El Roto

EL ROTO1
Viñeta de El Roto. El País, 31 de julio de 2014

A veces vale más una imagen que mil palabras. Me suele pasar con las viñetas de El Roto, normalmente cargadas de denuncia expresa a través de sus dibujos descarnados, teñidos en ocasiones de rojo. Esta es de una dureza especial, programática en el mes de agosto, porque nos recuerda aquella expresión de Groucho cuando deseaba que parasen el mundo para bajarse de él. Cambiar de conciencia, ahí es nada o todo, porque es muy difícil mantener la que tenemos en la actualidad ante lo que está pasando a nuestro alrededor, si no queremos permanecer quietos en un silencio cómplice vergonzante.

Muchos interrogantes abre esta imagen, pero deseo reivindicar la permanencia en la buena conciencia de cada uno, porque de la mala ya procuramos librarnos con más frecuencia de la que pensamos. Pero ¿a qué llamamos “conciencia”? El Diccionario de la RAE nos ofrece hasta cinco acepciones, todas ellas de interés público: propiedad del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que en sí mismo experimenta, conocimiento interior del bien y del mal, conocimiento reflexivo de las cosas, actividad mental a la que solo puede tener acceso el propio sujeto y, la más profesional: acto psíquico por el que un sujeto se percibe a sí mismo en el mundo.

La que hemos introyectado desde la infancia es, probablemente, la segunda, porque decimos que “la tenemos” cuando creemos saber discernir el bien del mal, es decir, siempre con una carga ética fruto de la historia de todos y la de cada uno. Creo que la última es mucho más cercana en la actualidad, porque tener conciencia es saber que estamos en un mundo determinado, del que probablemente deseamos salir haciendo autostop en la carretera de cada vida. O al que nos lleva la desilusión de cada día, situación de la que deberíamos aprender para no tratar la conciencia como mercancía alojada en el hipermercado mundial de la ética a la carta, sino como un derecho que coincide con la primera acepción de la RAE, que es la experiencia de muchas personas convertida en un lema: que no me roben esta propiedad del espíritu de cada persona de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que en sí mismo experimenta a lo largo de la vida.

Quizá nos ayude a cambiar la conciencia la conversión en consciencia, porque es el momento en que nos enfrentamos con la realidad de la estructura cerebral que nos permite conocernos a nosotros mismos para tomar la mejor decisión –en conciencia- a la que nos invita El Roto y sobre la que ya escribí en 2008 en este cuaderno de inteligencia digital, de forma expresa (La consciencia, según Eric Kandel), haciendo una manifestación sincera de algo que desconocemos: “Aún no sabemos qué es la consciencia. Ahora comprendemos sólo del 15% al 20% del cerebro. Hemos progresado mucho, y no se resolverá en menos de cien años. Cuando yo empecé en los cincuenta, teníamos el 5%. Parecía un sueño imposible. Según mi filosofía, uno debiera tener sueños imposibles sólo si supone que los va a transformar en posibles. Dedicarse a sueños imposibles que uno sabe que no son realizables es perder el tiempo” (1). De esta forma se expresaba el Nobel de Medicina, Eric Kandel, en una entrevista que mantuvo en Viena el pasado 16 de julio [de 2008], con motivo de su incorporación al Instituto de Ciencias y Tecnología de Austria, su país natal”.

Hoy, más que nunca, comprendo perfectamente la ilusión científica, convertida en sueño realizable, de Eric Kandel al calcular el reto científico del descubrimiento real de la conciencia/consciencia humana, porque también lo viví de forma contemporánea a él (2): “Avanzando en esta reflexión crítica, me he encontrado con una anotación mía, de hace treinta y ocho años, sobre esta frase de corte teilhardiano: “Así en el cosmos entero, el lado exterior material, el único que la ciencia suele tomar en consideración, está acompañado de un lado interior consciente, las más de las veces oculto”. Y escribo así: “esta frase resume todo lo dicho anteriormente”. Es verdad, porque lo oculto es lo que apasiona menos en la verdad científica. Aunque a mí me supuso poner en crisis la razón de la razón y la del corazón en una dialéctica pascaliana que permite hoy la realidad de una enorme pre-ocupación (así escrito) sobre el lado interior del cerebro y de su máxima expresión comprensiva y de aprehensión a través de la inteligencia. Y culmina esta teoría en una definición apasionante, también subrayada: la consciencia es una propiedad cósmica de intensidad variable, que podemos seguir a través de todos los grados ascendentes de crecimiento de la vida, hasta el pensar reflejo del hombre”. Una maravilla.

