El ´Guernica´ no debería ser un fondo fotográfico para la OTAN

Picasso, Guernica, 1937 (1 de mayo-4 de junio, París)

Sevilla, 30/VI/2022

Al ver ayer la fotografía oficial de la Agencia EFE, de las parejas de los mandatarios que asisten a la Cumbre de la OTAN en Madrid, junto al Guernica, en el Museo Nacional, Centro de Arte, Reina Sofía, reconozco que me conmovió y conturbó internamente, porque no creo que haya sido oportuno, socialmente hablando, que figure como fondo de un encuentro en el que se trata de asuntos de defensa armada, en un marco belicista y de maquinaria de guerras, con una llamada de atención a la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Personalmente, sigo sin olvidar hoy a los niños y niñas de Guernica, a los que vi jugar una tarde de agosto de 2018 en sus aceras, hablando en euskera, con aires de libertad, en paz, en una visita a esa localidad inolvidable. También, resuena todavía en mi conciencia el terrible bombardeo que sufrió, simulado en una representación de “la habitación de Begoña” que se muestra en el Museo de la Paz. Lógicamente, comprendo una vez más que el cuadro pintado por Picasso sobre lo ocurrido en Guernica no está pintado para decorar apartamentos, sino para alertar constantemente a almas inquietas, porque es un instrumento de guerra ofensiva y defensiva contra el enemigo, que acecha en tácticas cuidadas para acosar y demoler la democracia. Estas palabras de Picasso las recupero hoy de nuevo contemplando el Guernica con admiración aristotélica, con la que está cayendo en el mundo, en este país también, porque el fascismo siempre acecha y desea entrar por los resquicios de la democracia y la libertad. Nunca he querido desprenderme de mi litografía del Guernica, comprada hace ya muchos años en el Casón del Buen Retiro, su primer alojamiento en España después de la dictadura, a pesar de mis turbaciones y mudanzas asociadas, desoyendo a Ignacio de Loyola. Cada vez que lo contemplo, intento comprender su mensaje, tanto implícito como explícito. Lo que me duele todavía hoy es haber crecido sin conocer nada de su existencia, porque la Autoridad Competente de mi época, Militar por Supuesto, prefería ignorarlo junto a su autor, proscrito hasta la saciedad por una de las dos Españas, la de toda la vida, que todavía se añora por muchos, mientras la otra seguía y sigue, a veces, teniendo helado el corazón.

Creo, sinceramente, que el Guernica original no está pintado tampoco como fondo de una fotografía en una visita turística de parejas de mandatarios que asisten a la Cumbre de la OTAN en Madrid, donde más de uno tiene decisiones belicistas que callar, porque Picasso lo pintó como un instrumento de guerra ofensiva y defensiva contra el enemigo que acecha en tácticas cuidadas para acosar y demoler la democracia. El cuadro se pintó para alertar a almas inquietas y como un alegato contra todo tipo de guerras y estructuras de poder armamentístico. Esa frase, en cursiva, la leí exactamente así en la portada de un libro en espera paciente de ser vendido en mi librería habitual de calle, en una mañana del verano de 2018. Así hablaba Picasso sobre el Guernica, que pintó en 1937, por encargo de la República para el Pabellón de España de la Exposición Universal de París de ese mismo año, transmitiéndonos una forma diferente de interpretar el arte y la cultura. Es verdad que es una expresión en un contexto definido y con resonancias múltiples al contemplarlo hoy en cualquier espacio de nuestras casas. A mí me ocurre cada vez que lo observo en su pared azul de la mía, habiéndome acompañado siempre en el largo camino del timbo al tambo de la vida. Probablemente porque su resonancia me recuerda que no está ahí como oscuro objeto de decoración sino como revulsivo para vidas quietas ante el enemigo que acecha por todas partes.

Picasso nos legó una pintura plagada de preguntas a través de mujeres, niños y animales que sufrieron aquel bombardeo el 26 de abril de 1937. Hay pocos hombres, solo el mensaje explícito de que esos hombres son, a veces, sólo lobos para el hombre, en una reinterpretación de la mítica frase de Hobbes: homo homini lupus (el hombre es un lobo para el hombre). En este cuadro se representa la verdad expresa de la guerra y el sufrimiento que siempre conlleva, sobre todo para los más débiles, mujeres, niños, discapacitados y personas mayores. Nos debería servir hoy, cuando asistimos al terrible asedio de Ucrania, para convertirnos en militantes de la paz, de cualquier paz que se deba defender en los círculos donde somos y estamos, sobre todo cuando se lucha con dignidad por otro mundo mejor y posible.

En mi última visita al Museo Nacional, Centro de Arte, Reina Sofía, en septiembre de 2021, compré un marcador de páginas en el que figuraba un pequeño ramillete de flores pintadas por Picasso, como recuerdo. Niños y niñas de Madrid, como en cualquier lugar de España, también jugaban en sus aceras con los mismos aires de lo que vi en Guernica en 2018, a pesar de todo. Recordé personalmente, después de haber contemplado el Guernica y haberme despedido de Picasso, que aquél trágico 26 de abril de 1937 fue una lección para la humanidad sobre el sinsentido de las guerras. Para que no se olvide en tiempos de paz y guerras ni siquiera un momento. Para que tampoco lo olvide la OTAN. Por ello, mi agradecimiento permanente y vivo a Picasso, pintor de la paz y su memoria activa.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓNJosé Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

Jean-Louis Trintignant cumplió el sueño de los años más bellos de su vida

Jean-Louis Trintignant (1939-2022) / RTVE, Noticias

Sevilla, 29/VI/2022

El pasado 17 de junio falleció el actor francés Jean-Louis Trintignant, al que he dedicado artículos de elogio en este cuaderno digital en los últimos años, fundamentalmente por películas que me impactaron mucho en mi juventud y en la actualidad, como persona mayor, a través de Il sorpasso ( 1962) y Los años más bellos de una vida (2019). El cine es una isla conocida en mi vida, que siempre me lleva a otras por conocer, por su inagotable misión de acompañarme en singladuras continuas, viajando siempre hacia alguna parte diferente, frecuentando el futuro, en una búsqueda permanente de sentido a la vida.

Cuando escribí sobre Il sorpasso, dije que esta palabra había calado popularmente en nuestro país, sobre todo en el ámbito político, desde que Julio Anguita, el líder carismático del Partido Comunista de España y de Izquierda Unida en los años ochenta y noventa, la cooptó del partido comunista italiano. Su acepción más clara es “adelantamiento” y junto a “ferragosto” tuvimos la oportunidad en España de asociarlas siempre a través de una película de culto, Il sorpasso (1962), que en este país se tradujo, creo que de forma equivocada, por La escapada, quitándole la fuerza de la palabra en su país de origen. Esta película, una road movie en estado puro, la dirigió Dino Risi y sus dos protagonistas inolvidables fueron Vittorio Gassman y Jean-Louis Trintignant. Un auténtico «capolavoro», como resumen de la mism a en una bellísima palabra italiana, es decir, una obra maestra. Inolvidable el comentario de Bruno (Gassman) al comienzo de la película y recorriendo Roma con su vehículo en pleno mes de agosto: «Está todo cerrado, Roma parece un cementerio”. Más o menos, el tedio de la vida corriente que ahora nos ha llevado al sorpasso más auténtico y real en la vida de Trintignant.

El hilo conductor de aquella película de mi adolescencia en Madrid, es un exponente de la misma vida, de una huida hacia adelante que muchas veces llevamos a cabo cuando estamos desorientados, situación en la que, por cierto, estamos inmersos desde hace bastante tiempo, intentando salir día a día del túnel actual por el impacto permanente de la guerra de Ucrania y los daños colaterales, económicos sobre todo, de la pandemia. Es verdad que, imitando a Vittorio Gassman, podemos salir una tarde cualquiera de nuestra vida en busca de algo trivial para seguir viviendo y encontrar almas cándidas que nos ofrecen una solución inmediata a nuestra necesidad. Llamada telefónica, WhatsApp, redes sociales, cualquier oportunidad de salir fuera de nosotros una vez y volver a la ansiada normalidad existencial sin mezcla de prudencia alguna. Después, podemos acompañar a los dos protagonistas, Bruno Cortona (Vittorio Gassman) y Roberto Mariani (Jean-Louis Trintignant), ocupando una plaza en su Lancia Aurelia B24 Spider, como testigos de cargo de sus aventuras hacia ninguna parte y hasta el fatal sorpasso, al igual que nos puede ocurrir en la vida ordinaria, porque la huida hacia adelante no suele traer nada bueno. En el fondo, es el escapismo que vimos tantas veces practicar a Anthony Blake, un profesional de esta suerte de magia.

