Rafael Nadal es uno de los imprescindibles de Brecht

Rafael Nadal

Sevilla, 31/I/2022

Hay hombres y [mujeres] que luchan un día y son buenos, otros [y otras] luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenos, pero están los [hombres y mujeres] que luchan toda la vida, y esos son los imprescindibles.

Adaptado de un texto de Bertolt Brecht en Elogio a los combatientes

Creo que se agotan los adjetivos que califican la trayectoria del tenista Rafael Nadal y el éxito obtenido ayer en el Open de Australia, en Melbourne, coronando una carrera extraordinaria en todos los sentidos. Lo digo bien alto y claro: es imprescindible, un adjetivo que nos reafirma en algo muy evidente: es una persona de la que no debemos ni podemos prescindir para seguir construyendo el país. Lo he manifestado en muchas ocasiones en este cuaderno digital: en España también se hacen muchas cosas bien, a pesar de los estereotipos que arrastramos desde hace siglos, junto a los pecados capitales en su intrahistoria, que desarrolló en su momento Fernando Díaz-Plaja. A mí me fascina el comportamiento de estas personas a las que considero imprescindibles, a los que así calificó Bertolt Brecht en una cita inolvidable: Hay hombres y [mujeres] que luchan un día y son buenos, otros [y otras] luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenos, pero están los [hombres y mujeres] que luchan toda la vida, y esos son los imprescindibles (adaptado de un texto de Bertolt Brecht en Elogio a los combatientes, dado que los corchetes son míos en una lectura renovada desde la perspectiva de género en el lenguaje actual). Si a los imprescindibles uno la defensa de los nadies de Galeano desde la ética social, los hijos de nadie, los dueños de nada. / Los nadies: los ningunos, los ninguneados, / corriendo la liebre, muriendo la vida, abrocho una dialéctica social que no olvido en mi acontecer diario, porque estos nadies son los imprescindibles en el Estado de Bienestar. No paran de luchar todos los días para encontrar sentido a la vida.

Nuestro país no suele cuidar a las personas que triunfan porque siempre afloran en estas circunstancias sus sempiternos pecados capitales, entre los que destaca la envidia, entendida como tristeza o pesar del bien ajeno o «dolor concebido en el ánimo del bien y de la prosperidad ajena» (RAE A, 1732), unido al olvido casi inmediato y a los malos pensamientos en una frase tipo: «por algo será…», donde el presagio del «algo» nunca es bueno y cumple su misión como la mancha de aceite. Con este triunfo de Rafael Nadal en el Abierto de Melbourne, he recordado una vez más las palabras del cardiólogo Valentín Fuster, residente durante muchos años en América, que pronunció en 2013 durante una de sus múltiples visitas a España: “Yo puedo estar hablando todo el rato del desastre que hay en España. Pero igual podemos sacar unos minutos para saber si algo funciona…” o lo que es lo mismo, puedo estar hablando todo el rato de lo que hace mal este país, pero igual podemos sacar unos minutos para saber si algo funciona…, si alguien nos representa con dignidad más allá de nuestras fronteras y alegrarnos por ello, rompiendo los silencios cómplices a los que estamos acostumbrados o a desprestigiar a quien tanto lucha por sus ideales y principios. Y comprobaremos que es verdad, que funcionan muchas cosas que aparentemente son de otro mundo pero que gracias a un deportista de élite como Rafael Nadal contribuimos a dignificar el país en el deporte internacional, que debería causar la admiración necesaria y justa de todos, sin excepción alguna.

Lo que hizo ayer Rafael Nadal en su vibrante partido final ante el ruso Medvedev, ha sido épico. Cobra hoy un sentido casi “olímpico” en un mundo al revés de superestrellas del deporte, de sueldos millonarios y hasta casi insultantes, de apuestas deportivas con publicidad no controlada, de jugadores de todo tipo que se convierten en mercancía pura y dura en el gran Mercado del Deporte. En ese espíritu tengo que reconocer que todo no consiste para Rafael Nadal, al igual que para millones de personas que poblamos este planeta Tierra, en ser Citius (el más rápido), Altius (el más alto), Fortius (el más fuerte) en la Olimpiada de la Vida. Ese es el gran ejemplo para quienes lo admiramos y, sobre todo, para la juventud de este país. Sus manifestaciones públicas en una entrevista al finalizar el partido así lo atestiguan, al responder a la pregunta de qué significaban para él los 21 títulos de Grand Slam:Para mí es sumar uno más. Al final es que no hemos terminado y lo lógico es que 21 pues no sean suficientes para ser el que termine con más Grand Slam de la historia. Lo digo sinceramente y como dije en rueda de prensa, y lo mantengo, no se puede estar siempre mirando al lado. Para mí, conseguir el 21 es algo inolvidable, y la manera de hacerlo lo convierte en mucho más especial. Yo seguiré haciendo mi camino, disfrutando del tenis. Me gustaría llegar preparado a la temporada de tierra”. Ahí está su secreto, hacer camino al andar y disfrutar de lo que hace, quitando importancia al efecto halo de los premios y… no mirar siempre al lado para ver dónde está mi compañero de viaje y cuánta ventaja le saco.

Ayer dijo algo muy importante en la rueda de prensa oficial y posterior al partido: “No me importa mucho si soy o no el mejor de la historia”. Para mí, sé que es un modelo a seguir, un imprescindible, una de esas personas a las que elogiaba Bertolt Brecht. Muchos niños y niñas de este país que lo vieron ayer, han soñado ya con seguir su estela y con una raqueta de tenis que les permita ser personas de bien como él. A todos nos entregaste felicidad a raudales. Es algo extraordinario para nuestro país. Por ello, gracias, Rafael.


CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

Cuando el diablo no se aburre, toca el violín

Sevilla, 30/I/2022

Hoy he tenido la oportunidad de regresar a la levedad profunda de mi violín, recordando una obra fantástica, El trino del diablo (Sonata para violín en sol menor), compuesta por Giuseppe Tartini (Piran, República de Venecia, 1692-Padua, 1770), probablemente una de las que exija mayor virtuosismo en su interpretación. La versión que más aprecio es la de la violinista Anne-Sophie Mutter, junto a la Filarmónica de Viena dirigida por James Levine, por su forma de atacar cada movimiento de esta Sonata no inocente. La historia que hay detrás de esta composición la detalla el astrónomo francés Joseph Jérôme Le Français de Lalande (1770) en su obra Voyage d’un françois en Italie, de acuerdo con el contenido de una carta que Tartini le había enviado en cierta ocasión: “Una noche, en el año 1713 soñé que había hecho un pacto con el diablo a cambio de mi alma. Todo salió como yo deseaba: mi nuevo sirviente anticipó todos mis deseos. Entre otras cosas, le di mi violín para ver si podía tocar. ¡Cuán grande fue mi asombro al oír una sonata tan maravillosa y tan hermosa, interpretada con tanto arte e inteligencia, como nunca había pensado ni en mis más intrépidos sueños! Me sentí extasiado, transportado, encantado: mi respiración falló, y desperté. Inmediatamente tomé mi violín con el fin de retener, al menos una parte, la impresión de mi sueño. ¡En vano! La música que yo en ese momento compuse es sin duda la mejor que he escrito, y todavía la llamo el Trino del diablo, pero la diferencia entre ella y aquella que me conmovió es tan grande que habría destruido mi instrumento y habría dicho adiós a la música para siempre si hubiera tenido que vivir sin el goce que me ofrece”.

Son dieciséis minutos prodigiosos, que nos acompañan casi en un éxtasis rodeado de melancolía. Para comprender bien la intrahistoria de esta partitura, he recurrido a conocer a fondo al autor, a través de una obra del escritor Ernesto Pérez Zúñiga, La fuga del maestro Tartini, ganadora del XXIV Premio Torrente Ballester. En ella “traslada al lector a los lugares sagrados de la memoria y su incisiva nostalgia a través de la vida de Giuseppe Tartini, uno de los más importantes músicos del siglo XVIII, y autor de la sonata conocida popularmente como El trino del diablo. Una aventura física y espiritual, en busca de una armonía repleta de dificultades, en la que el lector se encontrará con valiosos personajes de aquella época, y otros tantos del mundo mítico, capaces de anular el tiempo y fundir lo clásico con lo contemporáneo. En una entrevista al autor, que recomiendo leer atentamente, se introduce la misma explicando una breve sinopsis de esta obra: “Año 1769, el maestro Tartini rememora su vida cuando presume que el tiempo se le agota. Recuerda su infancia, en la que se forma tanto su sensibilidad musical, como la rebeldía que le acompañará durante toda su existencia al rechazar la educación eclesiástica que su padre le tenía reservada. Tras múltiples aventuras con la espada, encuentra cierto sosiego en el arco del violín, el “instrumento del diablo” del que se convertirá en un virtuoso, y en Elisabetta Premazore, una mujer de clase humilde con la que mantuvo un amor prohibido. Su carrera como músico parecía seguir el camino trazado cuando conoce a un violinista extraordinario. Comienza entonces un viaje a través de los secretos de la naturaleza humana que le llevan a enfrentarse, de manera cruel y destructiva, con su lado más oscuro”. Más adelante justifica Pérez Zúñiga la razón de escribir sobre Tartini: “Me enamoré de su música. Esa música movió los hilos dentro de mí, y los fui siguiendo hacia los lugares donde Tartini vivió en Italia y en Slovenia. Lugares que siguen casi intactos. Algunos han cambiado de nombre, eso es todo, nombres secundarios. Lo importante para mí era ir imaginando ser alguien ya perdido en el tiempo. Resucitarle, prestarle mi cuerpo, mi mente que se iba llenando de lo que iba descubriendo sobre su vida y, sobre todo, de sus sonatas y conciertos. Luego le iba a prestar yo mi escritura y parte de mi propia biografía”.

