Anoche conocí una experiencia auspiciada por la Universidad Miguel Hernández de Elche, junto al Museo del Prado, en torno a las miradas diferentes de cada persona al mirar un cuadro, en concreto El Jardín de las delicias, de El Bosco (c.a. 1450-1516), una obra impresionante, tanto abierta como cerrada, al constar de tres tablas en su anverso que representan diferentes momentos de la Creación: el Paraíso, los llamados pecados carnales o jardín de las delicias y el resultado final de este relato: el Infierno, mientras que si se contempla cerrado mediante las dos tablas laterales, la representación corresponde al tercer día de la creación, resaltando el valor simbólico del número 3. Lo pude contemplar en un breve reportaje narrado por Carlos del Amor en el telediario 2 de la RTVE, con un título premonitorio: El Museo del Prado estudia en qué nos fijamos cuando miramos el Jardín de las Delicias o Qué miramos cuando miramos el jardín.
Mediante unas gafas especiales se van a estudiar las diferentes reacciones humanas ante lo que se mira en el cuadro, porque todos no miramos lo mismo. Dentro de dos meses se conocerán las conclusiones. Siendo una experiencia interesantísima se ha cruzado con un acontecimiento celebrado La Habana (Cuba) durante estos días, la presentación del proyecto “Jazz x Art” en el marco de la 38ª edición del Festival Jazz Plaza, por parte de Ted Nash, saxofonista, clarinetista, flautista, educador musical, fundador del Jazz Composers Collective y artista plástico nacido en Los Ángeles en 1960. Mediante este proyecto, Nash “ha reunido a una veintena de jóvenes estudiantes de la Escuela Nacional de Arte (ENA), con la colaboración de profesores de este centro docente de la isla, bajo una singular premisa: inspirarse en obras expuestas en el museo, para improvisar a partir de ellas y componer una obra musical”, eligiendo un escenario especial: el Museo Nacional de Bellas Artes, en La Habana, concretamente en su edificio de Arte Cubano.
Durante cinco días ha invitado a estos “alumnos” del taller dirigido por él a que de manera individual o en equipo, a recogeré y expresar sus emociones y la forma de llevar a su música todo lo que contemplaban en los diferentes cuadros del Museo, especialmente en la sala dedicada al pintor Wifredo Lam, en una exposición transitoria, Wifredo Lam indivisible: “por quien Nash no esconde su admiración— en las que muestran sus avances y reciben orientación del artista y otros profesores. Todo el ejercicio, por demás, está siendo grabado con la idea de que quede “constancia documental sobre cómo se hizo el taller y cómo resultó el proceso pedagógico y creativo”, de acuerdo con el músico”. De esta forma, el pasado sábado, 28 de enero, coincidiendo con el aniversario 170 del natalicio del héroe nacional cubano, José Martí, se celebró un concierto en el patio del museo en el que se presentaron los resultados del taller, coordinado por Nash y con una actuación suya junto a músicos cubanos, acompañados por Malpaso, una compañía de danza con “una coreografía inspirada en las piezas compuestas por los alumnos durante esta semana”.
Lo que más me ha interesado es las razones de Nash para llevar a cabo este proyecto: “una de las cosas más hermosas que tiene el jazz es que brinda a los músicos la oportunidad de conocerse mejor a sí mismos. Esa es una característica que lo hace muy especial. Es un viaje de autoconocimiento, a través del proceso de creación, de la improvisación como vía para hacer aflorar esa creatividad. A través del jazz tomamos algo de nuestra alma y lo compartimos con la gente —afirma—. Mi mayor esperanza es que, gracias a este proyecto, los estudiantes tengan realmente la oportunidad de conocer algo más de sí mismos y puedan descubrir todo lo que tienen en su interior. Y que al final de la semana puedan, además, presentarse ante otras personas, frente al público, y que esas personas conozcan de ellos a través de su música, de sus creaciones, de su improvisación”.
Verdaderamente son dos experiencias, una en Madrid y otra en La Habana, que persiguen lo mismo: qué vemos y sentimos al contemplar un cuadro, algo sobre lo que tratado en diversas ocasiones en este cuaderno digital para quien lo quiera leer de nuevo, unas reflexiones personales entre las que he elegido una, Cuando un cuadro habla y nos emociona, demostrativa de lo anteriormente expuesto. El jardín de las delicias, de El Bosco y las obras del Museo Nacional de las Bellas Artes en Cuba, han sido vistas, sentidas y se han convertido en fuente de inspiración humana y artística, en este último caso en alumnos y alumnas de la Escuela Nacional de Arte, bajo la dirección de Nash, tal y como lo expresaba de forma excelente una crónica del diario El País que se ha hecho eco hoy de este acontecimiento. “Yesiney Pérez, con el clarinete en la mano, se plantó frente a Paisaje de La Habana, de René Portocarrero; Gabriela Muriedas hizo lo propio con su trompeta ante Niños, de Fidelio Ponce de León; y Josué Borges improvisó sobre La silla de Lam. La sala de arte se llenó de música, de sentimiento, de colores y de corazón, y Nash, emocionado y convertido él mismo en alumno, acompañó a los jóvenes en su búsqueda. Una maravilla”.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
Para empezar, tengo que confesar que Mario Vargas Llosa no es escritor de mi devoción lectora. Su permanente caminar del timbo al tambo en su identidad personal y escritora, no hablo precisamente de ideologías, me ha desconcertado en múltiples ocasiones. No sé si sube o baja y los últimos escándalos en papel cuché han acabado por agotar mi paciencia lectora con él. En resumen, no practico su lectura. A pesar de esta declaración de principios, no he resistido la tentación de leer su último cuento, que yo sepa, Los vientos, en prensa, porque se ha anunciado a bombo y platillo para interpretar su separación chismosa y cotilla para el entretenimiento del país y de otros países, cuando Vargas Llosa está adornado de un Premio Nobel que, dicho con todos los respetos y reservas, no es cualquier cosa.
La localización del cuento ha sido fácil porque tenía sus datos de identidad. Fechado el 15 de diciembre de 2020, se publicó por primera vez en la revista Letras libres el 1 de octubre de 2021, divulgándose de nuevo el pasado 18 de enero, en fechas de autos del corazón que han dado la vuelta al mundo “cotilla”, publicándose de forma intencionada por El Periódico de España, en su suplemento literario Abril, pudiéndose leer también en los diarios del Grupo Prensa Ibérica. Me he tomado la molestia de cotejar ambas publicaciones y la de enero de este año aparece con algunas erratas y expresiones de la anterior, aunque no son muy significativas, que he corregido para una mejor intelección del texto.
Dicho y hecho. He leído dos veces el cuento, sus 23 páginas en formato .pdf al uso. La primera reflexión sobre esta lectura interesada, sobre todo por salvaguardar la autoría de un premio Nobel, es que es todo menos inocente, al fin y al cabo como las ideologías, que tampoco lo son, porque su persona de secreto está detrás de cada línea. He intentado ponerme en su edad y piel, porque al ser también mayor puedo entenderlo mejor, pero tengo que decir alto y claro que me ha parecido una declaración de principios existenciales y distópicos bastante preocupante, un tratado breve sobre la desesperanza y un alegato contra el futuro imperfecto al que estamos abocados por definición existencial.
A pesar de destacar en algún momento los principios salvadores de la amistad, la verdad es que cae permanentemente en un solipsismo existencial con pocas puertas de salida. Como no debo caer en la tentación de llevar a cabo un espóiler, sólo quiero destacar algunos rasgos que me han pre-ocupado (con guion) y mucho. Para empezar, la asunción amarga del deterioro físico y mental asociado a la edad mayor, por llamarla de alguna forma, trascendiendo incluso rasgos escatológicos de cuyos nombres no quiero acordarme ahora, aunque curiosamente den título al cuento. Me ha sorprendido la forma de recrear este paso a la descomposición del ser humano, porque es una metáfora dolorosa que aunque no hay que ocultar, sí debe asumirse con cierto recato en beneficio de todos y de uno mismo, aunque lo que se vierte en palabras es la autodefensa de la más estricta y dolorosa soledad humana, probablemente acompañada pero no querida ni deseada, al ser una realidad constatable en últimos y rigurosos estudios científicos.
La nostalgia de la cultura pasada también es tratada por el protagonista, con preguntas inquietantes: “¿Será que la cultura ya no tiene ninguna función que cumplir en esta vida? ¿Qué sus razones antiguas, aguzar la sensibilidad, la imaginación, hacer vivir el placer de la belleza, desarrollar el espíritu crítico de las personas, ya no hacen falta a los seres humanos de hoy, pues la ciencia y la tecnología pueden sustituirlos con ventaja? Por eso será que ya no hay Departamentos de Filosofía en ninguna universidad de los países cultos de la tierra”.
A la situación descrita anteriormente hay que unir su aproximación desesperanzada a la nuevas tecnologías, donde los ordenadores lo cubren todo como rivales de la cultura auténtica, algo que personalmente había tratado en este cuaderno digital en 2011, cuando Vargas Llosa escribió una entradilla muy preocupante en un artículo que no olvido: Más información, menos conocimiento: PIEDRA DE TOQUE. La imparable robotización humana por Internet cambiará la vida cultural y hasta cómo opera nuestro cerebro. Cuanto más inteligente sea nuestro ordenador, más tontos seremos nosotros.
