
Sevilla, 30/XI/2022
Se veía venir y la verdad es que estábamos avisadas las personas a las que nos entusiasma escribir palabras útiles para todos, que luego se enlazan en múltiples formatos para llegar a formar libros en sus múltiples versiones. Ante la página en blanco de hoy, intento traducir a palabras lo que se elabora por mi cerebro, lo “esencial” para decir algo “especial”, que decía Ítalo Calvino en su “arte de empezar y arte de acabar” una obra escrita, teniendo muy presente un artículo que he leído con atención plena a primera hora de la mañana y que me resulta siempre inquietante: GPT-3 y como pueden afectar los sistemas de escritura, un artículo de Keith Darlington en el que se plantea que Internet se va a ver inundado próximamente de contenidos generados por GPT-3 (Generative Pre-Trained Transformer Version 3), desarrollado por la organización OpenAI de Elon Musk, un sistema de inteligencia artificial (IA) mediante el cual se elaborarán, por máquinas, narrativas de todo tipo, “blogs y noticias, chatbots e incluso creación de juegos ‘trivial’”.
A pesar del carácter aparentemente novedoso de esta realidad digital, hay que recordar que desde la década de 1960 ya se trabajaba en este tipo de diseños: “Por ejemplo, Sharples y Pérez describen programas automáticos de escritura de novelas que comenzaron en la década de 1960. Eran en su mayoría colaboraciones entre humanos y máquinas. Sin embargo, fue un programador llamado Scott French quien fue el primero en afirmar que había creado una novela completa escrita por IA. La novela se tituló “Solo por esta vez” y estaba escrita de tal manera que emulaba el estilo de la autora de la década de 1960, Jacqueline Susann. Scott hizo esto mediante el uso de reglas explícitamente escritas de IA simbólica. Por ejemplo, su programa usaba las reglas «Si… entonces» para mostrar cómo reaccionaría un personaje ante un evento. También usaría reglas para mostrar cómo es probable que el autor describa alguna acción en palabras. Este proyecto de escritura de libros de IA no terminó bien para Scott porque más tarde fue demandado por el patrimonio de Jacqueline Susann por copiar su estilo. El problema con el uso de IA basada en reglas era que requería mucho tiempo: Scott tardó ocho años en completar este libro. Otros proyectos de escritura automática encontraron problemas similares. La IA simbólica carecía de las capacidades de aprendizaje de las redes neuronales. Esto significaba que la programación humana que consumía mucho tiempo era la única forma en que este tipo de proyecto podía completarse”.
GPT-3, como modelo lingüístico de aprendizaje automático, funciona de la siguiente forma: “[…] el usuario puede introducir una secuencia incompleta de palabras y generar un texto a partir de ella. Por lo tanto, se le puede comparar a un modelo de ‘autocompletar’, algo así como cuando un usuario está escribiendo un correo electrónico y el sistema le sugiere palabras para completar la frase y reducir así el esfuerzo. GPT-3 se ha entrenado con un conjunto de datos de unos 175.000 millones de parámetros (ponderaciones de neuronas artificiales) recogidos de sitios web como Reddit, Wikipedia, Google y otros, sumando mucho más texto del que ningún humano verá durante toda su vida. El entrenamiento de los programas generativos consiste en introducir parte de una frase y pedirle a la máquina que prediga la siguiente palabra. Luego se comprueba si el resultado coincide con la palabra correcta. Como en todas las redes neuronales, las ponderaciones se ajustan en función de lo bien que coincidan con la palabra correcta, por lo que, a medida que se introducen más ejemplos, la red predice la siguiente palabra con mayor precisión”.
Cuando el autor aborda conclusiones acerca de este sistema, afirma que “Sin duda, GPT-3 ha dado paso a una nueva ola de aplicaciones lingüísticas de IA que permitirá mejorar la comunicación con los ordenadores. También es probable que desencadene un movimiento hacia la automatización de los contenidos de Internet, como las crónicas deportivas, por ejemplo. El futuro de la comunicación lingüística de la IA ha tomado un nuevo rumbo como consecuencia de GPT-3. Sin embargo, a pesar de su fenomenal capacidad de aprendizaje, todavía carece de la comprensión semántica del lenguaje, ya que, a pesar de las apariencias, todavía no ofrece capacidades de escritura de narrativa extensa a nivel humano”. Aunque casi todo llegará y estando de acuerdo con él con este nuevo aviso digital, creo que olvida algo muy importante a la hora de enfrentarnos a la página en blanco: cuando se escribe siempre está detrás el alma humana y las máquinas, hoy por hoy, no la tienen, porque podemos escribir la historia mejor y jamás contada pero, si le falta alma, no es nada: «Y eso el lector lo nota. Intuye que a esa perfección le falta algo». Se llama corazón, alma, un texto en el cual se nota si el autor se ha enamorado de su libro más allá de las ideas que quiere contar”.
