Te marchaste sin decirnos adiós / Yo sé que tú no pudiste decirnos adiós / ¿No sabes tú que tampoco / nosotros hemos podido / decirte adiós? / Tiempos malditos y tristes / en los que hasta un triste adiós / hay sombras que lo prohíben.
Rafael Alberti, Canción 55, Baladas y canciones del Paraná (1953-1954)
Sevilla, 16/III/2024
Nueve meses después de haber publicado en este cuaderno digital un artículo, Personas mayores pidieron ayer en Madrid, verdad, justicia y reparación para las víctimas del COVID-19 en las Residencias, vuelvo a recordar de nuevo aquella tragedia, porque hay que olvidar el olvido. Siguiendo a Fray Luis León, “como decíamos ayer”, como dije entonces, la vida, a veces, demuestra su cara desnuda y vergonzante de silencios cómplices ante las injusticas sociales que se producen a diario, reforzando de esta forma el Estado de Malestar y con paradojas incomprensibles cuando vemos, por ejemplo, que se “premian» con millones de votos a responsables de desaguisados inhumanos, con resultados de muerte, de un calado excepcional. En el caso que me ocupa hoy de nuevo, la muerte de personas mayores por el «abandono» a su suerte, durante la pandemia en todo el país, pero especialmente en Madrid, debería remover nuestras conciencias -más allá de las cifras frías- de una vez por todas y exigir responsabilidades políticas de todo tipo. Sentí una emoción especial al ver aquellos días, en junio de 2023, un grupo de personas, familiares fundamentalmente de personas mayores fallecidas durante la primera ola de la pandemia, manifestándose tres años después ante las puertas de los juzgados de Plaza de Castilla, coincidiendo con la declaración de una persona, Alberto Reyero, exconsejero de Políticas Sociales del Gobierno de Isabel Díaz Ayuso, que al menos ha reconocido la amarga situación vivida bajo su responsabilidad política en esos días terribles de 2020 durante la pandemia. Lo sorprendente es que no es una «causa general» por lo ocurrido en todo el país, como señaló el juez instructor de esta causa que afectaba sólo a dos residencias de Madrid, sino los trámites derivados de una querella presentada por un grupo de afectados, en la que se pide que se investigue a fondo lo ocurrido y que se depuren las responsabilidades por los protocolos de no derivación de residencias a hospitales, concretamente en esa Comunidad.
Si escribo hoy, de nuevo, sobre esta situación lacerante, es para amplificar y divulgar un informe, imprescindible, para conocer la verdad de lo ocurrido en las residencias de mayores, en Madrid, que publicó ayer la Comisión Ciudadana por la Verdad, impulsada por asociaciones de familiares y sociedad civil, en el que se informa que el 21,5% de mayores que vivían en residencias fallecieron en los meses de marzo y abril del año fatídico de la pandemia, 2020, por la mala atención y porque no se les derivó a hospitales. El resultado final es demoledor: más de 4.000 mayores muertos en 2020 en residencias de Madrid se podrían haber salvado.
Creo, a la luz de este informe, que no hay que bajar la guardia en relación con este asunto de tanta transcendencia humana, personal, social y, también, de delimitación de responsabilidades políticas, caiga quien caiga, porque estos hechos no deberían quedar impunes. Es más, no deberían prescribir, ante la pasividad social de un país que está viviendo el ocaso de la democracia. Por esta razón de la razón y del corazón, público hoy esta reflexión, con objeto de que quien la lea contribuya a su difusión máxima, en homenaje a las miles de personas mayores que murieron por la indignidad política de quienes tomaron decisiones que avergüenzan cualquier conciencia en personas dignas. Por extensión, a sus familiares y a los profesionales que les ayudaron, como pudieron, a morir en medio de esta injusticia manifiesta.
Lean el informe, por favor, porque nos permite emitir juicios bien informados, no opiniones. Es lo mínimo que podemos hacer para contribuir al esclarecimiento final y justo de estos hechos. Colabore, por favor, en su difusión, porque en este caso, entre otros muchos, debemos olvidar el olvido.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
Una vez más, desgraciadamente, vuelvo a tratar a título de denuncia social, la realidad de la pobreza infantil en España y, por cercanía, en mi Comunidad, Andalucía, pero creo que es una obligación ética acercarme a esta situación lacerante, que me conmueve y conturba de forma directa, desde mi condición de ciudadano que hace ciudad (polis) y país, es decir, que hace política en su sentido más primigenio, con independencia de las obligaciones de Estado en este ámbito de responsabilidad pública, que son obvias, para buscar las mejores respuestas posibles a unos hechos irrefutables que afectan a un 28,9% de los niños y niñas de este país y, por proximidad física, de Andalucía. Así lo afirmaba, una vez más, en el análisis que publiqué el pasado 7 de diciembre de 2023, Hay que denunciar la pobreza infantil en España, como el rayo que no cesa, sobre un informe publicado en esas fechas, UNICEF, España: pobreza infantil en medio de la abundancia, en el que resaltaba que España es el país de la UE con la tasa de pobreza infantil más alta, con un 27,8%.
Hoy, escribo de nuevo con alma estas palabras, sobre lo que amo, la felicidad digna de los niños y niñas de este territorio en el que vivo, porque aprendí de Miguel Hernández su capacidad de amar, salvando lo que haya que salvar: Este rayo ni cesa ni se agota: / de mí mismo tomó su procedencia / y ejercita en mí mismo sus furores. / Esta obstinada piedra de mí brota / y sobre mí dirige la insistencia / de sus lluviosos rayos destructores. En esta ocasión, sobre otro informe reciente de UNICEF España, Yo también vivo aquí. Vivienda, pobreza y derechos de infancia, del que recomiendo, como siempre, su lectura atenta con objeto de que se puedan emitir juicios bien informados en cuestiones tan sensibles para salvaguardar la dignidad humana infanto-juvenil de un país democrático. Quizás sea una frase de una madre de este país, en situación de pobreza extrema, la que mejor resume el hilo conductor del citado informe: “Mis hijos y yo nos abrigamos más en el piso que en la calle”. Sobran muchas palabras para interpretar esta situación que afecta ya a casi 800.000 hogares en España.