Un diálogo de la película, escogido por mí, resume bien el sentido metafórico del sorpasso italiano: “Parece que estamos en Inglaterra”, dice Bruno (Trintignant), a lo que contesta Roberto (Gassman): “¿por la campiña? “No, es que viajamos siempre por la izquierda…”, responde finalmente Bruno. Los sorpassi permanentes e imposibles de la película, con el trato vejatorio a las personas y vehículos a los que adelantan los protagonistas, son el reflejo de los adelantamientos innecesarios, peligrosos y suicidas de la vida, en una alocada huida hacia adelante. El principio de realidad debe ser aplicado siempre y Bruno, a pesar de su juventud, lo sabe: “Cada uno de nosotros tiene un recuerdo fallido de la infancia. ¿Sabes por qué siempre decimos que fue la época más hermosa? Porque en realidad ya no la recordamos como era”. Una de las razones para la huida del tedio de la vida con adelantamientos (sorpassi) arriesgados y peligrosos en el caminar diario que, al igual que en esta película de Gassman y Trintignant, pueden tener un final muy triste.

Hoy, al recordar de nuevo a Trintignant, quiero compartir con él un momento mágico de la película de Claude Lelouch, Los años más bellos de una vida (2019), rodada cincuenta y dos años después de su antecesora, Un hombre y una mujer (1966), con el trío de ases, Trintignant, Aimée y Lelouch, en el que los protagonistas resumen qué ha pasado en sus vidas e intentan detener el tiempo con una autofoto (selfi), palabra que no existía cuando tenían cincuenta años menos, en el marco tan querido de la playa de Dauville de fondo, donde habían transcurrido momentos para no olvidar hace ya mucho tiempo. Vi en su momento la película que motiva este estreno en España y la recuerdo casi plano a plano. Era muy joven, pero el amor me parecía posible incluso en experiencias extramatrimoniales como la de la película, en una España que helaba el corazón de quienes las vivían, porque no eran confesables. Comprendí bien el hilo conductor de la película, aunque casi no podía comentarla en su lado positivo porque el régimen estaba en todas partes. Es una mujer la que cincuenta años atrás había dicho “Te quiero”, un amor prohibido que asusta al hombre al que va destinado ese escueto mensaje. Era una mujer la que había tomado la iniciativa en un mundo tan cicatero, plagado de prohibiciones y controles del alma.

Cincuenta y dos años después, comprobé cómo ha avanzado el país en libertades. Hoy está integrado el argumento de fondo y todos comprendemos que dos personas mantengan en su persona de secreto el amor de juventud, sobre todo si fue verdadero. Quizá se deba a que Lelouch quiso dejar claro, plano a plano, el hilo conductor de la película resumido en una frase de Víctor Hugo: los mejores años de la vida son aquellos que aún no se han vivido. La película nos transmite realidades muy duras en la vida de las personas mayores: la enfermedad del olvido selectivo o Alzhéimer, la vida en común obligada cuando se vive en una residencia de mayores, la ausencia de movilidad en el sentido pleno de la palabra, las ausencias, las fiestas organizadas para alegrarnos la vida incluso cuando lo que se requiere es silencio interior, la soledad acompañada y sonora, los horizonte lejanos, la moviola de la vida disponible en los momentos que determinadas neuronas lo permiten, el amor alojado en neuronas que no se borran, los flashback que circundan la memoria de hipocampo, las sorpresas de quienes nos quieren de verdad. Escuché aquel año, atentamente, a Claude Lelouch en una entrevista cuando habla de la realidad de la mirada, porque los ojos nunca mienten, porque siempre nos queda la mirada de alguien a quien queremos. Ahora, recuerdo como si fuera ayer los silencios de las miradas de Jean-Louis Trintignant y Anouk Aimée en su reencuentro.

Por todas las razones expuestas echo de menos hoy a Lean-Louis Trintignant. Il sorpasso y Los años más bellos de una vida, me permiten soñar de nuevo, hacer viajes casi imposibles, utilizar la tecnología para perpetuar los reencuentros a través de un selfi (autofoto), porque da igual casi todo, excepto el amor verdadero: la autoridad, las prohibiciones, la cicatería en el amor. Los adelantamientos (sorpassi) éticos. Porque siempre quedará París, recorrida de punta a punta gracias a la cámara de Lelouch en un plano secuencia memorable, que utiliza un corto suyo de ocho minutos (Era una cita) para transmitirnos que el mundo solo tiene interés hacia adelante cuando respetamos el amor de cada presente. Incluso en las tinieblas del Alzhéimer, con una banda sonora de fondo gracias a Francis Lai. Incluso con los semáforos en rojo de la vida, sin necesidad de saltárselos o de entrar en calles con dirección prohibida, como vemos en los primeros planos de Il sorpasso. Sobre todo, si alguien nos espera al final de un largo camino y en una cita inolvidable para ser más felices. ¿O no se trata de eso en la vida?

Gracias, Jean-Louis Trintignant, porque al igual que hiciste tú siendo joven y, después, una persona mayor, aprendí de ti a cumplir los sueños de los años más bellos de mi vida. Lo sigo intentando todos los días porque, en este caso y en ambas películas, cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓNJosé Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

Podemos ser leedores del baile flamenco

Seises, Festival Grec, Barcelona, 2 de julio de 2022

Israel Galván baila como respira, aunque a veces nos preguntemos si no se le para el corazón en el fondo de un remate

Georges Didi-Huberman, El bailaor de soledades

Sevilla, 28/VI/2022

Hace tan sólo unos meses escribía en este cuaderno digital sobre una realidad preciosa relacionada con el flamenco, la de los escuchaores, algo que resalté al cumplirse este año, en el próximo mes de junio, el centenario del primer Concurso de Cante Jondo, “canto primitivo andaluz”, tal y como rezaba en el cartel promocional del evento, celebrado en Granada en los días 13 y 14 de junio de 1922, organizado por Federico García Lorca y Manuel de Falla, en nombre y representación del Centro Artístico de la ciudad. Con tal motivo quise hacer un pequeño homenaje a una experiencia sentida por el público asistente al mismo, que García Lorca llevó a versos nacidos en su alma de secreto por el placer de convertirnos en “escuchaores” de esa forma de cantar tan arraigada en el dolor del pueblo andaluz. En dicho concurso no podían participar profesionales del cante, solo aficionados, para promocionar esta forma de expresarse el pueblo andaluz desde su base popular. Federico García Lorca hizo la presentación oficial del Concurso el 19 de febrero de 1922 en nombre del Centro Artístico de Granada, al que la prensa conocía también como la “Simpática Sociedad”, en el que figuraban también otros escritores y poetas contemporáneos, mediante una Conferencia que llevaba por título “Importancia histórica y artística del primitivo canto andaluz llamado cante jondo”, cuyas palabras finales no olvido: “A todos los que a través de su vida se han emocionado con la copla lejana que viene por el camino, a todos los que la paloma blanca del amor haya picado en su corazón maduro, a todos los amantes de la tradición engarzada con el porvenir, al que estudia en el libro como al que ara la tierra, les suplico respetuosamente que no dejen morir las apreciables joyas vivas de la raza, el inmenso tesoro milenario que cubre la superficie espiritual de Andalucía y que mediten bajo la noche de Granada la trascendencia patriótica del proyecto que unos artistas españoles presentamos”. Sé que mi deber como andaluz es convertirme en “escuchaor” de lo que Andalucía canta a través de su dolor, de su quejío.

En este contexto y cumpliendo con la misión de este cuaderno digital, descubrir islas desconocidas que nos llenen el alma de paz interior, transformando la sociedad hacia un mundo mejor, deseo compartir hoy, como leedor y escuchaor de lo que Andalucía baila desde la raíz de flamenco, porque podemos hacerlo desde una perspectiva entusiasta del trabajo de cada día, una vida, lo que sabe hacer y transmitir esta tierra. Efectivamente, ha ocurrido al leer una aventura apasionante que está preparando el bailaor Israel Galván, aquí en Sevilla, un espectáculo con un nombre vinculado íntimamente a esta ciudad y a sus creencias religiosas, Seises:La obra que ahora presenta surge de un movimiento de pies que Galván registra, o más bien ‘roba’, de esos diez niños vestidos con mallas, pantalones abombados, chaquetillas y sombreros aplumados, que tres veces al año realizan, en la Catedral de Sevilla, una danza sacra que tiene su origen en el siglo XV: los Seises. La obra, que se estrena este sábado 2 de julio en el Festival Grec, cuenta además con los más de treinta niños que conforman el coro de L’Escolanía de Montserrat” (1).