Quizá sea la aproximación a la teoría de los “desequilibrados” la que se convierte en el hilo conductor del cuento, no la referencia a su última experiencia “glamurosa”, real como la vida misma, como se ha intentado proclamar a los cuatro vientos: “Pero, si las ideas en sí, desasidas de finalidades prácticas inmediatas, hubieran desaparecido, toda forma de disidencia y contestación se habrían evaporado también como consecuencia de aquello en nuestras sociedades. Por fortuna todavía no es así, aunque, me temo, vamos por este camino hacia ese fin: una sociedad de autómatas. Mi esperanza está en el movimiento de los “desequilibrados” que se ha extendido tanto por el globo, no sólo por España. Aunque tengo sentimientos encontrados respecto a los “desequilibrados”. A ratos, me inspiran simpatía, porque este mundo no les gusta y por su forma de vida es obvio que quisieran cambiarlo. Hay en ellos una actitud desinteresada, de pureza y espiritualidad, todo lo que parece haberse extinguido en el resto de nuestra sociedades frenéticamente entregadas a trabajar, a producir, ganar dinero, y llenarse de maquinitas entretenidas”.
Desde la página 12 en la que aparecen estos desequilibrados, a los que el protagonista les pregunta por qué los llamaban así, sin saber bien sus protagonistas a qué era debido: “Alguien fantaseó: “Tal vez nos pusieron ese nombre los que creían que éramos un peligro para la sociedad. Aunque después se dieron cuenta de que eso no era así, el nombre quedó. A nosotros, o, por lo menos a mí, no me importa”. “A esa palabra, “nosotros”, la hemos desahuciado”, afirmó una de las chicas. “De haber sido un insulto, la volvimos una virtud”, la apoyó su vecino”, se asume como una realidad flagrante que desestabilizan posiblemente el mundo al que estamos abocados si los dioses correspondientes de cada época no lo remedian, hasta la página 17, se pueden entrever las cargas de profundidad del cuento, matizadas después por pronunciamientos claros sobre el automatismo de la vida, la religiosidad y la función histórica del catolicismo.
En el cuento todo pasa en un día, que puede ser una vida, al que incluso le sobran horas, como diría bien otro Premio Nobel, Juan Ramón Jiménez. Me quedo con el pensamiento del Nobel de Moguer, traído del sánscrito en su Diario de un poeta recién casado, completando su principio de realidad en la vida de cada uno con su cadaunada, la que no comprende el protagonista del cuento de Vargas Llosa, para poder entenderlo mejor, en el que ha quedado claro que lo de menos es la respuesta al dilema del cotilleo sobre la vida personal del Nobel, sino su soledad sonora, juanramoniana por cierto: ¡Cuida bien de este día! Este día es la vida, la esencia misma de la vida. En su leve transcurso se encierran todas las realidades y todas las variedades de tu existencia: el goce de crecer, la gloria de la acción y el esplendor de la hermosura. El día de ayer no es sino sueño y el de mañana es sólo una visión. Pero un hoy bien empleado hace de cada ayer un sueño de felicidad y de cada mañana una visión de esperanza. ¡Cuida bien, pues, este día!
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
Luz López y Mario Benedetti / Zenobia Camprubí y Juan Ramón Jiménez
Sevilla, 29/I/2023
He escrito en este blog, en bastantes ocasiones, que me había equivocado de siglo, porque he creído siempre en el romanticismo, en un ambiente propicio que descubrió Mozart, por ejemplo, para la posteridad, es decir, finales del XVIII y comienzos del XIX, cuando se abrió el mundo a otra forma de ser y estar con los demás en este planeta. ¿Quién va a negar lo que ha supuesto para la Humanidad la revolución francesa o los albores de la revolución industrial? En este contexto, dedico hoy estas palabras a una persona que me acompaña en la vida desde hace ya cuarenta años, María José, en su cumpledías anual, con la calidad en este recuerdo que manifestó Mario Benedetti en su poema Como siempre, en su fondo y forma, sentándome junto a él y sintiendo al mismo tiempo la influencia de Luz López, su compañera de vida, recordándome también que María José ha recorrido ya un camino vital de setecientos cuarenta y cuatro meses en su cumpledías vital, aplicándole hoy las palabras de su poema en primera persona, porque así lo he leído una y otra vez en lo más íntimo de mi propia intimidad agustiniana, adaptándolo a sus circunstancias, que diría Ortega y Gasset.
Es verdad, cambiando lo que hay que cambiar en el poema para adaptarlo a la realidad de ella, porque esta edad que alcanza hoy “no se le nota cuando en el instante en que vencen los crueles entra a diario a averiguar la alegría del mundo, volando gaviotamente sobre las fobias, desarbolando los nudosos rencores. Ha alcanzado una buena edad para cambiar estatutos y horóscopos, dejando que su manantial mane amor sin miseria”. También vuelvo a tener presente a Juan Ramón Jiménez, tan próximo, el poeta con el que compartí su casa de juventud en Moguer durante algún tiempo, junto a ella y Marcos, que escribió unas palabras hace más de cien años que rescato hoy en la celebración de su cumplevidas, concretamente en una bella introducción a su querido diario (1), recogidas del sánscrito -¡ay, la influencia de Zenobia Camprubí!-, porque resumen perfectamente la atención que debemos prestar a cada día, espacio y tiempo en el que se desarrolla la vida personal e intransferible de cada uno y las compañeras de vida, por ejemplo Luz, Zenobia y María José:
¡Cuida bien de este día! Este día es la vida, la esencia misma de la vida. En su leve transcurso se encierran todas las realidades y todas las variedades de tu existencia: el goce de crecer, la gloria de la acción y el esplendor de la hermosura.
El día de ayer no es sino sueño y el de mañana es sólo una visión. Pero un hoy bien empleado hace de cada ayer un sueño de felicidad y de cada mañana una visión de esperanza. ¡Cuida bien, pues, este día!
En este cumpleaños, cumpledías y cumplevidas, sólo sé que los dos hemos perseguido sueños que hoy no quiero olvidarlos, ni siquiera un momento, porque no quiero dejarme apesadumbrar por la desmemoria, ni dejar de soñar despierto como tantas veces he escrito en este cuaderno digital. Hoy, sólo quiero cantar la canción de los soñadores (Waldo Leyva, poeta cubano), entrando a diario a averiguar la alegría del mundo, volando gaviotamente sobre las fobias, desarbolando los nudosos rencores (Benedetti), porque sé que el día de ayer no es sino sueño y el de mañana es sólo una visión. Pero un hoy bien empleado hace de cada ayer un sueño de felicidad y de cada mañana una visión de esperanza. Por esas razones, sueños en definitiva, sé que lo que aprendí un día ya lejano de Juan Ramón Jiménez, ¡Cuida bien, pues, este día!, es lo que nos permite seguir viviendo, porque un hoy bien empleado hace de cada ayer un sueño de felicidad y de cada mañana una visión de esperanza. Sé que el fin no es tocarlos, como a las rosas, sino perseguir los sueños de felicidad y esperanza. Sólo eso.
(1) Jiménez, Juan Ramón, Diario de un poeta recién casado (1916), 2005. Madrid: Alianza Editorial.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
Tarjeta de papel kalamkari, elaborado por mujeres artesanas en Anantapur, estado de Andhra Pradesh (India), en un proyecto de comercio justo de la Fundación Vicente Ferrer.
A mis amados les dejo las cosas pequeñas; las cosas grandes son para todos
Rabindranath Tagore, Pájaros perdidos, 178.
Sevilla, 27/I/2023
Dedicado a María José, como siempre…
Hoy he vivido una experiencia especial al escribir a mano sobre un papel kalamkari, elaborado artesanalmente en la India, de donde he recibido una muestra fehaciente de este arte milenario, concretamente del Estado de Andhra Pradesh. Es una tarjeta de papel reciclado, estampado con la técnica Kalamkari, realizada con sellos de madera o con cálamos, que se usa indistintamente sobre tejidos y papel: “En los tiempos remotos, grupos de cantantes, músicos y pintores, los chitrakattis, iban de pueblo en pueblo relatando las grandes epopeyas de la mitología hinduista. A medida que desarrollaban la historia, ilustraban su cuento con la ayuda de grandes piezas de telas pintadas en el mismo lugar con medios rudimentarios y tinturas vegetales. Este es el origen de los primeros kalamkari. También encontramos en los templos hinduistas grandes tableros de Kalamkari que representaban episodios de la mitología india quizá con la misma función que los capiteles en las catedrales cristianas” (1). Las artesanas que elaboran en la actualidad estas tarjetas como la mía, trabajan en el taller de Bukaraya Samudram, una localidad de la India, en el distrito de Anantapur, estado de Andhra Pradesh, en un proyecto solidario de comercio justo patrocinado y cuidado con esmero por la Fundación Vicente Ferrer, a la que tanto admiro y aprecio.