El resumen ejecutivo del informe, que comparto y transcribo por la declaración de las principales líneas de investigación, que se tratan a lo largo de sus páginas, resalta cuestiones que considero de transcendental relevancia: “La vivienda afecta de forma importante a los niveles de pobreza infantil, sin embargo, los niños y niñas están muy poco presentes en las normativas y políticas que facilitan el acceso a ese derecho. […] La tasa de pobreza infantil en España es del 28,9%, es decir 2,3 millones de niños y niñas. Pero, además, deduciendo de los ingresos los gastos de la vivienda, 780.000 niños, niñas y adolescentes más caerían en riesgo de pobreza, elevando la tasa hasta el 38,6% (2023). […] La sobrecarga en el gasto en vivienda en el hogar es mayor para los menores de 18 años que para el resto de los grupos de edad, cosa que solo ocurre en seis países de la UE, alcanzando el 11,5% (2022), lo que nos sitúa en la cuarta posición de los países de la UE (2022) en este indicador, detrás de Grecia, Luxemburgo y Bulgaria. Los hogares en situación de pobreza, además, tienen 15 veces más posibilidades de asumir una sobrecarga de costes de la vivienda que los que no están en pobreza. Las tasas más altas de retrasos en pagos relacionados con la vivienda se concentran en hogares con niños y niñas, con un especial impacto en los hogares monoparentales (con mujeres como responsables en su gran mayoría), que también son los que más dificultades sufren para poder mantener la vivienda a una temperatura adecuada. Los niños, niñas y adolescentes, como corroboran los datos, asumen cargas especialmente pesadas en relación con la vivienda, desde las dificultades de acceso por la situación de bajos ingresos, hasta los problemas para cubrir las necesidades específicas (menor tamaño, acceso a la educación y otros servicios en el entorno, estado precario de la vivienda). Incluso en indicadores como la carencia severa en vivienda, en el que España está en una posición media respecto al promedio europeo (afecta al 3,4% de la población), el indicador casi se duplica cuando se trata de menores de 18 años, hasta el 6,2% (2020); además, esta carencia se multiplica casi por cinco cuando se trata de los niños y niñas que viven en un hogar en riesgo de pobreza, respecto de los niños que no están en esta situación. Esta situación hace que la infancia sufra consecuencias por no poder ejercitar el derecho a una vivienda digna, tanto en su vida y la de sus familias, como en el ejercicio de otros derechos. La exclusión residencial (en términos de vivienda inadecuada e inseguridad en la tenencia) tiene efectos sobre la salud física y mental y la educación de niños y niñas, pero también en el acceso al ocio y actividades de tiempo libre y en las relaciones intrafamiliares o con iguales, aparte de los impactos que pueda tener en sus oportunidades futuras. Problemas de salud física relacionados con la exposición al frío o al calor excesivo, a humedades o a intoxicación por humo. Problemas de salud mental y bienestar relacionados con el hacinamiento o la incertidumbre en el futuro (por ejemplo, en casos de desahucio o de impacto de facturas) que elevan los niveles de estrés de los niños y los adultos complicando incluso el adecuado ejercicio de la crianza. Los niños, niñas y adolescentes en vivienda inadecuadas sufren también el impacto negativo en su educación. La falta de espacio, de intimidad, de posibilidad de concentrarse y de tener recursos básicos (material escolar, electricidad o una temperatura adecuada) dificultan el éxito educativo y favorecen el absentismo. A causa de las humedades o la falta de higiene los niños y niñas pueden verse señalados en el centro educativo por su olor o su aspecto. Estos impactos son mucho más notorios y graves cuando se producen en contextos y situaciones de alta vulnerabilidad (desahucios, chabolismo, asentamientos informales o jóvenes ex tutelados) como los que se ilustran en este informe, de la mano de organizaciones sociales con experiencia en el abordaje de la vulnerabilidad residencial. Junto con estos datos y este análisis de consecuencias se constata un panorama de escasa respuesta, hasta el momento, desde las políticas públicas de vivienda a las necesidades y derechos específicos de la infancia. Aunque los cambios normativos como la Ley por el derecho a la vivienda avanzan en el reconocimiento de la misma como derecho, o la Garantía Infantil Europea la considera como uno de los cinco ámbitos de actuación, en muchas de las políticas públicas relacionadas, como en los planes de vivienda, la infancia está invisibilizada o aparece como un mero anexo a la situación familiar (un “factor de vulnerabilidad”). Esa falta de mirada a los niños y niñas en el ámbito de la vivienda bien merece la reflexión y una apuesta por medidas que los incluyan como sujetos con derechos y necesidades específicas”.
Una vez expuestos los problemas en este ámbito de actuación nacional, se aborda finalmente la siguiente conclusión y su desarrollo pertinente: “La vivienda se constituye como una dimensión principal de los derechos de los niños, niñas y adolescentes. Un derecho en sí mismo y una precondición para el adecuado ejercicio de otros derechos”, junto a 9 propuestas que sintetizo a continuación:
Impulsar, reforzar y dotar de recursos las medidas en el ámbito de vivienda del Plan Estatal para la Implementación de la Garantía Infantil Europea, para poder alcanzar las metas y objetivos propuestos.
Asegurar que la ampliación del parque público permanente de vivienda en alquiler reúna las condiciones adecuadas para familias con niños y niñas.
Mejorar los datos, la investigación y el conocimiento sobre dónde y cómo viven los niños, niñas y adolescentes.