Convertirnos en leedores de la vida, al ser amantes de la lectura, según lo expresaba Francisco Sobrino en su Diccionario de 1705, nos hace posible comprenderla en su sentido más pleno. He leído que la música que entreteje su espectáculo está centrada en el músico italiano Domenico Scarlatti y en el Padre Soler, junto a un clavecín que acompaña sus pasos, su taconeo blando sobre un colchón, una nueva forma de transmitir lo que se siente al zapatear sin ruidos añadidos, una nueva forma de expresar el flamenco y “escucharlo” y «leerlo» a través de sus silencios: “En la obra comienzo con un calzado de los Seises y cuando me pongo las botas prefiero bailar en un colchón. Además, no quería pisar la música de Scarlatti. Quería que Scarlatti se me metiera dentro del cuerpo y que la música estuviese sin que yo hiciese ruido”, explica sobre esta obra en la que el músico italiano es medular. Scarlatti formó parte de la corte española de Fernando VI, a la que llegaría en 1729, justamente cuando el entonces infante contrajo matrimonio con la portuguesa Bárbara de Braganza en Sevilla. Momento en que el italiano conocería la música popular andaluza. “En aquellos entonces no había flamenco, pero su música está influenciada por la música de aquí, me recuerda mucho al rajeao de una guitarra. Tiene un ritmo y un aire que me recuerdan al flamenco, más incluso que el piano español o el bolero. Es más jondo. Dicen que Scarlatti se inspiró en los gitanos para su música, eso está escrito. Y yo, cuando veo a la Uchi [bailaora gitana, del elenco del espectáculo] bailar su música, cómo la coge ella a través de los movimientos flamencos que vienen de su familia, ves que casa fácil, natural. Y me digo, “ahí está la prueba de que Scarlatti vio a los gitanos”, explica Galván que ha realizado una selección de piezas del italiano donde “se ven esos acentos, ritmos de bulerías, de solea, de tango”, y sobre las que Galván baila como “un muñequito de reloj”. “Luego está la música del Padre Soler que es más hipnótica, pero es que Scarlatti parece un guitarrista de Jerez”, concluye”.

Sigo viviendo con la esperanza de que el dios que corresponda comprenda qué significa hoy ser andaluz o andaluza en Andalucía, más allá de los que nos llevan al diccionario de uso del andaluz corriente como una sola palabra, cuando lo que necesitamos es una definición urgente como personas con luz interior, pero con un enigma de fuego y nieve dentro, escuchaores y escuchaoras, leedores y leedoras, por definición cuando el pueblo canta, baila y clama a través de sus “palos”, como palabras hilvanadas en la melodía del dolor diario. Como Cernuda soñó un día esperando el alba de su tierra que, muchos años después, seguimos esperando para todos, sobre todo para los que menos tienen y no pueden salir a día de hoy de las jaulas de pobreza en que viven. Casi un millón de parados y otro millón de pensionistas en el umbral de pobreza, sin ir más lejos, que están entre los andaluces que llevan la soledad dentro, tal y como lo expresó Cernuda, nuestro paisano, que siempre soñó con el despertar del alba de la libertad y dignidad en Andalucía: “Sombra hecha de luz, / que templando repele, / es fuego con nieve / el andaluz. // Enigma al trasluz, / pues va entre gente solo, / es amor con odio / el andaluz. // Oh hermano mío, tú. / Dios, que te crea, / será quién comprenda / al andaluz. Con las letras de su cante jondo, desgarrado, al que escucho, leo y veo hoy, con atención reverencial, para seguir luchando y viviendo en pleno siglo XXI: no te creas si te dicen que ya no sufre [Andalucía], mi pueblo, porque aunque los pobres reímos y algunas veces cantamos, la procesión va por dentro (Ricardo Cantalapiedra), porque el quejío del flamenco, como escuchaor y leedor, no resbala por mi piel, sino que la modifica para siempre. He comprendido bien que escuchar el dolor actual de esta tierra es un elogio de la caricia o, si quieren, una exaltación de su impacto en mi alma de secreto, para honra de Andalucía y sus gentes, tal y como lo aprendí de las palabras de García Lorca pronunciadas en Granada hace tan solo cien años, en aquel concurso de cante jondo de 1922.

Hoy, como leedor del nuevo espectáculo de Israel Galván, Seises, que se estrenará el próximo sábado en el Festival Grec, sentiré de nuevo las palabras de García Lorca que permanecen vivas, como si no hubieran pasado cien años desde que las pronunciara en un día inolvidable, situándolas en el contexto actual: “A todos los que a través de su vida se han emocionado con la copla lejana que viene por el camino, a todos los que la paloma blanca del amor haya picado en su corazón maduro, a todos los amantes de la tradición engarzada con el porvenir, al que estudia en el libro como al que ara la tierra, les suplico respetuosamente que no dejen morir las apreciables joyas vivas de la raza, el inmenso tesoro milenario que cubre la superficie espiritual de Andalucía y que mediten bajo la noche de Barcelona [Granada, en el original] la trascendencia patriótica del proyecto que unos artistas españoles presentamos”, que Israel Galván y su Compañía presentan. Te lo agradezco, porque como andaluz, nos ayudas a seguir siendo un enigma precioso al trasluz de tu baile. Como leedor empedernido, sé que el filósofo francés Georges Didi-Huberman, dijo de ti en su obra El bailaor de soledades que bailas como respiras, “aunque a veces nos preguntemos si no se te para el corazón en el fondo de un remate”, partiendo de un hecho irrefutable, las soledades del barroco y las soleares del flamenco, porque cuando Israel Galván baila nos ofrece sus propias soledades, como otras tantas paradojas de la vida, de tal forma que su soledad sonora llega a cada una de las nuestras.

(1) El bailaor Israel Galván ensaya entre talleres de chapa y pintura (eldiario.es). Magnífico artículo que considero imprescindible leer como leedores de la vida y su cultura.

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¿Quién tiene la culpa?

¿Quién tiene la culpa si la paloma sueña ser águila?
¿Quién tiene la culpa de que la flor se muera de espaldas?
¿Quién tiene la culpa de la indiferencia que cierra los ojos para la decencia y los abre grandes a las apariencias
?

Ni yo ni usted ni el vecino, ni siquiera sus parientes, la culpa de todo esto, la tiene la gente (BIS)

María y Federico, ¿Quién tiene la culpa?

Sevilla, 27/VI/2022

La culpa de lo que pasó el viernes 24 de junio en Melilla, día fatídico en el que murieron 37 migrantes -sin certeza plena de lo que verdaderamente ha ocurrido-, que intentaban saltar la valla de Melilla, camino de un mundo mejor a iniciar en España, dicen que la tiene la mafia que trafica con seres humanos y los lleva a este callejón sin salida. No dispongo de toda la información que me permita evaluar lo ocurrido con objetividad plena, pero sobre el papel y las imágenes que hemos visto, las muertes, heridos y palizas por parte de la gendarmería marroquí en las proximidades de la frontera de Marruecos con en Melilla, tienen difícil justificación humana, razón por la cual se pide que desde instancias independientes se analice en profundidad lo ocurrido, sobre todo para que se instaure el modus operandi de los silencios cómplices a todos los niveles institucionales y sociales que podamos imaginar.

Los 133 migrantes que lograron cruzar esa valla maldita, de forma “irregular”, cuentan a través de las rejas del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI), en Melilla, lo que llevan pasado desde hace años, deambulando por África desde sus orígenes subsaharianos, en busca de un lugar donde vivir dignamente. Con una frecuencia enfermiza volvemos a tratar diariamente del largo camino de los subsaharianos en búsqueda de una vida mejor. Lo que ha pasado con estas muertes y la llegada a Melilla de estos 133 migrantes, arrancan compasión y rabia por la injusticia mundial que abre cada día más la brecha de la existencia y convivencia entre los seres humanos. ¿Quién tiene la culpa? Desde luego, no sólo las mafias, ni la gente en general. Sobran las palabras. Quizá tengamos que acudir a la memoria de Augusto Monterroso para repetir a los cuatro vientos una idea que podría pasarnos por la cabeza ante tanta desgracia ajena: Cuando vemos sus caras de dolor en el CETI, no hay duda alguna de que la injusticia humana todavía está allí. Para que esta realidad nos obligue a vivir despiertos al verlos cara a cara.

Lo digo y seguiré diciendo mil veces si hace falta. Me niego a admitir que todos somos iguales respecto de la culpa original de lo que está ocurriendo. Ahora, la culpa de todo lo que se mueve en el mundo la tiene la guerra de Ucrania, como pantalla fácil para los hombres de negro que controlan el mundo. Mañana…, no sabemos. Tenemos un origen común, sin lugar a duda, una condición humana que compartimos, probablemente complicada y compleja, pero muchas personas, millones, no son culpables de nada, porque a esa señora, la culpa, nunca se la han presentado, ni se han quedado con su cara, no la conocen. Los migrantes, tampoco. Unos pocos, vinculados casi siempre a los fondos de inversión y que caben en un taxi, están decidiendo en este momento, en un piso de cualquier rascacielos de Manhattan, por ejemplo, cómo se reparte hoy la miseria del mundo y la respuesta es pulsar un botón para distribuirla, nada más. Esa acción no está al alcance de cualquiera y la mayoría silenciosa o ruidosa mundial no acaba de entender nunca por qué viniendo de donde venimos, ya sean creacionistas o evolucionistas, estamos alcanzando la más alta cota de la miseria actual. Y lo que es peor, con el solo esfuerzo de algunos que han demostrado hasta la saciedad que no son inocentes. De lo que estoy convencido es de que la culpa de todo esto no la tenemos ni yo, ni usted, ni el vecino, ni siquiera sus parientes, ni la gente común, mucho menos los nadies de Galeano, los hijos de nadie, los dueños de nada. Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida. Ni los migrantes que luchan por llegar a Europa en busca de un mundo mejor para ellos, con un recuerdo en el alma de los que han muerto el viernes en esta etapa de sus vidas jóvenes, llenas de ilusión por alcanzar sueños legítimos de una mínima dignidad humana.