Sevilla, 23/VIII/2014

(1) Rudich, J. (2008, 17 de julio). “¡Ya he logrado comprender el 15% del cerebro!”, El País, p. 44.
(2) http://www.joseantoniocobena.com/?p=88

HAGAMOS UN AGOSTO DIFERENTE (V) El ejemplo de una paloma equivocada

Se equivocó la paloma.
Se equivocaba.

Por ir al norte, fue al sur.
Creyó que el trigo era agua.
Se equivocaba.

Creyó que el mar era el cielo,
que la noche la mañana.
Se equivocaba.

Que las estrellas, rocío;
que la calor, la nevada.
Se equivocaba.

Que tu falda era tu blusa;
que tu corazón, su casa.
Se equivocaba.

(Ella se durmió en la orilla.
Tú, en la cumbre de una rama).

Rafael Alberti, La paloma, en Entre el clavel y la espada (1941)

Acabo de leer las noticias del día y he recordado este maravilloso poema de Rafael Alberti, Se equivocó la paloma, en una interpretación para hoy mismo. Lo que ocurre a diario muestra un mundo en permanente confusión, aquí y allá, con daños y duelos diferentes, pero siempre con los interrogantes de una paloma confundida. Para personas que muchas veces pensamos que nos hemos equivocado de siglo al nacer e intentar vivir en otro mundos posible, no el del nunca jamás de Peter Pan, volver a leer pausadamente el poema de Alberti y escuchar la versión tan querida para mí de Serrat, sobre la primitiva del compositor argentino Carlos Guastavino, nos llena de interrogantes positivos que debemos despejar.

Por ejemplo, buscar los roles que nos corresponden y ser consecuentes con nuestra persona de secreto, pero sin renunciar a lo que cada uno tiene que hacer en la vida, para no equivocarnos. Es probable que si crecemos en valores, el mar seguirá siendo mar y la noche…, noche, aunque a veces tengamos que dormir en orillas que no nos corresponden, porque otros se han ido por las ramas.

El problema radica en que estamos viviendo momentos muy difíciles para hacer distinciones tan finas y al final…, mucha gente cree que todos somos iguales. Pero no es así. Todavía hay personas que son capaces de hacer reflexiones como las de Alberti y componer partituras para despejar esa confusión tan vigente hoy.

Es probable que haya palomas que ya no se equivocan, porque han aprendido de sus propios errores. Son las que vuelan alto y son capaces de estar por encima de lo que ocurre a los seres humanos. A cada uno lo suyo, aunque creo que todos estamos convencidos de que las palomas son el símbolo de la paz para las personas de bien, que somos multitud a pesar de que algunos se encarguen de ignorarlo. Aunque a veces se equivoquen y confundan -desgraciadamente para Andalucía- el sur con el norte, tan frío él…

Sevilla, 19/VIII/2014

HAGAMOS UN AGOSTO DIFERENTE (IV) El ejemplo de Princesa

PRINCESA
M.MORENO/ATLAS (2)

Hacer el agosto significa hacer buen negocio: “Antiguamente se decía hacer su agosto y su vendimia. Se cita en La gitanilla, de Cervantes: «Y así granizaron sobre ella (sobre Preciosa) cuartos, que la vieja no se daba manos a cogerlos. Hecho, pues, su agosto y su vendimia, repicó Preciosa sus sonajas…» (1). Pero pretendo que hagamos un agosto diferente, basado en derechos y deberes, porque es una oportunidad para pensar de otra forma, para cambiar, no confundiendo nunca valor y precio de las cosas, que deben estar al servicio de la inteligencia de las personas, sin atisbo alguno de mercancía.

Hoy he conocido otra historia que tiene lugar en agosto, con una protagonista de nombre Princesa. Una historia bien diferente porque se trata de una bebé rescatada en Tarifa, que se encontraba sola, sin familia alguna, en una lancha de juguete roto, en un escenario nada acogedor para ella, como un Moisés redivivo. Poco se sabe de quién es, porque al parecer sus padres quedaron en tierra después de mantener una trifulca con la gendarmería marroquí. Ella ha viajado sola hacia un nuevo mundo, en una paradoja sin sentido: “En la agrupación local de la Cruz Roja de Tarifa entró con fiebre (38,5 grados). Una enfermera le suministró Apiretal, un antipirético infantil, en pleno puerto. Luego durmió en una bañera, arropada por una manta. Desde las once de la mañana hasta las cinco de la tarde ni pestañeó. Tiene cinco dientes y unos ojos negros muy vivos que lo escudriñan todo. La chiquilla quedó al cuidado de María Ángeles, una voluntaria de Sevilla, de 33 años, madre de dos hijos. Cuenta «con el vello de punta» y con la niña en brazos, que la policía esperará a que sus padres la reclamen. Entretanto, su destino más probable es un centro de internamiento de extranjeros” (2).

