¡Es el business, idiotas!

Mayo del 68, París: Sed realistas, pedid lo imposible

No vivas en la tierra
como un inquilino
ni en la naturaleza
al modo de un turista
Vive en este mundo cual si fuera la casa de tu padre
Cree en los granos en la tierra, en el mar
pero ante todo en el hombre

Nazim Hikmet (1902-1963) Tal vez mi última carta a Mehmet [su hijo]

Sevilla, 23/I/2023

Groucho Marx lo diría así con su sarcasmo impecable: ¿Por qué lo llaman educación cuando lo único que quieren decir es negocio?, con un efecto eco profundo: ¡Es el business, idiotas! (que no os enteráis…). Es lo que he sentido al leer hoy un artículo excelente publicado en elDiario.es, El ‘business’ de los tontos útiles, escrito por Toño Fraguas, redactor jefe de ediciones de esta publicación digital, que refleja perfectamente qué significa hoy educar en todos los niveles posibles, aunque está centrado en el lema “universidad”, como reflexión profunda y necesaria ante lo expresado en una valla publicitaria en Madrid, haciendo alusión a lo que hace un Centro “X” universitario y privado, por más señas: “la única universidad donde solo se habla de business”: “Esto va del sentido de la palabra ‘universidad’ y de la función profunda de la formación académica. El problema, en resumen, es llamar ‘universidad’ a cualquier cosa. Cuesta imaginar a estudiantes que solo hablan de business saliendo a las calles de París en Mayo del 68, como hicieron en la Sorbona; o manifestándose contra la Guerra de Vietnam, como hicieron en Berkeley, California; o contra la dictadura de Franco, como en la Complutense y otras universidades españolas. En la Complutense, precisamente, hay una gran escultura titulada Los portadores de la antorcha que muestra a un joven a caballo recogiendo la antorcha del conocimiento de manos de un anciano exhausto. Es una alegoría de la trasmisión del conocimiento entre generaciones. Cuesta imaginar que lo que arde en esa antorcha pueda quedar reducido al business.

El artículo es magnífico y recomiendo su atenta lectura porque no deja indiferente a quien lo lea con el respeto que merece. El problema no está sólo en la Universidad sino en todo el recorrido educativo en nuestro país. Dice Nuccio Ordine en su precioso libro Clásicos para la vida (1), del que recomiendo su presentación en Madrid para los interesados en esta obra, que la formación “requiere plazos largos. Orientarla exclusivamente por las presuntas ofertas del mercado laboral es perder de antemano la partida. No necesitamos reformas genéricas, sino asegurar una buena selección de los docentes. Los jóvenes reclaman sobre todo profesores que vivan con pasión y con verdadero interés la disciplina que imparten. Se trata de una exigencia sacrosanta, cuyos efectos beneficiosos todos nosotros hemos podido experimentar en nuestra vida estudiantil [-…] No se puede hablar al alumnado sin amar lo que se enseña. O tirar de powerpoint o prezi sin más, repitiendo todo lo que allí se expone sin orden ni concierto, sin alma didáctica alguna a pesar de la modernidad digital.

El autor finaliza su libro con una referencia a Einstein en el capítulo dedicado a la educación en su libro Mis ideas y opiniones y su canto a la curiosidad innata en los seres humanos, que permite desarrollar la creatividad y la fantasía, curiosidad a la que he dedicado bastantes páginas en este cuaderno digital. Dice Ordine que: “La buena escuela no la hacen ni las pizarras interactivas multimedia, ni las tablets, ni los managers, ni los demagógicos acuerdos a corto plazo con empresas y centros profesionales: la hacen solo los “buenos docentes”, aquellos que, renunciando a las “medidas coercitivas”, logran que “la única fuente de respeto del alumno al profesor sean las cualidades humanas e intelectuales de éste” (pág. 71s del libro de Einstein). Al docente le incumbe la delicada misión de hacer comprender a sus estudiantes que la enseñanza es una gran oportunidad ofrecida por la sociedad para ayudarnos a hacernos mejores, mujeres y hombres libres capaces de saber vivir”.