NOTA: la imagen se ha recuperado hoy de Decenas de inmigrantes entran en Melilla tras saltar la valla fronteriza | Actualidad

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Tú, ¿cómo te llamas?

Sevilla, 26/VI/2022

En la noche del viernes pasado sucedió algo que me conmovió. La persona con la que había vivido momentos personales y profesionales muy importantes en mi vida, María Teresa, me preguntó cómo me llamaba, con una mirada fija, intentando recuperar una identificación que ya no era posible. Estábamos celebrando su 90 cumpleaños, cumpledías o cumplevidas, tal y como se lo susurré al oído durante el encuentro, recordándole muchos momentos vividos en común. Su cerebro había perdido mi referencia y ya no recuperó mi identidad, aunque sé que allí estaba, alojada en algún lugar de su hipocampo particular, su memoria de secreto.

En este tipo de celebraciones puede pasar de todo, porque volvíamos a encontrarnos unas cuarenta personas que hacía casi cuarenta o cincuenta años, en algún caso, que no nos veíamos. Pueden inspirar la mejor película jamás soñada, con un guion inolvidable. Cada uno con su cadaunada personal, familiar, laboral y de patologías varias. Batallas, muchas batallas, se intentaron narrar en cada encuentro que se suele lo producir como cuando montábamos, de pequeños, en los coches de choque, porque cambiábamos de contertulio chocando entre nosotros casi sin darnos cuenta, con abrazos por detrás y llamadas de atención por delante con la pregunta de rigor: ¿te acuerdas de mí?, aunque en estos casos era sólo para centrar bien el encuentro, porque los años no pasan en balde y los recuerdos, que no sueños, recuerdos son. La mayoría eran antiguos alumnos y alumnas de mi etapa docente, a los que la vida les había cambiado poco o mucho su natural, dependiendo de su genética y experiencia vital. La verdad es que no hacían falta palabras, porque los sentimientos y las emociones estaban a flor de piel. Tenía razón Rafael Alberti cuando escribió aquel poema precioso sobre estas dos realidades tan humanas en la Canción 8, recogida en Baladas y canciones del Paraná: Sentimiento, pensamiento. / Que se escuche el corazón / Más fuertemente que el viento. / Libre y solo el corazón, / Más que el viento. // El verso sin él no es nada. / Sólo verso. Este encuentro, si no hubiera tenido corazón hubiera sido sólo eso, un encuentro.

Los anfitriones que tenían la responsabilidad de acoger a la protagonista de la fiesta y a todos los participantes, lo hicieron en su casa, con un nombre especial, Casa de los Ángeles, porque ese es el nombre de los dos. Ángel y Ángela se multiplicaron, junto a otras personas comprometidas con este acto, para hacernos el encuentro amable, lleno de contenidos de amor y cercanía, con poemas, montajes fotográficos, versos, canciones, flores, regalos y fiesta final en torno al fuego, como símbolo de que lo necesitamos en su justa medida para mantener viva la llama de vivir apasionadamente. Todo ordenado y organizado para que no faltara nada, con la garantía de que a todos nos unía la razón de ser del encuentro: compartir con una persona querida el recorrido que cada uno había hecho junto a ella en los últimos cincuenta años, por diversos caminos, pero con un final que allí se palpaba al demostrarle que seguíamos cerca a pesar de las distancias que a cada uno, a cada una, impone la vida en muchas ocasiones.

En torno al fuego, entre otras intervenciones, dediqué personalmente unas palabras a María Teresa, escritas desde el corazón, como lo recomendaba hacer Rafael Alberti, diciéndole alto y claro que si tuviera que elegir en ese momento una palabra que resumiera mis sentimientos hacia ella, en una celebración tan especial como sus 90 cumpledías, siguiendo de cerca a Mario Benedetti en su interpretación del tiempo que lleva dentro cada persona en Como siempre, sería una que expresa lo que le debía desde que nos encontramos en este largo caminar de la vida: “gratitud”. Habían pasado cincuenta años desde que me invitó a compartir docencia en la Escuela en la que forjamos una amistad que es como la cuerda de tres hilos, que difícilmente se puede romper. Continué diciéndole que la amistad es algo que aprendí precisamente de una persona de asamblea, el Eclesiastés, al que sé que conocía bien, porque teniendo la oportunidad ambos de experimentar algo tan preciado como el tiempo, sabíamos que al final lo que nos queda ante las preguntas de la vida sobre el presente y el futuro imperfectos, es el silencio que nos acompaña en la amistad, porque me consta que hemos aprendido que siempre es mejor caminar por la vida juntos que uno solo: si uno cae, siempre tendrá cerca alguien que lo levante. Por eso le di las gracias ante nuestro recorrido por la vida, por su amistad, porque los dos sabíamos que no había sido fácil llegar hasta este encuentro tan especial.

Siguiendo a Benedetti en su homenaje a los días que cumplimos a diario, le dije que sabía que al alcanzar los noventa años no se le notaban porque me constaba que entra a diario a averiguar la alegría del mundo, cuando intentan vencer aquellos que no aman la vida, “volando ella gaviotamente sobre las fobias, desarbolando los nudosos rencores”. También, porque sabía que había alcanzado una buena edad para cambiar estatutos y horóscopos, dejando que su manantial mane amor sin miseria. En definitiva, le debía gratitud también por ser como es, con su conciencia del Norte desde el Sur, que nunca ha abandonado y que a mí me enseñó a amarlo a través de lugares muy queridos para ella.

También le dije que al estar en Huelva, en ese encuentro, un lugar del que siempre quiero acordarme, quería tener muy presente a Juan Ramón Jiménez, tan próximo, el poeta con el que compartí su casa de juventud en Moguer durante algún tiempo, preparando las clases que impartía en su querida Escuela, porque escribió unas palabras hace más de cien años que rescataba en ese momento en la celebración de su cumplevidas, concretamente en una bella introducción a su querido diario como poeta recién casado, recogidas del sánscrito -¡ay, la influencia de Zenobia Camprubí!-, una mujer extraordinaria, porque resumen perfectamente la atención que debemos prestar a cada día, espacio y tiempo en el que se desarrolla la vida personal e intransferible de cada uno: ¡Cuida bien de este día! Este día es la vida, la esencia misma de la vida. En su leve transcurso se encierran todas las realidades y todas las variedades de tu existencia: el goce de crecer, la gloria de la acción y el esplendor de la hermosura. El día de ayer no es sino sueño y el de mañana es sólo una visión. Pero un hoy bien empleado hace de cada ayer un sueño de felicidad y de cada mañana una visión de esperanza. ¡Cuida bien, pues, este día!

Al finalizar mis palabras, volví a agradecerle que hace casi cincuenta años me acogiera en su vida como amigo del alma. Por ello, le expresé gratitud plena. Es verdad que esa noche, junto a ella, ese encuentro era una vida, la esencia misma de la vida, un sueño de felicidad al compartirlo con ella, especialmente, y con cuantas personas estaban allí, porque todos sabíamos que la queríamos y ella a nosotros. Le dije también que con ese espíritu y gracias a su vida ejemplar sabíamos que mañana, el día siguiente y frecuentando el futuro, tendríamos una visión especial de esperanza. Le prometí que cuidaríamos bien ese momento de gratitud que podía ser también mañana. Gratitud para ella, para todos los que estaban allí y para los ausentes que han formado parte de esta extensa amistad compartida y que, de alguna forma, estaban también allí. Le dije, por último, que se llevara el mejor beso y abrazo envueltos en amistad y amor. Le di un beso en la mejilla izquierda, en silencio.

Cuando iniciamos la despedida al finalizar el encuentro, junto a la puerta de aquella casa de ángeles, recogí del suelo una magnolia blanca, que confundí en un principio con una rosa, que me recordó una escena de Lo que el viento se llevó, porque todos los días no tenemos cerca la luz de la luna ni el aroma de las magnolias para seguir creciendo. Tomé conciencia otra vez de la pregunta de María Teresa aquella noche, que me conmovió tanto: tú, ¿cómo te llamas? La vida se había llevado mi nombre casi sin darnos cuenta, aunque me quedaba el aroma de aquella flor simbólica para frecuentar el futuro, para seguir viviendo.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓNJosé Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

Guerras con nombres

Sevilla, 25/VI/2022

Cuando estamos asistiendo a guerras de todo tipo a pesar de que se camuflan con eufemismos imposibles de cosmética guerrera, como está ocurriendo en Ucrania, el cine sale en ayuda de la sociedad civil con películas como la que se ha estrenado esta semana en Filmin, Guerra sin nombre, una película del género documental, de Bertrand Tavernier y Patrick Rotman sobre el trauma de la guerra de Argelia, que cumple ahora 30 años desde que se rodó y presentó en sociedad. Lo he conocido a través de un artículo excelente en el diario El País, “Guerra sin nombre, el documental de Tavernier para saber más de Argelia”, dedicado a este acontecimiento desde el más digno respeto a la memoria histórica de esta guerra, con nombre, que tanto aprecio. Para nosotros, una lección, visto lo visto con lo que ocurrió en la guerra civil española de 1936 y sus consecuencias, en una dura batalla hasta hoy mismo por recuperar la memoria histórica que suele taparse a diario recurriendo a la Transición, en silencios cómplices impresentables.