Princesa es un claro ejemplo de la desesperación en la que se encuentran miles de subsaharianos que quieren cambiar sus vidas. Más de mil cien inmigrantes ya han entrado por Tarifa en lanchas de juguete, aprovechando la mar en calma de estos días y la buena temperatura durante la noche. Salvando las distancias y la dureza de estos viajes hacia alguna parte, se repite la situación ya muy conocida en las costas del sur de este país así como en Canarias. Recuerdo la avalancha de cayucos en 2006. En aquella ocasión escribí lo siguiente: “Nunca habíamos hablado tanto de los cayucos, esas embarcaciones de la esperanza, de la miseria, de las frustraciones. Han sido los auténticos protagonistas del verano, llegando a las Islas Afortunadas, las Canarias, por oleadas, en un viaje a lo vagamente conocido por las parabólicas de Senegal. Y lo cotidiano ha sido ver como saltaban a la teórica libertad de un puerto canario, desde el barco paradójico “Esperanza del Mar”, abrazándose a una cruz roja como misión imposible, en el silencio de los muertos y desaparecidos”.

Cayucos o lanchas, ¡qué más da para retratar la miseria de estas situaciones límite! Princesa ha llegado a España, probablemente el sueño de sus padres y compatriotas, donde voluntarios de Cruz Roja van a ofrecerle todo el cariño del mundo. Pero ella, con sus inmensos ojos negros, nos lanza un mensaje de súplica para los que no tienen nada, ni siquiera dónde estar y ser personas, porque sus viviendas en el país de origen son solo muriendas…, por poner un amargo ejemplo.

En el post que citaba anteriormente, que en realidad era una carta protesta enviada a un periódico para su publicación, describía la amargura de estos viajes: “¿Qué son los cayucos?: dicen los expertos que son embarcaciones en las que durante la travesía de su vida aprenden a no hablar al llegar a España, a no mirarse a la cara, porque durante siete días, que es lo que dura el viaje descarnado, solo pueden mirar hacia adelante, siempre en la misma postura, todos juntos, hacinados, para ver si el Teide, España y Europa los acoge en su misteriosa holgura de riqueza y libertad. Ser o tener, esa es su cuestión. Hasta que un día los encontramos en un semáforo, en nuestros viajes cotidianos, donde los pañuelos a un euro pueden servirnos para justificar sus lágrimas cuando nos miramos de frente, entonces sí, cara a cara”.

La soledad de Princesa en alta mar, con menos de un año, ha sido atendida por sus compatriotas para devolverla a una vida nueva. Luego, unas personas admirables, funcionarios públicos de seguridad, salvamento marítimo y salud, así como voluntarios de la Cruz Roja, han hecho lo que debemos hacer como país sensible con estas situaciones tan dramáticas.

Creo que merece, cuando pasen los años y donde quiera que esté, que alguien pudiera decirle aquellas hermosas palabras del protagonista de La vida es bella, Guido Orefice, a la mujer que amaba: ¡Buenos días, princesa!…, para quitarle de su cabeza recuerdos amargos de su niñez tan difícil en este viaje a Tarifa. Estoy seguro que sería una imagen de un mundo más justo, equitativo y saludable.

Sevilla, 13/VIII/2014

(1) Iribarren, José Mª (1996). El porqué de los dichos. Gobierno de Navarra. Departamento de Educación, Cultura, Deporte y Juventud (9ª ed.).
(2) Precedo, José (2014, 13 de agosto). Princesa, la bebé que llegó sola a Tarifa. El País, 10.

HAGAMOS UN AGOSTO DIFERENTE (III) El ejemplo de un gran actor: Robin Williams

Carpe Diem: Vivid el momento. Coged las rosas mientras aún tengan color pues pronto se marchitarán. La medicina, la ingeniería, la arquitectura son trabajos que sirven para dignificar la vida pero es la poesía, los sentimientos, lo que nos mantiene vivos.

Carpe diem. Siempre he valorado esta expresión, recordada de forma especial en una excepcional película, El Club de los poetas muertos, protagonizada por Robin Williams, actor inolvidable para muchas personas que se identificaron con un profesor especial, John Keating, interpretado de forma magistral por él. Hoy hemos recibido una noticia triste, su fallecimiento en la residencia ya habitual de San Francisco, probablemente cansado de vivir a pesar de él mismo, de su carpe diem particular, sabiendo que ha hecho felices a muchas personas con sus interpretaciones mágicas de actor comprometido con guiones especiales capaces de transmitir sentimientos y emociones diferentes.

