Volver a los diecisiete / después de vivir un siglo / es como descifrar signos / sin ser sabio competente.
Violeta Parra, Volver a los diecisiete
Sevilla, 14/XII/2022
El pasado 11 de diciembre cumplió este blog diecisiete años, un número que conservo en mi memoria de secreto cada vez que vuelvo a él, tal y como me lo enseñó Violeta Parra en una canción preciosa de mis años jóvenes, Volver a los diecisiete, que no he olvidado a pesar de todo. Violeta era una cantora para ilusionar y ayudar a los demás, sobre todo a los que menos tienen (Facundo Cabral afirmaba que cantante es el que puede cantar, mientras que cantor es el que debe cantar).
Volver a los diecisiete
después de vivir un siglo
es como descifrar signos
sin ser sabio competente.
Volver a ser de repente
tan frágil como un segundo,
volver a sentir profundo
como un niño frente a Dios,
eso es lo que siento yo
en este instante fecundo.
Se va enredando, enredando,
como en el muro la hiedra,
y va brotando, brotando,
como el musguito en la piedra,
ay, sí sí sí.
Creo que lo afirmado anteriormente me ha ocurrido a mí con este cuaderno digital, porque si vuelvo la vista atrás tomo conciencia de que solo puedo descifrar signos de lo aquí escrito sin ser sabio competente. El tiempo transcurrido me lleva a tomar conciencia, también, de que soy tan frágil como un segundo.
Mi paso retrocedido,
cuando el de ustedes avanza;
el arco de las alianzas
ha penetrado en mi nido
con todo su colorido,
se ha paseado por mis venas
y hasta las duras cadenas
con que nos ata el destino
es como un diamante fino
que alumbra mi alma serena.
La declaración de principios de este blog sigue intacta y sólo he navegado en la carabela virtual de Saramago, en la que me enrolé cuando leí su Cuento de la isla desconocida, hace ya muchos años, del que aprendí algo esencial a través de la mujer limpiadora y zurcidora del palacio real: “Si no sales de ti, no llegas a saber quién eres, El filósofo del rey, cuando no tenía nada que hacer, se sentaba junto a mí, para verme zurcir las medias de los pajes, y a veces le daba por filosofar, decía que todo hombre es una isla, yo, como aquello no iba conmigo, visto que soy mujer, no le daba importancia, tú qué crees, Que es necesario salir de la isla para ver la isla, que no nos vemos si no nos salimos de nosotros, Si no salimos de nosotros mismos, quieres decir, No es igual…”. Dos mil doscientos artículos forman parte del arco de las alianzas que he formado y entregado a la Noosfera, la malla pensante de la humanidad, en este planeta que ya ha alcanzado los ocho mil millones de habitantes, plenamente interconectados por la inteligencia digital. Aquel 11 de diciembre de 2005 escribí las siguientes palabras, que ratifico hoy una a una: “Inicio una etapa nueva en la búsqueda diaria de islas desconocidas. Internet es una oportunidad preciosa para localizar lugares que permitan ser sin necesidad de tener. La metáfora usada por Saramago será una realidad cuando ante el fenómeno de la hoja en blanco, teniendo la oportunidad de decir algo, esto sea diferente y sirva también para los demás. Puerta del Compromiso. Es lo que aprendí hace muchos años de Ítalo Calvino en su obra póstuma «Seis propuestas para el próximo milenio»: «…es un instante crucial, como cuando se empieza a escribir una novela… Es el instante de la elección: se nos ofrece la oportunidad de decirlo todo, de todos los modos posibles; y tenemos que llegar a decir algo, de una manera especial» (Ítalo Calvino, El arte de empezar y el arte de acabar).
Lo que puede el sentimiento
no lo ha podido el saber,
ni el más claro proceder
ni el más ancho pensamiento.
Todo lo cambia el momento
cual mago condescendiente,
nos aleja dulcemente
de rencores y violencia:
solo el amor con su ciencia
nos vuelve tan inocentes.
No lo puedo expresar mejor que Violeta Parra, a quien he recordado en diversas ocasiones en este cuaderno de hojas vivas. He procurado siempre que el sentimiento estuviera siempre presente en mis palabras, a veces mucho más fuerte que el viento, como diría Rafael Alberti, porque estoy convencido de que un blog sin sentimiento, sin alma, es solo eso, un blog. ¿Existe una expresión mejor que la de esta canción: Todo lo cambia el momento / cual mago condescendiente, / nos aleja dulcemente / de rencores y violencia: / solo el amor con su ciencia / nos vuelve tan inocentes? ¿Cómo no recordar también a Enrique Morente en su Soleá de la ciencia, como escuchaor del mundo, de Andalucía, para trasladar sus sentimientos a este blog: Presumes que eres la ciencia / Yo no lo comprendo así / Porque siendo tú la ciencia / No me has comprendido a mí.
