Ya sabemos mucho más del símbolo ateniense de la filosofía, la lechuza Tyto Alba

Sevilla, 9/IV/2024

La imagen que preside hoy estas líneas la he recuperado de mi salvapantallas actual, que me recuerda todos los días, a la hora de aproximarme a la pantalla en blanco para escribir de forma especial y con alma, la presencia de un hilo conductor muy importante en mi vida a través de la lechuza (Tyto Alba), el símbolo de la filosofía, entendida como la capacidad de admirarse a diario de las personas y de todas las cosas. En este contexto, se acaba de publicar un libro de sumo interés para los que estamos cerca de aprehender el significante y significado de la sabiduría, que tantas veces he tratado en páginas de este cuaderno digital. Lleva un nombre que hace justicia a su contenido, La sabiduría de los búhos, escrito por Jennifer Ackerman, cuya sinopsis oficial nos prepara para una lectura reconfortante en medio de tanta pesadumbre humana como la que nos rodea en la actualidad: “Una maravillosa síntesis de etología, asombro y pasión por estas silenciosas y misteriosas rapaces nocturnas. ¿Por qué ejercen tanta influencia en la imaginación humana? Tienen fama por su sabiduría, ¿pero son inteligentes? ¿Actúan solo por instinto o son curiosos e ingeniosos? ¿Tienen sentimientos y emociones? ¿Por qué sus ojos miran de la misma manera que los nuestros? Ya sea que aparezcan como antiguos símbolos atenienses de sabiduría, presagios fantasmales de la muerte o los tiernos compañeros de Winnie the Pooh y Harry Potter, estas aves continúan fascinando y perturbado en igual medida. A través de una nueva investigación del comportamiento, Jennifer Ackerman ofrece una visión íntima de la vida de estas criaturas, cuya anatomía es todo un prodigio de la naturaleza. Desde las peculiaridades evolutivas detrás de su penetrante mirada y cabezas giratorias, hasta sus relaciones románticas y estilos de crianza, La sabiduría de los búhos da vida a la increíble historia natural de los búhos. Entrelazando hábilmente ciencia y arte, Ackerman viaja al mundo de este animal tan sugestivo y se pregunta por qué ha fascinado tanto a la humanidad desde el comienzo de los tiempos”.

La editorial facilita la lectura de un fragmento de la obra, el capítulo uno, Cómo entender a los búhos. Desentrañar su misterio, del que se desprende algo muy importante para situar científicamente al símbolo de la filosofía, la lechuza Tyto Alba, perteneciente a la especie Tytonidae: “Impulsar el recuento de especies y modificar el árbol genealógico de los búhos también supone una comprensión más profunda de especies de búhos ya conocidas. Al examinar más detenidamente las estructuras del cuerpo, las vocalizaciones y el ADN, los científicos están encontrando suficientes diferencias entre las poblaciones como para escindir una especie en dos o más especies. Veamos por ejemplo las lechuzas comunes. Siendo el linaje de búhos más antiguo, probablemente aparecieron por primera vez en Australia o África, se expandieron por el Viejo Mundo y ahora viven en casi todos los continentes. Como son parecidas en toda su área de distribución, en su momento fueron clasificadas como una sola especie. Pero los búhos nos enseñan que las apariencias pueden engañar. Unos estudios del ADN han revelado que las Tytonidae, el nombre científico de las lechuzas comunes, son en realidad un rico complejo de al menos tres especies, con un total de unas veintinueve subespecies. Y puede haber otras en lugares remotos que aún no han sido reconocidas. Asimismo, los investigadores han usado recientemente la genética para determinar con exactitud dos nuevas especies de búhos chillones de Brasil que habían sido agrupadas con otras especies sudamericanas: el búho chillón de Alagoas, de la selva tropical atlántica, y el búho chillón de Xingu, de la Amazonia. Los dos búhos están amenazados por la deforestación y se hallan en peligro de extinción”.