Desarrollar en medidas concretas el concepto de “especial atención” a “las familias, hogares y unidades de convivencia con menores a cargo”, que aparece en varios artículos de la Ley 12/2023 por el derecho a la vivienda.
Elaborar y adoptar herramientas de análisis del interés superior del niño en la normativa, las políticas, las estrategias de vivienda y el diseño de las ayudas, tanto a nivel nacional como autonómico y local.
Desarrollar una Estrategia estatal de erradicación de asentamientos chabolistas y de infravivienda, con pleno respeto de las garantías legales y los derechos fundamentales de las personas residentes, asegurando una alternativa habitacional digna y un proceso de inclusión social.
Garantizar activamente el acceso a un empadronamiento libre de obstáculos que permita el acceso pleno a los servicios de salud, educación y servicios sociales de los niños y las familias migrantes.
Implementar y reforzar políticas que prevengan la situación de sinhogarismo en aquellos y aquellas jóvenes que provienen del sistema de protección de menores y que se ven abocados a acudir al sistema de atención a las personas sin hogar cuando cumplen la mayoría de edad.
Ofrecer soluciones habitacionales seguras para la infancia beneficiaria de protección internacional, dando prioridad a las viviendas unifamiliares.
Para finalizar, deseo expresar una vez más que es muy importante conocer con datos científicos que 3.185.308 ciudadanos y ciudadanas en Andalucía (INE, padrón continuo a 1 de enero de 2022), es decir, un 37,5% del total de población en esta Comunidad, está viviendo la pobreza en sus vidas y, de forma más aguda, la pobreza severa, en un porcentaje del 11,9% del total, más de un millón de personas en Andalucía, arrojando cifras lo suficientemente elocuentes para confirmar que algo no estamos haciendo bien en esta Comunidad, porque contra datos no valen argumentos. Además, hay que resaltar y recordar en esta ocasión que la tasa de pobreza infantil en España es del 28,9%, es decir afecta a 2,3 millones de niños y niñas, de los cuales en Andalucía se aproxima a una cifra escandalosa, más de 800.000 niños y niñas en esta situación, en una proyección de uno de cada tres niños en este país en situación de pobreza. Pero, además, deduciendo de los ingresos los gastos de la vivienda, 780.000 niños, niñas y adolescentes más caerían en riesgo de pobreza, elevando la tasa hasta el 38,6% (2023). Lo digo una vez más: ahí están los datos anteriormente expuestos, desnudos, junto a la gran pregunta que nos compromete a todos, ¿qué hacer en una contraescuela del mundo al revés en nuestro país?, un mundo magistralmente descrito por Eduardo Galeano, en mi Comunidad Autónoma. Personalmente, lo tengo claro: debemos compartir datos para poder emitir juicios bien informados, porque sólo ante un gobierno de Estado o Comunidad Autónoma, pre-ocupado (así, con guion) por la desigualdad actual económica, laboral y social en la población, no cualquier gobierno, porque todos no son iguales, se puede y se deben denunciar estas cifras que afectan a tantas personas, con un objetivo claro: que se aprueben leyes y disposiciones con urgencia para solucionar esta situación. Es la única vía para que se transforme la sociedad española, permitiendo que la igualdad, solidaridad y justicia social permita a todos avanzar en derechos y libertades que mejoren las condiciones de vida para salir de la pobreza en cualquiera de sus estadios, que afectan a millones de ciudadanos en este país, de andaluces y andaluzas también, niños y niñas sobre todo, los más desfavorecidos, los pobres severos, los nadies, tantas veces citados en este cuaderno digital, que procuro no olvidarlos aunque a veces yo sea un pájaro herido por el principio de realidad de la pobreza severa y exclusión social que nos asola, con cifras -desde mi punto de vista- insoportables para atender como merece la dignidad humana.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
Anoche, Ucrania volvió al foco mundial a través de la ceremonia de entrega de los premios Óscar, en su 96ª edición, cuando se proclamó vencedora, en el apartado dedicado a la mejor película documental, una obra imprescindible del cine de ese país malherido, 24 días en Mariúpol,lugar que tengo grabado en mi alma de secreto y reflejado en palabras que figuran en este cuaderno digital, desde que contemplé con horror su asedio y destrucción implacable por Rusia en 2022, pocos días después del comienzo de la invasión.
Alejado personalmente de la industria americana del cine, con su famosa y crónica doble vara de medir los actos humanos y los premios que se conceden, a veces, a producciones de dudosa ética cinematográfica, que también existe, siento algo especial por este reconocimiento, que llega en un momento delicado de olvido de lo que está pasando y seguimos viendo en Ucrania y Gaza, entre otros conflictos latentes y manifiestos a escala mundial, como si todo lo que sigue pasando a diario fuera un documental de ficción, no la transmisión de una inquietante realidad que nos atañe a todos.
Anoche lo explicó en pocas palabras su director, Mstyslav Chernov, cuando recogió la famosa estatuilla: “Este es el primer Oscar de la historia de Ucrania, pero probablemente seré el primer director que diga sobre este escenario que ojalá nunca hubiera hecho esta película. Ojalá fuera capaz de cambiarlo porque Rusia nunca hubiera atacado y ocupado Ucrania”. Mejor forma de definir el momento, imposible, incluso en sus palabras finales: “Podemos hacer que la verdad prevalezca y que la gente de Mariúpol y los que dieron su vida nunca sean olvidados, porque el cine construye memoria y la memoria hace historia”.