La clave está en comprender cada día (carpe diem) la odisea de vivir dignamente donde somos y estamos, tal y como dice el maravilloso Libro de Instrucciones para Vivir Dignamente, que me dicen que está agotado desde hace muchos siglos, aunque lo más importante en estos días de turbación social continua y las consiguientes mudanzas del alma, es estar bien informados para crecer en optimismo responsable y regar diariamente el jardín de la inteligencia, como decía Voltaire. Vuelvo a leer al poeta turco Nazim Hikmet, intentando vislumbrar la quintaesencia del poema que encabeza estas líneas, más que los fárragos de la vida diaria, que diría Baltasar Gracián, es decir, qué significa luchar por la libertad y el arte de vivir a pesar de todo el «business» que hay montado en nuestro alrededor más próximo, señalando diferentes principios para incorporarlos desde hoy mismo al Manual para Vivir con Dignidad, cada día, en un carpe diem continuo y lleno de esperanza educadora, poniendo al capital y al business en su sitio, porque todo no es pura mercancía:

Ama la nube, la máquina y el libro
pero ante todo, ama al hombre
Siente la tristeza
de la rama que se seca
del planeta que se extingue
del animal inválido
pero siente ante todo la tristeza del hombre
Que todos los bienes terrestres
te prodiguen la alegría
Que la sombra y la luz
te prodiguen la alegría
Que las cuatro estaciones
te prodiguen la alegría
Pero ante todo, que el hombre
te prodigue la alegría

Vuelvo al artículo de Fraguas y leo con atención reverencial unas palabras que me han llegado muy a fondo en mi alma de secreto: “Lo que es seguro es que quien solo habla de business [negocio] nunca va a aprender que el trabajo es lo contrario del estudio; porque la función de esas pseudouniversidades no es otra que troquelar personas para que encajen en un engranaje mayor. La fragmentación y la compartimentación de los conocimientos es muy útil para neutralizar el progreso. La ultraespecialización es un sofisticado mecanismo de control social: funciona como las anteojeras que impiden a las burros mirar hacia los lados y elegir su propio camino. Quienes se contentan con saber solo de lo suyo suelen jactarse de ganar dinero y ser útiles, sin sospechar que en realidad más bien sirven como tontos útiles. Y cabe preguntarse a quién beneficia realmente esa utilidad”.

Lo que está de fondo es lo que Nuccio Ordine (vuelvo a él) llama también La utilidad de lo inútil (2), porque vivimos instalados en una sociedad utilitarista, presidida por el imperio del mercado y sus mercancías, cuestión que se analiza a fondo en las clases maestras de las universidades donde el negocio (business) es el negocio (business) y nada más, ¡Es el business, idiota!. recordando al asesor de Clinton en aquel exabrupto del que ahora me acuerdo y que dio la vuelta al mundo en su campaña de 1992: ¡Es la economía, idiotas!. Los que tenemos la sensación de habernos equivocado de siglo lo pasamos muy mal, porque estamos convencidos del placer de lo inútil. La lectura de ese libro, muy recomendable, me refresca continuamente esos conceptos que hoy recupero en esta reflexión compartida con la Noosfera. Muy útil también para espíritus inquietos que priman el valor del conocimiento y de la admiración por todo lo que se mueve a nuestro alrededor. Imprescindible para militantes del Club de las Personas Dignas, al que tengo el honor de pertenecer. En este libro de 172 páginas útiles para comprender el oxímoron “utilidad de lo inútil”, el autor despeja inmediatamente cualquier duda al explicar que la referencia a la utilidad se centra solo en aquellos saberes “cuyo valor esencial es del todo ajeno a cualquier finalidad utilitarista”. Es útil todo aquello que nos ayuda a ser mejores y decir esto en una sociedad de mercado y business puro y duro, es para obtener matrícula de honor en la Universidad de las grandes avenidas digitales del mundo actual, a las que se asiste a clases “útiles” en zapatillas (pantuflas), a través de la educación digital, por ejemplo, como explicaba muy bien en su momento el profesor libertario Michel Onfray, del que también he aprendido muchas cosas en su universidad de la calle, de las aceras de la vida, muy lejos del canon universitario oficial. 

(1) Ordine, Nuccio. Clásicos para la vida. Una pequeña biblioteca ideal, 2017. Barcelona: Acantilado.

(2) Ordine, Nuccio. La utilidad de lo inútil, 2017 (17ª ed.). Barcelona: Acantilado.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓNJosé Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

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