El término Kalamkari tiene su etimología en la palabra turca y griega “Kalam”, Cálamo (en griego, κάλαμος), aunque unidas en hindi, Kalam (pluma) y Kari (arte), expresan el utensilio principal que se utilizaba hace más de 3.000 años en la pintura con tintes vegetales, la caña hueca que da forma final a su trabajo tras los 23 pasos que necesita la elaboración del producto artesano. Al abrir el sobre que contiene la tarjeta, he sentido algo especial, porque estaba ante el papel en blanco, decorado en su anverso como mensaje principal de respeto a la naturaleza, a la vida, aunque lo importante es escribir hoy sobre ese papel tejido, tan especial y simbólico, teniendo presente lo que expresó admirablemente Platón en su obra Fedro, en la que narra una historia preciosa sobre la dialéctica de la palabra escrita, contada por Sócrates, entre un dios antiguo Teut, que se dice que inventó la escritura y el rey de Tebas, Tamus. Un día “Teut se presentó al rey y le mostró las artes que había inventado, y le dijo lo conveniente que era difundirlas entre los egipcios. El rey le preguntó de qué utilidad sería cada una de ellas, y Teut le fue explicando en detalle los usos de cada una; y según que las explicaciones le parecían más o menos satisfactorias, Tamus aprobaba o desaprobaba. Dícese que el rey alegó al inventor, en cada uno de los inventos, muchas razones en pro y en contra, que sería largo enumerar. Cuando llegaron a la escritura dijo Teut:
– “¡Oh rey! Esta invención hará a los egipcios más sabios y servirá a su memoria; he descubierto un remedio contra la dificultad de aprender y retener.
– Ingenioso Teut –respondió el rey–, el genio que inventa las artes no está en el mismo caso que el sabio que aprecia las ventajas y las desventajas que deben resultar de su aplicación. Padre de la escritura y entusiasmado con tu invención, le atribuyes todo lo contrario de sus efectos verdaderos. Ella sólo producirá el olvido en las almas de los que la conozcan, haciéndoles despreciar la memoria; confiados en este auxilio extraño abandonarán a caracteres materiales el cuidado de conservar los recuerdos, cuyo rastro habrá perdido su espíritu. Tú no has encontrado un medio de cultivar la memoria, sino de despertar reminiscencias; y das a tus discípulos la sombra de la ciencia y no la ciencia misma. Porque, cuando vean que pueden aprender muchas cosas sin maestros, se tendrán ya por sabios, y no serán más que ignorantes, en su mayor parte, y falsos sabios insoportables en el comercio de la vida (Platón, Fedro, 274c-277a)».
Leyendo de nuevo estas palabras de Platón y observando mi escritura manual en la tarjeta kalamkari, he recordado inmediatamente la importancia que daba a la caligrafía mi maestra de la infancia rediviva, Doña Antonia, entendida de acuerdo con la definición de la RAE (del gr. καλλιγραφία), como el “arte de escribir con letra bella y correctamente formada, según diferentes estilos” y en su segunda acepción, como el “conjunto de rasgos que caracterizan la escritura de una persona, de un documento, etc.”. Las letras que se utilizan hoy en el mundo digital distan mucho de aquellas que se escribían con letra bella y correctamente formada, aunque en el fondo traducen la misma problemática que exponía magistralmente Platón, en boca de Sócrates: por sí mismas, no dicen nada, porque necesitan, sobre todo, conocer bien a quien las escribe, cuestión ésta no inocente en el mundo digital donde el anonimato es el rey. Continuaba diciendo Sócrates: “Lo que una vez está escrito rueda de mano en mano, pasando de los que entienden la materia a aquellos para quienes no ha sido escrita la obra, sin saber, por consiguiente, ni con quién debe hablar, ni con quién debe callarse. Si un escrito se ve insultado o despreciado injustamente, tiene siempre necesidad del socorro de su padre, porque por sí mismo es incapaz de rechazar los ataques y de defenderse”.
Al escribir hoy, a mano, unas palabras sobre la tarjeta kalamkari, que han elaborado unas mujeres artesanas en la India, gracias a la Fundación Vicente Ferrer, entregándome un soporte especial, he recuperado en mi persona de secreto algo que aprendí también hace ya bastante tiempo: “El manuscrito tiene una característica evidente, comparado con la máquina de escribir o la pantalla: la individualidad. La letra de una persona es algo exclusivo, como sabe bien el amante que reconoce ya desde el sobre una carta de su amada…” (2). Es lo que probablemente intentó explicarnos Gabriel García Márquez, hace ya muchos años, sobre el realismo mágico de sus palabras manuscritas, aunque él las escribiera con una máquina de escribir clásica que quizás superaba con creces la letra creada por la bola de tungsteno de su bolígrafo BIC de turno. Pero éste probablemente estaba allí, muy pendiente de su mano creadora, al igual que estaba en mi infancia más próxima. Como para él lo estaba de la carta comunicando la pensión al coronel Buendía, que tanto esperó, mucho menos importante que lo que nos sucede en el día a día, cuando vamos como él del timbo al tambo de nuestras vidas.
Si hoy les contado esta historia es porque el significado profundo de kalamkari es ese, el arte de contar historias, como hacían los antepasados en India, artistas en artes varias que, al finalizar sus actuaciones, desenrollaban lienzos de tela para pintar las historias que contaban por los caminos, ante quienes los querían escuchar. En un mundo tan superficial y vacío como en el que vivimos a diario, estas pequeñas cosas son las que, como bien recomendaba Tagore como “pájaro perdido”, debemos entregarlas a las personas que apreciamos, “a nuestros amados” decía él, tal y como lo tradujo con gran sensibilidad Zenobia Camprubí, siempre tan cerca de Juan Ramón Jiménez. A los demás…, sé que sólo les bastan las grandes.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
Adquirir sabiduría es mejor que el oro; adquirir inteligencia es preferible a la plata.
Proverbios, 16,16
Sevilla, 26/I/2023
El oro tiene una historia milenaria, muy controvertida. Hace miles de años, los pueblos ribereños del Tigris y Éufrates, en la actual Irak, no lo valoraban si era para los dioses o el dios correspondiente, es decir, no tenía valor para las divinidades humanas de los gentiles: No haréis junto a mi dioses de plata, ni os haréis dioses de oro. Así lo dejaron reflejado nuestros antepasados en el libro del Éxodo 20, 23. Las cosas cambiaron a lo largo de la historia de la humanidad y poco a poco fue cobrando importancia hasta llegar a nuestros días. Lo verdaderamente sorprendente es una cita del libro de Jeremías (10, 3-8), también en el Antiguo Testamento, en el que el lenguaje utilizado es demoledor hacia este metal: Las costumbres de los gentiles son vanidad: un madero del bosque, obra de manos del maestro que con el hacha lo cortó, con plata y oro lo embellece -plata laminada, de Tarsis importada, y oro de Ofir; hechura de maestro y de manos de platero (de púrpura violeta y escarlata es su vestido): todos son obra de artistas. Con clavos y a martillazos se los sujeta para que no se meneen. Son como espantajos de pepinar, que ni hablan. Tienen que ser transportados, porque no andan. No les tengáis miedo, que no hacen ni bien ni mal. No hay como tú, Yahvéh; grande eres tú, y grande tu Nombre en poderío. ¿Quién no te temerá, Rey de las naciones? Porque a ti se te debe eso. Porque entre todos los sabios de las naciones y entre todos sus reinos no hay nadie como tú. Todos a la par son estúpidos y necios: lección huera la que dan los ídolos”. Será el libro de los Proverbios, 16, 16, el que finalmente deje a estos metales preciosos en su sitio digno, para el presente y la posteridad de la vida humana: Adquirir sabiduría es mejor que el oro; adquirir inteligencia es preferible a la plata.
Todo lo anterior viene a colación al verificar qué está pasando con el oro y otros metales preciosos en los vertederos electrónicos repartidos por este injusto mundo. Nunca se había tirado tanto oro y tanta plata a la basura. No somos capaces de valorar lo que tiramos cuando practicamos el eslogan de usar y tirar en relación con los aparatos electrónicos, sin darnos cuenta que cada uno de ellos lleva en sus entrañas metales preciosos que podrían tener una segunda vida. Lo que está ocurriendo con esta actividad humana es de tal trascendencia que las Naciones Unidas hace años que tomaron carta en el asunto, informando de la creación de un portal específico para conocer la situación mundial en esta materia, en la que como muestra basta un mensaje oficial de este Organismo, lanzado al mundo en 2019: “El mundo generó en 2018 más de 50 millones de toneladas de residuos electrónicos; el equivalente a tirar a la basura 125.000 aviones jumbo o 4500 torres Eiffel y suficientes para cubrir de desperdicios toda la isla de Manhattan. Solo una pequeña porción de los restos de computadoras, electrodomésticos, teléfonos, baterías son reciclados correctamente, a pesar de que tienen un alto valor económico y el potencial de crear trabajos. Sin una gestión adecuada, dañan el medio ambiente y la salud humana”. Es importante señalar que la Unión Internacional de Telecomunicaciones, la Universidad de las Naciones Unidas (UNU) y la Asociación Internacional de Residuos Sólidos (ISWA) participan en la Asociación Mundial de Estadísticas sobre Residuos Electrónicos.
Con estos antecedentes, sabemos que la situación de España en 2019 era la siguiente:
Tengo que señalar que durante el tiempo que tuve abierta esta página mostrada en la imagen anterior, se había generado una cantidad aproximada de 393.220 kg de desechos electrónicos en todo el mundo. Para reflexionar en cualquier caso.
