Elecciones al Parlamento de Andalucía 2022 / 7. La corrupción de la mente daña de forma irreversible a la democracia

Emilio Lledó

Me preocupa la corrupción mental, que un ignorante con poder determine nuestra vida, ante la que hay que vacunarse urgentemente.

Emilio Lledó

Sevilla, 28/V/2022

Sigo muy pre-ocupado (así, con guion) con las próximas elecciones al Parlamento de Andalucía. En este contexto, recurro habitualmente a mi clínica del alma, es decir, a mi biblioteca, para intentar reabsorber lo que detesto, y cada día más, como corrupción de la mente y su impacto en la democracia actual. Entre mis libros más queridos en la actualidad está uno del filósofo y paisano Emilio Lledó, Sobre la educación, en el que figura un artículo precioso, Juan de Mairena, una educación para democracia, en el que hace una advertencia sobrecogedora sobre la corrupción de la mente: “Sorprende que con el enorme y tal vez desmesurado retumbar de las noticias sobre corrupción, no se haya entrevisto la peor de las corrupciones, mucho más grave aún que la de la supuesta apropiación de bienes ajenos o la utilización de la venta de los bienes públicos para engordar los privados. Me refiero a la corrupción de la mente, a la continua putrefacción de la conciencia debida, entre otras monstruosidades de degeneración mental, a la manipulación informativa. Estas corrupciones no son instantáneos desenfoques de la visión. Al cabo del tiempo esos manejos en nuestras inermes neuronas acaban por distorsionarlas, desorientarlas y dislocarlas. Difícilmente podrán hacer ya una sinapsis, una conexión pertinente y correcta” (1).

El daño al denominado principio de confianza debida en democracia representativa, es un ejemplo muy clarificador de la corrupción mental por la manipulación informativa que se pueda recoger en letra impresa en los programas políticos y en las intervenciones públicas de sus líderes en mítines, tertulias, comparecencias en ruedas de prensa y en mensajes explícitos en redes sociales, como podemos constatar ya en la etapa preelectoral en la que estamos inmersos. La manipulación permanente mediante compromisos falsos acaba “distorsionando, desorientando y dislocando” las creencias de los votantes. Es por lo que en pleno retiro voluntario pido, con profundo respeto ciudadano, que se ponga una especial atención a no corromper la mente de las personas que pertenecemos al club ciudadano de las personas dignas, que somos millones en este país. Estamos acostumbrados a votar sin conocer con detalle el contenido de los programas políticos y luego vienen los escándalos farisaicos cuando denunciamos que no se cumplen determinados aspectos de los mismos, porque lo que allí se prometía no era verdad, se falseaba su auténtica razón de ser y estar en el programa político correspondiente. Es imprescindible conocerlos al detalle con anterioridad al voto, para conocer la posibilidad real de cumplimiento de su verdad o mentira intrínseca, pero también acusan un desgaste en su formulación, porque la participación real e identitaria en la redacción de los mismos, casi siempre es delegada en las siglas y en representantes que desconocemos. Las nuevas tecnologías y las redes sociales deben y pueden tener ahora un papel fundamental en estas formulaciones, es decir, en la participación real y efectiva de los militantes y de los llamados “simpatizantes” o personas en general con creencias en la redacción de los programas políticos correspondientes.

En el marco de lo expuesto anteriormente sobre corrupción de la mente, hago de nuevo una llamada de atención a los partidos de izquierda sobre todo, pero también a todos los que participen en los próximos comicios, que lo harán gracias a la democracia, porque hasta que cambien las leyes actuales hay que blindar la defensa constitucional actual de la democracia representativa que la participación de la ciudadanía debe cuidar hasta extremos insospechados. Para ello, es necesaria la educación en valores ciudadanos, que no se improvisan sino que son el resultado de una educación personal, familiar y social, constantes en el tiempo. Por extensión, educación política. La participación ciudadana, organizada, es la respuesta, pero dejando abierta la posibilidad de generar liderazgos que arrastren conciencias humanas bien informadas, a veces en minorías o mayorías silenciosas o ruidosas, que después se llamarán votos. La educación política es la única fuerza capaz de contener la corrupción política de la mente.