Recuerdo con este motivo lo que escribí recientemente sobre Mariúpol en este cuaderno digital: “Dos años después, me resisto a ser mero espectador de lo que está pasando y estoy viendo en Ucrania. Me remueve la conciencia todos los días y reconozco que estoy consternado y conturbado. Consternado, en el sentido profundo de la palabra tal y como se recogió por primera vez en el Diccionario de Autoridades publicado en 1729 por la Real Academia de la Lengua: “Atemorizado, asombrado, perturbado y espantado”. Cualquiera de las cuatro acepciones refleja bien mi estado de ánimo. Tanto que hemos luchado por la instauración de la democracia a lo largo de los siglos, como la mejor forma de convivencia humana y con profundo dolor contemplo de nuevo la imagen del Teatro Dramático de Mariúpol, que hace un triste honor a su nombre, hoy más que nunca. También, conturbado, atendiendo las ricas acepciones de las Autoridades citadas, porque estoy inquieto, conmovido, confundido y desasosegado, provocando todo ello una mudanza cerebral muy importante aunque siga escuchando la recomendación piadosa de San Ignacio en estos tiempos de guerras en la aldea global que se ha convertido el mundo al revés. Cada día que pasa estoy más convencido de que soy pesimista en el sentido más profundo del término que aprendí del haiku 123, precioso, escrito por Benedetti en 1999 (1): Un pesimista / Es sólo un optimista / Bien informado.
Por estas razones de la razón y del corazón, como demócrata convencido, sé que a pesar de este reconocimiento cinematográfico, Ucrania sigue representando hoy el miedo global, aunque a pesar del miedo global a la libertad, quiero seguir abriendo una puerta para la paz en aquel territorio y en Gaza, que tampoco olvido, siguiendo los consejos de Eduardo Galeano, una vez más, a través del llamado «derecho al delirio«, en un mundo loco, con ejemplos rotundos para pensar que son realidades posibles en un mundo nuevo, una invitación a volar sobre la realidad que nos duele, consterna y conturba a diario, del que personalmente he escogido algunos que sanan mi alma: “los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas; los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos; el mundo ya no estará en guerra contra los pobres, sino contra la pobreza, y la industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra; la educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla; la justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda y, como corolario, la Iglesia también dictará otro mandamiento, que se le había olvidado a Dios: amarás a la naturaleza, de la que formas parte; serán reforestados los desiertos del mundo y los desiertos del alma”. Es verdad, estos delirios son una invitación a experimentar el derecho a volar alto, algo que agradezco cuando vivimos tan atados a la dura realidad de la tierra, situación que no nos permite ver mas allá de lo que nos transmiten a diario los agoreros mayores del mundo al revés. Tan lejos, tan cerca.
El Óscar a 24 días en Mariúpol, es un premio imprescindible, fundamentalmente porque nos obliga a olvidar el olvido y porque cualquier parecido de esta extraordinaria obra ucraniana con la realidad de cualquier guerra no es pura coincidencia. Lo dijo, en un mensaje escueto, el director del documental premiado: “el cine construye memoria y la memoria hace historia”.
(1) Benedetti, Mario, Rincón de haikus, 2001. Madrid: Visor Libros.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
Nuevo espacio de recogimiento y homenaje a las víctimas en la estación de Atocha (Madrid)
No a la violencia; todos íbamos en ese tren; nunca os iréis del todo; no hay camino para la paz, la paz es el camino; por todos vosotros seremos mejores
Frase que figuraba en el monumento anterior, ahora desmontado, recuperada -entre otras- en el espacio que se inaugura hoy.
Sevilla, 10/III/2024
Mañana se cumple el 20º aniversario de la tragedia de Atocha. Con tal motivo, la Comunidad de Madrid inaugura hoy, víspera del vigésimo aniversario de los atentados terroristas del 11 de marzo de 2004, “un nuevo espacio de recogimiento y homenaje a las víctimas en la estación de Atocha, justo debajo del lugar que ocupaba el monumento conmemorativo que se encontraba en superficie”.
Aprendí en su día de Eduardo Galeano que «no hay nada mejor que olvidar el olvido», recuperar de la mejor forma posible la memoria de un país, de su pasado: “Olvidar el olvido: don Ramón Gómez de la Serna contó de alguien que tenía tan mala memoria que un día se olvidó de que tenía mala memoria y se acordó de todo. Recordar el pasado, para liberarnos de sus maldiciones: no para atar los pies del tiempo presente, sino para que el presente camine libre de trampas. Hasta hace algunos siglos, se decía recordar para decir despertar, y todavía la palabra se usa en este sentido en algunos campos de América latina. La memoria despierta es contradictoria, como nosotros; nunca está quieta, y con nosotros cambia. No nació para ancla. Tiene, más bien, vocación de catapulta. Quiere ser puerto de partida, no de llegada. Ella no reniega de la nostalgia: pero prefiere la esperanza, su peligro, su intemperie. Creyeron los griegos que la memoria es hermana del tiempo y de la mar, y no se equivocaron”. Excelente reflexión.
En este contexto, reproduzco a continuación, de nuevo y porque olvido el olvido, el post que escribí en 2007, recordando que la verdad de lo ocurrido en Atocha sigue estando todavía allí y aquí. Lo dedico hoy, de nuevo, a los familiares de las víctimas, a los profesionales que las atendieron, sin dejar a nadie atrás, y a las personas que confían siempre en la búsqueda de la verdad y la paz, en cualquier ámbito de la vida, siendo conscientes de que el yihadismo está todavía aquí y allí, tal y como comprobamos el verano pasado en Barcelona. Para que no olvidemos a los que lo siguen sufriendo, buscando desesperadamente refugio en países de acogida que les entreguen solidariamente una forma diferente y digna para ser y estar en el mundo. Es verdad, Atocha sigue siendo una verdad incómoda. Allí y aquí. Para que no lo olvidemos ni siquiera un momento.
