Sevilla, 17/XI/2019
Estamos rodeados de noticias falsas o de medias verdades que todas juntas no llegan a transmitir una verdad entera. Corremos todos los días y en cada momento hacia el areópago griego de toda la vida, es decir, las redes sociales, porque su inmediatez nos lleva a leer de todo y, casi siempre, plagado de opiniones que se elevan a la enésima potencia del saber falso. Es un ejemplo de la huida de la prensa escrita, aunque sea digital, porque el desorden ético periodístico también se puede digitalizar. Todo está intervenido porque la democracia también lo está, como lo exponía recientemente en este cuaderno digital. Por supuesto, vigilada.
Cuando me di de baja en el diario El País, en octubre de 2016, comprendí que la prensa escrita estaba intervenida por el poderoso caballero don dinero. Esto es así porque es la única explicación razonable ante el delirio periodístico que vivía ese periódico en aquellos días aciagos de acoso y derribo contra el secretario general del Partido Socialista Obrero Español, cuestión que detallé ampliamente en un artículo escrito en esos días como consecuencia de una gota que consideré que había rebosado el vaso, por un editorial vergonzante que luego quiso explicarme el director de entonces en una carta que recibí y que envió a todas los lectores que decidimos bajarnos de ese periódico en marcha.
Hoy he leído una columna preciosa de Manuel Rivas (que todavía resiste en ese medio de comunicación), Juventud sin periódicos, donde aborda una realidad palmaria: “¿No será que la gente joven pasa de la prensa tradicional porque esa prensa pasa de la gente joven?” No solo la gente joven, sino los adultos en general, las personas mayores, entre las que me encuentro. Pero lo que me ha asombrado es el conjunto de verdades que expone y que podrían ser atractivas para todos: “Llevar un periódico debajo del brazo podría ser una imagen más vanguardista que anacrónica. Pero ese periódico debería abrirse a lo hoy “prohibido” o marginado. Hablar de lo que no se puede hablar. Las nuevas formas de esclavitud laboral, la renuncia a las políticas sociales en la vivienda, los mecanismos de reproducción del machismo, la guerra contra la naturaleza, el “estatismo” conservador que cada vez achica más las libertades, la fosilización de las leyes que penalizan la protesta, la emigración masiva de jóvenes y la pérdida de talentos, la desigualdad y la corrosión de los vínculos comunitarios, el modelo “nacionalcatólico” vigente todavía en la educación, la hostilidad hacia lo plural y el silenciamiento de las disidencias culturales, mientras se “blanquea” el racismo y la producción de odio”.
¿Por qué busco la noticia escrita con verdad ética? Porque busco la verdad de lo que ocurre en el mundo próximo y lejano, con objetividad plena y con independencia de los poderes fácticos, que son muchos. Algo tengo claro a estas alturas de la película: ya no basta con leer un solo periódico, porque al igual que detesto el pensamiento único considero necesario leer varios y, probablemente, de la diversidad que nos ofrece el mundo digital, que no solo atómico, puede salir la luz de lo que verdaderamente ocurrió, contrastando (comprobando la exactitud o autenticidad de algo, según la RAE) varias fuentes, varios ríos atravesados por quienes pretenden contarnos como lo hicieron por diferentes sitios. Porque la verdad no pertenece a nadie, sino a lo que verdaderamente pasó y ya nos advirtió Heráclito de Éfeso que nadie se baña dos veces en el mismo río. Lo que allí ocurrió solo lo conoceré porque me lo cuentan profesionales con palabras e imágenes, que también están contaminadas en muchas ocasiones, aunque valgan más que mil palabras. Es lo que tiene ser humanos y es verdad que cuando crecemos en la ética de la justificación como justicia, comprendemos mejor que nunca que todo lo humano no nos es ajeno. Ni siquiera el periodismo, ni un buen periódico hecho por profesionales que, en el menor o mayor descuido, se ajustan como ajustamiento de los poderes fácticos, ocultos, manifiestos y sin escrúpulo alguno para tratar la verdad a medias, a cualquier precio y desprecio. Aunque, afortunadamente, todos los periodistas no son iguales. Ni los (buenos) periódicos…, tampoco. En definitiva, es una cuestión de ética periodística y lectora que, por cierto, nunca son inocentes.
Me ha reconfortado esta columna de mi maestro Manuel Rivas, al que un día estreché la mano aquí en Sevilla, diciéndole abiertamente que le agradecía desde hace ya muchos años su coherencia o, lo que es lo mismo, el perfecto entendimiento a través de su obra de lo que dijo Antonio Machado hace ya muchos años: no existen verdades absolutas de unos o de otros, sino solo aquella que se busca en común y en libertad, sin estar mediatizada por nada ni por nadie. ¿Recuerdan?: “Tu verdad. No la verdad. Y ven conmigo a buscarla. La tuya guárdatela”.
Después de leer la columna de Rivas, vuelvo a otro gran maestro, Gabriel García Márquez, en un artículo aleccionador para comprender bien el periodismo, “el mejor oficio del mundo”, del que entresaco estas sabias palabras: “[…] Pero en su expansión se llevaron de calle hasta el nombre humilde que tuvo el oficio desde sus orígenes en el siglo XV, y ahora no se llama periodismo sino Ciencias de la Comunicación o Comunicación Social. El resultado, en general, no es alentador. Los muchachos que salen ilusionados de las academias, con la vida por delante, parecen desvinculados de la realidad y de sus problemas vitales, y prima un afán de protagonismo sobre la vocación y las aptitudes congénitas. Y en especial sobre las dos condiciones más importantes: la creatividad y la práctica”. Los poderes fácticos, acaban después con la ética periodística que se podría resumir como la solería que cada profesional pone a lo largo de su vida como suelo firme de su forma de interpretar lo que ocurre y entregarlo a los demás. Ya lo sintetizó espléndidamente Eugenio Scalfari, el fundador de La Repubblica de Roma, en una frase ante estudiantes españoles en la Escuela de EL PAÍS, en 2014: “Periodista es gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente”. Nada más.
NOTA: la imagen se ha recuperado hoy de http://a53.idata.over-blog.com/460×600/1/21/63/43/2011-Catorce/medios-de-comunicacion1.jpg
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.
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