Tavernier, una vez más, tal y como lo he ido incorporando a la quintaesencia de este cuaderno digital, hace de su cine un auténtico alegato continuo en defensa de los valores éticos y humanos en la sociedad, para que nunca se olviden. En esta película, busca la reparación histórica de Francia ante una guerra con nombre, a pesar de los esfuerzos institucionales para que no se la llame así, porque es “Un monumento antibelicista de primer orden porque sus testigos directos revelan que de la guerra, con sus aventuras, sus misiones, su compañerismo y sus uniformes, solo se sale con los pies por delante o con secuelas irreparables. Según el informe del veterano historiador Benjamin Stora, presentado a Emmanuel Macron en enero de 2021, hubo en torno a medio millón de muertos. Tras 130 años de dominio francés, la guerra de Argelia dejó heridas que aún siguen abiertas”, a pesar de que a muchos no les preocupe cerrarlas nunca, utilizando siempre artificios lingüísticos para no llamar nunca las cosas por su nombre, como maniobra perfecta de la mediocracia en pleno apogeo en el mundo, en Europa, Francia y España, sin ir más lejos.

La película de Tavernier es aparentemente larga, cuatro horas, aunque el tiempo no agota nunca tanto dolor contenido y revelado en planos extraordinarios que cumplen la misión de trasladar exactamente lo que pensaban de ella sus auténticos protagonistas, los reclutas, jóvenes franceses que junto a otras participantes, hasta alcanzar un número aproximado de tres millones de combatientes, lucharon hacia ninguna parte durante los ocho años de la guerra. El entrevistador, Patrick Rotman, pregunta y los jóvenes responden, así como determinados mandos ante sucesos que no tienen justificación alguna, mientras Tavernier hace el resto dejándonos hace treinta años un testimonio transcendental para la posteridad. Lo más importante es, como se afirma en el artículo citado, es que “La película se propone no juzgar y lo consigue dando voz al último eslabón de la cadena de siempre. Aquí no hay espacio para altos funcionarios, políticos o historiadores. Los únicos testimonios que importan son los de quienes estuvieron en primera línea del frente”.

Bertrand Tavernier nos enseñó a lo largo de su carrera cinematográfica algo muy importante, en cada día comienza todo, tal y como lo expresé en un artículo el año pasado, un día después de su fallecimiento. Ahora, con el estreno en España de Guerra sin nombre, podemos volver a experimentar lo que ha expresado varias veces en estas páginas sobre el director francés y su cine de compromiso social activo y militante: “El cine de calidad nunca es inocente, porque es la interpretación de una realidad más próxima de lo que parece. Cuando vemos una película contenemos la respiración. Todos nos enfrentamos a este momento en un cuerpo a cuerpo. Cuando encontramos las mejores historias, un gran corazón late, se alarma, va más despacio, sale de la sala cinematográfica con el deseo de seguir creyendo en un mundo diferente que todavía es posible. Todos los rostros miran en la misma dirección. Este impulso es el que aspiramos a que nos acompañe siempre, porque es el que nos permite descubrir y alimentar cualquier microhistoria saludable. ¿Saben por qué? Porque como decía el autor de la obra sobre la que está basada la película de Tavernier [el guion de Dominique Sampiero], aunque hoy comience todo, en verdad, todo se parece al amor digno que nos conmueve, es decir, que nos perturba, inquieta, altera, que nos provoca situaciones placenteras que consuelan a nuestra persona de secreto con fuerza y eficacia, afectando de lleno los sentimientos y emociones. Al fin y al cabo, porque aspiramos siempre a descubrir nuestra mejor historia”.

Las palabras finales sobre esta película en el diario El País, resumen perfectamente lo que he querido decir hoy a los cuatro vientos de la Noosfera, “Guerra sin nombre es una película fundamental dentro de la relación entre cine y memoria. Una investigación fascinante y la demostración de cómo el documental rompe los límites del periodismo en su búsqueda de la verdad. Cuando se estrenó, en febrero de 1992 en la Berlinale, el tabú y el silencio seguían instalados en la sociedad francesa. Su contribución fue decisiva para deshacer ese nudo y llamar a la guerra de Argelia por su nombre”. ¡Ojalá nos ocurra algo así en esta país para llamar a la Guerra Civil por su nombre! Lo he recordado especialmente al escribir en 2015 sobre otro director de cine, Patricio Guzmán, cuando el cine se convierte en el gran testigo de la memoria histórica y en nuestro país se siente todos los días la nostalgia de la dignidad por el trato que se da a nuestra memoria histórica de una guerra civil con nombre: “Dije en aquél artículo que había leído una crónica de la 65ª edición de la Berlinale, en el diario El País, en la que se recogía una declaración del director de cine chileno Patricio Guzmán, acerca de un documental realizado en 2010, Nostalgia de la luz, que había tenido un recorrido tortuoso para su exhibición en España y en su televisión pública: “Siempre he tenido el sueño de hacer un filme sobre la falta de memoria de España. En especial, sobre el pacto de silencio que Felipe González inventó con el Ejército. Es un escándalo lo que pasó. La falta de memoria de España le ha quitado energía para jugar un rol importante en Europa. Sigue siendo un país secundario, cuando por elementos históricos y culturales debería estar en primera línea de la UE. Pero no sé dónde encontrar el dinero para ese proyecto. Y las televisiones no emiten documentales. Nostalgia de la luz fue cofinanciada por TVE hace cinco años y aún no lo han emitido… ni lo van a hacer”. Aquellas palabras de Patricio Guzmán no me dejaron tranquilo en aquella ocasión. Además, en el contexto de esa Berlinale, había presentado un nuevo documental, El botón de nácar, que seguía completando el homenaje a la historia dolorosa y reciente de Chile, junto a Nostalgia de la luz, porque no quería ocultar lo que había pasado en su país. Tengo un tremendo respeto a la historia y por eso me duele como a él que ahora se quiera olvidar oficialmente la etapa dolorosa de la dictadura hasta que la Transición consolidó la democracia en España. De ahí la importancia del premio de anoche con su película final de la trilogía, La cordillera de los sueños.

Tavernier me ha llevado siempre a sus películas navegando cerca de mi patera existencial que, a modo de islas desconocidas, me ha permitido desembarcar en ellas junto a mi alma de secreto. Hoy, con Guerra sin nombre ha ocurrido lo mismo. Por ello, mi gratitud plena por lo que representa en el cine mundial, porque directores y directoras como él se atreven a rodar las mejores películas de la vida a pesar de nuestro empeño de no querer llamar a determinados sucesos por su nombre. Tengo muy claro en mi ideario particular que las guerras siempre tienen nombres y apellidos, los de sus responsables. Nunca hay que olvidarlo y, menos, borrarlo de nuestra memoria histórica.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓNJosé Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

De nombre Juan o Juana

Pedro Pablo Rubens (1610 – 1612), San Juan Evangelista / Museo del Prado

Sevilla, 24/VI/2022

Dedicado de nuevo (ya lo hice el año pasado), a las personas que llevan el nombre de Juan o Juana, en sus diferentes versiones, vinculados al Bautista o al Apóstol, como símbolo de una tradición multisecular que se perdió hace ya muchos años, cuando se decidía en el seno de cada familia el nombre de los hijos e hijas porque era un programa o proyecto de vida, es decir, el nombre encerraba en sus letras y grafía una historia que siempre se debía contar. Llevaban con mucho orgullo su nombre, su Vida. Era un momento apasionante que daba pleno sentido a la vida propia y a la de los demás.

Me imagino a los abuelos y abuelas sentados hace miles de años en las orillas de los ríos Tigris y Éufrates, en la actual Irak, preparando el gran acontecimiento del nacimiento de los nuevos descendientes de sus familias, porque los nombres que debían llevar no eran inocentes sino un programa de vida a través de la genealogía. Me parece una aventura extraordinaria que se debería rescatar como lección de la historia para cada uno, para todos. Hace bastantes años, concretamente el 22 de octubre de 1984, publiqué un artículo, Poner el nombre, en un periódico muy querido, “La Noticia de Huelva”, que rescato hoy en su contenido y contexto plenos, porque refleja lo que sigo pensando después de casi treinta y ocho años, en un día inolvidable: el nacimiento de nuestro hijo, al que pusimos un nombre especial, Marcos.