La verdad es que es un asunto que requiere mucha atención, pero quiero centrarme hoy en qué significa el oro en este mundo de deshechos electrónicos, fundamentalmente por su valor en el mercado. He consultado una de las empresas especializadas en la actualidad en la producción de joyería con oro reciclado, AuTerra, localizada en Ciudad del Cabo (Sudáfrica), fundamentalmente porque la historia de su fundadora, Ashley Heather, me ha parecido apasionante, así como la justificación oficial y social que ofrecen públicamente, que me ha interesado mucho por el trasfondo ecológico y de respeto al planeta que manifiestan, con independencia del valor que personalmente doy al oro que no va más allá de lo que aprendí del profesor Sánchez Vázquez en su libro Ética, cundo decía que el oro y la plata, por ejemplo, tienen valor porque se lo ha dado el ser humano a lo largo de la historia, nada más, porque en sí mismo, sin la intervención humana de agregarle el valor no significarían nada: “La minería de solo diez gramos de oro desplaza 4800 kg de tierra. Pero el oro no solo se encuentra bajo tierra, de hecho, una proporción significativa del suministro mundial de oro ya está por encima del suelo y gran parte de él en un lugar muy sorprendente…, nuestros vertederos. E-waste (desechos electrónicos) es un término general para productos o componentes electrónicos desechados. Estos dispositivos a menudo utilizan, entre muchos otros materiales, pequeñas cantidades de oro y plata debido a la notable conductividad eléctrica de ambos metales. La computadora promedio, por ejemplo, tiene aproximadamente una quinta parte de un gramo de oro. Solo el 12.5% de los desechos electrónicos en todo el mundo se reciclan actualmente, el resto se deja en vertederos donde comienza a degradarse liberando toxinas en el aire, el suelo y las aguas subterráneas. Solo en los Estados Unidos, los teléfonos celulares que contienen 60 millones de dólares en oro y plata, se arrojan a los vertederos cada año. Esto no parece un final apropiado para uno de los componentes más venerados por la humanidad”. Agregan también: “Nuestro proceso de refinación comienza con el desmantelamiento manual de los productos electrónicos de desecho. Todos los componentes se envían por separado para su reciclaje. Las placas de circuito se pasan a través de una trituradora antes de ser introducidas en el horno. Esto da como resultado dos materiales, la escoria que es un subproducto (obtiene una segunda vida en la construcción de carreteras) y una masa metálica mixta. Esta masa es una combinación de cobre, oro, plata y, dependiendo del tipo de desechos electrónicos, algunos otros metales. A continuación, el aspecto técnicamente más desafiante del proceso de reciclaje, los metales preciosos se separan en soluciones antes de fundirse nuevamente en la etapa final para garantizar un material puro y de alta calidad. El oro y la plata reciclados comienzan su nueva vida en nuestro estudio de Ciudad del Cabo, donde se alean y se elaboran meticulosamente en joyas fáciles de usar”.
He conocido también que mi móvil contiene, aproximadamente, unos 0,2 gramos de oro, arrancado de las entrañas de la tierra en las dos terceras partes de reservas que ya se han explotado. También sé ya que una tonelada de mineral puede dar tan sólo 30 gramos de oro, cuando con una tonelada de desechos electrónicos, se pueden obtener unos 300 gramos de este metal precioso. Queda un campo de actuación urgente e importante para salvar el planeta y para reconducir el lujo humano hacia nuevos senderos más lógicos y respetuosos con el planeta.
Hace bastantes años, diecisiete concretamente, escribí una carta a la revista dominical Magazine, con un título que rescato hoy, El oro para quien lo quiera, porque mantengo su fondo y forma sin cambiar palabra alguna. Exigían sólo quince líneas y cumplí el mandato, que hoy transcribo íntegramente, para dejar patente mi valoración de un metal precioso que, perdónenme, tiene el valor que cada uno quiera darle, nada más, porque tengo claro que adquirir sabiduría es mejor que el oro y que adquirir inteligencia es preferible a la plata:
El oro para quien lo quiera
Esta frase figura en la primera canción del álbum que presenta en estos días Alejandro Sanz. Hace muchos años aprendí del profesor de ética, Adolfo Sánchez Vázquez, que el oro solo tiene valor porque se lo dan las personas, dado que en sí mismo podría pasar desapercibido. Pero lo que califica el valor de las cosas, que no su precio, de acuerdo con la diferencia establecida de forma maravillosa por Antonio Machado, es la visión que las personas pueden llegar a tener de las cosas materiales. Ser o tener, en dialéctica permanente. Y una frase de Alejandro Sanz, recogida en el reportaje de Magazine de 5/XI/2006, puede ser la mejor clase de ética jamás contada.
Alejandro, subido a un episódico “Tren de los momentos”, reflexiona que “planeamos la vida como si fuéramos a ser eternos y luego, en realidad, te das cuenta de que no tienes nada salvo los recuerdos, la gente que te quiere y la gente a la que tú quieres”. Y quiere convencernos que en la terraza del restaurante Pizarro, en su Alcalá de los Gazules (Cádiz) de la niñez rediviva, las personas que le han rodeado siempre, son las que pueden recibir las pequeñas cosas de los amigos, las que siempre ensalzó Tagore en sus “Pájaros perdidos” y a las que hoy pone música y palabras.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
Acabo de leer un reportaje en el diario El País que no me ha dejado indiferente, El ‘vía crucis’ de hacer trámites digitales con la Administración: “Cada procedimiento es un mundo con su propia normativa”, porque sé de lo que está hablando por mi trayectoria directiva digital en la Administración Pública y por mi pronunciamiento público insistente sobre la imperiosa y urgente necesidad de la declaración de las estrategias públicas digitales a nivel de Estado y de Comunidades Autónomas, por este orden, al servicio del interés general de la ciudadanía, como se puede constatar en este cuaderno digital a lo largo de sus más de diecisiete años de vida. No voy a publicar de nuevo lo que se puede verificar a través del buscador de este blog, pero sí quiero resaltar ahora las piedras angulares que podrían paliar lo que llamo «desorden público digital», en el que la ciudadanía se pierde y, además, sigue abriendo una brecha digital de amplio espectro, en la que las personas mayores son las grandes damnificadas, aunque en este desorden son muchas las personas afectadas, vulnerables por definición. No digamos, los nadies.
Para empezar, se suele confundir administración electrónica (digital) con gobierno electrónico (digital), que no es lo mismo, porque el gobierno es el antecedente y la administración su consecuente, es decir, si las disposiciones y los procedimientos que se derivan de las disposiciones que emanan de los Gobiernos Correspondientes no están claros, siguen siendo muy confusos y con un lenguaje adverso para la ciudadanía común, no sirve de nada instalar, que no implantar (otro gran problema estratégico, porque no es lo mismo la cacharrería digital que la inteligencia a la que soporta), tecnologías y plataformas digitales de última generación para que se pueda acceder a ellos, porque la administración electrónica, es decir, la que fija el catálogo de procedimientos administrativos susceptibles de digitalización, no cuida la accesibilidad, “digitalmente hablando”, a lo que la disposición dice, produciendo lo que llamo la «digitalización del desorden» a través del programa informático corrspondiente que, a veces, hasta recibe premios. ¿Por qué ocurre esto? Básicamente porque cuando se redactan las disposiciones oficiales, en sus diferentes rangos, no son revisadas por expertos en procedimientos digitales con objeto de SIMPLIFICARLAS al máximo y, para que puedan ser accesibles a la ciudadanía.
Otro problema existente es la proliferación de plataformas digitales y software variado hasta unos límites insospechados, básicamente porque las Administraciones han hecho a lo largo de los últimos treinta años una carrera de relevos, digital por supuesto, a ver quién tenía la tecnología mejor y de última generación, obviando criterios técnicos digitales insoslayables, como interoperabilidad, reutilización de repositorios comunes, públicos, en un proceso de economía digital y circular de escala, en definitiva, que facilitara accesibilidad garantizada, sencilla, equitativa y uniforme, entre otras muchas categorías a contemplar, lo que ha propiciado un maremágnum digital caro, ineficiente y de difícil reconstrucción para unas plataformas digitales consolidadas e integradas, al servicio del Estado y de las Comunidades Autónomas, que produciría unos ahorros sustanciales y un servicio impecable y garantista a la ciudadanía, con servicios de atención personalizada de alta disponibilidad, 24x7x365 días al año. El ahorro digital de dinero, espacios y tiempo público, sería extraordinario.
Creo que hay que aplicar inteligencia pública digital a esta situación descrita en el reportaje citado, que podría dar un giro copernicano a la política pública digital de nuestro país, en beneficio de todos, con un objetivo muy claro: no seguir digitalizando el desorden, porque la inteligencia pública digital que existe ya en la Administración, puede ofrecer soluciones urgentes a los Gobiernos correspondientes, así como a los propios profesionales y funcionarios de la Administración Pública, para ofrecer las mejores respuestas a la ciudadanía. Ordenadas digitalmente, en el amplio sentido de estas palabras.