En esta entrevista, Pérez Zúñiga nos ofrece una clave de su novela, para comprender bien la actualidad de su obra magna, a pesar de los saltos históricos en su narración: “No tiene sentido resucitar a Tartini si no es un personaje del presente. Del pasado me interesa lo que sigue vivo, y Tartini es interesante en cuanto se comunica con la conciencia del lector. Esto vale también para los espacios, para la propia calle donde vivió Tartini, y que decidí mantener con el nombre que tiene hoy. La ventana de su casa es la conciencia que une espacio pasado y presente. Quiero que el lector pueda encontrar esa calle y mire a Tartini en su ventana (en un edificio que hoy no existe). Hay otro intento más: descubrir la interconexión de los tiempos, cómo se afectan entre ellos, como las relaciones cronológicas que nosotros entendemos como causa y efecto pueden tener una relación de simultaneidad, por lo menos desde el punto de vista psicológico. Cómo la mente se mueve en el tiempo. Cómo el tiempo de los sueños puede incluir el futuro. Mi interpretación libre de la ciencia contemporánea planea en distintos pasajes de la novela. Añado algo más: me interesa que la belleza de la música de Tartini anule de alguna manera el hecho irremediable de su muerte. La belleza vence al tiempo, y lo reinterpreta. Es un hecho cotidiano, demostrado una y otra vez en las obras de arte”.

Durante estos últimos años he seguido de cerca la recomendación de Shakespeare, en El mercader de Venecia, ¡Atiende la música!, aprendiendo a tocar el violín, el piano y el clavecín, compañeros inseparables en cada curso académico que he podido seguir hasta la llegada de la pandemia, intentando aprender la técnica depurada que hay detrás de cada instrumento: “El hombre que no tiene música en sí mismo y no se mueve por la concordia de dulces sonidos está inclinado a traiciones, estratagemas y robos; las emociones de su espíritu son oscuras como la noche, y sus afectos, tan sombríos como el Érebo: no hay que fiarse de tal hombre. ¡Atiende a la música!”. La obra de Shakespeare es un tratado contra la usura y una ardiente defensa de los valores humanos. Repasando con atención este cuaderno digital, se puede comprobar que en numerosas ocasiones hago referencia a la música como una proyección de la inteligencia que cuida, sobre todo, el alma humana. También sus sueños, sabiendo que el Diablo siempre está cerca, asumiendo la arrogancia de Lucifer, el ángel caído de determinados cielos, inteligente y necio al mismo tiempo.

Escuchando hoy atentamente El trino del diablo, comprendo perfectamente el simbolismo de la música. Cada día descubro un mundo nuevo al aproximarme al teclado o al arco y mástil del violín, para conocer mejor su alma. Es una experiencia única que me regala la vida y en la que estoy inmerso por los sentimientos y emociones que me ofrece. He descubierto la riqueza sonora del clave, el instrumento tan querido por Bach y Mozart en sus años de éxito sonoro, asimilando a diario algo que ha perdurado a través de los siglos: Musica laetitiae comes, medicina dolorum, es decir, la música es compañera en la alegría y medicina para el dolor. También la del violín. Ha sido un descubrimiento especial. Mi violín es una maravillosa caja de sorpresas o de sueños, según se contemple, aunque lo que más me llama la atención es su levedad cuando lo tengo en mis manos. La historia le ha sustraído peso, sabiamente, en la clave que aprendí un día de Ítalo Calvino: “he tratado de quitar peso a las figuras humanas, a los cuerpos celestes, a las ciudades; he tratado, sobre todo, de quitar peso a la estructura del relato y al lenguaje” . Como él, doy un gran valor a la levedad, aunque junto a Kundera, en su obra “La insoportable levedad del ser”, tenga que admitir la realidad de la Ineluctable Pesadez del Vivir, como condición humana que nos es común, porque estamos rodeados de constricciones públicas y privadas que terminan por envolver toda existencia. Incluso cuando el diablo tiene algo que hacer y se aproxima en los sueños tocando una obra muy hermosa, lejos de la figura que conocí de niño, porque me decían que cuando se aburría y no tenía nada que hacer, sólo sabía matar moscas con el rabo. Cuando el sueño se despierta, soy consciente de que la belleza sólo corresponde a la inteligencia humana y que sabe vencer al tiempo y a la sabiduría de los enemigos del alma.

Voy ahora a mi rincón de pensar, rodeado de música, donde comienzo a escuchar también una obra de la excelente violinista canadiense Angèle Dubeau, con un título premonitorio, Violines Infernales, que interpreta obras inspiradas en el diablo, junto al grupo La Pietá, formado exclusivamente por mujeres violinistas, tomando el nombre de la orquesta y coro del Convento-Orfanato de la Pietá, en Venecia, de los que era el director, donde se recogían “niñas y mujeres descarriadas”. Podemos escuchar obras asombrosas tales como Los trinos del diablo, de Tartini, hasta los torbellinos infernales de la Danza Macabra de Saint-Saëns y Las Bellezas del Diablo, de François Dompierre. Sobre todo, hoy, escucho varias veces esta última porque me parece una interpretación que sobrecoge por el virtuosismo de los violines, que me devuelve paz para comprender la belleza de la vida y me aleja de los diablos aburridos que siempre están al acecho.   

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

Un retrato inhumano

Retrato de René Robert / Frisca Briquet

Sevilla, 28/I/2022

El fotógrafo de doble nacionalidad, suiza y francesa, René Robert, falleció el 20 de enero en París, como consecuencia de la hipotermia que sufrió al caer en una calle del centro de la ciudad de la luz, perder el conocimiento y permanecer durante nueve horas en una acera sin ser atendido por nadie, a pesar de que la hora en que se produjo la caída era en torno a las nueve y media de la noche del día 19. Fue una mujer sin techo, durante la madrugada, la que llamó a los servicios de emergencia, aunque ya no pudieron hacer nada por salvarle la vida. Creo que es un retrato inhumano y descarnado que refleja determinados comportamientos sociales en la actualidad. Surge una pregunta: ¿qué hubiéramos hecho nosotros al verlo así? No sé, probablemente pasar de largo también, como hacemos muchas veces al pasar por aceras de nuestras ciudades donde se refugian personas en condiciones inhumanas, en una negación del principio de realidad que es muy terco. Al menos, en esta ocasión, nos queda la pregunta, más que la palabra.

Robert era muy conocido en nuestro país por ser un fotógrafo del flamenco, en blanco y negro, con una dilatada trayectoria que se prolongó más allá de cincuenta años. Fue el bailaor Manolo Marín (Sevilla, 1936) el que en el año 1967 le mostró la belleza que el flamenco lleva dentro, tal y como la ha mostrado Robert a lo largo de su vida profesional, fotografías que se realizaron en la casa de René Robert. He leído con suma atención una entrevista realizada para Musique Alhambra, que nos ofrece una muestra interesante de su arte fotográfico: “Descubrí el flamenco por casualidad, alrededor de los 30 años. Fue una mujer sueca quien me lo hizo descubrir en un tablao llamado «LE CATALAN» que existía en los años 50 y estaba situado al otro lado del Sena, rue des Grands Augustins. Picasso lo había frecuentado, sobre todo porque su estudio estaba situado en esa calle. Este tablao era el lugar de encuentro de algunos españoles de París, pero también de todas las personas interesadas en el Flamenco. Se benefició de una época extraordinaria, porque era el franquismo, y el dueño, que tenía buen “olfato”, traía artistas de España. Al pesar de que se les pagaba relativamente mal, a estos artistas se les pagaba más que en España. Tenía habitaciones en el edificio donde los alojaba. Había un restaurante en el primer piso, un bar en la planta baja. Íbamos principalmente al bar, a escuchar a los artistas, y asistíamos a veladas extraordinarias”. Más adelante, afirma que “El cante es lo que más me ha emocionado después [después del baile y de la guitarra], es la base del flamenco y me toca especialmente”. Allí nació la pasión por el mundo mágico del flamenco, que pudo comprobar y fotografiar por continuos viajes a nuestro país.

Lo verdaderamente sorprendente y mágico en los trabajos desarrollados en torno al flamenco por René Robert es por la utilización del blanco y negro de forma exclusiva en este arte, que muestra en todo su esplendor en su obra “Flamencos. La rabia o la gracia” (1993): “Trabajé el 95% en color en mi trabajo habitual como fotógrafo. Para el Flamenco, al principio, traté de hacer color y encontré que era demasiado turístico. Elegí el blanco y negro porque tiene mayor fuerza expresiva que el color. Quizás sea el hecho de que el color le da un aspecto más natural, más cercano a la realidad, a veces inocuo. El blanco y negro traspone la imagen, le da un impacto. También hay, en blanco y negro, un lado trágico que me parece que corresponde más al flamenco que el color, y el lado de los contrastes entre el blanco y el negro se corresponde mejor con sus diferentes matices”. Avanzando en su conocimiento del flamenco le llevó a publicar su segunda obra, La Rabia & la Gracia (2001), en la que ya no había duda alguna en el título, porque había desaparecido la duda de lo que significaba para él: “La rabia y la gracia, tienen dos connotaciones: la rabia obviamente evoca el aspecto enojado, pero también ese lado desesperado: la rabia de vivir. En la gracia existe tanto el lado gracioso como el estado de gracia que puede asimilarse al duende”.

