Las verdades de Trump

Pertenezco al Club de los Optimistas Bien Informados, es decir, a los que aplicamos el principio de realidad a lo que pasa a nuestro alrededor. Sin que nos escuche nadie, somos pesimistas redomados ante situaciones como la que acabo de conocer y he publicado inmediatamente en las redes sociales como una llamada de atención ante tanto desatino americano en ciernes y con la marca Trump, que ojalá no copiemos nunca en este país al que tanto gusta emular a Míster Marshall:

Lo escribí recientemente y vuelvo a leerlo: «El pesimismo lo aprendí del haiku 123, precioso, escrito por Benedetti (1) en 1999: Un pesimista / Es sólo un optimista / Bien informado. [Ante noticias como esta y otras más cercanas en nuestro país], estamos obligatoriamente obligados a informarnos bien de lo que sucede, caminando por las grandes alamedas de la transparencia que todos los días hay que buscar, no vaya a ser que nos ocurra lo mismo que a Diógenes de Sinope, prototipo de la escuela cínica, cuando “buscaba a un hombre”. Un día estaba en los baños al mismo tiempo que Aristipos de Cirene, el cirenaico. Éste, al salir, cambió su vestidura purpúrea por la túnica desgarrada de Diógenes. Y cuando Diógenes se dio cuenta, se puso rabioso y de ninguna manera quiso ponerse el vestido purpúreo. ¿Por qué? En definitiva, se podría observar la vanidad de Diógenes a través de los agujeros de su túnica, dejaba de ser él al vestirse de púrpura y esto constituía un grave problema de representación, cara a los espectadores. Pesimismo en estado puro.

Otra cosa es que, en plan pesimista total, sepamos detectar algo importante en política: localizar los elementos de verdad en todo lo que se mueve en este ámbito, informarnos bien como optimistas natos que somos, porque en ese mundillo político corre la voz de que si algunos dijeran alguna vez la verdad…, mentirían». Como ocurre con las «verdades» de Trump.

Sevilla, 12/I/2017

(1) Benedetti, Mario (2001). Rincón de haikus. Madrid: Visor Libros.

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