Lo he manifestado muchas veces en este cuaderno digital y en intervenciones públicas en relación con el mundo digital desde la perspectiva de la Administración Pública. Estamos ya instalados en la cuarta revolución industrial donde el talento humano es el rey. Por tanto, el Gobierno Digital, más que instalarse en un continuo problema del calendario de plazos de implantación de la Administración Electrónica con visión muy corta y anticuada de miras de servicio público y atención al interés general digital de la ciudadanía, debería cuidar mucho y con carácter antecedente al Talento Público Digital de los funcionarios y servidores públicos en general, porque estamos ante la cuarta revolución administrativa (con bastantes reservas respecto de las anteriores si es que existieron, que lo dudo), que no acaba de adaptarse a la citada cuarta revolución industrial, debiéndose plantear y desarrollar una Estrategia Pública Digital acorde con estos principios. Estrategia que se define como el proceso organizativo mediante el cual el Gobierno Digital correspondiente, a través de la Política Digital, incorpora a sus funciones directivas y funcionales los sistemas y las tecnologías digitales de la información y comunicación, como escenario y motor de su progreso, y como modelo de integración tecnológica orientada a la ciudadanía. Formando a funcionarios, cientos de miles, en inteligencia (talento) digital aplicada, que se debe contemplar ya en el acceso a la función pública (gran debate pendiente en términos digitales), si se quieren prestar servicios digitales dignos a la ciudadanía formada ya en inteligencia digital aplicada a las necesidades de cada día, con medios tan accesibles como los teléfonos inteligentes, tabletas y el mando del televisor, que conoce a su dueño cada día más y casi sin darse cuenta a través de la memoria predictiva alojada en un chip que no es inocente y que no vemos por sitio alguno.
El problema descrito en el reportaje de referencia, cuando se afirma en él que “Los expertos reclaman unificar procedimientos y un lenguaje más claro y menos técnico para sortear un problema que no solo afecta a la población mayor: más del 80% de los ciudadanos deja a medias algún trámite por no entenderlo”, es de un gran calado digital de carácter público. Lo extraordinario, urgente y necesario es declarar de una vez por todas la transformación digital de este país a través de la transformación urgente del Gobierno actual al uso en Gobierno Digital, para que se puedan aplicar políticas digitales de amplio espectro, tal y como he ido desarrollando a lo largo de los últimos años en este blog. Sería extraordinario comenzar a tejer tejido crítico en este momento digital porque hay razones suficientes de urgencia política en un mundo que cada día se mueve más en torno a la transformación digital de todos los ecosistemas en los que vivimos, estamos y, sobre todo, somos. Creo que se puede comprender mi obstinación, en el más correcto sentido de la palabra y tal como la aprendí hace ya muchos años de Herman Hesse, como decía al comienzo de este artículo. Obstinación, en torno a esa excelente virtud, entendida como la obediencia a una sola ley, la que lleva al propio sentido (digital, por supuesto). Se entiende así que no hablamos de un problema de plazos para la implantación definitiva de la Administración Electrónica (constructo que debería revisarse en sus dos vocablos y sustituirse por Digital), sino de estrategia pública digital de amplio espectro que encuentra su marco de actuación en la legislación digital que aprueba el Gobierno (Digital, por supuesto) correspondiente.
Lo que escribo hoy lo manifiesto como exempleado público, porque he crecido junto a la reiterada referencia a Larra, ¡vuelva usted mañana!, en todos los años de dedicación plena a la función pública: educativa, sanitaria, tributaria y económico-financiera, construyendo día a día y, en contrapartida, lo que llamaba “segundos de credibilidad pública”. Me ha pesado mucho la baja autoestima, ¿larriana?, con la famosa frase de ¡Vuelva usted mañana!, que se percibe en el seno de la Administración Pública por una situación vergonzante que muchas veces no coincide con la realidad, porque desde dentro de la misma Administración hay manifestaciones larvadas, latentes y manifiestas (valga la redundancia) de un “¡hasta aquí hemos llegado!” por parte de empleadas y empleados públicos excelentes, que tienen que convivir a diario con otras empleadas y empleados públicos que reproducen hasta la saciedad a Larra (a veces, digitalizado) y que hacen polvo la imagen auténtica y verdadera que existe también en la trastienda pública. Y muchas empleadas y empleados públicos piensan que la batalla está perdida: unos, por la llamada “politización” de la función pública, olvidando por cierto que la responsabilidad sobre la Administración Pública es siempre del Gobierno correspondiente, y otros, porque piensan que el actual diseño legislativo de la función pública acusa el paso de los años y que la entrada en tromba de las diferentes Administraciones Públicas de las Comunidades Autónomas, obligan a una difícil convivencia de la legislación sustantiva sobre la particular con las llamadas “peculiaridades” de cada territorio autónomo, cuestión no baladí que acaba afectando a los formularios administrativos digitales de los diferentes procedimientos a los que se tiene que enfrentar la ciudadanía en su relación con las diferentes Administraciones Públicas.
Existe en nuestro país un proyecto de Estado ilusionante, el Plan España Digital 2025, que ya traté en el año de su presentación oficial, en un artículo, 5G: una revolución ética y digital, que da sentido a lo anteriormente expuesto, donde en su apartado quinto, Transformación digital del sector público, dice textualmente algo que corrobora lo manifestado hasta aquí: “En general, se demandan servicios más personalizados, más fáciles de usar y más adaptados a nuestras necesidades particulares, y se incrementan las exigencias de mayores niveles de seguridad y de respeto al medio ambiente. Todo ello exige introducir cambios importantes en la forma en que se prestan los servicios públicos y en las infraestructuras que le dan soporte. Las Administraciones Públicas deben innovar de manera permanente. Deben predicar con el ejemplo y ser uno de los motores de la Transformación Digital del país. Deben mantener su compromiso permanente con la ciudadanía y las empresas para ofrecer los mejores servicios públicos posibles e impulsar la colaboración con el sector privado y las organizaciones sociales para encontrar soluciones a las nuevas demandas de servicios públicos”. Leer este documento es imprescindible para poder emitir juicios bien informados, con un objetivo claro: llevar a cabo una auténtica revolución copernicana en la Administración Pública basada en el interés general digital, de corte constitucional (Art. 103), que también existe, para facilitar la interrelación con la ciudadanía en la prestación de los servicios públicos. El Plan así lo afirma con contundencia: “Todo ello explica la urgencia de articular España Digital 2025: una Agenda actualizada que impulse la Transformación Digital de España como una de las palancas fundamentales para relanzar el crecimiento económico, la reducción de la desigualdad, el aumento de la productividad, y el aprovechamiento de todas las oportunidades que brindan estas nuevas tecnologías. Y que lo logre con respeto a los valores constitucionales y europeos, y la protección de los derechos individuales y colectivos.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
Mayo del 68, París: Sed realistas, pedid lo imposible
No vivas en la tierra como un inquilino ni en la naturaleza al modo de un turista Vive en este mundo cual si fuera la casa de tu padre Cree en los granos en la tierra, en el mar pero ante todo en el hombre
Nazim Hikmet (1902-1963) Tal vez mi última carta a Mehmet [su hijo]
Sevilla, 23/I/2023
Groucho Marx lo diría así con su sarcasmo impecable: ¿Por qué lo llaman educación cuando lo único que quieren decir es negocio?, con un efecto eco profundo: ¡Es el business, idiotas! (que no os enteráis…). Es lo que he sentido al leer hoy un artículo excelente publicado en elDiario.es, El ‘business’ de los tontos útiles, escrito por Toño Fraguas, redactor jefe de ediciones de esta publicación digital, que refleja perfectamente qué significa hoy educar en todos los niveles posibles, aunque está centrado en el lema “universidad”, como reflexión profunda y necesaria ante lo expresado en una valla publicitaria en Madrid, haciendo alusión a lo que hace un Centro “X” universitario y privado, por más señas: “la única universidad donde solo se habla de business”: “Esto va del sentido de la palabra ‘universidad’ y de la función profunda de la formación académica. El problema, en resumen, es llamar ‘universidad’ a cualquier cosa. Cuesta imaginar a estudiantes que solo hablan de business saliendo a las calles de París en Mayo del 68, como hicieron en la Sorbona; o manifestándose contra la Guerra de Vietnam, como hicieron en Berkeley, California; o contra la dictadura de Franco, como en la Complutense y otras universidades españolas. En la Complutense, precisamente, hay una gran escultura titulada Los portadores de la antorcha que muestra a un joven a caballo recogiendo la antorcha del conocimiento de manos de un anciano exhausto. Es una alegoría de la trasmisión del conocimiento entre generaciones. Cuesta imaginar que lo que arde en esa antorcha pueda quedar reducido al business”.
El artículo es magnífico y recomiendo su atenta lectura porque no deja indiferente a quien lo lea con el respeto que merece. El problema no está sólo en la Universidad sino en todo el recorrido educativo en nuestro país. Dice Nuccio Ordine en su precioso libro Clásicos para la vida (1), del que recomiendo su presentación en Madrid para los interesados en esta obra, que la formación “requiere plazos largos. Orientarla exclusivamente por las presuntas ofertas del mercado laboral es perder de antemano la partida. No necesitamos reformas genéricas, sino asegurar una buena selección de los docentes. Los jóvenes reclaman sobre todo profesores que vivan con pasión y con verdadero interés la disciplina que imparten. Se trata de una exigencia sacrosanta, cuyos efectos beneficiosos todos nosotros hemos podido experimentar en nuestra vida estudiantil [-…] No se puede hablar al alumnado sin amar lo que se enseña. O tirar de powerpoint o prezi sin más, repitiendo todo lo que allí se expone sin orden ni concierto, sin alma didáctica alguna a pesar de la modernidad digital.