Quizás nos ayude hoy a comprender bien el trabajo de René Robert cuando conocemos su forma de entender el flamenco: “El flamenco es la expresión de una forma de ser. Es una forma de vida que no existe en otras artes. Soy un poco escéptico sobre aprender flamenco cuando no vives en su contexto. Se puede aprender, claro, pero a la hora de tocar me parece difícil cuando no se vive en este ambiente, y en tierra flamenca. Estos artistas “ajenos” a menudo carecen de “el acento”, como diría un amigo. Es mérito de los artistas flamencos que practican este arte en Francia por ejemplo, porque les resulta mucho más difícil. En lo que a mí respecta, no practico flamenco, solo lo recibo, soy espectador”. Explica también que la técnica fotográfica que utiliza es muy simple, que observa durante mucho tiempo antes de efectuar la toma correspondiente: “Intento conseguir la imagen más real posible, con el menor número de efectos y, sobre todo, que el artista no se fije en mí. Los observo primero, me dejo penetrar por la especificidad de cada uno, trato de ver qué da y cuándo es particularmente expresivo. De hecho, trato de tomar una foto que le corresponda, que lo represente”.

La vida es algo más que el blanco y negro, que los grises, donde la belleza de las imágenes desean trascender siempre la propia realidad “porque el cerebro está preparado para interpretar todos los matices cromáticos de la vida en libertad, sin dejar ninguno atrás”, como reflexionaba en un post que escribí en 2009, Nuevas sonrisas, nuevas lágrimas, dedicado al fotógrafo Erick Lessing: la vida de cada una, de cada uno, que es lo más parecido a una película en blanco y negro, con la acromatopsia ética que corresponda, permite descansos, para recuperar esos momentos que tanto nos reconfortan y que nos devuelven felicidad. Pero también sabemos que la dialéctica de las sonrisas y las lágrimas permite apartarnos junto a una pared de la vida personal e intransferible, sentir el abrazo de los que nos quieren, aunque inmediatamente nos llamen mediante megafonía para seguir rodando, viviendo, en definitiva, en la filmación en color jamás contada.

Un especialista en los cuidados del ojo, del siglo XIII, Pietro Spanno, que llegó a ser Papa bajo el nombre de Juan XXI dijo en cierta ocasión algo que no he olvidado: “El ojo es un miembro noble, redondo y radiante. Ver es el paraíso del alma”. Ese es el secreto y la magia del ojo humano cuando ordena el clic que fija momentos especiales de la vida para la posteridad. Igual que cuando se fotografía el dolor o la muerte, muchas veces con alto riesgo personal de profesionales excelentes, comprometidos, facilitando imágenes recientes que desgraciadamente ya son habituales para el procesamiento en nuestra retina y que tanto nos hacen pensar, cumpliendo su función.

Miguel Poveda / René Robert

Las palabras de René Robert creo que nos ofrecen un retrato humano y profesional para comprender su obra. Su lenta agonía en una acera de París, no ha sido en blanco y negro, sino en color aunque todo se convierte en un fundido en negro, con la acromatopsia que la sociedad actual observa la vida, porque los retratos que hacemos a diario de lo que está ocurriendo cerca de nosotros, son muchas veces inhumanos. Hoy, con estas palabras, le hago un pequeño homenaje desde Andalucía y Sevilla, porque amó nuestra tierra y nuestras formas de expresarnos a través del flamenco. Manolo Marín, Chano Lobato, Paco de Lucía, Vicente Amigo, Mayte Martín, Miguel Poveda, Belén Maya y “muchos nuevos talentos, hay muchos”, que decía él y entre otros muchos representantes de este arte que ya es patrimonio de la humanidad, lo recordarán en sus personas de secreto. Algunos, desde su cielo particular que también existe. Todos, ofreciéndole ahora simbólicamente el respeto y el calor que necesitó siempre para seguir viviendo.

NOTA: la imagen de Miguel Poveda se ha recuperado hoy de Musique Alhambra.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

Aprendiendo siempre de Manuel Gerena

Sevilla, 27/I/2022

Estando yo un día en el Alcaná de Toledo, llegó un muchacho a vender unos cartapacios y papeles viejos a un sedero; y como yo soy aficionado a leer, aunque sean los papeles rotos de las calles, llevado desta mi natural inclinación tomé un cartapacio.

Cervantes, Don Quijote, I, IX

Esperaba hoy un libro de segunda mano de la librería Alcaná, Cantes del pueblo para el pueblo, con ilustraciones no inocentes de Cuadrado, porque he tenido varios ejemplares de esta obra de Manuel Gerena en mi biblioteca, a lo largo de mi vida, pero todos los he regalado con el paso del tiempo. Posiblemente, algún ejemplar se quedó en Roma durante mi larga estancia en aquella ciudad, porque tenía muy reciente mis encuentros con su autor, Manuel Gerena, al que siempre he recordado por su coherencia política y personal. Lo leí en años muy difíciles para este país, saliendo de la dictadura.

Al abrirlo, me he encontrado con un marcapáginas de regalo, en el que aparece una frase que siempre he recordado por lo que significa “la afición a leer”, exactamente la que recojo al comienzo de estas palabras: Estando yo un día en el Alcaná de Toledo, llegó un muchacho a vender unos cartapacios y papeles viejos a un sedero; [y como soy aficionado a leer…] Una premonición de lo que iba a sentir después al abrir el libro por páginas para mí muy queridas, comenzando por la que recoge el poema que Rafael Alberti dedicó a Manuel Gerena en Roma, en diciembre de 1971, Coplas para Manuel Gerena, en los últimos años del franquismo más despiadado, de las que recojo el verso que nunca he olvidado: Te llamas Manuel Gerena, / ¡qué bien consuena tu nombre / con la pena!

La coplas que a ti te salen, / te salgan como te salgan, / valen. / Porque tú no estás, ni estamos, / para fuegos de artificio / cuando apenas respiramos. / Escribir para cantar…. / cuando se canta, lo escrito / ya pertenece a la mar. / Te llamas Manuel Gerena, / ¡qué bien consuena tu nombre / con la pena! / La pena que es valentía / cuando no dejan al pueblo / más que pena y agonía. / Pena grande que quebranta / los huesos si al pueblo ponen / una soga en la garganta. / Canta muchacho andaluz, / porque tu cante a la sombra / le quita cruz y da luz. / Canta y sigue, por delante / de ti se abre toda España /a la honda voz de tu cante.

He buscado los poemas en ese libro, que me marcaron un camino en aquellas fechas, cuando tuve la oportunidad de conocer a Gerena y a su familia, porque vivíamos muy cerca y me dedicaba conversaciones llenas de contenido y sentido. Estaba él sufriendo los latigazos del Régimen, con multas y retirada del pasaporte en ese momento, así como reclusión en casa para evitar males mayores. Tuve que hacer gestiones para que lo atendieran en un hospital cercano, porque no se encontraba bien por un dolor agudo en la garganta y comprendí muy bien qué significaba para él cantar sus coplas populares del pueblo para el pueblo. La lectura de su libro vino después. Ma llamaba “compañero” y así me dedicó un libro, Cantando a la libertad, que conservo con su dedicatoria de puño y letra,  en el que también había letrillas que todavía recuerdo en su dialéctica del compromiso activo: Yo sólo sé lo que veo / y nunca vi ningún Dios. / Nunca precisé yo el templo. / ¡vaya quien busque perdón! Es verdad porque, a veces, no sabemos cuáles son nuestros dioses, ni cuales son nuestros hermanos, aunque sí lo lejos que unos de otros estamos.

Las páginas que he vuelto a leer hoy han resonado en mi persona de secreto como si fuera ayer, proyectando lo que él llamaba autobiografía, breve y profunda: “Quiero decir que en este libro de poemas, letrillas o como se quieran llamar…, en estos escritos tan sólo pretendo reflejar un poco de mi pasado que fue el de muchos otros., y de mi presente que es el de todo aquel que crea en mi misma voz: voz de la igualdad y la justicia, en esta tierra que tan mal nos quieren”. Quizá sea su poema introductorio el que resume perfectamente el contenido que sobrecoge después: Ábreme las puertas, pueblo, / que mi verso quiere entrar / para enterrar la mentira / y defender la verdad.

A los que somos aficionados a leer, incluso como diría Cervantes, los papeles rotos de las calles, nos encanta volver a descubrir aquellas palabras que nos ayudaron a comprender la necesidad de transformación de un mundo que no nos gustaba siendo jóvenes y que, llegados a una determinada edad, comprobamos que necesitamos seguir leyendo a Gerena, por ejemplo, para enterrar mentiras y defender la verdad…, porque este mundo sigue por derroteros extraños que nos llevan a estar obligatoriamente obligados a entenderlo, con escaso éxito. Rafael Alberti lo comprendió en su día y nos lo mostró en palabras que tampoco olvido: “Canta muchacho andaluz, / porque tu cante a la sombra / le quita cruz y da luz. / Canta y sigue, por delante / de ti se abre toda España /a la honda voz de tu cante”. Una vez más, no olvido la importancia de ser escuchaor de sus canciones, con las letrillas dolorosas que siempre llevan dentro. Y Manuel Gerena me susurra una vez más al oído una letrilla que siempre me conmovió en ese largo caminar hacia adelante: Me preguntan mis hermanos / que si he perdío la cabeza / yo les contesto llorando: / mis pasos tienen firmeza / aunque mi mundo sea extraño.