Hoy, el día del nombre Juan, bastante más extendido de lo que parece y alejado en una corriente laica del “santo” Juan (Bautista o Apóstol), convive con otros miles de nombres a pesar de su significado histórico extraordinario por lo que supuso para quienes lo adoptaron en familia como identidad para toda la vida. Juan era el testimonio vivo de un niño o de una niña que “tenían el corazón cerca de los que menos tienen”, porque Dios era miseri-cordioso con esa familia (así se escribía en hebreo, Yohanan) y siempre “estaría cerca de ellos” porque era su protector. Además, para los que conocieron a Juan el Evangelista, sabían que Jesús de Nazareth lo identificó siempre muy bien y le puso un sobrenombre, Hijo del Trueno, por su ímpetu juvenil. Para los que difundieron la crónica del Bautista, saben que el nombre significó mucho en su vida, porque fue grande ante el Señor, que lo protegió siempre (de ahí su nombre), no bebió vino ni licor, estaba lleno de un espíritu nuevo, con una misión de vida especial: hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los rebeldes a la prudencia de los justos.

Impecables proyectos de vida de unos niños y niñas de nombre Juan o Juana, que todavía hoy siguen siendo necesarios e imprescindibles.

Poner el nombre

Es grandioso el ser humano. Tiene una historia digna de ser recordada en sus «momentos» más transcendentales. Poner nombre a los seres vivientes fue el punto de partida de una historia mal contada en nuestra infancia. Verán. En el relato de la experiencia humana del pueblo de Israel, que buscaba entenderse a sí mismo, haciéndose las preguntas de siempre: ¿de dónde venimos, hacia dónde vamos y quiénes somos?, que luego sería recogida por el cronista de la época, se citaba como responsabilidad única e irrepetible en el hombre [sentido filosófico del ser humano] la de poner nombres a todos los ganados, a las aves del cielo y a todos los animales del campo. Y cuando creyó que ya conocía todo sin necesidad de nada y de nadie, tuvo la oportunidad de dar el mejor nombre para la mejor mujer: Eva, porque «era la madre de todos los vivientes».

Casi siempre ha pasado desapercibido este relato bíblico en beneficio de la maléfica manzana o serpiente. Tamaño descuido ha incidido sobremanera en el entendimiento de los nombres, en la despreocupación de sus contenidos, en aras de una simbología de la época. Y hoy día, que todos reclamamos a gritos «llamar a las cosas por su nombre», en expresión popular, tenemos la gran oportunidad de rescatar el sentido primigenio de aquel hombre de la historia. Adán, que gozó de un privilegio que hoy exigimos por derecho propio. Mucho más en los momentos actuales de vanguardismo y progresía mal digerida, donde damos nombre a los niños que vienen en aras de una «moda» o como resultado de la última campaña de la revista para los padres que premia los más originales. Si importante es poner nombre a las cosas, mucho más lo es ponerlo a las personas. Y aquí nos vamos a detener. Hasta hace pocos años, cumplir con el santoral era rito imprescindible que sellaba el ciclo nacimiento, nombre de santo, juzgado, bautizo. María y José han inundado la geografía española en un “alarde” de originalidad. Francisco y Fernando han sido casi siempre de segunda división, necesitaban el guion de la época siempre que daba al nombre compuesto un «orden» preestablecido.

Francisco y José Antonio hay muchos en los años cuarenta. El régimen anterior se cuidaba también de bautizar a los niños de la posguerra. María y José se compraban por veinte duros o «la voluntad» para poner «cristianos» a los niños africanos del «Domund». La preocupación de quedar «moros» era y es una pesadilla para determinadas familias. Muchos padres se han perpetuado a través del nombre de los hijos. Muchos actores, actrices, reyes, futbolistas, toreros, jefes de estado, patronos y patronas se perpetúan a diario en los libros de registro de los Palacios de Justicia. Sin dificultades. Pero una oleada progresista que avanza de forma imparable asalta los juzgados, sobre todo, poniendo nombres que no vienen en el santoral y que se encargan de sugerir el «bautismo» de siempre. No es extraño ver mezclada a Soraya con una «María» que dulcifica el atrevimiento o un Aitor de sobrenombre José. Por no hablar de la «moda» de Iván, Israel, Teseo, Víctor, Antígona, Sonia o la Tamara/Tais de turno, que hacen las delicias del lugar en clave Peñafiel/Hola, Nueva/Ola/«La Revista».

Aunque tengamos que ser respetuosos con la época, no hay más remedio que reconocer que la acción actual de poner nombre a las personas no tiene que ver absolutamente nada con el mandato para Adán. Esa gran oportunidad de hacer de cada nombre un programa (así lo vive el pueblo de Israel), se perdió en los fuegos fatuos de la historia. Nuestros antepasados ponían los nombres a sus hijos de acuerdo con un programa «dialogado» con el Dios de la época, es decir, en los hijos se quería proyectar un deseo compartido por el amor. Si a un niño hebreo se le pone Rafael (en hebreo Rafá-El), no es por agradecimiento al arcángel de moda, sino porque Dios ha sido como una «medicina» para la pareja. Si una niña se llama Ruth, será como homenaje a la amistad de todos. Cada vez que cojamos en brazos, por ejemplo, a Ruth, «nuestra amiga», recordaremos el programa para ella: nos comprometemos en la amistad, no necesitamos sacralizar el nombre. Esas eran las vivencias del pueblo hebreo. Cada nombre un programa, cada hijo/a un proyecto de vida enmarcado en el símbolo de cómo le llamamos.

Nuestra cultura actual vive muy lejos de esta realidad, pero sería importante recuperar estos valores históricos, para encontrar nuevos significados a la creación en general. A mí siempre me ha gustado sobremanera la historia de una pareja bíblica que se plantea el nombre como respuesta a una experiencia de crisis «matrimonial». Elcaná y Ana son la pareja feliz, son capaces de compartir el amor junto con una mujer más, aprobada por el rito de la época: Peninná. Es más, debido a la esterilidad de Ana, Elcaná se vuelca sobre Peninná «porque le da hijos». Ana se esconde por los rincones llorando su esterilidad y Elcaná la busca en el mejor acto de amor de la historia: «No llores mujer, porque mi amor es mejor que diez hijos…» Se unen, conociéndose, naciendo un niño con nombre de agradecimiento, Samuel, que en hebreo significa: «pedido a Dios». El nombre cobra tanta importancia como cumplir posteriormente con el rito: se había pedido un hijo y nace. Todo lo demás refuerza la importancia del acto: hay que llevar en agradecimiento un novillo de tres años, una medida de harina y un odre de vino. Para rematar la fiesta, como hacemos por aquí, porque todo es importante en la viña del Señor. Samuel siempre será un acto de afirmación, de fidelidad progresista de una pareja revolucionaria en su época que, entre otras cosas, supo llamar al niño por su «nombre».

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓNJosé Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

El desarrollo de los Servicios Sociales en Andalucía: un deber político urgente ante la nueva legislatura

Índice de Desarrollo de los Servicios Sociales 2021Informe de Valoración del Desarrollo de los Servicios Sociales por Comunidades Autónomas 2021

Sevilla, 23/VI/2022

Ayer se publicó el Índice de Desarrollo de los Servicios Sociales que elabora anualmente la Asociación Estatal de Directoras y gerentes de Servicios Sociales, correspondiente a 2021, que se viene publicando anualmente desde 2012, cumpliendo este año su décimo aniversario. En este índice se hace balance de cómo han evolucionado los Servicios Sociales en una década en la que han ocurrido dos acontecimientos de indudable importancia y repercusión crítica: el descalabro económico que se inició en 2009, “con los grandes recortes presupuestarios que se prolongaron hasta 2014, y la gran crisis provocada por el covid19 en 2020 y 2021”. Según la citada Asociación , el resultado ha sido el siguiente:

Ordenación del Sistema: todas las Comunidades tiene Ley de nueva generación, salvo Madrid, que está en fase avanzada de elaboración. En 2011 sólo 11 Comunidades tenían Ley. Así mismo, si en 2011 eran 5 las Comunidades que tenían Catálogo de Servicios Sociales, en 201 son 9. Y frente a las 2 Comunidades con planificación estratégica en 2011, son 11 en 2021. 

Relevancia económica. Se incrementa un 26,2% el gasto por habitante y año (350 € en 2019 / 446,9 en 2020), así como 0,28 puntos porcentuales la significación sobre el PIB (1,60% en 2011 / 1,88% en 2020). Pero se reduce en 0,36 puntos el porcentaje del presupuesto que las Administraciones Públicas (Comunidades Autónomas y Entidades Locales) destinan a servicios sociales (8,14% en 2011 / 7,78% en 2020). Cada vez es mayor el porcentaje de financiación local y menor la autonómica sobre el gasto total en servicios sociales. Si en 2012 esta proporción era 83,3% CCAA y 14,6 EELL, en 2020 pasa a ser 69,4% CCAA y 30,6% EELL. 

