¿Cómo saber que siempre hay tiempo?

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NOTA IMPORTANTE: habiendo detectado que en los últimos días se está accediendo de forma importante a este post, publicado en 2017, creo que con anterioridad a su referencia y utilización del mismo se debe tener en cuenta la explicación sobre la fuente original utilizada, en los términos que publiqué en otro post unos días después, Os debo una explicación, del que entresaco las siguientes líneas:

«El miércoles pasado utilicé en el post que dediqué a mi cumpleaños, ¿Cómo saber que siempre hay tiempo?, un poema que guardaba en mi persona de secreto y del que quise rescatar su autor y texto completo utilizando uno de mis buscadores de cabecera. Además, corroboré que su autor era Benedetti, consultando muchas páginas. No tuve la precaución de localizar el poema en la fuente exacta, cosa que hago siempre en mis artículos, como se puede contrastar día a día. Esta labor la acometí el día siguiente y mi sorpresa fue mayúscula: no aparecía en su obra. Para garantizar esta desagradable situación, me dirigí a la Fundación Mario Benedetti, solicitándoles la verificación de la autoría del poema y he recibido la respuesta que me temía: “Ese poema ha sido atribuido a varios escritores. En los libros de Mario Benedetti no ha sido encontrado. Lamentablemente en Internet circulan varios textos con su nombre que no le pertenecen. Lo mejor es siempre recurrir a sus libros”. Esta explicación la doy porque la debo y pido sinceras disculpas. Mantendré desde ahora el anonimato del poema y el contenido del mismo, sin alterar lo que a lo largo de los años me ha entregado y sugerido, pero siento haberlo atribuido el miércoles pasado a Benedetti de forma equivocada. Él merecía esta explicación y todas las personas que leyeron el post, también. La debía, sobre todo, como miembro del Club de las Personas Dignas, al que tanto debo y aprecio. Sigo ahora un sabio consejo de Mario Benedetti, No te salves, porque sé que no me salvo con lo ocurrido, pero quiero quedarme con él a pesar de todo».

Sevilla, 27/IX/2020

¿Cómo saber que siempre hay tiempo?

Hoy es un día especial porque celebro mi cumpledías, cumpleaños y cumplesueños. También porque vuelvo a leer un poema precioso, ¿Cómo hacerte saber que siempre hay tiempo?, de Mario Benedetti, a quien tanto admiro, a quien tanto aprecio, de quien tanto aprendo, a pesar de vivir a veces -como él- un exilio espiritual por las cosas que pasan en este mundo, del que me dicen que estoy obligatoriamente obligado a entenderlo. Porque los que me quieren me dicen también que todavía tengo tiempo, aunque hayan pasado muchos días, setenta años y mil sueños…

¿Cómo hacerte saber que siempre hay tiempo?

Que uno sólo tiene que buscarlo y dárselo.
Que nadie establece normas, salvo la vida.
Que la vida sin ciertas normas pierde forma.
Que la forma no se pierde con abrirnos.
Que abrirnos no es amar indiscriminadamente.
Que no está prohibido amar.
Que también se puede odiar.

¡Cómo hacerte saber
que nadie establece normas, salvo la vida!

Que el odio y el amor son afectos.
Que la agresión porque sí, hiere mucho.
Que las heridas se cierran.
Que las puertas no deben cerrarse.
Que la mayor puerta es el afecto.
Que los afectos nos definen.
Que definirse no es remar contra la corriente.

Que no cuanto más fuerte se hace el trazo, más se dibuja.
Que buscar un equilibrio no implica ser tibio.
Que negar palabras implica abrir distancias.
Que encontrarse es muy hermoso.
Que el sexo forma parte de lo hermoso de la vida.
Que la vida parte del sexo.
Que el por qué de los niños tiene un por qué.

Que querer saber de alguien no es sólo curiosidad.
Que querer saber todo de todos es curiosidad malsana.
Que nunca está de más agradecer.
Que la autodeterminación no es hacer las cosas solo.
Que nadie quiere estar solo.
Que para no estar solo hay que dar.
Que para dar debimos recibir antes.

Que para que nos den, también hay que saber cómo pedir.
Que saber pedir no es regalarse.
Que regalarse es, en definitiva, no quererse.
Que para que nos quieran debemos mostrar quienes somos.
Que para que alguien sea, hay que ayudarlo.
Que ayudar es poder alentar y apoyar.
Que adular no es ayudar.

Que adular es tan pernicioso como dar vuelta la cara.
Que las cosas cara a cara son honestas.
Que nadie es honesto porque no roba.
Que el que roba no es ladrón por placer.
Que cuando no hay placer en hacer las cosas, no se está viviendo.
Que para sentir la vida no hay que olvidarse que existe la muerte.
Que se puede estar muerto en vida.

Que se siente con el cuerpo y la mente.
Que con los oídos se escucha.
Que cuesta ser sensibles y no herirse.
Que herirse no es desangrarse.
Que para no ser heridos, levantamos muros.
Que quien siembra muros no recoge nada.
Que casi todos somos albañiles de muros.

Que sería mucho mejor construir puentes.
Que sobre ellos se va a la otra orilla, y también se vuelve.
Que volver no implica retroceder.
Que retroceder puede ser también avanzar.
Que no por mucho avanzar se amanece más cerca del sol.

¡Cómo hacerte saber
que nadie establece normas, salvo la vida!

Porque al cumplir setenta años tengo que seguir confiando en que todavía hay tiempo, porque es mucho mejor construir puentes, porque sobre ellos se va a la otra orilla, y también se vuelve. Con las normas de la vida, sintiendo con el cuerpo y la mente.

Sevilla, 7/VI/2017

PORQUE NO QUIERO OLVIDARLO, NI SIQUIERA UN MOMENTO…

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