Cuando me he despertado esta mañana, la verdad estaba todavía allí (y aquí: en una sentencia ejemplar, en un juicio modélico, en la muerte sin sentido, real, en quienes lucharon por devolver vida a quienes se les escapaba en segundos de terror, en las personas y organizaciones que quisieron saber siempre la verdad machadiana, es decir, aquella que se busca en común, guardándose cada una, cada uno, la propia; en el Estado de Derecho, en aquellas personas afectadas por el atentado, que todavía no comprenden nada del absurdo de las creencias en algunos responsables del más allá que –paradojas del destino- hacen la vida imposible a los del más acá; en los silencios de los dioses a favor de la inteligencia humana, y en la democracia que se construye con las pequeñas acciones y cosas del día a día).
Cuando me he despertado esta mañana, la verdad estaba todavía allí (y aquí: he decidido cuidarla porque he crecido en las contradicciones de un país lleno de oportunidades en los últimos treinta años, que está más cerca de las culturas desconcertadas que de la educación para la ciudadanía).Cierto.
Cuando me he despertado esta mañana, una verdad incómoda estaba todavía allí.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
Ramón Masats, Mercado de San Antonio (detalle). Barcelona 1955
Sevilla, 5/III/2024
Hay hombres y [mujeres] que luchan un día y son buenos, otros [y otras] luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenos, pero están los [hombres y mujeres] que luchan toda la vida, y esos son los imprescindibles
Adaptado de un texto de Bertolt Brecht en Elogio a los combatientes.
Ayer conocimos el fallecimiento en Madrid del gran fotógrafo catalán Ramón Masats, a los 92 años, uno de los grandes, maestro de maestros, un imprescindible. Con tal motivo y por respeto a la memoria democrática de este país, del que nos ha dejado imágenes icónicas de mediados del siglo pasado, vuelvo a publicar hoy mis recuerdos de él en este cuaderno digital porque, en un mundo al revés, su vida profesional era una isla desconocida.
El pasado 1 de octubre, la televisión pública de este país (RTVE) arrancó la nueva temporada de un programa excelente, Imprescindibles, haciendo un homenaje merecido al fotógrafo Ramón Masats, en vida, que es como se deben hacer este tipo de reconocimientos, con un documental imprescindible para conocer una parte importante de la memoria democrática de este país y con un título sugerente: El ojo irónico. Ramón Masats: “Impactante, socarrón, disfrutón, misericordioso, rotundo, obcecado y siempre genial. Así describen a Ramón Masats en el documental El ojo irónico, que traza un recorrido cronológico por la vida y la trayectoria profesional del fotógrafo, uno de los grandes, maestro de maestros, un imprescindible. El documental empieza con sonidos que ya apenas escuchamos, los que hacen las cámaras analógicas que, por suerte, viven un nuevo momento de gloria. También con lugares que se resisten a desaparecer, como las habitaciones de revelado, espacios oscuros de donde salen las imágenes que los fotógrafos han visto a través de su objetivo. Masats nació en 1931 y su vida es la historia de la fotografía en España, pero también la historia de un país”.
Conocí la vida y obra de Ramón Masats, a través de un informativo público de la noche del 3 de julio de 2020, en plena pandemia, al igual que supe de nuevo de este excelente profesional a través de la televisión pública el pasado 1 de octubre, instalados ya en la llamada “nueva normalidad” que, sinceramente, no sé lo que es. En aquella ocasión, el presentador comentó que se había inaugurado una exposición retrospectiva en Madrid sobre el fotógrafo Ramón Masats. Pasaron rápidamente fotografías icónicas de este profesional que tanto nos ha contado sobre la historia de España en la posguerra. Fui rápidamente al ordenador, recuperé la emisión del citado informativo y capturé una instantánea de la fotografía mágica en los minutos finales, en los que pude captar la imagen de esta niña, que se me antojaba desde que la vi como perteneciente a una de las dos Españas de Machado. Esta imagen estaba incluida en la exposición Ramón Masats Visit Spain, que pudo verse dentro de la programación de PHotoESPAÑA en el espacio Tabacalera de Madrid hasta el 12 de octubre de ese año. Este descubrimiento de una isla desconocida en este país, me llevó a escribir unas palabras sobre este excelente fotógrafo con un título programático: La otra mirada.
La colección llevaba un título que tampoco era inocente: «Entre 1955 y 1965 Ramón Masats recorre la geografía de España con su cámara y una obsesión en su cabeza: retratar los tópicos con los que la cultura oficial, bendecía los valores patrios. Iniciaba entonces su carrera como colaborador de varias publicaciones, y este viaje le permitió el desarrollo de un trabajo innovador que revolucionó el triste panorama de la fotografía oficial, todavía enredada en su dependencia de los cánones estéticos que el orden clásico imponía a la nueva disciplina. En el tiempo, el trabajo de Masats coincide con el fin de la autarquía del Régimen de Franco y con la apertura diseñada por el gobierno con la creación del Ministerio de Información y Turismo (1951), y el Plan Nacional de Turismo (1953). Visit Spain fue ese primer mensaje que utilizó la propaganda oficial». De ahí el título de la exposición.
Me vuelve a sorprender la imagen citada, titulada Mercado de San Antonio, Barcelona 1955, porque aparecen hombres en torno a unas mesas con libros, probablemente dentro de la lonja, en la que aparecen hombres, solo hombres, hojeando libros apilados sobre las mesas de tijera, humildes, sencillas, con libros de títulos desconocidos. Deducimos que era domingo, porque se aprecia que iban vestidos «de ese día» y porque se sabe que en este mercado los domingos lo dedicaban a la compraventa de libros, cromos y cuentos: «También se incorporarían libreros y coleccionistas los domingos dando origen al Mercado Dominical de Sant Antoni. Hoy es un mercado especializado en libros nuevos y antiguos y coleccionismo tradicional de postales, sellos o revistas y donde también encontrarás todo tipo de oferta vinculada a nuevas aficiones y colecciones como los cromos, los videojuegos o las películas» (1). Una imagen que captó con su magia tan particular Masats, fotógrafo de la verticalidad, en la que entraba en plano la niña sentada en un banquillo, con un cuento en las manos, pulcramente vestida (de domingo) y con la mirada fija en la cámara, posando para la posteridad del país.
