Sevilla, 16/II/2022
Un tulipero, un árbol de 40 metros de altura y 650 toneladas de peso, con 135 años de antigüedad, que viajaba por el Mar Negro en una barcaza especialmente acondicionada para este tipo de transporte, causó sensación mundial en 2016, al conocerse que el ex primer ministro de Georgia, Bidzina Ivanishvi, lo había comprado en su propio país, en la región de Ayaria, para llevarlo a su residencia particular en Tiflis, la capital de esta región caucásica. No era el primero ni el último de esta megalomaníaca demostración de riqueza incontrolada. Ahora forman parte del Parque Dendrológico Shekvetili, de propiedad privada pero accesible al público.
Lo que parece un relato de ensoñación responde a una realidad que llevó a la directora georgiana Salomé Jashi a filmar un documental, Domar el jardín, que se presentó en el Festival Mundial de Cine Documental, Sundance 2021, justificándolo en el sentido de que “Los árboles han sido fundamentales en mi vida. En mi infancia, solía ir a una plaza muy grande en mi pueblo donde muchos niños se reunían. Había varios árboles grandes allí y cada uno tenía un significado diferente. Uno era para reunirse, otro para trepar, otro era una especie de símbolo de fuerza. Los árboles significan mucho para mí y para los demás también”. Ella ha contado lo que sintió la primera vez que vio al tulipero avanzar por las aguas del Mar Negro: “Vi esta imagen del árbol en el mar que estaba en los medios de comunicación en Georgia», dice Jashi. «Es una imagen extraña e incómoda, y cuando la vi, sentí sensaciones muy ambivalentes. Por un lado, esto era algo hermoso, magnífico. Un árbol en el mar parece muy poético, después de todo. Por otro lado, lo que había detrás de la imagen era una historia muy diferente. Me atrajo esta ambigüedad y me inspiró a comenzar a trabajar en la película».
Efectivamente, la directora solo pretende en este documental mostrar al espectador lo que está sucediendo con objeto de que cada uno decida y opine sobre lo que está viendo, aunque el estudio detallado de cada plano traduce perfectamente lo que quiere dejar patente, quizás resumido en una frase de un hombre que aparece en la película: «Cuando tenga todos los árboles», dice, «irá tras los pájaros». Una vez más y afortunadamente, el cine no es inocente.
Me ha llamado la atención que en el XI Festival de Cine de Lanzarote, se presentó esta película con las palabras siguientes, a modo de sinopsis: “En Georgia, un conocido mafioso amante de las plantas y la naturaleza paga grandes fortunas para adquirir árboles centenarios con los que establece una relación sentimental particular. Sin importarle la ubicación histórica de esas grandes plantas, en ocasiones de colosales dimensiones, consigue que sus operarios las trasladen hasta su jardín particular, ubicado a centenares de kilómetros de distancia. Los árboles se ven sometidos así a un trabajo de reubicación que los transporta a lo largo de estrechas carreteras y zonas marinas. A su paso por las pequeñas aldeas y pueblos del país, los habitantes quedan sobrecogidos ante lo que es una muestra de poder desmesurada. La belleza y el amor por los árboles contrastan con un deseo de posesión capaz de arrasar con todo aquello que se pone en su camino”. La polarización ante lo que está por ver está servida. Aunque en el documental nunca aparece el dueño del jardín donde se trasplantan los árboles centenarios, se torna en esta sinopsis en un “conocido mafioso” amante de las plantas y la naturaleza. Nada se esconde ya ante la cámara. El desarrollo de la película, sobre todo sus cámaras, son las que de verdad lo dicen todo. Así es el arte del cine.
En el Festival de Sundance 2021, anteriormente citado, se dijo de la película algo que también es muy esclarecedor: “Lo que es muy inteligente y relevante en Taming The Garden es que la directora nunca muestra al rico adquirente de los árboles. Los aldeanos se refieren principalmente a él como «él» y nunca aparece en la pantalla. Esta anonimización de este personaje hace que el tema sea más universal. Y la pregunta se puede hacer con estas palabras: ¿puede el dinero comprar todo? ¿Puede un hombre tener el poder de desafiar a la naturaleza?”.
He visitado tambien la página oficial de la directora y su película. La sinopsis no deja ya lugar a duda alguna: “El primer plano de la impactante historia ambiental de la cineasta Salomé Jashi captura un árbol tan alto como un edificio de 15 pisos flotando en una barcaza a través del vasto Mar Negro. Su destino se encuentra dentro de un jardín a innumerables millas de distancia, propiedad privada de un hombre rico y anónimo cuya pasión reside en la eliminación y posterior replantación de árboles extraños en su propio Edén hecho por el hombre. Con un estilo cinematográfico asombroso, Taming the Garden rastrea el surrealista desarraigo de árboles antiguos de sus lugares georgianos. Con cada remoción, estallan las tensiones entre los trabajadores y los aldeanos. Algunos ven incentivos financieros (nuevas carreteras, costosas tarifas) mientras que otros lamentan con enojo la pérdida de lo que se suponía era un monolito inamovible de la historia y la memoria colectivas de su ciudad. Con un ojo observador constante y astuto, Jashi documenta el poder de un solo hombre sobre los jardines naturales de la Tierra: cómo los majestuosos artefactos vivos de la identidad de un país pueden ser desarraigados sin esfuerzo por individuos sin conexión con la naturaleza que ahora reclaman como propia”.
Viendo el tráiler de la película se comprende muy bien su mensaje. Las personas que acompañan y despiden a su árbol centenario lo dicen todo, porque, detrás, la tierra que lo acogió durante tanto tiempo, se queda herida, sola y hueca ante tanto desvarío ocasionado por la riqueza desmedida de un poderoso del lugar. Aunque en la película no aparece, sabemos ya quién es, como se llama y a qué dedica su tiempo libre: Bidzina Ivanishvi, ex primer ministro de Georgia, Finalizo sin más comentarios, como la directora desea que se vea su película, guardando silencio al observar las imágenes, contemplando sólo lo que es evidente: la megalomanía del poder se puede plantar también, simbólicamente, en un jardín, sin importar su génesis y sus consecuencias, pero nunca se podrá comprar la belleza de la memoria histórica de cada árbol, como un símbolo de lo que era en su sitio de nacimiento, de donde nunca debieron salir.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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