El autor finaliza su libro con una referencia a Einstein en el capítulo dedicado a la educación en su libro Mis ideas y opiniones y su canto a la curiosidad innata en los seres humanos, que permite desarrollar la creatividad y la fantasía, curiosidad a la que he dedicado bastantes páginas en este cuaderno digital. Dice Ordine que: “La buena escuela no la hacen ni las pizarras interactivas multimedia, ni las tablets, ni los managers, ni los demagógicos acuerdos a corto plazo con empresas y centros profesionales: la hacen solo los “buenos docentes”, aquellos que, renunciando a las “medidas coercitivas”, logran que “la única fuente de respeto del alumno al profesor sean las cualidades humanas e intelectuales de éste” (pág. 71s del libro de Einstein). Al docente le incumbe la delicada misión de hacer comprender a sus estudiantes que la enseñanza es una gran oportunidad ofrecida por la sociedad para ayudarnos a hacernos mejores, mujeres y hombres libres capaces de saber vivir”.
La clave está en comprender cada día (carpe diem) la odisea de vivir dignamente donde somos y estamos, tal y como dice el maravilloso Libro de Instrucciones para Vivir Dignamente, que me dicen que está agotado desde hace muchos siglos, aunque lo más importante en estos días de turbación social continua y las consiguientes mudanzas del alma, es estar bien informados para crecer en optimismo responsable y regar diariamente el jardín de la inteligencia, como decía Voltaire. Vuelvo a leer al poeta turco Nazim Hikmet, intentando vislumbrar la quintaesencia del poema que encabeza estas líneas, más que los fárragos de la vida diaria, que diría Baltasar Gracián, es decir, qué significa luchar por la libertad y el arte de vivir a pesar de todo el «business» que hay montado en nuestro alrededor más próximo, señalando diferentes principios para incorporarlos desde hoy mismo al Manual para Vivir con Dignidad, cada día, en un carpe diem continuo y lleno de esperanza educadora, poniendo al capital y al business en su sitio, porque todo no es pura mercancía:
Ama la nube, la máquina y el libro pero ante todo, ama al hombre Siente la tristeza de la rama que se seca del planeta que se extingue del animal inválido pero siente ante todo la tristeza del hombre Que todos los bienes terrestres te prodiguen la alegría Que la sombra y la luz te prodiguen la alegría Que las cuatro estaciones te prodiguen la alegría Pero ante todo, que el hombre te prodigue la alegría
Vuelvo al artículo de Fraguas y leo con atención reverencial unas palabras que me han llegado muy a fondo en mi alma de secreto: “Lo que es seguro es que quien solo habla de business [negocio] nunca va a aprender que el trabajo es lo contrario del estudio; porque la función de esas pseudouniversidades no es otra que troquelar personas para que encajen en un engranaje mayor. La fragmentación y la compartimentación de los conocimientos es muy útil para neutralizar el progreso. La ultraespecialización es un sofisticado mecanismo de control social: funciona como las anteojeras que impiden a las burros mirar hacia los lados y elegir su propio camino. Quienes se contentan con saber solo de lo suyo suelen jactarse de ganar dinero y ser útiles, sin sospechar que en realidad más bien sirven como tontos útiles. Y cabe preguntarse a quién beneficia realmente esa utilidad”.
Lo que está de fondo es lo que Nuccio Ordine (vuelvo a él) llama también La utilidad de lo inútil (2), porque vivimos instalados en una sociedad utilitarista, presidida por el imperio del mercado y sus mercancías, cuestión que se analiza a fondo en las clases maestras de las universidades donde el negocio (business) es el negocio (business) y nada más, ¡Es el business, idiota!. recordando al asesor de Clinton en aquel exabrupto del que ahora me acuerdo y que dio la vuelta al mundo en su campaña de 1992: ¡Es la economía, idiotas!. Los que tenemos la sensación de habernos equivocado de siglo lo pasamos muy mal, porque estamos convencidos del placer de lo inútil. La lectura de ese libro, muy recomendable, me refresca continuamente esos conceptos que hoy recupero en esta reflexión compartida con la Noosfera. Muy útil también para espíritus inquietos que priman el valor del conocimiento y de la admiración por todo lo que se mueve a nuestro alrededor. Imprescindible para militantes del Club de las Personas Dignas, al que tengo el honor de pertenecer. En este libro de 172 páginas útiles para comprender el oxímoron “utilidad de lo inútil”, el autor despeja inmediatamente cualquier duda al explicar que la referencia a la utilidad se centra solo en aquellos saberes “cuyo valor esencial es del todo ajeno a cualquier finalidad utilitarista”. Es útil todo aquello que nos ayuda a ser mejores y decir esto en una sociedad de mercado y business puro y duro, es para obtener matrícula de honor en la Universidad de las grandes avenidas digitales del mundo actual, a las que se asiste a clases “útiles” en zapatillas (pantuflas), a través de la educación digital, por ejemplo, como explicaba muy bien en su momento el profesor libertario Michel Onfray, del que también he aprendido muchas cosas en su universidad de la calle, de las aceras de la vida, muy lejos del canon universitario oficial.
(1) Ordine, Nuccio. Clásicos para la vida. Una pequeña biblioteca ideal, 2017. Barcelona: Acantilado.
(2) Ordine, Nuccio. La utilidad de lo inútil, 2017 (17ª ed.). Barcelona: Acantilado.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
Podría pasar la noticia sin pena ni gloria, pero me ha sorprendido conocer que el ruiseñor siberiano, concretamente el coliazul, ha sido localizado en España, concretamente en dos lugares, Huesca y Albacete, siendo una rareza ornitológica, porque la elección de esta ruta migratoria para su invernación es una gran sorpresa para los investigadores. La noticia en sí me ha llevado de la mente a una metáfora recurrente cada vez que me aproximo a este pequeño pájaro, que demuestra ahora, de forma sorprendente, su capacidad de vuelo en grandes distancias para alejarse del frío siberiano y buscar calor en nuestro país, a pesar de su fragilidad, a modo de una metáfora propiciatoria sobre el comportamiento humano, sobre los prejuicios, sobre la migración mal entendida.
Hace tan sólo un año, me aproximé también a un acontecimiento ligado al mundo de los ruiseñores a través de un artículo, No matar a los ruiseñores (ni a los gorriones), que he vuelto a leer atentamente. Se trataba de una noticia que había saltado a todos los medios de comunicación, porque Matar a un ruiseñor había sido elegido, por parte de los lectores y críticos de The New York Times, el mejor libro escrito de los últimos 125 años. La novela de la escritora americana Harper Lee resultó elegida entre 125 libros de todos los géneros, con motivo del aniversario del suplemento Book Review del citado periódico. Una vez más, esta novela mostró que a pesar del paso de los años desde su publicación en 1960, no había perdido interés por su contenido plagado de matices éticos, sociales y humanos. Lo demuestra el hecho de que en esta convocatoria se habían propuesto hasta 125 libros de todo tipo de géneros, ensayos, biografías o novelas, participando 67 países y más de 50 estados (América). La obra obtuvo el Premio Pulitzer en el año siguiente de su publicación. Como anécdota interesante en su forma, que no en el fondo de la novela, es que la traducción del título de la obra “Matar a un ruiseñor” (To Kill a Mockingbird) no es correcta, porque el pájaro que trata en ella es concretamente un cenzontle común o sinsonte, un ave nativa de América del Norte, América Central y el Caribe, pero no un ruiseñor. Ambas aves cantan especialmente bien, son de tamaño parecido aunque de costumbres diferentes y quizás sea el canto en ambas una de sus señas de identidad y proximidad cantora más reconocible.
El argumento de la novela es de sobra conocido y en el artículo citado lo desarrollé brevemente para quien lo quiera consultar. El momento mágico de la comparación con esta pequeña ave, es cuando la niña, Scout, le dice a su padre que exponer a Boo Radley, su salvador en un momento comprometido del argumento, al escrutinio público de un juicio le causaría gran perjuicio, algo que «sería como matar un ruiseñor», haciendo referencia a un consejo dado por el mismo Atticus [su padre] en el que decía que matar ruiseñores, que solo cantan y no hacen daño, es un acto malvado” (1).
Al saber que este pequeño pájaro coliazul está invernando con nosotros, vuelvo a pensar que cualquier parecido con la realidad actual social en muchas de sus manifestaciones no es pura coincidencia. La trazabilidad ética de Matar a un ruiseñor sigue manteniendo su interés en relación con posturas actuales frente a los juicios precipitados que hacemos a diario, matando a ruiseñores a diestro y siniestro. Comprendo perfectamente que Matar a un ruiseñor siga siendo elegida como una obra extraordinaria. La película que se hizo sobre su fondo argumental tampoco la olvido. Tampoco la escena en que Atticus (Gregory Peck) explica a su hijo Jem a Scout y un amigo, Walter, que no se deben matar a los ruiseñores porque “no hacen otra cosa que cantar para regalarnos el oído, no picotean en los sembrados, no entran en los graneros para comerse el trigo, no hacen más que cantar con todas sus fuerzas para alegrarnos”. El que quiera entender que entienda, aunque yo lo comprendí muy bien el día que conocí a Pardal, un niño-gorrión, pequeño como el ruiseñor, que estaba asombrado con su profesor republicano porque un día le dijo que podría ver la lengua de las mariposas con el microscopio que esperaban con ardiente impaciencia de los de la Instrucción Pública, con la voz inconfundible de Fernando Fernán Gómez en el papel de su maestro, Don Gregorio: “[…] una trompeta enroscada como un muelle de reloj. Si hay una flor que la atrae, la desenrolla y la mete en el cáliz para chupar. Cuando lleváis el dedo humedecido a un tarro de azúcar, ¿a que sentís ya el dulce en la boca como si la yema fuese la punta de la lengua? Pues así es la lengua de la mariposa” (2). Y aquel niño, como un gorrión, tuvo siempre envidia de las mariposas: “Qué maravilla. Ir por el mundo volando con esos trajes de fiesta…”. Así, ensimismado con la vida, hasta que un día el maestro, Don Gregorio, desaparece en una cordada de presos durante la guerra civil española, a los que incluso él insulta y tira piedras por el sinsentido de la vida, por tanto silencio cómplice que nos asola ¡Qué paradoja tan cercana!