Gracias, Manuel Gerena, ¡qué bien sigue consonando tu nombre con la pena!

Manuel Gerena, A la verdad la enterraron, en Canciones de lucha y rebeldía.

NOTA: la imagen de Manuel Gerena se ha recuperado hoy de Manuel Gerena | Canción con todos (cancioncontodos.com)

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Inteligencia tóxica y telarañas humanas

Sevilla, 26/I/2022

El estudio comparado de la conducta de los animales con la del ser humano, etología en estado puro, nos permite avanzar en el comportamiento de patrones de conducta humana. Personalmente, sigo admirándome de los avances científicos que se producen a diario, porque en este siglo, al que llamo “siglo del cerebro”, al igual que el pasado fue dedicado plenamente al corazón, llegaremos a conocer secretos extraordinarios de las estructuras cerebrales que nos ayudarán, por ejemplo, a predecir enfermedades mentales. Será un gran paso para la humanidad. En este sentido prospectivo, he leído un artículo en Current Biology, Distinct movement patterns generate stages of spider web building, en el que se expone que se ha logrado descubrir cómo se dirige desde el diminuto cerebro de las arañas la creación asombrosa de sus intrincadas telarañas, con un objetivo claro: obtener comida por mera supervivencia, aunque la gran pregunta es cómo llevan a cabo estas tareas incluso de noche, cuando no hay luz, algo que ya se ha descubierto gracias a la inteligencia artificial y a cámaras de visión nocturna: “La complejidad geométrica y la estereotipia de las telas de araña han generado durante mucho tiempo interés en su origen algorítmico. Al igual que otros ejemplos de arquitectura animal, la construcción es el resultado de varias fases de ensamblaje impulsadas por distintas etapas de comportamiento coordinadas para construir una estructura exitosa. Las observaciones manuales han revelado una variedad de señales sensoriales y patrones de movimiento utilizados durante la construcción de la red, pero faltan métodos para cuantificar sistemáticamente la dinámica de estos patrones sensoriomotores. Aquí, aplicamos una prospección analítica para cuantificar el comportamiento de creación de telarañas de una especie, la tejedora de orbes Uloborus diversus. El seguimiento de posición reveló etapas estereotipadas de construcción que podrían ocurrir en progresiones típicas o atípicas entre individuos. Usando un enfoque de agrupación no supervisado, identificamos movimientos de patas, generales y específicos de la etapa. Un modelo jerárquico oculto de Markov reveló que las etapas de construcción de redes se caracterizan por secuencias estereotipadas de acciones compartidas en gran medida entre individuos, independientemente de si estas etapas progresan de manera típica o atípica. Las etapas podrían predecirse basándose únicamente en las secuencias de acción, lo que revela que las geometrías de las etapas web son una manifestación física de los regímenes de transición de comportamiento”.

El modelo desarrollado se ha obtenido gracias a la investigación que se ha llevado a cabo en el Departamento de Biología de la Universidad John Hopkins, por Andrew Gordus, biólogo conductual, que también firma el artículo citado anteriormente: “Me interesé por primera vez en este tema mientras observaba aves con mi hijo. Después de ver una telaraña espectacular, pensé: “si fueras a un zoológico y vieras a un chimpancé construyendo esto, pensarías que es un chimpancé asombroso e impresionante». Bueno, esto es aún más sorprendente porque el cerebro de una araña es muy pequeño y me frustró que no supiéramos más acerca de cómo ocurre este comportamiento notable». Ha llegado a afirmar que en la investigación llevada a cabo “han definido la coreografía completa para la construcción de la telaraña, lo que nunca se ha hecho para ninguna arquitectura animal con esta calidad de resolución». Esta maravillosa investigación se llevó a cabo rastreando millones de acciones individuales de las patas con un software de visión artificial diseñado específicamente para detectar el movimiento de estas extremidades.

La conclusión principal que este estudio aporta a la comunidad científica es que las reglas que usan las arañas para construir la telaraña son siempre las mismas, lo que confirma que estas reglas están codificadas en sus cerebros: “Ahora queremos saber cómo se codifican a nivel de las neuronas”, ha manifestado el profesor Gordus. Se están planteando ya estudios en los que se introduzcan experimentos con determinados fármacos que alteran la mente, con objeto de determinar qué circuitos en el cerebro de la araña son responsables de las diversas etapas de la construcción de telarañas: «La araña es fascinante porque aquí tienes un animal con un cerebro construido sobre los mismos bloques de construcción fundamentales que el nuestro, y este trabajo podría darnos pistas sobre cómo podemos entender sistemas cerebrales más grandes, incluidos los humanos, y creo que eso es muy emocionante», ha manifestado Abel Corber, uno de los coautores del artículo de Current Biology citado anteriormente, junto a Nicholas Wilkerson y Jeremy Miller. Me interesa destacar, por su proyección en la investigación del funcionamiento del cerebro, que este trabajo fue apoyado por el Programa de Becas de Investigación para Graduados de la Fundación Nacional de Ciencias y los Institutos Nacionales de Salud en los Estados Unidos.

Dicho lo anterior, he recordado ahora una referencia que utilicé hace años para explicar la presencia de la telaraña en un determinado patrón de conducta en los seres humanos, el de las personas tóxicas o tosigosas. Lo que se ha descubierto en las arañas, según la investigación expuesta anteriormente, nos puede servir para comprender, salvando lo que haya que salvar, que el patrón de este anómalo comportamiento humano, tiene también unas reglas codificadas en el cerebro humano que se repiten sin cesar. Veamos por qué. Un artículo que escribí en 2018, Ser o no se tóxico, esa es la cuestión, desarrolla ampliamente lo anteriormente expuesto en el símil de la acción querulante en las relaciones humanas, utilizando el símil de las telarañas, del que extraigo sólo la primera parte como aseveración de lo importante que es la de identificar la denominada conducta querulante en los seres humanos, porque al final atrapa siempre a las personas que quiere “cazar” en el sentido más amplio del término y los patrones suelen ser iguales, como el de las arañas Uloborus diversus, analizadas anteriormente y salvando lo que haya que salvar, aunque al buen entendedor pocas palabras bastan.

Dice la Real Academia que tóxico [tósigo], que proviene del griego τοξικόν φάρμακον, es un adjetivo que se define como “perteneciente a un veneno o toxina”. Su origen no es inocente porque “tósigo” es el veneno que emponzoñaba las flechas. Y para colmo y remate, “tosigoso” es otro adjetivo contundente, obviamente relacionado con el anterior, porque es su fundamento etimológico: envenenado, emponzoñado. Es decir, un cerebro tosigoso es un cerebro envenenado, emponzoñado. ¿A qué viene este comienzo tan bravío en un cuaderno de derrota [solo admitida por mí en el lenguaje marinero] como éste?

Voy a dar las explicaciones necesarias. Vivimos tiempos en los que es difícil moverse en tareas de identificación de cerebros sanos. Se habla mucho de varios mundos felices, de conquistas exitosas a cualquier precio, de felicidad envasada de mil formas, pero la realidad es que vivimos muy pre-ocupados [sic] con otra realidad bien distinta: proliferan los cerebros malvados y, sobre todo, tóxicos, que nos complican la vida hasta límites insospechados. En el trabajo, jefas y jefes, tosigosos; en la familia, parejas y parientes de diversos grados, también tosigosos; amigas, amigos, aún más tosigosos si cabe y, por proximidad en calendarios electorales y Parlamentos divididos, políticos tosigosos. Ante la necesidad de identificarlos de forma correcta y rápida, he pensado que vendría bien hacer un pequeño manual de primeros auxilios para identificar los cerebros tóxicos, las personas tosigosas, que envenenan sus alrededores, dándonos cuenta en la mayor parte de las ocasiones y amargándonos la vida, casi siempre, comenzando por uno de especial interés: La tela de araña o el arte de hacer la vida imposible a los demás, al que siguen otros que se pueden leer con detalle en el artículo citado, Ser o no ser tóxico, esa es la cuestión, que publiqué en 2018.

Una característica común, para empezar, es su estrategia querulante: tejen una tela de araña a su alrededor en la que solemos caer atrapados, porque la vida les corresponde vivirla solo a ellos y porque se hacen portavoces únicos y contumaces de las quejas de los demás para “solucionarlas”. Suelen tener el discreto encanto de la atracción ¿fatal?, porque enmascaran bien sus auténticas intenciones. Sucede cuando vislumbramos que alguna persona, en cualquier rol que ocupe, nos a-tosiga (¿recuerda la etimología de tóxico?): nos envenena paulatinamente. Primer indicador, porque trabajan normalmente a largo plazo, como el trabajo que realizan las arañas en sus telas transparentes y de dibujos insólitos. Pero cuando te quieres dar cuenta, ya estás en el interior de sus cerebros fruto del tósigo, del veneno que emponzoña sus flechas preferidas: palabras, miradas y gestos de cualquier tipo, fabricadas siempre en el interior de sus estructuras cerebrales. Es decir, son enemigos de cuidado. Leí en cierta ocasión profesional un artículo sobre psicología laboral, centrado en los “jefes nocivos que irradian malestar” (1), donde entre los estresores más importantes que se identifican en un estudio de gran interés científico, Informe Cisneros VI, la mala calidad de management (gestión directiva) alcanza un porcentaje muy relevante entre los analizados: el 45,70%, solo superado por el clima laboral deteriorado. El paso a la identificación de “mobbing” (acoso laboral de superiores y compañeros), y del “burnout” (síndrome del trabajador carbonizado o achicharrado) está dado, así como el nacimiento del neomanagement, como forma de dirigir organizaciones y personas mediante la continua destrucción de los recursos humanos, del clima laboral y del entorno organizativo (2).