Prestaciones y servicios. Mejoran la mayor parte de los indicadores de cobertura, destacando la ratio de profesionales por habitante en las estructuras básicas (pasando de un profesional por cada 3.765 habitantes, de media, en 2012, a uno por cada 2.064 en 2021), y las plazas de alojamiento para personas sin hogar (34,5 por cada 100.000 habitantes en 2011, 41,2 en 2020). En el resto el incremento es reducido, como las plazas residenciales de financiación pública para personas mayores (2,37% en 2011 / 2,70% en 2020) o la ayuda a domicilio (4,4% en 2011 / 5,1% en 2020). Hay incluso indicadores que empeoran en esta década: la intensidad de la Ayuda a Domicilio (19,3 horas de media mensual en 2011 / 17,8 en 2020) o los acogimientos familiares a menores sobre el total de acogimientos (60,4% en 2011 / 50,1% en 2020).

Si importantes son los resultados en el ámbito estatal y las consiguientes comparaciones entre Comunidades, quiero detenerme especialmente en el Informe de Valoración del Desarrollo de los Servicios Sociales por Comunidades Autónomas, 2021, por su especial incidencia en lo que ha sucedido en Andalucía y como una oportunidad para que desde el nuevo Gobierno y la oposición se trabaje ante sus resultados para plantear las mejores respuestas posibles. Siguiendo con los parámetros expuestos anteriormente como resumen general, la evolución del Índice DEC Andalucía 2’12-2021 obtiene una calificación global de DÉBIL (dec, 5,15), suponiendo una tendencia de contención, estable, al ocupar el puesto nº 11 en la clasificación de las Comunidades Autónomas en el desarrollo de su Sistema de Servicios Sociales: “Su puntuación global se mantiene estable respecto a la anterior aplicación, todavía una décima por debajo del nivel alcanzado en 2017”.

Según el Informe y en relación con el primer parámetro citado, reconocimiento de reconocimiento de derechos y ordenación del Sistema, hay que recordar que “la Ley de 2016 y su planificación supusieron un importante avance para el Sistema Público de Servicios Sociales en Andalucía. Pero la falta de aprobación del Catálogo cuatro años después, penaliza este apartado del Índice y le impide mejorar su clasificación. En cuanto a la relevancia económica. “aunque las Administraciones Públicas de Andalucía siguen reduciendo la relevancia económica de sus servicios sociales, en términos absolutos el gasto corriente por habitante y año aumentó un 6,74% en 2020 (401,36 €) respecto a 2019 (375,99 €), que sigue por debajo de la media estatal (446,93 €). Con un incremento de 28 décimas respecto al año anterior, el porcentaje que supone el gasto de la Comunidad y de las Entidades Locales en servicios sociales respecto al PIB regional alcanzó el 2,26% en 2020, superando el de años anteriores, manteniéndose por encima de la media estatal (1,88%), como ocurre de manera sistemática”.

Otro apartado importante es el porcentaje del gasto en servicios sociales que realiza la Junta de Andalucía y las Entidades Locales (EE.LL.) de Andalucía, porque aunque “es superior a la media estatal (+0,28 puntos), registra un fuerte descenso de 1,83 puntos en 2020 (8,06%) respecto al año anterior (desciende en 2020 1,83 puntos respecto al año anterior (9,89%). La Junta de Andalucía aporta el 71% del presupuesto total de los servicios sociales en esa Comunidad, mientras que el 29% restante corresponde a las Entidades Locales de su territorio. Unos porcentajes muy parecidos a los que se registran, como media, a nivel estatal, aunque la significación del presupuesto de la Junta es 1,9 puntos superior y, en consecuencia, la de las Entidades Locales 1,9 puntos menos”.

Asimismo, hay cuatro aspectos importantes en la cobertura efectiva de prestaciones y servicios, en los que destaca Andalucía:

– La cobertura de su red de servicios sociales comunitarios, con un profesional por cada 1.810 habitantes, cuando la media estatal es de uno por cada 2.064.

– La Atención a la Dependencia, con una puntuación de 7,5 puntos en la Escala del Observatorio de la Dependencia, la tercera más alta de todas las Comunidades.

– La cobertura del Servicio de Ayuda a Domicilio, del que se benefician en Andalucía el 6,8% de las personas mayores de 65 años, frente al 5,1% de media estatal.

– El Servicio de Teleasistencia, que alcanza al 15,3% de las personas mayores de 65 años (10,0% de media estatal).

Sin embargo, hay que señalar también los principales déficits de cobertura:

– La cobertura de sus Rentas Mínimas de Inserción, que solo alcanzaban al 5,4% de la población bajo el umbral de la pobreza en Andalucía, frente al 9,0% de media estatal.

– Las plazas residenciales de financiación pública para personas mayores de 65 años, con una cobertura del 1,96%, frente a 2,65% de media estatal.

– Las plazas de acogida para mujeres víctimas de violencia de género, con 7,1 plazas por cada 100 mujeres con orden de protección en Andalucía (11,4 de media estatal).

– Las plazas de alojamiento para personas sin hogar, con 25 plazas por cada 100.000 habitantes en Andalucía, frente a 41,2 de media estatal.

Creo que lo expuesto anteriormente son datos fiables para comenzar a diseñar, Gobierno y Oposición, una agenda de atención urgente y prioritaria a los Servicios Sociales en Andalucía, constatándose también que es un problema de Estado, porque las desigualdades entre Comunidades son clamorosas, tal y como se puede analizar con detalle en los índices citados. Se deberían abordar con carácter de urgencia también, normas sustantivas que establezcan índices mínimos de atención inexcusables para salvaguardar el interés general en los servicios sociales del país.  

Una vez más y visto lo expuesto en los dos informes de referencia, vuelvo a reivindicar mi sueño de que es posible transformar la sociedad andaluza, no sólo cambiarla, estando muy cerca de los nadies de Galeano, en particular, a los que no olvido, así como de la lucha por un mundo y un país mejor. Lo digo porque creo que entre todos podemos construir una sociedad mejor, sin excluir a nadie en esta preciosa tarea, en la que los servicios sociales atienden a los que más lo necesitan, en un equilibrio digno de salvaguarda del interés general. Los déficits sociales señalados, entre otros muchos, son un test para comprobar dónde estamos y qué debemos hacer. Ya no hay excusas.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

Saramago ha estado hoy presente en el Congreso de los Diputados

Nada está definitivamente perdido, las victorias se parecen mucho a las derrotas en que ni una ni otras son definitivas

José Saramago, 1998

Sevilla, 22/VI/2022

En la sesión de control del Congreso de los Diputados, el presidente ha citado hoy a José Saramago cuando el debate se centraba en lo ocurrido el domingo en las elecciones al Parlamento de Andalucía, al obtener el Partido Popular una victoria aplastante, mayoría absoluta, derrotando a la izquierda global: “La derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva”. No he podido localizar con exactitud dónde pronunció o escribió esta frase Saramago, porque la única referencia más próxima de la que dispongo en este momento es la manifestación siguiente: “Nada está definitivamente perdido, las victorias se parecen mucho a las derrotas en que ni una ni otras son definitivas”, publicada en La Gaceta de Canarias, Las Palmas de Gran Canaria, el 7 de junio de 1998 (1). Lo importante es quedarse con el fondo de los expresado por el autor.

En la mediocridad habitual de esta sede maestra de la democracia, el Parlamento, estas palabras dan un valor especial al debate, porque tienen un sello garantista del poder de la palabra, viniendo de una persona comprometida con la política desde su espacio como escritor, en su esencia, no sólo porque provengan del aura mágica del premio Nobel recibido, que también. La esencia de la cita utilizada por el presidente está localizada en el capítulo dedicado al “compromiso intelectual” del libro referenciado, como seña de identidad de Saramago. Sus pronunciamientos nunca fueron inocentes y como dice al autor de la recopilación de sus palabras, “su pensamiento y sus juicios se desenvolvieron sobre intereses muy amplios, por lo general, dirigidos a procurar desentrañar los mecanismos del poder, el deterioro de las democracias, la hegemonía de la economía capitalista sobre la política o la causa de las desigualdades”.

Como también dijo Saramago en A Capital, en Lisboa, el 5 de noviembre de 1997, “En mi caso, el ciudadano prevalece sobre el escritor. A mí me interesa preguntarme qué es lo que me preocupa”. Es lo que vengo haciendo humildemente y desde hace muchos años en este cuaderno digital, cuando utilizo la palabra descompuesta en dos, pre-ocupación, es decir, con guion, dando prioridad diaria a lo que de verdad debe ocuparme por encima de todas las cosas en mi rol actual de ciudadano de a pie. Ahora, intentar asimilar la derrota de la izquierda en Andalucía con lo que ello supone y la abstención galopante que ha llevado a más de dos millones y medio de andaluces a no votar. Vuelvo a Saramago y leo de nuevo su extraordinario Ensayo sobre la lucidez, para intentar comprender que es una novela política desde su primera frase: “Mal tiempo para votar…”, una reflexión muy actual sobre el ocaso de la democracia, que es lo peor que le puede pasar a un pueblo, a pesar de que se intente demostrar desde el día uno de la victoria política correspondiente que todo sigue igual, como si no hubiera pasado nada. Eso es lo que me enerva y me lleva a seguir pre-ocupado con los resultados del pasado domingo.