Hoy comprendo mejor que nunca que no hay que matar a los ruiseñores, ni a los gorriones, porque es una maravilla de la naturaleza saber que uno de su especie, el coliazul, ha hecho un largo viaje hasta nuestro país para buscar protección del frío y del duro invierno siberiano. Es una metáfora migratoria que llevada al género humano se convierte en toda una lección. Un detalle curioso es que sé que se llevan bien con las mariposas, esas que vuelan por el mundo con traje de fiesta. Me retiro ahora, una vez más, a mi rincón de pensar y escucho la canción de Joan Manuel Serrat, Como un gorrión, que tanto me aportó en mi vida joven, porque soy consciente, todavía hoy, lo que significaba aquello que cantaba para quien lo quisiera escuchar: “nació libre como el viento, / no tiene amo ni patrón / y se mueve por instinto / como un gorrión”, como el coliazul siberiano, por ejemplo. Con el estribillo de la vida que cada uno pone a su verdad verdadera. Por ejemplo, la de Papageno, el protagonista de “La flauta mágica” de Mozart, encantador de pájaros, sin ir más lejos o… sí, para tutearnos con las nubes mientras lo permita el cambio climático. Como un ruiseñor, como un coliazul o como un gorrión.
(2) Rivas, Manuel, La lengua de las mariposas, en ¿Qué me quieres, amor?, 1999. Madrid: Alfaguara.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
Contra hechos no valen argumentos, que decían los clásicos. Según los datos acumulados por el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, referidos al Ingreso Mínimo Vital (IMV), de altas iniciales de prestaciones que han figurado en nómina según comunidad autónoma y provincia en el periodo comprendido desde Junio de 2020 a diciembre de 2022, desde la entrada en vigor del Real Decreto-ley 20/2020, de 29 de mayo, por el que se estableció el ingreso mínimo vital, Andalucía es la Comunidad Autónoma más beneficiada de esta prestación hasta esta fecha, aunque todavía hay miles de expedientes sin ser resueltos favorablemente para sus potenciales beneficiarios. Exactamente, el 31,62% del total de personas beneficiarias en España, 1.542.675, pertenecen a la Comunidad Autónoma de Andalucía, 487.743. Por orden estadístico, le siguen la Comunidad Valenciana, con el 11,82%, con casi veinte puntos de diferencia por debajo, Madrid con el 10%, Cataluña el 8,63%, Galicia el 4,53% y Euskadi con el 3,07%. En relación con Andalucía, el número de personas beneficiadas alcanza el 5% de la población, porcentaje que duplica y triplica el de las otras comunidades autónomas citadas y cuyos pormenores, muy interesantes por cierto, se pueden visualizar en el documento facilitado por el Ministerio sobre los datos acumulados en el tiempo de vigencia de la Ley del IMV, con un análisis exhaustivo de los diferentes beneficiarios tanto a nivel individual como de tipo de hogar.
Los datos expuestos anteriormente reflejan una realidad que tiene una doble lectura, la del beneficio obvio, ¡bienvenido sea! y la del reflejo de una situación lacerante de pobreza y de desigualdad territorial clamorosa, por lo que no es apropiado lanzar las campanas al vuelo al conocer este “liderazgo”, sino llevarnos a una reflexión profunda de la realidad social de Andalucía. El pasado mes de octubre de 2022, publiqué un artículo en este cuaderno digital, Andalucía sigue presentando datos muy preocupantes de pobreza y exclusión social,suficientemente documentado sobre esta realidad social citada anteriormente. Como dije en aquella ocasión, no quiero abrumar con más datos, porque los aportados eran muy significativos. El Informe oficial que citaba en el mismo, “El Estado de la Pobreza. Seguimiento de los indicadores de la Agenda 2030 UE 2015 – 2021”, elaborado por La Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social en el Estado Español (EAPN-ES), sigue estando a nuestra disposición y, sobre todo, de las Autoridades Públicas, a quienes corresponde tomar medidas urgentes, algunas de emergencia social, para paliar la situación actual en de pobreza en Andalucía. Conocer con datos científicos que 2.738.318 ciudadanos y ciudadanas en Andalucía, es decir un 32,3% del total de población, están viviendo la pobreza en sus vidas y, de forma más aguda, la pobreza severa en un porcentaje del 8,1% del total, es decir, casi un millón y medio de personas, son cifras lo suficientemente elocuentes que confirman que algo no estamos haciendo bien en esta Comunidad, porque como decía al principio de este artículo, contra datos no valen argumentos. Medidas como el ingreso mínimo vital (IMV), el incremento del salario mínimo y los ERTEs, han paliado en parte estas cifras, como decía al principio con los datos facilitados por el Ministerio correspondiente a 31 de diciembre de 2022, pero se demuestra en el informe del Estado de la Pobreza, que a pesar de ello Andalucía arrastra una pobreza que no le permite levantar cabeza desde la corresponsabilidad social y territorial. El Escudo Social que impulsó el Gobierno ante la pandemia ha permitido que un millón y medio de personas haya evitado entrar en situación de pobreza durante la COVID-19: “Sin embargo, esta cifra no puede ocultar la gravedad de una situación que nos coloca como el cuarto país en Europa con más personas en situación de pobreza y exclusión social, unas cifras que ya venían empeorando antes de pandemia, y cuyo impacto no ha hecho más que agravar”.
Queda mucho por hacer, pero sobre todo hay que analizar a fondo qué pasa en Andalucía para que arroje cifras tan contundentes en relación con la pobreza severa que sufren determinadas personas, hogares, niños y niñas en esta tierra tan fértil y tan bien acompañada por su propia naturaleza. El Ingreso Mínimo Vital hace todos los días una radiografía sobre lo que está pasando en esta Comunidad y aunque tengamos datos muy significativos del alcance de esta prestación en este territorio, hay que aceptar que en el fondo es una forma de entender el doble rasero del beneficio obtenido, que debería centrarse sobre todo en romper definitivamente la desigualdad territorial en la que estamos inmersos. Lo digo porque un Informe complementario del anterior, por Comunidades Autónomas, permite bajar al detalle de la territorialidad y lo que supone en la actualidad en este país tan invertebrado. Con independencia de que cada persona debe analizar los datos según sus posiciones previas de interés social, me preocupa de nuevo el de la territorialidad, ratificado por la muestra en relación con el desarrollo del IMV en Andalucía, citado al principio: “Desde hace muchos años este informe viene mostrando las grandes disparidades en la calidad de vida de las personas según el territorio donde viven. Nuevamente, debe insistirse en que las desigualdades territoriales no aparecen de la nada. Es cierto que la pobreza y la exclusión social se distribuyen diferencialmente en los territorios en función de la configuración histórica de las comunidades autónomas, la posición geográfica, la naturaleza de la economía y la evolución del PIB, la distribución de la población y otros aspectos estructurales; pero también dependen de la gestión política, la inversión pública del Estado, la inversión de fondos europeos y las políticas comunes, es decir, de las distintas estrategias de cohesión e integración social que se ponen en marcha en los distintos niveles de la administración -local, regional, nacional, europeo-. Todo ello es importante, especialmente en estos tiempos –no solo a causa de la pandemia–, también porque parece reactivarse el interés por enfrentarse de una vez al problema de la financiación territorial. En los términos que interesan aquí, el territorio es una significativa fuente de desigualdad y la cohesión territorial debería ser, no solo desde un punto de vista formal, un importante objetivo político”.