Aquella película hizo historia en mi vida. La recuerdo en todos sus planos principales, destacando sobre todo los momentos estelares de la forma de entender la vida el profesor Keating y transmitirla a los demás, fundamentalmente a sus cuatro alumnos especiales por su condición de seguidores de un gran maestro. Desde el comienzo de la película, un nuevo profesor iba a cambiar la vida de alumnos en la mejor tradición de maestría de la vida, que tanto he valorado siempre en mis profesores de diferentes ciclos vitales, tanto académicos como profesionales, porque todos no han sido iguales. Mi maestra especial, Dª Antonia, me enseñó, por ejemplo, la primera versión del carpe diem infantil casi en un alma adulta, que siempre recuerdo de forma entrañable. Cuidó mucho mis sueños en paraísos perdidos, porque mi vida pequeña no daba para más, porque para ella era muy importante cada momento mío, en definitiva mi tiempo…

Era lo que John Keating/Robin Williams intentaba transmitir a sus alumnos desde la primera clase: que amaran el tiempo real de cada uno, cada momento, porque nada se repite, porque nadie se baña dos veces en el mismo río. A través de la poesía, porque siempre que se crea y piensa en algo, se puede dar el énfasis que cada persona necesita en su momento personal e intransferible y así se rompen esquemas. Esa es su verdadera razón, que Juan Ramón Jiménez también nos transmitió de forma excelente: amor y poesía, cada día.

Además, la libertad debe estar presente en esta acción poética. Él se lo enseñó a los cuatro alumnos que copiaron su experiencia vital: crear un nuevo Club de los poetas muertos, amando la transgresión de la vida cuando sus pilares se tambalean, tal y como está sucediendo en la actualidad. Ellos decidieron apostar por la libertad personal y colectiva frente a los cuatro pilares de su colegio: tradición, honor, disciplina y excelencia.

El desenlace de la película es conocido y doloroso. Al final, como a casi todas las personas que introducen cambios en la vida, en la sociedad, se las expulsa de la misma, con silencios cómplices. No es de extrañar que todos los alumnos firmaran la expulsión del profesor Keating. Un final, salvando lo que hay que salvar, que tiene un parecido extraordinario con los planos finales de La lengua de las mariposas, en el momento que los alumnos tiran piedras a su profesor, D. Gregorio, que tanta felicidad les había proporcionado, en un silencio cómplice desolador ante la cordada de presos.

Y al final de la película de su vida, podríamos gritar a los cuatro vientos las palabras coreadas por sus alumnos subidos en los pupitres: “Oh capitán, mi capitán”, mejor hoy “Oh, Robin, nuestro Robin”. Y el actor, en su carpe diem actual seguro que volverá a respondernos generosamente “gracias chicos, gracias”.

The end.

Sevilla, 12/VIII/2014

HAGAMOS UN AGOSTO DIFERENTE (II) El ejemplo de Laura López

Mientras que todo el país está pendiente hoy de la controvertida llegada a Madrid del sacerdote infectado de ébola, un grupo de voluntarios españoles ha viajado el martes pasado en sentido contrario hacia Sierra Leona, con el objetivo de levantar un hospital en Kenema, al constituirse como un centro de referencia en el tratamiento de esta enfermedad “pues buena parte de los contagios se producen en esta zona, conocida como “el triángulo del ébola”, situada muy cerca de la frontera con Guinea y Liberia” (1).

Lo he conocido por el reportaje excelente publicado ayer en El País, Mamá, me voy a luchar contra el ébola, que sobrecoge por la calidad humana que transmite a través de doce personas (delegados especialistas) que componen la Unidad de Respuesta de Emergencia de Cruz Roja Española, dispuestas a entregar días de su vida en beneficio de los que menos tienen y además sufren enfermedades como ésta, tan desconocida y de efectos tan letales cuando no se atiende en su primer estadio.

Laura López, enfermera de Mislata (Valencia), una persona anónima más -entre otras- hasta ayer, sintetiza muy bien esa entrega desinteresada, cargada de responsabilidad e incertidumbre: “No es miedo, tengo respeto. Bueno, en realidad sí tengo miedo, pero es más bien miedo a perder la concentración. Somos humanos y aquí no hay margen de error”.

En pleno debate sobre la oportunidad del traslado a España del sacerdote Miguel Pajares, creo que es justo destacar esta acción llena de encomio protagonizada por un grupo de personas que han dejado atrás su situación personal en España infinitamente más cómoda y viajan en este mes de agosto al corazón del ébola, desafiando situaciones complejas en cualquier vertiente que se analice. Una gran lección, digna de amplificarse mediante todos los medios en momentos en los que necesitamos identificar acciones ejemplarizantes ante tanta corrupción institucional y personal.