Ramón Masats, Mercado de San Antonio , Barcelona 1955
Era otra mirada, inocente mirada, con el mensaje directo de Machado aunque ella no lo supiera: “El ojo que ves no es ojo porque tú lo veas; es ojo porque te ve”. Al verla ayer, sentí que me miraba aquella España de mi niñez madrileña, como si quisiera interrogarme sobre qué estamos haciendo en la actualidad, alejándonos cada vez más de la educación y la cultura, como si fuéramos en este aquí y ahora los mayores que estaban a su espalda, hojeando libros, ajenos a lo que estaba sintiendo ella, distraídos de la vida. Como ocurre con las ideologías, las fotografías nunca son inocentes porque siempre hay un ojo humano detrás que ordena. Me pasó cuando supe del fallecimiento del fotógrafo francés Marc Riboud en 2016, que muchas personas recordarán por su famosa fotografía de la chica con la flor, por cierto, no inocente. He conocido el hilo conductor de su profesión, por una frase de un especialista en los cuidados del ojo, del siglo XIII, Pietro Spanno, que llegó a ser Papa bajo el nombre de Juan XXI: “El ojo es un miembro noble, redondo y radiante. Ver es el paraíso del alma”. Ese es el secreto y la magia del ojo humano cuando ordena el clic que fija momentos especiales de la vida para la posteridad. Igual que cuando se fotografía el dolor o la muerte, muchas veces con alto riesgo personal de profesionales excelentes, comprometidos, facilitando imágenes recientes que desgraciadamente ya son habituales para el procesamiento de nuestra retina y que tanto nos hacen pensar, cumpliendo su función.
Dije algo en aquella ocasión que recupero ahora en mi rincón de ver la fotografía de Masats: hay fotógrafos y fotógrafas que retratan almas especiales, en blanco y negro, como Marc Riboud, Robert Capa, Kati Horna, Sebastião Salgado o Ramón Masats, ¿por qué no?, que valoramos hoy de forma especial porque muchas veces estamos ciegos ante el color que dio al mundo la creación transcendental del hombre y la mujer, que tuvieron la oportunidad de ver durante un tiempo el paraíso de sus almas. Gracias, hoy, a ellos y a tantos profesionales anónimos que aun jugándose a diario la vida nos han aportado y entregan tanta verdad a través de sus ojos, como aprendimos un día de Machado, ya que no son ojos porque los veamos, sino que son ojos porque a través de sus fotografías nos ayudan a contemplar y amar mejor la vida. Ya lo dijo en una ocasión Marc Riboud: «Sólo miran bien los niños: son inocentes y miran excitados, con atención, no son intelectuales».
El programa Imprescindibles, con este homenaje en vida a Masats, ha cumplido las premisas para utilizar esta palabra, imprescindibles, cuando se refiere a personas, tal y como lo aprendí de Bertolt Brecht hace ya muchos años y que sigue siendo un hilo conductor en mi vida: Hay hombres y [mujeres] que luchan un día y son buenos, otros [y otras] luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenos, pero están los [hombres y mujeres] que luchan toda la vida, y esos son los imprescindibles (adaptado de un texto de Bertolt Brecht en Elogio a los combatientes, salvando la perspectiva de género).
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
A veces, falta mar para recoger a todos los que se tiran del barco… A veces, falta barco para recoger a todos los que se tiran a ese mar…
Sevilla, 3/III/2024
He leído recientemente en un artículo magnífico de Neus Tomàs, directora adjunta de elDiario.es, con un titular ¿Qué era y qué es la izquierda?, que me interesa y preocupa a la vez en este mundo al revés que describió de forma rotunda Eduardo Galeano y en el que estamos instalados, una frase que no he olvidado en estos días en el que ha emergido la corrupción política como clásico popular de este país, en esta ocasión en territorios de la izquierda: “Los huecos que deja la izquierda los ocupa la derecha incluso disfrazada de un rojipardismo que va ganando espacio en columnas, redes y asociaciones de activistas. Para hacer frente a este fenómeno, la izquierda necesita pensadores honestos y valientes que digan lo que los ciudadanos que se identifican en este espectro ideológico no quieren escuchar. Lo honesto y valiente es eso y no buscar siempre el aplauso fácil y a menudo estéril”.
Si hoy lo traigo a colación es porque me solivianta la falta de autocrítica de la izquierda con estas situaciones, recurriendo fácilmente al “y tú más”, a modo de bálsamo de Fierabrás para curar heridas de desafección política cada vez más alarmantes, con un mar revuelto lleno de supuestos militantes de carnet o virtuales, de la izquierda me refiero, que se tiran de barcos a la deriva por falta de dirección política, creo que de ideología de base, de creencia política, sin mezcla alguna de cuadernos de “derrota”, en argot marino, reproduciendo aquella sorprendente noticia que nos contaba cómo el capitán Francesco Schettino abandonaba de forma vergonzante el crucero Costa Concordia, que chocó el 12 de enero de 2012 por una maniobra indebida con una roca junto a la isla del Giglio (Italia), en un ejemplo patético de irresponsabilidad y cobardía. Todavía resuena en mis oídos la grabación en italiano de los gritos del jefe de guardacostas cuando le conminaba a que volviera al barco del que se había tirado de forma tan lamentable e indigna: “Suba a bordo. Es una orden. No ponga más excusas. Ha abandonado el barco, ahora estoy yo al mando. ¡Suba a bordo!”. Decía que se había “caído” por la popa cuando lo que constataron es que cuando llegó a la costa su ropa no estaba mojada. Nadó y guardó la ropa de la indignidad, nunca mejor dicho.