Agradezco a Saramago seguir ayudándome a superar el duelo de la pérdida de la necesaria transformación política y social en Andalucía, sabiendo que hoy ha estado presente en el Congreso de los Diputados, que falta hace. Como decía recientemente en este cuaderno digital,  vuelvo a mi rincón de pensar y leer, para intentar colaborar en el resurgimiento de la ideología de izquierda en Andalucía, que nos permita volver a creer que unidos por la ideología común política, que nos permita vencer políticamente, porque estamos convencidos de que es posible transformar la sociedad, no sólo cambiarla, estando muy cerca de los nadies de Galeano, en particular, a los que no pienso olvidar, así como de la lucha por un mundo mejor, en el que superemos este momento gris y amargo en el que la desolación y el abandono del barco de la izquierda pretenden imponerse. Lo hago porque creo que mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas de Andalucía por donde pasarán las personas con ideología de izquierda que colaboren a construir una sociedad mejor, sin excluir a nadie en esta preciosa tarea. También, porque “Nada está definitivamente perdido, las victorias se parecen mucho a las derrotas en que ni una ni otras son definitivas”.

(1) Gómez Aguilera, Fernando, José Saramago en sus palabras, 2010, Madrid: Alfaguara, p. 469.

ucrania, ¡Paz y Libertad!

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

Teatro de barrio, un libro especial

Sevilla, 21/VI/2022

Ha ocurrido algo especial en mi vida con mi libro Teatro de barrio, publicado en 1987, al volver a encontrarlo en una plataforma de compraventa por internet, con la siguiente descripción:

Teatro de barrio – obra en 19 artículos de José Antonio Cobeña – 1987 – firma de autor – Imprenta Jiménez, S.L. – Huelva . Se terminó de imprimir el día 24 de junio de 1987 – 73 páginas, libro numerado con número 00088, buen estado de libro, libro muy raro.

Una persona cercana me alertó de que había localizado este libro, “muy raro”, según el vendedor, en una búsqueda habitual. Desde que lo supe he tenido interés por hacerme de nuevo con él y así lo he llevado a cabo, hojeándolo hoy de nuevo con mis manos cuando ha vuelto a su casa, a la clínica del alma, mi biblioteca, treinta y cinco años después de haber salido de ella para volar a otro mundo posible de la amistad envuelta en agradecimiento. El interés por recuperarlo estribaba en que estaba dedicado a una persona que conocía bien en aquella época y porque figuraba en la citada plataforma una imagen con la dedicatoria perfectamente legible, aunque he preferido borrar ahora el nombre del destinatario por razones obvias:

A…, que minuto a minuto participó en este proyecto, ofreciendo profesionalidad e ideas… Gracias. Huelva, 24.6.87.

Este hecho me movió a recuperarlo para intentar volver a la privacidad con la que entregué el libro a su destinatario, para preservar la protección de un dato de identificación personal que para mí tiene su importancia. Al verlo en esta situación digital, perdido en la Noosfera, he recordado algo que no olvido en relación con los regalos: “Sé lo que te he dado; no sé lo que has recibido”, unas palabras de Antonio Porchia que vuelven a tener importancia en mi vida al pasar al terreno de las preguntas en torno a qué habrá pasado a la persona a la que se lo dediqué, para que ya no esté en su poder y figure como mercancía en una plataforma digital de compraventa.

Lo que me queda es algo importante: el valor de la palabra, porque esta dedicatoria encierra una aventura que ya tuve oportunidad de explicar cuando publiqué por primera vez este libro en este cuaderno digital y porque esa persona fue muy importante por su trabajo en ella, algo que quise expresarle dedicándole unas palabras especiales: “minuto a minuto participó en este proyecto, ofreciendo profesionalidad e ideas… Gracias”. Esa aventura, llamada Teatro de barrio, figura detallada entre las obras publicadas y de libre acceso en este cuaderno digital desde 2007, cuando anuncié que ya estaba disponible para su descarga en la clave de este cuaderno digital: compartir con la Noosfera el conocimiento en libertad y sin razones de mercado. El libro lo edité con esmero en 1987, con un nombre muy sugerente, Teatro de barrio, que explico en su breve introducción. Creo que es una oportunidad de hacer justicia a la intrahistoria, también breve, de una aventura ideológica que murió por dos razones fundamentales: la soledad de la libertad que navega en mares procelosos de mercado y porque la independencia –en clave marxiana- no tiene precio, ¡pero cuesta tanto…! Es un homenaje a las personas que con gran generosidad fueron compañeras y compañeros de un viaje hacia alguna parte, aunque algunas y algunos perdieran en ese momento la aguja de marear.

El libro recoge la experiencia de cuatro meses de colaboración en la página 3 de Opinión, durante el último trimestre de 1984 y enero de 1985, en un periódico de Huelva, La Noticia, a través de un hilo conductor, «La flauta mágica», la famosa ópera de Mozart, en homenaje al giro copernicano que él imprimió a la existencia culta de la época, en un esfuerzo encomiable por vibrar con el pueblo auténtico, en la espera/esperanza de ver cantado y representado el amor sencillo de cada día. El libro se puede obtener en formato .pdf , de fácil lectura e impresión, con un tamaño reducido de 14,8×21 cm (A5-medio folio), editado con fuente «garamond», del cuerpo 12, en homenaje al tipógrafo Claude Garamond nacido en París en 1490, siglo que abrió la inteligencia por el conocimiento escrito de lo que sucedía en el mundo a través de los libros. Como en todas y cada una de las publicaciones de este blog, con más de dos mil artículos publicados en la actualidad, en sus diecisiete años de vida, mantengo la protección ética para que este libro se pueda copiar, distribuir y comunicar públicamente, bajo tres condiciones amparadas por la licencia de Creative Commons: Reconocimiento, para que se reconozcan los créditos de la obra de la manera especificada por el autor o el licenciador (pero no de una manera que sugiera que tiene su apoyo o apoyan el uso que hace de su obra); No comercial, para que no se pueda utilizar esta obra para fines comerciales y Sin obras derivadas, para que no se pueda alterar, transformar o generar una obra idéntica.

Algo muy importante a destacar es que el libro tiene un Prólogo excelente, escrito por Juan Cobos Wilkins (En el corazón de la tierra, libro y película, entre otras muchas obras relevantes), poeta y escritor muy próximo a la realidad de Riotinto, en Huelva, que configura las mejores páginas de esta obra, desde la concha del apuntador de un teatro de barrio muy particular. Su obra literaria ha consolidado en estos treinta y cinco años desde aquella colaboración una forma de entender el oficio de escritor desde una larga y alta atalaya de conocimiento sintiente. Por todo lo expuesto anteriormente, mis palabras introductorias en el libro, Antes del estreno…, cobran hoy un sentido muy especial cuando las vuelvo a leer tras la operación rescate de un libro presentado en Internet como “muy raro”, en argot bibliográfico, porque el libro es de todos. La dedicatoria…, que vuelve a casa, todavía más:

Antes del estreno…

«Teatro de barrio» es el resultado de una reflexión vinculada a la existencia del periódico «La Noticia de Huelva». A lo largo de cuatro meses del año 1984, aparecieron diecinueve artículos bajo el título genérico de «La flauta mágica», en homenaje al giro copernicano que Mozart imprimió a la existencia culta de la época, en un esfuerzo encomiable por vibrar con el pueblo auténtico, en la espera/esperanza de ver cantado y representado el amor sencillo de cada día.

No hubiera sido posible escribir en clave mozartiana sin la vivencia, también diaria, de aquel periódico querido. Esta publicación quiere ser un homenaje a cuantas personas se esforzaron en el cada día de su aparición, porque en toda representación teatral o publicación diaria lo importante es el esfuerzo conjuntado, «sinfónico», de los que hacen posible la lectura de la partitura, en este caso, en clave de esperanza y creencia en el hombre, la sociedad y la naturaleza”. Huelva, 30 de abril de 1987.

Escribiendo estas palabras he recordado también mi viaje a Viena en 2007, a través de la mirada de Papageno en su puerta del teatro sobre el río Viena, mi querido Teatro de barrio, libro en cuya contraportada figuraba Papageno, como homenaje a este protagonista excelso de La flauta mágica, sintiéndose cómplice del movimiento de la Secesión,  A cada época su arte, al arte su libertad, situado personalmente a escasos metros de su deteriorada figura, cubierto de plumas y con su inseparable jaula para meter/sacar los pájaros encantados sin saber nunca a qué tipo de pájaros –uccellaci o uccellini, pasolinianos- se estaba refiriendo en su larga andanza desde el siglo XVIII hasta nuestros días. Lo contemplé durante bastantes minutos y cerrando los ojos imaginé el día del estreno de su maravillosa ópera, el 30 de septiembre de 1791, dos meses antes de su fallecimiento, dirigiéndola en un teatro muy sencillo, de un barrio alejado del Anillo Real y de la Iglesia Oficial de Viena. Así, hasta contemplarlo hoy de nuevo, cuando vuelve a su casa en Sevilla.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

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