Comprendo muy bien por qué Emilio Lledó adjunta una referencia de Juan de Mairena, el heterónimo de Antonio Machado, al texto recogido al comienzo de estas palabras: “Por debajo de lo que se piensa está lo que se cree, como si dijéramos en una capa más honda de nuestro espíritu. Hay personas [hombres, en el original] tan profundamente divididas consigo mismo, que creen lo contrario de lo que piensan. Y casi -me atrevería a decir- es ello lo más frecuente. Esto debieran tener en cuenta los políticos. Porque lo que ellos llaman opinión es más complejo y más incierto de lo que parece. En los momentos de los grandes choques que conmueven fuertemente la conciencia de los pueblos se producen fenómenos extraños de difícil y equívoca interpretación: súbitas conversiones, que se atribuyen a interés personal, cambios inopinados de pareceres, que se reputan insinceros, posiciones inexplicables, etc. Y es que la opinión muestra en su superficie muchas prendas que estaban en el baúl de las conciencias”.

En los momentos que vivimos de tanta corrupción mental, nos hacen falta personas como Emilio Lledó, que nos recuerden que la palabra es un medio político inalienable para construir nuestras casas, nuestras ciudades, nuestras amistades, nuestras familias, nuestro trabajo, nuestra ideología, tal y como nos lo recuerda siempre Aristóteles en un texto muy querido para este autor: “Pues la voz es signo del dolor y del placer, y por eso la poseen también los demás animales, porque su naturaleza llega hasta tener sensación de dolor y de placer e indicársela unos a otros. Pero la palabra es para manifestar lo conveniente y lo perjudicial, así como lo justo y lo injusto. Y eso es lo propio del hombre frente a los demás animales: poseer, él sólo, el sentido del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto, y de los demás valores, y la participación comunitaria de estas cosas constituye la casa y la ciudad” (2).

El contrato social de cada ciudadano con la política que impera nos recuerda la conveniencia de estar vacunados contra la epidemia de intromisión en nuestra inteligencia social, que también existe. Comprendo mejor que nunca la reflexión de Emilio Lledó que abre estas palabras y que tampoco olvido: Me preocupa la corrupción mental, que un ignorante con poder determine nuestra vida, ante la que hay que vacunarse urgentemente. Sencillamente, porque no somos idiotas, ni nos conformamos con que nos entreguen una flor en plena discordia. Creo que ha llegado el momento de entrar con un buldócer ético en la sociedad y remover los grandes planteamientos sociales en los que estamos instalados. Es necesario, por tanto, comenzar a hablar de legalizar nuevos contratos sociales donde la responsabilidad política del Gobierno correspondiente y de la ciudadanía tengan un papel protagonista en los cambios copernicanos y prioritarios que se tienen que abordar con urgencia ética y social. Todo lo demás es seguir normalizando lo indeseable e imposible que no beneficia a nadie. Ya lo dijo el torero El Guerra: lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible.

Todo lo expuesto anteriormente es válido cuando estamos convencidos de que lo más importante en la sociedad es perseguir el interés general frente al individual y que la corrupción política es el enemigo público número uno a combatir, porque cuando entra en la sociedad no deja títere con cabeza, todo se corrompe y nos lleva a un conformismo terrible. La tentación es huir hacia adelante, hacia ninguna parte, pero hay que vencerla, porque queramos o no, necesitamos defender la democracia como la mejor forma de compartir la vida. Ante la decepción por lo que ocurre con la situación política actual en el país en determinados partidos políticos de ultraderecha o liberales extremos, con sus representantes incluidos obviamente, es posible que caigamos en la tentación de acudir a Góngora para que nos explique hoy esta situación a través de su famosa letrilla rediviva, «Ándeme yo caliente, ríase la gente»: Cuando cubra las montañas / De blanca nieve el enero, / Tenga yo lleno el brasero / De bellotas y castañas, / Y quien las dulces patrañas / Del Rey que rabió me cuente, / Y ríase la gente. […] Busque muy en hora buena / El mercader nuevos soles; / Yo conchas y caracoles / Entre la menuda arena, / Escuchando a Filomena (1) / Sobre el chopo de la fuente, / Y ríase la gente. Porque lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible, por mucho que ante la falta de ética personal y colectiva, con su poso político correspondiente, determinados partidos políticos quieran normalizar lo indeseable en términos individuales y sociales, para convertirlo todo en un barrizal y en un auténtico mundo al revés sin contrato social alguno, que lleva irremisiblemente al ocaso de la democracia, sin mezcla de bien común o interés general alguno.

(1) Lledó, Emilio (2018). Sobre la educación. Barcelona: Penguin Random House Grupo Editorial, p. 127.

(2) Aristóteles (2000). Política. Madrid: Biblioteca Básica Gredos, 1253 a.

(3) “Filomena” era la denominación de “la hembra del ruiseñor” en tiempos de Góngora (ver el Diccionario de Francisco Sobrino (1705), en el Diccionario nuevo de las lenguas española y francesa. Bruselas: Francisco Foppens, p. 182,3).

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

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