En la Administración Pública, que conozco de primera mano y en la que he trabajado durante más de treinta años, también ocurren estos fenómenos y, lógicamente, por extrapolación también está afectada por los estilos tosigosos de dirección: narcisista (siempre busca subordinados que no le hagan sombra), psicópata (luce sus encantos y embauca a los más débiles para destruirlos después, paulatinamente) y paranoide (atento a cualquier movimiento de los subordinados, desconfiando de todo y de todos), que derivan en dos actitudes amenazantes, tosigosas: autoritarismo a ultranza o consentidores de todo para que nuca se le pueda recriminar nada pero donde el clima laboral se acaba haciendo irrespirable y las consecuencias en relación con la salud mental acaban siendo desastrosas. Las flechas tosigosas del jefe han hecho diana.

Bienvenidos sean este tipo de estudios científicos. Ayudarán en el futuro a muchas personas a comprender comportamientos que hoy día tienen difícil explicación. Comprender bien cómo funciona nuestro cerebro y cómo enferma, ayudará a muchas personas en este siglo a ser más felices y desarrollar la inteligencia como capacidad para resolver problemas de la vida diaria. La nuestra y la que desarrollamos todos los días con los demás.

(1) Ferrado, M. L. (2007, 12 de enero). Jefes nocivos que irradian malestar. El País, Salud (Mensual de biomedicina y calidad de vida), 1-4.

(2) Piñuel, I. (2004). Neomanagement. Jefes tóxicos y sus víctimas. Madrid: El País Aguilar.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

De ómicron a Omega

Primer carril bici fluorescente del mundo, en Nuenen. El cielo estrellado de Van Gogh sobre el asfalto.

Aquella luz que iluminaba todo
lo que en nuestro deseo se encendía
¿no volverá a brillar?

Ángel González, Aquella luz

Sevilla, 24/I/2022

Creo que en la actual pandemia el alfabeto griego llegará de un salto a su última palabra, Omega, una vez superada esta sexta ola de nombre ómicron y que llegó arrasando todos los continentes del planeta, con una “o” pequeña, la de ómicron, y una “O” grande, la de Omega, la última letra de ese alfabeto tan aleccionador, con un significado histórico y cultural de gran valor, tan próximo al valor del fin de todas las cosas y de todo lo que se mueve en el mundo. Lo escribo de esta forma porque el director regional de la Organización Mundial de la Salud en Europa, Hans Kluge, afirmó ayer en una entrevista a la agencia AFP, que “es “plausible” que la región [Europa] se esté acercando al final de la pandemia”, no al final de la COVID-19, aunque señaló también que hay que ser muy prudentes todavía ante la forma en que se han desarrollado las sucesivas olas de la misma: “Una vez descienda la ola de ómicron, habrá durante bastantes semanas y meses una inmunidad global, ya sea gracias a la vacuna o porque la gente será inmune debido a la infección y también a la disminución de la estacionalidad”. También explicó la diferencia entre entrar o no en una fase de endemia, cuando se está ante un periodo de certeza en el que se sabe qué va a pasar, pero con el coronavirus actual no ocurre así porque ya nos ha sorprendido más de una vez. En la región europea de la OMS, que incluye 53 países, se calcula que el 60% de sus habitantes “podrá contagiarse por Ómicron de aquí a primeros de marzo”. La variante actual es la que está afectando mayoritariamente a los 27 Estados miembros que componen la Unión Europea.  

Los más optimistas, al fin y al cabo pesimistas bien informados, dicen que estamos en la recta final de la pandemia, un acontecimiento mundial que nos está dejando una estela de dolor y sufrimiento, por el fallecimiento en nuestro país de 91.741 personas (5.591.195, en el mundo), con una cifra sorprendente de 8.975.458 de personas contagiadas (351.148.275, en el mundo), según datos oficiales a 21 de enero de 2022. A esta realidad numérica hay que agregar los daños colaterales de todo tipo, físicos, psíquicos y sociales, que deja la pandemia en su recorrido mundial. Aplicando el principio de realidad, es decir, aceptando que las cosas son como son y que contra hechos no valen argumentos, también es verdad que tenemos derecho a pensar en este último viaje en el túnel de la pandemia, que nos permita pasar de ómicron a Omega, como punto final de esta experiencia tan traumática, aunque tengamos que aprender a convivir con el virus como con con otras enfermedades a las que ya casi ni les prestamos atención. De ahí que estemos muy atentos a las noticias de la ciencia y de las organizaciones que tienen responsabilidades directas sobre lo que está pasando con la COVID-19, escuchando lo que manifiestan a diario a través de los medios de comunicación solventes. Ahora, en este tramo final, hay que centrarse en la vacunación y en las pautas que marquen las autoridades sanitarias. En España, los últimos datos son alentadores también para reforzar la idea expuesta por el Dr. Kluge: tras el comienzo de la inmunización en diciembre a los niños de entre cinco y once años, ya hay más de 40,7 millones de personas, el 86 % de la población, con al menos una dosis. De ellas, algo más de 38,2 millones, un 80,7 %,  tienen la pauta completa y 19,1 millones, el 40,3 %, han recibido una dosis de refuerzo. Ante esta legítima expectativa de salida de la crisis, hay que seguir este camino por ahora como garantía de protección e inmunización completa ante este virus tan resistente y dañino.

Buscando siempre el punto Omega de la vida, como vengo haciendo desde que tengo uso de razón, reflexión a la que dediqué una larga serie en 2006, escribí en ella una frase final que traigo hoy a colación por su significado: “El punto omega sigue construyéndose. Esa era la gran aportación de la creencia en el ser humano. Algunos científicos trabajan sobre el punto alfa, el origen de la vida […] Sólo queda que el siglo del cerebro nos depare descubrimientos importantes sobre las claves de la inteligencia. Nos aproximará a la referencia de omega como fin simbólico de la existencia humana. Entenderemos por qué nos preocupa saber el origen y final de nuestras vidas. Llevaba razón Teilhard de Chardin en dos grandes asertos suyos que nunca olvido: El mundo sólo tiene interés hacia adelante (el título de este blog) y El pasado me revela la construcción del futuro (a bordo del “Cathay”, 1935).

Esas son las razones de por qué me refugio con inusitada frecuencia en la poesía de Ángel González, como puede comprobar cualquier compañero o compañera de viaje en este camino digital. Vuelvo a leer con atención reverencial un poema suyo, Aquella luz, precioso, que nos anima a ver el mundo brillar como nunca ha sido, cuando veamos aparecer en nuestro horizonte la letra Omega, ya no como variante sino como el fin de este largo camino.

¡Volver a ver el mundo como nunca
había sido…!

En los últimos días del verano,
el tiempo detenido en la gran pausa
que colmaría septiembre con sus frutos,
demorándose en oro
octubre,
y el viento de noviembre que llevaba
la luz atesorada por las hojas
muertas hacia más luz,
arriba,
hacia
la transparencia pálida de un cielo
de hielo o de cristal
cuando diciembre
y la luna de enero
hacían palidecer a las estrellas:
altas constelaciones ordenando
la vida de los hombres,
el misterio tan claro,
la esperanza aún más cierta…

Aquella luz que iluminaba todo
lo que en nuestro deseo se encendía
¿no volverá a brillar?

Es verdad que esta pandemia lo ha cambiado todo y creo que tenemos una oportunidad de experimentar una nueva forma de situarnos en el nuevo mundo, cuando finaliza enero de 2022, dejando pasar los días, los meses, hasta que las altas constelaciones ordenen nuestra nueva vida, que nos permitan vislumbrar la claridad en medio de poderosos misterios y con un objetivo claro: mantener intacta la esperanza. Porque necesitamos creer que la luz que tiempos atrás nos iluminaba incluso en los momentos más difíciles, la que se encendía siempre en nuestros legítimos deseos, volverá a brillar creando un efecto halo a la letra Omega, aunque el mundo ya no sea el mismo. ¿Por qué no? Porque creo, sinceramente, que algo hemos aprendido.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

Los escuchaores del dolor de Andalucía

Antonio López Sancho, Caricatura del Concurso de Cante Jondo, organizado por Falla y García Lorca en Granada, 1922.