Esta singladura tan especial la justifico hoy porque leí ayer una entrevista publicada en elDiario.es, Jennifer Ackerman, naturalista: “Ojalá fuéramos como los búhos y escucháramos sin hacer tanto ruido”, realizada por Antonio Martínez Ron, que me ha parecido fascinante, sobre todo porque me ha reforzado mi aprecio por esta lechuza tan inteligente, contestando a la primera pregunta del entrevistador: “Advierte usted de que estamos ante una “cuenta atrás para la extinción de los búhos” ¿Cómo sería un mundo sin estas aves? Creo que el mundo sería un lugar mucho más pobre. Realmente le dan magia y misterio al paisaje y a la vez están presentes en las historias de muchísimas culturas. Los búhos tienen un enorme valor simbólico para los humanos, aparecen en nuestro arte y en nuestros objetos, ocupan un lugar tan importante en nuestra imaginación que no puedo pensar en un mundo sin ellos”. Asimismo, la pregunta y respuesta final de la entrevista encierra un mensaje que cobra en la actualidad importancia extrema: “Estar callados y mirar alrededor, ¿es una filosofía de vida con la que nos iría mejor a los humanos? Desde luego. ¡Ojalá fuéramos un poco más como los búhos y escucháramos más sin hacer tanto ruido!”.

Tyto Alba está muy presente en mi vida, sobre todo porque en el silencio, algo tan característico de esta especie, la capacidad de admiración se hace muy presente en nuestro acontecer diario. Tengo que reconocer que la atención es algo que me preocupa dese hace ya muchos años, quizás porque estoy educado en la necesidad de admirarme de las personas y de casi todas las cosas, como tantas veces he explicado en este cuaderno digital. Siempre he sentido curiosidad por todo, en un mundo plagado de cotilleo y cotillas, aunque bautizado últimamente como “el universo del entretenimiento” donde todo cabe y en el que la cultura digna brilla por su ausencia. Siempre he sentido la necesidad de comprender qué es admirarse ante lo que ocurre en nuestras vidas, prestándole mucha atención, por muy intranscendente que sea o supuestamente inútil, algo que solo se consigue a través de la admiración, actitud que simbolizó para Aristóteles el comienzo de la filosofía, entendida como la capacidad que tiene el ser humano de admirarse de todas las cosas, de las personas, de sentir curiosidad diaria de por qué ocurren las cosas, de cómo pasa la vida, tan callando. Mi profesor de filosofía, hace ya muchos años, lo expresaba en un griego impecable, con un sonido especial, gutural y sublime, que convertía en un momento solemne de la clase esta aproximación a la sabiduría en estado puro: jó ánzropos estín zaumáxein panta (sic: anímese a leerlo conmigo tal cual y pronunciarlo como él). Es uno de los asertos que me acompañan todavía en muchos momentos de mi vida, en los que la curiosidad sigue siendo un motivo para la búsqueda diaria del sentido de ser y estar en el mundo, de admirarme todos los días de él. Tengo que reconocer que tener presente a Tyto Alba en mi imaginario diario, me ha abierto muchos caminos para navegar por los mares procelosos de la vida.

En 2018, el año en que Tyto Alba, la lechuza común, fue declarada ave del año por su peligro de extinción en España, escribí un artículo, 2018 ha sido un año difícil para las damas de la noche en silencio, que cobra hoy una especial importancia en el contexto de la nueva publicación, porque detecto que existe preocupación mundial por la realidad científica de estas aves. Al estar tan íntimamente ligada a la filosofía, las declaré a ambas como “damas de la noche”, con su trabajo atento y en silencio, porque son grandes desconocidas y desarrollan un trabajo extraordinario. Solo necesitan la noche en silencio para cumplir su cometido (el que quiera entender que entienda). Lo necesitamos urgentemente, porque estamos obligatoriamente obligados a filosofar y a crear conciencia crítica de lo que nos pasa, porque de lo que estamos cada vez más seguros es que no sabemos lo que nos pasa. El auténtico problema de los curiosos que nos admiramos de las preguntas que nos hacemos en vida, es que cuando nos aproximamos a ellas y las interiorizamos para aprender de las respuestas que vislumbramos, la vida ordinaria nos las cambia. Es lo que aprendí un día de Mario Benedetti: “Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas”. Y vuelta a empezar, porque la curiosidad -en expresión genuina del escritor Alberto Manguel – es “el motor de nuestras vidas”, en un mundo que se agota en la mediocridad ruidosa de lo cotidiano.

De ahí la importancia de leer con la atención que merece esta nueva publicación, La sabiduría de los búhos, como aviso para navegantes, descubierta por mi parte como una isla desconocida en el archipiélago mundial de la incapacidad de admiración y atención ante la belleza de la vida que tenemos los seres humanos por el actual y controvertido mundanal ruido, el que Fray Luis de León detestaba de forma especial, enseñándonos a seguir la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido: despiértenme las aves / con su cantar sabroso no aprendido; / no los cuidados graves / de que es siempre seguido / el que al ajeno arbitrio está atenido.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

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