Doy ahora un paso más porque interpreto que el problema no es sólo de la izquierda sino de su más allá o acá. según se mire, sino de algo más profundo, de la democracia, de su ocaso, porque la responsabilidad principal de la izquierda es ser la gran defensora de sus grandes principios, porque no hay otros: ideología, igualdad, libertad y justicia social. Lo digo porque, ahora más que nunca, la izquierda necesita armarse ideológicamente ante el fascismo que nos rodea en el ocaso de la democracia, cuestión a la que he dedicado muchas páginas en este cuaderno digital. En este contexto, he recordado que con motivo de la celebración en 2022 del centenario del nacimiento del poeta, escritor y cineasta Pier Paolo Pasolini, al que profeso admiración desde hace ya muchos años, se publicaron nuevas ediciones de su obra y ensayos de gran valor para no olvidar su contribución en la lucha por un mundo mejor, a través de una ideología de izquierda contra el fascismo que nunca ocultó, denunciando algo muy grave cuando se instala “como normalidad, como codificación del trasfondo brutalmente egoísta de una sociedad”. Pasolini sigue muy presente en mi pensamiento crítico y acudo frecuentemente a él. Además, una obra de Miguel Dalmau Soler, Pasolini. El último profeta, ganadora del XXXIV Premio Comillas de Historia, Biografía y Memorias 2022.
Si lo traigo a colación en esta reflexión crítica sobre el ocaso de las izquierdas es porque hay una obra que resume muy bien su concepción del antifascismo, El fascismo de los antifascistas, al tratar de forma sorprendente y de plena actualidad, cómo se amplía cada vez más el círculo del fascismo, haciendo una llamada de atención sobre algo que está ocurriendo en la actualidad en nuestro país, porque también podemos encontrar fascismo en diferentes círculos de la sociedad, incluso en las capas liberales, algunas de falsa izquierda, ultraderecha y capitalistas “apolíticos” que tanto atosigan al mundo. Hay que tener en cuenta que en esta obra se recogen artículos y entrevistas que van de 1962 a 1975, año en el que Pasolini murió asesinado en la playa de Ostia, muy cerca de Roma. De ahí su sorprendente actualidad. La sinopsis oficial del libro deja claro estos planeamientos anteriores: “La reflexión sobre el fascismo y su evolución histórica recorre toda la obra de Pasolini: este volumen recoge algunos de sus textos más significativos escritos sobre el tema entre septiembre de 1962 y febrero de 1975. En ellos Pasolini advierte contra una nueva forma de fascismo, más sutil e insidiosa, entendida “como normalidad, como codificación del trasfondo brutalmente egoísta de una sociedad”. Es el sistema de consumo, que desde los años sesenta se encarga de la homologación cultural de todos los países: un poder sin rostro, sin camisa negra y sin fez, pero capaz de moldear vidas y conciencias. Más de cuarenta años después, estas intervenciones mantienen intacta su fuerza crítica, lo que nos permite captar algunos de los rasgos más profundos del mundo actual”.
Existe una frase muy extendida en los coloquios de este país, cuando se afirma con una rotundidad que da miedo, que todos los partidos políticos y quienes los representan, son iguales, sin excepción alguna, cortando por el mismo rasero a la izquierda y a la derecha. No estoy de acuerdo, ni acepto esta expresión a modo de mantra, aunque es comprensible que exista un descrédito generalizado de la política y de los políticos que la llevan a cabo, pero los árboles impiden ver a veces el bosque y no es justo generalizar sin compasión sobre la llamada “clase” política. El hartazgo es evidente, pero es imprescindible separar la paja del heno como nos enseñaron hace ya muchos años, unos en el lenguaje del campo puro y duro, otros en la doctrina oficial de la Iglesia, ahora aplicado a la política en general. Siendo una verdad incuestionable, ¿por qué es necesario acabar con análisis totalitarios y absolutistas de los casos de corrupción, en los que no se salva nada ni nadie, porque se dice que “la política es así, al final todos son iguales”.
Creo que por higiene mental es imprescindible diagnosticar bien la situación y colaborar en la reconstrucción de la democracia día a día, en la que la izquierda tiene mucho que decir y hacer, mucho más en un país tan cartesiano y dual para todo lo que se hace visible “políticamente hablando” en el día a día. Vivimos unos momentos que exigen mucho rigor en la toma de decisiones que facilita la democracia y no todos los programas políticos son iguales, ni los políticos que los ejecutan tampoco. Ser de derechas, centro o izquierda, de sus extremos, también del arriba o abajo actual, en este país, parece que imprime carácter hasta que la muerte te separe y está mal visto socialmente que haya alternancia en la pertenencia a un determinado partido o a otro. Es verdad que aparentemente parece una gran contradicción estar defendiendo un día los valores de la socialdemocracia más exigente y al otro los del liberalismo más feroz. Normalmente pasa porque las ideologías son un flanco muy débil en nuestro país dado que los partidos no han estado muy finos a la hora de aceptar militantes en sus filas y la formación en la «creencia» en sus idearios brilla muchas veces por su ausencia. Esta es una realidad que hay que aceptar pero lo que no es normal es que haya unos desplazamientos de pertenencia a partidos o de votos, tan agresivos, como a los que estamos asistiendo en la actualidad, por no hablar del principal partido de este país: el abstencionista. El llamado voto de castigo existe, pero deja detrás una gran incógnita: ¿se conocían bien las ideologías y los programas de los partidos a los que se han votado con anterioridad?, ¿se puede cambiar tan fácilmente de chaqueta por los errores de determinados miembros de un partido?, ¿se conocía bien el ideario de un programa, más allá de acciones concretas de algunos representantes eximios del mismo?