Sevilla, 23/I/2022

En el primer centenario del Concurso de Cante Jondo, “canto primitivo andaluz”, tal y como rezaba en el cartel promocional del evento, celebrado en Granada en los días 13 y 14 de junio de 1922, organizado por Federico García Lorca y Manuel de Falla, en nombre y representación del Centro Artístico de la ciudad, deseo hacer un pequeño homenaje a una experiencia sentida por el público asistente al mismo, que García Lorca llevó a versos nacidos en su alma de secreto por el placer de convertirnos en “escuchaores” de esa forma de cantar tan arraigada en el dolor del pueblo andaluz. Las palabras que siguen lo demuestran de forma fehaciente. En el concurso no podían participar profesionales del cante, solo aficionados, para promocionar esta forma de expresarse el pueblo andaluz desde su base popular.

Federico García Lorca hizo la presentación oficial del Concurso el 19 de febrero de 1922 en nombre del Centro Artístico de Granada, al que la prensa conocía también como la “Simpática Sociedad”, en el que figuraban también otros escritores y poetas contemporáneos, mediante una Conferencia que llevaba por título “Importancia histórica y artística del primitivo canto andaluz llamado cante jondo”, cuyas palabras finales no olvido: “A todos los que a través de su vida se han emocionado con la copla lejana que viene por el camino, a todos los que la paloma blanca del amor haya picado en su corazón maduro, a todos los amantes de la tradición engarzada con el porvenir, al que estudia en el libro como al que ara la tierra, les suplico respetuosamente que no dejen morir las apreciables joyas vivas de la raza, el inmenso tesoro milenario que cubre la superficie espiritual de Andalucía y que mediten bajo la noche de Granada la trascendencia patriótica del proyecto que unos artistas españoles presentamos”. Sé que mi deber como andaluz es convertirme en “escuchaor” de lo que Andalucía canta a través de su dolor, de su quejío.

La palabra “escuchador” ya figuraba en el Diccionario de Autoridades (RAE A, 1732), en el siglo XVIII, tan querido por mí en el trabajo diario de escribir con alma, para encontrar sentido a las palabras que utilizamos en nuestra forma de escribir y hablar a diario, con la siguiente definición: “El que oye con atención y escucha lo que otros hablan y dicen”. Ya se hace la observación no inocente de que “tiene poco o raro uso”, porque escuchar, lo que se dice escuchar, es una práctica poco común desde el principio de los siglos. En la actualidad, la Real Academia de la Lengua (Edición del Tricentenario, actualización de 2021) recoge este lema con la siguiente descripción, muy escueta por cierto, como si no tuviera la mayor importancia: “Que escucha”. Lo más curioso es que en Andalucía sí ha tenido siempre un sentido muy especial, vinculada al flamenco, porque una cosa es cantar y tocar la guitarra, cantaores y cantaoras, así como guitarristas y, otra, escuchar, por parte de los escuchaores o escuchaoras, como le gustaba decir a Antonio Mairena: ¨[…]  la actitud experimental , la búsqueda, la inquietud y la curiosidad, son cualidades imprescindibles para ser y hacer flamenco. La cantaora y el bailaor, la guitarrista o el fotógrafo que intenta captar el duende inaprensible, así como el oyente o escuchaor -que diría Antonio Mairena- buscan -o deberían buscar- no salir indemnes de la experiencia. Quiero decir con ello que el flamenco no resbala por la piel, sino que la modifica para siempre. Es un elogio de la caricia o, si quieren, una exaltación del impacto” (2).

Me ha emocionado redescubrir esta palabra de la mano y voz del flamenco, que desde la reforma aprobada en 2007 del Estatuto de Autonomía para Andalucía, recoge en su Artículo 68, que “corresponde a la Comunidad Autónoma la competencia exclusiva en materia de conocimiento, conservación, investigación, formación, promoción y difusión del flamenco como elemento singular del patrimonio cultural andaluz”. Asimismo, el Artículo 37, 18.º, reconoce que el flamenco es uno de los principios rectores de las políticas públicas en Andalucía: “La conservación y puesta en valor del patrimonio cultural, histórico y artístico de Andalucía, especialmente del flamenco. Tres años más tarde, la UNESCO catalogó en 2020 el flamenco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Es evidente que reconocer la profundidad de lo expresado por Antonio Mairena nos debe llevar a reflexionar que el arte de escuchar tiene una sede importante en Andalucía. Federico García Lorca lo expresó maravillosamente en su Conferencia de presentación del Concurso de Cante Jondo, en Granada, en 1922: “Es, pues, señores, el «cante jondo», tanto por la melodía como por los poemas, una de las creaciones artísticas populares más fuertes del mundo y en vuestras manos está el conservarlo y dignificarlo para honra de Andalucía y sus gentes”.

Lo he expresado en diversas ocasiones en este cuaderno digital: los que vivimos en Andalucía y respetamos su identidad, que llevamos la luz con el tiempo dentro, como Juan Ramón Jiménez entendía su pueblo y las personas que vivían en él, hemos aprendido a escuchar la vida de nuestro alrededor y llevarla al cante. Luis Cernuda hizo un retrato precioso del andaluz porque somos un enigma a pesar de la luz interior que el dolor de nuestra historia no olvida, siempre con el tiempo dentro, amor desbordante, pasión en nuestra música que acompaña siempre la alegría y calma el dolor, que compartimos hasta buscar la luz con el tiempo fuera, como escuchaores y escuchaoras de todo lo que se canta con el dolor de esta tierra. Nos tratamos como hermanos, cuando a veces no sabemos si somos amigos o seres lejanos, aunque lo único que sabemos, en tiempos políticos, es que unos de otros -no inocentes- lejos estamos.

Sigo viviendo con la esperanza de que el dios que corresponda comprenda qué significa hoy ser andaluz o andaluza en Andalucía, más allá de los que nos llevan al diccionario de uso del andaluz corriente como una sola palabra, cuando lo que necesitamos es una definición urgente como personas con luz interior, pero con un enigma de fuego y nieve dentro, escuchaores y escuchaoras por definición cuando el pueblo canta y clama a través de sus “palos”, como palabras hilvanadas en la melodía del dolor diario. Como Cernuda soñó un día esperando el alba de su tierra que, muchos años después, seguimos esperando para todos, sobre todo para los que menos tienen y no pueden salir a día de hoy de las jaulas de pobreza en que viven. Casi un millón de parados y otro millón de pensionistas en el umbral de pobreza, sin ir más lejos, que están entre los andaluces que llevan la soledad dentro, tal y como lo expresó Cernuda, nuestro paisano, que siempre soñó con el despertar del alba de la libertad y dignidad en Andalucía: “Sombra hecha de luz, / que templando repele, / es fuego con nieve / el andaluz. // Enigma al trasluz, / pues va entre gente solo, / es amor con odio / el andaluz. // Oh hermano mío, tú. / Dios, que te crea, / será quién comprenda / al andaluz. Con las letras de su cante jondo, desgarrado, al que escucho hoy con atención reverencial para seguir luchando y viviendo en pleno siglo XXI: no te creas si te dicen que ya no sufre [Andalucía], mi pueblo, porque aunque los pobres reímos y algunas veces cantamos, la procesión va por dentro (Ricardo Cantalapiedra), porque el quejío del flamenco, como escuchaor, no resbala por mi piel, sino que la modifica para siempre. He comprendido bien que escuchar el dolor actual de esta tierra es un elogio de la caricia o, si quieren, una exaltación de su impacto en mi alma de secreto, para honra de Andalucía y sus gentes, tal y como lo aprendí de las palabras de García Lorca pronunciadas en Granada hace tan solo cien años.

Me retiro ahora a mi rincón de pensar, acompañado por Federico García Lorca y La Argentinita, como escuchaor de la Nana de Sevilla, para que siga muy pendiente de la exclusión de los más débiles y la pobreza infantil en nuestra tierra.

NANA DE SEVILLA: canta Las Argentinita y toca el piano Federico García Lorca. Disco en La Voz de su Amo, 1931.

(1) En escena el cantaor Diego el Tenazas acompañado por el guitarrista Ramón Montoya, a la izquierda en primer plano La Niña de los Peines. Entre los caricaturizados: Manuel de Falla, Ignacio de Zuloaga, García Lorca, Santiago Rusiñol, Andrés Segovia, Fernando de los Ríos, Miguel Cerón. Imagen y texto recuperados de El Concurso de Cante Jondo de Granada, de 1922, organizado por Falla y Lorca, en la Biblioteca Nacional – Generación del 27 – Diputación de Málaga (malaga.es)

(2) Ordóñez Eslava, Pedro, Flamenco y vanguardia. En un instante, un quejío y un anhelo, en Andalucía en la historia, 74, 2022, p. 41.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

Las claves de la televisión pública

Las claves del siglo XXI

Sevilla, 22/I/2022

Anoche tuve la oportunidad de seguir el nuevo programa de RTVE, Las claves del siglo XXI, presentado por el periodista Javier Ruiz, de trayectoria ética reconocida, que comenzó con una clara declaración de principios: “Bienvenidos a un espacio de información, de análisis y de opinión que pretende respetar, estrictamente, ese orden. Partir de los hechos, de los datos y las cifras, para santificarlos y respetarlos. Los hechos son los que son, no están a debate. Pero las opiniones sí son libres y las van a escuchar aquí». Efectivamente, así fue, con un formato muy diferente al de las tertulias y tertulianos de turno, opinadores mayores del Reino, porque los allí presentes eran personas que a través de sus profesiones han dado señas de identidad de rigor técnico y buen hacer público. La sinopsis oficial del programa no deja tampoco lugar a dudas: “Análisis en profundidad de los temas que marcan la actualidad informativa, con la participación de expertos, para que la audiencia tenga todos los elementos necesarios para formarse su propio criterio. Cada semana, Las Claves del siglo XXI tratará dos temas en profundidad con una mesa de expertos y reconocidos especialistas en los asuntos que se aborden. Profesionales que saben de lo que hablan y que hablan de lo que saben. En cada programa participarán los directores de periódicos, que irán rotando cada semana, y habrá además una entrevista en profundidad con un personaje destacado de la actualidad”.