Esto me pasa a mí y dudo que las máquinas “copien” este sentimiento no escrito. Me he enamorado de las palabras y estoy viviendo esos momentos en los que mi alma está pendiente de todo, para que no falte de nada a las personas que quieres y, a las desconocidas que van a captar esos sentimientos y emociones que adornan siempre la inteligencia conectiva que escribe, que se expresa desde dentro de cada autor, siendo Internet un medio poderoso y lleno de recursos para difundir este momento mágico, dando la razón a San Agustín cuando escribía en un perfecto latín un constructo que me ha acompañado siempre: bonum est diffusivum sui (el bien, se difunde a sí mismo). O lo que es lo mismo: la buena literatura, escrita con alma, se difunde a sí misma. Todavía más, con la ayuda de las tecnologías y sistemas de información, porque se construye y difunde con la inteligencia digital, cada día más al alcance de muchas personas que saben qué es escribir con el alma de la pasión, aunque GPT-3, todavía, no sea capaz de sentirlo así.
Recuerdo en este momento, ante la página que escribo hoy y para finalizar, a Gabriel García Márquez, con motivo de la edición de un millón de ejemplares de Cien años de soledad, en un homenaje dedicado a él en Cartagena de Indias, durante la jornada inaugural del IV Congreso Internacional de la Lengua Española, el 26 de septiembre de 2007, donde recordó cómo empezó su aventura de escribir: “No sé a qué horas sucedió todo. Sólo sé que desde que tenía 17 años y hasta la mañana de hoy, no he hecho cosa distinta que levantarme temprano todos los días, sentarme frente a un teclado, para llenar una página en blanco o una pantalla vacía del computador, con la única misión de escribir una historia aún no contada por nadie, que le haga más feliz la vida a un lector inexistente”. También, me acuerdo ante GPT-3 de Orhan Pamuk, Premio Nobel de Literatura en 2006, en su artículo Una mirada a mis fuentes de inspiración, en el que explica de forma minuciosa, cómo se fraguó una novela que ha tenido luego su proyección en un museo de Estambul que conserva su título: El museo de la inocencia: “Treinta y cinco años después, al terminar El museo de la inocencia, decidí que había llegado el momento. De todos los libros que había escrito, esta novela era la que más claramente suscitaba preguntas como: “¿Cuándo se le ocurrió esta idea?”, “¿Qué le inspiró para escribir esta novela?”, “¿De dónde se sacó esto?”, y así sucesivamente. Y escribe una lista de influencias, hasta trece, “sacadas de la vida, la literatura y el arte”, con una maestría proverbial, con alma.
Quizás, al escribir hoy estas palabras especiales, para decir algo especial, he copiado una experiencia contada una vez por el escritor portugués António Lobo Antúnes, sobre una idea preciosa aportada por un enfermo esquizofrénico al que atendió tiempo atrás: “Doctor, el mundo ha sido hecho por detrás”, como si detrás de todo está el alma humana que fabrica el cerebro. Porque según Lobo Antúnes “ésta es la solución para escribir: se escribe hacia atrás, al buscar que las emociones y pulsiones encuentren palabras. “Todos los grandes escribían hacia atrás”. También, porque todos los días, los pequeños, escribimos así en las páginas en blanco de nuestras vidas, como cavando un pozo con una aguja. Lo verdaderamente difícil es la soledad sonora ante la página en blanco, en cualquier soporte (no sé si le ocurre eso a GPT-3), porque podemos decirlo todo o nada, de todos los modos posibles, aunque lo verdaderamente fascinante es comprometerse todos los días en decir algo especial. Porque nos queda la palabra. Nunca inocente, por cierto, sobre todo porque en mi caso, tienen alma, algo que nunca podrá descifrar una máquina, por muy “inteligente” que sea y aunque componga con “arte digital” palabras hilvanadas y extraídas de cien mil millones de neuronas que tiene mi cerebro. El alma no está ahí ahora. Estuvo cuando escribí esas palabras «especiales»…, para nunca más volver.
UCRANIA, ¡Paz y Libertad!
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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