Hay que atacar los problemas estructurales de Andalucía para paliar los efectos del subsidio permanente, que traduce un desajuste social impresionante en esta Comunidad. Lo digo porque en esta Comunidad sigue habiendo muchos nadies que esperan la dignidad personal mediante un puesto de trabajo para no tener que recurrir a las ayudas del Estado o de la Comunidad Autónoma correspondiente, tipo IMV, entre otros, para seguir viviendo. Lo dije en un artículo publicado no hace tanto tiempo en este cuaderno digital, Los nadies sufrirán la supresión del impuesto de patrimonio en Andalucía, que puede ser de utilidad plena para darse cuenta de que cualquier medida regresiva en Andalucía para obtener recaudación pública en beneficio de los que menos tienen, los pobres citados en el informe anterior, nos debería preocupar y mucho ante la realidad expuesta con cifras elocuentes por sí mismas. Lo digo una vez más: ahí están los datos anteriormente expuestos, desnudos, junto a la gran pregunta que nos compromete a todos, qué hacer en una contraescuela del mundo al revés en nuestro país, en mi Comunidad Autónoma, sin ir más lejos. Personalmente, lo tengo claro: compartir y defender con datos algo palmario: que sólo con un gobierno de Estado o Comunidad Autónoma, pre-ocupado (así, con guion) por la desigualdad actual económica, laboral y social en la población, no cualquier gobierno, porque todos no son iguales, se dicten leyes con urgencia para solucionar esta situación transformando la sociedad española. Será la única forma de que podamos avanzar en derechos y libertades que mejoren las condiciones de vida para salir de la pobreza en cualquiera de sus estadios, que afectan a millones de ciudadanos en este país, de andaluces y andaluzas, niños y niñas sobre todo, los más desfavorecidos, los pobres severos, los nadies.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
No quiero que en mi ecosistema ético, que defiendo a ultranza, pase sin pena ni gloria un acontecimiento político de primer orden, la dimisión anunciada ayer de la primera ministra de Nueva Zelanda (tierra de la larga nube blanca, en maorí), Jacinda Ardern, a la que respeto, admiro y he seguido de cerca en los últimos años por su forma de gobernar y hacer política de verdad en clave de Revolución 4.0., tal y como lo he dejado escrito en este cuaderno digital en las tres ocasiones en las que la he dedicado unas palabras amables, según su propia expresión, cuando anunció el confinamiento de su país por la COVID-19: sean fuertes, sean amables. El motivo de su dimisión lo ha expresado ahora sin duda alguna: “No tengo energía para seguir”, un ejemplo que debería cundir en nuestro país en el que los sillones oficiales son, en demasiadas ocasiones, oscuro objeto de deseo para sentarse en ellos y permanecer así hasta la eternidad política o hasta que la muerte política los separe, a modo de desposorio místico.
También ha justificado su dimisión con las siguientes frases en su comparecencia oficial: “Sé que se hablará mucho tras esta decisión sobre lo que se llamará la verdadera razón, pero puedo decirles que lo que les digo hoy es el único ángulo interesante para entenderlo, y es que tras seis años de grandes desafíos, soy humana”, “sé lo que requiere este cargo y sé que ya no tengo suficiente energía para hacerle justicia, es así de sencillo”, para terminar recordando palabras que han sido un hilo conductor en sus etapas de gobierno: “Espero dejar a los neozelandeses la convicción de que se puede ser amable pero fuerte, empático pero decidido, optimista pero centrado”, “Y también se puede ser el tipo de líder que sabe cuándo es el momento de marcharse”. Esta última frase debería ser una lección política de primer orden para los políticos de nuestro país, completando el factor de “energía e ilusión para seguir”, que citaba anteriormente.
Como pequeño homenaje a Jacinda Ardern, por mi admiración a su trayectoria personal y política, entresaco cronológicamente las tres veces que la he citado en esta cuaderno digital. La primera fue el 30 de junio de 2019, cuando comenté el anuncio que había hecho la Primera Ministra neozelandesa en el Foro Económico Mundial de Davos, en enero de 2019, a través de su intervención en el panel “Salvaguardando Nuestro Planeta”, interpelando a los miembros de la élite política que no creen en el cambio climático: “Ardern señaló que no hace falta saber de ciencia para ver el cambio que están experimentando las naciones isleñas del Pacífico, y llamó a no estar en el lado equivocado de la historia en materia de cambio climático. Destacó también que su país va a desarrollar unos presupuestos basados en el bienestar, ya que a pesar de que el PIB de un país es importante, no es suficiente si a la vez está contribuyendo a degradar el medio ambiente” (1). Aquellas palabras sorprendieron al mundo: “Debemos abordar el bienestar social de nuestra nación, no solo el bienestar económico”, presentando una realidad en su país, a la que había que mirar siempre desde cualquier punto del mapamundi, porque su acción programática de gobierno giraba en torno al Presupuesto del Bienestar, más allá del clásico culto popular al denominado Producto Interior Bruto, que hasta suena mal. Ese lugar al que había que dirigir ya las miradas de las personas dignas, se llamaba Nueva Zelanda y su Primera Ministra habló claro y alto en el citado Foro de Davos, presentando una realidad incuestionable: otros Presupuestos Públicos son posibles, hecho que se consolidó el citado 30 de junio de ese año, cinco meses después, tal y como lo confirmó el ministro de Finanzas, Grant Robertson, ante el Parlamento: “En nuestro primer Presupuesto del Bienestar estamos midiendo y prestando atención a lo que valoran los neozelandeses: la salud de nuestra gente y nuestro medio ambiente, los puntos fuertes de nuestras comunidades y la prosperidad de nuestra nación”.
Aquel Presupuesto del Bienestar giraba en torno a cinco ejes principales, dando un giro copernicano a la metodología tradicional basada en la gestión de ingresos-gastos o costes-beneficio y considerar prioritarios los objetivos de bienestar de la población: salud mental, la lucha contra la pobreza infantil y la violencia doméstica, financiación desde el Gobierno para proyectos que impulsen el desarrollo de las poblaciones maoríes y del Pacífico y para mitigar los efectos del cambio climático con el objetivo de alcanzar una emisión de carbono cero, excepto la del metano, para el 2050.
La segunda referencia a la Primera Ministra en este cuaderno digital fue en plena pandemia porque ocurrió algo en su país que me sobrecogió, cuando su Gobierno anunció en noviembre de 2020 la creación de un Ministerio para la Respuesta a la Covid-19, como prioridad absoluta, que tuvo al frente al exministro de Salud, Chris Hipkins, con funciones muy próximas al Ministerio de Finanzas e Infraestructuras, con objeto de afrontar los retos que suponían los impactos de la pandemia. Acababa de obtener un triunfo electoral arrollador, al vencer en los comicios del 17 de octubre, con un 49% de los votos, lo que la llevó a la mayoría absoluta de su Partido en el Parlamento, en el que primaba la diversidad, destacando también la consolidación de la cultura maorí en su estrategia política, al nombrar a cinco ministros maoríes, entre los que se encontraba una veterana en su gobierno, la nueva ministra de Asuntos Exteriores, Nanaia Mahuta, que llevaba un tatuaje ta-moko, que representaba sus ancestros culturales. Igualmente, ha integrado otra realidad territorial, ministros representantes de las Islas del Pacífico y del colectivo LGTBI. Así lo ha manifestado recientemente: “Este es un Gabinete que está basado en méritos, pero que además es increíblemente diverso y de eso estoy muy orgullosa. Creo que este es un aspecto importante: son personas que han sido promovidas por lo que ofrecen al Ejecutivo, pero también son un reflejo de la Nueva Zelanda que los ha elegido” (2).
La tercera y última referencia fue el 30 de diciembre de 2021, con motivo de la aprobación en el Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía, mi Comunidad, del Decreto que establecía las condiciones de la prórroga presupuestaria de 2021, recogiendo el cumplimiento de los compromisos adquiridos y las obligaciones derivadas de normas con rango de ley, ante un hecho que comenté con profusión de datos por lo que significaba para Andalucía no disponer de un Presupuesto para 2022, al haber sido rechazado el Proyecto de Ley presentado al Parlamento de Andalucía por el actual Gobierno andaluz, en la sesión en la que se llevó a cabo el debate a la totalidad del citado Presupuesto y en el que fueron aprobadas las enmiendas a la totalidad por 60 votos a favor (PSOE, Unidas Podemos y Vox), 47 votos en contra (Partido Popular y Ciudadanos) y ninguna abstención.
En el contexto anterior, señalé algunos indicadores de lo que sucedió en el debate que finalmente acabó con el rechazo y devolución al Gobierno del presupuesto para 2022, porque partía de la base de que el Presupuesto -con mayúscula- de la Comunidad, nunca es ni debe ser inocente, es decir, está trufado de ideología y así debe ser. Había leído pacientemente las 109 páginas del debate, no una vez sino varias veces, para intentar analizar lo que había sucedido y con la brevedad que exige siempre este tipo de artículos en el blog, expuse de forma sintética lo que traducen esas páginas de un diario oficial democrático de nuestra Comunidad, el de Sesiones del Parlamento de Andalucía, como testigo de cargo sobre lo sucedido en la sesión citada. Fue en ese contexto cuando hice una referencia expresa a lo expuesto anteriormente sobre el anuncio de la Primera Ministra de Nueva Zelanda en el Foro Económico Mundial de Davos, en 2019, en torno al Presupuesto del Bienestar. Ante el fracaso político expuesto, finalizaba aquella reflexión con las siguientes palabras: “El fracaso colectivo del Presupuesto para 2022 en Andalucía nunca ha sido debido a un problema técnico, sino ideológico, al presidir en su elaboración y presentación final sólo el interés político y electoral del espectro parlamentario actual, cada uno con su cadaunada, olvidando el interés general de la ciudadanía, de naturaleza constitucional, en beneficio de todos”.
Jacinda Arden da una lección al ecosistema político mundial anunciado su retirada, porque “es humana” y le faltan fuerzas para seguir luchando: “Espero dejar a los neozelandeses la convicción de que se puede ser amable pero fuerte, empático pero decidido, optimista pero centrado”, “Y también se puede ser el tipo de líder que sabe cuándo es el momento de marcharse”. Comprendo mejor que nunca su ejemplo como Primera Ministra de Nueva Zelanda, el de una mujer digna, fuerte y amable, porque siempre le ha obsesionado algo que ha sido hilo conductor en su vida política, que la conocieran por lo que hacía a diario junto a su Gobierno, no sólo por sus palabras: «Conócenos por lo que hacemos».
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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