El programa acompañará cada tema de reportajes para ilustrar y contextualizar, es decir, aportará información antes de analizarlo con los especialistas. Habrá, además, conexiones en directo con redactores y corresponsales.

Se trataron asuntos de gran interés social, comenzando por el problema actual de los negacionistas de la vacuna de la COVID-19, con una pregunta que está en el sentir de la mayoría de la población española: «¿Qué prima, su libertad individual, su derecho individual o la salud pública? ¿Hemos de hacer obligatoria la vacuna?». Lo importante es que la distribución de los participantes en el plató dejó claro que una cosa es la realidad técnica y científica de lo que pasa en la sociedad y otra cómo se traslada a la población a través de los medios de comunicación, representados allí por los directores de El País y La Vanguardia, Pepa Bueno y Jordi Juan, respectivamente. Los datos fueron bien tratados y representados gráficamente en un esfuerzo de síntesis y claridad expositiva absolutamente encomiable. Personalmente, me quedó claro que sí hay instrumentos jurídicos para obligar a la vacunación general, mediante una Ley Orgánica y que es preferible que sobre el 10% de la población española que actualmente manifiesta su posición contraria a vacunarse, con varios matices,  se utilicen todos los medios posibles educativos y persuasivos antes de recurrir a la ordenación jurídica tan taxativa ante derechos fundamentales.

De los restantes asuntos tratados, la exclusión social, el conflicto entre Rusia y Ucrania y el negocio de la desinformación, quiero hoy hacer especial hincapié el que siguió a continuación de la vacunación, que se centró en el impacto que ha tenido la pandemia en la sociedad española en función de la renta, apoyado por el informe de Cáritas-FOESSA,  Sociedad expulsada y derecho a ingresos, que personalmente traté en este cuaderno digital en octubre de 2021, fecha en que se presentó a la sociedad española. El editorial de aquél informe no dejaba duda alguna sobre la gravedad de la situación actual de la pobreza severa en España, con el agravante de la pandemia: “Esta crisis sanitaria ha dejado tras de sí una profunda huella. Más allá del esperable incremento de la exclusión y la pobreza, el resultado más grave se traduce en el ensanchamiento de la exclusión social, sobre todo entre aquellas personas y familias que acumulan más dificultades de integración. Este proceso supone un vertiginoso incremento de la exclusión social más severa en un periodo de poco más de un año y medio. Este considerable aumento del segmento más grave de la exclusión supone que dos millones de personas se han sumado a los cuatro millones que habitaban este espacio social antes de la llegada de la pandemia. Esta tendencia nos advierte de que, aunque durante las crisis se produce un rápido incremento de la exclusión, la posterior llegada de periodos de recuperación y crecimiento económico no suponen un rápido descenso de dichos niveles de exclusión. Por lo que en las últimas décadas se ha constado que la facilidad para caer en la exclusión cuando hay crisis se transforma en dificultad para salir de ella incluso en los periodos de bonanza. Una realidad que nos recuerda la necesidad de repensar el modelo social y relacional, el modelo económico y de redistribución, así como los valores sobre los que asentar nuestra convivencia, de forma que podamos evitar la cronificación de las situaciones de pobreza y exclusión social”. El dato más claro es que 11 millones de personas se encuentran en situación de exclusión social en España, de las cuales seis millones de ellas se encuentran ya en exclusión severa, lo que ocasiona un empeoramiento generalizado de los niveles de integración para el conjunto de la población”.

Creo, en esta ocasión, que lo allí expuesto se podía haber tratado de forma más profunda, a pesar de la presencia del presidente de Cáritas, al que entrevistó el presentador, porque los datos son exhaustivos y de una dureza digna de que se le preste con urgencia la máxima atención, en un debate que siempre deberíamos abrir al aproximarnos a esta realidad: la dialéctica entre lo que debe hacer el Estado de Bienestar y lo que deben atender las Organizaciones No Gubernamentales en el mismo sentido. En este momento, además, con una oportunidad de ética pública excepcional como es la extensión masiva del Ingreso Mínimo Vital, con resultados decepcionantes a la fecha en que escribo esta líneas y tal como he expuesto recientemente en este medio, en el artículo ¿Qué pasa con el Ingreso Mínimo Vital?, con datos que revelan que algo no funciona bien en la atención pública a la exclusión y a la pobreza severa: “Más de dos tercios de los hogares en pobreza severa no lo han solicitado (el 67,8%). Es importante resaltar también que un 6,2% de hogares lo han intentado, pero han encontrado barreras para realizar el trámite de forma presencial o telemáticamente. Finalmente, tan solo el 25,9% de los hogares en pobreza severa han conseguido realizar el trámite con éxito. Un 15,6% lo ha solicitado telemáticamente y un 10,3% de forma presencial. Es preciso y urgente corregir las principales trabas del acceso al Ingreso Mínimo Vital, que excluye a determinados hogares y personas que mejorarían sus condiciones de vida si tuviesen esta prestación, siendo introducidas algunas modificaciones en su normativa actual, y reconociendo que este instrumento de protección social constituía una necesidad y una demanda previa a la llegada de la crisis sanitaria”.

Bienvenido sea este programa y su futuro inmediato. Necesitamos que la radiotelevisión pública haga un esfuerzo para que la información de lo que pasa en este país se pueda tratar de forma sosegada y con datos y profesionales que avalen lo que se trate cada semana. Los medios de comunicación no son inocentes y ante tanta noticia falsa y periodismo ramplón, es una bocanada de viento fresco que lleguen a nuestros hogares programas como el de anoche. Además, la radiotelevisión pública cuenta con profesionales muy cualificados, como se pudo comprobar anoche en las conexiones con los reporteros y corresponsales en el país y fuera de él, que ofrecen garantías plenas de su calidad informativa. Creo que no hay que estar tan preocupados y obsesionados por el share (la cuota de pantalla) , que también, sino por alcanzar resultados de dígitos éticos en la prestación de servicio público que atienda el mayor interés general y posible de la ciudadanía en su necesidad de conocer bien y debatir lo que le pre-ocupa [sic] y en cuidar el entretenimiento digno y responsable, así como la educación integral que siempre debe estar presente en cada actividad pública y en la cultura individual o colectiva que la sustenta.

Creo que la sociedad española merece una televisión diferente, empezando por la televisión pública, cuyo Código Ético (28 de agosto de 2019) deberíamos conocer todos los ciudadanos de este país, con una misión, visión y unos valores que se deberían divulgar al máximo y defender hasta sus últimas consecuencias por parte de las personas que no queremos aceptar los principios de la telebasura, ni los que dicta la dictadura de Mercado en determinadas televisiones privadas. Una Misión, en la que “RTVE responde al carácter de empresa de servicio público, por lo que debe ofrecer una información rigurosa, independiente y plural, así como un entretenimiento de calidad; fomentar el debate, la innovación y la creación; y apoyar la difusión de las artes, la ciencia y la cultura. Todo ello bajo las premisas de cohesionar y dar cauce a la participación. Una Visión que Desde su función de servicio público, RTVE tiene siempre como horizonte ser el medio de comunicación de referencia en España. Para ello, acerca las identidades nacional y autonómica a todos y cada uno de los españoles. Desde una visión global, realiza el trabajo con un criterio estrictamente profesional y difunde los valores constitucionales. Y, finalmente, unos Valores mediante los queRTVE defiende y promueve en su programación los valores constitucionales, especialmente los de libertad, igualdad, pluralismo y tolerancia, sobre los que se asienta la convivencia democrática. Sus valores los marca la Ley y se reflejan en su actividad.

A lo anterior hay que agregar los “principios de conducta” porque ante lo que está pasando en la realidad, “RTVE considera que la confianza de los ciudadanos, clientes, proveedores y colaboradores externos, así como del entorno social en el que desarrolla su actividad, se fundamenta en la integridad y responsabilidad en el desempeño profesional de cada uno de sus empleados. La integridad se entiende como la actuación ética, honrada y de buena fe. La responsabilidad profesional se entiende como la actuación proactiva, eficiente y enfocada a la excelencia, la calidad y la voluntad de servicio”. Excelente reflexión televisiva de carácter público.

Estoy convencido de que tenemos con este programa una oportunidad de reinterpretar de forma más amable unas palabras de Lope de Vega que nunca he olvidado: «Si el vulgo es necio, es justo hablarle en necio para darle gusto”, que leí en una ocasión en una obra de Gustavo Bueno sobre la televisión basura, porque hoy, con una televisión pública y digna, respetando los principios de conducta enumerados más arriba, podríamos afirmar que «Si el vulgo es digno, es justo hablarle y contarle cosas sobre lo que está pasando de forma digna para darle gusto”.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

“Archivo de creadores” o cuando nada da igual en la cultura

Sevilla, 21/I/2022

Creo que en un país como el nuestro, con la memoria frágil y de piel muy fina, descubrir una isla desconocida en el mar proceloso de la cultura, como misión clara de este blog y de cuyo nombre quiero acordarme ahora, Archivo de creadores, me permite decir que es un proyecto precioso de La Fábrica, que se debe divulgar a los cuatro vientos: “un proyecto documental ideado para conservar y transmitir el legado de las personas más valiosas de la cultura española. Artistas, cineastas, escritores, actores, arquitectos, cocineros o filósofos, a través de su propia imagen y con sus propias palabras. En esta primera temporada nos acompañan los cineastas Isabel Coixet y Fernando Trueba, el artista plástico Antonio López, el cocinero Juan Mari Arzak, los arquitectos internacionales RCR Arquitectes y Patricia Urquiola, el fotógrafo Alberto García-Alix o el escritor Antonio Muñoz Molina, donde nos hablan de sus experiencias vitales, sus procesos creativos y su visión del mundo”.

