Dedicado a María José y Marcos, a quienes tanto quiero
Tenía una deuda con García Lorca, porque nunca pude visitar la casa de verano, en Huerta de San Vicente, 6, en Granada. Estoy escribiendo estas palabras en su jardín, después de haber visitado las estancias (me encanta esta palabra) en las que García Lorca escribió, en el periodo 1926-1936, gran parte de su obra.
He visto sus pinturas, la que le regaló Alberti como recuerdo del inicio de su amistad y otras entrañables en representación breve pero con sentido histórico para quien las quiera recordar así en la memoria de todos y en la de secreto.
He estado cerca de su piano, que todos los lunes tocan para que no se apague el sonido de Federico. Me basta este detalle para recordar una visita breve, buena, que se ha convertido en dos veces buena.
Estoy recordando su preciosa mesa de escritorio, su «fábrica de versos» y he comprendido hoy mejor que nunca sus palabras de compañía eterna: «Quiero dormir un rato, un rato, un minuto, un siglo; pero que todos sepan que no he muerto» (1).
Huerta de San Vicente, 6 – Granada, 25/I/2017
(1) Gacela de la muerte oscura, en Diván del Tamarit, 1936