Podemos hacer un agosto personal e intransferible diferente, simbolizado por el respeto que manifiesta Laura López a realidades tan duras como las que van a atender en Kenema. Con su silencio activo, motivador y ejemplarizante, junto al de sus compañeros –sin dejar a nadie atrás- en este viaje hacia alguna parte. Nada más.

Sevilla, 7/VIII/2014

(1) Naranjo, José (2014, 6 de agosto). Mamá, me voy a luchar contra el ébola. El País.

HAGAMOS UN AGOSTO DIFERENTE (I) El ejemplo de Marina Keegan

Comienzo una serie dedicada a este mes que invita a pensar, hacer un alto en el camino, mirar a nuestro alrededor y preguntarnos muchas cosas. Hacer algo diferente. Crecer en el conocimiento creativo y esperanzador también es posible en el verano, concretamente en este mes. Espero recoger testimonios de inteligencia creadora para aportar ilusión de vivir. Mejor, para vivir dignamente.

«Cuando muere una persona joven, la mayor parte de esa tragedia radica en su promesa: lo que habría conseguido. Pero Marina dejó lo que ya había hecho: un trabajo literario mucho mayor de lo que pueden abrazar estas dos tapas»

Extracto del Prólogo de Anne Fadiman, en el libro póstumo de Marina Keegan: The opposite of loneliness (Lo opuesto de la soledad).

No conocía a esta joven escritora americana (1), que falleció en 2012, a los 22 años, en un accidente de automóvil en Massachusetts. Me ha sobrecogido su mensaje proactivo recogido en una publicación reciente, The Opposite of Loneliness (Lo contrario a la soledad), basada en un escrito sobre el inicio del Curso en 2012 que llevaba el citado título publicado por la Universidad de Yale, con mensajes que pueden ser muy beneficiosos en este periodo estival.

He recogido algunos párrafos esenciales de este escrito en los momentos que atravesamos de desencanto generalizado, porque suponen un revulsivo para los jóvenes que toman el relevo de nuestro país, así como para todos los que buscamos diariamente vivir en un mundo diferente, ya no tan jóvenes, aunque sea el microcosmos de todos los días. Como María pretendía transmitirnos, porque le preocupaba mucho qué iba a hacer cada día de su vida al finalizar su etapa en Yale.

«No tenemos una palabra para lo contrario a la soledad, pero si la tuviéramos, la usaría para decir que eso es lo que quiero en mi vida» […] «No es amor ni tampoco es una comunidad. Es la sensación de que hay gente, mucha gente, que está junta en esto. Que están en tu equipo. Se paga la cuenta y nadie se levanta de la mesa. Son las cuatro de la mañana y nadie se va a la cama. La noche aquélla de la guitarra. Esa noche que no recordamos. Esa vez que hicimos, que fuimos, que vimos, que nos reímos, que sentimos».

Hace una referencia explícita a ese concepto de que los mejores años de nuestra vida es el resultado del arrepentimiento. Del debería haber hecho…, del si hubiera hecho…, del ojalá hubiera hecho… Porque el arrepentimiento está ahí. «Somos nuestros peores críticos y siempre nos decepcionamos. Dormimos demasiado. Procrastinamos [dejamos de hacer cosas en el momento oportuno y las dejamos para después]. Vagueamos». «Pero lo que tenemos que recordar es que todavía podemos hacer cualquier cosa. Podemos cambiar de rumbo. Podemos empezar de nuevo. Hacer un máster o empezar a escribir. Nos estamos graduando. Somos tan jóvenes. No podemos, no debemos perder esta sensación de que todo es posible. Porque, al fin y al cabo, es todo lo que tenemos».

Su escrito finalizaba con estas palabras: «Estamos en esto juntos, en 2012. Vamos a hacer que pase algo en el mundo».

Y un accidente segó su discurso personal y, afortunadamente, transferible. Gracias, Marina, por haber descubierto tus palabras en un agosto que pretendo que sea diferente, recordando también aquellas palabras de Steve Jobs, pronunciadas en un famoso discurso de graduación: “seguid hambrientos, seguid alocados”, buscando la palabra contraria a soledad, individualismo y egoísmo.

Sevilla, 4/VIII/2014

(1) Pereda, Cristina F. (2014, 2 de agosto). El universo inacabado de Marina Keegan. El País (Babelia). Recomiendo su lectura íntegra.

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