El amor es torbellino
de pureza original;
hasta el feroz animal
susurra su dulce trino,
detiene a los peregrinos,
libera a los prisioneros;
el amor con sus esmeros
al viejo lo vuelve niño
y al malo solo el cariño
lo vuelve puro y sincero.
Han sido diecisiete años de vida en este nido digital, en los que la palabra “amor” ha estado muy presente en su largo recorrido, concretamente en 660 artículos de los más de 2.000 mil publicados, en lo que es verdad, como bien dice Violeta Parra, que me ha vuelto niño.
De par en par la ventana
se abrió como por encanto,
entró el amor con su manto
como una tibia mañana;
al son de su bella diana
hizo brotar el jazmín,
volando cual serafín,
al cielo le puso aretes
y mis años en diecisiete
los convirtió el querubín.
El querubín que me ha acompañado a lo largo de estos diecisiete años, ha dado fiel cumplimiento a lo que describí de este cuaderno digital cuando solo tenía un año de vida: “El 10 de diciembre de 2005, contraté mi dominio (me dieron el barco…) y diseñé el cuaderno de bitácora, siguiendo las instrucciones de un rey desconocido, que me presentó José Saramago hace ya muchos años: que el barco navegara bien y que fuera seguro. Y aprendí que aunque no era un hombre de Internet, quería serlo, aprender este nuevo lenguaje de los blog, un medio que me respeta y que me ayuda a respetar a los demás, porque el lenguaje creo que lo conozco y puede ser un buen medio para hacerme a la mar digital. Y recordé una frase preciosa del cuento de la isla desconocida: todas las islas, incluso las conocidas, son desconocidas mientras no desembarcamos en ellas. Y esta isla me fascinó, por sus inmensas posibilidades por descubrir. Y me hice a la mar y desembarqué en ella. Cada día que pasaba abría con la ilusión del primer día la página de estadística de accesos. Y he descubierto que tengo deuda ética con setenta y cinco mil personas, que acceden a esta navegación, que posiblemente están todavía en las puertas de los regalos o en las de las peticiones, pero que posiblemente un día han pensado en una actitud muy inteligente, con inteligencia digital, que merecía la pena traspasar el umbral de la puerta de las decisiones para embarcar en esta nueva forma de hacerse al mar de la libertad. Porque el mundo sólo tiene interés hacia adelante. Porque la mujer de la limpieza quiere ser libre aún en lo desconocido, baldeando barcos de libertad. Me hice con una carabela digital, elaborada de forma colaborativa por nuevos carpinteros de ribera digital: WordPress. Es muy recomendable, porque sufre arreglos y adaptaciones y se curte con los aires marinos de Internet, aunque me he dado cuenta de que es difícil encontrar tripulación, porque mucha gente piensa que ya no hay islas desconocidas. Y por otra parte asisto al espectáculo diario de cómo se hacen a esta mar millones y millones de personas que se hacen al océano de Internet a sabiendas que el mayor coste es mantener el rumbo, día a día, para no morir en el intento.
He aprendido a lo largo de diecisiete años que salir a navegar en mundo Internet, aun cuando sientas la tentación de Groucho, de querer bajarte en un momento dado del mismo, es una experiencia extraordinaria y con mucha carga vital: Si no sales de ti, no llegas a saber quién eres, El filósofo del rey, cuando no tenía nada que hacer, se sentaba junto a mí, para verme zurcir las medias de los pajes, y a veces le daba por filosofar, decía que todo hombre es una isla, yo, como aquello no iba conmigo, visto que soy mujer, no le daba importancia, tú qué crees, Que es necesario salir de la isla para ver la isla, que no nos vemos si no nos salimos de nosotros, Si no salimos de nosotros mismos, quieres decir, No es igual. Decidí desde el principio ampliar el horizonte de miras de este cuaderno de bitácora, con nuevas y blancas letras: cuaderno de inteligencia digital para buscar islas desconocidas… Es lo que hicieron los protagonistas del cuento de Saramago al finalizar su microhistoria y, quizá, la tuya y la mía, la vuestra, queridos tripulantes digitales: Después, apenas el sol acabó de nacer, el hombre y la mujer fueron a pintar en la proa del barco, de un lado y de otro, en blancas letras, el nombre que todavía le faltaba a la carabela. Hacia la hora del mediodía, con la marea, La Isla Desconocida se hizo por fin a la mar, a la búsqueda de sí misma.
Se va enredando, enredando,
como en el muro la hiedra,
y va brotando, brotando,
como el musguito en la piedra,
ay, sí sí sí.
Hoy he escrito estas palabras con alma, para manifestar mi agradecimiento personal e intransferible a los casi dos millones de visitantes de este blog durante este tiempo de singladura digital. Gracias hoy, Violeta Parra, por haberme permitido volver a los diecisiete. Los artículos o post de este blog se han ido enredando como en el muro la hiedra y tengo que reconocer, tomando conciencia de que he publicado más dos mil, que es verdad que han ido brotando, brotando, / como el musguito en la piedra, / ay, sí sí sí.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

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