¿Cuál es la idea original de La Fábrica?: “La Fábrica desarrolla, desde la iniciativa privada, proyectos culturales contemporáneos vinculados a la creatividad, el diseño y las artes que aportan valor a la sociedad. Desde el rigor y el humanismo de un equipo de profesionales que desarrollan proyectos experienciales que atraen cada año a más de dos millones de personas. Con la implicación de creadores de todas las disciplinas artísticas y la colaboración de decenas de instituciones y marcas. Me interesa destacar que es un proyecto que desde 1995 manifestó su compromiso de crear también una editorial que reuniera a los mejores artistas de la historia y de nuestro tiempo: “Movidos por nuestro lema, Nada da igual, publicamos -obsesionados con la calidad- libros y revistas singulares que conforman un fondo editorial de pequeños ensayos, grandes catálogos de arte y exquisitos libros de fotografía. La Fábrica edita más de 40 títulos anuales dedicados a la fotografía, el arte, la literatura, las ideas y la creación. También publica las obras de centros de arte como el Museo Guggenheim de Bilbao o el Museo Picasso de Barcelona, y realiza libros por encargo para fundaciones, instituciones y empresas comprometidas con la cultura, la creatividad y el diseño. Asimismo, edita la revista Matador, una de las publicaciones más exquisitas del mundo. Un objeto de culto para el público interesado en la creación, las artes y las tendencias”.

En el proyecto Archivo de Creadores, se dice que el legado de las personas que intervendrán en él será “un testimonio para nuestro tiempo y para el porvenir”. Creo que es importante conocer este proyecto, que comienza con ocho documentales de las personas citadas, creadores por excelencia en diversa ramas del arte que, según Antonio López, es lo que queda. Tengo debilidad por su pintura, como se puede demostrar a lo largo de los años en mis artículos sobre él en este cuaderno digital, que La Fábrica lo presenta como “pintor y escultor, un artista trascendental en el arte español del último siglo. Fiel a su propio mundo y alejado de las modas, su arte forma parte de las colecciones de los grandes museos del planeta -entre ellos el MoMA de Nueva York, el Pompidou de París o el Reina Sofía de Madrid- y atrae a un público que conecta con su sensibilidad para reflejar una realidad desnuda, quieta y silenciosa”.

Voy a seguir el proyecto con detalle. Me quedo con la reflexión de Antonio López en el tráiler de presentación: “el arte está por encima de todo, de las creencias; el arte es algo sagrado, es lo que queda”. La realidad que pinta maravillosamente Antonio López es terca cuando la situamos en el marco de la temporalidad, porque es verdad que todo fluye y nada permanece, porque cada cosa tiene su tiempo y cada tiempo su momento. Incluso en el arte. En el caso de Antonio López, como su propio nombre anuncia, todo es sencillo en él, tal y como ya he hablado de él en este cuaderno digital: su pintura realista, la escultura viva hasta la muerte, inacabadas, los dibujos en blanco y negro, gracias a su tío maestro de Tomelloso. Su forma de ver la vida a través del color del membrillo, paciente hasta la extenuación para que no se escape nada de lo rutinario, de lo cotidiano que verdaderamente es porque está ahí, pendiente de que alguien lo capte. Un trabajador del arte, que se siente ahora más libre que cuando era joven, que le ha costado mucho llegar a algo parecido a la estima por la vida y por él mismo, que el camino ha sido complicado y que ha sido doloroso hacerse a sí mismo. Una persona de alma grande, en un modo de vivir y ser muy sencillo. Como una pintura inacabada para mí, que inicié en 2005, una copia de sus lirios y hojas verdes en un patio muy particular, que no pretenden decir nada más que sus pinceles pintan la vida con un realismo mágico que no te permiten perder detalle alguno de lo que pasa, de lo que ocurre, de lo que las personas sienten. Sencillez y maestría en estado puro. En mi caso, en los lirios citados, inacabados hasta hoy, esperando que algún día, como Schubert en su famosa Sinfonía nº 8, D.759, «Inacabada», pueda expresar en trazos de color lo que llevo dentro de mi persona de secreto.

Es verdad que nada me da igual en la cultura y recoger en este cuaderno digital el proyecto Archivo de creadores, con Antonio López dentro, lo demuestra de forma fehaciente. Su arte es lo que me queda, al igual que su palabra.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

Un cerdo en el Jardín de Epicuro

Augusto Monterroso (Tegucigalpa, 21 de diciembre de 1921- Ciudad de México, 7 de febrero de 2003)

Sevilla, 20/I/2022

Llevamos más de tres semanas en las que los cerdos son los grandes protagonistas de este país, sin olvidar a otros animales compañeros de su triste viaje vital, por su hábitat indeseable en las macrogranjas, no en las dehesas de encinas de toda la vida, aunque ellos, según me cuentan, están muy interesados con el debate, porque bastante sufren con su trato industrial, a veces inhumano, gracias al todopoderoso Mercado y a su Industria. Lo que verdaderamente desean es que los dejen en paz en su territorio natural, tratados como se merecen, como los vi una vez revolcarse y hozar en una pequeña dehesa de la sierra de Huelva, ante la mirada de su dueño, que vareaba las encinas con sumo cuidado para que tuvieran la alimentación adecuada. Si los cerdos hablaran otro gallo cantaría, por seguir fabulando, que algo queda.

Estando en estas cuitas, he recordado una fábula de Augusto Monterroso, El cerdo de la piara de Epicuro (1), porque he encontrado en ella una clave para comprender mejor al ganado porcino, en general y a cada cerdo en particular. Dice así Monterroso:

En una quinta de los alrededores de Roma vivía hace veinte siglos un Cerdo perteneciente a la famosa piara de Epicuro.

Entregado por completo al ocio, este Cerdo gastaba los días y las noches revolcándose en el fango de la vida regalada y hozando en las inmundicias de sus contemporáneos, a los que observaba con una sonrisa cada vez que podía, que era siempre.

Las Mulas, los Asnos, los Bueyes, los Camellos y otros animales de carga que pasaban a su alrededor y veían lo bien que era tratado por su amo, lo criticaban acerbamente, cambiaban entre sí miradas de inteligencia, y esperaban confiados el momento de la degollina; pero entre tanto él de vez en cuando hacía versos contra ellos y con frecuencia los ponía en ridículo.

También se entretenía componiendo odas y escribiendo epístolas, en una de las cuales se animó inclusive a fijar las reglas de la poesía.

Lo único que lo sacaba de quicio era el miedo a perder su comodidad, que tal vez confundía con el temor a la muerte, y las veleidades de tres o cuatro cerditas, tan indolentes y sensuales como él.

Murió el año 8 antes de Cristo.

A este Cerdo se deben dos o tres de los mejores libros de poesía del mundo; pero el Asno y sus amigos esperan todavía el momento de la venganza.

En el debate actual, donde la inteligencia porcina brilla por su ausencia, hemos olvidado que el ejemplo del cerdo de Epicuro debería enseñarnos a mantener los silencios necesarios cuando no conocemos su vida interior, porque demostraba ante el mundo que era bastante más inteligente que sus adversarios y detractores. Todo estribaba en que su amo lo trataba muy bien, cosa que hoy es una asignatura pendiente en determinadas experiencias industriales con ellos, lo que los lleva a hozar en terreno propicio, alimentados por las barbaridades que tienen que escuchar a su edad y a esta altura de la historia. Aquél cerdo se entretenía escribiendo poesías, una antítesis aparente del mundo porcino y cuidaba mucho que no le sacaran de su zona de confort, es decir, tenía muy claro que de macrogranjas ni hablar. Por algo la historia nos recuerda una frase antológica de Horacio (65 a. C.) en su Epístola (carta) a Alpio Tibulo (Ep. I 4, 16), para los que aman la vida y el placer de ser felices: soy “un cerdo de la piara de Epicuro” (Epicuri de grege porcum), es decir, los que frecuentaban el jardín de su casa en Atenas, donde él enseñaba a sus alumnos la doctrina del placer austero, un lugar al que asistían también mujeres y esclavos, un auténtico escándalo para su época, convirtiéndose en auténticos cerdos en la granja-jardín de su maestro. 

Creo que todo se ha confabulado para demostrar ante el mundo que con este tipo de animales no hay que tener consideración alguna. El Mercado tiene la palabra. Ha llegado el día de la gran venganza de las Mulas, los Asnos, los Bueyes, los Camellos que nos rodean y, eso, el ministro de consumo lo sabe.

(1) Monterroso, Augusto, Cuentos, fábulas y lo demás es silencio, 2003, Madrid: El País.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

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