Indiscutiblemente, todos los partidos no son iguales, ni tampoco las personas que los representan. Tampoco somos iguales los electores, sean de derechas o de izquierdas. Basta conocer la trayectoria histórica de los partidos que han existido en los cuarenta y cinco años de democracia en este país, para no dejar duda alguna que no es lo mismo la historia de la derecha o del centro que la de la izquierda, por mucho que se quiera generalizar sin compasión alguna en análisis que no resisten el más mínimo juicio de valor crítico. Todos no han sido iguales, luego todos no son iguales ahora si se respeta la historia y este aserto se debería defender por la militancia más activa de cada partido. Se ha tenido que hacer un camino político al andar que es de bien nacido reconocerlo y pregonarlo para que no haya duda alguna sobre su legitimidad. El tratamiento de la memoria histórica y democrática de este país es una cuestión recurrente que no sólo hay que aplicar al tiempo de la guerra civil y sus daños colaterales, sino también en cada momento actual, porque la memoria histórica integra también el ayer del país y su proyección en la vida de cada persona que lo integra. Por ejemplo, todos los partidos no han tratado igual a Andalucía a lo largo de su reciente historia política, cuestión que no se debería olvidar nunca.
Andalucía ha sido una experiencia especial a lo largo de esta etapa democrática. Se critica duramente que la izquierda haya estado gobernando durante treinta y siete años en esta Comunidad hasta que pasó a la oposición en las elecciones de 2018, pero fue la decisión de los andaluces, sin más paliativos. Vino la alternancia, que había que acatarla sin más porque ese es el gran secreto de la democracia, el respeto casi reverencial al voto de cada elector. En democracia éstas son las reglas del juego, aunque a determinadas personas nos duela vivir determinados triunfos políticos porque las políticas que se llevan a cabo no respetan el interés general de todos los andaluces, sin dejar a nadie atrás. Siempre recuerdo lo que he vivido en diversas convocatorias electorales, época propicia para las deserciones casi colectivas del electorado de izquierdas, propiciando la división y, por extensión, lo que se llama técnicamente “abstención”, cambiando lo que haya que cambiar, que me llevó a crear un aforismo personal y transferible:
Falta mar para recoger a todos los que se tiran del barco…
Este aforismo aprovecha el texto dentro del contexto que se aconseja en estos planteamientos de aproximación a la cruda realidad y que lo definen en sí mismos: “Era objetivo, porque he asistido a deserciones de todo tipo de la izquierda en diversas convocatorias. Era inteligible, porque muchas personas que se mantenían en el puente de mando personal, político y profesional, sabían que era cierto solo con mirar a su alrededor. Y la dialéctica era obvia: o barco o mar, porque en determinados momentos se controlan por la tensión económica, política o social, correspondiente. Era verdad, desgraciadamente, que cada uno estaba al final en su sitio, porque lo que defiendo desde hace años es que no todos decimos lo mismo, ni vamos en el mismo barco. Ni hacemos la misma singladura. Ni navegamos con la misma empresa armadora, llamémosla hoy, partido. Unos en cruceros, otros, en pateras, sin quilla, pero navegando siempre hacia alguna parte, buscando islas desconocidas, que se encuentran. Y pasadas esas fechas críticas, nació un nuevo aforismo, como corolario del anterior e indisolublemente unido a él:
Falta barco para recoger a todos los que se tiraron a ese mar…
Todos los partidos no son iguales, ni las personas que los representan tampoco. Es probable que tomando conciencia de que tenemos que trabajar unidos para defender esa acción política diaria del partido al que voto, empecemos a ver las cosas de diferente forma, porque el empoderamiento, es decir, la capacidad para conocer lo que está sucediendo y participar posteriormente en las decisiones informadas para alcanzar los objetivos trazados, ya no es algo que corresponde solo a los demás sino a nosotros mismos. Es obvio que todos no somos iguales ni vamos en el mismo barco a la hora de votar. Me asombra para bien, ver todos los días a muchas personas que viajamos en la vida en patera, mientras otros nos saludan desde su “crucero de lujo”, real o imaginario, saludándonos desde la popa y diciéndonos incluso adiós. La verdad es que no es lo mismo, porque todos no son ni somos iguales. Los nadies, los hijos de nadie, los dueños de nada. / Los nadies: los ningunos, los ninguneados, / corriendo la liebre, muriendo la vida, a los que siempre defendió Eduardo Galeano, están siempre en su sitio y pocos partidos los representan, porque todos no son ni somos iguales. No los olvido, navegando en mi patera ética por la memoria histórica de Andalucía, de mi ciudad, mi polis, donde desarrollo mi vida “política” como ciudadano. Llegado a puerto, la amarraré al noray ético de mi vida, que también existe. Hasta el próximo viaje “político” hacia alguna parte, a pesar de su fragilidad extrema.
El final del artículo citado al principio, de Neus Tomàs, da una clave muy importante para entender el hilo conductor de estas palabras: «El problema, sin duda, es que la izquierda ha abandonado a la gente común; pero el problema mayor es que la ha abandonado en mano de la derecha, que desprecia el amor a los desconocidos como ‘buenista’ y la fidelidad a los principios como ‘cosmopolita’. Pero el amor a los desconocidos es civilización; y la fidelidad a los principios es derecho”, escribió Santiago Alba Rico en un artículo en el que argumentaba que lo que está en disputa entre izquierda y derecha es algo tan elemental como el sentido común. El mismo que defiende Clara Serra cuando desmonta apriorismos sobre el feminismo y conceptos como el consentimiento. Cuando la izquierda recurre al Código Penal para resolver conflictos sociales o políticos se equivoca. Y si lo hace para abrazar el punitivismo yerra doblemente». Con ella me quedo. Ahora bien, la autocrítica de la izquierda por el último escándalo, con sentido común, ¿para cuándo?
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
Debe estar conectado para enviar un comentario.